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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

¡Me estoy estresando con el fic! ¡Y mucho! Llevo desde el viernes escribiendo como una loca para llevar la historia al punto que necesito y así poder escribir el especial que os comenté. Pero la inspiración no llegaba por lo que no me quedaba como yo quería. Y luego, al final, es el capítulo que me ha quedado más largo. No me entiendo.


Como veis, me he decidido a actualizar más a menudo para llegar a la fecha límite de esa sorpresa que os menciono, por lo que serán unos días agobiantes de escribir y más escribir. Después regresaré al periodo normal de actualización porque no puedo seguir este ritmo jaja.


Y sin más, ¡a leer!

Comprobó el filo de su espada por enésima vez. Era imposible que este se desgastara o perdiera efecto, claro, pero necesitaba entretenerse, en un intento de disipar los nervios que le mordían por dentro. Esta misión no era muy diferente de las demás. Colarse en la base de los vampiros y destrozarlos. Sin embargo, lo que le mantenía en vilo era el hecho de que Mika se encontraba allí, retenido contra su voluntad. Bueno, en realidad, lo que le inquietaba era el hecho de no saber con certeza si tendría la oportunidad de traerle de vuelta a casa. Guren trató de tranquilizarle, asegurándole que haría lo posible por que eso sucediera. Yuu estaba al tanto de que la prioridad era obtener información, lo que complicaba su acto heroico para con Mika. Envainó su katana, con un resoplido frustrado. Unos toquecitos en el hombro le distrajeron. Shinoa sonreía a su espalda.

 

-Angustiado, ¿eh?

-Diría que más que angustiado –Shinoa le tendió una caja de pastillas.

-Ya las he repartido al resto del escuadrón. El teniente coronel no considera que sean necesarias, pero aun así quiere que cada uno tengamos las nuestras. He comprobado personalmente que sean iguales a las del resto –aclaró, tranquilizadora. La última vez que recibió pastillas de Guren, estas le convirtieron en un monstruo. Una experiencia desagradable que esperaba no repetir.

 

Contempló con aprensión la cajita y la guardó en el bolsillo de su uniforme.

 

-Es extraño verte tan callado. Normalmente, irías pegando voces y te habrías peleado varias veces con Kimizuki –Suelta una risa baja.

-Estoy asustado –confesó, a media voz-. Tengo miedo de perder a Mika. No podría soportarlo –Se cubrió la cara. Shinoa le dio un apretón cariñoso en el antebrazo.

-Yuu, va a ir bien, ¿de acuerdo? El objetivo de nuestro escuadrón es buscarle si la situación lo permite. Y estoy segura de que el teniente coronel y el mayor general harán lo posible por dárnosla –aseguró.

-Rezo por que estés en lo cierto –susurró, cogiendo aire e hinchando los pulmones. Se apartó el pelo de la cara y avanzó hasta la salida, seguido por Shinoa.

 

Fuera, la multitud se reunía frente a unas escaleras. Yoichi les saludó efusivo. Kimizuki compuso una mueca de alivio al verles aparecer, que enseguida ocultó. Mitsuba sonreía. Hicieron una piña en torno a Yuu y le abrazaron, infundiéndole ánimos y asegurándole que permanecerían a su lado, pasara lo que pasara. Los soldados salían en tropel por las puertas, charlando animadamente y colocándose en grupos. Yuu imaginó que se alineaban por escuadrones. La algarabía se silenció de repente. En la cima de los escalones, Guren y su grupo se posicionaron. Shinya mantenía una discreta presencia unos pasos por detrás.

 

-Hoy nos infiltraremos en la base de los vampiros, Sanguinem –Su potente voz irrumpió, cortando el aire y mostrando su indiscutible autoridad-. Cada uno de vosotros sabe cuál es vuestro cometido y tengo plena confianza en que lo llevaréis a cabo. Hoy estaremos un paso más cerca de exterminar a los vampiros de Japón. Hoy, estaremos un paso más cerca de la victoria definitiva –Los vítores resonaron-. ¡Saldremos ganadores! –Alzó su espada, en un siseo. La gente izó los puños, conforme. Vaya, él sí que sabía animar a sus compañeros.

 

Yuu se contagió del entusiasmo colectivo y no pudo evitar la pequeña sonrisa que tironeó de sus labios. Los escuadrones habían sido divididos por zonas, revisando así el máximo de instalaciones en el mínimo tiempo posible. Un par de ellos se quedarían en la retaguardia, protegiendo sus espaldas y dando la voz de alarma en el caso de ser descubiertos. Guren se reunió con los chicos y les recordó el punto de encuentro mientras se encaramaban a los camiones, dirección a la ciudad.

 

-Disponéis de diez minutos para revisar, igual que el resto de equipos –Le dedicó una mirada significativa a Yuu, dando unos toquecitos a su reloj-. Una vez pasado ese tiempo, nos reuniremos con la información que hayamos podido obtener. Sea la que sea. Si en esos diez minutos no habéis encontrado a Mika, no nos demoraremos más. Yuu, tienes que respetar el límite, ¿está claro? –Los ojos amatistas brillaron con intensidad. Guren empleaba su tono de dirigente, indicando que no estaba dispuesto a soportar niñerías por su parte.

-Diez minutos para rescatar a Mika. Lo he captado –bufó.

-Debemos abandonar ese lugar en la hora establecida, ni un segundo más tarde. Sed sigilosos, sombras, los vampiros no pueden descubrirnos. A ninguno de nosotros –Paseó su atención por el resto de pasajeros del vehículo-. Si un chupasangres sorprende y se da la oportunidad, lo eliminamos de forma rápida y eficaz, evitando que corra la voz. Sin embargo, si nos topamos con varios, abortamos la misión, avisamos al resto y regresamos al punto acordado. Sin peros –concluyó, previendo que Yuu iba a protestar.

-Esta misión no puede sufrir bajas –dijo Shinya, alisando su chaqueta-. Necesitamos soldados para la batalla final –Las últimas palabras salieron casi en un susurro.

 

El moreno jugaba con el borde de sus mangas, nervioso. Prometió obedecer, sí, ¿pero tendría que pagar algún precio a cambio? ¿Estaría dispuesto a abandonar a Mika una vez más cuando estaba tan cerca? ¿O acaso abandonaría a sus amigos en pos de él? Esperaba no encontrarse en semejante tesitura porque su corazón estaría dividido y sería insoportable elegir.

Guren le observaba con (sin) disimulo y le empezaba a poner histérico. Venga ya, ¿acaso no se fiaba de él? Se mordió el labio. Sí, cierto, tenía muchos motivos para no hacerlo. Joder, él mismo había admitido abiertamente ser un impulsivo y no usar la cabeza cuando debería. Pero no por eso tenía que comportarse desconfiado. Aunque ni siquiera él sabía qué pensar al respecto. Se sentía atrapado en el medio de su vida, sin conocer el camino correcto. Mika y sus amigos eran un pack que consideraba indivisible y respecto al cual no iba a tomar decisiones. Sin embargo, ahora se hallaba en la disyuntiva de tomarlas si se diera el caso. Por eso, rezaba bajito por un salvamento sin incidentes.

Unos baches pronunciados le sacaron de su ensimismamiento. Sus acompañantes se pusieron tensos. Guren se incorporó, tambaleante por el movimiento irregular de la calzada, y se asomó con cautela por la tela que tapaba aquel compartimento.

 

-Preparaos –murmuró quedamente.

 

Yuu tanteó su bolsillo, asegurándose de que la caja de pastillas estuviera allí en caso de necesitarla. Mitsuba, que le vio, negó imperceptiblemente. Sí, solo en el caso de necesitarlas. Acarició de manera automática la empuñadura de su katana y le envió un par de pensamientos a Ashuramaru. Dudaba de que él pudiera escucharle, pero se sentía más tranquilo si creía que era una forma de comunicación bidireccional. Además, era consciente de que su poder procedía de su demonio. No quería ser desconsiderado. Se apearon cuando el camión se detuvo a unos kilómetros de seguridad. Harían el resto de recorrido a pie, con cautela.

Se pusieron en marcha, Yuu haciendo inspiraciones repetitivas para calmar su inquietud. Su raciocinio le decía que era una lucha como otra cualquiera, más su corazón no se cansaba de recordar la ínfima pero brutal diferencia. La vida de Mika estaba en juego y no estaban permitidos los errores. Aún menos los suyos.

Guren y Shinya iban al frente. Al conocer de cerca su relación, Yuu se percató de los sutiles gestos: miradas cómplices, breves roces de sus dedos y la sensación de que se conocían a la perfección, pues parecían comunicarse sin expresarlo verbalmente. Se preguntó durante un efímero instante si Mika y él llegarían a ese nivel.

Llegaron a un cruce donde la mitad de los soldados se separaron, dirigiéndose a la entrada norte, una vez recibieron sus últimas órdenes. El teniente coronel guio a los que restaban hasta un recoveco camuflado por la hierba, encima de una colina. Yuu lo reconoció de inmediato. Estuvo allí. Cinco años atrás. Alcanzando la dolorosa realidad mientras dejaba atrás a su familia. Guren apretó su hombro y avanzó. El resto le siguió.

Extrajo un papel arrugado, garateado con indicaciones. Yuu dibujó una fina línea en sus labios.Era la letra de Mika. Guren avanzaba ágil. El moreno percibió que podría ser él el que fuera al frente, pues tenía aquel recuerdo grabado a fuego y podría orientarse casi con los ojos cerrados. Subieron una escalinata. Una amplia sala apareció ante ellos. Blanca, impoluta y brillante. Yuu tragó saliva. Era capaz de rememorar el olor de la sangre inundando sus fosas nasales; la figura de Mika mutilada arrastrándose por el suelo; la risa insaciable de Ferid golpeando las paredes; los cadáveres de su familia repartidos por la estancia. No, se dijo. Esta vez será diferente. Aquel día no tenía opciones.

Yuu anduvo lentamente, adelantando a sus camaradas que se habían quedado detenidos en el sitio, contemplando el lugar. Era ciertamente asombroso y aunque sobrio, estaba exquisitamente decorado. Las pisadas le indicaron que habían retomado el paso. Yuu recorría los metros con rostro impasible, más esa no era la realidad. Sus venas ardían y hacía lo posible por mantener la presión controlada. Otra escalinata apareció a su derecha, la misma por la cual los niños habían corrido tiempo atrás, paladeando el sabor de la libertad. Por allí se accedía a los túneles. En frente, se elevaba una puerta enorme que supuso resguardaba la zona de los nobles. Guren echó un vistazo al mapa y le indicó a Yuu que continuara por los túneles. Este siguió encabezando el escuadrón y no recibió quejas. Tanteaba las paredes, sujetándose en la piedra húmeda por temor a que le faltara el aire cuando menos se lo esperara. La voz de Mika instando a los pequeños a permanecer en silencio reverberaba entre la fría roca. Yuu se estremeció.

Los túneles se bifurcaban más allá y Guren los ordenó detenerse. Se acercó al escuadrón de Shinoa, la advertencia cabalgando por sus pupilas.

 

-A partir de aquí, nos separamos. Ya conocéis el lugar de reunión y lo que tenéis que hacer si os encontráis con los vampiros. Estáis advertidos –Se concentró en el moreno-. No hagas que me arrepienta de mi decisión.

 

Se despidieron con la promesa de regresar. Sin incidentes. Shinoa tomó el mando y sincronizaron sus relojes. Diez minutos. Solo diez minutos. Yuu apretó el metal en su mano, que palpitaba con un sonoro tic tac. ¿Por qué el tiempo tenía que correr siempre en su contra? Continuaron callados, solo se escuchaba el respirar acompasado que se agitaba según se acercaban a la zona que, en principio, debería estar atestada de vampiros. La nostalgia vibraba en sus poros, reconociendo al instante las calles, las esquinas, los adoquines en los que años atrás su familia se tendía a pintar. Sacudió la cabeza. No iba dejar que aquello le distrajera.

 

-¿Dónde crees que podrían tener retenido a Mika? –preguntó Shinoa, casi en susurros.

 

El moreno lo meditó unos segundos. Su conocimiento de Sanguinem no era tan exhaustivo como el de Mika, pero sí estaba al corriente de un par de sitios. ¿Qué lugar escogería Ferid…?

-La mansión de Ferid –Se golpeó la palma con el puño, cayendo en la cuenta-. Es bastante laberíntica y solo la usan él y sus sirvientes. Es una buena forma de tenerlo vigilado.

-Precisamente por eso, supongo que la mayoría de los vampiros estarán concentrados allí. El noble estará convencido de que terminaríamos yendo a por Mika –razonó Kimizuki, vigilando las sombras.

-Pero si está en la mansión, tendremos que ir de todas formas –objetó Yoichi.

-Va a ser peligroso meternos en la boca del lobo nosotros solos –repuso Mitsuba, no muy convencida de cómo se estaban torciendo las cosas.

-Las alternativas son escasas –repuso Shinoa, viendo que Yuu estaba a punto de replicar-. Bien, vamos a introducirnos en esa mansión para tantear el terreno. Si hay demasiados vampiros, nos retiramos. Sin quejas –señaló a Yuu, que se mordió el labio inferior y apartó la mirada-. Si no lo podemos manejar, es mejor retirarse en vez de cometer una estupidez.

 

Yuu enfilaba la comitiva, orientándose. La entrada estaba vacía, por lo que exploraron hasta encontrar una ventana abierta en un lateral de la primera planta. Se colaron por ella en completo silencio. En teoría, al ser las doce de la mañana existían menos posibilidades de toparse con los vampiros. Habían escogido cuidadosamente la hora por ese motivo. No obstante, Sanguinem se caracterizaba por estar en constante penumbra al estar ubicada bajo tierra, por lo que Yuu dudaba que su estrategia temporal fuera muy eficaz. Los vampiros poseían la cualidad de saber a ciencia exacta la franja horaria en la que se hallaban porque sus cuerpos percibían, entre otras cosas, el cansancio, lo que les ayudaba a distinguir el momento del día aunque no tuvieran luz para guiarse. Sin embargo, al no haber luz en absoluto (apenas iluminaban las aceras con farolas de tenues bombillas), Yuu no estaba seguro de en qué modo les afectaba esa debilidad en aquella ciudad.

Se adentraron. Solo se escuchaban sus frágiles pisadas y el martilleo de sus corazones. No había ni un alma y eso le daba mala espina. Sentía que algo no cuadraba. Que algo andaba mal.

 

-¿Por qué no hay nadie? –Murmuró Yoichi, tamborileando los dedos sobre su arco, el cual usaba para ver en la distancia-. Parece estar todo despejado –confirmó, observando por la mirilla.

-Eso no tiene sentido –Mitsuba se llevó una mano a la cadera, atisbando más adelante.

-Mejor, así podremos buscarle sin ser interrumpidos. Vamos –alentó Yuu, procurando no mostrar lo ansioso que se sentía.

 

Shinoa se encogió de hombros. Subieron la magnífica escalinata, alertas. Que no se hubieran encontrado vampiros hasta el momento no significaba que no pudiera tratarse de una trampa. Cautelosos, fueron inspeccionando las habitaciones de la segunda planta, una a una. La zozobra hacía acto de presencia según corrían los segundos y tenía que hacer un gran esfuerzo de autocontrol. Abrió la puerta del final del pasillo. Era un dormitorio espacioso, con una cama con dosel en el centro. Chasqueó la lengua, frustrado, esperando que sus compañeros hubieran tenido más suerte que él. Iba a cerrar cuando una mancha en el suelo llamó su atención. Aunque fuera un lugar poco visitado, por lo general solo lo cubría el polvo. Se acuclilló y lo tocó con los dedos. Era sangre. Sangre seca. Un escalofrío lo recorrió. Ferid le hirió para que no pudiera moverse ni escapar, dijo Guren. Se puso de nuevo en pie, tembloroso, rastreando alguna evidencia antes de alarmar a sus compañeros. Tanteó el poste de madera. Había marcas alrededor de su anchura, similares a cortes. Calculó la distancia entre ellas, el suelo y la parte superior de la columna. ¿Le habían atado ahí? La esquina izquierda de la cama presentaba arrugas, mientras que el resto de la colcha permanecía impoluta. Un impulso animal lo invadió, junto a una corazonada.

 

-Yuu, hemos revisado esta planta pero no hay señales de Mika –le sobresaltó la voz de Kimizuki, de espaldas a él. Yuu se giró.

-Le tuvieron retenido aquí –restregó los restos de sangre de sus guantes-. Se lo han llevado a otro sitio, por eso la mansión está vacía –Salió nuevamente al pasillo. Shinoa, Mitsuba y Yoichi también habían finalizado su revisión. Yuu andaba con brío-. Aún nos quedan cinco minutos –dijo, comprobado su reloj y ya sin preocuparse por ser descubiertos.

-¿Acaso tienes idea de adónde ir? –cuestionó Kimizuki, que trotaba para alcanzarle-. Prometiste ajustarte al plan, si no le encontrábamos… ¡Oye, escúchame! –demandó, tomándole por el hombro. Yuu le apartó sin detenerse, con un quejido bajo. Vaya, todavía lo tenía resentido.

-He dicho que quedan cinco minutos, me estoy ajustando al plan –respondió, trotando escaleras abajo.

 

Los demás mantenían su ritmo, ligeramente más preocupados por la retaguardia y la inminente aparición de vampiros de lo que estaba Yuu. Su cerebro trabajaba a toda velocidad, escogiendo y descartando opciones. Saltaron por la ventana rota, de regreso al patio delantero. Las sombras les recibieron y se ocultaron en ellas para disimular su presencia. Piensa, Yuu. Piensa. Oh. Claro. Podrían mirar en el hogar en el que residían en Sanguinem. Se dirigió hacia su antigua casa, el acogedor rincón que se sintió como su porción de vida idílica aunque fuera por unos años. Espérame, Mika. Voy a salvarte.

 

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Se retorcía, en un intento vano de ahuyentar la sed. Y el dolor. Desde el instante en que bebió de Yuu-chan, este se había mantenido a su lado impasible, permitiéndole tomar su sangre siempre que la necesitara. Durante el primer año, alternó esta práctica con la sangre que le proporcionaba el Ejército Imperial Japonés, extraída de vampiros encerrados en sus instalaciones. Le daba asco pues sentía que, en cierto modo, estaba traicionado a su raza, más tampoco quería depender exclusivamente de Yuu-chan. Al principio funcionaba, pero según pasaba el tiempo se daba cuenta de que su hambre aumentaba y de que no era ni mucho menos suficiente. Hasta que llegó al punto en el que Yuu-chan era su droga y sin él moriría. Literalmente.

Llevaba horas sin ingerir nada, incluso creía que días (no sabía con certeza cuánto estuvo inconsciente), por lo que su estómago gruñía, persistente, y su cuerpo suplicaba, sometiéndole a dolores que no creía que fuera a padecer tras su conversión. Yacía ovillado en el suelo medio podrido de madera, cerca de sus viejos libros de cuentos. Jadeaba, procurando coger aire y no olvidarse de respirar. Era una maldita tortura y había perdido la noción de lo que había transcurrido. Su fuerza menguaba, por lo que romper las cadenas se tornaba imposible. Mordía su labio, procurando no hacerse herida, aguantando así las lágrimas que pugnaban por recorrer sus mejillas. La desesperación lo trababa y creía que iba a volverse loco. Escuchó una serie de golpes provenientes del exterior y unas voces. Frunció el ceño. Algo estaba alterando a sus vigilantes. Trató de incorporarse, pero las piernas le fallaron y cayó con estrépito, golpeándose la cadera. Soltó un quejido. Se asemejaba a un fardo inútil y pensar eso le desanimó más de lo que ya estaba. Gimió cuando otra desbocada oleada de dolor le azotó. Parecía que un látigo le fustigaba los huesos y los volvía líquido. Era insoportable, mucho más intenso que las primeras veces.

Las discusiones alteradas y el sonido de los vampiros alejándose le distrajeron. Definitivamente, estaba sucediendo algo. ¿Y si era cosa de los humanos? ¿Yuu-chan sería uno de los culpables del alboroto? Sin duda, si ese idiota rondaba por allí, estaría involucrado. No podía simplemente quedarse amarrado, esperando dios sabía qué. Volvió a ponerse en pie. Temblaba igual que una hoja mecida por la tormenta, por lo que esperó unos minutos para recuperar el control sobre sí mismo. Descendió la escalerilla de madera de un salto, peligrando su escaso equilibrio. Se desplomó sobre sus rodillas, aguantando el lacerado del apetito que abrasaba sus entrañas. De repente, la puerta se abrió con estrépito. Enfocó la vista, mareado, en la figura de Ferid.

El noble se retiró la capucha, deslizándose su larga coleta en cascada por la espalda.

 

-Tu aspecto es asqueroso, Mikaela~ -Saludó, con ese tono empalagoso que le ponía el vello de punta-. Pero no te preocupes, te he traído comida.

 

Al decir esto, un niño no mayor de seis años surgió tras Ferid. El miedo se reflejaba en su cara. A Mika se le revolvió el estómago. Le dedicó a Bathory un vistazo furibundo.

 

-Estoy bien, gracias –dijo en tono helado.

-Sí, se nota –Se burló, moviendo la mano en el aire-. No está tu princesa, deberás conformarte con él –Señaló al crío, que pegó un respingo del susto.

-P-por favor, s-señor –tartamudeó-. Le ofrezco mi sangre –Tiró del cuello de su uniforme de ganado.

 

Los colmillos le arañaban los labios y su garganta palpitaba, ansiosa por probar aquella deliciosa sangre que fluía por las venas del muchacho. Después de probar a Yuu-chan, apenas podía autocontrolarse en este tipo de situaciones, pues el ansia era mayor.

 

-Llévatele –ordenó, con voz rasposa.

-Vamos, Mika, solo trato de-

-LLÉVATELE. –Su mandíbula se desencajó por el grito. El niño se asustó y estaba al borde del llanto. Mika se sintió horrible de inmediato, más era urgente que desapareciera de su vista antes de cometer una locura.

 

Ferid suspiró, resignado, y le dejó marcharse. El chico salió corriendo sin mirar atrás. Eso estaba mejor.

 

-Ya que has declinado mi acto de buena fe, vayamos al asunto que nos concierne. Estoy esperando tu respuesta. Te unirás a mí, ¿verdad, Mikaela? Todo sea por salvar a Yuu-chan.

 

El rubio entrecerró los ojos y respiró con pesadez. Sí, desde luego tuvo horas de reflexión. Todo lo que le permitió el sufrimiento físico al que estaba sometido.

Un gran estruendo les interrumpió. Ferid chasqueó la lengua y negó con la cabeza.

 

-Parece que tu novio ha venido a rescatarte.

 

Sus pupilas se dilataron por la mención. ¿Qué? ¿Yuu-chan estaba en serio en Sanguinem? Debía deshacerse de esas estúpidas esposas enseguida. Tenía que ir con él, mantener a raya el mal funcionamiento de sus neuronas. Forcejó de nuevo, notando el metal incrustrarse en sus muñecas. Gimió, desesperado.

 

-Ah, no~ -El noble presionó la nariz de Mika con el índice, instándole a quedarse quieto-. Tú y yo tenemos un trato que resolver y no te soltaré hasta que lo hayamos cerrado –sonrió, divertido. Ese maldito bastardo.

-Está bien –claudicó. Le iba a dar la respuesta que buscaba.

 

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Mierda. Joder. Maldición. Corría tanto como sus piernas se lo permitían. Habían escuchado la explosión poco después de salir de la mansión y enseguida se vieron obligados a dirigirse allí, preparados para pelear en el caso de que fuera necesario. En realidad, Yuu seguía dispuesto a ir a por Mika, solo que no se lo había comunicado a Shinoa. Aún. Al parecer, el bullicio provenía de la plaza y Yuu debía pasar por ella de todas formas, pues el apartamento quedaba a unas manzanas. Así que aprovecharía para evaluar los hechos y decidir en función. Aunque era plenamente consciente de que su corazón galopaba en pos de Mika y que pasara lo que pasara, no evitaría su decisión.

Hasta que vieron en panorama que se presentaba, claro. Un centenar de vampiros invadía la explanada, rodeando a las tropas. El humo cubría la zona más alejada, del cual emergieron varias figuras. Guren y Shinya lideraban la campaña. Ambos mostraban rasguños y expresiones desencantadas. La impresión que daba la dantesca escena, era que les habían estado esperando desde el principio, pues Yuu dedujo que la totalidad (o casi) de los chupasangres estaban aglomerados en la plaza. Y poseía la convicción de que precisamente el escuadrón de Guren y los otros bajo su mando, habrían sido mucho más silenciosos y eficaces que el de Shinoa. Por lo que carecía de sentido que ellos hubieran sido los descubiertos. Así que la única explicación pausible…

 

-Joder, sabían que íbamos a venir –expresó Kimizuki sus pensamientos.

-¡Preparaos! –ordenó Shinoa, manifestando su larga guadaña.

 

Yuu apretó los dientes y extrajo la katana de su funda. Mierda. Le dedicó una mirada significativa a Shinoa, crispando los puños. Esta le entendió y se plantó a su lado.

 

-Yuu, haz tu elección –susurró-. Esta vez no actúo como tu superior, sino como tu amiga. Eres el más fuerte de nosotros y te necesitamos. Pero tú necesitas a Mika y no queremos interferir.

 

Sus compañeros le rodearon, portando expresiones indescifrables. ¿En serio tenía que elegir? Simplemente no podía. Ambos bandos le precisaban y no se sentía capaz de abandonar a uno o a otro. La empuñadura de su katana se le clavaba. Alzó los ojos verdes. La lucha había comenzado y aunque solo eran vampiros normales, no debía olvidar que manejaban armas de primer grado, lo cual les suponía dificultades. Un chupasangre le propinó una patada a Shinya y le lanzó por los aires. Joder. La crispación le estaba bloqueando la capacidad de razonar, de deliberar qué era lo correcto ahora mismo. Cualquier opción era pésima pues sin importar lo que escogiera, se vería obligado a renunciar a alguien. Sin embargo, si no auxiliaba a Mika, ¿cuándo obtendría su próxima oportunidad?

Guren recibió un puñetazo en el estómago que le dobló en dos. El sudor le recorría la frente y el escuadrón seguía atento, esperando una respuesta que no parecía llegar. Un grito agónico resonó. Sus piernas no respondían. No podía elegir. No podía lidiar con ese peso.

 

-¡Cuidado! –Yoichi alzó el arco y descargó una lluvia de flechas sobre el vampiro que se acercaba. Eso dio pie a que los otros se percataran de su presencia. Un aluvión de enemigos corrió hacia su posición.

 

Yuu se alegró en parte, puesto que esos bastardos habían escogido por él. Interceptó la acometida del chupasangre, que le desequilibró momentáneamente. Bien, este era el plan. Se libraba de los que fuera posible y luego se escabullía. Con esto en mente, empuñó la katana y se dispuso a diseccionar miembros. Estaba cabreado con el mundo, empeñado en alejarle de su objetivo sin miramientos. Y si tenía que abrirse paso a base de tajos en carne ajena bien calculados, lo haría. Porque su terquedad tendría que ser útil alguna vez en la vida.

Eran asquerosamente fuertes. Se notaba que no utilizaban el cien por cien de su arma, todavía les faltaba mucho para alcanzar el  nivel óptimo. En ese sentido, se parecían al propio Yuu cuando comenzó su entrenamiento. Por eso, debía aprovechar esas debilidades que ya había experimentado por él mismo y servirse de ellas para derrotarlos. La tarea se estaba tornando dificultosa y le desanimaba un poco ver que sus superiores tampoco lo estaban teniendo fácil. Joder. El vampiro se resistía estocada tras estocada, bloqueándole. Era torpe, por lo que le costaba esquivar las embestidas de Yuu. Sin embargo, sus envites con la espada eran poderosos y le lograban descolocar. Chasqueó la lengua. El enfado aumentaba proporcionalmente y su paciencia se estaba agotando. En unos segundos de vacilación, se agachó y ejecutó un barrido con los pies, derribándole y clavándole la katana a la altura del corazón, matándole al instante.

Se secó el sudor de la frente con la manga. Echó un vistazo rápido. Nadie iba a por él y aunque no estaban siendo brillantes, estaban arrinconando lo suficiente a los chupasangres como para poder escaparse sin sentirse culpable. Demasiado. Encaminó sus energías de retorno a su antiguo hogar, cuando una mano tiró del cuello de su uniforme, hacia atrás. Ahogó un grito y cayó al suelo de espaldas, con estrépito. Un latigazo semejante a la corriente eléctrica le recorrió la columna vertebral, cortándole la respiración. Puntos negros nublaron momentáneamente su visión, dejándole indefenso.

 

-Oh, corderito, creo que no vas a ir a ninguna parte –ronroneó una voz petulante en su oído.

 

Se despejó y se incorporó todo lo rápido que su mareo le permitió. Ferid le contemplaba mostrando una expresión placentera.

 

-Tú otra vez –gruñó por lo bajo, semejante al rugido de un león-. ¿¡Dónde está Mika!? –Interpuso su katana entre ambos.

-Mikaela y yo hemos llegado a un acuerdo que te incluye a ti. Así que no opongas mucha resistencia –ronroneó.

-¡Cállate!

 

Se lanzó sobre él, vertiendo la furia que emanaba en cada golpe. Ferid los evitaba ágil, lo cual ponía al moreno aún de más mala ostia. El noble se decidió a desenvainar su espada y regalarle un combate mano a mano.

 

-¡Dónde está Mika! –exigía entre las estocadas.

-Ven conmigo y lo sabrás –incitó, juguetón.

 

El resentimiento crecía en su interior,  invadiendo sus envestidas. Asimismo, la frustración se hacía eco de las estocadas fallidas que no llegaban a su diana. Ferid reía, verdaderamente encantado de sacarle de sus casillas. Yuu sabía que lo provocaba a propósito, pero eso no evitaba que su rabia disminuyera. Más bien al contrario. Quería más poder. Quería derrotar a Ferid, pisarle la cabeza e ir al encuentro de Mika. Deseaba torturarle igual que el muy bastardo estaba haciendo con él. A lo lejos, escuchaba las voces distorsionadas de sus compañeros llamándole. Los ignoró.

No puedo gestionar tu odio, Yuu.

Déjame en paz, Ashurarmaru.

Vas a descontrolarte.

Dame más poder.

-¡Mírate, indefenso e inútil sin Mika a tu lado! –Rezongó Ferid, apuntándole al hombro. Yuu le rechazó.

-Si sigues hablando juro que te cortaré la lengua –siseó. Ferid soltó una carcajada.

 

La cólera le quemaba, reptando igual que una serpiente y enroscándose en su alma, aprisionándole. Más rápido (se desplazó a la derecha a gran velocidad, eludiendo una estocada); más fuerte (asestó un golpe que hizo trastabillar a Ferid y abrir los ojos, sorprendido); más inhumano (en un descuido, enredó la mano en su coleta y tiró, lanzándole unos metros lejos). Más. Más.

 

YUU.

 

No supo quién bramó su nombre, pero hizo oídos sordos. El rencor se apoderó de su cuerpo, instándole a moverse solo y ser letal. Se abalanzó sobre Bathory, que ya se había puesto de pie, cuando algo le detuvo.

 

-Me cuesta racionalizar tu ira –Ashuramaru se balanceaba, encaramado a su arma.

-No puedes impedirme matarle. –Se defendió.

-Ni lo haré. Pero eso –señaló detrás suyo. Una reluciente trompeta yacía, con aspecto abandonado-, te está esperando. Casi puedo ver cómo se relamen por la anticipación.

-La última vez fui incapaz de estar consciente –cabeceó hacia la trompeta-. ¿Me ayudarás en esta ocasión?

-Oh, vaya. ¿Vas a traicionarme y me pides ayuda? Muy codicioso de tu parte, ¿no crees? –Su expresión era de genuino aburrimiento.

-No quiero dañar a las personas que me importan. Si me dejo dominar por el serafín, lo haré. Por eso te estoy pidiendo este favor –suplicó.

 

Ashuramaru suspiró y dio un saltito hasta colocarse frente a Yuu. Le dedicó una sonrisa torcida.

 

-Haré lo posible porque me has dado un buen espectáculo ahí fuera. Sin embargo, no me hago responsable de lo que pueda ocurrir. Así que más te vale no culparme después de tus decisiones insensatas.

 

Yuu asintió. Caminó con paso decidido y recogió la trompeta. Sopló. El sonido le embargó. Su mente se quedó en blanco. Y el ángel hizo acto de presencia.

Notas finales:

He intentado recrear Sanguinem de memoria porque no tenía tiempo para verme el capítulo concreto de la matanza de Ferid y fijarme en los escenarios, así que me disculpo de antemano si hay algún error en la descripción. Mi intención es subir otro capítulo a mediados de la semana que viene y otro a finales. Rezad para que me de tiempo jaja.


¡Gracias a todos aquellos que comentáis y leéis! :)


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