Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La maldición de Caín por InfernalxAikyo

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holaaa! <3 

Ufff, ayer cometí el brutal error de subir el capítulo 5 en vez del 4 ._. espero nadie lo haya leído xDD


Bueno...lamento haber tardado tanto en actualizar Ó.O pero ya volví! 

Espero que les guste el cap <3

Abrazos! 

Capítulo 4: "Misericordioso Abel"



Desperté y aún no terminaba de amanecer, debía ser muy temprano aún. Contuve un escalofrío cuando tomé conciencia de que no había dormido en mi cama y que seguía junto a Daemon. Le observé unos momentos, él seguía durmiendo, sus mejillas levemente sonrosadas eran iluminadas por las primeras luces del alba, tenía una leve sonrisa dibujada en el rostro. Seguramente estaba teniendo un plácido sueño así que decidí no despertarle. Busqué mis ropas para quitarme el incómodo pijama de la noche anterior y silenciosamente me vestí para escabullirme a mi habitación sin antes dejar una pequeña nota en su escritorio.

“Gracias”

Cerré la puerta con cuidado de no hacer ruido y me dispuse a bajar las escaleras. La mañana era fría y en los pasillos todo parecía más oscuro y frío todavía. En cuanto bajé el segundo escalón me sentí adolorido, los recuerdos del día anterior me llenaron, me estremecí. Había sido horrible.

Supe que debía dar aviso a mis padres, en mi mente comencé a practicar las palabras que les iba a escribir en la carta. Sí, alguna vez le oí decir a mi tío que este lugar era conocido por castigar muy severamente a los estudiantes que no cumplían con las normas, pero esto era demasiado para mí. Pasé una mano tras mi cuello para acariciar mi espalda y me pregunté si debía volver o no a la habitación de Daemon ¿Podría él levantarse después de la paliza que le dieron? Seguramente no, había sido demasiado dura.

Me decidí en pasar a verlo después de clase y traerle los deberes, sería una buena forma de agradecerle, haría más que una simple nota sobre su escritorio. Volví a preguntarme cuál era la razón por la que me había ayudado, él había dicho que sintió el deber de protegerme pero eso no eran más que exageraciones para mí, un exceso de humildad y Daemon no parecía del tipo precisamente humilde. Él incluso daba un poco de miedo, tenía algo en la mirada que incomodaba y no me refería al extraño color de sus ojos, te hacía sentir inquieto, no solo a mí, sino a todos los que lograban sostener la vista sobre él por más de tres segundos, me había dado cuenta. Tenía algo...era como si encima de él cayera un manto inexplicable de oscuridad constantemente.

Él había dicho que estaba acostumbrado al látigo, que había escapado de un orfanato. Intenté imaginar lo terrible que se sentía ser abandonado a la suerte como seguramente había sido abandonado él, quizás esa era la razón de esa oscuridad que le rodeaba y que parecía asustar, pero yo no le temía, lograba ver más allá de ella y tenía que admitir que...

Inexplicablemente, me sentía atraído por esa oscuridad.

Sacudí la cabeza, estaba pensando demasiado y es que aún estaba confundido, todavía no terminaba de aceptar lo que había ocurrido ayer ¿Qué había pasado? ¿En qué momento el lugar en el que había querido estar toda mi vida se había transformado en una pesadilla, en tan solo un día? ¿En qué momento me había empezado a preocupar por un chico que estuvo a punto de golpearme a solo minutos de conocernos? ¿En qué momento ese chico había decidido defenderme?

« ¿En qué momento llegué a estar parado otra vez frente a su puerta? »Me percaté de ello cuando ya tenía la manilla bien sujeta. Reaccioné, la solté y sacudí mi mano en el aire como si hubiese tocado algo caliente.

   —No... —dije para mí mismo —. No  estás pensando.

Me quedé de pie frente a la puerta por algunos minutos, los necesarios como para darle tiempo a mi corazón para que bajase de mi garganta y volviese a su lugar, mi pulso había acelerado de solo pensar en que había estado a punto de entrar de nuevo a esa habitación ¿Y por qué me alarmaba tanto? Era pura y genuina preocupación por alguien que me había ayudado anteriormente, pero esta preocupación precisamente era lo que me molestaba. No debía, él estaría bien, él parecía de estos chicos que saben cuidarse solos, solo le causaría más problemas si volvía a entrar.

Di media vuelta y corrí hasta el pasillo para bajar las escaleras rápidamente, tenía tiempo, pero de pronto sentí la necesidad de alejarme de ahí, ir a mi habitación y olvidarme de todo lo que había pasado con una ducha fría. Cuando llegué al primer piso y salí de los dormitorios para cruzar el jardín, noté un par de sombras altas asomar entre una leve bruma y las vi caminar hacia mí. Temí lo peor, quizás eran guardias pero ya no podía evitarlos, estaba seguro que me habían visto. Desaceleré e intenté parecer natural, podía actuar como un estudiante que se había despertado más temprano de lo normal ¿no? Tragué saliva cuando estuve más cerca y noté que ellos no eran guardias si no sacerdotes, pero no pertenecían a nuestro convento, vestían túnicas blancas adornadas con piedras de diversos colores. Representantes del Obispo, pensé, soltando todo el aire que había estado conteniendo. Seguramente venían a hacerle una visita al director. Uno de ellos se aproximó.

   —¿Abel Hight? —preguntó clavando sus ojos oscuros sobre mí, mirándome de pies a cabeza, analizándome. Se me erizó el vello de la nuca y mis sentidos se alertaron, él sabía mi nombre ¿Quería hablar conmigo sobre lo que pasó a ayer? ¿Alguien había denunciado?  

   —Soy...yo — respondí tragando saliva, de pronto no me había gustado algo en la mirada de los ojos casi negros que inspiraban un poco de miedo.

   —Acompáñenos —dijo y me tomó bruscamente del brazo.

   —¡Oiga! ¿¡Qué está...!? —No logré terminar mi frase, callé cuando vi al otro hombre pasar por mi lado rápidamente y dirigirse hacia las escaleras. Tuve un mal presentimiento, un estremecimiento en mis entrañas me dijo que se dirigía a la habitación de Daemon.

   —¡Daemon! —grité con fuerza —.  ¡Daemon! ¡Cuidado! —El hombre que me tenía sujeto apretó con fuerza mi brazo en un intento por hacerme callar. Las persianas rojas de la habitación de Daemon se abrieron y vi su rostro aún dormido asomándose por la ventana, sus ojos se abrieron significativamente sorprendidos.

   —¡Aléjate de él! —Su grito se escuchó suave al chocar contra la ventana que golpeó—. ¡Aléjate de él, Abel! —algo en su tono me asustó. Intenté zafarme.

   —Tú vendrás conmigo.

   —¡S-Suélteme! —miré hacia arriba—. ¡Cuidado, Daemon! —grité casi al mismo tiempo que él desaparecía por la ventanilla, pero ya era tarde, el otro sacerdote ya había llegado a su habitación. Oí gritos, oí forcejeos y cosas rompiéndose mientras caían al suelo, vi la espalda de Daemon chocar contra la ventana cuando el hombre lo embistió contra ella e intentó agarrarlo, él intentó zafarse y lo golpeó en la cara. Habían comenzado una pelea.

   —¡No, no, no!  —grité, mi opresor estaba intentando arrastrarme junto a él. Era un hombre fuerte, el forcejeo también se dio entre ambos—. ¡Esto es un error! —Me quejé mientras intentaba escapar de su mano, él clavó sus uñas en mi brazo pero no me importó. Contorsioné mi hombro en un movimiento doloroso y logré escapar de él, corrí hacia la habitación de Daemon pero cuando subía los primeros peldaños vi como él bajaba hacia mí.

   —¡Agáchate! —gritó y mi cuerpo obedeció antes de que yo le diera la orden a mis rodillas de doblarse. Daemon estiró su brazo y oí el estruendo de su puño golpeando algo, el sacerdote del que había escapado hace unos segundos cayó al suelo tras de mí—. ¡Corre! —ordenó con voz agitada y seca mientras tomaba mi mano—. ¡Corre como si la muerte te siguiera, Abel! —Sus palabras me aterraron y mis piernas acataron. Salimos rápidamente del pasillo para llegar al jardín y nos adentramos en él sin pensarlo. Daemon era veloz y apenas sí podía seguir su ritmo. Sentía su mano temblar junto a la mía y su corazón palpitando que estaba a punto de estallar ¿O acaso era el mío?

Los jardines eran amplios y conectaban entre ellos, creando un confuso laberinto que sumado a la oscuridad de la mañana podía darnos una oportunidad para perderlos y escondernos. La poca luz que caía del cielo no alcanzaba a llegar lúcida entre las altas y colmas ramas de los árboles y arbustos, así que tuve que agudizar la vista para ver en la penumbra y no tropezarme con una piedra. Entramos al segundo jardín y pasamos por el medio de el sin problemas hasta llegar al tercero.  Mi respiración estaba agitada y la de él también, los jadeos se oían ruidosos y ásperos, llevábamos más de siete minutos corriendo sin rumbo y mis débiles piernas comenzaron a cansarse, perdiendo el ritmo. Los ojos de Daemon comenzaron desesperadamente a buscar una salida, oí gritos cerca de nosotros y supe que los sacerdotes no estaban lejos y no demorarían en encontrarnos si no hacíamos algo, la situación se hacía cada vez más agobiante. Nos encontramos de lleno con una muralla de piedra, habíamos llegado al límite, estábamos acorralados.

   —¡Allí! —dijo casi en un susurro para que no nos oyeran. Tambaleé y casi caí al suelo cuando Daemon se agachó sin soltarme de la mano aún, nos separamos y él comenzó a apartar un montón de hojas que había sobre el suelo. Un agujero en la muralla apareció frente a mí. Daemon me dirigió una mirada rápida y supe que él sabía a donde llevaba, volvió a tomarme del brazo y me obligó a entrar en él para luego entrar después de mí. El agujero parecía conectar con una especie de túnel, un túnel oscuro y largo, sin fin—. ¡Andando! —ordenó y sus manos me empujaron más fuerte. El espacio era suficiente como para avanzar gateando, la temperatura dentro era alta y  el sudor no tardó en cubrir mi frente por completo. El túnel estaba hecho de cemento deteriorado y viejo, parecía ser una especie de pasadizo secreto usado en alguna antigua época, creo que una vez oí a mi tío decir algo sobre pasadizos en el convento. Ahora lamentaba no haberle puesto la suficiente atención ese día. Recorrimos durante un largo rato, mi respiración poco a poco empezó a calmarse hasta volverse casi insignificante, el aire parecía faltar ahí dentro entre tanta oscuridad y estrechez, sofocándome lentamente. Pero estábamos seguros, eso es lo que importaba. Habíamos logrado escapar.

No sé cuánto tiempo estuvimos andando bajo esa espesa bruma tóxica, sentía cierta presión inexplicable sobre mí que me angustiaba de sobremanera, el polvo se metí en mi garganta y me hacía romper el silencio de vez en cuando con alguna tos involuntaria y molesta. Parecieron horas, debieron ser horas para que mis ojos que ya se habían acostumbrado a la oscuridad vieran un rastro de luz nuevamente filtrándose por las paredes del túnel, haciéndome sentir infinitamente alegre.

El respirar aire puro fue maravilloso. Apenas salimos del túnel un hermoso paisaje se mostró desnudo frente a mis ojos, los majestuosos álamos y robles infinitos parecían llevar las copas a lo más alto del cielo, mientras que las hojas verdes y coloridas daban una fresca sensación que me llenaba de vida al inhalar. Un río torrentoso de agua clara corría en la llanura y el sonar de las piedras que traía con él regalaba un relajante concierto. No conocía ese lugar, jamás había escuchado hablar de él y algo me dijo que quizás muy pocos lo conocían, era extenso y salvaje, lleno de vida. A lo lejos, una vieja cabaña yacía entre la hierba, la madera vieja y descuidada de la que estaba hecha se mezclaba perfectamente con el lugar. Estaba pasmado mirando el panorama hasta que la voz de Daemon me hizo regresar.

   —Tenemos que escondernos —Ahora parecía mucho más calmado—. Entremos a la cabaña.

   —¿Podemos hacer eso? ¿Y si alguien vive ahí? —Él soltó una pequeña carcajada.

   —Claro que podemos, vengo aquí desde hace más de dos años y nunca he visto a nadie en este lugar.

   —¿Conocías este lugar?

   —Si... —empezó a caminar hacia la cabaña y yo le seguí—. Nicholas me había hablado de los pasadizos secretos que había dentro del convento, él decía que antes este lugar era parte de una hacienda. El señor que gobernaba era un tirano sádico que maltrataba a sus hombres. La leyenda dice que los esclavos hicieron el túnel a escondidas que conectaba hasta las afueras para poder escapar —llegamos a la entrada, pero él no abrió la puerta—. ¿Quieres darte un baño? —preguntó, mirando hacia el río. Seis rocas que parecían haber sido puestas ahí a propósito cortaban la corriente y formaban una especie de poza. Casi como respuesta, una gota de sudor cayó por mi frente, la verdad era que estaba sucio, sudado y con muchas ganas de saltar al agua helada—. Este lugar está vacío, nadie va a verte —dijo, como queriendo reafirmar mis pensamientos—. Estaré dentro mientras tanto, no recuerdo la última vez que vine aquí así que quizá deba ordenar algunas cosas... —Y abrió la puerta en un movimiento brusco que hizo que algunas hojas secas cayeran desde el techo de la cabaña—. Disfrútalo... —soltó con una pizca de ironía en la voz antes de volver a cerrarla.

Pocos minutos más tarde estaba de pie frente al río, completamente desnudo. No iba a sentarme a pensar en si debía entrar al agua o no, estaba completamente seguro que lo que decía Daemon era verdad, nadie más que nosotros parecía haber pisado ese lugar en años, lo noté por la hierba irregular y larga que crecía en el suelo, por las aves salvajes que volaban sobre mi cabeza con graznidos agresivos, como queriéndome gritar que ese lugar era suyo y no mío, por la cantidad de árboles que delimitaban el lugar, haciendo parecer que esa cabaña y ese río eran un espejismo en medio de un bosque que parecía oscuro y encantado. Un escalofrío corrió desde mi pie izquierdo hasta mis hombros cuando ingresé al agua de la poza que parecía congelada, temblé un par de segundos antes de decidirme a sumergirme rápidamente en ella para luego apoyar mi espalda contra una de las rocas y quedarme ahí.

La sensación del agua metiéndose fría bajo mi piel me relajó inmediatamente. Levanté la cabeza hacia el cielo nublado e intenté buscar el sol, lo encontré  y por su posición noté que habían pasado varias horas ya, quizás eran las tres o cuatro de la tarde.

   —No puedo creer que estemos tan lejos... —dije para mí mismo. Mi estómago emitió un rugido y entonces recordé a mi madre, ella solía decir que Dios había creado al hombre tan perfecto que su cuerpo servía como un reloj. Mi estómago era en estos momentos un reloj y el hambre me indicaba que había pasado mucho tiempo desde la última vez que comí algo.

La puerta de la cabaña se abrió ruidosamente.

   —¡Voy a entrar! —oí la voz de Daemon gritar antes de atravesar el umbral y mis ojos se cerraron de golpe ¿Entrar? ¿Iba a entrar al río? ¡Pero yo estaba...!

Oí sus pasos muy cerca de mí y su ropa cayendo al suelo, para luego escuchar como su cuerpo se sumergía en el agua.

   —Eh, abre esos ojos.

   —¡Dijiste que ibas a estar adentro! —Los abrí y contuve el impulso por volver a cerrarlos. Sentí mi corazón golpeando contra mi pecho y mis mejillas enrojeciendo notablemente.

   —¿Qué pasa? ¿Te avergüenzas? —se burló y extendió sus brazos para apoyarlos sobre unas rocas. Observé su cuello y su pecho que se perdía bajo el agua, allí las cicatrices que tenía se veían mucho menos claras.

   —N-No es eso... —balbuceé y me obligué a apartar la vista—. Es solo qué...

   —¡Vamos, Abel! ¡Ambos somos hombres!

   —Lo sé...pero...

   —¿Entonces por qué tus mejillas están...?

   —¡Eso es obvio! ¡Nunca me había bañado desnudo junto a nadie! —interrumpí en un grito. Le vi quedarse serio unos segundos, sus mejillas se inflaron y luego, rompió en una carcajada—. ¿¡De qué te ríes!?

   —¡Estás todo rojo! —volvió a burlarse y mi enfado aumentó—. Vamos, tranquilízate, si quieres me voy ahora —hizo un gesto para levantarse.

   —¡No! —grité y le tomé del brazo antes de que lo hiciera. Mis ojos se movieron a otro lugar, lejos de los suyos y de su cuerpo—. N-no me molesta...solo me incomoda.

   —¿No es eso lo mismo?

   —No...

Un montón de agua salpicó a mi lado cuando él bajó nuevamente y se aproximó a mí en un movimiento rápido. La sangre dejó de correr por mis venas cuando sus dedos fríos tocaron mis mejillas.

   —Me gustan tus ojos, Abel, así que nos los apartes —dijo y su voz escapó como un solo hilillo suave que acarició mis oídos. 

Y los tuyos deberían asustarme...

Una de sus manos descendió con suavidad hasta mi hombro y  me estremecí como si esos dedos quemaran. Su boca se acercó más a mí y por un momento pude sentir otra vez esa respiración que me embriagaba, esa respiración que subió por todo mi rostro hasta toparse con mi frente, donde volvió a besarme.

Y otra vez sentí la condena de su beso.

   —¿Qué estás haciéndome? —balbuceé con la voz temblando.

   —Te ayudo a perder la vergüenza. 

No me refería a eso.


   —E-Es suficiente —De pronto, sentía como todo mi interior se estremecía—. Quiero salir.

   —Dejé unas toallas sobre la roca de allá —dijo sin aún apartar sus manos de mi mejilla y de mi hombro.

   —P-Por favor, voltéate —pedí, pero más se escuchó como una orden. Me soltó y se cubrió los ojos con las manos en un gesto infantil.

   —Anda, sal —me levanté con rapidez y corrí hacia una de las toallas que Daemon había traído, me envolví en ella y mi cuerpo pareció congelarse por el aire frío que lo golpeó—. Hay comida sobre la mesa, fue lo único que alcancé a tomar antes de salir de la habitación —dijo sin destapar sus ojos—. Creo que hay algo de harina, pero tardará hacer más y con este clima tendremos menos horas de luz que un día normal.

   —Está bien...—tuve que forzar la puerta un poco para poder abrirla. La cabaña no era muy espaciosa pero parecía inmensamente familiar y acogedora. Una cama junto a una mesa con un par de sillas, un horno de barro y una chimenea y algunos baúles en el suelo era lo único que había allí. La chimenea estaba encendida, corrí hacia ella y me acerqué al calor del fuego para reconfortarme y vestirme. Mi ropa estaba sucia, pero luego de ese baño todo parecía menos sucio de lo que realmente estaba. Me quedé quieto frente al fuego, observándolo. Mis músculos estaban demasiado cansados luego de las horas de viaje y el posterior baño que los relajó.

Al cabo de un rato, Daemon entró a la casa. Le vi asomar bajo el umbral con el cabello empapado y con la ropa pegándose a su piel. Se había vestido afuera. Se sentó a mi lado y me entregó un trozo de pan que no me molesté en rechazar. Comencé a comer en silencio.

   —¿Puedes ver las figuras en el fuego? —preguntó y me atraganté por la impresión. Tosí un poco.

   —Estaba justamente haciendo eso —expliqué mientras me golpeaba en el pecho para tragar mejor.

   —Lo noté —dijo y su mirada también se perdió en las llamas que desprendían de la madera ardiendo. Sus ojos tomaron un color más claro cuando vi el fuego reflejado en ellos que observaban las llamas con cierta fascinación. Me pregunté qué clase de figuras estaba viendo ahora mismo.

Pero había cosas más importantes que preguntarse.

   —¿Quiénes eran?  —pregunté lo que había estado rondando en mi cabeza durante todo el día. Él no pareció escucharme, solo guardó silencio con los ojos sangre pegados al fuego—. ¿Quiénes eran esos hombres? —repetí y alcé un poco la voz.

   —¿Tan interesado estás en saber?  —dijo y una llama explotó dentro de la chimenea. No respondí, él ya sabía mi respuesta—. Eran hombres relacionados con el vaticano.

¿Qué?

   —¿¡Vaticano!? —exclamé y mi grito hizo que él apartara la vista del fuego para fijarla en mí—. ¿¡Qué hacían hombres del vaticano en el convento!?

   —No lo sé —dijo y se llevó las manos a la cabeza en un gesto de confusión—. Pero el orfanato donde yo viví antes de llegar aquí es perteneciente a una red de hogares del vaticano y esos hombres venían allí de vez en cuando, eran algo así como los jefes. Los reconocí por las túnicas.

Y entonces, vi algo que me hizo estremecer. Él corrió la vista y sus ojos se posaron sobre el piso, un gesto que nunca creí ver en él ¿Qué era?

Esos ojos me parecieron infinitamente tristes.

   —¿C-Cómo era el orfanato? —negué con la cabeza mientras hacía esa pregunta. No debí haber hablado.

   —Escapé de ahí cuando era muy pequeño, nunca antes alguien había logrado fugarse...

   —¿Por qué huiste? —Sus ojos volvieron a subir hasta los míos y me lanzaron una mirada amenazante.

   —No sabes los abusos que ocurren allí —Yo no pude sostener su mirada y mis ojos corrieron hacia otra parte, vi como su puño se apretaba hasta el punto de lograr que todos los huesos de su mano tronaran al unísono.

   —¿Qué...Qué clase de abusos? —pregunté casi en un susurro y sin darme cuenta me moví un poco para acercarme a él.

   —Lo de siempre... —Su voz se oyó ajena y distante a lo que me estaba contando, pero supe que era un desinterés fingido—. Ellos...torturan y les gritan a los niños desde que son muy pequeños y... —hizo una pausa y respiró como si de pronto le faltara el aire.

   —¿Sabes si allí los forzaban a...?

   —Sí —interrumpió.

   —¿Y a ti?

   —Eso ya no importa, Abel —su voz escapó ronca y con esta frase cerró la conversación. Su rostro se volvió de pronto, sombrío. Había en él una soledad oscura e infinita que parecía devorarlo poco a poco. Yo hasta ahora no sabía nada de esto, no sabía nada de él y ahora él parecía mostrarme su verdadera cara. El verdadero Daemon no reía, él estaba muriendo por dentro.

Hubo otra instancia de silencio absorbente. Oí a un búho ulular afuera y supe que la noche bajaría pronto, el viento sopló fuerte y tenaz contra la ventana, como queriendo reafirmar mi pensamiento.

   —Esos hombres... —volví a hablar para romper el silencio—. Ellos sabían mi nombre ¿Por qué?

   —¿Tu nombre? —preguntó notablemente sorprendido—. ¿Cómo pueden saberlo?

   —No lo sé, en un principio creí que era a mí a quién querían.

   —Hablaremos de eso mañana —sentenció—. Debes estar cansado, anduvimos por ese túnel durante horas, el convento está muy lejos —Se puso de pie y me hizo un gesto con la cabeza para que yo también me levantara, obedecí—. Además está oscureciendo, es mejor que duermas.

Me molestó el hecho de que no respondiera a mi pregunta pero lo que él decía era verdad, estaba realmente cansado. Le seguí hasta la cama y me pregunté que si el dormir siempre en el mismo lecho sería una especie de maldición que caía sobre nosotros. Me recosté y él amablemente me acurrucó con las cobijas, luego se recostó a mi lado, fuera de ellas.

Comenzó a acariciar mi cabello, que parecía completamente dócil entre sus dedos.

   —¿Sabes? No soy un perro para que estés acariciándome de esa forma... —protesté en un bostezo.

   —Abel sería el perfecto nombre para un perro —Me sentí levemente ofendido, pero su otra mano bajó hasta mi hombro para masajearlo, quitando con ello todo rastro de enojo. Estaba demasiado fatigado—. Duérmete ya.

Cómo si sus palabras fuesen órdenes, cerré los ojos y no demoré en caer dentro de un insondable sueño.

Desperté estremecido en mitad de la noche, con un mal presentimiento. Estaba todo oscuro y el silencio reinaba entre las sombras. La luna estaba ausente, tapada por las nubes que no dejaban pasar siquiera un rastro de luz de las abundantes estrellas que no lograba ver. Torpemente, como si estuviese ciego tomé entre mis manos el rostro de mi compañero que se hallaba dormido junto a mí. Me alegré de sentir sus mejillas entre mis dedos y saber que no estaba solo. Expulsé todo mi temor en un hondo suspiro  y me dispuse a seguir durmiendo. Pero antes de volver a cerrar los ojos, sentí la respiración de Daemon agitarse rápidamente. Parecía que estaba teniendo una pesadilla, lo sacudí un poco para despertarle, pero no funcionó. Tropezando, logré llegar hasta la mesa donde me había parecido ver una vela y al encenderla con las últimas brasas de la chimenea pude observar lo que estaba pasando. Su respiración se transformó de pronto en gemidos y volví a acercarme, tomé su rostro entre mis manos nuevamente y toqué su frente. Estaba ardiendo.

   —¡Daemon! —Le sacudí un poco más fuerte, en vano—. ¡Daemon despierta! —La angustia me envolvió, sabía perfectamente lo horrible que se sentía estar atrapado en una pesadilla. Desde pequeño las tenía, sueños en los que una oscura silueta me perseguía con el afán de asesinarme. Muchas veces, sabiendo que estaba dentro de la misma pesadilla otra vez intentaba despertar, pero quedaba atrapado en mis alucinaciones.

   —¡Por favor! —La temperatura de su cuerpo descendió bruscamente y sin razón, como si de pronto le hubiesen lanzado un balde de agua helada encima. Empezó a temblar y de su pecho comenzaron a correr pequeñas y tenues gotas de sudor frío. No despertaba por más que le sacudiera, él seguía gimiendo y quejándose dentro de su sueño. De pronto, de sus gemidos escapó una palabra.

   —Caín... —balbuceó entre respiraciones ahogadas.  

   —¿Caín? —Le grité—. ¿¡Estás bromeando!? —Le sacudí aún más fuertes por los hombros, su cuerpo se estremecía cada vez más, quizás por frío, quizás por el terror—. ¡Despierta! ¡Daemon! —En su rostro se dibujó una mueca horrorizada, parecía estar luchando contra algo mientras repetía ese nombre una y otra vez.

   —Caín, Caín, Caín....

Toqué la cúspide de la desesperación.

   —¡Despierta, Caín! —grité tan fuerte como pude, en un arrebato inconsciente que me llevó a cubrirme la boca apenas dejé escapar ese grito. Pero había funcionado, Daemon despertó notablemente exaltado. Su respiración entre cortada, sus ojos perdidos en algún lugar al que yo no tenía acceso parecían dormidos aún a pesar de estar abiertos. Fue como verle dormido estando consiente, como si la persona que tenía junto a mí estuviese en otra parte, lejos. Sus ojos se movieron lentamente hacia mí y logré ver miedo en ellos, un miedo que se transformó en lágrimas que cayeron sin control por sus mejillas, que esa noche se veían más pálidas que nunca.

   —¿Estás bien? —estaba arrodillado frente a él, con mis manos sobre sus hombros para intentar sostenerlo. Abrió la boca para responder, pero de allí no salieron palabras—. Todo pasó —dije al notar que él no podía hablar e intenté abrazarle, pero cuando mis brazos iban a rodear su cuello, él me empujó y se apartó bruscamente.

   —Aléjate —ordenó con la voz reseca en su garganta. El miedo de sus ojos había desaparecido, ahora me miraban rabiosos.

   —¿Qué tienes, Daemon? —volví a acercarme y tomé una de sus manos.

   —¡Nada! —gritó y se llevó la mano libre al cabello para tirar de él, como si quisiera arrancarlo.

   —¿¡Qué estás haciendo!? —intenté detenerle, pero él tiró de mi brazo para soltarse, me levantó por los hombros y me empujó contra una muralla, apresándome contra ella. Sus ojos oscurecieron en una mirada amenazante y elevó su puño sobre mí. Cerré los ojos, iba a golpearme.

Oí el fuerte golpe contra la muralla y cuando abrí los ojos nuevamente, observé con horror el notable agujero que había dejado en la madera.

Todo mi cuerpo tembló por el miedo, pero tuve el valor para retenerlo. Intenté otra vez tomar su mano, pero sus brazos volvieron a embestirme y se levantaron sobre mi cuello. Tardé en notar la sensación de asfixia y llevé mis manos a las suyas para intentar quitarlas. El color de sus ojos parecía más intenso, parecían odiarme. Otra vez, me pareció estar frente a otra persona. Este no era Daemon, no el que había estado observando el fuego conmigo hace unas horas atrás, no el que me ayudó a escapar del convento. No, éste era otro.

Empecé a sentir la falta de oxígeno, mi cabeza comenzó a doler, dejé de escuchar claramente y la sequedad en mi garganta me obligaba a toser para intentar recuperar algo de aire, pero apenas podía hacerlo. Los esfuerzos por apartar sus manos de mí eran inútiles, él era fuerte, demasiado.

   —Dijiste que debías protegerme —dije en mi último esfuerzo.

Mis palabras parecieron hacer efecto. Sus ojos se abrieron sorprendidos e inspiró una bocanada de aire como si estuviese despertando de un sueño. Me soltó rápidamente y mientras caía al piso, fui retenido por sus brazos fuertes que me recibieron temblorosos, devolviéndome así la vida. Me reincorporé a medias, mareado, asustado y tosiendo y caí arrodillado, estrellándome contra su pecho cuando intenté ponerme de pie. Él se quedó inerte, quieto en su lugar.

   —A-Abel... —balbuceó nervioso. Yo alcé la mirada hacia él y sonreí, esta era la señal de que estaba bien y lo suficientemente confundido aún como para no asimilar todavía lo que acababa de pasar. Sus ojos se llenaron de lágrimas que se quedaron estancadas en sus párpados. Me abrazó de pronto, estrechándome entre sus amables brazos—. Abel...lo siento —susurró con la voz temblorosa por algo que percibí como temor.

Yo estaba asustado ¿Acaso él también lo estaba?

   —No importa...ya pasó —dije, fijando mis ojos en los suyos mientras que con una de mis manos intenté quitar las lágrimas, soltándolas y haciéndolas caer por su rostro angustiado. Luego, con la yema de mis dedos húmedos, acaricié sus labios y me acerqué para besarle muy cerca de ellos. No entendía, no lograba comprender lo que había pasado por su mente esta vez, no lograba comprender lo que ocurría conmigo, pero eso no importaba ahora.

Me mantuve abrazado a él sin soltarle. Ambos necesitábamos calmarnos.

Quizás fue por lo que él balbuceó en su pesadilla, pero la historia de Caín y Abel relatada en la biblia llegó a mi cabeza y llegué a una conclusión:

Abel estaba dispuesto a perdonar a Caín, estaba dispuesto a perdonarle incluso si él le regalaba la muerte.

Notas finales:

:3 ! Espero que les haya gustado! 

Si encuntran una falta, avísenme. Suelo comerme letras a veces por escribir muy rápido xDDD (Y a veces se me cambian las palabras :( xDD) 

¿Críticas? Comentarios? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Saludos! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).