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HAUNTED. por Kris Kuro Angel

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Notas del capitulo:

Hola, linduras que alegran mi día. Les traigo sensualidad~


Esto es algo que tenía guardado desde hace algun tiempo y nunca terminé (y ya era hora de terminarlo)


Sin más que decir, disfruten del one-shot~

Haunted.


 


One-Shot.


 


 


I


 


“Mírame y hechízame. Bésame y poséeme. Desea y entrégate…”


 


Akashi miraba la entrada de aquella lujosa discoteca a la que iba cada fin de semana. Revisó la hora en su teléfono y sonrió, esa persona ya debía estar allí. Con paso decidido entró y sus oídos fueron llenados por la estrepitosa música y las voces ajenas, pero no importaba. Caminó sin detener su paso pese a las insistentes jovencitas que deseaban acompañarlo, él solo necesitaba a una persona.


 


Llegó hasta una apartada mesa en donde una figura ya lo estaba esperando.


 


—¿Me tarde mucho, Tetsuya?


 


Los penetrantes ojos del aludido lo miraron fijamente, Akashi se sintió poseído por esa mirada. Lucia exquisito en esa cómoda franela y esos apretados jeans.


 


—No, Akashi–kun —su voz melodiosa opacó todo ruido a su alrededor.


 


Akashi se inclinó y depositó un beso en los labios de Kuroko, su delirio. Siempre creyó que Kuroko era alguna especie de ser sobrenatural que lo había embrujado desde el instante en que lo vio, tímido, pequeño, inocente. Una inocencia que él mismo se encargó de exterminar. Sus lenguas se masajeaban, sus cuerpos exigían atención inmediata. El deseo los poseía, la pasión exigía ser saciada.


 


—Akashi–kun —Kuroko se separó del pelirrojo tratando de mantener cierta distancia entre ellos—, Midorima–kun me… me propuso matrimonio —no quiso ver la reacción que Akashi tenía en ese momento, el solo sentir su miraba sobre él lo inquietaba—. B–Bueno… no me dio un anillo ni nada, él solo… solo me lo sugirió. Yo… le dije q–que lo pensaría.


 


Akashi tomó el rostro de Kuroko y lo besó nuevamente, esta vez demandaba más. Era más salvaje. La mano del pelirrojo se metió bajo su camisa y acarició la lechosa piel que lo embrujaba, apretó ese trozo de piel hasta sentir los huesos debajo de esta. Kuroko gimió contra su boca, rodeó su cuello con sus delgados brazos.


 


—Deberíamos ir a un lugar más íntimo —sugirió con su voz endemoniadamente sensual.


 


—Si —fue lo único que pudo decir el peliazul preso de la excitación.


 


 


II


 


“La adrenalina sube, pierdo el control. Me enloqueces.”


 


Sintió el peso de su propia culpa calarle los huesos, no sabía cuando comenzó eso ni como se dio ni cuando terminaría. Solo podía estar seguro de algo, y eso era que no quería pensar en nada esa noche. Estaban en el departamento de Akashi (un gran departamento), un sentimiento de calidez le invadió los sentidos. La familiaridad de ese lugar, ese característico olor a fresa y esa habitación al fondo del pasillo que lo seducía e incitaba a entrar en él.


 


Ven, Kuroko. Ven.


 


Escuchaba esa voz proveniente de su subconsciente y se la atribuía a la habitación. No era que una fuerza sobre humana le impulsara a entrar allí, era él mismo quien deseaba entrar allí lo más pronto posible. El peso de la mano de Akashi lo sacó de su ensoñación, los dedos se clavaron en su piel y masajearon cuidadosamente esa zona.


 


—Espérame en el cuarto, prepararé unas cosas, enseguida te alcanzo.


 


Sus pies se movieron por si solos bajo el embrujo de la voz de Akashi. Recorrió con tranquilidad ese camino que tan bien conocía, puso la mano en el pomo de la puerta y la abrió. La habitación estaba iluminada con lámparas de lava de color rojo, la cama estaba en el centro y sobre ella un barandal, una mesa estaba justo al lado en donde Akashi colocaba sus “juguetes”.


 


Kuroko suspiró. ¿Estaba haciendo lo correcto? Siempre se hacia esa pregunta cuando entraba allí y nunca la respondía. Quizás no era lo correcto pero le gustaba, quizás se arrepentiría en el futuro pero viviría el presente. Nadie tenía porque saberlo, nadie tenía el derecho a inmiscuirse en su vida, por ahora.


 


Se recostó en la mullida cama, quitó sus zapatos y los acomodó a un lado, en donde no molestaran. Esperó paciente a que su amante llegará, eso lo hizo reír bajo. Era paciente para algunas cosas pero para otras le era imposible esperar, como el “muy” esperado día de su boda. Midorima podía ser el hombre perfecto, un príncipe azul en todos los sentidos, pero para Kuroko muchas veces era insufrible. La forma en cómo se refería a sus gustos, sus amigos, sus pocas salidas. Para Midorima todo eso estaba mal. La convivencia no era la misma, incluso su madre había sugerido que vivieran juntos para acoplarse mejor como pareja pero Midorima se negó, él no quería que la reputación y pureza de Kuroko se manchara. Él quería a su cándido novio vestido de blanco en el altar, el blanco que representaría su pureza.


 


A veces quería gritarle que no era virgen como él creía, no era un doncel cándido que debía ser tratado como una señorita. Había terminado un par de veces con él en el pasado pero Shintaro siempre se las ingeniaba para que se reconciliaran, eso le daba esperanzas de que todo cambiara y más si se casarían, que mal que no todo era como él quería.


 


Escuchó los pasos de Akashi y la puerta siendo abierta. Su pelirrojo amante se acercó con un par de copas en las manos.


 


—Tú favorito —Akashi le hizo entrega de una de las copas y Kuroko la recibió con gusto. Adoraba los cocteles que Akashi preparaba y más si era antes de lo que tenían planeado hacer—. Te ves tan hermoso —susurró sentado a su lado, contra su oído, su lengua afilada recorrió el lóbulo, el cuello y mordió la unión con el hombro. Kuroko gimió ante la acción.


 


Se puso de pie y tomó las copas ya vacías colocándolas a un lado. Empezó a desnudarse frente a Akashi, quien se relamía los labios ante la imagen que Kuroko le brindaba. Completamente desnudo se subió al cuerpo de Akashi, aprovechó la posición y se besaron fuerte, demandante, sus lenguas batallaban por el dominio del beso.


 


—No aceptes —susurró Akashi contra sus labios—. No aceptes ese matrimonio, Tetsuya. Quédate a mi lado siempre, sabes que yo te hare más feliz que el desdichado de Shintaro —tomó la mano de Kuroko, la que lo acariciaba, y la besó con ternura. Kuroko no esperaba esa reacción de Akashi y le pareció algo tierno.


 


“Me perteneces, te pertenezco. No hay espacio para la duda entre nosotros…”


 


Algo en Kuroko se encendió. Desvistió a Akashi tan rápidamente que ni el propio emperador pudo creerlo, ahora era él quien estaba a merced de Kuroko y la idea no le desagradó del todo. Sus pequeñas manos se paseaban al igual que su boca por el cuerpo del emperador y este se dejó hacer, gemía bajito, lo disfrutaba. Sus gemidos se hicieron más fuertes cuando sintió la cálida lengua de Kuroko rodear su miembro, subía y bajaba, lo saboreaba como una paleta.


 


Lo sintió subir antes de poder eyacular, repartía besos por su abdomen y su lengua caliente saboreó la piel del pelirrojo.


 


—Amárrame —susurró—. Amárrame y no me dejes ir.


 


—Tus deseos son órdenes.


 


 


III


 


“Amarnos, desearnos, y aun así estar injustamente separados”


Akashi había amado a Kuroko desde que lo conoció, desde que oyó su tierna voz, desde que sus ojos y los de él se encontraron. Akashi Seijuro había sido embrujado por Kuroko Tetsuya sin oponer resistencia, si Kuroko se lo hubiera pedido él se hubiera entregado en cuerpo y alma en ese momento. Pero siempre había algo interponiéndose entre los dos: Midorima Shintaro, el novio oficial de Kuroko.


 


Akashi conocía a Shintaro desde que eran unos niños, eran amigos y compartían gustos en común, uno de ellos —por desgracia— fue Kuroko. Por lo mismo, gracias a ser amigos, sabía que Shintaro era un puritano, algo machista, que creía que Kuroko por ser un doncel debía llegar puro al matrimonio, él solo debía experimentar el deseo carnal con su esposo, Midorima estaba seguro que ese título le correspondía solo a él. Tal vez, si Akashi no hubiera intervenido, Kuroko habría cumplido con el capricho de su novio.


 


Es que cuando Akashi se proponía algo lo lograba. Él deseaba a Kuroko, quería amarlo hasta que las fuerzas se le acabaran. Exploraría cada parte del, en aquel entonces, virginal doncel; lo haría gemir hasta el cansancio y lo encerraría para que nadie lo tuviera como él. Kuroko era fuego y eso lo descubrió esa noche que desato aquella llama irrefrenable de pasión y deseo. Midorima nunca lo supo, si siquiera lo hubiera intuido jamás habría permitido que se acercara a Kuroko pero él muy iluso seguía confiando en él.


 


Midorima jamás podría satisfacer la fogosidad de Kuroko como él lo hacía.


 


—Akashi… Akashi–kun… —gemía Kuroko atado de manos y con los ojos vendados—. Rápido… más… ahhh…


 


—¿Me quieres adentro? ¿Tan rápido? —Akashi sonreía, le fascinaba ver a Kuroko desesperado y rogando por él. Él era su droga. Dejó de masturbarlo y tomó la fusta de la mesa al lado de ellos, golpeó uno de los glúteos y sus gemidos llegaron deliciosos hasta sus oídos—. Dime que deseas, Tetsuya. Yo hare lo que me pidas.


 


—Adentro… te quiero aden- ahhhhh! —sintió otra vez el golpe de la fusta y eso lo encendió, retorcidamente, su mente transformaba el dolor en placer—. No me tortures… no me tortures más… penétrame… fuerte… ¡Lo quiero fuerte!


 


Akashi dejó de lado la fusta, la voz de Kuroko solo logró excitarlo más pero no entraría en él aun. Pasó dos de sus dedos por el estrecho pasaje de su ano y se inclinó para susurrarle al oído.


 


—Dime lo que quiero escuchar.


 


Kuroko ya no podía estar avergonzado, allí su cuerpo y su alma eran sinceros sin ser juzgados.


 


—Cógeme… —habló entrecortado—. Quiero tu pene tan… tan adentro… ahhh… hasta desmayarme… Soy tuyo… solo tú sabes cómo s–satisfacerme…


 


Akashi no se hizo más del rogar y le dio a Kuroko lo que tanto anhelaba, no sin antes colocar un collar en su cuello. Él era suyo y de nadie más. Penetró el pasaje caliente de Kuroko, certero, doloroso, pasional. El peliazul gimió de dolor y placer, ya no podía pensar en nada coherente solo en el placer que le proporcionaba su Akashi.


 


Kuroko estaba extasiado con el dolor que se transformaba en placer a cada segundo. Pensó que si alguna vez dejaba a Seijuro se lamentaría para toda la vida, dejar de lado ese placer, dejar esa seguridad que solo sus brazos podían brindarle, dejar el amor retorcido y desmedido del emperador era algo inconcebible para él.


 


Las embestidas se detuvieron, Kuroko respiraba entrecortadamente hasta que pudo recuperar el aliento. ¿Por qué se detuvo? Su cuerpo cayó estrepitosamente contra la cama, boca arriba, sus manos fueron desatadas.


 


—Akashi– ahhh!! —sintió nuevamente la penetración pero más dolorosa y profunda. Arañó su espalda y aprisionó sus caderas, no podía dejar ir esa sensación.


 


—Me vengo —dijo el pelirrojo ronco de excitación.


 


—S–Si… adentro ¡Ahhh! ¡Ade–dentro! ¡Córrete adentro! —suplicó Kuroko al borde de la locura. Las rápidas embestidas hicieron que su cuerpo se balancear descontrolado, hasta que lo sintió, el semen de Akashi deslizándose en su interior.


 


Sus cuerpos quedaron así por largo rato, uno encima del otro. Kuroko estaba agotado en todos los sentidos pero feliz, satisfecho, pero la cruda realidad lo azotó fuertemente. Intentó mover el cuerpo pegajoso de Akashi pero él se aferraba a su cuello, olisqueaba por detrás de su oreja. Se negaba a dejar ir a su amado Tetsuya.


 


—Quédate a mi lado, no huyas —susurró—. Si te vas me condenaras a la muerte, harás que mi corazón se deshaga en un mar de pena. Tetsuya, tú me sacaste de ese infierno en el que vivía, eran tus manos las que alejaban mis pesadillas. Tus besos son lo único que calma mi sed. Te amo y te amaré hasta que mi vida se extinga, solo tú, Kuroko Tetsuya, puedes tenerme a tus pies.


 


Kuroko no se esperaba aquella confesión, ni el temblor que se apoderaba del pelirrojo. Se aferró a él y dejó salir todo su dolor, todo su deseo.


 


—Yo no quiero dejarte, Akashi–kun. No le veo razón a la vida si no estoy contigo pero tengo miedo, mucho miedo —tuvo que tomar una respiración profunda, su garganta dolía y sus ojos le escocían—. No quiero decepcionar a mis padres, no quiero hacerle daño a Midorima–kun…


 


Akashi calló sus lamentos con un dulce beso.


 


—No tengas miedo, mi Tetsuya —susurró juntando sus frentes—. Puedes elegir, tienes derecho a elegir sobre tu vida. Tus padres te amaran y te apoyaran porque eres su hijo. No se puede evitar herir a alguien, lo lamento por Shintaro pero es algo que tenía que pasar.


 


—Akashi–kun…


 


—Huye conmigo, Tetsuya. Vámonos a donde nadie nos encuentre —vio la duda y la sorpresa en los ojos de su amante pero ya no podían volver atrás—. Decide ahora, ¿Me amas, vendrás conmigo, o seguirás al lado de Shintaro, siendo infeliz por el resto de tu vida?


 


Una débil sonrisa afloró en los labios del peli celeste mientras gruesas lágrimas abandonaban sus ojos, ya lo había decidido, era más que obvia su decisión.


 


—Sí, me voy contigo, Akashi–kun.


 


 


*******


 


 


Un peli verde se encontraba mirando la ciudad desde el balcón de su hogar, en la mesa descansaba una carta abierta y en su mano un cigarrillo a medio acabar. El viento mecía sus cabellos y arrastraba lejos el suspiro que dejó escapar.


 


—Lo sabía, siempre lo supe —dijo a la nada—. Te tardaste mucho, Kuroko. Tardaste mucho en separarte de mí pero ¿qué se va a hacer?


 


Volvió a la habitación, aplastó la colilla contra el cenicero. Se sentó en la silla de su escritorio contemplando la carta y las palabras del que alguna vez fue su novio. Sonrió para sí mismo, estaba tan lleno de ira, de dolor, de decepción pero ya no podía hacer nada. Akashi siempre le dijo que Kuroko podía abandonarlo por otro, no se lo tomó en serio y nunca se esperó que ese otro fuera su mejor amigo.


 


Arrugó la carta, la destrozó y la lanzó a la basura. Caminó como león enjaulado por toda la habitación. No necesitaba eso. No necesitaba palabras de consuelo ni falsos lo siento.


 


—Espero que sean muy felices —dijo. Soltó una carcajada amarga—. Si, espero que seas muy feliz con él, Akashi. Si, se feliz, toca el cielo y cae en picada al infierno. Deseo de todo corazón que te haga lo mismo que me hizo a mí, que sufras como lo hago yo.


 


Se dejó caer en la cama, las amargas lágrimas bañaban su rostro. Por hoy lloraría, dejaría que el mundo se le viniera abajo y mañana, impulsado por su orgullo, seguiría viviendo.


 


FIN

Notas finales:

Ya se que el final es medio shit pero tenía que terminarlo bien dramatico(?)

Hice sufrir a mi cuatro ojos de voz sensual ;-; no tengo perdón de Dios.

"Pero en el amor también se sufre"


Un beso y un abrazo a todos. Nos seguimos leyendo en mi otro fic o/


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