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Mesa para dos por Wermai

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Notas del fanfic:

Princess Princess no es mío.

Notas del capitulo:

Bien solo espero que os guste el fic en su totalidad y que aunque el principio parezca un poco raro, continuen leyendo :3

Sin más espero que disfruten.

Y el bochorno de los sábados:

Pero, en ese entonces, seguía un poco contrariado.

Seguir sus sentimientos era algo que siempre quiso hacer desde el mismo momento que entro a la secundaria y las ideas juveniles le invadieron; pero era siempre el sentido de responsabilidad lo que le limitaba a comportarse y experimentar como alguien propiamente de su edad. No era tonto, en lo absoluto. Razón por la cual era totalmente consiente de su situación y, también, la razón por la cual fue capaz de tomar una mediamente primer decisión egoísta. Aun así como humano no podía evitar sentir ese torbellino de emociones de contradicción tan solo al cerrar los ojos. En realidad no estaba seguro si lo que hizo fue lo mejor. Estaba feliz, por supuesto, pero… pero no estaba del todo convencido.

La verdad era que Kouno Tooru pasaba por una crisis.   

Habían pasado apenas unos días desde que Tooru decidió rechazar a su tío para continuar viviendo y residiendo en el instituto Fujimori. Aún no había tenido la oportunidad de hablar con su tío acerca de su osada decisión, temía que se enfadara.

Desde que sus padres murieron ellos tres se habían convertido en su única familia, por lo cual no deseaba perderlos. Quería por encima de todo sentir que pertenecía a algún lado, que tenía una familia con la cual volver, pero ese lugar al cual pertenecer, en parte, sentía que lo había encontrado. Las otras dos princesas, el consejo académico y la academia en general le hubieron demostrado, que en realidad, él tenía un espacio donde podía ser necesario, lo que le hizo sentir bastante especial, le hizo feliz. Eso no quitaba el hecho de que un lazo mucho más fuerte lo unía a sus tíos y prima, y no se limitaba precisamente a la sangre.

Ya a una tierna edad, Tooru tuvo que afrontar lo que era la maduración forzada, su vida no había sido relativamente fácil, gracias a eso podría decir que ahora era mucho más fuerte pero también mucho más volátil, más complaciente.

Era cerca de la una de la tarde de un sábado con un calor bastante agobiante para no ser verano. Al ser fecha festiva la mayoría de los estudiantes habían dejado las instalaciones e ido a la ciudad de compras, con amigos a buen karaoke o simplemente a hacer un penoso intento de ligue…

Yuuijiro y Mikoto también se hubieron ido entrado el medio día junto con Sakamoto-sama y Tooru en lugar de ir y despejar su mente, decidió quedarse, a pesar de las insistencias, a hundirse en su profundo pozo de desesperación. Ahora mismo debía de parecer un completo idiota, por eso se ahorró toda molestia de contarle a Yuuijiro acerca de sus pensamientos.

No se iba a arrepentir, claro que no lo haría. Ya había tomado una decisión, dicha frente a toda la institución. Tenía un deber moral al mantener su palabra frente a todos y un deber autónomo consigo mismo, debía afrontar que la situación de complacencia, en realidad era un estado en el que el especial afectado sería él.

Era feliz, pero temía romper su relación con esas personas tan importantes para él.

No sabía en qué momento esos papeles terminaron misteriosamente sobre el escritorio frente a él ni como aquel lápiz reposaba entre sus dedos y mordía sin piedad el borrador en la punta. Sus pensamientos lo habían metido en una especie de trance que en realidad no le gustaba en lo absoluto.

Se levantó, aun medio inconsciente, arrastrando los pies hasta quedar frente a la litera doble de la habitación. La miro por unos segundos, no estando muy seguro del que hacer, tirarse a su cama fue su obvia respuesta.

Lanzo sus zapatos a cualquier esquina, acomodo su cabeza sobre la almohada y noto como azules mechones se estiraban a lo largo, logrando un peculiar contraste entre azul y blanco. Nada de aquello era medianamente interesante, era una solo escena tan común como la de cualquier otro sábado de fiesta.

La puerta se abrió de golpe. Pasaron unos segundos. La puerta se cerró de golpe. Pasaron muchos más segundos para empezar a escuchar el repiqueo de pasos por la habitación.

Para Tooru los sábados de fiesta, no eran del todo diferentes a un simple domingo o a otro día en el cual, por causa de la gripe, debía de faltar a clases. Nunca fueron de su principal interés las festividades nacionales o internacionales, y no es que fuera antipatriota o algo por el estilo, solo no llamaba en definitiva su atención.

Y el sonar del andar.

Además necesitaba tiempo para pensar.                

Silencio.

Y hoy hacia especial bochorno allí afuera.

Entonces se escucharon los papeles.

Tooru no tenía ganas de sudar y si salía seguro lo haría.

Más pasos resonaron.

Tampoco tenía ganas de lidiar  con los idiotas que se acercaban e intentaban ligar con él.

Sintió como la cama a sus pies se hundía.

Y las tiendas, ¡Ja! Por ser festivo sus precios estarían en las nubes así fuera solo por una simple hamburguesa y un refresco.

Y luego se hundió a su lado…

Lo que hacía el mercadeo en la sociedad actual, seguía pensando. Cualquiera era una maravillosa oportunidad para forrarse o ganarse algo extra.

-Tooru… -Susurro con melodiosa voz.

Pero él tampoco se podía quejar, al fin y al cabo también había hecho lo mismo. En un principio el trabajo de princesa tuvo como propósito ahorrarse algún dinero y no tener que pedirle a su tío.

-Tooru –Volvió a repetir en el mismo tono. Justo en su oído.

Su tío… ¿Qué pensaría porque ahora rechazaría sus buenas intenciones? ¿Qué diría Sayaka y su madre? Ni siquiera estaba seguro de que Sayaka estuviera “curada” del todo de sus erróneos sentimientos.

-¿Me escuchas? –Rozo la punta su nariz con la oreja del peli azul. Tooru Asintió.

Además… Además… su familia si era bastante fa-fanática a la hora de celebrar las fiestas… patrias. El dulce escalofrió que recorrió su espalda hacía que le costase pensar.

-Bien. –Su aliento golpeo contra la suave piel de su oído y mejilla.

Y los sábados… los sábados, y el calor, su familia… y no pudo más.

-¿Q-qué haces acá? –Pregunto aun sin incorporarse.

-¿Acaso tengo que tener una razón en específico para entrar en mi habitación? –Replico Yuuijiro en voz baja.

-Mikoto y Akira… ¿Ellos también volvieron?

-No. Volví solo.

-¿Por qué?

-Me aburría. –Dijo el rubio con simpleza. Tooru sonrió de lado. Momentos después se volteó para quedar frente a Yuuijiro que le miraba algo divertido.

-Entiendo que no tienes que tener una razón para entrar a tu cuarto, pero… ¿Tienes que tener alguna razón para meterte a mi cama? –Dijo Tooru mirándole directamente a los ojos.

-No; Solo lo hago. –Yuuijiro le sostuvo la mirada. Poco después ambos sonrieron. Tooru suspiro.

-No me sorprende que lo digas.

La mirada juguetona de Yuuijiro añadida a esa sonrisa torcida, fue suficiente. Por lo demás, se siguieron mirando.

Tooru había sido engatusado, de nuevo. Los ojos de Shihodani actuaron como red, le envolvían lentamente, nublando su conciencia aún más que sus fugaces pensamientos.

Y fue consciente de la situación en la que ahora se encontraban.

Acostados en la misma cama mirándose, frente a frente, con el rostro del rubio tan cerca que casi podía rozar su nariz, que el olor dulzón de su fragancia empapaba la carne dentro de sus fosas nasales, que podía contemplar aquellos ojos en su total esplendor… Y es que era ese, unos de las debilidades del peli azul, esos ojos café claro y brillantes, claros y expresivos, salvajes, llenos de vida. A veces se le hacían parecidos a una nuez, otras veces a una gema oscura, hasta llego un día a compararlos a un hermoso detalle en uno de los vestidos de Natashio-sempai.

Los ojos de Yuuijiro eran como millones de adjetivos abstractos que no le eran de todo entendidos aún, como la tenacidad o peligro, y por sobre todo, belleza.

La belleza era relativa. Los ojos de Yuuijiro eran bellos; los ojos de Yuuijiro era una belleza que no podía ser puesta en tela de juicio, los ojos de Yuuijiro eran de una belleza no relativa, eran de una belleza pura.

La cercanía lo mataba, admitió. Y tuvo que también admitir que era aún más tonto por esa razón, no podía dejarse llevar por extraños procederes de su cuerpo, no podía dejarse llevar por el incómodo y ensordecedor ruido de su corazón latiendo a prisa.

Tump-tump.

Ahora que lo pensaba, ¿desde hace cuánto su corazón latía desbocado?

Tump-tump.

Tal vez desde el mismo instante en el que su mejor amigo entro a la habitación.

Esta vez fue el turno de Yuuijiro de suspirar.

-No deberías quedarte todo el día aquí encerrado, Tooru. –Dijo mientras se incorporaba en la cama y seguidamente se levantaba del todo, rompiendo la cercanía, rompiendo el momento, rompiendo los rápidos latidos del corazón contrario.

Tooru por su parte, se sentó en su propia cama, colocando sus descalzos pies en el suelo.

-No se me dan bien las fiestas patrias. –Admitió con una mueca que pudo pasar como una sonrisa.

-Oh, eso no me lo esperaba. –Hizo el amago de bromear el muchacho rubio. -¿Ya has llamado a tu tío? –Pregunto examinándolo minuciosamente con la mirada.

-No… -Admitió de nuevo. Y de nuevo, los fugases pensamientos hicieron amago de entrar en su cabeza y su joven amigo lo noto.

-No te preocupes –Intento consolar. –Tu tío entenderá.

-Si…

Para esos momentos Tooru ya estaba desencantado del tema. La cabeza lo mataba y las dudas lo envolvían con avidez. Supuso que ahora su mejor movimiento sería ir a la cafetería a comer algo e intentar olvidarse de todo asunto.

-Iré a la cafetería, ¿quieres algo? –Se adelantó el rubio.   

-Sí, claro. –Respondió casi ausente el peli azul.

La puerta se volvió a cerrar de golpe; y Yuuijiro se marchó con la misma facilidad con la que llego.

De nuevo, solo. Tooru casi enloqueció.

Yuuijiro siempre fue así de extrovertido y atrevido pero su corazón nunca había latido con tan intensidad. Si, el rubio le ponía nervioso, pero de esa forma. Algo había pasado.

Y la respuesta le llego, tan claro como el agua.

El calor. Ese maldito bochorno le estaba afectando.

Que su respuesta fuese acertada o no es algo dejado puramente al destino. Destino ya escrito, destino ya pasado.

Un vacío se insertó en su estómago al recordar los bizarros minutos junto a Yuuijiro, como llego, se fue, siempre de esa forma tan peculiar, vivida creación de él mismo. ¿Qué era eso? ¿Una muy mala escena sacada de una novela francesa? Al parecer, era algo mucho peor. Y el en medio, peor. Él como protagonista.   

Definitivamente Tooru comenzaba a odiar los sábados festivos.   

Notas finales:

Prometo que el siguiente capitulo sera mucho más interesante, más lindo y menos bizarro, así que, seguid leyendo >.< :3

Me gustaria saber que os parece, si puedes ¿review?


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