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Let's Not Fall In Love por Breva

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Notas del capitulo:

Está en el mismo "mundo" que la historia "El chico de al lado".

— ¡Me gustas, estúpido!

Por fin se lo sacó del pecho magullado. Casi se pone a llorar. Todo el asunto ese de las perras de sus compañeras de curso y colegio los había enfrascado en un monologo, que iba más a sermón, el cual YoungBae dijo con una calma y arrojo sin igual. SeungRi lo dejó hablar.

— Déjate de bromear.

Respondió indiferente. Por dentro tenía rabia que es simplemente una forma de tristeza, menos cliché pero igual de romántica. SeungRi de un impulso egoísta y como última esperanza no se permitió perder.

— ¡Oye!

Lo llamó, Bae miró a un lado. Aquello, el impulso egoísta y la última esperanza, no fue un beso. Fue un choque de dientes y labios secos. Bae, inconsciente de la acción, pero consciente de sus sentimientos, lo agarró de la cintura aferrando fuerte sus dedos. Tenían el cuerpo caliente, podían sentir el calor desprenderse sus ropas de estudiante. Lo besó. Lo hizo, ahora, con las bocas abiertas sin tocarse la lengua. El aliento era caliente y dulce, por las golosinas sabor frutilla que habían estado chupando camino a casa de SeungRi. Bae lo apegó más. El calor le humedecía las manos. Lamió los labios rosas de SeungRi. Succionó el labio inferior. SeungRi aún no reaccionaba, su cuerpo, a excepción de sus labios que seguían el ritmo frenético de Bae, no respondía. Tenía los brazos a un costado. Las manos hechas puños. Los ojos seguían cerrados con fuerza, con miedo. Bae detuvo el beso. Alejó centímetros su cabeza y observó la expresión de SeungRi. Tenía los labios entre abiertos, rojos e hinchados. Los parpados arrugados de lo fuerte que los apretaba. El cabello alborotado. Las mejillas eran una manzana madura. El chiquillo, dos años menor, le gustaba no lo iba a negar; sin embargo, a JiYong también le gustaba el revoltoso y boca floja de SeungRi.

— ¿Somos novios?

El susurro ronco de SeungRi sacudió los problemas de Bae. SeungRi lo miraba expectante. Bae no sabía qué hacer. Acabó por hacerse el tonto.

— ¿Ah?

— ¿Somos novios? Me besaste. También te gusto. Anota el día en el calendario. Ese fue mi pri… nuestro primer beso. Chao, Baebae.

El tiro le salió por la culata. SeungRi corrió a su casa que quedaba unas calles más allá. Bae se quedó de pie bajo el poste de luz apagado. Estaba atardeciendo, pero le pareció que ya era medianoche. Caminó, dejó que sus pies guiaran el camino a casa. Su cabeza y corazón no parecían compartir la misma alma. Tenía buitres y palomas blancas anidando en sus pensamientos.  Mantuvo la mirada baja durante todo el trayecto. Sus pies lo llevaron a casa de DaeSung. Tocó el timbre que estaba a un lado de la reja. Dae fue abrir. Fue solo cosa de una mirada para que Dae se diera cuenta de qué Bae, el chico de sonrisa melancólica, estaba mal. Entraron, saludaron a los padres de Dae y subieron a la pieza. Se sentaron en el suelo, el uno frente al otro. Bae miraba los calcetines cafés de Dae, en realidad no miraba nada, simplemente mantenía la mirada fija ahí.

— SeungRi me besó.

No planeaba decir eso, pero fue lo primero que salió de sus labios que siempre han dicho la verdad. Dae miró sus calcetines cafés. Jugó con los dedos de sus pies.

— Quédate todo lo que quieras, papá y mamá te adoran. Mi hermana no está, pero si quieres dormimos juntos. No hay problema, Bae.

Se quedaron callados por quince minutos en un silencio amargo y comprensivo. La mamá de Dae los llamó a cenar, de pasada pidieron permiso para que Bae se quedara por unos días, ella, como no, aceptó encantada, el padre de Dae lo hizo de igual manera. Bae llamó a casa de su tía para avisar que se quedaría en casa de un amigo. La cena fue amena. El corazón a Bae lo comenzó a desgarrar con memorias de su niñez, en casa de su familia en la mesa, desayunando, almorzando, cenando, hablando y riendo. La familia que se tuvo que separar después de la quiebra de la empresa de su padre. La familia que no tenía para cuando volver a juntarse.

— ¿Vamos?

Dijo Dae como si intuyera que escenas así le hacían pésimo a Bae.

— Sí. Gracias por todo, estaba muy rico.

Hicieron una pequeña reverencia con la cabeza y subieron. Dae se quedó en calzoncillos, Bae usó el pijama que le había comprado la mamá de Dae cuando, en una pijamada, se le quedó el pijama en casa. Era un pijama a cuadros azules y blancos de mangas largas. Se lavaron los dientes y acostaron los dos en la cama de Dae. Bae se removió, había estado media hora tratando de agarrar calor entre las sabanas y el cuerpo de Dae, se le hacía imposible corría un aire helado ahí dentro.

— Dae… ¿Dejaste la ventana abierta?

Dijo en la oscuridad. Dae se sentó al borde de la cama, prendió la lámpara que estaba sobre la mesita de noche y caminó hacia la ventana. Efectivamente la ventana estaba abierta. Antes de cerrarla miró hacia al frente. Entre las ramas del gran y viejo roble vio a su vecino. El regordete y siempre de ceño fruncido vecino. Lo miró y los pies se le desprendieron de la Tierra o del suelo de su pieza que es parecido.  El chico regordete andaba con una remera negra, iba de un lado a otro en su pieza, tenía algo en las orejas, audífonos normales. Dae lo miraba y lo estudiaba. Estaba semi desnudo y el viento era frío. Bae con las cobijas hasta la nariz lo miraba curioso. Lo dejó tranquilo. Rio por debajo del poco calor que tenía la cama. Dae, lo sabía porque era lógico y obvio, estaba mal de la cabeza por ese vecino suyo. Cualquier trivialidad Dae feliz se las contaba, no se daba cuenta de que terminaba contándolas con ese brillo que deja el dolor del querubín en trapos menores.

— Está haciendo algo… parece que está cantando.

Bae lo dejó tranquilo y volvió a reír. El vecino cerró las cortinas. Dae cerró la ventana y se fue corriendo a la cama, una exageración porque le quedaba a cinco pasos, pero temió que su vecino lo hubiera pillado. Apagó la luz. Abrazó a Bae por la espalda.

— Deberías hablarle.

— ¡No!

Respondió miedoso.

— ¿Vas a esperar que lo haga él?

— No…

— Promete que algún día harás algo.

— Lo prometo.

Dae sintió el pequeño temblor que provocó la risa de Bae. Se durmieron en el calor del otro. Entre el olor a menta de la pasta de dientes, y Bae con el corazón y la cabeza un poco más cerca de la misma alma.

 

 

No fue capaz de mirar a JiYong a los ojos. JiYong por supuesto que se dio cuenta al minuto. Le preguntó qué pasaba, Bae no supo que contestar, siguió mirando a las mejillas, a la nariz, a las cejas depiladas, a cualquier parte de su rostro, a las muecas de disgusto, menos a sus ojos preocupados y rojos. JiYong preguntó tres veces más. En medio del pasillo de los salones de los últimos años de secundaria, Bae dijo, aún con el aire tristón y tenso, << ¿Cuánto te gusta el panda? >>. Fue un escupitajo al cielo.

— Mucho. ¿Para qué…? ¡¿Te dijo algo?!

— Nada.

Bae fue al baño que estaba al final del largo y estrecho pasillo. A Ji lo vio SeungRi que lo atrapó en un abrazó por detrás. Bae escuchó las risas en el eco de los murmullos. El corazón se le drenó. Se metió en un cubículo. Era uno pequeño, le dejaba los pies al descubierto. No meó. Se quedó de pie frente al inodoro mirando el agua. Tenía ganas de agarrar a SeungRi meterlo en ese mismo cubículo pequeño, besarlo, agarrarle el pene por sobre la ropa de estudiante gris, frotarle la mano hasta que tuviera una erección, seguir con el beso egoísta y travieso, seguir hasta chupar la lengua y masturbarlo, y que se corriera en su mano. Quería hacerle eso, lo demás lo haría cuando SeungRi quisiera. Pensar en esa situación hizo que a él se le parara. Estaba caliente y enojado. Se bajó un poco los pantalones y el bóxer. Nunca había hecho algo así. Jamás lo volvería hacer. Se corrió la paja en el colegio. Se corrió la paja pensando en SeungRi que se lo tocaba y a último momento le lamía la punta con la lengua, travieso. Aguantó la respiración en el clímax. Miró el semen esparcido en su mano y en el agua del inodoro. Salió del pequeño cubículo ahí estaba su fantasía retorcida. No atinó a esconder la mano con el fluido medio blanco, medio seco. Bae fue directo al lavabo individual.

—  ¿Qué…? Oye…

Sonó el timbre. El receso terminó. Ellos dos seguían parados ahí. Bae se terminó de lavar las manos. SeungRi se colocó al lado de él. Lo miró con una sonrisa.

— ¿Por qué no me fuiste a buscar? Lo hubiéramos hecho juntos.

Era una mentira, no se atrevería hacer algo así o parecido pero le gustaba imaginársela. Le gustaba todavía más que Bae se la creyera y se la imaginara. A Bae no se le iba a parar de inmediato, podría sí, pero estaba con los buitres comiéndole los sesos desgastados. Las manos y la cabeza estaban separados del mismo cuerpo.

— No hables estupideces.

— Eres mi novio. Esas cosas las deberíamos hacer juntos, en cualquier parte pero juntos.

Bae se quedó con las manos entre el agua que caía fuerte de la llave. Las mejillas y las orejas le ardieron. SeungRi se acercó y besó el ardor, ambos.

— Te quiero.

Susurró en el oído derecho. A Bae todo dentro y fuera se le consumió. El alma en un momento de gloria prestado de Sócrates reaccionó. Se dio media vuelta, tomó a la fantasía por la cintura, lo besó docenas de veces a labios cerrados con una sonrisa en la cara. SeungRi despertó y enlazó sus manos en el cuello. Eran casi del mismo porte por esa época. SeungRi era más alto por apenas unos tres o cuatro centímetros.

— Espera, Bae.

SeungRi se separó apenas. Sacó sus manos del cuello ancho y delicado. Dejó que Bae soltará su agarre fuerte de su cintura. Tomó la mano caliente y regordeta de Bae. Fueron al cubículo en el que Bae se había masturbado diez minutos atrás. Entraron. Bae sonrió y lo apegó de nuevo. Lo amarró a él en un abrazo sincero. Un abrazó que lo unía de todas maneras. SeungRi recargó su cabeza en el hombro izquierdo de Bae. Sentían, sin poder creerlo, el ritmo de la respiración y latidos. Así, justo como estaban querían estar esa época tan romántica.

— Te quiero.

Repitió SeungRi para calmar sus nervios. 

— Te quiero. Te quiero. Te quiero.

La cabeza y el corazón a Bae se le unieron en la misma alma. Los pájaros se fueron con un viento blanco.

— También te quiero mucho, Riri.

Abrazados en el calor que traspasaba la ropa de estudiante que dejaba a un lado el marco de referencia. Se abrazaban y eso era lo más importante en ese baño al final del pasillo de los salones de último año, del colegio cómplice que los reunió.

 

 

Las fiestas eran un caos, que por decir lo menos, le parecían un desperdicio de tiempo. Bae no era para nada como Ji. No sabía hacer contacto tomando tragos, escuchando los chismes del medio, prefabricado charlas superficiales, sonriendo con los hilos invisibles bien firmes en las mejillas, el olor a cigarro, a sudor, a perfumes y colonias le daba asco, un asco que iba mucho más allá de la multitud enardecida de fama, que es efímera como cualquier efecto placebo, incluso los que tienen más larga duración que no alcanzan a ser más que unos quince minutos. Ji lo llamó a la mesa llena de parásitos de moda. Fue, se presentó y con la misma sonrisa que le hacía doler el orgullo, la autoestima y el amor a Ji se despidió. El manager dijo que él lo llevaría a casa de Dae, en donde llevaba una semana. << No te preocupes, tengo que ir a hacer algo antes… algo personal>>. El manager lo dejó ir, sin antes decir que llamara en cuanto pusiera la punta del pie en casa de Dae. Bae asintió. Caminó, caminó y sus pies, que era lo único que pisaba la Tierra en estos momentos, lo llevaron a un club underground, esos sitios que tenía explicito no entrar por nada del mundo. Entró como Pedro por su casa. A nadie le importó la pinta tan arreglada que llevaba en comparación a la atmosfera del club. Jeans negros, camisa blanca abierta en los primeros tres botones, zapatos negros de una marca ridículamente cara, como todo lo demás. Se relajó. Nada de mantener las apariencias ni las exageradas muecas de buen humor y predisposición a todo y todos. Pidió una cerveza helada, no le gustaba tomar, agua no le iban a dar. Se sentó en la barra. Tampoco a nadie se le hacía raro que un tipo que parecía menor de edad pidiera una cerveza. La gente se metía en sus asuntos y nada más. Bae vio el lugar mejor. Había unas cuantas mesas al fondo, pegadas a las orillas, frente a él el escenario y un montón de adolescentes y jóvenes adultos.

— ¡Acá el tan esperado Tempo!

Anunció un tipo de ropas anchas rojas y negras que hacía de DJ en una tarima sobre el escenario, que no era del tamaño ideal para un club pequeño. Tempo salió hacer lo suyo. A Bae la cerveza se le bajó rápidamente de la cabeza. El regordete, ceño fruncido y estrafalario vecino de Dae, el que espiaba todos los días que estaba en casa sin falta, de pie sobre un escenario, con ropas anchas, una gorra celeste y  con una confianza que dejaba corto a Ji de seguro.

— Tempo.

Susurró con la lata de cerveza tocando sus labios. <<Tempo>> repitió a los buitres y palomas que habían vuelto con el mismo viento blanco. Bae estuvo atento al espectáculo. Llevaba dos cervezas en las venas cuando iba tras Tempo, que también iba solo por calles llenas de gente borracha, gritando, riendo estrepitosamente de las vidas aburridas. Bae apuró el paso en el parque que estaba cerca de casa de Dae. Bae le agarró el hombro. La mano cayó pesada sobre el vecino de Dae.

— ¿Puedo hablar contigo?

Dijo antes de que el tipo se diera vuelta, y lo quemara con su mirada.

— ¿Para qué? Ni te conozco.

— Por lo mismo. Me gustó el rap que hiciste allá, en el club.

— Bueno ¿Qué quieres hablar?

— Bae — extendió la mano, el otro la recibió reacio —: ¿Quién es ángel?

A Tempo las cejas casi se le juntan al medio.

— ¿Siempre eres tan metido?

— No, pero siempre tengo tiempo.

Rieron ambos y solo para sí mismos. El regordete y alto fue a una banca que daba al claro de luna. Del bolsillo del polerón negro ancho Tempo sacó una cajetilla nueva de Marlboro, pidió permiso para fumar. Bae dijo que no le molestaba y se sentó a un lado.

— ¿Por qué crees que es una persona?

— Lo es, ¿no? Me acabas de dar la respuesta.

—  Bae… Já.

Se llevó el cigarro a los labios. Se llenó los pulmones de tabaco, lo que no absorbieron sus pulmones lo dejó en la fría noche.

— ¿Vives cerca? ¿Por acá?

— No.

Bae se recargó en la banca. Lanzó un suspiro al cielo. Se abrochó los botones. Cerró los ojos. Suspiró de nuevo.

— Los extraños guardan mejor los secretos. No te preocupes.

— Es un chico. El chico que me gusta. Vives con él ahora, no te hagas al tonto.

Bae rio. Seguía recargado y con los ojos cerrados, con las manos entrelazadas sobre su entrepierna.

— También le gustas. Deberías probar acercarte y hacer algo más. Paso frío por tu culpa. A Dae se le olvida cerrar la ventana, tampoco te hagas el tonto, si sabes que te mira.

— Dae…

Alcanzó a escuchar Bae que abrió los ojos como para creer lo que había escuchado provino de propia boca de Tempo. Lo miró de reojo. El vecino de Dae tenía el cigarro consumido hasta la mitad entre el índice y el del medio.

— Estoy solo.

— ¿Eh?

— La casa es mejor que la banca. Vamos allá.

— Estás loco.

— ¿Vas?

— ¿Hasta qué hora estás solo?

— Hasta las doce.

Bae se levantó de un saltó. Apoyó sus manos en las rodillas y se estiró. Tempo lo quedó mirando, se levantó y botó el cigarro.

— ¿No te interesa saber mi nombre?

Dijo mientras caminaban lento por las calles.

— Dímelo.

— SeungHyun.

— Un gusto, SeungHyun.

 

 

 

— ¿Con quién pasaste la noche?

SeungRi lo dijo como si no le importara. El tono venenoso de su voz lo delató.

— ¿Cómo?

Dijo Bae estupefacto e incómodo. En qué posición se supone que estaba y estaban para tocar ese tema. La cama de SeungRi era amplia pero a Bae lo tenía acorralado en la pared, le tenía la pierna izquierda encima por si acaso. Bae le daba la espalda SeungRi, las manos las tenía bajo su mejilla, las piernas las tenía juntas. Ahora mismo la posición fetal le sentaba mal. SeungRi lo abrazaba, acariciaba, molestaba a su gusto. Bae no hacía nada. Le gustaba estar así, el viento blanco se llevaba todos los buitres y palomas. Se llevaba la imagen de su mejor amigo recriminándole haberse enamorado del mismo muchacho de sus mismos sueños. Aparte lo de Seung era un secreto.

— No me vas a decir… ¿No te besaste con nadie? ¿No te corriste pensando en alguien más?

— ¡No! ¡No me gusta nadie más!

— Mmm…

SeungRi lo besó detrás de la oreja. Después de un rato entre murmullos rosas y pomposos se quedaron dormidos.

 

 

— Con SeungRi vamos a los videojuegos. ¿Vas?

— No, estoy cansando.

Ji se despidió con la mano. Se fue corriendo. La camisa fuera del pantalón gris de tela, el viento y su apuro la levantaban. Su piel era blanca, tan blanca como el reflejo del brillo de la Luna que ahora mismo veía en el piso de madera de la pieza de Dae. Llevaba viviendo ahí dos semanas. Había pasado demasiado en tan corto tiempo. SeungRi se le había declarado, besado a voluntad y con ganas de más. Conoció a Seung, la flecha del querubín en paños menores que había lanzado a Dae tenía nombre, apellido y una linda sonrisa. Tuvo que haber ido con SeungRi y Ji. Mañana era viernes tendría que soportar la complicidad de esos dos. Su celular vibró se dio vuelta en la cama y lo tomó, estaba en la mesa de noche. << Pasa mañana al 24/7 el que queda a unas cuadras del colegio, tengo trabajo ahí>>.

 

 

 

— ¡Bae! ¡Bae!

Lo llamó SeungRi pero salió corriendo a ver a Seung, una plana excusa. Le dolió el pecho. La nariz y los ojos se empezaban a sentir húmedos. Corrió, y trató camino al 24/7 de tirar su corazón por las calles sucias y llenas de gente de vidas aburridas.

— ¡Aah!

Puta la hora que se le ocurrió ir a ver porque Ji tardaba tanto en el baño. Estaban en el colegio. SeungRi había entrado antes que ellos. No lo vieron llegar. Bae entró a ver qué pasaba con él. Lo vio casi todo. Ji tenía las manos bien firmes en las caderas de SeungRi lo besaba, lo besaba y veía la lengua pasando de boca en boca. SeungRi abrió los ojos solo para ver el rostro demacrado de Bae. Ji no lo soltó. SeungRi se limpió los restos de saliva y el engaño con la manga de la camisa.

— ¿Qué pasa?

— Na…nada…

Seung lo abrazó. Bae no lloró porque aún no creía nada. Se quedaron en un silencio seco. Seung acarició la espalda de Bae de arriba hacia abajo. Bae sollozó. El jefe de Seung no estaba. Bae entró cuando Seung abría las puertas para comenzar a trabajar. SeungRi lo vio todo por la pared de cristal reforzado de la tienda.

 

 

 

— ¡YoungBae!

Lo agarró por el cuello y casi le parte la cara con la fuerza que siempre han tenido los amores no correspondidos y los amantes despechados. El partido de básquetbol se volvió un campo de batalla, pero aquello no funcionó y los puños fue la mejor manera para reclamar el amor de SeungRi. El amor que SeungRi hace rato se había dictaminado para una sola persona.

— ¡Paren!

Era la primera vez que se agarraban así. Bae vio la tristeza en los ojos de Ji y el reflejo de él en ellos. Soltó a Ji del cuello. A Ji lo tomaron entre dos para que finalmente soltara a Bae. Se fue caminando. Llegó al parque, a la misma banca en donde estuvo con Seung. Se sentó, apoyó los codos en sus rodillas, masajeó sus sienes y cerró los ojos, drenándose.

— ¡¿Por qué mierda no me dijiste que estabas con él?! ¡¿Ah?! ¡Responde! ¡¿Por qué?!

Le pidió explicaciones a moco colgando. Ji exageraba en todo incluso con eso del amor.

— ¿Por qué…? Ji… no seas tonto.

No hubo respuesta. Bae abrió los ojos.

— Siéntate y perdóname. No quise decir nada porque no quería verte así. Me gusta Riri, no sé por qué lo preguntas si ya lo sabes. Él me eligió a mí, pregúntale a él por qué. Ser mi amigo no te da el derecho a tratarme mal, y aunque te cayera mal no me tendrías que tratar así, a mí también me duele, no seas egoísta. No lloro porque ya lloré. Tampoco va a dejar de gustarme SeungRi porque tú me lo pidas, esas cosas no se dan de un día para otro, pero por ti trataría de que no me gustara. Solo por ti haría esa clase de estupidez, pero sé que tú me quieres ver feliz y voy a ir lento con él por eso mismo.

Ji apoyó su cabeza en hombro izquierdo de Bae, y con la voz ronca, sorbiéndose los mocos susurró <<perdón>>. Bae lo miró, se dio media vuelta, le sonrió y le limpió las lágrimas que volvieron a desparramarse sobre sus mejillas calientes y rojas. Ji sonrió y lo abrazó.

 

 

 

— ¿Somos… novios?

— Sí.

— ¿Me perdonas?

— No hay nada que perdonar.

— Bae…

— Eres mi novio ahora, antes… antes solo probábamos cosas… ahora, desde éste momento eres mi novio oficial.

SeungRi se abalanzó sobre él en medio de la calle camino a su casa. Habían ido a la farmacia a comprar los remedios para el dolor de cabeza, el impacto del balón de fútbol que le dio de lleno en la cara. SeungRi llevaba las dos pequeñas bolsas de remedios en la muñeca derecha, de vez en cuando jugaba con ellas y las daba vueltas. SeungRi con Bae en sus brazos lo besó suavemente. Se despidió con un apretón en el trasero. Bae se quedó de pie bajo el poste de luz apagado. Sintió como el celular que estaba al fondo de su bolso negro vibraba, era Seung << Lo de la escoba funcionó… Gracias!>>.


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