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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

He regresado hace apenas unas horas de un evento de manganime en mi ciudad y, desde entonces, estoy escribiendo como una loca para poder traeros esto. Ha sido una semana agotadora mentalmente a causa del fic y ahora mismo estoy agotada físicamente por llevar desde el sábado en dicho evento. Para colmo, me he resfriado por lo que estoy hecha un asco.

Por suerte, el evento estaba repleto de merchadising de Owari no Seraph, por lo que me compré varios pósters, llaveros, marcapáginas, chapas... Si hubieran vendido figuras, habría sido genial. Pero por desgracia no. También hubo mucha gente disfrazada de OnS y vi varios MikaYuus super tiernos~

Ahora bien, vayamos con el fic.

Esta es mi felicitación de San Valetín para vosotros. Gracias por seguirme, por leerme, por comentarme, por vuestros ánimos. Este es mi regalo. Aunque lo he revisado, estoy extremadamente cansada por lo que espero podáis perdonarme cualquier error o incongruencia, pues quería subirlo justo antes de las doce, hora española.

Feliz San Valentín, Kurochi, Elen, Rayón, Anonnie, Cat, por vuestras palabras bonitas y de ánimo.

Feliz San Valentín al resto de personas de las cuales probablemente me olvido pero siempre estáis ahí.

Feliz San Valentín, lectores silenciosos, porque vuestras lecturas también cuentan y son muy importantes para mí.

Gracias por todo lo que hacéis. De corazón.

Saludó a los soldados que hacían guardia en la puerta y entró a casa. Le molestaba muchísimo estar vigilado veinticuatro horas. Guren había hecho lo posible por reducir esa sensación constante de acoso, pero la situación seguía revuelta y los Hiragi estaban aumentando las medidas de seguridad a todas aquellas personas que, o bien estuvieron implicadas en el incidente de Sanguinem, o bien tenían relación más o menos estrecha con el teniente coronel. Esa mañana, Yuu había ido a los cuarteles, dispuesto a recabar información y saber qué se gestaba entre los altos mandos. Se creía con todo el derecho del mundo a estar al día puesto que la obsesión controladora de los Hiragi le estaba afectando directamente. A él y a Mika, claro. Sus amigos tampoco habían tenido mejor suerte.


Shinya se recuperaba favorablemente y, además, estaba aburrido. Muy aburrido. Por eso Yuu aprovechó su visita para hacerle hablar, algo que al joven le encantaba. A Guren solo le habían consentido unos días de descanso para estar al lado de Shinya, pero en cuanto este mostró síntomas de mejoría, le obligaron a reincorporarse a sus quehaceres. Para más inri, su trabajo se había multiplicado puesto que el mayor general no podía ejercer sus funciones y los de arriba habían decidido, sin consultar a nadie, que Guren sería el encargado de sustituirle en la medida de lo posible. Con lo cual, Shinya se pasaba la mayor parte del tiempo solo, tendido en la cama, sin posibilidad de escapatoria pues también habían apostado un guardia en su puerta. Por lo que la compañía de Yuu le hizo especial ilusión.


Gracias a él, el moreno se enteró de lo que estaba ocurriendo, puesto que Guren se desahogaba con Shinya, su gran confesor. Sospechaban que el incidente de Sanguinem estaba fríamente calculado. Era altamente improbable que los vampiros se reunieran en la plaza si no sabían que iban a ser “invadidos” por lo que, una vez más, alguien de dentro debía de estar filtrando información. Además, estaba el hecho de que Aoi Sangu, la rubia que siempre estaba al lado de Kureto, parecía su sombra y era hermana de Mitsuba, hubiera aparecido de la nada poco después de que Yuu se convirtiera en serafín. Podría ser una casualidad, por supuesto. Podría ser que, simplemente, a última hora hubieran mandado un escuadrón de refuerzo por si las cosas salían mal. Pero, entonces, ¿por qué esperó tanto para entrar en acción cuando llevaban varios minutos críticos? ¿De verdad era todo una mera coincidencia? El problema residía en que no tenían pruebas para demostrar lo contrario. Pero estaban sucediendo demasiadas de esas “casualidades” como para que Guren estuviera a la defensiva.


Por ese motivo, había ordenado que Shinoa y el resto se trasladaran a un edificio anexo de los cuarteles, como medida preventiva. Así, en el caso de que ocurriera algo, podrían huir o pasar desapercibidos. Su escuadrón también estaba advertido de que se mantuvieran alerta. Shinya le recomendó que no regresara en lo que quedaba de semana, puesto que estaban tanteando el terreno y parecía que Kureto tenía un especial interés en su persona. Eso explicaba el porqué de la vigilancia estrecha a la que se estaba viendo sometido.


El sonido de la ducha se colaba desde el piso de arriba, por lo que dudaba que Mika hubiera escuchado su llegada. Colgó la bufanda y el abrigo en el perchero de la entrada y ordenó sus pensamientos para transmitirle al rubio sus recientes averiguaciones. Él también era partidarios de que Yuu se mantuviera alejado de los cuarteles por el momento, pero no había insistido tanto como otras veces. Yuu le notaba cambiado. Estaba más cariñoso y solícito que de costumbre y discutían menos, puesto que ya no se quejaba a menudo de sus ideas estúpidas e irreverentes y, en cierto modo, le dejaba más libertad de movimiento. El moreno lo achacó a la experiencia traumática de su captura, de la cual no había querido dar muchos detalles todavía. Sin embargo, podía decir que echaba de menos su habitual actitud sobre protectora, porque era parte de Mika. Aunque tampoco es que se quejara de este respiro que, intuía, sería temporal.


Mika bajó por las escaleras. Vestía un pijama gris y blanco que le estaba ancho y se había recogido el pelo húmedo. Era la primera vez que le veía con coleta y pudo corroborar que le hacía incluso más sexy. Si es que eso era posible. Apartó la mirada embobada cuando el vampiro le recibió con una sonrisa. Habían transcurrido tres días desde la vuelta a la normalidad y ya no mostraba un tono de piel tan pálido. Yuu tuvo que recuperarse de una leve anemia debido a la cantidad de sangre que Mika necesitó a causa de su debilidad, ante la cual este se sintió culpable y se sumió en su modo extra-exageración. Por suerte, no duró mucho.


Mika depositó un casto beso en su coronilla en su camino a la cocina. Yuu se sonrojó. Se sentó en el sofá y ordenó los papeles que ocupaban la mesita de enfrente. Le resumió los acontecimientos lo mejor que pudo, mientras extraía el nuevo informe que debía rellenar para Guren. Pensó que esta vez, al menos tendría algo que contar pues podría detallar con toda precisión la convalecencia de Mika. Dio unos golpecitos a su labio con el bolígrafo. Mika trajinaba en la cocina, y le respondía de vez en cuando para asegurarle que le estaba escuchando. Estuvo de acuerdo en la advertencia de Shinya de que se mantuviera al margen, pero no insistió demasiado en ello, lo que le produjo una punzada de nostalgia. Estaba descubriendo que su “antiguo” Mika, tampoco tenía nada de malo.


Este regresó con una taza humeante en la mano. Yuu constató que, efectivamente, la coleta le daba un atractivo extra y estuvo tentado de pedirle que usara aquel peinado más a menudo. Dejó la taza con cuidado al lado de los papeles. Era té verde y olía genial. Se acomodó a su lado y echó un vistazo a la hoja que sostenía.


 


-Imagino que los de arriba revisarán los informes con más detenimiento. Después de lo ocurrido –comentó, apoyándose ligeramente en el hombro de Yuu.


-Me preocupa más qué pasará de ahora en adelante y cuándo decidirán los vampiros atacar –suspiró. No sabía nada al respecto y parecía que por el momento no existían planes-. Maldito Ferid… no le perdonaré lo que te hizo sufrir –Mordió el capuchón del bolígrafo. Mika se revolvió inquieto. Yuu le miró.


-Sobre eso… Hay algo que debería contarte… -Su voz descendió hasta casi ser un susurro. Yuu se tensó. Mika se giró de modo que quedaron frente a frente-. No maté a Ferid –Soltó junto a una gran bocanada de aire.


 


Yuu se relajó.


 


-Sí, eso ya lo sé, me dijo Shinya que el noble seguía vivo.


-No, no. Me refiero… La gran batalla de Nagoya. Se suponía que yo debía matar a Ferid. Le herí de gravedad. Le tenía a mis pies y estaba dispuesto a darle el golpe final porque así se acabaría todo pero… -Mordisqueo sus mejillas, jugando con el borde de su camiseta-. No fui capaz. Tuve unos segundos de vacilación y me distraje. Cuando volví a prestarle atención, su cuerpo se había… volatilizado. Quise creer… me convencí a mí mismo, diciéndome que estaba muerto, que el hecho de que hubiera desaparecido era prueba de ello. Pero en el fondo, sabía que la herida que le había infligido no era suficiente para matarle –Una expresión apenada se manifestó en su rostro-. Por mi culpa hemos vuelto a empezar –Sollozó-. Por mi culpa estamos en esta situación, si tan solo no hubiera sido un cobarde.


-Eh –Yuu le tomó de las manos y las acarició-. Te entiendo. Sé que Ferid fue una especie de padre para ti. No el padre modelo, pero algo semejante –Bromeó, intentado quitarle seriedad-. Si Guren se hubiera vuelto loco y hubiera empezado a atacarnos, yo tampoco habría sido capaz de matarle. Así que te comprendo –Besó sus nudillos-. No seré yo quien te criminalice por ello. Además, por mucho que Ferid muriera, aún quedaban lacayos suyos tocando las narices –Resopló-, por lo que tarde o temprano deberíamos luchar de nuevo.


 


Mika se centró en las caricias de Yuu sobre sus nudillos, resignado. El moreno tomó un sorbo del té, cuidando de no quemarse la lengua. Le faltaba un poco de azúcar, pero teniendo en cuenta que Mika era incapaz de probarlo, no se quejaría. Era irónico que fuera él el encargado de cocinar cuando su sentido del gusto era nulo. Pero existían altas probabilidades de que tuviera que alimentarse a base de cenizas si le dejaban a él una sartén y un fuego. Y no quería más disgustos. Se estiró, notando la tensión de sus cervicales doloridas.


 


-¿Necesitas un masaje? –Ofreció Mika-. No tengo nada que hacer y ver cómo rellenas el informe es aburrido.


 


Yuu asintió, agradecido, y regresó al trabajo. En serio, ¿por qué tenía que hacer aquello? Como bien decía Mika, era aburrido, tedioso. Además, dudaba que ni siquiera lo leyeran. Aunque quizá sí que le prestaban más atención ahora, puesto que no se fiaban ni de su sombra. Suspiró.


Mika se acercó por su espalda, mientras Yuu estaba recostado en el sofá. Hundió la nariz en su pelo, olfateándole, pasando sus manos a sus hombros, masajeándole con gracia. Yuu intentó concentrarse en sus deberes, pero la presión de sus dedos frotando con ahínco aquella zona le distraían deliciosamente. Durante unos minutos, puso todo su esfuerzo. La caligrafía le salía temblorosa y fea y apenas se entendía lo que estaba escribiendo. Mika parecía abstraído en su labor, ignorante a las consecuencias de su maestría recién descubierta. El moreno se rindió.


Dejó caer la cabeza hacia atrás, apoyada entre el respaldo y el pecho de Mika. Este le regañó por olvidar sus tareas, pero Yuu le aseguró que lo haría más tarde con un tono bastante convincente que le invitó a seguir masajeando y callarse. El vampiro jugaba con su cabello, soplando para hacerle cosquillas. Sus dedos se perdieron en la piel de su cuello, presionando las clavículas y bajando disimuladamente la abertura del jersey. Yuu cerró los ojos y se unió a la vorágine de sensaciones que le producía el mínimo contacto. Era lo más cercano al delirio que había conocido. Suspiró su nombre, sin ser en realidad consciente de ello, pues él era todo en lo que podía pensar. Mika. Mika. Las yemas siguieron su recorrido descendente, perdiéndose momentáneamente en el inicio de los pectorales. Continuaron fluyendo, rodeando con sutileza sus pezones, por lo que Yuu profirió un quejido. Mika rio suave cerca de su oído y todas sus células se activaron. Subió de nuevo, acomodándose en sus hombros y volviendo a masajear. Se inclinó lo suficiente como para rozar el contorno de su oreja con los labios y Yuu sintió las fibras de su ser vibrar de anticipación. Joder, con tan poco ya se había convertido en gelatina.


 


-M-Mika –murmuró, perdido.


-¿Sí, Yuu-chan? –inquirió, mostrando un deje de diversión-. ¿Te está gustando el masaje? –Provocó.


 


¿Qué podía decirle? Moriría de vergüenza si expresaba en voz alta que aquello no era suficiente. Así que optó por entrar en acción. Sorprendiéndole, se encaramó de rodillas en el sofá y se giró, quedando frente a frente. La decisión resplandecía en sus pupilas verdes al posarse cuidadoso en las mejillas y besarle. Mika sonrió contra sus labios, más no tardó en devolvérselo. Yuu pretendía que fuera un beso demandante, exigente, pero le salió tierno y comedido. No era tanto por timidez como por sentimiento. Consideraba a Mika una persona dulce, por lo que, en cierto modo, todos sus actos concluían en la misma delicadeza. Como si no se atreviera a perturbar ese halo de adorabilidad que, según él, le envolvía. Sin embargo, sus necesidades tomaron el control cuando Mika le rozó con la punta de la lengua. Fue una leve caricia, pero bastó para desatar el deseo que llevaba reprimiendo desde la última vez que hicieron algo, mucho antes de su batalla pasada.


Yuu abrió la boca, consciente de que el rubor habría tomado posesión de su cara. Mika aceptó la invitación y pronto se dedicó en exclusiva a saborear aquella cavidad. Yuu anheló transformar la exploración de su cuerpo en un hobby para Mika. Porque se sentía demasiado bien y era una sensación de la cual quería tener una eterna impronta. Se aferró a la camiseta de Mika, atrayéndole contra sí. El sofá le estorbaba, construía una pared de madera, tela y relleno entre ellos. Yuu le soltó, emitiendo un gruñido, y se puso en pie, dirigiéndose a la posición del otro, que le observaba con expectación. No obstante, no le dio tiempo a llegar. El vampiro le empujó, empleando cierta violencia, contra la pared más cercana y le bloqueó el paso. Yuu se sintió desvanecer y las piernas le temblaron de puro gusto. Mika le aprisionó, colocando sus manos a ambos lados de la cabeza, contemplándole con deseo. Yuu, literalmente, se lanzó a comerle. El beso, minutos atrás comedido, se tornó en algo feroz, primitivo, plagado de dientes y saliva.


Mika separó las rodillas de Yuu con la suya, oprimiendo deliberadamente sus muslos, arrancándole un gemido. El moreno se coló bajo la camiseta del chico, rasguñando apenas unos milímetros la piel de su cadera. Ahora fue el turno de Mika, el cual gimió y le respondió mordiendo su labio inferior y succionando. Yuu clavó más las uñas, describiendo un sendero de arañazos desde la base de su nuca hasta el comienzo de su trasero, el cual palmeó con gusto.


 


-Salta –bufó, usando una voz ronca que le puso el vello de punta y fue casi un puñetazo a su entrepierna.


 


Le obedeció sin demora. Se impulsó, enredando las piernas a su cadera y buscando más cercanía. Mika le complació, pegándose a él, eliminando cualquier espacio. Yuu gruñó, despeinándole y soltando un par de mechones de su coleta, lo cual le daba un aspecto salvaje que aumentaba su libido. Mika se centraba en sostenerle, por lo que solo su boca estaba a pleno rendimiento, mientras que el moreno tocaba todo lo que encontraba a su paso.


 


-Vamos a la cama –masculló, entre respiración y respiración, antes de volver a besarle. Mika le miró con un deje pícaro.


-¿Desde cuándo eres tan atrevido? –Su aliento chocó contra sus comisuras, lo que le hizo inspirar con fuerza.


 


Desde que tu cuerpo parece ser el equivalente del oxígeno, pensó. Pero suficiente vergüenza estaba pasando ya, tanto por la situación como por la petición que le acababa de hacer, como para decir algo mucho peor. Se abstuvo de responder y decidió emplear la táctica de “suplicar con la mirada”, esperando que el vampiro idiota lo entendiera. Mika mostraba una expresión divertida. A Yuu le dieron ganas de patearle la cara, pero eso pondría en grave peligro el desenlace excitante que prometían sus ojos, por lo que se reprimió. El vampiro dibujaba formas difusas en la piel de su vientre, esperando una respuesta. Ese capullo adoraba verle cohibido e intimidado. Yuu intentó borrarle la sonrisita de suficiencia besándole, pero le esquivó hábilmente, acompañado de una risita burlona.


 


-A la cama. Ahora –Exigió. Su calentón era superior a su timidez y su ánimo no admitía jueguecitos de dominación. Bueno. Depende del tipo de dominación.


-A sus órdenes –ronroneó, lamiendo el lóbulo de su oreja a propósito.


 


Afianzó el agarre del moreno y comenzó a subir las escaleras. Yuu se quejó. ¿Qué probabilidades existían de caer rodando por ellas en ese instante? Muchas, a su modo de ver. Y el ambiente se rompería por completo. Insistió en él podía subirlas sin necesidad de su caballerosa ayuda. Mika le alentó, llamándole princesa. En venganza, le mordió el cuello, cerca de la nuez. El rubio jadeó y su precario equilibrio se vio perturbado.


 


-Estate quieto –bufó.


-Pues bájame –demandó. Llegaron al final de las escaleras sin incidentes, pero se negaba a dejarle en el suelo.


-Eres bastante insistente, Yuu-chan~ -Enterró las manos en su trasero, pasando sutilmente por la unión entre las nalgas. Yuu olvidó cómo se tomaba aire.


 


Mika aprovechó que había logrado callarle para alcanzar su cuarto y dejarse caer en la cama. Yuu se removió, quedando encima del vampiro. Este le dedicó una mirada cargada de intenciones. “Si estás arriba, asume las consecuencias”, parecía gritar. Agarró a Mika del brazo y tiró de él, invirtiendo posiciones. Ah, mucho mejor.


 


-Lástima que tu valentía sea solo contra los vampiros –Se quejó, con un mohín.


-Tú también eres un vampiro –dijo, sin saber muy bien por qué.


-¿Eso quiere decir que me vas a mostrar de lo que eres capaz? –Relamió la punta afilada de sus colmillos, en un gesto que a Yuu se le antojó seductor.


 


Tiritó de pies a cabeza, preguntándose a qué se debía tanta charla y tan poca acción.


 


-C-cállate –Articuló, desviando la mirada.


 


Mika se inclinó, despacio, y regresó al momento exacto donde lo había dejado. Le dio un casto beso y fue delineando su perfil, rasguñando con los dientes su barbilla. Yuu mantenía las manos apoyadas en sus omóplatos, consciente del temblor al que estaban sometidas. Mika se dedicó por completo a sus orejas. Apartó el pelo azabache y la punta de la lengua recorrió la forma, deteniéndose en la zona más sensible y tironeando de ella, ayudado por sus labios. Yuu maldecía el efecto inmediato y arrollador que la mínima fricción ejercía en sus hormonas. ¿Era acaso posible resistirse a sus encantos? De pequeño, escuchó leyendas acerca de los cantos de sirena que perdían a los hombres, abocados a ser seducidas por ellas en contra de su voluntad. ¿Fue Mika una sirena en sus tiempos pasados? Empezaba a planteárselo seriamente. Oh, dios, se notaba que la sangre ya no fluía hacia su cerebro. Más bien, hacia el lado contrario. Por eso, sus pensamientos eran incoherentes y sus neuronas solo conectaban con las zonas dedicadas por entero al placer.


Mika subió la parte de arriba de su pijama, exponiendo parte de su piel. Yuu se sintió pudoroso de repente. Algo absurdo teniendo en cuenta que en encuentros anteriores habían llegado mucho más lejos. Una vocecita le advirtió que hoy podría experimentar en sus propias carnes lo que era “llegar lejos”. La acalló, fijando su atención obstinadamente en el gotelé de la pared. Se sentía un desconsiderado por haber dejado todo en las (muy) hábiles destrezas de Mika, pero su masa gris parecía una madeja de algodón de azúcar y sus extremidades tenían la consistencia de la mermelada.


El vampiro contorneó su ombligo con la yema del índice, trazando una línea recta hasta su garganta. Luego, circundó su pezón izquierdo, contemplando entre absorto y fascinado como el pequeño botón se erguía. Yuu quiso aclarar que se debía al frío invernal que se colaba por las juntas de la ventana. No a él. En absoluto a él. Contuvo el aliento cuando la yema tocó su diminuta protuberancia. En serio, ¿cómo podía afectarle tanto? Se sentía un completo idiota, porque Mika tenía un aspecto tan… impasible. Como si se hubiera dedicado toda la vida a esto. En cambio él, apenas podía guardar los jadeos. ¡Qué frustrante!


El dedo fue sustituido por su lengua, lo que le hizo dar un respingo inesperado. Los mechones sueltos de su coleta le rozaban el pecho, provocándole un agradable cosquilleo que entremezclado con los lametones en ese lugar de recién descubierta sensibilidad, le producían una satisfacción que no imaginaba ni en sus sueños húmedos. Maldición, ¿qué más sería capaz de provocarle? El hilo de saliva se conectó con el otro pezón, al que poco tardó en darle el amor que le correspondía. Yuu se aferró a la tela de la camiseta, conteniéndose. Por todos los vampiros, aquello era demasiado.


 


-Me estorba tu ropa –murmuró, pinchando el centro con el colmillo. Le deleitó con un gemido involuntario.


-Quítamela –respondió, desarmado.


 


Yuu se incorporó y Mika se deshizo de la camiseta de un tirón. Le tumbó bocabajo. El moreno se sorprendió más no emitió queja alguna. Las manos frías del vampiro le recorrían la columna, presionado suavemente las vértebras. El moreno se estremeció por el contraste de temperatura; le resultaba cautivante. Le dio la impresión de que el otro estaba memorizando detalles de su cuerpo, lo cual le llenó de regocijo. Puede que fantaseara por la emoción del momento, sin embargo no le importaría en absoluto que fuera cierto. A él le ocurría eso con Mika y no había cambio que se produjera en este que no lo registrara en su memoria.


Mika se cernió sobre él, aguantando parte de su peso en las muñecas y parte en su espalda. Su espiración hormigueaba en sus clavículas. La boca retornó a su cuello. Ambas zonas de sus respectivas anatomías se han convertido en grandes amigas en los últimos tiempos, como si fueran inseparables.


 


-Bebe –No sabría decir por qué lo había dicho. Mika no estaba sediento y sabía que prefería evitarlo en la medida de lo posible. No obstante, si la alimentación era consentida producía una dosis de placer que aumentaba dependiendo del estado de las dos personas. Y Yuu aseguraba que, al menos el suyo, era de extrema excitación.


 


El vampiro vaciló unos segundos, apoyando la frente en el omóplato derecho del moreno. Yuu temió haber metido la pata hasta el fondo ante su petición. La próxima vez le propondría que le amordazara. Seguro que añadía un extra de encanto y así se asegura de no decir ninguna estupidez. Tras unos segundos de incertidumbre, los colmillos se abrieron paso hasta su carótida. Gimió alto cuando el placer y el dolor se aunaron, formando un tornado de percepciones que alcanzaron su entrepierna y cualquier célula que aún estuviera dormida. Mika empujó su cintura contra el trasero de Yuu. Este notó a la perfección la enorme erección, presionándole. Todo era tan apasionado que temía que su pobre corazón sufriera un infarto.


Mika gruñía y se aferraba a sus antebrazos con desesperación, succionando como poseído. Ni una gota escapaba de su boca, pues se encargaba de recogerlas en cuanto resbalaban por sus hombros. Yuu aprovechó la almohada para ahogar sus jadeos descontrolados y, de paso, descargar la lujuria que le quemaba. Iba a salir ardiendo como esto siguiera así. El vampiro deslizó una de sus manos por el costado del moreno, deteniéndose en su cadera, apretándola contra sí. Yuu volvió a gemir. ¿Acaso solo sabía hacer ruiditos vergonzosos o qué? Aunque a Mika parecían encantarle, pues se emocionaba en cuanto abría la boca.


Los colmillos abandonaron su cuello en un sonido húmedo y pegajoso. Yuu despegó los ojos de la almohada para ver una imagen tan erótica que le perseguiría el resto de su vida. Mika tenía el pijama descolocado. Mostraba un trozo de su vientre y los pantalones habían bajado unos centímetros, dejando el inicio de la ropa interior al descubierto. Se lamía los restos de sangre que alcanzaba, mientras se limpiaba la barbilla con el dorso de la mano. Sus bucles rubios revoloteaban fuera de la deshecha coleta que, sorprendentemente, todavía se mantenía en su sitio. Yuu tragó saliva. Joder. Jo-der. Esa escena volvía homosexual a cualquiera.


Se giró bajo su cuerpo; Mika se tambaleó un poco por el movimiento repentino. Descansó sobre sus codos, lo cual acortaba considerablemente la distancia entre ambos. Yuu le besó, más salvaje si cabe que antes. Si Mika era una droga, él era drogadicto. Se preguntó cómo había podido vivir hasta ahora sin esto. Mika, sus gestos, su erotismo, su piel. Dios, el puto paraíso existía y él había tardado tanto en encontrarlo. Acarició la herida de su mordisco, tenue, y Yuu tembló.


 


-Nunca había hecho esto antes –Susurró, en una media sonrisa. Yuu se perdió en sus rubíes.


-¿Ah no? Yo pensaba que te dedicabas a cortejar vampiras en tus juergas con la clase alta de Sanguinem –Bromeó, intentando acompasar su respiración y no enseñarle que él estaba igual de perdido.


 


Mika soltó una risita y frotó la nariz contra la suya.


 


-Por increíble que parezca debido a mi atractivo y elegancia, te aseguro que mis prioridades eran otras –Enredó un mechón negro entre sus dedos-. Así que quiero disculparme previamente por mi ineptitud…


-Mika –Yuu le miró fijamente-. Estoy tan caliente que creo que cualquier cosa que me hagas será genial –Oh. Dios. Qué demonios acaba de decir. Sí, definitivamente la próxima vez usaría mordaza.


 


El vampiro se sonrojó violentamente. Normal, hasta él quería morirse allí mismo.


 


-Q-quiero decir –tartamudeó, mirando hacia otro lado, incómodo-, t-también es mi primera vez y b-bueno…


-Daré lo mejor de mí, Yuu-chan~ -A pesar de su tono inocente, sus ojos prometían otra cosa. Algo mucho más sucio. Se estremeció de puro entusiasmo. Oh sí, Mika. Hazme cosas sucias. Tenía que dejar de tener ese tipo de pensamientos o el bochorno le iba a consumir.


 


Repartió besos por su pecho, a la par que sus manos caminaban de puntillas en dirección al borde del pantalón. Yuu se sentía abrumado por recibir varias atenciones al mismo tiempo y solo acertaba a morderse el labio inferior. Mika rozó su erección con la nariz. Yuu se olvidó de respirar. Se deslizó por toda la longitud, soplando de vez en cuando. Llevaba dos capas de ropa. Dos capas. Era imposible que sintiera tanto. Es decir, en el instante en que estuviera desnudo explotaría.


Sus dedos traviesos masajearon la punta de su miembro, para luego centrarse en el elástico del pijama y tirar suavemente de él. Yuu alzó la cadera, impaciente. Mika hizo ademán de quitárselo, pero cambió de parecer y se irguió sobre sus rodillas. Con lentitud, agarró el bajo de su jersey y lo subió. Yuu veía aparecer ante él la pálida piel, sus músculos contorneados, sus abdominales bien marcados, sus pectorales de línea suave. ¿Era posible tener una erección sobre una erección? Definitivamente sí. El vampiro sonrió de lado, complacido por la atención que estaba recibiendo. Los ojos de Yuu no se despegaron hasta que el jersey fue tirado a algún rincón de la habitación. Dios.


Jodido Mika, basta de tortura, hazme caso, suplicaba con la mirada. Este pareció entenderle pues, por fin, le indicó que le ayudara para quitarle el pantalón, el cual se quedó enredado en sus tobillos. Forcejearon unos segundos, entre risas. Después de todo, era su primera vez y muy bien estaba saliendo para su inexperiencia. El pene de Yuu se recortaba en el bóxer. Mika compuso una expresión ávida e intranquila. Sus manos denotaban nerviosismo cuando se dispuso a librarse del último pedazo de ropa. Yuu, igual o peor que él, se despojó de la prenda, tratando de calmarle. O de calmarse. No estaba muy seguro. Fue embarazosamente consciente de que estaba desnudo delante de Mika. Se tapó la cara, usando la almohada de escudo protector.


El rubio le dio un manotazo, zafándose de ella. Regresó a su boca, besándole ávidamente. Yuu gimió con fuerza en sus labios al notar el vientre cálido del otro encima de su erección, oprimiéndole. Mika ya no parecía seguro de sí mismo como al principio. No le importaba, era perfecto tal y como estaba. Yuu tampoco se consideraba un experto y estaba convencido de que si la situación fuera a la inversa, probablemente se habría echado a llorar de la frustración porque no iría como esperaba.


 


-Tócame –Suplicó.


-Yuu-chan, en serio, estás muy atrevido –Susurró, cautivador. La lasciva resplandecía en sus pupilas.


 


Bajó su mano. Yuu contuvo la respiración. Encerró el miembro entre sus dedos y bombeó arriba y abajo. Torpe al inicio; fue cogiendo el ritmo poco a poco, adaptándose. Yuu supuso que masturbar a otro era más complejo que a uno mismo. Su mente se quedó en blanco, dedicada exclusivamente al deleite que le embargaba. Los gemidos eran altos y Mika se guiaba por ellos, acelerando o frenando según lo requirieran sus necesidades. El moreno entreabrió los ojos y descubrió su semblante concentrado. En cierto sentido, le “molestaba” que Mika no estuviera disfrutando al mismo nivel que él, pero comprendía que su inexperiencia era superior y quería asegurarse de que lo hacía bien, sin importar lo que eso implicara. Sentía cada arruga de su palma frotar su delicada piel y el vórtice de placer aumentando sin control. Un latigazo en su columna le indicó una sensación más que conocida para él, por lo que se lo hizo saber entre gritos.


 


-¡Mika! –jadeó, incapaz de permanecer callado. Se había tocado muchas veces, claro, pero no podía compararlas. Era igual que equiparar la sal y el azúcar. Completamente distintas. Ojala tuviera a Mika siempre para masturbarle.


 


Este se detuvo. Yuu gimió una protesta y le miró con aspecto asesino. Vale que no lo hubiera hecho antes, pero este tipo de señales debería comprenderlas. Mika se encogió de hombros, esbozando una encantadora sonrisa que encendió todas sus fibras.


 


Se agachó y levantó su miembro. El corazón de Yuu escapó de su pecho, previendo lo que iba a suceder a continuación. Lo introdujo lentamente, saboreándolo. A Yuu le recordó a la manera en que se comía un helado. Pero mucho más excitante. La lengua jugó en su extremo, lubricándole. Suspiró, retorciendo las sábanas. Sentía la mirada fija de Mika, atento a sus expresiones. Era vergonzoso. Más se olvidó pronto de eso, en cuanto le devoró por completo. Repitió con la boca el mismo vaivén anterior. Compuso una mueca de dolor, pues sin querer había hincado los colmillos en la carne. Se disculpó enseguida, azorado, y pronunció tantos “lo siento” seguidos que tuvo que cortarle, atrayéndole hacia sí para besarle; su pie presionando su erección sin pudor. Una vez recompuesto, Mika se armó de valor y regresó a la tarea, cubriendo, en esta ocasión, sus colmillos también con los labios en la medida de lo posible.


Si los besos de Mika eran una experiencia que rozaba lo místico, sus felaciones, pasada la etapa pudorosa inicial, estaban a la altura. Con práctica, ¿qué maravilloso podría llegar a ser? Se estremecía de imaginarlo. Mika apretaba su trasero, masajeándolo mientras continuaba con su trabajo ininterrumpido. Sus caderas se movían solas, empujando en busca de un mayor placer. Mika le contentaba, adaptándose a sus peticiones tácitas y al compás que gritaba su cuerpo. Por completo, se había rendido a los encantos del vampiro, que daba su mejor esfuerzo a pesar de ser primerizo. En alguna ocasión, perdía unos segundos el ritmo, más enseguida lo retomaba. Yuu se reprendió por ser tan exquisito en su mente, pues dudaba que cuando le practicó sexo oral a Mika hubiera salido perfecto. Seguro que había sido un completo desastre.


El orgasmo se aproximaba, mientras Mika arañaba sutilmente sus muslos, cabalgando por sus ingles. Oh, dios. ¿Estaría bien eyacular en su boca? ¿Le daría asco? ¿Se habría preocupado él de todas esas cosas aquella vez? El rubio llegó más hondo. Yuu gimió y se retorció. A la mierda. Se hundió en su cabello, estrechándole contra su vientre, deseando el máximo contacto posible. Se retorció bajo su peso, encorvando la espalda y jadeando en busca de aire. Y paró. Otra jodida vez. Yuu apartó la mano de su cabello, llevándose enredada la goma con la que se había hecho la coleta. Le contempló con el ceño fruncido y una mirada insistente y cabreada. ¿Qué demonios hacía?


 


-Yuu-chan, ¿quieres llegar más lejos? –Esa pregunta le sorprendió. Su cuerpo tenía la respuesta clara y estaba convencido de que podría sufrir un colapso si se detenían ahora. Sin embargo, entendía las implicaciones de sus palabras.


 


¿Estaba dispuesto a cruzar los límites, esa fina línea que les quedaba por recorrer y que les convertiría en algo completamente diferente? Por mucho que se siguieran tratando de familia, era evidente que si continuaban, esa definición tomaría un cariz distinto. Recorrió su imagen. Su pelo, libre de ataduras, cubría sus clavículas. Su pecho desnudo subía y bajaba, agitado. Su piel relucía, ayudada por la tenue luz que se filtraba. Sus ojos, inquietos, conectaba con los suyos, aguardando un veredicto. ¿Qué sentía por Mika? Amaba probarle, que se perdiera en sus recovecos, el aliento cosquilleando en su nuca, despertarle sonrisas, la manera en que pronunciaba su nombre. Serían uno. Ya lo eran en lo sentimental. Solo quedaba establecerlo en el terreno físico. Asintió.


Una tierna sonrisa adornó su rostro, haciéndole más bello si es que eso era posible. Delicado, tatuó a fuego besos en el bajo vientre, desplazándose entre sus piernas, arrancándole suspiros de deseo, prosiguiendo por sus nalgas. Yuu jadeaba, colmándose del amor que desprendían sus mimos, saciándose de él. Escuchó el sonido húmedo de sus dedos siendo lubricados y percibió su expresión de disculpa, pues se guiaba por instinto y le aterraba hacerle daño. El moreno no opuso resistencia y depositó en Mika su entera confianza, como venía haciendo años atrás.


El vampiro se acercó a su entrada. Yuu se mentalizó para estar relajado y facilitarle la tarea en la medida de lo posible. Sus músculos reaccionaban automáticamente a la inminente intromisión, más sus caricias y la incesante labor de desperdigar besos por sus poros, le fue sumiendo en un estado de laxitud. El primer dedo le invadió, lento, suave, doloroso. Yuu emitió un quejido y Mika se detuvo de inmediato, deshaciéndose en mil disculpas. Le restó importancia con un gesto y le instó a reanudarlo y no contenerse. Volvió a introducir un dedo, aguantando unos segundos para que el otro se acostumbrara a este cúmulo de nuevas sensaciones. Pasó a un segundo, moviéndolos en círculos, atento a cualquier expresión de molestia. Por su parte, Yuu acertaba a gemir sin descanso, ignorando el hecho de lo vergonzoso que resultaba que Mika le estuviera no solo oyendo, sino contemplándole en esa posición de extrema vulnerabilidad. Con el tercero, la dolencia había remitido y el placer aumentaba, obligándole a balbucear el nombre del rubio.


Los dedos se retiraron, al igual que la ropa restante. Elevó sus piernas, acomodándolas sobre sus hombros, acercando su cadera. Yuu estiró el brazo, tomó su mano derecha y la entrelazó, dándole un pequeño apretón. El rumbo de su vida estaba a punto de cambiar. Mika le dedicó una mirada cargada de ternura y le devolvió el apretón. Le penetró suavemente. A pesar de ello, fue inevitable que el dolor le partiera en dos. Creía estar preparado, pero al ser su primera vez les quedaba mucho por aprender. Mika se retiró enseguida, enjugando las lágrimas traviesas que humedecían sus mejillas.


 


-Oh, dios, lo siento, lo siento Yuu-chan –le besó, deseando aliviar y compensarlo de alguna forma.


-Estoy bien, tranquilo –aseguró, odiando hacerle sentir culpable y dubitativo.


 


Se tomó unos minutos antes de reintentarlo. Se propuso tener mayor aguante, mordiéndose el labio y soportándolo con estoicismo. Mierda, ¿por qué tardaba tanto? Cuando estuvo dentro por completo, el dolor se tornó insoportable. ¿En serio a la gente le gustaba? Que Mika le masturbara había sido muchísimo más placentero. Hizo un par de respiraciones, hasta que fue remitiendo paulatinamente. Mika se movió, despacio, atento a cualquier indicación que pudiera ofrecer su rostro. Pronto, la estrechez fue desapareciendo, sustituida por unas punzadas placenteras. Las embestidas se tornaron menos pausadas y Yuu comprendió que difícilmente evitaría ser adicto a Mika.


La oscilación de sus caderas le lanzaba al borde de la locura, tocando un punto en su interior que enviaba señales eléctricas a todos sus rincones, forzándole a retorcerse y gemir. El cielo ni se acercaba a lo que sentía en ese instante. La espiral de deseo era mareante y necesitó agarrarse al cabecero de la cama, completamente ensimismado. Mika jadeaba sobre él, ladeando la cabeza para besar sus rodillas y cualquier fragmento que alcanzara con su boca. Aprisionó de nuevo su miembro, retomando la masturbación interrumpida. Sus movimientos se acoplaban a los de su cadera, envolviéndole en una danza de la que no deseaba desprenderse.


El clímax regresó, azotando sus células y prendiéndolas en llamas. Yuu gritó, apresando el cuello de Mika con sus piernas inconscientemente, contorsionándose en un intento por alargar el intenso placer que amenazaba con quebrarlo. Mika intuyó de qué se trataba, por lo que aumentó el ritmo. Sus gemidos se le antojaban ridículos y humillantes, pero el otro parecía disfrutarlo pues según se hacían más altos, más entusiasmo mostraba en sus envites. El aire no alcanzaba sus pulmones cuando, rodeado de un sonoro “Mika” jadeado, eyaculó en su vientre, manchándolos a ambos. Este, reforzado por el orgasmo de Yuu que estrechaba sus paredes, terminó apenas unos segundos después, clamando “Yuu-chan” resoplidos placenteros.


El rubio se tomó unos instantes para recuperar el aliento, y procedió a salir cuidadoso, recostándose al lado de Yuu, cuyos ojos estaban cerrados y procuraba controlar su corazón desbocado. Arropó a ambos y le miró con ansiedad, deseando saber su opinión. Yuu se giró unos centímetros, centrándose en sus pupilas encendidas. El sudor recorría su frente, pegándole el flequillo y tenía las mejillas arreboladas. Corrección: era perfectamente posible que fuera todavía más hermoso. Y lo mejor es que era todo suyo y que solo él podía experimentar esa faceta de Mika, seductora, tierna y expectante.


 


-Guau –Fue todo lo que pudo articular. Vio las preguntas que reflejaba, pero no se veía con fuerzas para decir una frase coherente. “Espectacular” era lo único que venía a su mente y eso no describía en absoluto lo que acababa de experimentar.


 



Se desplazó, abrazando la cintura de Mika y descansando sobre su pecho. Estaba extrañamente cariñoso y ansiaba rodearle con los brazos y no soltarle nunca. El rubio besó su coronilla y acarició su espalda, pues parecía no necesitar otra cosa por el momento. Las reflexiones vendrían después. Yuu se sentía lleno, vivo, repleto de afecto y bienestar. Era consciente de los múltiples interrogantes que se abrían entre ambos, pero sus párpados pesaban y el cansancio comenzaba a hacer mella en él. Un “te quiero” se filtró en su nube soporífera, incitada por los arrumacos de sus costillas; no obstante, fue tan sutil que creyó haberlo imaginado. Su raciocino obnubilado quiso corresponder, más el sueño ganó.

Notas finales:

Este es el lemmon más largo que he escrito. He procurado hacerlo lo más realista posible, incidiendo en que es su primera vez, son adolescentes que, debido al mundo que les ha tocado vivir, no tienen mucho conocimiento de sexo. Me gustaría explicar que el hecho de que Mika le cortara el orgasmo hasta dos veces, se debe a que los chicos solo pueden eyacular una vez y para la segunda deben esperar cierto tiempo (varía en cada persona). Estamos acostumbrados a leer relaciones en las que pueden llegar varias veces al orgasmo, pero debido a mi afán realista he querido ser consecuente y este es el resultado. No estoy del todo satisfecha acerca de cómo ha terminado, pero me quedaba sin tiempo y estoy medio dormida y sin dejar de estornudar. Sé que hay mucho que mejorar y que está plagado de fallos, pero espero que sepáis ver el esfuerzo que he puesto en ello.


Una vez más, gracias. Cualquier comentario será bien recibido y respondido. Feliz San Valentín~


PD: puede que esta semana no actualice, necesito un descanso :(


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