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Pesadilla por TKForTheMusic

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Notas del fanfic:

Para Matildespirzenberger, esperando sinceramente que en tus más amargos días tengas a alguien que, durante la noche, te alivie en abrazos llenos de adoración :)

(((Medio fofo, pero así me nació)))

—No puedo —escupió con rabia, sintiendo un nudo formarse en su garganta. Respirando con agitación, dobló las piernas y se sujetó de sus rodillas, intentando calmar el dolor.

Taeji, el director, le miró con preocupación. 

—Está bien, Jongin —murmuró, depositando su mano paternalmente en su hombro. Tantos años trabajando juntos habían logrado más que una simple relación de director y de bailarín. Jongin confiaba en él como confiaría en un padre, mientras que Taeji se preocupaba por él como si fuera su hijo. En ese momento, en especial, le inquietaba mucho verlo en esa condición.

—No, hyung, no lo entiendes —dijo con los dientes apretados, sin atreverse a mirarlo a los ojos—. No... No puedo más. 

El hombre lo mira en silencio, antes de suspirar y negar con la cabeza. —Te advertí que muy pronto llegarías a tu límite. Toda tu sobreexigencia finalmente está pagando su precio. Me temí que esto pasaría, por lo que... He decidido que Haesik tomará tu lugar. Es tiempo de que descanses —le contestó con determinación. Sabía que su decisión entristecerá a Jongin, y que quizá el joven llegara a odiarlo, pero no soportaba seguir viéndolo así. Si no se detenía allí, las consecuencias serían diez veces peor.

Recibiendo la noticia como una cachetada, Jongin lo miró con los ojos abiertos de par en par, aterrado. —No... No... puedes... Justamente este papel... Sabes lo que significa para mí... —Se irguió de pie, como si con eso intentara mostrar que aún era capaz de actuar el papel protagónico de El Cascanueces. —Me repondré pronto, sólo dame una semana, y volveré como nuevo. Por favor, hyung —le ruega implorante. 

Taeji aparta la mirada. —Lo siento. —Y no agrega más. 

Jongin se queda sin aire, sintiendo cómo se derrumbaba. Siente el nudo cada vez haciéndose más molesto, y que sus ojos comenzaban a escocer. Pero incluso en aquella situación, se niega a dejarse mostrar tan vulnerable, y recoge sus pertenencias a velocidad inhumana para marcharse sin dirigirle siquiera una mirada al director que tanto admira y aprecia. 

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—Hola, Jongin —saluda su pareja al verlo entrar—. Viniste más pronto de lo esperado. Hoy no pude hacer las compras, así que pedí pollo y...¿Qué te pasa? —pregunta asustado al ver que Jongin en un estado lamentable. Le temblaban tanto los labios como las fosas nasales, al borde de las lágrimas. Dejando su mochila en el largo sillón, se sienta en el mismo para cubrirse el rostro con las manos, sin murmurar palabra hasta entonces.

Minseok advierte el movimiento de sus hombros que indicaban que el muchacho estaba llorando. Apresurándose, se sienta a su lado y pone una mano sobre su pierna. —-¿Jongin? —vuelve a preguntar con miedo, temeroso de escuchar una mala noticia. 

—No podré bailar más —contesta de alguna manera entre sollozos—. No podré bailar más...

Y Minseok jamás había visto a un Jongin tan pequeño y derrotado como aquél. 

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Muy pronto, Jongin comienza a extrañar bailar. Extraña olvidarse de todo, las gotas de sudor cayendo por su nariz hasta llegar a su mentón, sintiendo el flequillo pegándose a su frente. Extraña observar movimiento a movimiento frente al espejo, haciendo muy lento y cuidadosamente cada paso, perfeccionándolo día a día, de todas las maneras posibles. Extraña oír los latidos en sus oídos, y el momento en que el ruido del tambor es fácilmente confundible con el de su propio corazón. 

Echa de menos que se le escape una sonrisa a mitad de un salto, porque, mierda, está bailando. Es mucho más que técnica, es él, de todo corazón, de todo alma, su momento más egoísta y más brillante. Tanta felicidad en un cuerpo tan minúsculo, quizá, era imposible.

Sin embargo, súbitamente está cayendo. De pronto la música deja de sonar, y lo único que escucha es su propia respiración y sus quejidos. Y el corazón de Jongin vuelve a hundirse un poco más, sin fuerzas para levantar una mano y permitir que lo ayuden. 

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Poco a poco, comienza a olvidar qué es lo que en verdad sentía. Por qué bailaba. Por qué se sacrificaba. De hecho, ¿para qué se había esforzado tanto estos años, si su esfuerzo, en realidad, no valía nada? 

El hoyo negro es cada vez más hondo, y la perspectiva es oscura para Jongin, quien no nota un par de ojos estirados que lo observaban día a día con creciente dolor. Sin poder hacer nada para salvarlo.

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A veces, Jongin sueña. Sueña con enorgullecer a su novio, mostrándole que había cumplido su sueño y que bailaba en el escenario más grande de Corea, y muy pronto en el extranjero. Sueña con presentarse en el pequeño escenario de la cafetería de Minseok, recibiendo el aplauso efusivo de unas pocas personas, pero que de todas formas agradecía con sinceridad. Sueña con las manos de Minseok, las sonrisas de Minseok, todo sobre él. Francamente, son sueños bonitos.

No obstante sus sueños comienzan a tener imágenes más oscuras, más dolorosas y espantosas. 

Una noche sueña con Minseok dejándolo, argumentando que estaba profundamente decepcionado por su lesión, que ya no lo quería, porque ahora era un inútil. Se despierta sin aliento, sentándose de golpe. Se frota los ojos, y comprueba que Minseok descansa en paz a su lado. 

—Nunca me vas a dejar, ¿verdad? —musita, creyéndolo dormir. Vuelve a acostarse, gimiendo por la conmoción de su sueño y por el dolor de su cintura. 

Al poco rato se duerme, pero Minseok, a su lado, no logra volver a conciliar sueño. ¿Cómo podía habitar tanto sufrimiento en una persona tan maravillosa como Jongin? Cómo... ¿Cómo podía arreglar a algo tan herido y roto?

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Por más que Minseok recurra a cariños y a dulces palabras de ánimo, no logra hacer ninguna mejora en Jongin, quien cada vez sonríe menos. Le cuenta noticias sobre los visitantes de su café, le relata anécdotas sobre el chico que odia el café pero que, por una apuesta, debe tomar el más amargo. Sobre la mujer que le cuenta largas aventuras y travesías sobre su amado, que por cierto, sonaban poco creíbles. 

Jongin sonríe a modo de respuesta, pero la sonrisa jamás llega a sus ojos, y Minseok se muerde la mejilla inferior con angustia siempre que ve esto.

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Otra fría noche de invierno, las pesadillas son peores. Sueña con el no poder bailar, sueña con jamás volver a realizar una fouetté. Con jamás poder presentar su primer solo, sueña con la mirada de aversión que le dirige Taeji al verlo en el suelo, y con las risas del público. Sueña con nunca ser feliz. 

Y esta vez sus gritos y sus llantos son dolidos que Minseok lo despierta a toda prisa de su pesadilla. 

—¡Jongin! ¡Jongin! ¡Es un sueño, despierta! 

El menor le busca la mirada, sin dejar de sollozar. —Fue una pesadilla... —afirma para tranquilizarse. 

—Sí, una pesadilla —repite acariciándole los cabellos con ternura. Tira suavemente de su débil cuerpo para acunarlo contra su pecho, sintiendo los tímidos y cansados brazos de Jongin aferrarse a su cintura, sin mucha seguridad. 

—Crees que... —Es incapaz de terminar la pregunta, pero Minseok la adivina rápidamente. 

—Sí creo que puedas volver a bailar —susurra con los labios en su frente, sin detener los gentiles roces. —Pero creo que debes dejar de pensar que es el fin del mundo, y que no hay ayuda. Siempre estaré para ti, siempre te ayudaré. Estoy aquí, ¿no me ves? Y jamás, por nada del mundo, te dejaría.

Sintiendo a su corazón latir fuertemente, Jongin se permite descargar con alivio en aquellos brazos que siempre lo esperaban y lo estrechaban con adoración.

—Y ahora duerme, cariño —continúa con una pequeña sonrisa—. Porque eres amado. 

Notas finales:

(Creo que hay más de mí en esto pero OTL necesitaba descargarme, espero que te haya gustado)


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