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Avengers por Mr Rogers Stark

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Notas del capitulo:

Bueno, dije que lo subiría antes, anteayer si no estoy mal. I know, es tarde. Pero, en mi defensa, tarde en lograr escribir este capítulo de forma que me agrade ¿Qué puedo decir? No es muy largo, pero sí creo es un buen inicio para ir adentrándose a todo el terreno del fic. Se dan a conocer detalles, se dan a entender los sucesos de la película. Cabe aclarar que, obviamente, Tony aun no es IronMan, no se tiene mucho conocimiento de los demás Vengadores y… Well, ya lo verán mientras siguen leyendo. Prometo hacer más largo el próximo capítulo. O lo intentare.

Siento que había algo que debía colocar, importante, pero no lo recuerdo. Ya lo hare, en algún momento.

Un detalle más, lo más probable es que empiece a actualizar una vez por semana. Plan que aún está en proceso, mientras organizo mis tiempos y me lo impongo a mí mismo, pero esa es la idea. Actualizar los domingos, uno de los fics, no todos, no podría con todo. Estableceré un orden, posiblemente, para no tener alguno abandonado. Espero hacerlo, de lo contrario, pues… Anyway, ¿Qué puedo hacer? Mi cerebro trabaja como quiere.

¿Alguien sufrió como yo con el tráiler de Civil War? Comencé a escribir este fic únicamente para aliviar el dolor. I hate Marvel Fandom, but I love you, but I hate you.

No busquen la lógica en donde no la hay.

Nadie dijo, nunca, que el paso de un tiempo a otro fuera sencillo. De las costumbres con las que uno fue criado, con las que fue moldeado y lanzado a la sociedad, con las ideas claras, los objetivos y propósitos establecidos desde la cuna hacia un mundo nuevo, porque sin importar que era el mismo lugar, la misma ciudad, el mundo era diferente. Porque de una reservada sociedad se salta directamente a una desinhibida sociedad sin prejuicios o costumbres arraigadas. Y, como si despertara de un largo y frio sueño, Steven Grant Rogers sintió que, por primera vez en su vida, no podía volver a ningún lugar en el mundo, sin un hogar, sin una posibilidad más que continuar con la vertiginosa marea que lo arrastraba sin piedad. Porque, aun con tantas explicaciones técnicas, su mente parecía demasiad ida como para procesar todo correctamente. Asintiendo, como un soldado entrenado y preparado para lo imposible, mantuvo una aparente calma mientras los estudios y análisis eran realizados. Incomodo, consumido en la abominable sensación de la confusión y el vértigo, como si navegara en lo desconocido, en la nada misma.

Porque hace solo unos instantes -Solo fueron unos instantes para él- estaba estrellando una nave en el medio del Ártico. Pero ahora resulta, con hombres y mujeres a su alrededor, que no fueron unos instantes, que fueron 70 años. Unos largos y crueles 70 años donde todo cambio, donde él no era una realidad tangible sino una leyenda, un personaje de cuentos infantiles que ahora muy pocos se atreven a recordar. ¿Era eso realmente? Pasar de la catástrofe de una guerra, del dolor y la desesperación de un posible final en el mañana, a una sala de laboratorio, a una camilla rodeada de seres con batas e instrumentos que no conocía. O tal vez si lo hacía, de forma más antigua, más precaria, como había escuchado decir al elegante hombre que, como si solo hubiera estado para darle la bienvenida, había desaparecido por una de las puertas.

Y era difícil, ¿quién podría decirle que no?, dar un salto tan drástico en solo segundos. Porque nadie podría haberlo preparado, ni todo su entrenamiento militar, ni todos los sueños inverosímiles que alguna vez alguien pudiera haberle relatado, ni todos los preparativos para eventualidades. Nada, absolutamente nada.

—¿Listo para su nueva vida, Capitán?— lo hubiera preparado para todo lo que tendría que pasar.

—Lo hare cuando sepa con quien estoy hablando, Mr.— pero retrasarlo era el pequeño salvavidas al que podría aferrarse en medio de la tormenta.

[—]

Con una honda exhalación, retuvo el aire por apenas unos segundos mientras intentaba comprender, asimilar y aceptar su nueva realidad. Siguiendo los pasos de la señorita que, con amable sonrisa, parecía ser la única realmente comprensiva con su posición, o al menos lo aparentaba muy bien. Y esa situación, lejos de relajarlo, lo hacía sentir aún más estúpido, inútil, peor que un niño perdido en medio de un gran parque, llorando por el camino que lo llevaría de regreso a su familia. Y se sentía a la deriva, lanzado hacia la oscuridad, obligado a caminar un sendero del que no conocía nada, donde ni un escudo o arma podría servirle de utilidad, un infante que r10;tomado de la manor10; debía seguir los pasos que se le marcaban con la esperanza, mínima, de que no se caería en el intento. Empero no era temor al fracaso, ni al dolor o la aventura que se abría ante él; era la sensación de que ese no era su lugar, de que ese tiempo no le correspondía, de que todo en él estaba equivocado. Iniciando desde su persona y terminando en el pasillo por donde caminaba.

—Se le ve nervioso, Mr. Rogers— Pepper, tal vez un poco más comprensiva en cuanto a lo que estaría pasando el rubio, y no es que su rostro pudiera ocultarlo plenamente; sonrió levemente intentando brindarle un poco de calma. Sabia, muy en el fondo, que Tony desearía estar en su lugar, intentando animar al soldado a su forma, adecuarlo a la sociedad de una forma brusca pero, seguramente, efectiva; lastimosamente el castaño tenía una reunión pendiente —. Esta será su habitación por el momento, tiene todo lo que pueda necesitar, pero puede avisar si hay algo que falta. También encontrara ropa— dudo, mirando el traje que, hasta el momento, el hombre no se había sacado —más acorde al tiempo. No hay necesidad de estar con el uniforme a toda hora—

—Supongo que ya no hay guerra para cual estar preparado— con un mero murmullo, deseando no ser escuchado, Steve miro el interior de la habitación sin atreverse a dar un paso en su interior.

Finamente decorada, amplia, exquisita, elegante y… perfecta. Esa habitación era perfecta. Si por él fuera la describiría como la suma de la riqueza, el poder y el buen gusto reunido en solo cuatro paredes. Y esa sensación de no pertenecer a ese lugar volvió, con mucha más fuerza, en forma de unas angustiosas nauseas. Y desearía, realmente, poder decir que era mejor haberse quedado en el hielo, quedar en ese sueño, en esa interminable fantasía que le permitía estar consciente e inconsciente al mismo tiempo. Pero no. El frio, la soledad que durante ese tiempo le abrumo, durante esos instantes que fueron eternos y tan efímeros a la vez, esos 70 años que realmente no sintió pasar; no era algo por lo que quisiera volver a pasar.

—Muchas gracias, eh…—

—Pepper, puede llamarme Pepper— la mujer sonrió, a un lado de la puerta esperando que el rubio entrara finalmente —. Mr. Stark le explicara un poco de este nuevo tiempo, así como lo ayudara a— vacilo, haciendo su sonrisa flaquear —acostumbrarse a todo—

—Preferiría no molestarlo— y no traer a su lado los recuerdos que su presencia le provocaban. Con esa sonrisa, el porte y la forma de moverse no podía evitar evocar, en lo profundo de su mente, la imagen de Howard Stark. Ahora -sabia- llamado Howard Stark Sr.

—No lo hará, créame— porque si de algo estaba más que dispuesto Tony Stark era a hacerse cargo de su gran descubrimiento. Si es que ese hombre era peor que un niño —. Ahora está en una reunión, más tarde volverla—

Con un asentimiento de cabeza, atreviéndose finalmente a entrar en la habitación, la mujer le dio la última sonrisa antes de desaparecer por la puerta con la misma elegancia y tranquilidad con la que la había visto moverse.

Y por segundos, aun mirando su alrededor con curiosidad e interés, sintió la soledad volver.

Sintiéndose sofocado por primera vez desde que despertó.

[—]

—¿Qué es lo que has estado haciendo, Tony?—

Con un suspiro, girando en la silla de su escritorio, se debatió las probabilidades de contestar esa pregunta. Sabía que la información, completa, no se había filtrado fuera de los involucrados, pero también sabía que varios tenían los ojos puestos sobre él y no había pasado inadvertido su abrupta huida al centro del Ártico. Aunque en su defensa el hacia lo que deseaba, se movía a donde quería y por las razones que tuviera, sin explicaciones más allá de sí mismo. O a Pepper, bien sabía que esa mujer era capaz de colgarlo si desaparecía y la dejaba con todas las responsabilidades encima. —Mejor hacerlo con mi fantástica presencia, pensó con una sonrisa ansiando bullir por sus labios, sabiendo la molestia que esto provoco en su compañero.

Rhodey no era precisamente un sujeto paciente.

—¿Qué te pasa, cara de pájaro?— se burló, desde su asiento, mientras una pelota rodaba entre sus dedos sin motivo aparente —. ¿Has venido desde donde-sea solo para cuestionar que hice? ¿Tan importante soy?— acomodándose mejor, con sus pies sobre el escritorio, continuo —. Pues, eh llegado en la mañana, muy cansado por cierto. Eh firmado papeles, muchos papeles. Escuche un regaño de Pepper ¡Encontré mi destornillador favorito! ¿Recuerdas ese por el que te llame y tu escuadrón no pudo encontrarlo? ¿Qué se siente saber que una mujer es mejor que un escuadrón de soldados entrenad—

—No vine a eso, Tony— le interrumpió.

—¿Es que hoy estáis todos con ganas de interrumpirme?— replico con una mueca. Vale, que haya dejado salir un monologo interminable, pero podrían dejarlo terminar. Ni que se fueran a morir —. ¿Entonces qué quieres? ¿Pepper te dio cita? Porque no me la notifico— agrego al fingir revisar  algunos papeles en su escritorio.

—No vine exactamente como Contacto— explico, sentándose en el lugar con un suspiro escapando de sus labios —. Solo estoy curioso. Mis superiores han estado comentando de tus no-notificadas actividades en el Ártico. Están preocupados y, aunque no me lo cuentes, quiero que sepas que quieren averiguar— advirtió, sabiendo que por más bromista que Tony fuera, odiaba que se metieran en sus cosas.

—Ya. ¿Debo tomarlo como información filtrada del Coronel?— e intentando medir su expresión, ya había tomado el teléfono entre sus manos para teclear con rapidez sin apartar la mirada de su amigo.

—Prefiero que sea como amigo—

[—]

—Entonces, ¿Cómo lo va llevando, Capitán?— cortando el silencio, incomodo silencio, Tony dejo a un lado los cubiertos. Una cena en silencio definitivamente no era una idea que le agradara.

—Bien, supongo—

Bien, supongo. ¿Eso es todo?— cuestiono, con una pequeña mueca tras su pobre imitación del rubio, analizándolo con la mirada —. Vamos, ¿en serio pasara todo su tiempo con esa cara? ¡Debería estar eufórico! Está en un tiempo que nadie, absolutamente nadie, que pudieras haber conocido se habría atrevido a soñar. ¿No estás un poco curioso? ¿Algo? Porque—

—No realmente— le corto, dejando sus cubiertos caer —. Comprendo lo que dice, Mr. Stark, pero… no siento esa curiosidad— explico, como pudo, sin volver a mirar al castaño, demasiado consumido en sus propios pensamientos. Sentía curiosidad, aunque sea un poco, pero se había encargado de enterrarlas en lo más profundo de si, lejos de su alcance. ¿El motivo? No se sentía preparado, aun, para adentrarse demasiado en ese nuevo tiempo.

—Es Tony— resoplo.

—¿Cómo?—

—Que me llames Tony, no soy tan viejo para que me trates de usted— replico, sin apartar la mirada del rubio, queriendo poder ver de él lo que se ocultaba a simple vista —. Estoy seguro que eres más viejo que yo, no solo por tu tiempo como Capsicle, claro— soltó con cierta burla, revolviendo su comida con el tenedor —. ¿Cuántos tienes? ¿30?—

—27— corrigió con una sutil mueca por la burla.

—¿Ves? Yo tengo 25— sonrió con diversión, elevando el mentón —. Anciano—

—¿No te enseñaron a respetar a tus mayores?— sin contenerse, o siquiera pensar realmente en sus palabras, estas habían salido en un tono de regaño burlón.

—Eh, el anciano sabe hacer bromas—

Y ambos, por primera vez en la noche, rieron relajados.

[—]

—Tienes una reunión a las 9 a.m. Ya deberías estar vestido y arreglado—

Entrando por la cocina, interrumpiendo la charla, Pepper dio una rápida mirada a los dos hombres en el lugar. Tony y Steve, posiblemente recién levantados, habían detenido sus tareas para mirar a la mujer con algo más que curiosidad. Aunque fue Steve el primero en reaccionar y quiso soltar una disculpa por el estado en que los encontraba, tal vez aun dejándose llevar por sus viejas costumbres; no era propio que una dama encontrara a un caballero en ropas de dormir. Pero había sido Tony quien, con un golpe vago en sus costillas, lo había hecho detenerse; él bien sabía que la expresión que tenía Pepper no era precisamente amable esa mañana.

—Bueno, estoy seguro que no es tan tarde, ¿cierto?— pero quiso no haber soltado esas palabras cuando, en un murmullo bajo, Steve le había notificado que faltaban 15 minutos para la hora dicha.

—¿Debo contestar?— y ninguno de los dos se atrevió a soltar palabras, suficiente para la mujer para caminar por la cocina hasta tomar asiento —. Pase la reunión a las 11 a.m. Por última vez— advirtió.

—¿Te quedas a desayunar, Pepper?— con una media sonrisa, la mujer termino por asentir a la pregunta, ya más relajada —. El Capi hizo el desayuno, quien diría que es bueno en la cocina—

—No soy tan bueno— replico.

—Si sabes hacer más que una taza de café, es bueno en esta torre— contradijo la mujer, lanzándole una rápida mirada al castaño —. Es más de lo que Tony puede hacer—

—Estoy hecho para la mecánica, no para la cocina— se defendió con un puchero oculto tras su taza de café.

—Pero tu cocina es completamente mecánica— se burló el rubio al recibir un leve golpe del castaño, quien termino por desviar la mirada.

Por instantes, Pepper solo los observo congeniar con naturalidad. Como si no hubiera existido 70 años de diferencia en sus tiempos.

Al menos Steve parecía comenzar a acostumbrarse a su nuevo mundo.

[—]

Un trazo, dos, tres. Lentamente su dibujo tomaba forma, profundidad, sombras. Lentamente lo que su mente había guardado como una imagen se plasmaba en el papel, guiando sus dedos, la carbonilla que usaba para dibujar. El rostro que solo vio en su mente como un borrón, un flash que ahora se atrevía a plasmar en el papel, al principio con duda, vacilación en el objetivo de ese trabajo pero ahora, en ese preciso instante, cuando el dibujo ya tenía una forma completa, casi definida, no había duda en el movimiento de su mano. Y en lo profundo de su mente se lamentó, se criticó a sí mismo, casi como si deseara detenerse y destruir lo que se había atrevido a plasmar, sin embargo, al volver a mirar lo que había hecho, solo deseaba completarlo, concluirlo finalmente.

Y ya casi olvida cuando, hace solo semanas, sus hojas eran consumidas en los recuerdos del tiempo que dejo, de sus días en la guerra, de los campos de batalla, de los viejos bares que solía frecuentar, de los rostros de sus camaradas, sus superiores, los soldados que le acompañaban, del doctor que lo llevo hasta ese lugar. Dibujos, sus recuerdos, plasmados en hojas de papeles que como si temiera perderlos, como si pudiera despertar un día y no hubiera rastro de ellos, como si pudieran evaporarse en el aire, perderse en el hielo. Pero ahora, sentado en el escritorio de su habitación bajo una tenue luz naranja, en el silencio de una tarde que se perdía en la noche, sus dibujos ya no eran recuerdos.

No supo con exactitud el instante en que, esos tristes recuerdos de tiempos que no volverían, se perdieron ente las facciones de quien ahora lo acompañaba día a día. Iniciando con vagos trazos, apenas morisquetas sin forma, Tony se hizo pasó entre sus trazos, en los movimientos de sus dedos sobre el papel. Porque los dibujos de la guerra y compañeros se perdieron entre las muecas de ese excéntrico millonario, porque entre los dibujos, que celosamente guardaba en un cajón, Tony lentamente tomaba posesión de ellos, los conquistaba como todo lo que hacía en su vida, se apoderaba de todo sin permitirle hacer algo al respecto.

No podía estar bien que su mente se vea consumida en el castaño.

En sus muecas. En sus gestos.

En esa mirada.

—¡Stark!—

Se sobresaltó, mirando la puerta de su habitación con sorpresa, por instantes temiendo el origen de aquel grito. Se obligó a moverse con rapidez, abriendo la puerta de la habitación para ver en el exterior e intentar escuchar lo que sucedía. No podía ser una imaginación de su mente ¿cierto? Pero escuchaba pasos, voces indescifrables desde la sala del departamento, entre ellas las del millonario con alguien más, alguien que no reconocía. Se atrevió, con cautela y sin hacer ruido, avanzar por el pasillo para poder escuchar mejor.

—No digas que no, Anthony. Encontraste al Capitán América— se tensó, acercándose aún más a la puerta de la sala para intentar darle rostro al hombre que escuchaba hablar.

—¿Lo hice? No recuerdo tal cosa, ilumíname tío Nick— Tony, a diferencia del rubio, parecía demasiado relajado para su propio bien.

—No necesito verlo para saber que es así. ¿De un momento a otro detienes toda búsqueda en el Ártico? Búsqueda que tu abuelo y padre han financiado por años ¿Qué dices al respecto?—

—Que no me gusta perseguir causas sin puerto— al fin pudo verlo, Tony con una petulante sonrisa mirando a un hombre, que desde su posición solo podía ver su espalda. Y se contuvo, aferrándose a la pared para no ser visto —. ¿Qué es lo que quieres, Fury?—

—¿Dónde está?—

—No lo sé— y lo vio, sabía que Tony lo había visto en su posición —. ¿Quieres encontrar a un hombre que ha estado muerto por 70 años? ¿O aun tienes la esperanza de que este vivo y congelado? Tío Nick, tienes unas esperanzas inigualables—

Y tomo esas palabras como su señal de salida.

[—]

—¿Quién era?— con el sonido del elevador al llegar a la primera planta, Steve finalmente se atrevió a cuestionar al castaño, recostado en el marco de la puerta espero por una respuesta que no parecía querer llegar —. ¿Por qué preguntaba por el Capitán América?—

—No querrás saber, Capi— con una leve mueca, intentando imitar una sonrisa, Tony intento desviar el sentido de la conversación. Nunca estaba de buen humor cuando tenía que lidiar con Fury y sus arranques de dime todo lo que sepas o te lo averiguare —. No es nada importante—

—En realidad sí, me gustaría saber— replico al avanzar hacia el castaño, deteniendo sus intentos de hacerse con una botella de licor —. ¿Quién era?—

—… Mi padrino, Nick Fury— sin mirarlo, soltando la botella que había logrado agarrar, soltó el profundo suspiro que había estado conteniendo —. Trabajo con mi padre, no estoy muy seguro en qué, no me importa tampoco. Siempre parece llevar un seguimiento de lo que hago o no—

—¿Entonces…?—

—Es mejor si no te acercas a él, Capi— sonrió, finalmente mirándolo —. No es… la mejor primera opción—

—Pero si una, ¿cierto?—

[—]

Soltó una carcajada, o lo más semejante a esta, mientras entraba al departamento junto a la mujer que esa noche le acompañaría, o al menos eso se suponía. Christine Everhart, como había dicho llamarse, era una rubia de buenas curvas, que daba muestras sobradas de ser una gran compañía en la cama. Y ni siquiera lo había pensado realmente, cuando le había estado hablando poco antes de subir a su auto, eran las cámaras a su alrededor lo que terminaron guiando sus decisiones. Sabia las personas que, aun a distancia, habían estado observando el desenvolvimiento con la mujer, las miradas y la rápida aceptación de estas había sido -estaba seguro- el inicio de un nuevo rumor. Una amante más que en la mañana resonarían en revistas y televisión sin descanso; el espectáculo que todos ansiaban, del que se alimentaban, del que vivían. El espectáculo que les entregaba, del que era protagonista. Y por mucho que le desagradara la idea de verlos inmiscuirse en sus asuntos, en su vida, en sus decisiones; prefería tenerlos indagando en su conquista de una noche a los negocios y firmas que realizaba.

—¿Qué tal si me esperas en la habitación, cariño? Iré por unos tragos, un buen vino— y no espero escuchar respuesta, abriendo la puerta de la habitación, su habitación, para que esta pudiera ponerse cómoda mientras él buscaba lo necesario.

Pero al llegar a la sala, a pesar del alcohol que había ingerido durante la noche, no había tenido necesidad de agarrarse de puertas o paredes para caminar en línea recta. ¿Quién lo diría? Con los años la resistencia al alcohol mejoraba. Eso o sabia disimularlo mejor. Con una mano revolviendo sus cabellos, finalmente se hizo del licor que había estado deseando en el viaje en auto, pero sin las intenciones de acercarse a su propia habitación. No lo negaba, la mujer era linda, lástima que era reportera. No le gustaban, demasiado chismosas, muy metidas, calculadoras, frívolas, oxigenadas, huecas, interesadas. Oh, no, no. Las reporteras de farándula definitivamente no eran su tipo. Demasiado peligrosas.

—El somnífero, J.A.R.V.I.S.— se dejó caer pesadamente en el sillón de su sala, sin encender las luces durante su camino, para poder beber tranquilamente de la boquilla de la botella.

Ya está dormida, Mr. Stark— notifico pocos minutos después.

—Gracias, amigo— tiro su cabeza hacia atrás, soltando un profundo suspiro. Con suerte la mujer se sentiría avergonzada en la mañana por haberse quedado dormida y simplemente olvidaría lo ocurrido, o mentiría diciendo que se acostó con él. No sería una sorpresa si era la segunda —. ¿Tienes los resultad—

—¿Tony?— Steve, desde la puerta de la sala, se atrevió a indagar en la figura oscura en la que se había convertido el millonario en el sillón.

—Cap, eh. ¿No deberías estar durmiendo?— cuestiono con vago interés, con el pico de la botella aun entre sus labios —. Los ancianos deben dormir a estas horas—

—No pude dormir— ignorando la burla se acercó hacia el hombre, finalmente notando la botella de licor entre sus manos —. Es tarde para seguir bebiendo—

Yeah

—¿No iras a dormir?— cuestiono al extender la mano para poder sacarle la botella, agradeciendo internamente que no hubieran quejas al respecto. Con el tiempo, agradecía, comenzaba a comprender y tratar con Tony —. ¿Qué tal te fue en la entrega de premios?—

—Mi cama está siendo ocupada— explico vagamente, mirando al rubio con la burla en sus ojos chocolate, pasando sus brazos por el respaldo del sillón —. De todas formas pensaba irme a trabajar al taller—

—Es tarde y estas borracho— replico al verlo intentar levantarse, sosteniéndolo de uno de los brazos para evitar la posible caída que el tambaleo podría provocarle. Y aunque Tony quiso protestar, no le dio el tiempo suficiente —. Si tu cama está ocupada, usa la mía. Pero debes dormir. Miss Potts me dijo que mañana tienes un vuelo temprano—

—Pepper te cuenta demasiadas cosas, te vuelve un anciano metiche—

Y sin hacer caso al comentario, solo asintiendo, Steve pudo guiar al castaño por el pasillo. Satisfecho con notar la nula resistencia de su compañero, tal vez si demasiado borracho como para tener la suficiente capacidad de hacer una protesta decente. O simplemente no tenía suficiente energía como para intentar ir en contra del fuerte agarre del rubio sobre su brazo. ¿Importaba realmente? Ninguno estaba incomodo por el contacto, por la cercanía entre ambos, aun en silencio mientras avanzaban por el pasillo hacia el lado contrario al taller. Tony parecía demasiado ido en sí mismo, bostezando en una ocasión durante el trayecto, usando de apoyo el agarre en su brazo como si confiara que Steve le sostendría de perder el equilibrio y las fuerzas. Y no se equivocaba, el rubio estaba pendiente de los pasos que daba, del tambaleo efímero de su cuerpo, de su respiración, los sonidos que iba soltando, esos inteligibles murmullos que -estaba seguro- eran ideas vagas que el genio tenía a esas horas y condiciones.

No era la primera vez que estaban en tales circunstancias, con Tony abusando de la ingesta de alcohol aun sin una razón válida, quedando en un deplorable despojo de hombre sobre algún sillón, riendo a carcajada suelta sin sentido o tal vez en su taller, frente a un escritorio durante horas, que se volvían días y noches sin el descanso debido, sin alimentación más allá de esa insana ingesta de alcohol. Y aunque antes era Pepper quien, con infinita paciencia, intentaba sacar o tolerar a Tony en ese estado, intentando que comiera más que esa grasosa comida que pedía a domicilio, que ingiriera algo más que alcohol o que buscara algo más que azúcar. Es parte del proceso creativo, había murmurado Stark en alguna ocasión, demasiado entretenido en los planos en sus manos, en las herramientas que manipulaba con maestría, en los peligrosos materiales que transformaba a su antojo. Pero ahora estaba Steve, quien con la misma paciencia, sin que nadie se lo hubiera pedido con anterioridad, el que intentaba hacerse cargo de Tony. Con una mayor eficacia de la que alguien alguna vez pudo lograrlo, con palabras tranquilas, gestos lentos, empujones suaves que terminaban por hacer ceder al millonario en sus momentos más tranquilos. Aunque existían otros menos amables, en los que terminaba arrastrando al soldado en todo ese desastroso mundo en el que vivía; y Steve se dejaba arrastrar solo para asegurar que Tony no se consumiera en el proceso.

—¿Dónde dormirás tú?— cuestión al fin, sentado en la orilla de la cama con una tenue sonrisa entre sus labios; burlona, divertida, sarcástica, coqueta. Una suma de lo que era, de lo que le caracterizaba y lo hacía quien era frente a las cámaras —. Pepper se enfadara conmigo se le saco la cama a un anciano—

—No tengo sueño— repitió. Dudando en acercarse al castaño para ayudarlo con su ropa o permitir que este lo hiciera por su cuenta. ¿Estaría en condiciones de hacerlo? —. ¿Quieres… quieres un piyama?—

—Prefiero dormir sin ropa— se relamió los labios, finalmente procediendo a desabotonar su camisa —. Si tú no te duermes también en esta cama, me iré al taller. Y ni toda tu fuerza de súper soldado me detendrá— amenazo.

—Dormiré en el sofá—

—No, arruinaras mi sofá— se quejó, con la camisa abierta, parándose de su lugar —. Acueste en esa cama, ahora—

—Tony—

—Ahora— ordeno.

Y aunque ambos se miraron con firmeza por largos minutos, por mucho que uno de los dos estuviera borracho, fue el rubio quien termino cediendo a la situación. Lo que le interesaba por el momento, como prioridad, era lograr que el caprichoso hombre se acostara a dormir finalmente.

—Bien, acuéstate. Iré a cambiarme—

[—]

Se removió, inquieto, gruñendo por la luz que daba directo en su rostro. No quería levantarse, la cabeza lo mataba, su cuerpo le pedía quedarse entre las mullidas sabanas, contra esa inagotable fuente de calor a la que se mantenía aferrado. Estaba cómodo, demasiado cómodo para moverse. ¿Por qué habría de hacerlo? No era tan importante la reunión que hoy tenia. Bueno, lo era. Pero no para él. Estaba cansado, agotado, la noche anterior había quedado demasiado cansado por los acontecimientos. No podían pedirle asistir a una fiesta para partir en un avión en la mañana. ¡Simplemente no podían! Pero Pepper seguía creyendo que podía hacerlo, que si no se desvelaba, que si no tomaba, que si no aquello. Un montón de cosas que no debería hacer, pero hacía. Simplemente no deseaba levantarse, no cuando estaba tan cómodo sobre… ¿sobre qué?

—Mh— se removió una vez más, esta vez abriendo apenas sus ojos para poder ver a lo que estaba aferrado. Aquello que se movía entre sus brazos hace solo unos instantes —. Steve—

Estaba sobre Steve. Estaba abrazado a él. Durmiendo casi sobre él. Pero mantuvo la calma, tomando una gran bocanada de aire, mientras se separaba lo suficiente para ver a rubio aun dormido. Y aunque sabía que debía alejarse, levantarse de donde estaba para continuar una rutina en donde una situación así no tenía lugar, se quedó quieto, acomodándose lo suficientemente despacio como para no despertar a su compañero. ¿Cuántas oportunidades similares tendría en un futuro? Posiblemente ninguna. Pero ahora estaba ahí, a solo unos centímetros, con su cuerpo consumido en el calor que el mayor despertaba, que lo agobiaba y sofocaba de una forma deliciosa, que lo relajaba y calmaba de forma inmediata. ¿Qué tan bueno era eso? ¿Qué tan aceptable era lo que experimentaba? Cuando debería alejarse, fingir que no paso, que estaba suficientemente borracho como para no recordar nada de la noche anterior, cuando simplemente debería alejar todos los pensamientos de su mente. Pero no quería, ¿Por qué debería en primer lugar? Nada le impedía conservarlos, nada le impedía permanecer como estaba, nada le impedía quedarse solo unos instantes mas.

—Steve… ¿estas despierto?—

¿Cuándo lo llamo realmente por su nombre? Al menos directamente, nunca lo hizo. Capi, Capitán, Capsicle había sido apodos para mantener la distancia, para no establecer una cercanía que pronto, después, se le haría imprescindible. Pero en segundos como aquellos, donde lo tenía tan cerca pero lejos al mismo tiempo, donde podría tocarlo y este ni siquiera podría escucharlo, sentirlo. Una incompleta sensación que le bastaba, por el momento, le era suficiente.

No recibió respuesta y la valentía le consumió por segundos. Con la misma lentitud, intentando no hacer bruscos movimientos, se acercó aún más al rostro del rubio, detallando con mayor precisión los detalles que hasta el momento se habían mantenido lejos de su alcance.

El roce, el primero, fue sutil, vago. Una mera caricia fantasmal que le obligo a buscar más, ansiar más de aquel tacto.

Sus labios se unieron en un gesto vago, tosco, sin movimientos. Un mero tacto sin más que el contacto entre ellos. Cálido, reconfortante, delicioso. Sentimientos que le llevaron a preguntarse ¿Cómo se sentiría besarlo realmente?

Pero hundió la pregunta en el fondo de su mente cuando el contacto se rompió.

Salió de la habitación como debió haber hecho en el principio, sin mirar a su espalda, sin atreverse a retroceder, obligándose a fundir el recuerdo en el rincón más oscuro de su mente.

Sin poder ver la mirada celeste del rubio cuando le vio alejarse.

[—]

—¿Qué se supone que haces así?— en medio del pasillo, interrumpiendo su huida, había sido Pepper quien le intercepto con una mueca entre sus labios. No era la primera vez que lo veía en ropa interior vagando por la casa, pero asumía que toda la molestia era por haber tenido que despachar a la periodista, de la cual no recuerda nombre.

—Eh, ¿debo explicarlo?—

—Solo ve a bañarte y arreglarte, tienes un vuelo en… Oh, hace dos horas— reprocho, mientras lo seguía al retomar su camino, sin siquiera detener el monologo que le correspondía —. Deberías estar ya al otro lado del mundo, ¿Dónde estuviste? Fui al taller pensado que estarías ahí. Por cierto, ¿no pudiste encontrar mejor compañía?—

—Ya, ya. No te enojes, ¿quieres? No fuera para tanto— no volvió a verla, intentando ocultar la sutil vergüenza que recordar donde paso la noche le provocaba. En las mañanas no era su mejor momento para disimular o evitar —. Creí que, como es mi avión, me esperaría hasta que llegara. De lo contrario no tiene sentido tener un avión propio si no te esperara, ¿no crees?—

—Evitas el tema— señalo, sin apartar la mirada de sus papeles —. El Coronel te espera, debes apresurarte— agrego al llegar a la puerta de la habitación del castaño, deteniendo de cerrar la cuando este lo intento —. Cuando quieras contármelo, asegúrate que no sea muy tarde— y, con una suave sonrisa, se alejó.

[—]

Un suspiro más en lo que llevaba de día, su mirada perdida en lo que intentaba hacer sin lograrlo, perdido en sus pensamientos, en sus recuerdos. En el único recuerdo que hasta el momento le importaba. No había pasado un día completo, pero parecía contar las horas transcurridas, demasiado pendiente de lo que pasaba a su alrededor para su propio bien. Y aun se lamentaba, molesto consigo mismo, por no atreverse a detener a Tony. Reprochándose no haberse atrevido a estirar su mano para alcanzarlo antes de que abandonara la habitación. No haberlo llamado cuando no volteo la mirada. No haberse levantado para perseguirlo cuando la puerta fue cerrada. No haber hecho nada por corresponder el beso que, como si hubiera sido marcado a fuego, aun sentía sobre sus labios.

Pero no debía hacerlo ¿cierto? No debió haber reaccionado, no debería recordarlo, ni siquiera debió estar consciente cuando eso sucedió. Tony lo había besado al pensar que seguía dormido, que no estaba consciente, que no lo sentiría. Pero si había estado despierto, mucho antes de que el castaño despertara, demasiado extasiado por la idea de una noche plena de sueño ininterrumpido. Sin pesadillas, sin sobresaltos, sin incomodidad. Completa, tranquila, cómoda, relajante. Y sabia, aunque deseaba negarlo, que había sido producto del peso a un lado de su cuerpo, del agarre en su pecho, de la respiración contra su piel, del corazón latiendo al mismo ritmo que el suyo.

—No— se reprochó, recordándose que no está bien, que no debería pensar. Debía olvidarlo, dejarlo atrás, hundirlo en lo profundo de su mente, bajo llave, entre cadenas, sepultado para no volverlo a traer a colación.

—¿Problemas?—

Se sobresaltó, girando sobre su lugar para ver al hombre ingresar al lugar con naturalidad, sin vergüenza alguna. Y no le tomo mucho reconocerlo, encajarlo en la figura que hacía tiempo había encontrado discutiendo con Tony. Nick Fury había vuelvo hacer acto de presencia, esta vez tomándolo desprevenido, en la tarea de afrontar a quien -a palabras de Tony- no era digno de fiar.

—Tony no está, si es a quien busca— explico rápidamente, sin apartar la mirada del único ojo poseedor del contrario.

—Lo sé. Por eso vine— parándose a solo unos metros, una vaga sonrisa asomo entre los labios del trajeado hombre —. Quería hablar con usted, Capitán, aprovechando que Stark no estará para impedirlo— pero la mueca del rubio le fue suficiente prueba de que la conversación no sería bien recibida.

—No veo de que tenemos que hablar, Mr.—

—Considerando quien fue en el pasado, me sorprende que no esté interesado en algo… más— y Steve supo, sin explicaciones, a que se refería —. Si llega a estar interesado, puede llamar— ofreció al extender una tarjeta con número y nombre impreso.

—¿Debo considerarlo una oferta?— cuestiono con la tarjeta entre sus dedos, sin apartar la mirada del contrario, aun receloso de la situación.

—Puede tomarlo como un contacto. Puedo ayudarlo, si usted está dispuesto a ayudarnos después—

Steve no se atrevió a poner en olvido esa conversación.

[—]

—Necesito hablar con ustedes— la expresión del hombre, la mueca entre sus labios y el desvió constante de sus ojos, no resulto una buena señal para los presentes. Rhodey no parecía llegar con las más agradables sonrisas, y la ausencia de Tony a su lado solo podía generar aún más incertidumbre.

—¿Sucede algo, Rhodey? No me digas que Tony ha hecho una de las suyas otra vez. Juro que—

—No, no es eso— le corto, bajando la mirada al buscar las palabras correctas —. No sé cómo decirles esto. Aún tengo trabajo en asimilarlo— vacilo en continuar —. Luego de la presentación, durante el trayecto de vuelta a la base, fuimos atacados. No se cómo lo supieron, ni quien les dijo, pero sabían que Tony estaba con nosotros—

Y aunque las explicaciones sobraban, la idea formándose lentamente en la mente de todos los presentes, conjeturas que se alzaban en el aire sin la necesidad de concretarse. Steve, apoyado en el respaldo del sillón sintió el mundo caer a sus pies, las paredes que lo habían mantenido estables desmoronándose a su alrededor, con todo lo que le rodeaba dándole vueltas por primera vez, desde que fue sacado del hielo, sintió la respiración faltarle y un agónico dolor en el pecho. Y aunque podía ver al Coronel relatar lo sucedido, explicando lo que lo llevaba a ese lugar, lo que pretendían hacer para encontrar a Tony, lo que estaban haciendo, lo que hacía para poner en marcha todo el proceso de búsqueda. No le fue suficiente. No le basto para encontrar un resquicio de calma.

Y se culpó, a pesar de no haber estado en el lugar, se culpó. Se recrimino al pensar en todos los ¿y si…? ¿Y si hubiera alcanzado a Tony? ¿Y si no hubiera sido tan cobarde de hacerse el dormido? ¿Y si hubiera correspondido el beso? ¿Y si lo hubiera detenido antes de irse? ¿Y si lo hubiera convencido de quedarse? Tal vez, solo tal vez, ahora el castaño estaría a su lado, riendo a carcajadas, bromeando, enfurruñado, incluso encerrado en su taller. Tal vez, solo tal vez, no sentiría el dolor en su pecho como si algo de si se hubiera quebrado, como si una parte hubiera sido arrancada y destruida frente a sus ojos.

—¿Saben quién lo hizo?— se atrevió a preguntar, intentando contener a la mujer presente, sintiendo las lágrimas que él no se atrevía a derramar —. ¿Saben si está vivo?—

—No tenemos nada certero— y creció en Steve los deseos de golpear al soldado, deseando que lo mirara a la cara cuando se atreviera a hablar —. Creemos que sigue vivo, esperamos que así sea. Que pidan un rescate y que no—

Ninguno se atrevió a completar la idea.

[—]

El dolor lo agobio, lo consumió, para expresarse en un lastimero jadeo que sin aviso resurgió por sus labios. Su cuero entumecido, los músculos agarrotados y adoloridos, esa incomoda sensación de una herida aún abierta, sin sanar, sin cicatrices. Jadeo, abriendo sus ojos en medio de la oscuridad, buscando los escasos focos luminosos que aprecian tan lejos de sí. Desorientado, perdido, mareado, golpeado y adolorido. Las memorias volvieron a su mente como ráfagas de viento incontenibles, llevándolo a la horrible realidad en la que había terminado envuelto. El oxígeno perdiéndose entre las grandes bocanadas de aire, consumido en la perpetua oscuridad, intentando distinguir los sonidos que, como zumbidos, llegaban a sus oídos.

Y luego la luz. Abrumadora, cegadora, que le hizo cerrar los ojos una vez más. Pero había logrado ver, en los escasos instantes, las oscuras figuras de hombres a su alrededor. Y cuando finalmente se atrevió a mirar otra vez comprendió, recordó.

El jeep, la música, el ataque, los gritos y explosiones. Stark Industries. El dolor.

Y, con ver la cámara frente a él, las voces a su alrededor en un idioma que no comprendía, supo que no había una casa a la cual pudiera volver sano y salvo.

Su último pensamiento, antes de la inconsciencia, fue Steve y su cobardía.


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