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Apuestas En La Casa De Leo por ghylainne

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Notas del capitulo:

Holas otra vez. Ya sé que voy muy rápido, pero lo tengo todo en mi cabecita y sólo tengo que escribirlo.

Aphrodita, la culpa es tuya ^-^ ahora no puedo quitarme la historia de la cabeza.

Espero que les guste.

Mientras Aioria se desahogaba en Piscis, Ikki llamaba por teléfono para reservar mesa en un restaurante del pueblo para San Valentín. Ni él ni Aioria habían conseguido una cita, pero se dijo que era mejor ser precavido. Si esperaban, después no podrían encontrar sitio. De hecho, planeaba pedirle la cita a Shaka ese mismo día, antes de que el rubio se asustara demasiado, porque ya había empezado a evitarle.

No podía negar lo mucho que disfrutaba con la compañía de Shaka, y no sólo porque se divertía al notar su nerviosismo, sino porque tenía un buen carácter, daba gusto conversar con él y siempre era amable. Además, Shun lo apreciaba mucho, y eso ya era algo que el Fénix valoraba.

Pero... si pudiera elegir, ¿de verdad querría una cita con Shaka? No estaba seguro. Lo apreciaba, sí, pero eso no era suficiente. No para él.

Suspiró y salió camino de Virgo.

 

 

Shaka le explicaba a Shun técnicas de meditación (muy propio de él ^-^). Y debía de funcionar, porque estaban tan concentrados que no se dieron cuenta de que Ikki se había acercado a ellos.

— ¿Puedo hablar contigo, Shaka?

Eso sobresaltó a lo otros dos, que dieron un salto en el sitio.

Shaka empezaba a mosquearse de que el Fénix pasara tanto tiempo en su Templo en lugar de entrenar con Aioria, pero era demasiado educado como para decírselo.

— Sí, claro, discúlpanos un momento, Shun.

Salieron del jardín y se quedaron junto a la puerta, donde Shun no pudiera oírlos. Y el de Andrómeda se dio la vuelta tan pronto se alejaron. No quería verlo, por si acaso.

— Verás, quería saber si aceptarías ser mi cita de San Valentín.

Shaka abrió los ojos de par en par. Él no era tan lento para estas cosas como Shura, y la actitud de Ikki de los últimos días no le había pasado desapercibida, pero no se esperaba que le fuera a pedir una cita. No sabía qué decir. Ikki no le gustaba, eso seguro... ¿verdad? Entonces, ¿por qué dudaba?

— Me encantaría.

— Genial. Nos vemos más tarde.

 

 

Cuando por fin se calmó, Aioria salió de su cuarto en busca de algo que comer. Se preparó un sandwich y se lo comió mientras hacía zapping en la tele. Seguía deprimido, ni siquiera Shura y Afro, que se habían quedado un rato con él, habían conseguido animarlo. Le hubiera gustado hablar con Aiolos, pero estaba ocupado con Saga atendiendo las obligaciones del Patriarca.

— Que asco de apuesta — susurró.

En ese momento Ikki entró con una sonrisa triunfal y se sentó junto a él. Aioria lo miró intrigado.

— ¿Qué tal te ha ido, esclavo? — puso énfasis en la última palabra.

— ¿Se lo has pedido?

Ikki asintió con la cabeza.

— Y ha aceptado.

— Vaya — Aioria no sabía que otra cosa decir. No le hacía gracia que Ikki fuese a tener una cita con Shaka, aunque sólo fuera por una estúpida apuesta. Y ahora, además, tenía que controlar sus celos— . Enhorabuena.

— Gracias — se giró hacia él— . ¿Desde cuándo vas a estar a mis órdenes? — preguntó sin dejar de sonreír. Esa sí que era una buena perspectiva: hacer lo que quisiera con Aioria durante todo un mes.

Aioria levantó una ceja. ¿Tanto le divertía tenerlo como esclavo? De todas formas, no estaba de humor.

— ¿Qué te parece mañana? Ahora tengo cosas que hacer. Si me disculpas — y sin decir nada más salió de Leo hacia el Templo del patriarca. Necesitaba hablar con Aiolos, y le daba igual lo que Saga pudiera decirle.

— Aioria.

Pero el león ya había salido y no lo oyó.

Ikki no sabía muy bien lo que había pasado. Estaba casi seguro de que le había mentido. ¡Si estaba viendo la tele! Nada de cosas urgentes ni ocho cuartos. ¿Se había ido por algo que había dicho? Aquello no era normal. Aioria siempre estaba alegre, bueno, menos por lo de Marin, pero aún así era muy raro verlo con esa cara de desconsuelo que no había podido ocultar. Porque no podía ser que estuviese celoso, ¿o sí? Se le aceleró el corazón. Ahora sí que la habían hecho buena. Aiolos los iba a matar, a veces era demasiado protector. Pero ¿celoso? No se lo acababa de creer. Aioria celoso. Claro que a lo mejor sólo eran imaginaciones suyas.

— Y un cuerno — susurró abriendo la puerta de su cuarto— . No son ideas mías, seguro — suspiró— . Maldita apuesta — dijo dando un portazo.


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