No mires ahora, no preguntes cómo. Lo que alguna vez fue un amigo asustando, ahora te asecha, ¿Cómo se atreve?
Jean salió de su departamento junto a Eren. Ambos con una maleta.
El de cabello bicolor se sentía nervioso, frustrado. Sus manos temblaban, pero, aun así, seguía a Eren sin decir palabra alguna. El castaño tenía su ceño fruncido y una expresión fría, eso le daba miedo… Mucho miedo.
La calle estaba cubierta por una ligera capa de nieve. Una lágrima recorrió la mejilla del moreno. Levi no le dio la oportunidad de abrazarlo y desearle un feliz cumpleaños. No era culpa de Eren, el azabache fue quien rompió su unión, sus promesas y su corazón. ¿Cómo se atreve?
Se removió incómodo al sentir una profunda mirada clavada en su espalda. Tomando en cuenta que Jean estaba justo a su lado y a Levi no le interesaba lo que pasara con él, era extraño. ¿Acaso alguien estaba siguiéndole? ¿Acosándole, quizá?
No mires atrás, Eren.
Por primera vez, le hizo caso a su voz interior. Aún quería saber por qué era una chica quien le hablaba, se supone que cuando hablas con tu consciencia pareciera que te respondes a ti mismo, ¿No es así?
Aún no me dices tu nombre.
Nunca lo sabrás.
Soltó un suave bufido. Jean, de manera insegura, tomó su mano y la apretó con cariño. Eren se tensó un poco, pero no deshizo el gesto. Un sentimiento cálido se alojó en el fondo de su corazón. Entrelazó sus dedos con el más alto y siguió caminando, la molesta mirada seguía allí.
Finge que no pasa nada, por favor.
Era tan difícil hacerlo, pero hizo caso. Apretó su maleta con fuerza. Caminó unos cuantos metros más hasta llegar al auto de Jean. Metieron sus pertenecías en la cajuela. –Iré por un dulce, ¿Quieres algo?
–Un café, por favor. –El más alto asintió antes de dejarlo solo, dentro del coche. Se hundió en el asiento, hacía bastante frío. Su sangre se congeló al ver a un sujeto, portando un arma, acercándose al él. Jean salió en ese instante, otro coche se estacionó detrás. Su corazón se detuvo cuando el tipo le apuntó a Jean con la pistola.
Eren…
Todo sucedió muy rápido. Salió corriendo, el sonido de un disparo sonó justo en el momento que empujó a Jean, sintió la bala atravesándolo. – ¡Eren! –Su cuerpo no tocó el suelo. Unas manos bastante conocidas lo tomaron antes de que su cuerpo impactara con el pavimento.
El tipo huyó, había cumplido su propósito. –Oh, dios, Eren, ¿¡Qué demonios has hecho!? –Jean, furioso, marcó a emergencias, mordía sus labios para evitar llorar.
– ¿P-por qué estás aquí? –Susurró. –D-deja de fingir que te importó, déjame tranquilo.
–Eren…
–Deja de lastimarme, Levi. –El azabache cubrió su boca con una de sus manos, ahogando ese ansiado sollozo. Se aferró al cuerpo del chico, no quería abandonarlo. –D-déjame, Levi…
–Lo siento tanto… Perdóname.
–Moriré y no te ganarás mi perdón. –Eren no sabía cuánto daño le hacía a Levi diciendo esas palabras. Levi no sabía cuánto daño le hacía a Eren estando allí, llorando.
Todavía lo amas… Ya lo perdonaste… ¿Tan difícil es decirlo?
Eren presentía su muerte. Quería vivir y disfrutar más tiempos felices, pero también se preguntaba por qué no había muerto. El pecho le dolía demasiado a la hora de respirar, el repugnante líquido carmesí estaba ensuciando su ropa. Y, lo peor de todo, estaba tirado en la nieve, se estaba congelando.
¿Algo está mal, Eren?
Todo está mal, como siempre.
Estuvo a punto de vomitar. Estuvo a punto de gritar y ponerse agresivo. Se sentía tan débil que no pudo hacer ninguna de las dos. Sentía su alma irse de su cuerpo, su vida yéndose poco a poco.Las sirenas de las ambulancias resonaron a lo lejos, el débil sonido puso alerta a Eren.
Posiblemente lleguen a tiempo y sobreviva.
Eso es imposible, Eren.
Gruñó un poco. Levi acariciaba su cabello mientras jean apretaba su mano y su herida. Eren comenzó a cerrar los ojos, entregándose a la muerte.
“Sólo, no mueras en mí”.
Los latidos de su corazón comenzaron a hacerse cada vez más lentos. El brillo de sus ojos iba desapareciendo, su piel se tornaba pálida. Estaba muriendo.
“Siempre te amaré, Levi”.
...
– ¿Me dirás tu nombre? –Insistió. La chica no respondió. Sólo lo miró con una deslumbrante sonrisa. Tenía los ojos verdes y el cabello pelirrojo. Era ligeramente parecida a él, tembló ante ese pensamiento.
–Me da gusto conocerte, Eren. –Le abrazó. Eren se quedó paralizado ante ese gesto. Se sintió… Bien.
– ¿Quién eres? Por favor, dímelo.
–Soy Isabel, tu hermana gemela que murió al nacer. –Extendió su mano. –Es un gusto conocerte y tenerte a mi lado. Estamos juntos de nuevo.