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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

¡Creí que no lo terminaría nunca! Tenía un bloqueo terrible y quería subirlo más o menos a mitad de semana para subir el especial este finde y no logra expresar lo que burbujeaba en mi cabeza. Además, mi cerebro es tan odioso que cuando me metía en la cama sentía la inspiración divina y las escenas se dibujaban perfectamente en mi mente. Luego, al día siguiente, cogía el ordenador y solo lograba escribir cosas horribles.

El ruido se tornó ensordecedor. Ferid se giró, decidiendo qué hacer a continuación. Desviaba los ojos entre Mika y la puerta, intranquilo. El rubio transmitía inquietud, deseando saber qué estaba sucediendo, por qué todos fuera parecían huir hacia un punto concreto. Sin embargo, si Yuu-chan estaba en apuros él no podría ser de mucha ayuda en su estado.

 

-Debo recibir a las visitas como se merecen. Por muy molestas que sean –resolvió al fin-. No te muevas de aquí –rio, lanzando una mirada significativa a las esposas que asomaban tras su espalda.

 

Mika le maldijo. Salió arrastrando sus aires de grandeza, cerrando con estrépito. En un acto de agilidad que no creía capaz, se puso en pie, regresó al piso de arriba y se asomó a la ventana. No veía nada fuera de lo normal, por lo que supuso que la batalla se hallaba justo en dirección contraria. Se aseguró de que no hubiera vampiros en las inmediaciones. Inspiró hondo y golpeó el hombro contra el cristal. La punzada de dolor le recorrió al completo, provocándole un gemido. Apretó la mandíbula y repitió el proceso. Tenía que escapar y rápido. Era más grueso y resistente de lo que esperaba, pero se encontraba en una situación desesperada y las opciones no abundaban. Se alejó lo que el reducido espacio le permitía, cogió carrerilla y se lanzó una vez más, aportando toda la potencia que fue capaz. La superficie se agrietó; esquirlas diminutas volaron por los aires. Una ráfaga de viento aterrizó en la habitación, trayendo consigo el olor del sudor y la sangre. Mika se retorció en un lamento callado.

Calculó la distancia que habría hasta el suelo. En condiciones normales, saldría indemne de esa caída. Pero la sed le estaba causando estragos y el estar maniatado no lo facilitaba. Dibujó una fina línea con los labios. Si le había costado semejante esfuerzo partir un simple cristal, hacer lo mismo con la puerta iba a ser misión imposible. Era su única escapatoria. Se encaramó al alféizar, lamentando la pérdida de agilidad y siendo cada vez más consciente de sus limitaciones. Observó de nuevo la distancia. Saltó. Rodó sobre sí mismo unos metros, hasta detenerse por la fricción de los adoquines. Se puso en pie, mareado. Bueno, podría haber sido peor.

Echó a correr, olfateando la brisa y guiándose por los sonidos del acero entrechocando. Recordó, tarde, que él estaba desarmado, otra desventaja que se sumaba a su ya larga lista. Decidió no preguntarse qué más podría pasarle, porque, con su suerte, los astros se alinearían para darle una horrible respuesta y estaba comenzando a cansarse.

Desembocó en la plaza y contempló, atónito, el caos que reinaba. Bizqueó, intentando comprender por qué tanto humanos como vampiros parecían aterrorizados por igual en lugar de estar masacrándose como era lo habitual. Algo proyectó a un grupo de cuerpos hacia un lado, con el mismo gasto de energía que si estuviera espantando moscas. Aterrizaron en la fuente, empapando de agua a los que quedaban cerca. Pero qué demonios…

Un gruñido de animal reverberó y fue entonces cuando se fijó. Unas alas negras diseñadas en forma de rayos. Una enorme sed de venganza. Un poder sobrehumano.

 

-Yuu-chan… -No podía creer lo que estaba presenciando. El serafín del final se había desatado y aplastaba a los sujetos como quién hunde los dedos en mantequilla.

 

Forcejeó con las esposas, que se negaban a ceder. Sus ojos se perdieron en la multitud, en pos de un aliado. Distinguió el pelo inconfundible de Shinoa. Después de su discusión (parecía que últimamente discutía con todo el mundo), no le apetecía pedirle un favor, pero tampoco era como si pudiera negarse. Esta le llamó al verle dirigirse a ella.

 

-¡Mika, gracias a dios! –Parecía sinceramente aliviada-. ¡Yuu se ha vuelto loco!

-No me digas –dijo sarcástico y dándole la espalda-. ¿Puedes con esto? –Descargó su guadaña encima del hierro, que se quebró sin oponer resistencia. Se restregó las muñecas, cuidando de no tocar las heridas.

-¡Creíamos que estabas encerrado! –Cambiaba el peso de un pie a otro, nerviosa. No sabía gestionar la situación. Menuda capitana, pensó.

-Las esposas no eran ninguna clase de juguete sexual, si es a lo que te refieres –Bromeó, evaluando lo que sucedía-. He huido en cuánto he podido, pero llevo tiempo sin alimentarme y estoy al límite –reconoció, molesto por ello. Se moría de ganas por preguntar acerca de por qué Yuu-chan era un puñetero serafín pero se contuvo. Ahora mismo, su escuadrón estaba de su lado y no quería darles motivos para lo contrario. Su prioridad era regresar a Yuu-chan a la normalidad.

-Mira el lado positivo –le alentó Shinoa-, ya no necesita buscarte –le guiñó un ojo. Mika le devolvió una media sonrisa.

-¡Mika! –Guren le llamaba, mientras Shinya le cubría las espaldas-. ¡Hazle volver en sí! –ordenó.

 

Iba a hacerlo de todas las maneras. De repente, el ambiente cambió. No supo decir el momento exacto, pero todos los ojos se dirigieron a Yuu-chan, espadas en alto. Los vampiros no colaboraban con los humanos. Jamás. No la mayoría, al menos. Sin embargo, como si se hubieran puesto de acuerdo, avanzaron en tropel hasta el centro, en el cual Yuu-chan, no, el serafín, flotaba impasible, destruyendo con un simple toque. Mika se unió, recogiendo un arma cualquiera del suelo y abriéndose paso a empellones y tajos.

-Qué demonios… -Guren los contemplaba estupefacto.

-¡Van a por Yuu! –exclamó Shinya al ver a los soldados desplazarse en su dirección, dispuestos a matarle-. ¡Es una trampa! –Los hombres a su cargo se pusieron en alerta, esperando las órdenes pertinentes.

 

Mika desgarraba extremidades y ropa, haciéndose un hueco en el tumulto de cuerpos deseosos de conseguir al serafín. Mientras avanzaba, pronunciaba el nombre de Yuu-chan tan alto como sus pulmones se lo permitían. Era inútil, pues el ángel le sumía en una especie de trance y no era consciente de sus actos. Estaba descontrolado, atacando cualquier objeto que se interpusiera, sin importar la naturaleza de este. Se colocó delante de él, sujetando la espada entre ambos a modo de protección. Ese no era Yuu-chan y desconocía el alcance de la posesión. Tal y como esperaba, el monstruo le tomó por un nuevo objetivo y descargó una lluvia de flechas negras en su dirección. Mika las hizo rebotar en el acero de su arma, desplazándolas por los laterales y estrellándolas en el suelo.

 

-¡¡Yuu-chan, escúchame!! –Reclamó, anhelando que su voz se filtrara entre las capas del ángel.

-Seréis purificados –Dijo en un murmullo fantasmal que le provocó escalofríos. Se elevó unos metros más y volvió a liberal un aluvión de flechas.

 

Ejecutó una hábil pirueta. Sin embargo, su baja forma le impidió esquivarlas bien y una de ellas quemó su capa. Sus reflejos disminuían de manera alarmante y era complicado lidiar con el dolor. Notó la presencia familiar de Kimizuki y Mitsuba a su espalda, asegurándose de que no era intercedido por otros vampiros. La risa de Ferid le desconcentró durante unos segundos. El noble se había posicionado en lo alto de la fuente medio derruida y apreciaba el show, encantado. Quiso rebanarle el pescuezo, pero tendría que esperar. Esto era una urgencia. Uno de los escuadrones de humanos convergió de la nada. Se sentía como si las órdenes de los presentes fueran deshacerse de Yuu-chan, pues procuraban constantemente acercarse a él y dañarle. No obstante, por sus movimientos al pelear, no tenían intención de tocar puntos vitales, sino más bien inmovilizarle. Guren y el resto apenas eran capaces de contenerlos, pues estaban enfrentándose a dos bandos al mismo tiempo.

En un movimiento inesperado, el serafín concentró una bola de energía chispeante y la arrojó. Fue a tal velocidad, que Mika solo pudo quedarse mirando cómo se cernía sobre él, paralizado, sin capacidad de escapatoria. Una figura se cruzó en la trayectoria, cortándola en un gesto. La bola se dividió en dos, atrapando con sus tentáculos a Shinya, que braceaba tratando de despegarse de ellos. Guren gritó su nombre y Mika se quedó quieto, perdido. Se mecía en el aire igual que un muñeco, agitándose con violencia. Si continuaba así, no dudaba de que lo fuera a partir. Shinya perdía el aliento, hasta el punto en que su arma se evaporó, pues no podía mantenerla más. Le fallaban las fuerzas y Mika se sentía impotente, buscando desesperado cómo ayudarle. Sus oídos filtraban el sonido de la angustia que producían las cuerdas vocales de Guren, el cual estaba atrapado por varios vampiros que no le permitían aproximarse. Las extremidades de Shinya cesaron de agitarse.

Mika estaba harto. Muy harto. El impulso de acunar a Yuu-chan entre sus brazos y huir de allí se manifestó, más intenso que nunca. ¿Cuándo darían fin a esta maldita guerra? ¿Cuándo se exterminarían los unos a los otros? Krul le dijo una vez que llegaría el día en que tendría que escoger. Mika le replicó que los dos bandos le daban asco por igual. Los vampiros aprovechaban su superioridad para someter a las personas y extraerles su vitalidad hasta convertirlos en meros guiñapos. Por su parte, los humanos se creían con derecho a manipular su alrededor a su antojo, sin importar los métodos que emplearan. En realidad, no se diferenciaban mucho. Aplastaban a sus oponentes, locos por el poder. Pisoteaban, traicionaban, despreciaban, anulaban. Mataban. ¿Por qué elegir entre esas opciones si ambas eran igual de horribles? Por eso, él prefería a Yuu-chan por encima de lo demás. Porque, aunque tuviera sus defectos, su alma no estaba podrida.

Durante el año que convivieron, Mika pudo conocer bastante a lo que él denominaba “el círculo de los tolerables”. Sus amigos demostraron en ese tiempo que se preocupaban por Yuu-chan y que, a pesar de sus imperfecciones, no le venderían al enemigo para beneficiarse. Lo cual le suponía un alivio pues si él faltaba, tenía buenos chicos que le cuidarían. Por otro lado, Guren le caía bien. Sí, era un capullo, insoportable y con un deje vanidoso. Pero sobre él recaía un gran peso y por mucho que en ocasiones ejecutara de su mano acciones de dudosa moralidad, no era un tipo que dejara todo al azar, ya que meditaba sus pasos cuidadosamente, esperando causar el mínimo daño posible. No compartía muchas de sus actuaciones; más comprendía la gran responsabilidad y presión a la que se veía sometido y podía hacer un acto de empatía. En cambio, su relación con Shinya era pura formalidad, por lo que no se habían hecho todavía una imagen clara de él.

El peliplateado se estrelló contra los adoquines, con un golpe sordo. Mika contuvo la respiración. Era una madeja de miembros inmóvil. La agonía del teniente coronel se palpaba en el ambiente.

Basta, gimió. Basta. Estoy cansado.

Te daré distracciones para que huyas de una vez con él, lejos de vampiros y humanos. Lejos de aquello que te hace daño.

Soltó un quejido quedo, sintiendo la sombra de Ferid apagar su voluntad. Este balanceaba las piernas impasible, siendo el espectador del palco vip.

Vamos, Mikaela. Le oía con tanta nitidez en su cabeza, que tuvo la impresión de que se comunicaba mediante telepatía. Huye con tu princesa.

El serafín pateó a Shinya. Su cuerpo voló unos metros y aterrizó encima de Guren, derribándolos.

Hazlo, Mika.

Una cabellera rubia apareció de repente en su campo de visión. Era una mujer diminuta y ágil que se dirigía a gran velocidad hacia Yuu-chan. Mitsuba gritó y persiguió a la joven. Shinoa la detuvo y susurró algo en su oído. La chica arrojó varios sellos, que se quedaron pegados en la frente y muñecas del ángel.

 

-¡Atrapadle! –ordenó en un tono que no admitía réplica. Igual que si fueran robots programados, automáticamente los soldados que aún permanecían conteniendo a los vampiros, cesaron en su asedio y unificaron sus fuerzas contra el monstruo, que parecía indefenso debido a los sellos.

 

Este se contorsionaba en un esfuerzo por librarse de ellos, más la magia parecía hacerle efecto. No obstante, podía continuar atacando aunque no era capaz de dirigir los golpes. Varias lanzas y flechas se clavaron en su carne, desencadenando una especie de corriente eléctrica que le hizo aullar. Los chupasangres, ajenos al propósito de los soldados, proseguían con su hostigamiento sin descanso, por lo que algunos humanos tuvieron que ignorar al ángel y centrarse en estos. Aun así, un grupo de vampiros seguía atacando al serafín. Por una vez, parecían tener un enemigo común.

Se acabó. No podía más.

Tiró la espada al suelo. Él solía ser el reflexivo, el que pensaba con frialdad cuando lo requería. Pero se hallaba nublado por la locura, el pesar, el malestar físico, el hambre. Quizá por eso su raciocinio dejó de funcionar y el corazón ocupó el lugar, siendo el jefe directo de los mandatos que enviaba a su cerebro. Agarró su hombro, el cual palpitaba y cuya lesión se había avivado debido al peso de la espada, y acortó la distancia que le separaba del serafín, el cual estaba entretenido en su divertimento de aniquilar a los presentes, por lo que no se percató de la presencia cada vez más próxima de Mika, abriéndose paso entre las tropas a trompicones. Se impulsó de un salto, le cogió por el tobillo y tiró de él, estampándole contra la piedra. Creó un muro con su cuerpo, pretendiendo retenerle, aun sabiendo que estaba en desventaja. Enseguida, el escuadrón de Shinoa se interpuso entre ellos, proporcionándoles un muro contra los ataques.

 

-¡Aleja al monstruo de ti! ¡Tú no eres el Yuu-chan que conozco! –le recriminó, abrumado y agotado física y emocionalmente. Recibió un empujón y un bramido por su parte.

-¡Mika, date prisa! –Le apremió Kimizuki-. ¡No aguantaremos mucho más!

 

No hacía falta que se lo dijeran. Harto del juego, le atrapó de nuevo por el cuello y le retuvo, agradeciendo por los sellos puesto que le limitaban los movimientos. E hizo lo único que se le ocurrió. Usando la capa para ocultarlos parcialmente, detuvo sus forcejeos con las manos y le besó. Sus labios sabían diferentes, pero no por ello era desagradable. Participaba de la desazón, rabia y anhelo de venganza que emanaba. Era una aberración completamente diferente de Yuu-chan.

Tras unos segundos de tensión, dejó de revolverse bajo él y se calmó. Mika se apartó, jadeante. Sus ojos dorados con fondo negro se transformaron en dos rendijas verdes; el tatuaje de la maldición ocupó una porción de su cara y un cuerno asomó entre sus mechones. Ashuramaru había tomado el control, lo que implicaba que el serafín había abandonado su cuerpo. Por un instante temió que el demonio le poseyera y el ciclo se repitiera, pero no. El chico se desmayó, quedándose inmóvil. Una lágrima de alivio regó la mejilla de Mika.

Le recogió en brazos, acunándolo con delicadeza. El escuadrón de Guren, sin él, también proyectaba una muralla alrededor de ambos. La pelirroja, que creía que se llamaba Mito, se giró hacia ellos. Al verlos, asintió.

 

-¡Nos vamos, ahora! –Shinoa cortó en pedazos al vampiro que tenía en frente y comenzó a abrirse paso entre la multitud, despejando el camino con ayuda de Yoichi y Mitsuba.

 

Los demás, mantenían una posición de defensa, formando un círculo alrededor de Mika y Yuu. El vampiro jadeaba y sentía sus piernas de la consistencia del flan. Temía que le fallaran en el último momento y era un error que no podía permitirse. Siguió corriendo, alejándose del horror. El olor de la sangre le estaba volviendo loco y accedía a toda su capacidad de autocontrol para no abalanzarse sobre los cadáveres. A lo lejos, Guren sostenía a Shinya en su espalda y les hacía señales. La mujer rubia decretó la retirada y los soldados que aún quedaban en pie se marcharon por otra de las salidas.

Era su oportunidad. Estaban demasiado ocupados con lo que sucedía alrededor, por lo que si huía les pillaría desprevenidos. En un segundo, la promesa de la libertad le supo a gloria y casi lo paladeaba. Se imaginó viviendo en una casita acogedora, cerca del mar. Habría un porche en la parte trasera y se dedicarían a contemplar las olas ovillados en la hamaca. Juntos. Por fin. Una señal. Solo era necesaria una señal para que Ferid comenzará su número de distracción y los sueños que anhelaba se cumplieran. Casi los rozaba con la yema de los dedos…

Debía cumplir una promesa. Se incorporó, usando su cuerpo a modo de escudo. Fijó su atención en Ferid.

El noble bostezó, aparentemente aburrido, y replegó a los vampiros.

Se introdujeron por la entrada a los túneles. El silencio solo se interrumpía con las pisadas apresuradas. Mika se alegró al comprobar que nadie, a excepción de ellos dos y Shinya, mostraban heridas importantes. El teniente coronel avanzaba resoplando, pues estaba bastante malherido y el volumen del otro hombre no ayudaba. Goshi se colocó a su lado y se ofreció a llevar a Shinya, pero se negó en rotundo.

El regreso se le antojó largo y arduo. Yoichi se percató de su respiración pesada y le sostuvo por el antebrazo, precavido. Mika se lo agradeció con un pequeño cabeceo. Desvió su atención en diversos pensamientos, evitando centrarse en el dolor infernal que le constreñía las entrañas por la falta de sangre. He soportado cosas peores, se dijo. Puedo con esto.

Sin embargo, una vez bebes de un humano, si no te alimentas cada cierto tiempo, el sufrimiento es mil veces peor. Es una especie de castigo autoimpuesto, tu sanción por ser un engendro. Viviría con ello.

Tras unos minutos que se dilataban y no parecían tener fin, alcanzaron la ansiada superficie. La suave brisa que soplaba le ayudó a despejarse momentáneamente, a la par que enviaba a sus fosas nasales el dulce olor de la comida. Hundió la nariz en el pelo de Yuu-chan, emitiendo un gemido ahogado. Distráete, distráete. Unos furgones del ejército les esperaban, en marcha. Subieron apresurados, con el deseo firme de regresar a casa de una vez y alejarse de esa pesadilla. Por ahora.

Mika se acomodó, siendo lo más delicado posible para no hacer movimientos bruscos que molestaran a Yuu-chan. Guren se sentó cerca suya. Sus compañeros evitaban mirarle, pero el vampiro no. Porque compartía desconsuelo. El teniente coronel acariciaba las mejillas pálidas de Shinya, con una delicadeza tan extrema como si fuera a romperse en mil pedazos. La cabeza del peliplateado estaba recostada en su hombro y Mika constató, aliviado, que su pecho subía y bajaba aunque muy débilmente. Guren presentaba varios cortes y su uniforme estaba manchado de sangre reseca. Mika no estaba seguro de si era suya. Apretó inconscientemente la mano de Yuu-chan. Si se enteraba de lo que le había causado a Shinya, se sentiría culpable y asumiría toda la responsabilidad. ¿Debía permitir que eso ocurriera? Necesitaba delibrar acerca de cuánta información proporcionarle, porque quería ser sincero pero no si eso implicaba que se odiara así mismo.

Ya lo meditaría luego. La visión se tornó borrosa y le costaba respirar. Unos intensos calambres le recorrían los músculos y notaba la pérdida de control sobre su cuerpo.

 

-¿Mika? –Mitsuba le tocó la rodilla, alarmada.

 

Iba a responder que estaba bien, que no se preocupara y sostuviera a Yuu-chan en su lugar porque temía dejarle caer. Pero las palabras no salieron de su boca y todo se difuminó.

 

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-Has vuelto a la normalidad.

-Eso parece –Se llevó una mano a la sien.

-¿Recuerdas algo?

-Mi mente está en blanco –Trató de ahondar en su memoria, pero era inútil-. Tú sabes qué ocurrió, ¿no? Lo ves a través de mí.

 

Ashuramaru le miró divertido, equilibrándose sobre la empuñadura de la katana.

 

-La trompeta evita que me comunique contigo. Me recluye al fondo de consciencia y solo puedo sentir los cambios de poder o cuándo corres peligro –explicó, observándole con aire preocupado-. Abre los ojos, Yuu. Hay alguien que te necesita –comunicó, enigmático.

 

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Su mano estaba hundida en algo mullido. Era una sensación agradable. Deslizó los dedos e identificó ese “algo” como cabello. Inmediatamente pensó en Mika. Era costumbre despertarse y verle recostado en su cama, después de días de convalecencia. No se separaba ni a sol ni a sombra y no se quedaba tranquilo hasta comprobar que se encontraba en perfecto estado. El nombre de Mika le produjo una punzada, pues una vocecita le advirtió de que le debía una disculpa.

Despegó los párpados sin entusiasmo, cuyas pestañas parecían estar pegadas entre sí. Ladeó la cabeza, que descansaba sobre varias almohadas apiladas. El bulto recostado y aparentemente dormido no era Mika. Reconoció los mechones castaños. Se trataba de Yoichi. Eso le alarmó, pues era la persona equivocada. La ansiedad reptó por su garganta. ¿Acaso Mika continuaba en Sanguinem? No. No. No. Un gemido bajo escapó de sus labios mientras zarandeaba a Yoichi con toda la suavidad que su nerviosismo le permitía. El chico se revolvió, murmurando quedamente, y se incorporó, restregándose los ojos y bostezando con gracia.

 

-¡¡Yuu!! –previendo la reacción de su amigo, hizo una pantalla con las manos para evitar que en un impulso efusivo se lanzara encima suya y le abrazara. Se sentía un completo asco y no estaba de humor para las muestras de afecto.

 

El castaño se contuvo.

 

-¿Dónde está Mika? –Era desconsiderado preguntar por él e ignorar lo demás, pero necesitaba saberlo urgentemente.

-Oh, Mika está bien… -Se rascó la mejilla incómodo-. ¡Es genial que hayas despertado! Estábamos todos muy preocupados porque no sabíamos qué hacer cuando el serafín te poseyó y luego estuviste varios días con la marca del demonio en la cara y…

-Espera, espera –le cortó, agitando un dedo en el aire-. ¿Varios días? –repitió, asegurándose de haberlo escuchado bien.

-S-sí…-balbuceó.

 

Mierda. ¿Cuánto llevaba Mika sin alimentarse? Su noción del tiempo estaba distorsionada por completo. El estómago se le encogió y sintió nauseas. Joder, debía ir a su lado y rápido. Apartó las sábanas que le cubrían y tocó las baldosas heladas con los pies desnudos.

 

-¡Yuu! ¿Adónde vas? –preguntó, inquieto.

-A buscar a Mika –Se incorporó demasiado rápido y se mareo. Yoichi le sostuvo-. Tiene que beber sangre o de lo contrario…

-Pero necesitas permiso para salir –Trató de regresarle a la cama.

-¿¡Eh!? ¿Permiso? –Frunció el ceño-. ¿De qué demonios estás hablando?

-Escuché ruido y supuse que nuestro héroe había despertado –Shinoa miraba la estampa divertida, cerrando la puerta tras ella-. Necesitas mi permiso –Se señaló, recalcando sus palabras.

-Estás de coña, ¿no? –Enarcó una ceja, incrédulo.

-Armaste un buen show allá fuera y los de arriba exigen vigilancia veinticuatro horas –Explicó, alisándose la falda y acercándose a los chicos con las manos cruzadas a la espalda-. Alégrate, al menos Guren ha conseguido que sea yo tu guardaespaldas.

 

Se calzó las zapatillas y la encaró.

 

-Es un alivio porque eso significa que serás una buena chica, ¿a que sí? –Extendió una amplia sonrisa. Shinoa se la devolvió, poniendo en ella una buena pizca de ironía.

-El teniente coronel tiene suficientes problemas como para que su hijo díscolo le cause más. Seré estricta y no te consentiré, Yuu –Hundió el canto de su mano derecha en las costillas del moreno.

-¡Auch! –Exclamó, tocándose la zona dolorida-. ¿Qué le pasa a Guren?

-Entonces, imagino que este alboroto es porque quieres ver a Mika, ¿me equivocó? –Esquivó hábilmente su pregunta. Yuu quiso insistir pero el nombre de “Mika” desvió sus pensamientos-. Sígueme –Le lanzó una bata y se la colocó encima del pijama, que abrigaba poco-. Yoichi, avisa a Mitsuba y a Kimizuki de que Yuu se encuentra bien y está a mi cargo. –El castaño asintió y tras darle un ligero abrazo al paciente, se marchó.

 

Le guio, ignorando al personal que pululaba por allí. Llegaron a una zona de acceso restringido. Dos guardias le pidieron a Shinoa una identificación y esta enseñó su reloj con el escudo Hiragi tallado en el metal. Yuu observaba, fascinado. A ambos lados del estrecho pasillo donde se hallaban, había cristaleras que mostraban a distintos vampiros. Parecían demacrados y algunos gritaban y golpeaban las paredes.

 

-No mires –ordenó la capitana.

-¿Qué hacen aquí? –Sentía el corazón encogido. Odiaba a esos bastardos, claro, pero verlos indefensos y acorralados le producía una sensación de asco. Prefería verlos muertos antes que torturados de esa forma. ¿Quién le iba a decir que tras esa máscara de mata-chupasangres se ocultaba un poco de amabilidad?

-Experimentos. Es una especie de almacén donde encierran a los más capaces, según el tipo de investigación que estén llevando a cabo. No sé mucho acerca de este lugar, puesto que solo los altos cargos están al tanto de las operaciones –Giraron a la derecha. Vislumbró un amplio ventanal aislado al cruzar una puerta de metal. Era la única sala. Shinoa se detuvo a unos pasos. Yuu la dedicó una mirada y se acercó.

-Mi…ka… -balbució. El vampiro se encontraba recostado sobre una camilla, cuyo respaldo estaba ligeramente inclinado, de forma que podía verle la cara. Unos grilletes aprisionaban sus muñecas y tobillos, por lo que no podía moverse. Un tubo de plástico salía de su boca abierta, por la cual asomaban sus afilados colmillos. Terminaba en una bolsa colgada de un gotero y rebosante de sangre-. ¿Qué le están haciendo? –Su voz se quebró, mientras pegaba sus palmas y su nariz al frío cristal.

-Yuu, lleva varios días sin tomar sangre –dijo en un susurro apenas audible-. Ha estado soportando muchos dolores. Guren ordenó que lo sedaran para que no sufriera, pero los medicamentos o las drogas no hacen ningún efecto en los vampiros, como era de esperar. Incluso ofreció su propia sangre, pero Kureto se lo prohibió terminantemente. Considera que es humillante alimentar a un vampiro usando humanos. Lo máximo que consintió fue que le suministraran sangre de otros vampiros. Y, honestamente, creo que lo hizo porque sus gritos eran insoportables y porque todavía le necesita. Si no, estoy convencida de que le habría matado él mismo –Le dio un apretón cariñoso en el hombro-. Estoy siendo sincera porque no me veo capaz de mentirte acerca de esto –La mandíbula de Yuu palpitaba y sus dedos se crisparon-, pero, por favor, te suplico que no le dejes beber de ti. Estás demasiado débil y tu conversión en serafín aún es reciente. Esto te perjudicaría y, por ende, le perjudicaría a él. Sé que deseas ayudarle, pero por una vez te pido que seas razonable.

 

Yuu se enjugó disimuladamente una lágrima.

 

-Por qué está… ¿dormido? –De nuevo, en su mente le comparó con un ángel. Era hermoso incluso a pesar de la palidez que acusaba. El cabello esparcido se asemejaba a una corona. Quería tocarle y recordar qué se sentía al acariciar sus mejillas. Reprimió el impulso de partir el ventanal y rodearle contra su pecho.

-Más bien… está… inconsciente –dijo, visiblemente incómoda por tener que tratar temas tan delicados con Yuu.

 

Eso fue suficiente para entender la gravedad de la situación. Shinoa tenía, en parte, razón. Su debilidad era patente (en especial sus piernas, que le sostenían dudosamente) y, por mucho que le costara contenerse, tendría que esperar un poco. Se apartó, disgustado, justo en el instante en que Narumi hacía acto de presencia. Los dos jóvenes se giraron en su dirección, en especial Yuu que se cuestionaba qué hacía aquel tipo en ese lugar. Narumi mostró una expresión de desconcierto, al parecer no les esperaba.

 

-Narumi es el encargado de custodiar a Mika –respondió Shinoa a su pregunta tácita.

-¿Los Hiragi tampoco se fían de él? ¡No es como si hubiera hecho algo para merecer ese trato! –Crispó los puños.

-Cálmate. En términos generales, están desconfiando de cualquiera que no pertenezca a su selecto círculo y más si tienen relación con el teniente coronel –Narumi se llevó las manos a la cadera.

-¿Qué cable se le ha cruzado a tío ese de cejas desaseadas? –resopló-. Debería hablar con Guren. Quiero regresar a casa y llevarme a Mika conmigo –Hizo ademán de poner rumbo a su despacho cuando Narumi se interpuso.

-Yo que tú no le molestaría –Una línea de enfado se dibujó en su frente.

-¿¡Ah!? Tengo todo el derecho del mundo a visitarle-

-¡No tiene tiempo para tus pataletas de crío! –le interrumpió, visiblemente molesto.

-Yuu, deja el tema… -aconsejó Shinoa, tomándole del antebrazo.

-¿Qué demonios os pasa a todos hoy? Diciéndome lo que hacer.

-Nos encontramos en una situación un tanto… delicada –dijo la chica.

-Aun así, querría hablar con él –insistió, no dando el brazo a torcer.

 

Shinoa le dirigió a Narumi un gesto de advertencia el presentir que este iba a iniciar otra discusión.

 

-Está bien, pero yo te acompañaré –cedió.

 

Tras despedirse de Narumi, se dirigieron al ala oeste. Alejada del bullicio habitual de los cuarteles, se trataba de una zona del edificio tranquila, destinada exclusivamente a los Hiragi, como le explicó Shinoa. Indicó una puerta. Ella esperaría fuera. Yuu tocó suavemente. Se escuchó un “adelante” al otro lado.

Shinya yacía tendido en una cama de matrimonio; una colcha le tapaba hasta el cuello. Unas vendas cubrían su frente y mostraba una palidez enfermiza. Guren, sentado en una butaca a su lado, sostenía lánguidamente su mano, contorneando sus nudillos. Mantuvo la cabeza gacha, fijo en Shinya, sin mover ni un músculo en su dirección. La opresión se instaló en su garganta. ¿Qué le había ocurrido al mayor general?

 

-Hey, Yuu –Parpadeó, igual que si saliera de un trance.

-¿Está bien? –Balbuceó, impresionado por el aspecto demacrado de Guren. Unas ojeras demasiado violetas y unos pómulos demasiado marcados.

-Una batalla dura, solo eso.

Se acercó dubitativo. Se preguntó durante un instante cómo habrían alcanzado ese nivel de intimidad y comprensión mutua. O, más importante aún, cómo habrían dado el paso que les erigiera en pareja. Guren y Shinya eran amigos inseparables desde hacía años, lo cual les convertía en un referente a su modo de ver. Sin embargo, en alguna bifurcación del camino decidieron cruzar el límite e ir más allá. Le producía curiosidad conocer su historia, pues creía que arrojaría luz sobre sus propias inquietudes. Recordó la charla que mantuvo con Mika acerca de las etiquetas y se planteó si ellos se englobarían así mismos en alguna.

 

-¿Cómo supiste que estabas enamorado de Shinya? –Se mordió la lengua, por estúpido. Odiaba cuando se olvidaba de activar el filtro antes de que las palabras se desbordaran sin ser procesadas.

 

Guren bizqueó, atónito al principio, incómodo después. Se hizo el silencio durante unos horribles minutos. Yuu iba a cambiar de tema e interesarse (y quejarse) por las cuestiones de seguridad que le habían impuesto sin su consentimiento, cuando volvió a hablar.

 

-No lo supe. En uno de sus ataques de acoso me besó sin más. Supongo que de ahí surgió el resto –Se encogió de hombros, ruborizado-. Si un segundo antes me hubieran preguntado qué significaba Shinya para mí, habría contestado que era un idiota al que apreciaba. –Una media sonrisa se instaló en su comisura derecha-. En el mundo existen dos tipos de personas: las que saben que están enamoradas y las que necesitan que alguien lo descubra por ellos. Yo me incluyo en la segunda categoría.

-Creo que yo también –murmuró.

-No me hace especial ilusión que te atraiga ese vampiro. Pero he asumido que harás lo que te dará la real gana. Igual que siempre –Se aflojó el cuello de la camisa.

-¡No me atrae! –exclamó, notando sus orejas arder-. Además, ¿a ti que te importa? –Balbuceó, avergonzado.

-De la guerra no puedo protegerte, pero del amor sí. Sé lo que se sufre –Acarició la empuñadura de su arma, que descansaba sobre uno de los reposabrazos del sillón-, por lo que me gustaría ahorrártelo en la medida de lo posible. Aunque sospecho que llego demasiado tarde –Le dedicó una sonrisa que pretendía ser divertida. A Yuu se le antojó más bien una mueca amarga.

-Agradezco tus esfuerzos, pero sé cuidarme solito –aseguró, cohibido. Guren apartó el flequillo de Shinya y el moreno tuvo la impresión de que estaba en medio de algo muy íntimo. Guren no se caracterizaba por ser la amabilidad personificada, por eso le resultaba extraño ver esas muestras de cariño tan naturales hacia otra persona que no fuera Yuu. Y de un estilo completamente distinto. Un estilo que denotaba amor.

-¿A qué se debe lo de los guardaespaldas? –Carraspeó, tratando de tragarse la invasión de la privacidad que sentía. El teniente coronel alisó la sábana y se giró, mirándole con gravedad.

-Digamos que las cosas están un poco… intranquilas –Escogió cuidadosamente las palabras-. Por eso, el cuartel ahora mismo no es el lugar más apropiado para que te pasees con total confianza-. Rebuscó en el cajón de la mesilla que quedaba cerca. Sacó un bloc de notas y un bolígrafo y garabateó algo-. Esta noche la vas a pasar aquí. Nos aseguraremos de que estás completamente recuperado y encargaré a los médicos que te hagan un chequeo mañana a primera hora –ordenó, con ese tono autoritario que le caracterizaba, mientras seguía escribiendo-. Después, Shinoa te escoltará hasta Mika. Le alimentarás y los dos regresaréis a casa -Levantó la vista del papel-. Confío en que serás lo suficientemente maduro y evitarás un desangramiento –dijo, con la amenaza implícita. Yuu hizo un mohín, pero asintió-. Entrégale esto a Shinoa, ella sabrá qué hacer –Arrancó una hoja del bloc y se la tendió-. Y, Yuu…-Hizo una pausa-. Ten cuidado. Recuerda quiénes somos tu familia –Sus pupilas violetas chispearon.

Notas finales:

Es el capítulo más largo que he escrito hasta ahora. Pese a que la inspiración se me resistiera. Me parece increíble que vaya ya por el número catorce, y más aún que haya tanta gente que lo sigue y lo comenta. Normalmente, cuando empiezo un proyecto sé cuándo y cómo va a terminar. Parece que no es el caso de "Incondicionalmente". Y, honestamente, si por mi fuera lo haría eterno porque me está dando muchas alegrías.


PD: Para todos aquellos a los que os guste el GureShin, por si os interesa, estoy escribiendo un fic más o menos largo (es una colección de drabbles) de esta pareja en mi cuenta de Fanfiction con el título "Y por eso te amo". Mi user es Kurenai Ayanami.


Nos vemos <3


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