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Algo más que Voleyball por Chiru Less

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Notas del fanfic:

Los personajes y el manga de Haikyuu! no me pertenecen, son obra de Haruichi Furudate.

 


Hinata Shoyo tenía, en esos momentos, emociones que cualquiera podría describir como ambivalentes, pero que él no sabía definir. Sentía una ansiedad extraña, como la que se siente cuando ves algo íntimo que no tendrías que estar viendo, algo privado, algo de lo que no podías participar porque sobrabas, y eso le extrañaba. No lo entendía.

 

No entendía por qué una pequeña contienda de vóley a medianoche lo hacía sentir así.

 

A su vez, le hacía sentir la euforia que sólo ver el balón volar y ser golpeado con fuerza en mitad del aire le provocaba, y quería participar. También quería jugar. Pero la primer sensación predominaba, y la mano de Kenma en su hombro le indicaba que los derroteros de sus pensamientos no estaban tan errados.

 

Quería sonreír cuando vio cómo Bokuto, aquel jugador de cabello estrafalario pero de personalidad tan avasallante remataba con tanta fuerza que el balón había golpeado el suelo, revotado, y estrellado contra un portón de acero que vibró fuertemente por el impacto. Pero también había querido hacerlo cuando Kuroo, el amigo de Kenma, le había devuelto el golpe tomando como punto de referencia rostro del de cabellos bicolores, quien había esquivado el balón sólo en el último segundo. Ambos estaban en lados opuestos de la red, y parecían furiosos. Entre ellos, con los demás, con el balón. Con el mundo.

 

Y no sabía por qué, a Hinata le encantaba ver aquello.

 

Estaban en el campamento de verano que congregaba a los equipos de vóley varios institutos del mismo distrito; era la primera noche que estaban allí. El calor podía ser realmente insoportable durante la noche, y Hinata – en un intento por despejarse de las palabras hirientes que Kageyama le había dicho el día anterior en una de sus usuales peleas – había decidido salir por ahí a recorrer el lugar, a ver si le entraba el sueño de una buena vez.

 

Pero el ruido de los pelotazos, los gritos, y sobre todo, los insultos, lo habían llevado a acercarse al gimnasio donde se encontraba las canchas donde practicaban. Y se había encontrado sólo con 6 personas.

 

Kenma había estado de pie todo el tiempo, observando la contienda que se desarrollaba delante suyo; el pelirrojo no entendía bien por qué sólo había dos jugadores intentando matarse con sus remates y servicios – porque los otros dos que secundaban a cada uno de ellos parecían ser solo victimas accidentales qué, como él, habían pasado por ahí y presos de la curiosidad habían ingresado – pero parecía ser algo…importante, porque su amigo había soltado su móvil y no llevaba encima ninguno de aquellos aparatejos que solía arrastrar a todos lados. Nada lo distraía de lo que sucedía allí, entre aquellos dos chicos, y por alguna razón, Hinata lo notó…molesto.

 

Tardó varios minutos en darse cuenta que había otro chico más, unos metros más allá de Kenma. Tenía el cabello negro y la mirada perdida, y más que enojado parecía hastiado. Estaba allí más por compromiso que por otra cosa, o eso le dio a entender al muchacho recién llegado al ver la poca importancia que le daba al partido. No le conocía, así que tampoco podía juzgarlo.

 

- ¡Justo en esa cara de…pajarraco viejo e idiota que tienes!.

 

El grito distrajo a Hinata, quien antes de lograr enfocar la escena oyó el sonido del cuerpo de Bokuto desplomándose mientras se sujetaba el rostro y temblaba en el suelo. Los otros dos jugadores revoleaban los brazos, asustados, pero ninguno tenía el valor de acercarse. A Kenma y Hinata no les costó más que un par de segundos comprobar que temblaba de ira, no de dolor. Bokuto se incorporó de un salto, lleno de energía, como si el golpe lejos de debilitarlo lo hubiese fortalecido; se quitó las manos del rostro, dejando ver que pequeños hilos de sangre salían de sus fosas nasales. Sus ojos de lechuza parecían dos rendijas, fijos en su presa, y a Hinata, irónicamente más que un búho, le recordó a un gato.

 

Bokuto no se lo devolvió con un insulto, sino con un pelotazo. Tan o más fuerte que el que él mismo había recibido. Se rió escandalosamente mientras su nariz seguía sangrando, al tiempo que Kuroo se revolcaba en el piso y sus dos jugadores – el de Bokuto y el suyo propio – se quedaban en sus lugares, otra vez indecisos.

 

- ¿ Por qué?.- fue lo único que pudo preguntarle Hinata a Kenma, porque no sabía bien qué pregunta formular detrás de ella.

 

- Por celos.

 

- ¿Eh? ¿Celos?

 

- Sí. Demuestran de manera troglodita quién es el mejor, pese a que son amigos desde qué se yo cuánto tiempo. Y lo peor es que son celos infundados.

 

- Pero, ¿celos de qué?

 

- De él y de mi.- simplemente señaló con desparpajo al otro jugador, ese que Hinata vio sin ganas de vivir a unos metros de Kenma. El chico de aspecto felino descendió el brazo y selló sus labios, sin agregar nada más.

 

La batalla siguió. Y siguió. Y ya no eran los espectaculares saques, ni los remates, ni las corridas ligeras ni la asombrosa destreza de ambos jugadores lo que llamaba la atención de Hinata, sino la persistencia con la que se atacaban y el rencor que había en la mirada de ambos. Con cada pelotazo parecían reprocharse algo diferente, y en lugar de menguar en intensidad, ésta parecía ir creciendo.

 

Hinata quería saber el motivo. Al principio había sido sólo curiosidad de por qué aquello no podía esperar hasta el día siguiente, pero ahora le interesaba genuinamente. ¿Qué clase de celos podían despertar semejante intensidad entre ellos? Y en todo caso, ¿celos de qué? El pelirrojo volvió a mirar a Kenma, que fruncía el ceño y parecía molestarse cada vez más, en sincronía con los otros dos, que ahora no sólo se daban pelotazos, sino que se gritaban salvajemente entre ellos cuando acertaban, asustando a los demás. Era el partido más largo de la historia…¿acaso era un 100 contra 100? ¿o un 1000 contra 1000?

 

Y en algún momento que el cuervo, el gato, y la lechuza rezagada no supieron prever, Bokuto y Kuroo habían abandonado los golpes al balón y los habían reemplazado por puños en el rostro. Bueno, Hinata y Kenma no podían hacer mucho por separar a aquellas dos bestias sedientas de sangre. No iban a poder separarlos, ni desenrollarlos – porque eran un nudo de brazos y piernas chillando y golpeándose – ni evitar que rodaran por el campo de juego frente a la mirada horrorizada de los dos suplentes, de la hastiada del otro muchacho que seguía sin moverse, de la furiosa de Kenma y de la sorprendida de Hinata.

 

Ninguno de los cinco hizo nada por detenerlos. Dos por miedo, otro porque parecía no importarle, y Hinata quiso creer que Kenma y él no lo hacían porque estaba de más. Pese a que se golpeaban e insultaban con odio encarnizado, el sentimiento de que estaban interrumpiendo algo íntimo asaltó la mente del pelirrojo una vez más, confundiéndolo. No sabía si era intuición, pero un no sé qué le decía que aquellos dos estudiantes de tercer año solucionarían sus problemas así, que siempre lo habían hecho sin intervención de un tercero. Que tenían una relación extraña que estaba seguro ni él, ni Kenma, ni el otro chico que no conocía entendían bien del todo.

 

Al final, terminaron separándose por cansancio; los dos quedaron exhaustos, tirados en el piso boca arriba sin daños aparentes. Ninguno de los dos parecía reparar en la presencia de los otros, aún allí.

 

- Vamos. Es más de la una de la madrugada. Algún encargado vendrá y nos expulsarán del campamento si ven esto.

 

Sin esperar respuesta, Kenma salió del lugar ante la asombrada mirada de Hinata. El otro chico pareció pensar algo similar, y cuando también se encaminó a la salida, los otros dos – victimas de aquellos dos amigos no tan amigos – reaccionaron y lo siguieron. En el silencio del salón y sopesando si era buena idea dejarlos solos o no, Hinata salió a paso lento. Había decidido que no tenía nada de malo si, por una vez, se quedaba afuera y esperaba. Por lo menos quería ver que salieran de una sola pieza de allí dentro.

 

Los minutos comenzaron a pasar lentamente, y a Hinata, el sueño que no había tenido hasta ese momento comenzó a invadirlo. Se sentó en un banco en la oscuridad, sólo iluminado parcialmente por la luz proveniente del gimnasio. Luego de lo que pareció ser una eternidad – una media hora, quizás más – la luz se apagó y ambos jugadores salieron.

 

Kuroo salió disparado del lugar con los cabellos más revueltos que de costumbre, sin reparar en la presencia de Hinata, sin mirar atrás. No parecía muy contento, pero la rabia de hacía unos minutos estaba esfumada de su semblante. Parecía…frustrado. O eso le pareció a Hinata.

 

Bokuto en cambio, salió más tranquilo. Sonreía y parecía que algo que sólo él conocía le causaba una gracia tal que se carcajeaba sólo a tiempos mientras cerraba el gimnasio y se retiraba lentamente. Él sí vio a Hinata.

 

- ¡Hinata-chan!¿Qué haces ahí, en la oscuridad?¿No puedes dormir?

 

- Ah, c-claro, es eso.

 

- ¿Eh?

 

- Yo…vi lo que pasó recién en el gimnasio.

 

El silencio de Bokuto, el decaer de su sonrisa y su energía, reemplazado todo por una expresión seria, con el ceño fruncido y los ojos ligeramente brillosos, le dieron a entender a Hinata que acababa de meter la pata hasta el fondo. Tenía razón, aquello era algo privado, algo que se había desarrollado a esas horas porque no querían que nadie fuese testigo de aquello.

 

Tan rápido como lo entendió, se levantó y comenzó a realizar reverencias, una y otra vez, intentando disculparse atropelladamente. Bokuto parecía sentirse tan incómodo como él, y empezó a gritar que no tenía importancia, que si guardaba el secreto estaba bien, que él era el avergonzado, todo mientras agitaba los brazos y revoleaba la cabeza, agitado.

 

Ambos terminaron en silencio, sentados uno al lado del otro. Ninguno de los dos, que siempre rebosaban energía a más no poder, emitía sonido. Hinata se sentía incómodo y no sabía que decirle al mayor, y el otro parecía querer decir algo – por como boqueaba como un pez fuera del agua – pero no lo lograba.

 

Luego de unos minutos, y sin poder contener su lengua impulsiva e inconsciente, Hinata no pudo más.

 

- ¿Por qué peleaban, Bokuto-san?.- el aludido lo observó pensativo con aquellos ojos intensos pero calmos antes de responder.

 

- Es…iba a decir que es complicado, pero no lo es. Kuroo y yo tenemos una relación un poco extraña, es todo. No…no nos juzgues, por favor.

 

- ¿Le tienes mucho aprecio, verdad?.- lo preguntó con curiosidad, obviando el pedido del otro. ¿Por qué los juzgaría? Muchas veces Kageyama y él habían estado igual o peor, así que podía entender que no pudiera explicarlo con palabras.

 

- Claro.- una gran sonrisa apareció en su rostro, tranquilizando un poco a Hinata. Aunque se descolocó con la siguiente pregunta que el búho le formuló.- Hinata-chan…¿tú conoces a su amigo?

 

- ¿Qué amigo, a Kenma?¡Claro! Es un gran chico, aunque un poco apagado.- el mayor lo miró con tanta intensidad que amedrentó un poco al pelirrojo.- ¿P-Por qué lo preguntas?

 

- ¿Qué relación tiene con Kuroo?

 

Si Hinata hubiese sido más rápido en ciertos asuntos habría captado el doble sentido que tenía la pregunta. La intensidad de su mirada y el susurro con el que había formulado la cuestión – casi con vergüenza de sí mismo por preguntar aquello – le decían al cuervo que había algo especial, algo que escapaba de su entendimiento. Y la sensación volvía a él.

 

Bokuto le estaba haciendo partícipe a él, a Hinata, a un niño que no tenía noción de muchas cosas, de aquella sensación extraña e íntima que no lograba terminar de entender.

 

Y se sintió bien, de alguna manera.

 

- Kenma es…supongo que la persona más tranquila e indiferente que conozco. Yo no los conozco mucho, pero creo que pone en su lugar a Kuroo cuando se extralimita. O algo así. Son buenos amigos, pero creo que Kenma no soporta la intensidad de Kuroo a veces.

 

- Ya veo. Algo parecido a lo que me pasa a mí con Akaashi.- se rió, haciendo fruncir el ceño a Hinata.

 

- ¿Akaashi es el chico que lo miraba como si no le importara nada, nada?

 

- ¿Nos miraba mientras peleábamos?¿De verdad? Supongo que sí, así es él. Hinata-chan.- Bokuto se incorporó del asiento. Su semblante feliz se había restablecido, devolviéndole el vigor a su rostro y envolviendo a Hinata en la misma sensación.- No…no le cuentes lo que viste allí a nadie, ¿sí?

 

- ¡Claro! Será como nuestro secreto.- ambos sonrieron.

 

- Ni siquiera a Kenma, que se ve son muy amigos.

 

 

Aquello descolocó a Hinata.

 

- Espera, Kenma los vio también, estaba conmigo.- Bokuto pareció ahogarse. Comenzó a toser y tardó en recuperarse.

 

- ¡¿Cómo que nos vio?! ¿¡Hinata-chan, quién más nos vio?!.- parecía desesperado. El pelirrojo se puso ansioso, intentando recordar con claridad.

 

- Supongo que Akaashi y los dos chicos que jugaban con ustedes. Estaban allí, en la cancha, no puede ser que no los vieras.- sonrió nervioso, sin poder creer que no notara a su propio jugador.

 

- Espera.- el búho se pasó una mano por el cabello bicolor, poniéndolo aún más de punta, nervioso y confundido.- ¿De qué hablas, Hinata-chan?

 

- De la pelea, claro. Supongo que no quieres que nadie se entere, podrían expulsarlos.- Hinata también estaba confundido… ¿de qué hablaba el otro, sino?

 

El alivio que atravesó el semblante de Bokuto fue tan sorpresivo y notorio que, otra vez, si Hinata hubiese sabido leer bien entre líneas, habría entendido por qué. Pero no lo hizo.

 

Bokuto se irguió cuan alto era y le sonrió, volviendo a su expresión alegre, riendo. Le revolvió los cabellos, riendo aún más. Se parecía más que nunca a un búho.

 

- Claro, Hinata-chan. Lo siento, creo que alguno de los golpes de Kuroo me zafó un tornillo. No me había percatado de que estaban allí, lo siento.- se disculpó dos veces y las palabras le salían atropelladamente, haciendo dudar un poco al pelirrojo.

 

- No hay problema, Bokuto-san.

 

- Bien…¡vamos a dormir, que se te caen los párpados! Mañana te enseñaré algún súper remate que sólo yo puedo hacer, así lo implementas contra Oikawa, ¿qué te parece?

 

- ¡¿De verdad?!

 

- ¡Claro!

 

- ¡Gracias, Bokuto-san!

 

- No lo agradezcas, Hinata-chan. Vamos antes de que alguien nos regañe.

 

Y así, ambos partieron a zonas diferentes del lugar. Cuando Hinata llegó al sector donde dormían sus compañeros de Karasuno, descubrió que Kageyama lo había estado esperando en la puerta, con el ceño fruncido pero la mirada esquiva, señal de que tampoco podía dormir por lo que había pasado. El pelirrojo abrió la boca para contarle lo que había sucedido, porque sentía que algo no le terminaba de cerrar, pero desistió, recordando lo que le había prometido al capitán de Fukurodani.

 

La sensación de que había algo que se le había escapado seguía ahí, instalada, pero se fue conforme el sueño lo envolvía, pensando en aquel súper tiro que Bokuto le iba a enseñar.

Notas finales:

Bueno, espero les haya gustado, díganme qué tal xD

Gracias por leer!!


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