Habían pasado dos días e Ikki se moría del aburrimiento. Aioria vagaba de un lado a otro con cara de muerto viviente cumpliendo dócilmente las órdenes de su amo, pero así no tenía gracia. Ikki esperaba que gritara, protestara, que hiciera algo más que murmurar un débil asentimiento. Y para colmo, lo ignoraba. ¿Pero qué le habría hecho él para que no le dirigiera la palabra más de lo indispensable?
Lo contempló ir y venir durante un rato, recostado en el sofá, dándole órdenes absurdas, como que limpiara, recogiera sus cosas, cocinara... Esperaba que aquello fuese más divertido, pero la cara de Aioria no lo animaba a nada más, era como si se contagiara de su depresión.
Por su parte, Aioria estaba completamente hundido. No dejaba de pensar en que Ikki estaba enamorado de Shaka. Tanto Aiolos como Afrodita habían tratado de convencerlo de que en realidad no tenía ninguna prueba, que todo era por conseguir aquella estúpida cita. Afro incluso había insinuado que a Shaka le gustaba Shura. Pero Aioria estaba demasiado deprimido como para creerlos. Así que se dedicó a cumplir las órdenes de Ikki, aunque no prestaba mucha atención a lo que hacía. Tanto le hubiera dado hacer una cosa que otra.
— Esclavo, tráeme algo de beber — pidió Ikki a un Aioria que terminaba de ordenar el cuarto de Ikki. El león murmuró algo y se fue a la cocina
El Fénix lo miró un momento. Empezaba a estar harto de tanta docilidad.
— Me aburro — dijo yendo tras él.
— Lo siento, yo...
— No te disculpes y ven — dijo tomando su vaso y dándole otro a Aioria.
— Pero...
— Eres mi esclavo — le soltó el Fénix— , yo me aburro, y tú me vas a distraer, así que no protestes — iba a averiguar qué demonios le pasaba, por las buenas o por las malas.
En Géminis, Saga también estaba a punto de morir, pero asesinado por Aiolos. El gemelo se escondía detrás de su hermano mientras Mu intentaba evitar que el centauro hiciese algo de lo que se pudiese arrepentir más tarde.
— ¡Yo te mato! — gritaba Aiolos señalando a Saga.
— Vamos, cielito...
— ¡Te mato! — repitió— . No sabes como está Aioria, y todo por tu culpa.
— Pero...
— ¡Cállate! — Mu intentaba sujetarlo, mientras Saga se escondía más. Cuando Aiolos se enfadaba temblaba todo el Santuario— . No tienes ni idea de lo que está sufriendo y es tu culpa, por animarlos con la apuesta. ¡Cretino!
— Aiolos, por favor — suplicó el carnero.
— Te lo advierto — continuó señalando a Saga con el dedo— , como esto le haga daño te las verás conmigo.
Y salió del Templo a grandes zancadas, echando chispas y con una vena hinchada en la frente.
Ikki obligó a Aioria a sentarse y luego hizo lo mismo frente a él.
— ¿Qué rayos te pasa conmigo? — lo interrogó.
— ¿Pasarme?
— Sí, me evitas, y llevas así desde que te dije lo de Shaka.
— ¡Shaka! — Aioria dejó el vaso con fuerza en la mesa, sorprendiendo a Ikki— . ¡Siempre sales con Shaka! ¿No tienes otro tema de conversación?
— Aioria — Ikki nunca lo había visto así. Celoso. Porque no había otra explicación. Aioria estaba celoso de Shaka— . Sólo era una apuesta — trató de explicar.
— Díselo a quien le importe.
Aioria se iba a su habitación, pero Ikki lo agarró del brazo y le hizo dar la vuelta.
— No te habrás enamorado de mí, ¿verdad?
— ¿De ti? — estaba en semejante estado de alteración que no notó la mirada anhelante de Ikki— . Por supuesto que no — lo miró como si quisiera desafiarlo a contradecirlo— . Ahora, si me disculpas, me voy a dormir.
Ikki lo soltó y dejó que se fuera. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Confesarle que él si lo amaba? No, no podía. Estaba demasiado celoso para creerlo.
— Maldita sea — susurró encerrándose en su cuarto. Tal vez todo aquello no había sido una buena idea.