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El Hijo de Jafar por LILITH_HIWATARI

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Notas del capitulo:

Sé que dije desde el principio que no apruebo el sexo entre menores, y que no habría a menos que fuera estrictamente necesario, bueno aquí esta, es necesario realmente lo es o no la pondría, dios van a odiarla porque soy pésima para esto. 

Capítulo 14: Para cada acción hay una reacción.


 


  “And it's killin' me when you're away, I wouldn't leave


and I wouldn't stay.


I'm so confused, So hard to choose.


Between the pressure and the pain.


And I know it's wrong, and I know it's right.


Even if I try to win the fight, my heart would overwhelm


my mind.


And I'm not strong enough to stay away”


 


 


La primera vez que la reina descubría que estaba embarazada no fue la dicha ni felicidad lo que le inundo en su  lugar sintió asco y desesperación.


 


Maldijo como aquella semilla fruto de un acto tan vil hacia su persona había crecido en su interior.


 


Ella no lo pensó dos veces cuando bebía aquel brebaje para arrojar al futuro hijo de un dictador.


 


La segunda vez y tras ser supervisado cada alimento que era ingerido por ella tuvo que tomar medidas drásticas, ella no podía permitirse el lujo de que la sangre de aquel bastardo asesino floreciera en su interior aunque le costara la vida, ella no daría a luz a un futuro villano, esa noche, cuando su vientre estaba ligeramente abultado ella se apuñalo.


 


Los médicos lograron salvarle, el pequeño en su interior no, tal vez si hubiera sabido que este sería una niña no le habría asesinado, después de todo Jafar quería un heredero, una princesa no tenía valor para el ex genio, Jazmín hubiera tenido un hija en lugar de que Agrabah ganara un príncipe.


 


Para la tercera vez no pudo hacer mucho, aun cuando los cuidados  era minuciosos para la reina había muchos momentos en que pudo evitar ese nacimiento mas sin embargo no lo hizo, sin saberlo  aquel pequeño presentía el peligro de su propia madre y la magia  aun virgen e inexperta se esparció por el cuerpo de su progenitora.


 


 Jay salvo su propia vida aun sin nacer, desde el vientre de su madre mandaba olas de magia cargadas de miedo y anhelo por vivir. Cada que esto sucedía podían observar a la reina acariciando su vientre abultado con  cuidado y en su mirada podría observarse amor absoluto.


 


Lástima que esta termino cuando la criatura nació, para su fortuna la reina no tuvo corazón para acabar con la vida del hijo de aquel hombre que la tomo a la fuerza.


 


Jazmín  se dedicó a amar y cuidar a su pequeño a dedicarse únicamente a él, a evitar que cualquier cosa le dañara, lástima que aquello no fuera suficiente.


 


Su pequeño hijo fue alcanzado por la locura de Jafar, por su odio, su egoísmo él se había encargado de sembrar la duda en su corazón en sus últimos momentos con vida y Jay, su pequeño hijo no pudo evitar que floreciera.


 


El  daño había sido hecho y ahora no había nada que lo detuviera.


 


**********************


El entrenamiento con el genio había dado sus frutos , gracias a él ahora podía controlar en gran medida su magia, fue a raíz de eso que descubrió todos aquellos pequeños encantamientos que su padre había dejado en el palacio, el más difícil de romper, luego del  que  guardada la ubicación de la lámpara del genio, era precisamente ese aquel hechizo que repelía a cualquier persona en aquella cámara secreta, pero para el gracias a su ahora controlada magia le fue muy sencillo romperla, sin olvidar que la magia le reconocía al llevar la sangre de Jafar.


Cosa que le valió para poder utilizar aquel espejo,  aquel viejo y roto cristal debió pertenecer a alguien más o estado  frente a una guerra debido a su estado   maltratado, ese por el que había sido azotado cuando niño al descubrir a su padre, el espejo que Jafar  secretamente oculto después de construir aquella isla.


Espejito, espejito


En la pared


A la rata callejera


Déjame ver.


 


Murmuro aquel joven mientras su madre miraba extrañada aquel cristal preguntándose aún porque le habías llamado a aquel lugar olvidando de inmediato la razón por la que le buscaba, más cuando un humo azulado invadió al espejo su sorpresa se incrementó al ver como este humo dejaba entre ver a un hombre de piel bronceada, aquellos ojos con los que soñaba a menudo, aquella sonrisa que veía cada que cerraba sus ojos y el pequeño mono con el que estaba bien familiarizada le recibieron, pronto sus ojos se cruzaron y aun que sabía que no podían verse mutuamente, si aquel era realmente el hombre que veía  no pudo evitar acercarse lo suficiente para posar su mano en el cristal en un intento por tocar aquel rostro.


-          ¿Esto es real? – pregunto su madre con un nudo en la garganta evitando a toda costa soltar en llanto.


-          Lo es – hablo firmemente el joven Sultán- lo eh corroborado- sonrió cuando su madre soltó un sollozo, mientras su fuerza se tambaleaba- padre le trajo de vuelta en la isla.


-          Aladdín – murmuro su nombre sin dejar caer su mano contra el cristal en una plegaria que su hijo respondió.


-          Recuerdas madre cuando tenía 8 años y padre me castigo con severidad – respondió aun sin emoción alguna logrando que ella le regresara a mirar – cuando moretones llenaron mi espalda debido a los azotes que recibí como reprimenda – para Jay no pasó desapercibido como aun cuando la reina le miraba su mano no soltaba el cristal – yo le encontré aquí, él tuvo un descuido y me acerque lo suficiente para verle, el espejo tiene un encantamiento madre.


La mirada de su madre aun confusa regreso de inmediato al espejo donde el hombre dejando de hacer sus asuntos se levantó  alerta  de golpe, de pronto comenzó a correr y Jazmín pudo observar como varios hombres empezaban a perseguirle.


-          Debió venir aquí a menudo – continuo hablando cuando noto la mirada de preocupación de su madre en cuanto veía aquella escena – a observar a su enemigo vivir en esa isla.


Pero su madre no le prestaba suficiente atención, en su lugar miraba inquieta con uno de los hombre golpeaba al amor de su vida en  el rostro, mientras que otro se abalanzaba a sujetarle.


-          Veras madre – sus palabras empezaron a cargarse de odio y rencor – quiero agradecerte por todo el amor – escupió la palabras con veneno- que me has  mostrado hasta ahora, por el hermoso regalo de mis aposentos – la reina recordó entonces  Carlos,  más la sonrisa de su hijo no vacilo ni aun cuando el hombre del espejo logro zafarse del agarre de su captores y correr por su vida – eh enviado un mensaje con los últimos prisioneros que mandamos a la isla – el hombre ahora era perseguido por mas sujetos y varios de ellos llevaban  armas – quien consiga la cabeza de Aladdín será puesto en libertar – su sonrisa se volvió mucho más grande cuando su madre soltó un gemido de dolor al ver como el hombre que amaba era apuñalado a un costado por un solo hombre que logro seguirle el paso – con todos sus crimines perdonados – el joven sultán coloco ambas manos sobre los hombros de su madre para poder susurrarle a sus oídos – ese es mi regalo para ti.


-          ¿Jay? – pregunto mirándole ante sus palabras


-          Eliminar al enemigo familiar – sonrió – madre.


Y con esto mientras en el espejo se mostraba como aquel hombre escupía sangre y todo desaparecía  en una bruma oscura nuevamente, Jay salió caminando de la habitación ignorando los sollozos de su madre, sintiendo como el dolor en su interior se apagaba un poco y la ira se desvanecía. Como la satisfacción le embargaba de sobremanera ante el resonar de los golpes de su madre contra el espejo llamado entre lágrimas a su amor verdadero.


Y si un pequeño vacío en su interior se expandió un poco lo ignoro por el bien de su venganza después de todo aún tenía un regalo por disfrutar.


**********************


Suaves y tentativos pasos resonaron por la habitación, entrando por aquello puertas recorriendo lleno de gozo al ver a su objetivo al final de la habitación.


-          ¿Carlos? – pregunto extrañado el Sultán tras aquella mesa donde se esparcían miles de papeles, documentos seguramente importantes ajenos para el pequeño.


-          Jay…. Jay – llamó con gozo aquél chico suspirando de alivio al acercarse a él.


-          ¿Qué estás haciendo aquí Carlos? – pregunto el inexpresivo reprimiendo la ira que se desbordo nuevamente al verle.


-          Tu madre fue a buscarme-  murmuro preocupado – te fuiste y no…. ¿Por qué no me dijiste  nada? – aquel rostro parecía pasar rápidamente de la confusión a la preocupación casi genuina – ella dice que no piensas volver.


Jay miro la expresión del chico sintiéndose enfermo ante esta, levanto entonces una mano para descansar en su cuello queriendo apretarlo para extinguir su vida al escuchar aquellas palabras, al notar como ese niño se “preocupaba” por su ausencia, por perder a su juguete mas bien y pronto una enorme sonrisa enmarcó su rostro.


-          Tenía asuntos importantes que tratar – respondió suavemente ascendiendo con su mano y acariciando su mejilla izquierda – mi madre exagero… pero me alegra que estés aquí – su pulgar acaricio aquellas pecas que aun le fascinaban e inclinándose lentamente cepillo sus labios con los de el – Habibi – murmuro antes de besarlo con ternura falsa.


Carlos sintió un escalofrió al ser llamado así, había algo  en la forma en que Jay lo había pronunciado que ponía todas sus alertas encendidas,   pero había perdido tanto a Jay todos esos días que se dejo envolver por la bruma del placer de aquel momento que nada le importo, pronto aquellos guardias le rodearon para llevarle lejos.


Jay ordeno a sus hombres tomar al niño para ser llevado a lavar y vestir con las sedas más finas y joyas a su alcance, a decorar el precioso obsequio que su madre le otorgaba y aunque Carlos no entendía aquellas palabras al estar en otro idioma decidió ignorar las señales de alerta, realmente   debió prestar mayor atención, pues la rigidez con que los guardias lo trataron no era normal, el hecho de que ninguno de se atrevió a tocarle y guardaban su distancia celosamente,  eso debió alertarle.


Así que fue llevado hasta una cámara especial donde varias chicas y chicos sentados en cojines y sedas descansaban aburridos, uno de los guardias les llamo la atención y presento al pequeño niño que sorprendió  a todos  por la juventud del chico, pero ellos asintieron y obedecieron, después de todo ¿Quién se atrevería a cuestionar al Sultán?,  Carlos fue lavado entre perfumes y aceites finos, vestido con las sedas más suaves y finas que el jamás hubiera visto en su vida y adornando con tanto oro que era abrumador.


Había llegado muy preocupado a Agrabah temiendo perder al amor de su vida y ahora era tratado como un príncipe, pantalones de seda casi tranparentes apenas su cubrían sus piernas, su pecho desnudo solo era cubierto por un fino chaleco carmesí, su cuello adornado por un collar de oro, su brazos con brazaletes y muñecas con pulseras de oro macizo, en su cabeza entre aquellos rizos bicolores una banda le cubría con un enorme rubí coronándole, Carlos aun no entendía muy bien por qué hacían eso pero se dejo guiar hasta aquella habitación saludando a la reina que le miro con confusión mas antes de poder hablar con ella entro a esa habitación.


La reina  buscaba por todas partes al chico que se alejo de ella, cuando lo vio  su sorpresa fue enorme al verlo vestido de aquella manera, entre sedas y oro como aquellos otros chicos, su rostro entonces se lleno de horror al notar el color que usaba, rojo, el mismo rojo que la reina uso su primera vez, el mismo rojo que aquellos jóvenes que guiaban a Carlos usaron alguna vez, el mismo color que solo podía significar una cosa, que lo identificaba como propiedad del Sultán.


Intento hablar con él, de librarlo de aquel destino más los guardias impidieron el paso, por lo que de inmediato corrió a buscar a su hijo a intentar contenerle de realizar una locura, aunque  poco podría hacer ella contra el Joven Sultán.


Jay por su parte había preparado una forma de agradecer a su madre ese hermoso obsequio, por eso cuando ella lo encontró se limito a guiarla a aquella habitación donde todo pensamiento del chico quedo olvidado para ella.


Carlos observo como aquel joven entraban a la habitación seguido por aquellos enormes tigres, pronto el les despidió cerrando la puerta y acercándose al pequeño niño que ahora se levantaba de su lecho entre cojines suaves y esponjosos mirándole ansioso.


Aquellos enormes ojos chocolate brillaban con emoción al sentir como Jay le miraba, como el Sultán colocaba ambas manos en sus mejillas para acariciar sus pómulos, como esos labios le besaban con dulzura y Carlos se aferro al pecho del chico que poco a poco le recostaba entre la comodidad de los almohadones para subir sobre él, trazando con sus labios un camino por todo su cuello, asegurándose de besar cada lunar en este llegando así a su pecho donde el oro de aquel collar contrastaba con su pálida piel.


-          ¿Y tu collar habibi? – cuestiono interrumpiendo sus atenciones para fastidio del pequeño.


-          Ellas lo tomaron de mi – respondió levantando su mano y mostrando la pequeña lámpara en sus dedos – no iba con el atuendo.


-          No vuelvas a quitártelo – tomo dicho colgante para colocarlo nuevamente en el cuello del chico, para dejar en claro a quién pertenecía, como un recordatorio para el mismo de lo cruel que puede ser el amor – Helwe – finalizo con un beso en su pecho, admirando el contraste que aquella pálida piel tenia contra el color de sus besos, aquel dichoso chico que daba la mirada mas espectacular y ansiosa que jamás hubiera visto.


-          Jay – la respiración de Carlos era cada vez más difícil más ante aquellas atenciones, unos labios pronto se cerraron contra aquel botón rozado succionando con fuerza, suaves dientes rozaron aquella tierna piel causando dulces jadeos del pequeño que se retorcía de placer – Jay… Jay… para…


-          Te extrañe Habibi – aquel sultán paso su lengua suavemente sobre aquel pezón torturado mirando fijamente al chico que mordía su labio ante aquella visión, reprimiendo un gemido de su boca, pronto aquellos labios abandonaron su pecho y se apoderaron de su boca – casi lo olvido – aquel joven se levanto  del niño jadeante para tomar una galleta de un cuenco que no recordaba haber visto antes, pues Jay lo había creado con su magia – come -  ordeno y Carlos abrió su boca sumisamente mordiendo la galleta y comiéndola – ¿te gusta? – el pequeño simplemente asintió con la cabeza entre abriendo sus labios para pedir mas cosa que el joven accedió dándole mas – espero que estén buenas… y descuida no tiene poción de amor – Carlos se congelo en aquel momento mirando a Jay con miedo quien  con indiferencia procedió a morder otra galleta sin mirarle.


-          Jay yo… - trago con fuerza los restos de galleta en su boca, su rostro se lleno de miedo reacción que no paso desapercibida por el joven haciéndole sonreír internamente. 


-          Debió ser muy divertido…. Burlarte de mí…  no es así ¿Habibi? – Jay desvió su mirada para observar la galleta con fascinación y después volver a mirar a Carlos con desprecio puro.


-          Puedo explicarlo… - intento hablar el chico levantándose en sus codos  lentamente.


-          ¿Explicar qué?...  ¡cómo te burlabas de mí! – grito el cerrando el agarre en la galleta y destrozándola al instante causando que el temor del niño se incrementara volviendo a dejarse caer entre los cojines - ahora que has tenido tu diversión – continuo con voz tranquila mirándole sonriente - es hora de que tenga la mía –Jay dejo caer entonces la galleta mientras se levantaba, Carlos de inmediato quiso levantarse mas una fuerza extraña le paralizo por completo.


-          ¿Jay? – Realmente estaba asustado, su cuerpo no respondía y aquel Joven se paseaba por la habitación dejando caer su corona en algún otro lugar – Jay… Jay basta… por favor… no lo entiendes yo… – le observo quitarse aquellos guates de piel, deshacerse de aquella sedosa camisa y sonreír depredadoramente en su dirección ignorando cualquiera de sus suplicas, Carlos sabía que estaba en problemas.


-          No quiero escucharlo Habibi – Jay levanto un dedo frente a sus labios y de inmediato aquella magia funciono otra vez Carlos  movió sus labios pero ningún sonido salía de estos, intento sacudir su cuerpo pero fuertes cadenas parecían adherirlo a los cojines, observo con horror como aquel del que se había enamorado se llenaba de ira ante lo sucedido.


Jay desabrocho sus pantalones muy lentamente, paseándose nuevamente por la habitación buscando aquella pequeña botella llena de aceite  que sabía que necesitaría, el realmente quería hacerle daño al niño, verlo sufrir y rogar por que parara, pero también sabía que podía ser doloroso para el si no había suficiente lubricación y bueno después de todo el no era un Sultán tan despiadado ¿o tal vez si?


Carlos cerro sus ojos en un intento de bloquearse,  apretó los dientes y se preparo para lo que venía, le había sucedió tantas veces y al llegar a Auradon pensó que estaría  a salvo y aun que realmente sabia como perderse en su mente, como mantener su respiración tranquila y dejar que lo que pasara a su cuerpo no le afectara no pudo hacerlo, no sabiendo que era Jay, no escuchando aquel dulce llamando que antes le hacia derretirse, no esta vez le llenaba de terror y su mente no respondía, el no  podía perderse y fingir que aquello era otro ataque en la isla, no cuando era Jay quien lo hacía, no cuando algo en su interior le decía que era su culpa, que el merecía lo que pasaba, que merecía sufrir por todo el dolor que le causo al chico que amaba.


Enormes y curtidas manos se cerraron alrededor de aquella pálidas piernas, elevándose hasta donde sus finos pantalones empezaban, aquella tela pronto fue desgarrada por él, aventada lejos donde no  podía estorbarle, la sonrisa del chico se hizo cada vez mayor al observar las reacciones que provocaba en el niño, al ver como aquellos ojos se cerraban con fuerza y aun que su boca no podía  pronunciar palabra alguna  sus labios se mantenían firmemente cerrados.


-          ¡Mírame! – ordeno con voz grave y el miedo dentro de Carlos le hizo obedecer – quiero que supliques – continuo el jalando aquella prenda que aun cubría su desnudes – que me pidas que pare – se inclino sin dejar de mirarle para morder con fuerza uno de sus muslos causando un fuerte gemido sorprendiendo al joven que ahora parecía recuperar su voz – que digas mi nombre – volvió a morder.


-          ¡Jay!…. – Grito sintiendo como aquel hechizo se desvanecía, como su voz regresaba para cumplir el capricho del genio - Por favor para… – suplico el chico, aun sin poder moverse, observando como el mordisqueaba sus muslos, como sus manos le mantenían firmemente de las caderas, hundiéndose y marcándole – ¡¡aaah!! – y aquello fue más un grito de dolor que de placer al sentir como su entrada era cruelmente violada por los dedos en seco del Sultán que sonreía gustoso ante su reacción.


-          Oh mi dulce  Habibi – escupió la palabra, usándola mas con desprecio que con amor, recordándole que aquello era su culpa y lo merecía – no tienes idea de lo que voy a hacer contigo – susurro nuevamente mordiendo ahora su cadera, incrustando mas sus dedos en su interior solo para verle llorar de dolor – ahora eres mío.


-          Duele… – jadeo entre lágrimas, sintiéndose impotente al no poder moverse para diversión de él, quien en un intento más retorcido de diversión le libero entonces de aquellas cadenas invisibles.


Carlos luchó entonces, empujándole de los hombros, retorciendo sus piernas intentando sacudirse su agarre, causando solo la fría risa de aquel joven que con su fuerza le volvía a someter, de aquel chico que juro protegerle y ahora le causaba aquel daño, pronto Jay rodeo su cuello con firmeza mientras aquellas pequeñas manos golpeaban con fuerza su rostro y jalaba sus cabellos.


-          Quiero oírte gritar mi nombre Carlos – susurro contra su rostro empujando su camino entre sus piernas acomodándose para que estas le rodearan la cintura – quiero que sientas todo el dolor que me has causado – soltó su cuello  solo un momento para acomodar sus caderas contra la entrada del chico, tomándole con fuerza y empujando para abrirse camino en su interior con su lubricado miembro.


-          ¡¡Jay!! – el grito de dolor del niño era desgarrador, aquel dulce sonido que era feliz mente disfrutado por el joven que lo violaba sonriente – duele… por favor no – Carlos intento empujar con toda su fuerza aquellos fuertes hombros pero solo consiguió una suave risa del chico.


-          Joder – murmuro Jay mientras se adentraba en aquella cavidad, aquel lugar que había permanecido intacto desde su llegada a Auradon – para ser una jodida perra estas muy apretado – se inclino para susúrrale aquel insulto en su odio, mientras el pobre chico enteraba sus uñas entre la piel de su agresor en un vago intento de detenerle.


Pero aquello solo duro un segundo, Jay no solo no lo preparo adecuadamente ni siquiera se limito a dejarlo acostumbrarse a su tamaño, el arremetió sin compasión contra el chiquillo que volvía a derramar lagrimas y gemía de dolor, el golpeo con fuerza aquella pálida piel importándole poco el desgarro que en su interior se abría, ignorando la sangre que ahora manchaba aquel lecho.


Y el dolor era enorme no solo por la falta de lubricación, por la poca atención a su cuerpo para encontrar placer no, aquello dolió, dolió por que Carlos fue el causante  de esto, porque había tomando a un chico amable, a un joven dulce que podía amarle con tanta intensidad como dulzura, tomo a un ser que deseaba tanto amar como él y le había convertido en esto, Carlos era el causante de su locura y eso era lo que mas dolía. Su madre tenía razón él no era digno de amor, él estaba el cosechando aquello que sembró, y ante cada empuje un grito de dolor desgarraba su garganta y el sudor de su piel se fundió con las lagrimas que escapaban de sus ojos  tras derramarse al ver en lo que se había convertido el amor de su vida, y las plegarias no surtieron efecto y sus sollozos eran disfrutados con deleite por su atacante quien arremetía ante su dolor y Jay de igual manera ignoro a su corazón romperse cuando observaba el dolor en el rostro de su amor. 


-          ¿Creíste que ibas a salir ileso de engañarme? – empujo nuevamente esta vez mordiendo su hombro con fuerza hasta sacarle sangre – que sería fácil conquistar al gobernante de Agrabah – otro empuje mas profundo en su interior y sus manos llegaron hasta el cuello del chico – pero lo has olvidado soy un asesino… Carlos… personas han muerto por solo rehuir a mi mirada… ¿crees que sería diferente para ti? – el agarre de sus manos se intensifico cortando poco a poco el oxigeno del niño – debiste ido por Chad o incluso Ben – volvió a empujar con fuerza – ellos al menos serian mas indulgentes… maldita perra.


Y sus manos se cerraron con más fuerza contra el pequeño cuello pálido, aquel que por mucho tiempo había deseado besar, aquel que lleno sus fantasías por noches, Carlos intento golpearle con  fuerza, detener aquel joven que le asfixiaba sin entender que aquella lucha le hacia sonreír, que se deleitaba de su dolor, el pobre niño no sabía que mas hacer el aire le era negado y pronto sus uñas se enterraron en sus hombros para desgarrar un camino por aquellos brazos, hasta que sus manos cayeron laxas aun lado de su cuerpo, fue entonces que Jay aflojo su agarre evitando matar al chico con el que planeaba divertirse por horas.


Un gran suspiro vino del niño en un intento de retomar aire, abriendo nuevamente los ojos solo para admirar como la sonrisa del Sultán se hacía más grande, el golpeteo en su entrada volvió a resurgir y el dolor nuevamente le inundo, Carlos se decía a si mismo que eso se lo merecía, que Jay tenía todo el derecho de tomarle de aquella manera, de usarlo tras su juego sucio y si el rostro de Aladdin  paso por su mente cuando aquel chico alcanzo el clímax en su interior nadie tenía por qué saberlo.


Pero Jay lo supo, sus labios traicioneros susurraron su nombre y aquellos oídos recogieron su suplica, una simple e inocente llamada para el hombre que siempre le protegió fue mal interpretada por aquel Sultán que nuevamente  reinado por la ira abofeteo su rostro hasta hacerle sangrar, volteo su cuerpo y lo utilizo durante horas, ignoro entonces aquella razón que se empezaba a filtrar luego de su primer orgasmo y en la bruma de deseo y odio hacia el pequeño termino por destrozar la frágil alma de aquel bello ángel que se equivoco al desear su amor.


Jay se sentó a la orilla de aquellos cojines, vistiendo únicamente sus pantalones aquellos que había recuperado cuando el niño que yacía junto a él  perdió la conciencia luego de horas de martirio, luego de verse sumido en la decadencia y suplicaba por que parara, por ser salvado, pero cada que mencionaba aquel nombre la ira dentro de él se hacía presente y nuevamente arremetía con fuerza contra el pequeño.


Y aquella cordura que se escapo cuando le vio poco a poco regresaba,  se levanto entonces evitando mirar el cuerpo inconsciente de Carlos, de ver su obra, aquel chico cubierto de marcas, de dientes,  de sangre  propia y semen, aquel que solo le pertenecía, pues ese niño no obtuvo placer en ningún momento de aquel acto, su garganta seguramente se encontraba desgarrada  por lo que de inmediato invoco una jarra con agua y la dejo a su lado para marcharse, Jay no observo como la respiración del niño se volvió irregular, como aquel pequeño cuerpo se tensó al verle vagar por la habitación en busca de sus cosas  ni aquellas lágrimas y sollozos que Carlos soltó al verle salir por fin de la habitación.


Salió ya vestido de aquel lugar para encontrarse con sus tigres que fieles guardaban la entrada de aquella su habitación personal, acaricio su cabeza suavemente y ordeno nuevamente proteger la entrada, evitar que el saliera o nadie entrara por el niño que creía ahora dormía dolido por su mano.


Jay llego hasta su trono aquel donde despidió a sus sirvientes y tomando la copa llena de vino la arrojo con ira contra el suelo, arrojo cojines y mesas, destruyo aquella sala con sus manos, destrozo el báculo de su padre, aquella serpiente dorada contra el trono que era igualmente una cobra  para después dejarse caer en los restos y llorar amargamente por su estupidez, por que la cordura al fin  le recordó que ahí en  esa habitación había destrozado al  primer ser que amaba  desde lo más profundo de su corazón.


El se dejo sumir en su dolor ignorando a todo a su alrededor, fue entonces cuando aquellos brazos canela le rodearon y un suave pecho le acuno que levanto la vista sorprendido, aquella mujer le sonreía, esos ojos color rubí le miraron con dulzura sin juzgarle, Jay se permitió entonces envolverse por aquel calor, llorar en aquella mujer como tantas veces en su pasado, aquel Sultán volvió a ser un niño en los brazos de aquella mujer que lo acunaba como una madre a su hijo, que acariciaba sus cabellos con dulzura, pero sobre todo que le amaba incondicionalmente como la primera vez que se conocieron.


-          La eh jodido… - susurro con miedo - debería estar feliz…  pero duele –apretó sus manos en un puño contra la suave seda de la ropa de ella quien simplemente le abrazo con más fuerza - ¿Por qué duele tanto?


-          Porque lo amas – respondió ella suavemente, como si aquello fuera un secreto.


-          El me hechizo… - se defendió, recordando aquel engaño sintiendo como la ira se desbordaba nuevamente de él, pero negándose a mirarla - con una estúpida galleta, no es amor.


-          El está en tu recamara privada Jay… - ella no iba a darle la razón le había prometido protegerle y su niño le necesitaba ahora más que nunca - nadie duerme ahí que no seas tú.


-          Tu lo haces todo el tiempo – las suaves caricias en su cabeza pronto lo calmaron lo suficiente para parar su llanto pero aun rehuía a su mirada, mas la mujer no respondió ella siguió consolándole, apretándole contra su pecho tranquilizándole con el latir de su corazón - ¿Qué hago Azim? – suspiro confundido, deseoso de tener alguna respuesta.        


-          Amar…  - respondió simplemente confundiendo mas al chico, a aquel niño perdido que solo destrozaba su mundo una y otra vez - solo eso…


-          Él lo llamo… al enemigo de mi padre… a Aladdin – y aquellas palabras vinieron acompañadas por un nuevo jadeo, por dolor nuevamente disfrazado de ira, pero sobre todo con miedo.


-          ¿Y eso que te dice? – Azim no era humana, ella no tendría ese cuerpo si no fuera por los deseos de su niño y aun que realmente lo odiaba ella estaba dispuesta a todo por el a caminar entre las llamas de ser preciso, pero en ese momento ella no podía darle la respuesta, ella quería  mantenerlo a salvo, librarlo de su preocupación y verle sonreír, pero su niño debía convertirse en hombre y encontrar la respuesta el mismo. 


-          Que lo ama… - y ella se limito a cerrar sus ojos y lanzar una súplica silenciosa a aquel dios al que los hombres oraban, a cualquiera que trajera sabiduría a su niño confundido -¿Crees que si mi padre hubiera perdido contra él sería diferente? – cuestiono nuevamente aun enterrado en aquel cálido abrazo -  ¿si yo hubiera nacido en la isla… tal vez Carlos llamaría mi nombre en  lugar del suyo? – y lo peor de todo era que Jay parecía desearlo, quería compartir el mismo destino que todos aquellos bastardos en la isla, quería sufrir penurias y males, atravesar por el hambre y la decadencia si con eso ganaba el corazón de Carlos.


-          Creo que ese niño realmente te amaría sin importar si fueras un príncipe o no – Azim realmente podría verlo, un niño criado entre criminales, su pequeño siendo elevado por aquel dictador, ser abusado y torturado por aquel hombre que aun renegaba de haber  perdido un trono, ser usado y maltratado para beneficio de aquel que llamaría padre, le vio luchar contra otros pequeños que intentaban sobrevivir, crecer y convertirse en un joven fuerte, decidido, coqueto, rudo y tal vez cruel para algunos, pudo imaginarse a su hermoso niño sufriendo para hacerse de un nombre empujar su presencia hasta hacerse respetar y de igual manera le vio caer en el amor con ese pequeño y sufrir nuevamente por no poder tomarle sin lastimarlo, en un mundo donde Jay no era un príncipe si no un simple ladrón que temía robar el único corazón que le importaba.      


-          ¿Que sabes tú de amor? – murmuro de mal humor empujándole suavemente y librándose de aquel agarre.


-          Más de lo que crees… Habibi – le llamo con dulzura, siendo ignorada por el chico que ahora le daba la espalda, pues ella sabía de amor por qué paso su vida al lado del ser que mas amaba, porque aguanto compartirlo con otras personas para su felicidad, porque andaba en dos piernas y con apariencia humana solo para su comodidad, porque Azim amaba tanto a Jay que estaba dispuesta a entregarlo a Carlos ahora más que nunca, ahora que sabía que él era su felicidad.


Mas Jayden solo le ignoro caminando entre los destrozos de aquella habitación en busca de cualquier cosa que distrajera su mente mientras aquella mujer le miraba dolida entre los escombros de lo que alguna vez fue un majestuoso trono, un golpe fuerte pronto llamo su atención y aquellas puertas fuertemente cerradas se abrieron de pronto para dejar entrar a aquel ser de magia, aquel maestro que Jay había llegado a estimar como un verdadero amigo.


-          ¿Jay donde está el niño? – pidió aquel  ex genio que interrumpió en la sala - Jazmín vino llorando a mi pidiéndome salvar a Carlos – y aquel joven  rompió entre sus manos aquella copa de cristal que había permanecido intacta después de su ataque luego de escuchar aquellas palabras - ¿De qué debo salvarlo Jay?  - y el genio se cruzo de brazos esperando una respuesta.


-          ¡Vete! – ordeno molesto, enfurecido por aquel intento de alejar a ese pequeño de su lado, de llevar  a su Carlos.


-           ¿Donde está Carlos? – mas el genio no iba a dar marcha atrás, después de encontrar a Jazmín sollozante en aquella habitación frente a un viejo espejo y de que esta le suplicara buscar al pequeño no iba a dejarse intimidar, no lo hizo con Jafar no lo haría con su hijo.


-          El es mío ahora no es de tu incumbencia – sentencio el chico arrojando los pedazos de vidrio al suelo bañados en su sangre, pronto la herida en su mano comenzó a curarse y todo rastro de sangre desapareció de su mano, el genio observo como la magia de ese chico se fortalecía con el odio nacido en su interior.


-          Es solo un niño – intento disuadirle descruzando las brazos y tomando una actitud menos firme, el sabia que algo malo saldría de hacer enojar al Sultán y aun que no temían por su seguridad era más la de ese joven la que le preocupaba.


-          ¡Dije que te fueras! – grito nuevamente levantando su mano y empujándole con su magia hasta las puertas, alejándole lo más pronto de él.


-          Creí que no eras como tu padre – murmuro el hombre mientras se levantaba del suelo, mirando al chico con el que se había encariñado con decepción no queriendo aceptar el hecho de que se había equivocado.


-          Creíste mal – respondió al darle la espalda dispuesto a alejarse detrás de las cortinas que aun se sostenían de milagro frente al joven -  te equivocaste… - murmuro antes de continuar su camino, debatiéndose mil veces mentalmente si decir o no aquellas palabras - los genios no somos inmunes a los hechizos de amor – soltó aquella declaración apretando con fuerzas la cortina que le separaría de aquella habitación, soportando las ganas de llorar de frustración tras sentirse estúpido por creerle al genio, a su maestro que estaría bien, que sería inmune a esa clase de magia debido a su herencia, porque Jay quería hacerle sentir tan responsable como él lo  era de su infortunio.


-          Tal vez tu parte humana no lo sea Jay… – el genio no entendía bien a qué se refería, porque traía a cabo una de las clausulas de la magia de un genio, pero tras posar su mirada en la mujer que miraba en silencio su conversación supo que tenía que ver con su repentino cambio, con aquella ira que crecía en su interior - pero tu magia te protege, si algo así te sucediera solo duraría un día o tal vez dos… - vio entonces como la espalda del chico se tensaba durante su explicación, como aquella mano reafirmaba su agarre contra la cortina hasta estrujarla con fuerza y el genio al fin pudo suponer lo que sucedía -  lo que estas sintiendo viene de ti y no de una poción – porque si había algo que podía convertir todo aquel amor del que el mismo fue testigo de Jay en odio seria una mentira.


-          Mientes – susurro apenas audible el al escuchar las palabras del genio soltando el agarre de las torturadas cortinas, sintiendo como su alma se partía ante el peso de aquellas palabras, por que Jay no podía amar a alguien que solo lo uso, porque todo ese cariño debía venir de un hechizo, porque de lo contrario su venganza no tendría sentido. 


-          Jamás le mentiría… su majestad – utilizo el titulo que el joven insistió en omitir, aquel titulo que lo incomodaba tanto, porque Genie se había convertido en un amigo más que un maestro, en alguien en quien confiar más que un súbdito y si el uso de aquel titulo no llamaba su atención el tendría que usar otros métodos – espera – pero Jay ni siquiera le miro, ignoro su llamado y abandono la habitación mientras el hombre corría en un intento de alcanzarle.


-          No te le acerques – y los pasos presurosos del genio fueron detenidos por el filo de una espada en su garganta y aquella mujer que escuchaba callada la conversación al fin entro en escena tomando en alto su papel, ella era la protectora de Jay, nadie indeseado podía acercarse a su alteza mientras Azim estuviera presente, no mientras la asesina personal del Sultán le protegiera.


-          ¿Azim creí que éramos amigos? – musito el mirando fijamente a los ojos rubí de la mujer, aquella que simplemente le miraba sin emoción alguna manteniendo el agarre en aquella espada, un paso en falso y ella no dudaría en cortar la garganta del hombre aquel que morirá por el veneno en esta.


-          No sé qué te dio esa impresión – respondió ella ladeando la cabeza solo un poco en confusión para después soltar una pequeña sonrisa sarcástica que hizo sonreír mas al genio.


-          Rompes mi corazón al escuchar eso – y el hombre levanto un puño sobre su corazón para hacer énfasis mientras la mujer retiraba su espada de  la garganta de aquel que podía bromear incluso frente a la muerte -  no puedes protegerle  siempre – y aquel fugas momento libre de tensión desapareció de nuevo cuando pronuncio aquellas palabras a la mujer que consideraba una amiga -   no de esto.


-          El debe cometer sus propios errores – respondió ella guardando su afilada espada en la funda junto a su cadera, dándole la espalda así para seguir a su señor.


-          Entonces serás culpable de esas consecuencias – volvió a llamar su atención, intentando advertirle de aquella locura de la que estaba siendo participe. 


-          Las enfrentare también – fue su única respuesta, deteniéndose lo suficiente para mirar sobre su hombro y decir aquellas palabras mientras se marchaba balanceando sus caderas, recordándole a ese hombre su verdadera naturaleza, porque Azim seguía siendo tanto hermosa como mortal.


Genie se quedó ahí mirando la destrucción de aquel cuarto, un indicio de lo que estaba por suceder, el quería correr y seguir buscando a Carlos, al niño que había iniciado todo aquello, al que ahora creía responsable por empujar a la  oscuridad a un chico que toda su vida lucho por no ser como su padre, pero él no pudo culparlo, Carlos también era un niño, un pequeño que seguramente no sabía lo que hacía cuando lo comenzó, un chiquillo que jugó un peligroso juego que termino por salirse de las manos y si la mirada de el niño al verle llegar al palacio, si la mirada en sus ojos decía la verdad, Genie sabía que aquello pudo comenzar como un engaño pero se convirtió en algo real para los dos.       


**********************


El chico se sentó frente aquella mesa mirando fijamente a los cuatro hombres que asentía a su pedido,  una reverencia a su rey  y aquellos sujetos desaparecieron en un instante dejándole a solas con la mujer.


 


-          ¿Esto es realmente necesario Jay? – cuestiono ella sentándose sobre la mesa a un lado suyo.


-           Cada parte de ello – sonrió el joven recargándose sobre el regazo que se disponía frente a él.


-           ¿Matar al rey?  - ella comenzó a acariciar aquellos sedosos cabellos con suavidad.


-          Oh no el no va a morir, Utba es inexperto será fácilmente capturado – murmuro acomodándose mas en las suaves piernas de la chica.


-          No entiendo entonces… – hablo confundida ella deteniendo sus caricias solo por un segundo antes de entender la situación – el no es el objetivo.


-           Claro que voy a matarle… pero primero mi amada Azim el descubrirá mi atentado y si es rápido llegara a tiempo para verles morir – levanto la mirada de donde se encontraba recostado para mirar sonriente a la mujer que le miraba con horror – será perfecto – mas ella no respondió se limito a cerrar sus ojos aceptando lo lejos que había llegado y empujando al joven lo saco de su regazo para levantarse de la mesa, coloco entonces un pequeño vial con un liquido frente al chico y camino hasta la puerta - ¿Qué es? – cuestiono curioso el tomándole entre sus manos y mirándole a contra luz.


-          El antídoto – respondió ella sin mirarle.


-          No lo necesito soy inmune a tu veneno, a varios de ellos y lo sabes – regreso a mirarle confundido por aquel extraño obsequio.


-           No es esa clase de antídoto… es mágico – y los ojos de Jay se abrieron ante la realización de aquella declaración por que frente a el tenia el antídoto para la poción de amor y aun que quiso cuestionarle de donde la saco ella ya se había marchado.


 Jay se quedo ahí entre papeles importantes, entre declaraciones de guerra, mapas y tratados con reinos cercanos  observando el vial que destruiría la bruma de aquel falso amor que decía sentir, ahora solo debía decidir entre tomar o no, entre seguir sintiendo ese doloroso amor o enfrentar la verdad de su corazón.  

Notas finales:

La primera parte donde Jazmín intenta deshacerse de sus bebés fue escrita casi desde el primer capítulo pero no tenia como meterla hasta ahora yey!! Y la del espejo esa también fue relativamente de las primeras, si escribo las cosas por partes y luego las junto o escribo las partes que puedan hacer que concuerden.

 

Jafar se quedó con el espejo de la reina malvada, bueno parte de él, imagine que por eso ella solo le entrega un trozo a su hija, porque enserio ¿cómo le hizo el espejo para llegar tan pequeño a la isla si se supone el castillo apareció ahí por arte de magia?, en mi opinión debió estar grande el espejo completo, o al menos no tan peque.

 

Y ese es mi intento todo chando de lemon, lo sé esta horrible y lo he revisado varias veces y no pude hacerlo mejor TT-TT… pero… pero… pero waaaaaa no lo lean, si se les rompió el corazón al leerlo, sintieron el dolor, la culpa y resignación de Carlos,  la ira, el miedo y soledad de Jay entonces cumplí mi misión, si no es así iré a cortarme las venas o a llorar a mi rincón feliz.

 

Una víctima de violación nunca va a ser culpable de esto, ella no se lo busco, no debe estar agradecida de que le paso y no debe ser menospreciada por esto, Carlos se siente merecedor pero no debería, nadie pero absolutamente NADIE tiene derecho de hacerle algo así a ninguna persona sin importar las circunstancias, excepto a los violadores que son víctimas en prisión esos si ojala y se les pudra.

 

Sé que van a decir es un total cliché que Jay quiera apoderarse del reino de Ben y bueno saben porque lo hago, sip por que Jay detesta ser comparado con su padre, el no quería ser como él y ahora irónicamente se ha transformado en su padre, solo miren quiere adueñarse de otro reino, ser el más poderoso y oh si acaba de esclavizar a su objeto de deseo, bien hecho Jay tu padre estaría orgulloso.

 

Si alguien no entendió el plan de Jay en contra de Ben puede preguntar, vamos sin miedo.

 

Notas: La canción es Not Strong Enough de  Apocalyptica y como lo han notado no es Disney pero se me acabaron y esta simplemente la escuche y me zaz salió el capitulo, mi gusto musical es variado, así que comprendan, gracias los amo nunca cambien,    aquí el link https://www.youtube.com/watch?v=VZwLT1mYN9Y

 

Hice unos dibujos como prometí están en mi Deviantart por si les interesa. http://lilithdarkdaughter.deviantart.com/art/Jay-Raja-Azim-2-590197093

 

Dudas?

Comentarios?

Galletas??

 


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