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Pérdida... por kaikuroi

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Notas del fanfic:

Y pues...nada, nada. 

Pasad a leer, y no me culpen si lastimo su corazón, yo misma le di el mio al diablo por escribir esto :v

Notas del capitulo:

Me balanceo, me balanceo...

Como un globo por el cielo...

Me voy volando, me voy volando...

Shaoran, ¿Cuándo vendrás?

:3

Pérdida

.

Capítulo único

.

“Las memorias, a veces, no son eternas”

.

Mi nombre es Menma. Menma Uchiha Namikaze.

Soy el menor de cuatro hermanos y nací en la Aldea oculta de la hoja; tenía una vida simple y feliz con mi unida familia, pero en busca de oportunidades ya hace mucho que los dejé. Con sólo 13 años decidí que mi potencial no era aprovechado en donde estaba y que lo que necesitaba podría estar en algún otro lugar, muy lejos de donde crecí.

Mis padres, Naruto y Sasuke, no sin algo de resistencia, me dejaron embarcarme yo solo a cualquier parte que creyera conveniente.

Aún recuerdo cómo mi padre me llevó al internado especial, con un silencio aterrador durante el camino y una paz culposa. Antes de irme y ya no verlo por un largo tiempo, el mismísimo Uchiha Sasuke, se arrodilló y me abrazó.

–Hazme sentir orgulloso.

O eso dijo.

Quizá no lo demostró, pero estaba tan o más triste que mi pa’. Lamenté dejarlos, pero era algo que debía hacer por superación personal.

Pasaron los años hasta que finalmente me gradué, pero yo no volví a casa. Había conocido a una chica estupenda que movía mi mundo y no me rendí hasta conquistarla. Claro que ella no estaba dispuesta a irse de su villa sólo para acompañarme, era absurdo, incluso yo lo pensaba y estaba bien con ello, tampoco sentía demasiadas ganas de regresar.

Volví a ver a mi familia en mi matrimonio con la chica que fue mi novia por tres años, en resumidas cuentas, un reencuentro muy emotivo y lindo, pero no mucho más. No supe qué fue de ellos durante otro largo par de años, o eso hasta cuando nació mi primogénita. La luz de mis ojos se llamaba Kushina, una princesa consentida por todos y, con ventaja, por sus abuelos.

Fue por esta época, yo teniendo casi 28, en que mis padres se quedaban unas buenas temporadas en mi casa.

Ellos siempre estaban alegres, si podemos ponerlo así; discutían frecuentemente, pero era cosa de minutos, lo que les otorgaba un aire fiero y animado que nos agradaba a quienes les rodeábamos.

Hacían todo juntos, en especial, se amaban juntos.

Cuando no cuidaban de su nieta tenían largas caminatas. Iban al patio a sentarse en un banco que yo mismo hice para ellos, y hablaban por horas, riendo quedamente, enfadándose otro poco, nunca en silencio. Parecían dos jóvenes ilusionados con el primer amor, como si no fueran esposos sino novios. Ya saben, es uno de esos matrimonios extraños que duran hasta la muerte y que siempre admiré.

Pronto, por su edad, ellos dejaron de venir tan seguido, sólo nos visitaban en fechas especiales y yo empecé a no echarles de menos. Cuando me di cuenta, yo también vi partir a mis hijos y añoré los tiempos en que era sólo un adolescente más, sin este tipo de preocupación que se adquiere con la madurez, aunque ya era tarde para eso.

Sin quererlo, llegó el día en que mi pa’, Naruto, falleció.

Todos nos juntamos para el funeral. Lloramos muchos, tanto que el recinto estaba más que lleno, el velorio tuvo que ser extendido un día más y su tumba nadó en flores y regalos.

A pesar de la tristeza, mi padre no se derrumbó. Juro que sólo una lágrima salió de sus ojos, justo cuando bajaban el ataúd. «Adiós, amado mío, ya te veré más tarde», así fue su despedida, dolida pero firme. Digna de una pareja como ellos, si me permiten decir.

Con el tiempo, llegó la enfermedad.

Alzheimer.

Mi progenitor fue muy fuerte como para soportarlo, de hecho, casi ni notabas que estaba en esa etapa terminal, era muy elocuente y si olvidaba algo, lo compensaba muy bien. Una lástima que el desarrollo de la enfermedad no pudiera detenerse. Empezó a tener dificultad para hablar y necesitó de alguien que le ayudara con algunas cosas que ya se le hacían imposibles. Entre mis dos hermanos vivos y yo nos turnábamos para vigilarle y velar por él.

Un día de esos, como cualquier otro, ya cuando se encontraba bastante mal, se me ocurrió preguntarle algo.

–Oye, viejo, ¿Y tú cuantos hijos tienes?

Él me miró unos momentos frunciendo el ceño, confuso, incluso pensé que había sido una tontera y que no respondería, pero mi padre, tan orgulloso como era, se esforzó.

–Tuve…tuve varios; Mikoto, Itachi, Akatsuki…Todos eran muy…buenos en lo que hacían…se parecían a su padre…

Esta vez, fui yo el que frunció el ceño.

– ¿Sólo ellos?

Se lo pensó otro momento y negó con la cabeza.

–Había otro…un mocoso del que ya…ya ni recuerdo el nombre…Pero se fue, y mi esposo… lloró mucho por él…Al final, yo ya no sé qué le pasó…Creo que nunca regresó…

Se me humedecieron los ojos y me contuve para decirle “¡Padre, estás hablando conmigo!”. No me hubiera creído, sólo lo atormentaría. Como buen Uchiha, mantuve mi postura y decidí preguntar otra cosa.

–Tu esposo… ¿Lo recuerdas?

El me sonrío.

–Naruto…casi no, pero…cuando pienso en él…me siento muy feliz…Como…como si hubiera un sol dentro de mí…Y su sonrisa…sí, él era así…Tú también te le pareces…

Esa plática quebró mi corazón. Han pasado años de eso, incluso de la muerte de mi padre, pero no puedo evitar pensar en lo que me dijo…Supongo que sólo puedo decir gracias.

 Hoy, iré a visitar sus tumbas…espero poder limpiarlas un poco; ambas siguen llenas de flores recién cortadas y muchos pétalos secos. 

Notas finales:

 No tengo perdón de Dios…

 

Bueno, espero haber hecho que sufrieran mucho, igual que yo. Sólo quiero decir que esta no es una historia cualquiera, me la contó mi abuelo. Así que sí, esto pasó en la vida real (De un modo apenas diferente, pero sí) y es muy importante para mí dado que fue la historia de mis ascendentes…

¡Sepan que lloré escuchándola y escribiéndola, Dios! Pero…Me pareció un bonito gesto hacia mi abuelo dar a conocer un poco de este relato. No es que él lo vaya a leer alguna vez, sin embargo…Bueno, dejémoslo así.

Gracias por darme parte de tu tiempo y leer, ¡Te veré en los comentarios (o no)!

¡Kaikuroi fuera! 


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