Por fin había llegado el día.
Shaka se levantó bastante nervioso. En realidad, apenas había dormido. La perspectiva de cenar a solas con Ikki resultaba agradable, pero el que fuese romántica ya no lo era tanto. Y el pensar en ello sólo conseguía aumentar su nerviosismo. Nerviosismo que aumentaba todavía más a medida que se acercaba la hora de la cena.
Le había dado el día libre a Shun, así que estaba solo. Intentó meditar un rato, pero la imagen de cierto peliazul no hacía más que distraerlo. Buscó un libro, pero cuando leyó el mismo párrafo por quinta vez sin enterarse de nada, lo cerró. Paseó por el Templo, se dio un baño y se fue a vestir.
No tenía la menor idea de qué ponerse, pero se fijó en la ropa colgada detrás de la puerta: traje claro y camisa oscura. Sin corbata. Shaka se preguntó de dónde habría salido, porque suya no era. Tenía un corte exquisito y la tela era de primerísima calidad. Entonces vio la nota.
“Maestro:
Le he pedido a Camus un traje para la cita de esta noche. Creo que será su talla.
Shun”.
Shaka no pudo evitar sonreír por el gesto de su alumno. Se vistió y se miró al espejo. No era vanidoso, pero tenía que admitir que sentaba estupendamente.
En Leo se encontró con un Ikki vestido de negro, corbata y camisa de un tono más claro que el traje. Ese también sentaba de maravilla, y Shaka se sonrojó cuando aquella visión celestial se acercó y le desabrochó un par de botones de la camisa (sí, la abrochó hasta arriba).
— Así está mejor — sonrió— . ¿Nos vamos?
El rubio asintió y salieron del Templo, mientras un triste Aioria los veía marchar, dispuesto a pasar la noche de San Valentín solo, viendo la tele y comiendo palomitas.
El restaurante era pequeño y la comida excelente. Charlaron del Santuario, de Japón, de sus compañeros, de todo lo que se les pasaba por la cabeza. Para el postre, Ikki pidió una botella de champán.
— Por nosotros — dijo levantando su copa.
Shaka correspondió al brindis con una sonrisa. El alcohol comenzaba a hacer efecto.
— ¿Damos un paseo por la playa? — propuso Ikki.
— Buena idea.
— ¿Te he dicho lo bien que te queda la ropa? — preguntó un sonriente Fénix.
— No tan bien como a ti — respondió un desinhibido Shaka a base de alcohol— . Por todos los dioses que nunca había pensado que eras tan sexy.
Ikki no pudo evitar reír. El nervioso Shaka al que había tratado de conquistar parecía querer cambiar los papeles.
— Sí — continuó poniéndose frente a él y apoyando las manos en su pecho— , eres terriblemente sexy.
Y le plantó un beso en los labios al que Ikki dudó en corresponder, pero ¡qué diablos!, era su cita. Ikki lo acercó un poco más, acariciando la melena dorada de Virgo con una mano y abrazando su cintura con la otra. Los brazos de Shaka ya se habían cerrado alrededor del cuello de Ikki, que le mordió el labio antes de separarse.
— Creo que deberíamos volver — susurró— . Es un poco tarde.
Shaka asintió en silencio, pero enlazó su mano con la del peliazul. Se sentía un poco mareado, y no sólo por el vino de la cena. Era como si algo dentro de él se expandiera por todo su cuerpo y lo llevara a actuar de una forma que normalmente no haría. Pero era mejor hacerlo mientras se atreviese.
Subieron las escaleras a Leo todavía cogidos de la mano, sin darse cuenta de que Aioria los había visto entrar desde la cocina.
Ikki lo acompañó hasta la salida, y el rubio se soltó.
— Gracias por una noche maravillosa — le susurró al oído antes de besarlo de nuevo, para horror de Aioria, que parecía haberse convertido en un iceberg siberiano.
Ikki se separó con suavidad.
— De nada — y le dio otro beso, luego lo soltó— . Buenas noches.
— Buenas noches — se despidió y subió las escaleras rumbo a su Templo.
Ikki se quedó allí un momento, sin saber por qué había besado a Shaka, pero con una gran sonrisa.
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Espero que no haya quedado muy empalagoso. Escribir escenas románticas no es lo mío.
Nos leemos en el próximo Cap.