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Training Wheels por gaemi

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Notas del capitulo:

No he podido dejar de escuchar a Melanie Martinez, puesto que siento que sus letras vienen de perlas para hacer de ellas un songfic. En esta ocasión, he escogido Training Wheels, con mi pareja predilecta, el BBam. No sé que tienen estos dos, que la combinación que hacen me parece adorable y muy romántica.

Espero el fic sea de su agrado, cualquier oponión pueden darmela en los reviews. 

Pueden escuchar la canción aquí.

El estruendo proveniente de la entrada revive a BamBam, enterrado bajo montañas de apuntes y trabajos de la universidad. Se arrastra hacia la puerta de su departamento, donde su mirada ojerosa se topa con que JaeBum por poco y la arranca de las bisagras. La puerta se estrella de nuevo cuando el mayor la cierra de un golpe. Por fin hace contacto visual con BamBam, su mirada llena de ira hace estremecer al más pequeño. Ver la reacción de su pareja es suficiente para que JaeBum cierre sus ojos y respire profundamente hasta calmarse lo suficiente como para no terminar desquitándose con él.

 

— ¿Debería preguntar si te aceptaron? —habla tímidamente, preparado para salir corriendo si el mayor termina por explotar.

 

—Ya debes de saber que no lo hicieron—responde en un gruñido.

 

JaeBum pasa de largo al lado de BamBam y se deja caer sobre el sofá de la sala. Su mirada se queda fija en el televisor apagado, absorto en sus pensamientos. Kunpimook sabe que aunque se muestre enfurecido, por dentro está destrozado, y solo trata de esconderlo bajo un amenazante caparazón.

 

— ¿Quieres hablar sobre ello? —se ofrece el pelirrojo mientras se acerca.

 

—Por supuesto que no, BamBam. Ya estoy harto, lo he intentado montones de veces y siempre me rechazan de la compañía de baile.

 

—Hay muchas más compañías que te aceptarían sin dudarlo.

 

— ¿Acaso eres tonto? Necesita ser esa, ha sido mi sueño de toda la vida y no pienso abandonarlo.

 

—Lo siento, solo intentaba ayudarte.

 

—Sí.

 

JaeBum alza la vista para ver al menor, cabizbajo y soñoliento. La noche anterior había ido a la cama tarde, JaeBum los supo por el movimiento del colchón a altas horas de la madrugada y los brazos de BamBam pasando por su cintura, con su mejilla repegada a su espalda. Ahora el pequeño tiene profundas ojeras y su piel pálida y azulada le da un aspecto aterrador que poco encaja con su tierna apariencia.

 

— ¿Qué tal con la universidad? —le pregunta JaeBum, intentando cambiar el tema y parchar de alguna manera la herida que abrió con sus crueles palabras.

 

—Puedo sobrevivir a ello—BamBam se encoge de hombros con una pequeña sonrisa. JaeBum corresponde al gesto y asiente.

 

—Lamento si te interrumpí. Deberías de ir a terminar tu trabajo. Yo… aún tengo cosas que hacer.

 

—Sí, debería—aunque en realidad no quiera. Necesita un descanso, aunque sea uno pequeño, pero no vale la pena si no lo comparte con JaeBum.

 

BamBam se da la vuelta y se dirige hasta la habitación donde en cada extremo hay un escritorio pegado a la pared. El de JaeBum está perfectamente ordenado, mientras que el de BamBam está lleno de papeles arrugados, envoltorios de comida y libros apilados.

 

—Deberías de recoger eso—JaeBum lo mira de reojo con una mueca de disgusto y se sienta en su correspondiente. Pronto no se escucha más ruido de su parte que el golpear de sus dedos contra las teclas de su computadora portátil.

 

JaeBum quiere mantener todo bajo control para así sentirse a sí mismo capaz. A BamBam le duele que constantemente lo corrija y le haga comentarios ofensivos, pero no va a admitirlo en voz alta. Se lo guarda porque, al fin y al cabo, cuando JaeBum esté de buenas y le importen muy poco las apariencias, se acercará a BamBam y lo tomará entre sus brazos para conducirlo a un sitio más cómodo donde lo llenará de besos y mimos que gradualmente irán aumentando de intensidad hasta tenerlos desnudos uno sobre el otros, con sus pieles cálidas y cubiertas de sudor rozándose sin decoro.

 

JaeBum ama a BamBam, pero sigue sin poder ponerlo por encima de sus inseguridades.

 

BamBam está locamente enamorado del mayor, pero está consciente de la probabilidad de que el otro solo esté enamorado. Los sentimientos son relativos, y a veces ni tú mismo estás seguro acerca de ellos. Por eso puede dejar pasar todos los sinsabores que el otro le es capaz de provocar sin consideración alguna.

 

Sin embargo, BamBam es un chico ruidoso, y constantemente se está quejando mientras continua con su trabajo. Se levanta de la silla, se estira, gruñe y se revuelve. Teclea con fuerza excesiva, garabatea haciendo más ruido del necesario y cuando lee, susurra entre dientes el texto de los libros. Al final, basta con un molesto gruñido de JaeBum para que los sonidos se interrumpan de golpe y BamBam se ponga todo colorado mientras trata de esconderse debajo de su escritorio cuando el mayor se aproxima.

 

— ¿Cuál es la necesidad de ser tan ruidoso?

 

—Lo siento.

 

—No necesito que te disculpes, basta con que dejes de hacerlo.

 

—Es que estoy harto, necesito un descanso.

 

—Como quieras, pero descansa en silencio.

 

BamBam sale de debajo del escritorio a gatas y deja escapar un suspiro de resignación. JaeBum vuelve a su asiento y continua trabajando. Siempre tiene un montón de cosas que hacer, por eso BamBam terminó por irse a vivir con él, porque de lo contrario apenas si se verían. Además, sabe que es la almohada favorita del castaño.

 

— ¿Ya estás mejor?

 

—Lo intentaré de nuevo la próxima temporada de audiciones.

 

— ¿Y mientras que harás?

 

JaeBum levanta su portátil, mostrándole el trabajo que estaba haciendo. BamBam asiente, aunque el otro le da la espalda.

 

— ¿Y si salimos a alguna parte?

 

—Tengo mucho que hacer, y tú también.

 

—Solo un rato.

 

—Ya te he dicho que no.

 

— ¿Qué te parece si salimos en bicicleta?

 

—Solo tengo una, cuando te mudaste para acá no trajiste la propia.

 

—Podríamos montarla juntos. Yo iría atrás, abrazándote por la cintura—sugiere BamBam, pero la expresión de desagrado de JaeBum le hace desear nunca haber hablado.

 

— ¿Qué tontería estas diciendo? No me voy a exhibir en las calles como un maricón.

 

—Pues cuando está conmigo en la cama ser un maricón parece no importante mucho—espeta el menor, cansado de aquellas negativas del contrario.

 

JaeBum se levanta de golpe, estrellando sus manos contra el escritorio. BamBam se incorpora con ayuda del escritorio, mirando con tristeza al mayor, quien se queda ahí parado, como si estuviera congelado, y de sus labios no sale ninguna palabra más.

 

—Siempre será así, ¿no? Yo seré el que parezca más interesado en esta relación. Saldré yo sólo, no importa. Tomaré tu bicicleta prestada.

 

BamBam sale de la habitación para dirigirse a donde JaeBum guarda su bicicleta y las patinetas de ambos, junto con un montón de cosas viejas y los instrumentos de limpieza. Un tirón en su brazo lo detiene de repente, y al girarse se topa con el rostro de JaeBum a escasos centímetros del suyo.

 

—Iré contigo—le dice como si nada, chocando su aliento contra los labios del menor. BamBam no contiene sus deseos de besarlo y JaeBum tampoco duda en corresponderle.

 

El pequeño está tan necesitado de liberar las tensiones que hace del contacto algo bastante íntimo y necesitado, buscando entrar en la boca ajena y enredar sus lenguas. JaeBum lo sujeta por la cintura y lo pega contra su pecho, levantándolo un par de centímetros del suelo sin esfuerzo alguno.

 

Por fin la necesidad de oxigeno los obliga a separarse y el mayor deja con delicadeza a BamBam sobre el piso. Con una mano aun enredada en la cintura del pelirrojo van a buscar la bicicleta, y JaeBum se aparta para poder sacarle la funda de encima y descubrir las rueditas entrenadoras que llevaba el vehículo, que desconcertan a BamBam.

 

— ¿Por qué las tiene aún? —pregunta, señalándolas con insistencia. JaeBum se encoge de hombros y la empuja hacia la puerta principal, seguido de cerca con BamBam.

 

—Para serte sincero, nunca le perdí el miedo a esta cosa, así que no se las he quitado. Tampoco salgo mucho en bicicleta.

 

En realidad, es la primera vez que lo hacían juntos. Antes, cuando tenían más tiempo libre, salían con las patinetas. Salen del departamento y suben al elevador para ir hasta la planta baja. Cuando llegan a la calle, JaeBum se trepa en la bicicleta y le hace un gesto a BamBam para que se siente en el asiento de metal que esta agregado sobre la llanta trasera. El menor hace lo debido, pasando sus manos en torno a la cintura de JaeBum, que una vez lo nota estable, comienza a pedalear suavemente.

 

El terreno es liso y carece de cuestas empinadas. Perfectamente pueden dar una vuelta por la manzana. Ya es entrada la tarde, comienzos de otoño, y el sol pasa a ocultarse en el horizonte, disparando rayos naranjas y rosados sobre las esponjosas nubes. El cielo es de un azul muy intenso, y el viento sopla con fuerza. BamBam se abrocha la sudadera para evitar coger un resfrío y luego recarga su cabeza contra la espalda de JaeBum, mientras ve las personas y los autos pasar al lado de ellos sin prisa. La tarde es lenta y se respira la paz en las calles.

 

— ¿Te relaja? —pregunta JaeBum, mirándole de reojo con una sonrisa de lado.

 

—Sí, me encanta esta época del año.

 

—Fue cuando nos conocimos, ¿recuerdas?

 

—Debe de ser por eso—la sonrisa de JaeBum se ensancha al escuchar las palabras del menor—. Así que… no es tan difícil salir a pasear en público con tu novio, ¿o sí?

 

—No me hagas arrepentirme—el mayor regresa la vista al camino—. Si lo pienso demasiado, comenzaré a sentirme incómodo.

 

— ¿Qué tiene de malo? Debe de ser más vergonzoso ver a un hombre de más de 20 años conduciendo una bicicleta con llantitas.

 

—No te burles. Si las quito, de verdad siento que me caeré.

 

Todo el camino JaeBum había ido tenso, y BamBam podía sentirlo. Deja un beso sobre la espalda ajena mientras acaricia su abdomen con la yema de los dedos, disfrutando del momento.

 

—No lo harás. Y si eso sucede, estoy aquí para levantarte. Yo mismo me encargaré de quitar esas ruedita y demostrarte que no las necesitas.

 

—Por favor, BamBam, no insistas.

 

—Es lo mismo con todo.

 

— ¿Eh? —El mayor frunce el ceño ante aquel comentario fuera de lugar—. ¿Qué quieres decir?

 

—Te comportas de la misma manera ante todas las demás situaciones de la vida. Necesitas de llevar “rueditas” siempre contigo porque te da terror caer. No quieres fracasar, pero lo haces, y lo intentaras mil veces más hasta lograrlo. No tiene nada de malo ser perseverante, pero tú te emperras de tal manera que no solo te haces daño a ti, sino que a mí también, porque créeme, nadie te quiere más que yo. Te importa demasiado lo que los demás piensen de ti, y siempre esperas cumplir sus expectativas, pero no estás para complacer a nadie, y si cometes un error, las personas que te aman lo entenderán por eso mismo, porque te aman.

 

JaeBum se queda callado, manteniendo aquella arruga en su entrecejo. BamBam observa su rostro detenidamente, esperando una reacción del otro. Ha hablado sin pelos en la lengua, con riesgo de molestar al mayor y que lo tirara de la bicicleta y regresara a casa sin él. JaeBum era capaz de cosas inimaginables, pero no todas eran necesariamente negativas.

 

—No puedo quitar esas “rueditas” solo. Tengo miedo de hacerlo, pero están tan desgastadas…

 

—Podemos intentarlo. De ahora en adelante llevaré curitas conmigo.

 

JaeBum no le mira, así que BamBam idea algo en su mente. Patea suavemente las pequeñas ruedas mientras el mayor continua con el pedaleo, hasta lograr que estas se separen del suelo. El pelirrojo ni siquiera se percata de ello.

 

—Confía en ti—BamBam le susurra al oído, dejando después un beso en su mejilla.

 

—Eso intento, pero estoy demasiado acostumbrado a este modo de ser.

 

—JaeBum, amo todo lo que tú haces. Inclusive cuando me llamas tonto por todas las estupideces que hago. No necesitas las rueditas de entrenamiento para tener éxito en tu recorrido, tú solo eres suficiente.

 

—Tienes demasiada fe en mí, niño.

 

—No, yo solo me estoy basando en hechos—BamBam sonríe de forma lisonjera—. Mira hacia abajo.

 

JaeBum baja la mirada como se le ha indicado, siguiendo el camino que marca el dedo índice de BamBam. Al ver las rueditas despegadas del suelo, siente la necesidad de detener su trayecto, pero BamBam está creyendo en él, y no es capaz de decepcionarlo. Continúa pedaleando, vacilante, pero los abrazos de BamBam aprietan su agarre en torno a su cintura.

 

— ¿Lo ves? Ya llevas rato así. Las sacaremos cuando lleguemos a casa.

 

—Pero, BamBam… —el mayor mira nervioso de un lado a otro.

 

—No es tan difícil. Reaccionas como si te estuviera pidiendo matrimonio.

 

—Kunpimook…

 

—Dime.

 

—Te amo.

 

— ¿Por qué estás de repente tan cursi? —el menor cierra los ojos, dejando que el viento le golpee la cara mientras JaeBum lo observa durante un par de segundos.

 

Está seguro de lo que está mirando no es un ser de este planeta.

 

—Porque también amo todo lo que haces. Y me he dado cuenta que no lo demuestro en lo más mínimo.

 

—No importa. Te conozco, y sé muy bien lo que sientes por mí. No necesitas demostrarlo todo el tiempo para que yo esté seguro de que me amas.

 

JaeBum se detiene en un semáforo en rojo. Hay personas recorriendo la calle, pero qué más da. Se inclina sobre el más joven para dejar un tierno beso sobre sus labios, y se separa un par de centímetros para poder observar detenidamente su precioso rostro de ángel mientras pasa las manos por sus mechones teñidos de rojo.

 

El semáforo cambia de color de nuevo, y BamBam le da un último beso antes de que retomen su camino.

 

— ¿A dónde quieres que vayamos? —pregunta JaeBum contra sus labios.

 

—Solo sigue pedaleando.


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