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Bebé a bordo por Mr Rogers Stark

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Notas del capitulo:

Comentarios: Well. Sé que tarde en esta segunda parte. Pero la universidad me ha consumido sin piedad ¡y aún estoy aquí! —cuando no debería—. Debo admitir que tengo dos historias que actualizar, y que la otra debería tener una actualización antes que esta, pero también debo aclarar que no fue decisión mía cual actualizar. No. No lo fue. Tengo una pequeña larva que hace de consciencia. Si, hablo de ti, pequeña larva.

Un extra. A lo largo del capitulo encontraran una aclaración en meses, es el tiempo de embarazo de Tony. para que puedan tener una noción del tiempo que transcurre.

[—] 

Capítulo 1

[—]

Tres meses y una semana.

Se removió en su lugar inquieto. Nervioso. Alterado. Bufo, aun insatisfecho con la vigésimo quinta posición que había adoptado en el transcurso de viaje. ¿Cuánto había pasado? Su reloj seguro marcaria dieciocho minutos más desde que había salido, ni veinte minutos ¡ni veinte malditos minutos y ya quería saltar por la puerta! Lo pensó. Por supuesto que lo pensó. Y puso en balanza los pros y contras; ¿Qué tantos gritos recibiría de Pepper cuando se entere? ¿Qué tanto tiempo tendría que estar en cama por los posibles daños? ¿Qué tantos análisis -con agujas incluidasr- Bruce realizaría en su cuerpo? ¿Qué…? ¿Qué daño recibiría su bebé? Mucho, por supuesto. Tal vez demasiado. Mucho más de lo que los gritos, el descanso y los análisis podrían suponer. Volvió a bufar. El bebé era, estaba seguro, la única razón por la que no había saltado del auto en movimiento para huir hasta que todo terminara. Pero las ganas no se iban, por supuesto que no. Estaba solo en la parte trasera del auto, cada cierto tiempo desviando la mirada hacia el conductor, ante sus ojos el verdugo, que lo llevaba hacia la persona que no había querido volver a ver, que no quiere ver, que deseaba no ver ¡Pero ahí está! En un auto que se adentraba finalmente al tan elegante barrio de Brooklyn. —Trágame tierra. Ahora. ¡Ya! ¡Toma todo de mí y trágame! Imploro en lo profundo de su mente, revolviendo su ya desaliñado cabello, removiéndose en su lugar una vez más.

—Happy… Happy— llamo en voz lastimera, fingida por supuesto. Exagerada como ninguna. Pero lo suficientemente molesta como para obtener la mirada del castaño chofer sobre su expresión, la sonrisa comprensiva que recibió le provoco una mueca que rápidamente reemplazo con un puchero —. ¿Podemos desviarnos un, no sé, media ciudad? ¿Sabes? Hay un fantástico restaurante que esta en este mismo barrio ¡En serio! No me mires con esa cara, Happy— asevero al ver la expresión del contrario —. Es bastante bueno ¡fantástico! ¿Y sabes qué más? Tu muy amado jefe tiene un terrible antojo por ir a comer. ¿No serias tan desalmado de dejarme así, verdad? ¡Voy a tener un bebé! No debería pasar hambre. Happy. Happy. Ey, Happy ¡te estoy hablando!—

—Lo escucho, Mr. Stark— sonriendo sin apartar la mirada del camino, el chofer apenas volvió a ver a su berrinchudo jefe —. ¿Cuál es el fantástico restaurante al que desea ir? Debo poder decirle a Miss Potts cuando me pregunte—

—Tu jefe soy yo, ¿lo sabes, no?—

—Firma mis cheques, por supuesto, pero recibo órdenes directas de Miss Potts. ¿Recuerda que lo estipulo en mi contrario?— esta vez viro la cabeza, mirando al castaño cruzarse de brazos —. ¿El restaurante?—

—Olvide el nombre— pero su postura, su mirada desviada, su gesto y el puchero que se extendió por sus labios solo daba un único mensaje; ese restaurante no existía.

Pero, y aunque el castaño deseo pensar una nueva excusa para escapar de su destino, el viaje había concluido con aquella charla. Un nuevo bufido y las ganas de hacer una rabieta, hasta ser devuelto a casa de una vez, se vieron cortados cuando la puerta del vehículo fue abierta. Dudo. Vacilo en salir. ¿Qué tanta paciencia le tendría Happy si se negaba a salir? ¡Es más! ¿Qué le impedía a él hacer una huelga en el interior de su auto hasta que desistieran de esta estúpida idea? Podía simplemente quedarse ahí, sentado cómodamente, ignorando olímpicamente todas esas absurdas exigencias sobre situaciones que a nadie concernían, salvo a él. ¡Eso es! Todo resuelto, no iría a ver a ese sujeto, por supuesto que no ¿Quién lo querría volver a ver? Él no, por supuesto. Bien, tal vez no tenía los recuerdos más lúcidos. Bien, solo tenía el recuerdo de haberse levantado en la mañana -con un insufrible dolor de cabeza- con un rubio a su lado que no recordaba haber conocido pero, oh, sorpresa, tal parece había compartido la noche con el sujeto.

No. Esa perspectiva definitivamente no era alentadora. Por supuesto que no. ¿Qué era lo que le había dicho a Pepper? ¡Claro! Él era completamente inocente. Pobre e indefenso cuando había querido ir a tomar una simple copa antes de volver a casa, seducido por un tipo grande, rubio, de ojos azules, buen trasero… Se estaba desviando. ¿Dónde se quedó? ¡Cierto! Fue seducido. Manipulado. Conquistado. Engatusado de la forma más vil. ¿Qué podía haber hecho él? Las situaciones se dieron sin que él pudiera evitarlo. ¡Oh, pobre de él! Pero era fuerte y estaba dispuesto a hacerse cargo de todo lo que había dejado esa noche; solo.

—Mr. Stark, tengo órdenes de Miss Potts de ir yo personalmente a hablar con el sujeto si usted se niega a hacerlo—

Pero claro, Pepper no le había creído ni una mísera palabra ¡Peor! Había encontrado al sujeto, haciéndole maldecir el haber tomado aquel estúpido papel que el rubio le había dado durante algún momento de la noche, porque ahora estaba en la obligación -si, obligación- de ir a verlo y hacerle saber de la situación actual. Solo era una visita informativa, por supuesto. Era algo sencillo, al menos desde su perspectiva; lo encaraba, le decía que esperaba un bebé, le hacía firmar los papeles necesarios para que renunciara a la responsabilidad y asunto resuelto ¡Tendría a su hermoso bebé solo para él sin la molesta interferencia de un retrogrado manipulador! Aunque tal vez la intención de Pepper era completamente diferente.

—Dime, Happy, ¿no podemos decir que vine y no se quiso hacer responsable? ¡Ahorremos tiempo!—

—No puede estar seguro de su respuesta si no se lo dice primero— replico mientras cerraba la puerta cuando hubo estado fuera, frente a la puerta del edificio. No se veía mal, bastante bueno, al menos el sujeto no vivía como mendigo.

¿Qué le aseguraba que el tipo se haría cargo? Es más, ¿quién decía que quería que el tipo estuviera con él y su bebé?

Pepper y su idea de una familia feliz.

Tonterías.

[—]

Mordió su labio con fuerza, su mano a solo unos centímetros de tocar la puerta frente a él. La bajo, mirando a su alrededor como si alguien pudiera verlo en aquella vergonzosa situación, aunque sabía que no había nadie, era el único departamento en el piso, no había mas puertas que el ascensor por el cual había subido hacia instantes. Y lo pensó, con detenimiento, con paciencia aun parado frente a la puerta que reconocía como su destino. Debería irse, al menos tardar el tiempo suficiente como para tener la excusa de decir que le rechazo, que todo termino y podía proceder con los planes que había formado en su mente cuando la noticia le había llegado. ¿Cuál era la jodida necesidad de escuchar el rechazo cuando sabía que este llegaría? ¡Ahorraba tiempo y energías! Simplemente debería volver, fingir la molestia que una situación así le pudiera causar y convencer a Pepper de simplemente dejar el asunto atrás. Era lo mejor ¿cierto? No necesitaba la ayuda del sujeto que vivía tras la puerta, mucho menos su apoyo ¡no le pediría se hiciera responsable de nada!

Pero dudo, mirando la puerta por minutos interminables, con su mano moviéndose por sí sola hasta su vientre; su apenas abultado vientre. Se vería gordo, ¿Cuánto tenia? Tres meses y una semana. Estaría terriblemente gordo en algunos meses más. La idea le desagrado, haciendo una mueca ante las posibilidades, pero no replico o crítico. Un bebé lo valía ¿cierto?

Su bebé lo valía.

—¡Voy!—

Volvió a morderse los labios, bajando las manos inquieto en su lugar. Debería irse, fingir que no toco la puerta y simplemente abandonar el edificio como su mente lo había pensado. Seguramente el rubio ni lo recordaría, él no lo haría, no lo hizo para ser honestos. No específicamente hasta que la noticia se le fue dada. Pero ahí estaba, queriendo mover sus piernas para huir del lugar antes de que la puerta fuera abierta. ¿Por qué no se movía aun? Estaba seguro que podría llegar al elevador o las escaleras antes que la puerta fuera abierta, pero no se movía, sus piernas se mantenían clavadas en el suelo, sin responder a las órdenes de su cerebro. Y se obligó, apretando sus labios con fuerza, a mantener la compostura, con la espalda recta y la frente en alto. Era un Stark, por dios, y no cualquier Stark ¡Era un jodido genio! Anthony Edward Stark, CEO billonario -sí, billonario- al mando de Industrias Stark, el niño prodigio, el genio del tan aclamado y adorado matrimonio Stark. El mismo sujeto que, sin importarle las normas de esa elitista sociedad, se había hecho de un importante puesto sin que nadie pudiera juzgarlo por su condición; oh, por supuesto que no. Él estaba hecho para la grandeza, por supuesto; criado y preparado para ser el mejor entre los mejores, de eso no había duda. Su ego y seguridad, la prepotencia y la soltura con la que se manejaba eran la prueba fehaciente de que él pertenecía a donde quisiera pertenecer, sin normas, leyes o estándares que le calzaran. No era uno más ¡ja! Ya quisieran mucho que fuera uno más, pero no. Era mucho más de lo que algunos se permiten soñar, mucho más de lo que algunos aspiran alcanzar ¡mucho más de lo que muchos merecen!

Pero ahí estaba, ocultando los nervios que consumían su cuerpo lentamente, removiéndose en donde estaba parado cuando la puerta fue abierta. —No, no, no. ¡No estoy preparado para esto! Mátame, mátame ahora.

[—]

El silencio era incómodo, realmente incómodo. Pesado, agobiante, sofocante. Ambos mirándose el uno al otro, analizándose como si esperaban reconocer más allá de lo que se mostraba, mezclando los recuerdos con las nuevas imágenes que se iban obteniendo ante el nuevo panorama. No era difícil, al menos no para el castaño, imaginar la figura que vio envuelta en sabanas hace tres meses. Porque la espalda ancha del rubio, el porte alto -mucho más alto de lo que pudo deducir cuando lo vio en la cama- se amoldaba perfectamente con su expresión, su físico, su postura, su gesto, sus ojos. Joder. Nunca, nunca, podrían decirle que tenía mal gusto para los hombres. Pero esa no era la cuestión ahora ¿cierto? Porque se supone que debería estar hablando, explicando el motivo de su repentina visita, del porque estaba apoyado en la isla de la cocina del rubio queriendo hablar sin que de sus labios pudieran salir más que bufidos y gruñidos inteligibles, incluso tal vez imperceptibles. ¿Cómo debiera decirle? Primeramente, ¿debería decirle? No le costaría nada inventarse una estúpida escusa que lo sacara del lugar tan rápido como había entrado.

—Entonces…—

—Entonces— reprimió un bufido, balanceado su peso de una pierna a otra, su mente trabajando tan rápido como podía para encontrar la forma correcta de proceder —. Seguro ya no me recuerdas, así que podría comenzar aclarándote eso… aunque quiero hacer esto más rápido—

—Si te recuerdo— le cortó, una imperceptible sonrisa haciéndose pasó entre los labios del rubio —. Recuerdo que cuando desperté ya te habías ido. Te levantas temprano—

—Tenia trabajo—

—Un domingo en la mañana. Claro— replico con sarcasmo.

—Soy un hombre ocupado— rebatió con una sutil mueca que borro tan rápido como llego. Aunque al menos sabía que todo podría hacerse más rápido —. Pero no era a eso para lo que venía, y preferiría que no me interrumpieras si no te es tan difícil, así puedo terminar e irme tan rápido como vine. Estoy seguro que tienes cosas que hacer— señalando con su cabeza hacia el exterior de la cocina, donde las voces que escucho al llegar se habían apagado hasta ser murmullos inentendibles ¿debería sospechar de sentirse espiado? Esperaba que no.

—Soy todo oído—

—Voy a tener un bebé— soltó al fin, atento a la incrédula y sorprendida expresión del rubio, esperando una respuesta o reaccione ya antes estipulada. Porque, claramente, su mente ya tenía absolutamente todo calculado y pensado. Le diría que tendría un bebé, se haría el desentendido, le daría la salida fácil de renunciar a la paternidad y el sujeto aceptaría encantado y aliviado.

—¿Felicidades? ¿Con quién…? ¿O tu…?— frases inconclusas, pensamientos que no lograban concretarse por más que el rubio hacia gran esfuerzo por hacer entrar las palabras en su mente. Porque una idea rondaba por su mente sin lograr concretarse, porque no era posible ¿cierto? Es decir, reconocía al sujeto que tenia de frente, Stark no era alguien que pudiera pasar desapercibido por mucha ropa casual que se pusiera, sin contar que lo había reconocido aun hacia tres meses. Pero él no… no era…

—Yo voy a tener al bebé, que da la casualidad es tuyo—

—¿Eres un…?—

—No digas la palabra— le corto, mucho antes de que pudiera soltar la incredulidad de la que su expresión era presa. Se encogió de hombros, no le sorprendía la reacción, aunque podía aprovecharse de la situación para salir de ese lugar más rápido; una persona confundida solía ser más fácil de llevar hasta el objetivo estipulado —. Pero, respondiendo tu pregunta no formulada, sí. Aunque no te preocupes, todo terminara resuelto pronto. Ahora, ¿te importa si grabo tu voz mientras dices, fuerte y claro, que rechazas la responsabilidad?—

—¿Qué?— la alteración haciéndose paso entre la sorpresa, mirando al castaño con perplejidad ante sus palabras —. Un momento, ¿Cómo estás seguro que… es mío?— con un ademan de mano, haciendo alusión al aun plano vientre del castaño, quiso cerciorarse de que la imagen que su mente empezaba a formar no se rompería en mil pedazos de un instante a otro.

—No tengo por costumbre acostarme con mucha gente, mucho menos cuando estas terminan entre mis piernas. Siéntete honrado, no habrá necesidad de análisis— le restó importancia, buscando su celular en el pantalón de mezclillas que había decidido portar —. Ahora, ¿Qué tal si…?—

—Un bebé…— le interrumpió, soltando un jadeo, perdido en sus pensamientos mientras intentaba asimilar la noticia lo mejor posible.

—Sí, un bebé, fantástico. Hurra— soltó con sarcasmo, con las manos en sus caderas —. ¿Te importaría terminar con esto? ¿Prefieres que sea una grabación o estas en condiciones de dejarlo por escrito?—

—¿Qué?—

—La renuncia— aclaro, recibiendo solo la confusión en respuesta —. Que renuncias a la paternidad, que no te harás responsable, demitirás, rechazas al niño, te harás el desentendido, no te harás cargo. Llámalo como quieras, pero responde ¿escrito o grabación?— explico, mostrando su celular junto a una hoja de papel que había encontrado en sus bolsillos.

—¡No renunciare!— replico, con una pronunciada mueca que el castaño quiso replicar.

—¿No renuncias a qué?—

La súbita interrupción rompió la burbuja de privacidad que se había formado entre ambos hombres, desviando la mirada al grupo que se hizo ver en la puerta de la cocina. Tony resoplo, mirando a las tres nuevas personas con las que tendría que lidiar. Perfecto. La idea de poder irse rápido del lugar se escurría como agua entre sus dedos, podría irse y decirle a Pepper que lo rechazo ¿no? ¿Cuántas probabilidades de que el rubio le siguiera existían? Pero cuando lo vio asumió, por sí solo, de que no lo dejaría ir fácilmente. Perfecto, simplemente perfecto. Ahora estaba básicamente acorralado en una situación de la que no había querido saber nada, pero ahí estaba, cruzándose de brazos en una disconformidad latente.

—Clint, no es el momento— comenzo el rubio, sin desviar la atención del castaño, quien no le había vuelto a ver.

—Sí, eso se nota. ¿Desde cuento conoces a Tony Stark?— cuestiono a única mujer presente en el lugar, sus ojos verdes recorrieron al millonario con detenimiento, buscando amedrentarlo sin resultados claros, mas allá de una mueca y gesto desagradable.

—Es una larga historia…—

—Una que no hay necesidad de contar. Estábamos en algo, ¿les importa?— soltó con molestia, mirando su reloj. El tiempo pasaba y él seguía en ese lugar sin moverse —. No es por querer arruinar su muy interesante reunión, de lo que fuera, pero necesito llevar alguna prueba a Pepper para que no me moleste más con este asunto. Así que, ¿podrías ser tan amable de dejarlo por escrito o grabarlo?—

—Y yo creo haberle dicho, Mr. Stark, que no lo haría— replico con molestia, ¿era en serio lo que le estaba pidiendo? ¿No debería ser lo contrario? ¿No debería estar interesado en obtener apoyo y la afirmación de responsabilidad de su parte? ¡Lo estaba dejando fuera de la vida del que era también su bebé! —. En realidad preferiría…—

—No me interesa. En serio. Vine por un motivo y realmente espero, realmente espero, seas tan amable de cooperar y no hacer esto más difícil—

—Parece una novela de esas que Natasha suele mirar en la madrugada— con un murmuro casi inaudible, la voz de uno de los intrusos rompió la discusión que estaba por soltarse, seguida de un golpe bien merecido de la pelirroja —. ¿Y eso?—

—Por idiota—

—¿Ha pasado algo grave?— hablando por primera vez, el más alto de los presentes miro la escena con especial curiosidad. Entre miradas intercaladas entre sus amigos y el desconocido, queriendo comprender algo que estaba fuera de su alcance —. ¿Eres un nuevo amigo del amigo Steve?—

—¿Eh?— Tony se consideraba un hombre rápido de mente, se consideraba, muchos lo abalaban. Pero eso lo había dejado en un momentáneo lapso de confusión —. Sabía que no debí venir—

—Aun quiero saber, ¿a que no renunciaras, Cap? ¿Qué has hecho?— el que respondía al nombre de Clint, con una divertida sonrisa, se había movido por la cocina con total naturalidad sin apartar la mirada de los dos involucrados —. Porque ha de ser algo grande si el CEO de Industrias Stark está en tu casa, ¿Qué es? ¿Nuevo patrocinador?—

—No es el momento— repitió, con un suspiro queriendo escapar de sus labios.

—Sí, lo noto— replico, con una burlesca sonrisa cuando una bolsa de frituras finalmente estuvo entre sus manos.

—Tal vez sea bueno dejarlos solos— repuso el rubio más alto, tal vez único verdaderamente consiente de la incómoda atmosfera que se iba formando. Quien prontamente fue secundado por la pelirroja, dispuesta a volver a la sala para satisfacción de Tony y Steve, pero había uno que no estaba completamente de acuerdo con eso.

—¡Oh, vamos! Steve puede tener un problema, aquí y ahora, ¿y ustedes piensan en irse?— el castaño se movió por el lugar, llevando a su boca un poco de la botana que tenía entre sus manos, terminando por pararse a un lado del castaño —. Estoy interesado, por el bien de mi amigo, en lo que Mr. Stark vino a decirle y a lo que nuestro Capitán no quiere renunciar— concluyo con una divertida sonrisa dirigida al rubio, para volver al millonario que tenía a un lado, el cual lo miraba entre curioso y molesto, aunque tal vez cierta mueca de asco se escondió en sus facciones. Pero ¿a él que le importaba? Disfrutaba provocar esa reacción en las personas ¡Era tan divertido! —. ¿Quiere unas?— ofreció el paquete que tenía en manos, dejando la abertura directamente contra la cara del castaño.

Pero la respuesta no había sido nada que alguien pudiera esperar, porque el rápido manotazo que había dado el castaño, al tiempo que cubría su boca había alertado a los presentes. Y por segundos, eternos segundos, todos se habían mantenido quietos en su lugar, como si esperaran el inminente desenlace de lo inesperado. Uno, dos, tres minutos no llegaron a pasar, todos atentos a la expresión del castaño. Castaño que si inclino en sí mismo intentando contener lo que ansiaba salir por su boca sin su permiso. Pero no. Definitivamente no. No le estaba pasando eso ahora y mucho menos en ese momento. Y maldijo, maldijo de una y mil formas al estúpido rubio que le había acercado el paquete de frituras que tantas nauseas le provocaban ¿¡Por qué!? ¿Qué clase de gustos tendría su hijo como para hacerle intolerable a la comida chatarra que tantas veces comió? Pero el mero olor, la vista que tuvo de su contenido había sido más que suficiente para revolverle el estómago, provocándole arcadas. Y el olor, ese insufrible olor, parecía no querer desaparecer de su sistema, de su sistema olfativo, de la punta de su nariz como si tuviera una de esas malditas cosas pegadas al rostro.

—El baño…— pidió en un jadeo, sin apartar la mano de su boca, apenas alzando a ver al rubio que sin perder tiempo le había indicado el camino.

Y no se molestó en ver a nadie más, empujando al sujeto que tenía al lado para avanzar tan rápido como sus piernas se lo permitían, apretando sus labios con fuerza para intentar contenerse todo lo que podía. Pero eso quedo atrás cuando la puerta quedo cerrada a su espalda y el wáter a su alcance.

Mierda. Y más mierda.

[—]

Apenas vio al castaño desaparecer por la puerta de la cocina, no tardo más de un minuto en ir tras él, preocupado. Si, verdaderamente preocupado. Porque, está bien, no lo conocía, solo había sido una noche la que habían compartido, pero la preocupación estaba. ¡Estaba embarazado! Y no solo eso, el niño era suyo, era de suponerse que estaría preocupado. Así como estaría más que dispuesto a hacerse cargo del bebé. Por mucho que el castaño haya estado intentando hacerle declinar, que se olvidara del asunto y tantas otras cosas más; no lo haría. No estaba en él dejar atrás las consecuencias de sus propios actos, de cualquiera, no importa lo que conllevara.

—¿Mr. Stark?— mordió su labio con fuerza intentando escuchar, aun detrás de la puerta, alguna reacción de parte del castaño. Sin resultados aparentes —. ¿Necesita ayuda?—

—No—

Suspiro, a pesar de escuchar la voz ahogada del castaño al otro lado, no se sintió tranquilo en su lugar. Su mano se mantenía sobre el picaporte, aun en la duda de si entrar y cerciorarse por sí mismo que estuviera bien o, como tal vez el otro quería, esperar afuera hasta que estuviera listo para salir. Y quiso entrar. Su mano había apretado el picaporte dispuesto a girarla y entrar al baño, pero el agarre sobre su hombro le hizo desistir, mirando a la pelirroja que con ceja alzada le observaba queriendo una respuesta. Atrás de esta pudo ver a los otros rubios, Clint y Thor parecían curiosos por lo que sucedía; aunque esta vez agradeció que el primero no llevara esa bolsa en manos. Lo que menos se necesitaba en el momento era la causante de todo el problema. Pero la inquietud no se detuvo, empeorando con escuchar al castaño en el interior del baño. Una mueca, más de preocupación que asco, se acentuó en su rostro. Aun no se había separado de la puerta, dispuesto a esperar que este saliera. Aunque los deseos de entrar no se iban, a solo un paso de caer en la tentación y hacerlo.

—¿Nos dirás que sucede?— Natasha, la pelirroja mujer a solo unos pasos del rubio, lo analizo esperando una respuesta que, tal vez, no recibiría pero no estaba dispuesta a perder la oportunidad. Su expresión mostraba la incertidumbre, la preocupación escondiéndose perfectamente tras la mueca perfectamente estructurada de la neutralidad. Una mujer difícil de leer pero que, con el tiempo suficiente, fácil de comprender.

—Esta embarazado— soltó, desviando la mirada a la puerta para no ver la expresión de sorpresa que, seguramente, él había tenido en su momento. Pero si pudo escuchar perfectamente el jadeo de sorpresa que, estaba seguro, había soltado Clint. No era para menos, porque ¿Quién rayos se pudiera imaginar que Tony Stark, ese filántropo playboy que en las noticias se había hecho de una escandalosa imagen, pudiera resultar un omega?

El silencio se prolongó, nadie atreviéndose a romper la atmosfera que se había formado. Uno por esperar a que el castaño saliera, finalmente, del baño donde había decidido encerrase; aunque el sonido del grifo lo tranquilizaba un poco, asumiendo que las náuseas habían menguado. Y los restantes por la sorpresa, por la incertidumbre y, ¿Por qué no decirlo?, la curiosidad que la situación les producía. Es decir, no todos los días podían estar en la posición de ver a su amigo, su gran amigo Steve Rogers, enfrentando la expectativa de ser padre ¡Y no solo eso! Sino que quien lo haría padre, afortunado padre, era nada más y nada menos que Tony Stark. El sujeto al que ninguna revista, periodista, detective o investigador pudo lograr identificar en alguna categoría. Llegando muchos a considerarlo un cuarto tipo de calificativo, por más estúpido que suene. Pero, estaba pasando, frente a sus ojos, estaba pasando.

¡Joder, que estaba pasando!

—¿Esta bien?— Steve fue el primero en pronunciar palabra cuando la puerta del baño fue abierta, detallando la expresión cansada y hastiada del castaño, quien solo atino a soltar un bufido -¿Cuándos llevaba ya en el día?-.

—¿Bien? Si, fantástico. No hay de que preocuparse. Esto me ha sucedido bastante seguido… unas tres veces al día, cinco veces a la semana— soltó con total sarcasmo, revolviendo su cabello inútilmente.

—¿Ha ido a un…?—

—¡Ah! Silencio, no estábamos hablando de eso ¿recuerdas?— le corto, levantando uno de sus dedos —. Ahora, ¿Qué tengo que hacer u ofrecerte para que te olvides de este niño de una vez?—

—¿Sigue con eso? No pasara— asevero con el ceño fruncido, ¿es que no podía dejar el tema atrás y dejarlo ser parte de todo eso como tenía que ser?

—Y seguiré— confirmo con molestia, encarando al rubio sin importar la diferencia de altura —. ¡Es más! ¿Por qué no puedes ser como el resto de sujetos que, enterándose de algo así, rogarían por una salida como la que te estoy dando? ¡Te estoy haciendo la vida fácil! Solo tienes que firmar unos papeles, o grabarlo, o simplemente anotar una insignificante frase en un papel y todo resuelto. Tú vuelves a tu vida como… como lo que seas. Y yo vuelvo a la mía, haciéndome cargo de este bebé. ¡Todos felices!—

—Debería yo estarle preguntando lo mismo, ¿no se supone que debería estar buscando la ayuda, el apoyo o que me haga responsable? ¡Es lo que se tiene que hacer! Preferiría ayudarle y no simplemente olvidarme de todo, si fue algo en que los dos estuvimos involucrados, entonces es algo con lo que los dos debemos lidiar— replico, apretando los puños ante las palabras, erradas y ofensivas, que el castaño soltaba. Ignorando, así como el castaño, a los presentes que viran la mirada de un involucrado a otro.

—Pues, déjame pensarlo, teniendo una torre donde puedo vivir con total comodidad, con varias propiedades a mi nombre, CEO de una de las principales empresas que este país pudiera tener, con varios miles de millones en el banco… Creo que no, no necesito ni tu ayuda ni tu interés— cruzándose de brazos, en un gesto prepotente, seguro y orgulloso de sí mismo, se mostró como lo que muchas revistas mostraron, como lo que los medios no se cansaban de expresar, como muchos lo calificaban; el caprichoso y prepotente millonario que no parecía tener más interés que en su palabra y únicamente en su palabra. Y aun con esa burlesca sonrisa entre sus labios, se atrevió a continuar —. Así que, creo, haremos esto de la forma difícil. Escucha bien, cara bonita, no creas que vine a decirte esto por alguna razón particular de querer apoyo o que te hagas responsable de nada ¿de acuerdo? Si estoy aquí es por la insistencia y por algún derecho de no-se-que de que debías estar informado que un niño llevaría tu sangre en el mundo. ¡Felicidades! Puedes presumir que tu familia no se desvanecerá en el aire si no llegas a casarte pero, en lo que concierne a todo con este niño, tú, mi querido amigo, no tendrás nada que ver— entrecerrando la mirada, sin mostrar algún tipo de gesto o reacción por las expresiones del rubio, o el resto de los presentes —. Por lo que, ya que lo estas poniendo difícil, lo dejaremos hasta aquí ¡Imagina que discutimos! Si eso te hace sentir mejor. Que mal, no funciono— se lamentó fingidamente mientras se hacía paso entre las personas dispuesto a irse del lugar, harto, cansado y asqueado en varias formas. Quería una cama, una gran ración de helado y poder hundirse entre las finas sabanas de seda que habían sido traídas desde la India únicamente para él —. Un placer, no placentero, conocerte rubiolas. Pero prefiero te olvides de mí, imagina que esto no sucedió— agrego con un gesto de manos ya a solo pasos de la puerta.

Pero si Tony creía que el rubio lo dejaría ir tan fácilmente, aun con todo lo que le había dicho, Steve ni siquiera dudo en seguir los pasos del castaño dispuesto a detenerlo ¡No lo dejaría ir tan fácilmente! No le importaba todas esas cosas que le había soltado con tanta soltura. Estaba dispuesto a pasarlo por alto, tolerarlo, siempre que pudiera estar al lado del niño que, se suponía, iba a ser su hijo. Y aun dejando a sus amigos con expresiones de sorpresa, y molestia, intento alcanzar al castaño para detenerlo en su huida. Porque bien sabía que le estaba huyendo por la forma en que esquivaba cada uno de sus intentos ¡¿Por qué tenía que ser tan difícil y obstinado?! Si había venido a decírselo, ¿tanto podía costarle dejarle cooperar en todo aquello, hacerlo parte? Pero vio su oportunidad irse, cuando el castaño abrió la puerta, listo para irse.

O al menos eso creyó.

—Happy— entrecerró la mirada, el hombre le sonrió aun en el umbral de la puerta —. ¿No debería sestar en el auto?—

—Ordenes de Miss Potts— aclaró.

—Oh, bien. Bueno, no hará falta. Todo el asunto está terminado— sin dar mayores explicaciones, paso a un lado de su chofer dispuesto a irse de una vez por todas.

—¡Espera, Stark!— Steve llego hasta la puerta para cuando el castaño había alcanzado la puerta del elevador, despidiéndose con un frívolo ademan de mano, sin apartar la vista del celular que tenía entre sus manos —. Rayos— con una mueca, un gruñido muriendo entre sus labios dispuesto a irse detrás del castaño, aun si tenía que bajar por las escaleras, pero se vio abruptamente detenido por una mano de quien no vio en su persecución.

—No es por querer importunarlo, Mr., pero no creo que consiga nada siguiéndolo— sonrió brevemente, sabiendo que en ese preciso instante ir por Tony era como querer dialogar con una roca. Imposible —. Asumiré que es el afortunado padre del niño, le dejare esta tarjeta. Miss Potts hablara con usted para que pueda… hacerse responsable como debe del niño—

—¿Miss Potts? ¿No debería hablar con Stark de esto?—

—Mr. Stark es… susceptible en temas como estos. Obtendrá una conversación más civilizada con ella— explico, dejando la tarjeta en manos del rubio —. Sin contar que es la única capaz de convencerlo sin que haga un berrinche— murmuro por lo bajo, inclinando la cabeza para finalmente retirarse sin volver a ver al sorprendido rubio en el umbral de la puerta.

[—]

Tres meses y dos semanas.

—¿Cómo te sientes hoy, Tony?— entrando a la sala de estar del último piso de la Torre Stark, Pepper Potts avanzo con elegancia y delicadeza por el lugar.

Sentado en uno de los sillones de centro, demasiado concentrado en lo que pasaba en la pantalla como para reparar en su alrededor, Tony atino a asentir mecánicamente mientras otra cucharada de helados llegaba a sus labios. Sentando en el sillón, envuelto entre mantas para protegerlo del frio aire acondicionado que él mismo había programado, apenas reparando en la presencia de su asistente. Y Pepper, entre la indignación y la planificación, evito soltar comentario por la falta de respuesta concreta a su pregunta; sabiendo que presionar a Tony, al menos en su estado, por una respuesta resultaría en una situación que, francamente, prefería evitar. Y, en caso actual, prefería aprovecharse de la situación actual, con el castaño demasiado metido en la película, sin reparar en su alrededor pero tampoco demasiado perdido como cuando se ponía a trabajar, un momento clave que pocas veces se le presentaba y que sabría aprovechar.

—Había algo que quería comentarte, ya que tengo la ocasión— comenzó fingiendo mirar la tableta entre sus manos, a pesar de desviar su atención a la expresión de su jefe y amigo con cautela. No recibió respuesta y continuar —. Como sabrás, dada tu condición, seré yo quien se hará cargo de gran manejo de la empresa y Bruce tiene su trabajo, además de tus estudios…— pauso, sin apartar la mirada del castaño —y estuve pensando que sería bueno tener alguien a tu lado que pudiera cuidarte y cumplir tus antojos—

—Mgh—

—Claro que esa persona se quedaría en la torre, en el piso, aquí contigo. Con todos— aclaro, tanteando el terreno por donde se estaba metiendo. Pero su única respuesta fue algún murmullo inteligible, parecido a una afirmación —. Bruce está viniendo con él, ¿de acuerdo?—

—Claro, Pepps, lo que digas—

La rubia sonrió, mordiendo su labio con fuerza para evitar dejar a la vista la satisfacción y regocijo que esas simples palabras le habían provocado, controlándose a sí misma para evitar caer en la tentación. Con voz baja, asegurándose de que el castaño no pudiera escucharle, se aseguró que JARVIS hubiera grabado y guardado aquella aceptación de parte de su amigo. Debía asegurar cada prueba que pueda servirle para futuras rabietas. Carraspeando, enderezándose en su lugar al lado del sillón donde Tony seguía sentado comiendo su helado, sonrió aún más al escuchar el sonido del elevador al llegar al piso. Y con un gran, y profundo, suspiro se preparó a sí misma para lo que estaba por llegar.

—Miss Potts— el rubio, a un lado del doctor, inclino la cabeza en forma de saludo sin borrar la sonrisa de sus labios. Sonrisa que vacilo, poco antes de extenderse aún más, al detallar la figura del millonario —¿Ha aceptado?— cuestiono por lo bajo cuando finalmente llego a un lado de la mujer, la cual había saludado previamente a su pareja con un beso.

—Sí, podría decirse que si— respondió, levantando uno de sus dedos para hacerles guardar silencio, volviendo a ver al rubio —. Tony, llego Steve—

—Mh, Steve, si, genial…— y como si pudiera finalmente comprender sus propias palabras, aparto sus ojos chocolates de la pantalla para ver, finalmente, a las personas que estaban con él en la sala —. ¿Qué hace él aquí?—

—Ya te lo dije. Necesitas alguien que te acompañe en todo el periodo, y como Bruce y yo tenemos trabajo, Steve se ofreció amablemente a hacerte compañía, ¿cierto?— con una encantadora sonrisa por sus finos labios, la mujer lanzo una clara señal al castaño de que refutar no estaba entre sus posibilidades.

—Sí, claro— confirmo el rubio.

—¿Qué? ¡Espera! ¡No!— entre sorprendido y alterado el castaño miraba a los tres presentes buscando apoyo o, en dudoso caso, algún tipo de comprensión de quienes se hacía llamar amigos —. ¡Bruce!—

—Lo siento, Tony. Pero estoy de acuerdo con Pepper, no puedes estar solo durante todo el día. Vele el lado positivo…—

—Traidor— le corto con molestia, un puchero formándose entre sus labios —. Borra esa sonrisa, rubiolas— se quejó al tomar las sabanas con las que se mantenía envuelto —. ¡Ni crean que esto quedara así, traidores!— se escuchó desde el pasillo, poco antes de una puerta ser azotada con fuerza, dejando a los presentes completamente solos en la sala.

Si me permiten felicitarlos, ha salido mucho mejor de lo esperado. No tuvo necesidad de usar la grabación, Miss Potts—

—¿En serio?— Steve cuestiono incrédulo ante las palabras de la Inteligencia Artificial, mirando a sus acompañantes.

—Pudo ser peor— respondió la mujer, secundada por el doctor, quienes le sonrieron comprensivos al rubio por lo que le esperaba.

Mr. Stark tiene su primer pedido, Mr. Rogers. ¿Desea la lista de restaurantes de shawarma?—


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