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Apuestas En La Casa De Leo por ghylainne

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Ikki se dirigía al Templo de Virgo, y no tenía la menor idea de lo que iba a hacer. Aparte de que Shaka estaría entrenando a Shun y los iba a interrumpir. Quién le mandaría hacerle caso a Saga. Podría haberlo echado a patadas del Templo de Leo y ahora estaría entrenando tranquilamente con su nuevo maestro, o más bien recuperándose ambos de la borrachera.

Mientras pensaba en todo eso ya estaba en la puerta del Templo. ¿Por qué estaba tan nervioso?

— Porque esto es una locura — se respondió en un susurro mientras entraba.

Buscó al guardián de Virgo, hasta que vio las puertas del jardín de los sales gemelos abiertas, y oyó unas risas. Shun y Shaka estaban sentados en la hierba, charlando tranquilamente.

— Hola — saludó el Fénix.

— ¡Ikki! ¿Qué tal tu cabeza? — preguntó divertido Shaka.

— ¿Mi cabeza?

— Shun me ha contado lo de anoche.

— ¿Anoche?

El Fénix estaba temblando. Shaka no podía descubrirlo todo tan pronto, Shun no podía habérselo dicho... El pobre ya se veía de vuelta por los infiernos, o sin sentidos, o todo a la vez, y lo peor de todo era que Virgo le caía bien.

— Creo que te pasaste de copas.

— Sí, eso parece — respondió el peliazul lanzándole una mirada asesina a su hermanito por el mal momento que le había hecho pasar.

— Yo... Creo que dejé algo en el fuego — dijo Shun, y salió lo más rápido que pudo. No quería estar allí para ver lo que pasase.

— ¿Querías algo?

El rubio se levantó y se acercó a Ikki, con lo que su nerviosismo sólo aumentó. Y para colmo aquellos ojos, que últimamente siempre llevaba abiertos, se clavaban en los suyos reclamando una respuesta.

— Pues... — el rubio se sacudió unas briznas de hierba de la túnica— , nada en especial.

“Así no vamos muy lejos”, se dijo, “no puedo hacer esto. ¡Al diablo con la apuesta! Eso le gustará a Hyoga... ¡No! ¡Ese no se burla de mí!”

— ¿Ah no?

Ikki tragó saliva. ¿Era cosa suya o el rubio parecía decepcionado? “Piensa en algo, Ikki, lo que sea”.

— ¿Tienes algún libro que dejarme? Algo sobre el budismo, me parece un tema muy interesante — añadió con una sonrisa que se esforzó porque fuera seductora, aunque Shaka lo miró raro.

— Claro, te buscaré uno.

El rubio salió del jardín pensando en lo raro que se estaba comportando Ikki, porque le había parecido que aquella sonrisa no era la de un amigo, había sido... ¿sexy?

Ikki suspiró de alivio y siguió a Shaka. Aquello era más complicado de lo que parecía.

 

 

Aioria salió de la ducha y empezó a vaciar su armario en busca de algo que ponerse. No algo normal. Si tenía que conquistar a Shura, mejor lucir bien. La apariencia era muy importante, es lo que Afro decía siempre. Pero el león no encontraba lo que buscaba. Harto de probar ropa, eligió su favorita, vaqueros y una camisa azulada, y salió camino de Capricornio.

Fue recibido por algo que hizo impacto en su cabeza y a punto estuvo de mandarlo escaleras abajo.

— ¡Lo siento! — Shura se acercó corriendo y lo ayudó a levantarse— . No te había visto, Aioria, lo siento mucho.

— ¿Qué es esto?

El león tenía en la mano la prueba del delito, un balón de rugby.

— Estaba practicando. Alde, Masky, Kanon y yo hemos desafiado a los de Plata, pero siempre nos ganan y... No importa — se detuvo al notar que Aioria lo miraba como si fuese un bicho raro.

De hecho, el león estaba a punto de dar vuelta. De pronto aquello no le parecía una buena idea. Estaba delante de una cabra loca en el sentido más literal de la palabra.

— ¿Y no necesitas a nadie para practicar? — le dijo en un tono sexy apoyando el balón en el pecho de Shura.

— Pues es mejor, sí — no se había enterado de nada— , pero están todos ocupados.

Aioria no se dio por vencido.

— ¿Quieres que te ayude? — dijo en el mismo tono.

— ¿De verdad lo harías? — Aioria asintió con un movimiento sexy que le había visto a Milo— . Eres un buen amigo — cogió el balón y se internó en el Templo.

El león se quedó donde estaba. Su amigo no podía ser tan lento como para no darse cuenta del ridículo que estaba haciendo intentando comportarse como un seductor.

— Ven, aquí tenemos sitio para unos pases.

Aioria suspiró resignado y siguió a Shura, deseando que alguien le diese unas cuantas lecciones a la cabra.

 

 

Horas más tarde, ya en Leo, Ikki hojeaba el libro que le había prestado Shaka, pensando que interesarse por lo que le gustaba al rubio no era tan mala estrategia. Además, estaba seguro de que había notado “algo”.

Dejó el libro a un lado al notar que Aioria se dejaba caer en un sillón.

— ¿Como te ha ido? — preguntó el mayor.

— Me ha prestado un libro — se lo enseñó— , no fui capaz de decirle otra cosa. ¿Y a ti como te fue?

— Fatal. No se ha dado cuenta de nada y me ha tenido todo el tiempo jugando al rugby — Ikki levantó una ceja, divertido— . No me mires así que no tiene gracia. Estoy agotado.

— Esto no es fácil — se quejó el Fénix.

— A quién se lo dices.

Los dos pensaron que las dos semanas iban a ser muy largas.


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