El partido había acabado y los muchachos se dirigían a los vestuarios. Una victoria más y un peldaño menos para llegar a alcanzar su sueño. Todos los jugadores de la liga juvenil japonesa estaban celebrándolo, todos menos uno, que intentaba pasar desapercibido. Su cabeza y su cuerpo habían decidido no coordinarse en los últimos días. Aunque debería estar agotado después de semejante paliza, una parte de su cuerpo estaba más excitada de lo acostumbrado. El número once de la selección se dirigió hasta la ducha. Si eso le vendría bien una buena ducha de agua fría que bajara su excitación. Al principio había achacado el “problema” a la adolescencia pero ahora se daba cuenta de que lo que en verdad le excitaba eran esos escasos toques de los que era merecedor tras meter un gol, o ayudarle a meter uno. Con estos pensamientos abrió el grifo mientras deseaba con todas sus fuerzas que el agua se llevara algo más que su sudor.
Sus compañeros se unieron a él. Lo cual no podía ser bueno, ya que si con un simple toque se excitaba como iba poder contenerse cuando estuvieran a solas. Algo extraño sucedió todos se marcharon dejándoles a solas. Esos fuertes brazos le sujetaron por la cintura y recostó su cabeza en el hombro. Había vuelto a suceder, su excitación había desobedecido la orden de no crecer.
-¿Qué te pasa?.- Como contestarle “te amo” a tu mejor amigo cuando sabes que este es heterosexual.
-Nada.- Mentira, eso es lo único que podía decir una mentira.
-No sabes mentir.- Tomo la excitación de su amigo entre sus manos y comenzó a acariciarla.- ¿Es por esto Tommy?.- El aludido tuvo que apoyar sus manos en la pared para poder mantener el equilibrio.-Abre las piernas o te dolerá.- El susurro en su oído le dejo desorbitado y más cuando fue acompañado con un mordisco en la oreja.- Voy a cumplir tus deseos.
Giro a su compañero para mirarle a los ojos, esos ojos de miel que le volvían loco. Sin avisar tomo su boca. Un violento beso y una lengua que se abría paso a sus entrañas. Unos ojos abiertos de par en par, una confusión. Sus muñecas aferradas contra la pared por otras mucho más fuertes que las propias. Inmovilizado, así estaba con una pierna ajena que se interponía entre las suyas. Intentos desesperados por soltarse.
-A quién esperabas, ¿a Oliver quizás?.- Un lametazo en la cara que engullo el agua salada que escapaba de sus ojos. Súplicas que eran calladas por besos. Dolorosos mordiscos que dejarían marcas por días. Una lengua que acariciaba su cuello y su piel. Otra piel que quemaba la propia.
-¿Por las buenas o por las malas?. Por las malas.- Tom sintió una fuerza que le obligo a cambiar de postura. Sintió su cara contra la pared, sin poder huir, sin poder gritar.
-Pporfa ¡aaahhhhhhhhh!.- De una sola embestida, así fue como le arrebataron su inocencia, con un solo pero certero golpe. Más lágrimas rodaron por sus mejillas rojas por el dolor, la cólera y la vergüenza. Sintió que su cuerpo era golpeado contra el frío azulejo que recubría las duchas una y otra vez, mientras el agua y la sangre huían por el desagüe junto con su virginidad. Ya no quedaba nada solo esperar. Sin más lucha, la rendición había sido la única salida para dejar de sufrir. Sin lágrimas, estas ya se habían agotado. Sin esperanza. De repente sintió como su interior se llenaba de una sustancia viscosa, su estomago se revolvió necesitaba vomitar, pero no podía. Ya no podía hacer nada. Ni llorar, ni suplicar, ni luchar.
Solo al apartarse se dio cuenta de la imagen que tenía en frente. Lo había girado para poder ver su rostro; pero al hacerlo comprendió el horror que acababa de perpetrar. Salió de allí corriendo intentando huir de su propia conciencia. Deseando olvidar a ese muchacho que ahora yacía en el suelo de las duchas completamente vacío; porque junto a la sangre y al agua, su propio ser se había marchado.