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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

Llega el fin de semana y eso significa... ¡actualización! Durante los próximos días, probablemente cambie el ritmo de publicación porque estoy preparando una sorpresa para el fic y necesito llegar a cierto punto de la historia para poder hacerla. Lo que implica que: a) publico más a menudo o b) resumo parte de la historia, ya que la sorpresa tengo que subirla en una fecha determinada o si no, no tendría sentido. Ya veré cómo me las apañaré, pero prometo hacer lo mejor para el fic. ¡Me estoy esforzando al máximo!


El párrafo de canción procede de Anywhere de Evanescence, la cuál creo que les define bastante bien. ¡Disfrutadlo!

El metal presionaba la piel de sus muñecas, hincándose en ella al mínimo movimiento. Sus ojos tardaron apenas unos segundos en acostumbrarse a los claroscuros del lugar desconocido. Giró la cabeza, buscando a su alrededor indicios de compañía o detalles que le proporcionaran pistas sobre su nueva ubicación. Se encontraba en lo que antaño pudo ser un lujoso dormitorio. Las cadenas le mantenían aferrado a la columna de madera perteneciente a una cama de matrimonio con dosel, que quedaba justo a su espalda. Estaba amarrado frente a la puerta, con los brazos en alto y sin posibilidad de escapatoria, como pudo comprobar, tirando de los grilletes. Aunque sus pies estaban libres, solo podía arrastrarse tristemente, sin poder separar las manos de su sitio. Las cortinas eran pesadas y estaba corridas, dejando una pequeña e insuficiente rendija de luz. Parecía que su captor era cuidadoso y no quería tratar demasiado mal a su presa. Echó un vistazo a la herida de su costado. Esta ya no sangraba pero tampoco cerraba. No sabía cuántas horas llevaba en aquella situación, por lo tanto tampoco sabía cuándo fue la última vez que tomó sangre.

 

Yuu-chan…

 

A estas alturas, ya se habría enterado. Seguro que estaba completamente histérico, yendo de un lado para otro del cuartel, metiendo prisa, dirigiendo la comitiva. Sonrió ligeramente al pensarlo. Y recordó, con amargura, la estúpida pelea. Se habían dirigido acusaciones terribles y espantosas. Ambos. Era una riña tonta que debían aclarar. Porque ellos no eran así, discutían pero se perdonaban. Debía salir de allí y pronto. No quería causar molestias y necesitaba decirle a Yuu-chan que lo sentía, que lamentaba ser sobreprotector y pesado. Y, sobre todo, no le apetecía ponérselo tan fácil al malnacido de Ferid.

Tiró con fuerza de las esposas. Estas crujieron pero permanecieron intactas. En otra situación, no le habría supuesto demasiado esfuerzo romperlas en pedazos. Pero Ferid no era tonto. Se había asegurado de debilitarlo lo suficiente como para poder retenerlo y que no le diera problemas. Pues bien, tampoco pensaba quedarse de brazos cruzados (en su caso, de manos atadas) esperando a que ese noble de psiquiátrico hiciera lo que quisiera a su costa. Volvió a contemplar lo que le rodeaba. Su espada, cuyo familiar y reconfortante peso no pendía de su ropa, no se hallaba en ninguna parte y tampoco parecía haber ningún objeto que pudiera ayudarle en su huida. De todas formas, al estar encadenado directamente al poste, sin ningún centímetro de separación, no tenía muchas opciones.

Chasqueó la lengua, cabreado. Cabreado consigo mismo por no haber sido más previsor, por no haber imaginado que Ferid podría jugársela, por no haber estado más atento cuando decidió guiar a los soldados hasta Sanguinem. Además, en cierta medida sentía que todo aquello era culpa suya. Porque, en retrospectiva y mirando hacia el pasado, lo era. Tras todo ese tiempo en que creía que (algunos de) sus fantasmas se disiparon y no volverían a atormentarle, aparecía uno en carne y hueso dispuesto a arrebatarle los logros de un año. Pues no pensaba dejarle. En estos meses había crecido, evolucionado, y aunque sus miedos seguían ahí al igual que la sensación de estar sometido para siempre al lado vampírico y de ser dependiente de ellos, especialmente de él, no tenía intención de permitir que eso le superara.

Su meta estaba clara, pasar el resto de sus días al lado de Yuu-chan y la nueva familia que habían construido juntos. Y un noble pirado no iba a destruir lo que tanto le había costado cimentar.

No volveré a confiar en los humanos. Eso fue lo que le gritó a Shinoa. Y aquí estaba, nuevamente atrapado por su causa. ¿Por qué era tan estúpido? ¿Por qué seguía colaborando con el ejército a pesar de que herían a Yuu-chan una y otra vez porque le incluían en sus planes egoístas? Resopló. En realidad, en esta ocasión tenía un buen motivo. Un motivo que tarde o temprano (esperaba que temprano, pues su intención no era quedarse allí eternamente) le explicaría a Yuu-chan.

Por ahora, decidió que lo más sensato sería evaluar la situación. Al contrario que Yuu-chan, el sí contaba con un cerebro capacitado para pensar y con las neuronas suficientes para ello. Respiró hondo y despejó sus inquietudes. El corte no había cerrado del todo y pronto precisaría de alimento. Hasta entonces, quizá tendría un par de horas. Con suerte, llegaría a un día. Dependía del tiempo que llevaría allí, lo cual desconocía.

El poste era de madera, por lo que una de sus opciones era serrarlo con las cadenas, esperando hacer una hendidura lo suficientemente grande como para partir la madera. O intentarlo. Cuánto más tiempo permaneciera retenido, más disminuirían sus posibilidades. Además, a pesar de la insistencia por ser rescatado que estaría poniendo Yuu-chan, no tenía seguro que fueran a ir en su busca inmediatamente. Hasta él intuía que era una trampa. Ferid no era estúpido (estratégicamente hablando) y sabía que en cuanto le capturara, una horda de soldados se cerniría sobre él. Y no porque el Ejército quisiera, sino porque Mika tenía información valiosa. Aun así, no las tenía todas consigo. En realidad, nada les impedía dejarle a la deriva. Excepto Yuu-chan, claro. Estaba convencido de que ese idiota asaltaría Sanguinem él solo con tal de salvarle. Solo rezaba para que eso no ocurriera y tuviera a Guren a su lado, controlándole.

Empezó su ardua tarea de socavar la madera, agitando las muñecas de izquierda derecha en movimientos fluidos y calculados. La columna era resistente y tardaría horas, pero no es como si tuviera mucho entretenimiento en verdad. No tenía nada mejor que hacer, aparte de esperar su castigo.

Las manillas del reloj avanzaban y su fuerza de voluntad estaba al borde del colapso. Si su mente era poderosa podría hacer lo que se propusiera, así que decidió rescatar bellos momentos y dejarse llevar, así no sería tan tortuoso.

La primera vez que vio a Yuu-chan, se le antojó un niño borde y presuntuoso tipo “yo he sufrido más que nadie así que no tenéis derecho a decirme lo contrario". Mika había sido demasiado íntimo del dolor como para no reconocerlo en ojos ajenos. Y los suyos, verdes intensos, estaban plagados de este viejo amigo. Por eso no lo juzgó. Porque Mika, por aquel entonces, no juzgaba. Solo ayudaba a aliviar cicatrices. Eso fue lo que quiso aportarle a Yuu-chan, una mano aliada que borrara las huellas del pasado. Después de todo, sus padres le daban palizas día sí y día también y lo remataron tirándole del coche a ciento veinte kilómetros por hora. ¿Quién mejor que él podía entender el sufrimiento de ser llamado monstruo que portaba Yuu-chan?

Era un muchacho reservado, cuidadoso en cuanto a sentimientos y que no dejaba que sus impresiones escaparan de la cárcel que se había autoimpuesto. Como si eso pudiera detener a Mikaela Hyakuya.

Derrumbar sus barreras era difícil, pero hacerse un hueco entre sus grietas no. Consiguió que fuera más cercano y aunque mantenía la distancia con Mika, con los pequeños de la casa no podía resistirse. Así, se erigió como hermano mayor. Siempre admiró su fortaleza, la manera en que veía lo bueno y lo malo con sencillez. No existían grises, era blanco o negro. Esa osadía y garra fue lo que los salvó cuando fueron capturados por los vampiros. Mika solo podía sonreír, consolar con palabras de ánimo, cuidar de sus niños lo mejor que sabía. Yuu-chan les aportaba esperanza, ganas de vivir y de salir adelante. La promesa de que él conseguiría un lugar mejor. De que él los llevaría de vuelta a la luz.

Y Mika se aferraba a esos deseos. ¿Cómo no hacerlo? Estaba tan convencido, se veía tan capacitado y creía tanto en sus propias ilusiones, que era imposible no contagiarse de su entusiasmo. Durante esos horribles años, Yuu-chan fue su faro en el mar a la deriva en el cual se encontraba. Porque Yuu-chan estaba ahí, así que nada saldría mal. Su relación se estrechó. Eran ellos dos contra el mundo. Si la desesperación les invadía, tomaban sus manos y se infundían ánimos con ese simple gesto. Un gesto que atesoró durante los años de vacío, en los cuales tuvo que enfrentarse al mundo él solo.

Cuatro largos años cuyo objetivo se grabó a fuego en el corazón. Recuperaría a Yuu-chan de esos sucios humanos. De esas ratas asquerosas que estaban jugando con él, incluyéndole en una batalla que, aunque le pertenecía, no en las dimensiones que él creía. Cuatro largos años en los cuales se entrenó, llevó a su cuerpo al límite. Tenía que ser más poderoso, más, más, más. Estocada, golpe, daño, estocada, golpe, daño. Sangre.

Chirrió los colmillos. Impactó los grilletes con un sonido sordo en el poste.

Mereció la pena. La soledad. La introspección. El anhelo de volver a sentir el tacto de la mano de Yuu-chan, de sus dedos entrelazados cuando estuviera perdido, vagando desolado. Repetiría esos meses de angustia sin dudar, porque la sonrisa de Yuu-chan lo valía.

¿En qué instante esa urgencia y ese calor se transformaron en un sentimiento tan intenso como el…?

Un sonido le despejó, arrebatándole de sus preciadas memorias. Los hombros le dolían por la postura y sus muñecas palpitabas. Echó un vistazo hacia arriba. Finos hilillos rojos caían por sus brazos. El crujido del parqué lo mantuvo alerta. La puerta se abrió con delicadeza. Ferid y su arrogante sonrisa asomaron.

 

-¡Hola, Mika! ¿Ya despertaste? Qué alegría~ -Amplió su sonrisa, mostrando sus dientes puntiagudos. Se puso en guardia.

-Sí, yo también me alegro mucho de verte, Ferid –Contrajo los labios en una fina línea.

-Disculpa la poca comodidad, pero como comprenderás no eres de fiar –Se acomodó de cuclillas, quedando a su altura.

-En eso estamos de acuerdo –replicó. Ferid soltó una ligera carcajada.

 

Extendió su brazo y le tomó con firmeza de las mejillas. Subió su cara, apartó su flequillo y le miró a los ojos fijamente. Compuso una mueca de satisfacción casi orgásmica. Se relamió.

 

-Vaya, vaya. Mi pequeño Mika se ha convertido en todo un hombretón, ¿eh? –Este se apartó con brusquedad, dirigiéndole una mirada envenenada-. Resulta que en realidad no es que no quisieras transformarte en un monstruo, sino que estabas esperando a la persona adecuada~ -Se regodeó-. ¿Tu querido Yuu-chan disfrutó con la experiencia?

-Cállate –siseó.

-¿Quizá hundí el dedo en la llaga? –Retiró el pelo, delineando sus orejas puntiagudas-. Seguro que anhelas su sangre, ¿verdad? Su dulzura, su espesor, su calidez. La sangre de la persona que am-

-¡He dicho que te calles! –Se impulsó y le pegó una patada en la rodilla, haciéndole caer hacia atrás.

-¡Qué irascible estás! –Masajeó el punto del impacto-. Bueno, te alegrará saber que tenemos una gran reserva de niños impacientes por complacernos. –Mika compuso una expresión de asco.

-No pienso beber ni una gota –repuso, impregnado de decisión sus palabras.

-Eso dices por ahora. Pero enseguida empezará a doler, lo sabes~ -dijo con tono empalagoso. El estómago de Mika dio un vuelco, en respuesta-. No está tu princesa para ayudarte –Se tanteó la barbilla, como si su mente estuviera en un lugar muy lejano y placentero-. Reconozco que hacéis una pareja preciosa y que me duele haberos separado a la fuerza, pero no lo haría de no ser necesario –Se incorporó, suspirando.

-Qué quieres de mí. Pensé que preferirías matarme por mi traición.

-¡Qué poco me conoces, Mikaela! –Sus dotes dramáticas habían mejorado en estos meses-. Los asesinatos a sangre fría son sucios, carentes de sentimiento. No podría cortarte el cuello después de haber tenido una relación tan bonita, ¿no crees? A ti te reservo un destino más… especial. –Las pupilas carmesís de Ferid brillaban, entusiasmado.

-Si te atreves a tocar a Yuu-chan yo –Posó su dedo índice en la boca de Mika.

-Tranquilo, a mí solo me interesas tú. Los planes de otros no son de mi incumbencia al no ser que me beneficien.

-¿Planes de otros? ¿A qué te refieres?

-Haces muchas preguntas, querido Mika. –Se alisó la chaqueta del uniforme-. Preocúpate por tu presencia y lo que puedes aportar.

-Lo haría si me explicaras de una maldita vez qué demonios quieres de mi –Empujó las cadenas, impotente.

-Estar con Yuu-chan te ha vuelto un malhablado. Antes eras más educado. –Hizo un mohín disgustado-. Mamá Krul estará decepcionada. Bueno, si pudiera saberlo. Pero no puede, ¿verdad? Porque está muerta –rio con crueldad. La rabia ardía en su pecho; gruñó-. Te contaré un secreto –prosiguió-. En realidad, murió a mis manos. –Paladeó el aire, complacido-. Fue gratificante ver cómo se retorcía.

-¡¡Eres un bastardo!! –Sus ojos parecían a punto de salirse de sus órbitas. Hizo ademán de lanzarse encima de él, más los grilletes lo impidieron.

-Venga, venga, no te pongas así. Ella era una traidora después de todo.

-¡No te lo perdonaré! –Rugió.

 

Ferid se acercó con cuidado y palmeó su cabeza, como si de un perro se tratara.

 

-Ea, ea. Sé un buen chico, ¿quieres? Si te portas mal, yo también me portaré mal y no creo que quieras eso.

-Púdrete.

-Tu amabilidad me sorprende. Bien, es el momento en el cual el malo de la película cuenta sus planes y justo después el héroe lo mata. Sin embargo, la nuestra no será ese tipo de películas. –Se acomodó en el borde de la cama, cruzando las piernas con gracia. Mika tuvo que girar la cabeza para poder mirarle-. No sé qué pudiste ver en vuestra pequeña y divertida incursión anterior, pero te contaré que sí, estoy formando un ejército. Por culpa de Krul, la última vez nos masacrasteis. Así que estoy consiguiendo que mi reinado resurja de las cenizas. En plan ave fénix. –Suspiró, dichoso-. Somos pocos, desorganizados y diría que quizá aturdidos. Tranquilo, estoy trabajando en ello. Como habrás comprobado tras nuestro ansiado encontronazo, los estoy entrenando bien.

-Armas de primer grado –susurró.

-¡Exacto! –Parecía regodearse-. Solo los nobles podemos usarlas, pero claro, gracias a ti y tus amiguitos soy el único noble –Resopló con pesar-. Sin embargo, me las he ingeniado para pulir su inutilidad y lograr que sean más o menos eficaces. Me ha costado un año, más al fin poseo el fruto de mi esfuerzo.

-¿Y cuál es mi papel? –preguntó, medio curioso medio enfurecido.

-Oh, Mika, aún me queda mucho camino por recorrer. Y créeme, aunque tu secuestro haya sido un pastel muy dulce, no soy tan idiota como para no saber que tu princesa está deseando que sus botas pisen mis intestinos. Estoy convencido de que tardarán poco en atacar. Es un contratiempo, desde luego, pero era imposible que tu captura pasara desapercibida. Un precio bajo a pagar a cambio de lo que espero de ti –Se giró, encarando al rubio.

-¿Y bien? –Comenzaba a perder la paciencia. Ferid solo daba vueltas en círculos sin llegar a nada claro.

-¡Oh! –Se puso en pie de repente, como si una idea brillante hubiera acudido a él-. Antes te voy a llevar a un sitio. Te lo contaré de camino-. Se inclinó con maestría sobre Mika. Demasiado cerca para su gusto. Sus alientos chocaban. Los fríos dedos de Ferid se deslizaron sobre los hilos ya secos de sangre, continuando ascendentes hasta sus muñecas-. Confío en que te portarás bien, puesto que estás indefenso –Hendió su rodilla en la herida del costado de Mika, provocándole un gruñido de dolor y remarcándole su estado inferior en ese instante.

 

Los grilletes se abrieron con un click. Antes de que tuviera la oportunidad de derribarle, Ferid le pateó, tirándole de boca contra el suelo y apretando sus muñecas en la espalda, aprisionándolas nuevamente con las esposas. Le agarró del cuello de la camisa y le impulsó hacia arriba, obligándole a sostenerse de pie. Las articulaciones le crujieron y se mordió el labio para no quejarse. Se dio cuenta entonces de que en algún punto mientras yacía inconsciente, habían cambiado su ropa por su antiguo uniforme de los vampiros. Capa incluida. Eso significaba que el repugnante tacto de Ferid pululaba por su piel. Le provocó arcadas. El noble se percató de dónde se desviaba su atención.

 

-No podía permitir que la sucia ropa humana mancillara nuestro santuario –explicó. Desenfundó su espada y colocó la punta afilada a la altura de la nuez de Mika, apretando sus antebrazos por detrás. Quiso vomitar-. Bien, camina, yo te guio~ -gorjeó en su oído.

 

Salieron del dormitorio. Ferid le condujo por pasillos vacíos, lo que le hizo albergar la esperanza de que en realidad fueran un puñado de vampiros idiotas fáciles de vencer, un grupo reducido que ni siquiera era suficiente para llenar la soledad que aullaban los muros. Si obviaba el hecho de que pudieran manejar armas de primer nivel, claro, lo cual dificultaba la tarea.

Las suelas de sus zapatos repiqueteaban por el pavimento empedrado cuando llegaron a la calle. Mika descubrió que el lugar en el que había estado recluido era la mansión que le perteneció a Ferid en su momento de gloria en Sanguinem. Al salir a la ciudad, propiamente dicha, pudo distinguir mayor actividad. Se notaba una gran diferencia con respecto a los días de esplendor. El ajetreo era menos intenso y ya los niños no correteaban y jugaban a sus anchas, cuidando, eso sí, de no toparse con ningún vampiro. Quedaban algunos de ellos, sí, pero también se notaba el desgaste que había supuesto el Ejército y la masacre acontecida un año atrás. Su atención se posaba en ellos. Normal, puesto que Mika iba prácticamente amenazado de muerte, con Ferid aprisionándole.

Se mantuvieron en silencio. Mika aprendió a ignorar las miradas que gritaban “traidor”, aunque sus bocas estuvieran calladas. Después de todo, tenían razón. Él era un traidor, ¿no? Abandonó a los vampiros en pos de Yuu-chan. Y ahora, en cierta medida había abandonado a los humanos de regreso a sus orígenes. Obviamente, no era intencionado pues no es como si él hubiera querido que su agradable y cosquilleante convivencia con Yuu-chan fuera rota. Ni mucho menos. Atesoraba cada segundo de tranquila monotonía al lado del chico. Más la felicidad parecía ser efímera y escurrirse entre sus dedos por mucho que luchara por conservarla. Estaba condenado desde su más tierna infancia a que esta le fuera esquiva.

Llegaron a un cruce familiar. Excesivamente familiar. Las punzadas del reconocimiento agujerearon su pecho. Algún movimiento incontrolable debió hacer, ya que escuchó una suave risita proveniente de Ferid. Procuró que sus pasos no se ralentizaran ni su respiración se acelerara. Esto último fue fácil: la perdió por completo al aparecer ante sus ojos su viejo hogar. La casa destartalada surgió entre la neblina. El diminuto piso donde convivió durante unos cuatro años junto a su familia. Sus músculos se tensaron y Ferid le propinó un empujón para obligarle a subir las escaleras. Entraron y el olor de la  nostalgia le abofeteó. Ferid cerró la puerta de una patada y bajó la espada, regresándola a su funda.

 

-¡Qué bellos recuerdos te trae este sitio! ¿Verdad? –Se relamió, recorriendo la estancia, asegurándose de que Mika no le perdía de vista-. Tu querida princesa y tú siendo los perfectos papá y mamá de vuestros retoños. ¡Cuánto darías por tener eso de regreso! Pero mírate. Eres un sucio vampiro completo. Seguro que animado por Yuu-chan, ¿cierto? –Mika le respondió con un gruñido gutural que le daba aspecto de animal-. No querías convertirte en un monstruo. Estabas dispuesto a aguantar el dolor con tal de no ser igual que aquel que te arrebató a tu familia –Se señaló así mismo, con aire satisfecho-. Ah, los inescrutables hilos del destino. Nunca envejecerás mientras que el humano seguirá el curso de la vida. De rollizo jovencito pasará a adulto. De adulto a hombre maduro. De hombre maduro a viejo. Y de viejo… -Clavó sus ojos carmesíes en los de Mika con toda la intención-. A polvo.

 

Si una katana se hubiera hundido en su corazón, habría dolido menos que las evidencias envenenadas de Ferid.

 

-Qué quieres de mí –jadeó, haciendo un esfuerzo por guardar la compostura.

-Por suerte, Krul tenía muchos contactos más allá de Japón. Existe un noble que, al igual que ella, posee la capacidad de convertir a humanos en vampiros.

-¡No pienso dejar que Yuu-chan se convierta en esto! –bramó.

-Es mucho más bondadoso por tu parte verle morir delante de ti y no poder hacer nada por evitarlo. Porque es ley de vida –Basta. Dolía. Dolía mucho-. Siempre has sido demasiado bueno, Mikaela. Los demás decidíamos por ti, te manejábamos como una marioneta. Hasta tu princesa fue egoísta. ¿O acaso miento?

-Tú no tienes ni idea…-Aquel espacio le asfixiaba. Necesitaba oxígeno.

-Yuu-chan te forzó a ser lo que eres. Eligió y por eso te condenó. ¿Por qué no puedes tú elegir por una vez? ¿Por qué no puedes ser el dueño de tu propio futuro? –Propuso, colocando las manos en su cintura.

-No le enviaré al infierno como hicisteis conmigo –aseguró, en susurros.

-Te estoy prometiendo la felicidad. Me ayudas a entrenar a los vampiros que permanecen fieles a la causa a cambio de una vida eterna junto a Yuichiro –dicho así sonaba tan… real. Tan plausible. No sonaba malo en absoluto-. ¿Cuándo vas pensar en ti mismo? ¿Te ha preguntado alguien si estás contento así? ¿Si estás satisfecho? Porque yo te lo estoy preguntando. Porque sé que tu razón de ser es Yuu-chan y que el día que le pierdas te vas a hundir. Y no habrá nadie que te saque a flote.

-¡¡Cállate!! –Demandó, apretando los párpados con fuerza.

-Piénsalo, Mikaela~ -Se asemejaba a un padre preocupado que solo deseaba lo mejor para su hijo. Su discurso parecía convincente, lógico-. No te pido que luches a mi lado. Solo que los entrenes. Luego te dejaré libre y podrás ir a por Yuu. Te daré distracciones para que huyas de una vez con él, lejos de vampiros y humanos. Lejos de aquello que te hace daño. Y además, él será eterno. Como tú. –Las lágrimas subían por su garganta y tenía que morderse el labio, respirando hondo-. Te daré tiempo para reflexionar. Tampoco te demores. La sed de sangre corre en tu contra –Palmeó su espalda antes de salir y dejarle allí encerrado, no sin recordarle que tanto la puerta como las ventanas estarían vigiladas.

 

Una vida junto a Yuu-chan. Su sueño al alcance de su mano. Pero… ¿y el precio a pagar?

 

I have dreamt of a place for you and I.

He soñado con un sitio para ti y para mí.

 

No one knows who we are there, all I want is to give my life only to you.

Nadie sabe quiénes somos allí, todo lo que quiero es darte mi vida solo a ti.

 

I've dreamt so long I cannot dream anymore. Let's run away, I'll take you there.

He soñado tanto que ya no puedo soñar más. Huyamos, te tomaré allí.

 

La soledad le acechaba en las esquinas. El cuerpo le dolía, mezcla de hambre, pesar, agonía y angustia. Apretó los labios en una fina línea al reparar en la pared de su derecha. Otros niños ocuparon aquella casa cuando Yuu-chan y él se marcharon (cada uno a un mundo distinto), por eso creía que habría sufrido modificaciones. En esencia, seguía igual, tal y como aparecía en su memoria. Incluso el mural. A los críos les gustaba dibujar y Mika aprovechaba su estatus de “donante” de sangre para conseguirles ceras de colores. En agradecimiento, estos habían pintado un dibujo que ocupaba toda la pared de piedra. En él, aparecían Yuu y Mika tomados de la mano con los chiquitines correteando a su alrededor. Era difícil distinguir unos de otros, puesto que estaban hechos de líneas y círculos coloridos. Mika siempre se reía alegando que Yuu era en la realidad igual de cabezón que en el mural.

 

Las escenas iban regresando poco a poco. Habían sido felices en aquel lugar. A pesar de las circunstancias, de la cruel realidad que estaban obligados a presenciar, sonreían, jugaban, se cuidaban. Yuu-chan y él eran los hermanos mayores, los responsables, los protectores. Se dejaban la piel procurando que su familia estuviera bien, a gusto, a salvo. Fue en ese entonces cuando los sentimientos de Mika se hicieron grandes, sólidos. Fue en ese tiempo cuando supo que, pasara lo que pasara, estaba ligado a Yuu-chan. Por mucha repulsión que le produjera, Ferid tenía razón. Yuu-chan era, actualmente, la razón principal de su mísera existencia. Simplemente no concebía unos días donde él no estuviera. Ya había experimentado esa desagradable sensación y su intención no era volver a pasar por ello. Sin embargo, en esta ocasión existían diferencias. Durante esos cuatro años posteriores a su pérdida, él sabía que Yuu-chan estaba vivo. Con los humanos, sí, pero vivo al fin y al cabo. Con lo cual, solo debía aparecer y llevarle lejos. No obstante, si moría, todo cambiaba. Porque ya no podía fingir que podría retornar junto a él. Porque sería un adiós definitivo que no estaba dispuesto a aceptar.

¿Tan horrible sería esa perspectiva? ¿Tan espantoso era siquiera pensar en esa posibilidad? Regresó a su propio desamparo, a esa sensación de pérdida, de no pertenecer a un mundo ni a otro. Estar a medio camino, sin nada a lo que pudiera llamar hogar. No obstante, Yuu-chan no estaría solo. Le tendría a él para guiar sus pasos, para introducirle en este nuevo tipo de vida que podría alcanzar y podría proporcionarle el “felices para siempre” que rezaban las historias de su infancia. Rememoró el sentimiento de saberse un engendro. Un chupasangre. El odio que surgió hacia sí mismo, el asco que se tuvo (y se tiene) al ser consciente de su estado.

Se tambaleó, quedando apoyado en las escaleritas de madera que llevaban a la parte de arriba. De un potente salto, sin poder servirse de las manos atadas, alcanzó esa zona, dejándose caer en el suelo. Los tablones estaban medio podridos por la falta de cuidado. Si se concentraba, casi podía ver sus siluetas ovilladas, tapándose pobremente con mantas deshilachadas y sábanas raídas. Dormir en aquel soporte duro era difícil, más ninguno se quejaba. En aquel rincón había aprendido a entrelazar sus dedos con los de Yuu si tenían un día especialmente arduo o si no podían dormir. En aquel rincón, se contaban relatos de miedo, batallas de príncipes y princesas y finales donde los vampiros eran los perdedores.

Vislumbró una torre de libros viejos en el recoveco más lejano. Se formó un nudo en su garganta. Avanzo con paso tembloroso y con el pie, apartó el trapo que lo cubría. Eran sus cuentos, los que leían acunado por las velas hasta altas horas de la madrugada. Visualizó a Yuu-chan, acodado en el suelo, poniendo voces a los personajes, erigiéndose como el caballero protagonista. A los niños, encandilados, rodeándole. A sí mismo, escuchándole ensimismado.

Esa representación le confirmó lo que ya sospechaba. Que no podía vivir sin Yuu-chan. Que no podía seguir adelante sin él. En un ataque de rabia, golpeó los grilletes en la barandilla, una y otra vez, queriendo partirlos. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras rugía de rabia e impotencia. Su estómago se contraía por la sed, enviando chispazos eléctricos a sus células y provocándole un agudo dolor. Sus muñecas palpitaban, al igual que sus hombros, dañados de permanecer en la misma posición durante horas.

La imagen de Yuu-chan era un bucle en su mente. Sonriendo. Revolviéndole el pelo. Metiéndose con él con el único objetivo de hacerle de rabiar. Tumbados en el sofá, siendo un amasijo de miembros y piel. Riendo bajo los copos de nieve. Besándose.

 

¿De verdad soy capaz de existir en un universo donde él no?

¿De verdad tengo alternativas?

 

La voz de Ferid martilleaba en su cabeza. Le estaba dando opciones. Le estaba dando la oportunidad de obtener lo que llevaba años anhelando. Un futuro. Descansó la frente en sus rodillas, con su corazón quebrado. El llanto no cesaba. El dolor tampoco.

Notas finales:

Aunque desde el principio escribí desde el punto de vista de Yuu, me apetecía hacerlo usando a Mika como narrador, puesto que me resulta un personaje complejo e interesante. Además, siempre he tratado los sentimientos de Yuu y quería saber cómo se sentía Mika al respecto de ciertas cosas. Como el acto "egoísta" de la conversión a vampiro o el hecho de que fuera a mantenerse joven eternamente. Así que he aquí un pequeño esbozo. Creo que es el capítulo que más he disfrutado de escribir (obviando la agonía que sentía por hacer sufrir a mi bebé), porque ha sido mi favorito desde el principio junto a Guren. De hecho, fue a raíz de este capítulo que escribí la reflexión sobre Mika que colgué en mi Twitter.


En fin, dicho esto, cualquier comentario será bien recibido y contestado en la máxima brevedad. ¡Gracias a todos, nos leemos~!


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