—¿Qué vas a usar para esta noche, Marco? —Preguntó Jean, colgándose de su cuello como le era usual.
Mostraba una amplia sonrisa, animada como siempre, expectante a lo que el otro le fuese a decir. Esa noche era Halloween y quería que ambos coordinaran para disfrazarse y salir a pedir dulces. Aunque ya estaban grandes para esas cosas, Jean tenía ese niño interno que le pedía por salir en fiestas como esas y sabía que Marco no se negaría a su pedido, después de todo, era su mejor amigo y el único que cumplía con sus caprichos.
—Uhm, no sé, ¿qué vas a usar tú? —Las pecas danzaron un su rostro al esbozar amplia sonrisa, feliz de que su amigo introdujese el tema de la nada. Siempre le alegraba que pensara en él para ese tipo de cosas.
Jean puso cara de terror, incluso mostrando una espeluznante sonrisa.
—Pensaba disfrazarme de Eren, pero no hay forma de quedarme sin pelotas para esta noche. —Marco no pudo evitar reír ante su respuesta. “Muy Jean”, pensó, y en el fondo se alegró de que no hubiese más que odio entre Eren y su amigo, aunque últimamente su relación estaba mejorando.
—¿Por qué no te disfrazas de vampiro? —Propuso, tratando de cambiar el tema de forma disimulada. Sabía que si seguía con la cuestión, Jean terminaría rompiendo alguna cosa o hablando desgracias de su compañero de curso. —Te quedaría bien, ¿no crees?
—Uhmmmmm. ¿Vampiro? ¿Por qué un vampiro? —Alzó una ceja, curioso.
Marco mostró una sutil sonrisa, llevado por sus pensamientos.
—Porque… Son geniales y muy bellos, como tú. —Y al instante de pronunciar aquello se puso nervioso, coloreándose así sus mejillas. A veces decía cosas de ese estilo sin pensarlo, no sabía porqué.
—¿Geniales y muy bellos? —Jean, como le era usual, no notaba los comentarios de Marco. —En ese caso, tú deberías disfrazarte de vampiro.
Pero sí realizaba unos iguales, poniéndose igual de nervioso que Marco.
—Es decir, no es que me parezcas genial y bello. Osea, sí, me lo pareces, pero… No en ese sentido. Bueno, quizás en algún sentido pero no en el que piensas… ¿En qué sentido lo dices? —El problema era que hacía el ridículo cada vez que los nervios se apoderaban de él y tampoco sabía el motivo.
—Gracias Jean. —Siempre era él quien calmaba la situación; a diferencia de Jean, Marco no tenía problema en decir esas cosas. Lo veía totalmente natural y quizás por eso se le pasaba por alto lo que sucedía en su cabeza. —Me alegra mucho que te parezca genial y bello.
Una sonrisa feliz y un tanto ruborizada asomó para Jean, quien se quedó de piedra ante su comentario. El rubio desvió la mirada, confundido de momento, y asintió. El aura que los rodeaba comenzó a cambiar, poniéndose algo pesada.
—¿Por qué no nos disfrazamos ambos de vampiros, entonces? —Preguntó, rascando su nuca como si esa proposición fuese extraña o atrevida.
Marco asintió enérgicamente, poniendo cara de convencido.
—¡Sí! Dalo por hecho. —Y en un impulso extraño, saltó sobre Jean y se colgó de su cuello. —Ah, estoy ansioso porque ya sea de noche. ¡Hace mucho no hacemos esto!
Aquello fue la muerte en vida de Jean, quien no pudo más que abrazarlo en respuesta y quedarse mirando la nada, atontado. Sí, también quería que llagara la noche para salir a pedir dulces con él porque, aunque no lo dijera en voz alta, le hacía feliz el pasar la mayor parte de su tiempo con Marco. Pero no podía decirlo, ¿cómo podría hablar en un momento así? ¿Cómo podía siquiera pensar en esas cosas? No, estaba mal.
Asintió, mostrando una sutil sonrisa.
Estaba mal, sí, pero era su amigo. ¿Era pecado ser feliz con su amigo?
—Marco… —Murmuró, en un tono que sólo usaba cuando algo le revoloteaba en la cabeza y lo quería dejar salir. —G-Gracias por hacerme feliz.
Y eso, señoras y señoras, era lo más vergonzoso que había dicho en toda su vida. Estuvo a punto de empezar con su rollo de “no homo”, pero Marco habló.
—No agradezcas esas cosas, tonto. —Giró su cabeza, aún sin soltarlo en su abrazo. De esa forma apuntó directamente a su cuello, haciendo que su aliento golpeara en él. —Gracias a ti por hacerme feliz.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Jean, haciendo que tragara fuertemente. Asintió con la cabeza y Marco lo soltó, notando la incomodidad en la que estaba sumido momentáneamente.
—¿Vamos a preparar los trajes? —Esa pregunta inocente, como si nada hubiese pasado anteriormente, hizo que Jean pudiese actuar con normalidad. Seguía siendo Marco, su amigo, no tenía que preocuparse, ¿o sí?
Pero había algo que no sabía.
Pronto asumiría que le gustaban los vampiros, es decir, como personajes. No homo, ¿o sí homo?
Qué va, full homo.