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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

*Se escuchan ángeles coreando el aleluya* Aaaaal fiiiiiin actualiiiiizo. He tenido unas semanas difíciles, sin tiempo, y cuando me ponía enfrente del word me quedaba completamente en blanco. En realidad, no pensaba subir capítulo todavía, pero teniendo en cuenta que la semana que viene empieza Semana Santa y voy a estar todas las vacaciones fuera de casa, no me parecía justo haceros esperar tanto. Como buenas vacaciones que son, no podré llevarme el ordenador y, por tanto, no podré escribir nada. Así que el siguiente capítulo también tardará mucho tiempo en ser subido. Me disculpo de antemano.

Hemos hecho el amor. Era lo único que se cruzaba por su cabeza, aún medio recluida en el mundo de los sueños. Se giró unos milímetros, despacio, para comprobar que, en efecto, Mika dormía plácidamente y desnudo a su lado. Parecía que el sexo le ayudaba a descansar y ni sus facultades vampíricas podían contra ello. Hizo una anotación mental con una sonrisilla en los labios. Guau. Lo habían hecho de verdad. Todavía percibía la boca de Mika recorriendo su piel, depositando besos en lugares que ni recordaba que existían. Era una sensación que le transmitía una gran paz interior. Y que también le planteaba muchísimas incógnitas. Incógnitas en las que no quería pensar porque solo le llevarían a un callejón sin salida plagado de dudas que amargarían el hermoso momento que acababan de vivir. Porque sí, había sido exquisitamente hermoso. Pudo sentir a la perfección todo el amor, la ternura, el aprecio, el cariño que desprendía y tejía en su cuerpo, fusionándolos a ambos como si fueran uno solo. Quería más de esos. Necesitaba más de esos. Era bonito ser querido de la forma en que Mika lo lograba.


Pero esto, ¿en qué los convertía? Se empeñó en apartar esas cuestiones y empujarlas al fondo de su cerebro, pero este era más persistente y logró que emergieran a la superficie, inquietándole. Familia era un término que ya no se ajustaba. ¿Amantes? ¿Novios? Recordaba vagamente que Mika había dicho algo al terminar, pero estaba tan cansado que no prestó atención a sus palabras. Descansó el brazo en su frente, con el ceño fruncido. Si dos personas se casaban formaban una familia, sobre todo si tenían hijos. Sin embargo, tampoco ese era su caso. Parecían novios. Casi escuchó la voz del vampiro reprendiéndole, insistiendo en que no tenían por qué categorizarse. Arg, era todo tan complicado. Pero quería formalizarlo, saber qué estaba ocurriendo, tener algo sólido en esta realidad caótica a la que estaban sometidos. Mika era lo más firme con lo que contaba por el momento, y que su relación (o lo que fuera que tuvieran) estuviera en el aire, indefinida, le ponía nervioso. Por otro lado, hablar de ello le daba miedo. ¿Y si lo estaba sobredimensionando? ¿Y si era un tonto que se hacía ilusiones al respecto y, en realidad, no había cambiado nada y tan solo se había añadido el componente sexual? Se revolvió el flequillo con cara de fastidio. Maldición.


Antes era sencillo. ¿Eso significaba que se arrepentía del paso que habían dado? Echó un vistazo a su nariz respingona y su boca entreabierta. Una sonrisa boba se instaló en sus labios y le hizo arder las orejas. No. Jamás se arrepentiría. Es más, deseaba repetirlo. Le gustaba y mucho.


 


Heart beats fast, colors and promises.


El corazón late rápido, colores y promesas.


How to be brave, how can I love when I'm afraid to fall.


Cómo ser valiente, cómo puedo amar cuando tengo miedo a caer.


 


Su corazón se constriñó, invadido por recuerdos teñidos de alegría, por todos aquellos momentos compartidos que le daban colores a su vida. Igual que el árbol de Navidad y sus lucecitas parpadeantes, aquel que recientemente había sido desmontado para devolver sus libros al estante. Era increíble como el mínimo gesto podía cambiar la perspectiva. Fue un simple beso robado en una enfermería, tomado como un juego, lo que les trajo hasta aquí.


Entonces, Yuu-chan. Si yo te besara, ¿sería repugnante?


Nada puede ser repugnante contigo.


Un inocente entretenimiento que desembocó en una llama inextinguible, que se dilataba y crecía con el tiempo aunque él no se percatara. Desconocía con certeza el instante en el que, en el fondo, había asumido que no eran solo amigos. O familia. Pero supuso que debía haber sido tiempo atrás y de forma imperceptible, pues era imposible que la felicidad que persistía en su pecho, tras hacer el amor, surgiera en un efímero segundo. Casi tuvo que reprimir un grito de júbilo. Creía con firmeza que un concepto como “alegría” no estaba diseñado para él; para su arrogancia, impulsividad, soledad, rechazo.


Hasta que apareció Mika, dispuesto a desordenar su mísera existencia y adornarla con su inamovible risa. Y él no tuvo más remedio que aceptar la mano que le tendía, con protestas y desplantes pero que, al final, fue su tabla de salvación. Porque Yuu se hundía sin remedio, abrumado por la pérdida tan brutal que había sufrido, y estaba condenado al frío desamparo. Mika persistió, claro, e insistió, insoportable, en su empeño de sacarle a flote y enseñarle lo que la vida ofrecía. Por muy horrible que esta fuera.


Era cruel por su parte darse cuenta de todo lo que Mika había hecho por él ahora. Que tuvieran que desnudarse (y no solo físicamente) para ser consciente de que si no fuera por él, probablemente en la actualidad no sería nadie. Andaría vagando si rumbo, entre los escombros de la ciudad que fue, perdido y preguntándose si, quizá, no estaría mejor muerto. No obstante, Mika le había rescatado de sí mismo, del pesimismo que se obcecaba en tomar por bandera y agitarlo, gritando a los cuatro vientos “miradme, tened compasión de mí”, a pesar de que eso era lo último que buscaba, pues su único anhelo era ahogarse en su desgracia.


Le debía mucho. No, le debía todo. Y aun cuando el propio Yuu en ningún momento había dado el cien por cien, Mika lo había aportado por ambos. Porque creía en ellos. En un futuro juntos. Tenía tanto que agradecerle que se planteaba hacer una lista para saber por dónde empezar. Le daba curiosidad qué opinaría Mika al respecto. Quizá que era un cabezahueca sin remedio, lento de pensamiento y cuyas reflexiones sentimentales siempre llegaban tarde. Y le daría la razón.


Se acomodó completamente de costado, contemplándole, pausando su respiración dispuesto a hacer el mínimo ruido posible y dejarle descansar, puesto que lo necesitaba debido a sus horarios de sueño cada vez más difíciles de seguir.


La cuestión era, ¿hasta dónde alcanzaban sus sentimientos? ¿Estaban a la altura de los de Mika? ¿Podría corresponderlos? No era solo sexo. De eso estaba seguro. No se consideraba una persona de hormonas (tampoco de cabeza; ese era otro tema). Se guiaba por puros pálpitos, haciéndose más caso en el terreno emocional a la hora de tomar sus decisiones. Que fuera acertado o no era un punto que por el presente quedaba fuera de la discusión. Terminar juntos en una cama no había sido un capricho de adolescente descontrolado. Conocía las implicaciones y el resultado. Había sido algo, si bien no premeditado, sí deseado por ambas partes. No necesitó meditar si era lo que quería porque sabía perfectamente que lo era.


A lo mejor darle tantas vueltas al asunto era inútil. A lo mejor debía admitir que estaba enamorado de Mika y punto. Porque era la respuesta más lógica, la que se ceñía a su realidad. El rubio se revolvió, emitiendo un gracioso sonido. Yuu se quedó embobado.


 


But watching you stand alone, all of my doubt suddenly goes away somehow.


Pero viéndote solo, todas mis dudas de repente desaparecen de alguna forma.


 


Enamorado era una grandiosa palabra, que incluía significados igual de grandes. Uno no se enamoraba todos los días y de cualquier persona. Recordó vagamente la leyenda del hilo rojo, esa que Shinoa repitió hasta la saciedad una noche de guardia, tratando de que se mantuvieran despiertos. Cuenta la historia que los humanos tienen un hilo rojo en el dedo meñique que está atado a tu alma gemela, a esa persona a la que están destinados. El hilo se tensa y destensa dependiendo de la distancia, se enreda, pero jamás se rompe. No importan los kilómetros. No importa el tiempo. Permanecerá fuertemente anudado, uniendo a dos corazones y esquivando los caprichos y la ignorancia del que lo sujete, pues, sin importar los deseos del portador, este le guiará a su verdadero amor.


Le pareció una estupidez, obviamente. Una ñoñería romántica que hacía suspirar a las dos chicas, haciéndolas fantasear con príncipes azules apuestos que las rescataran de sus aburridas existencias. No obstante, si lo sopesaba en frío, se acercaba bastante a su relación. Yuu creyó que Mika estaba muerto durante años y de repente este apareció, dispuesto a recuperarlo. Estuvieron meses alejados después de ese fortuito encuentro, más siguieron buscándose. Porque el hilo no se quiebra. Se tensó. Y mucho. Pero no se quebró.


Seguro que si se lo comentaba al vampiro, se reiría de él y le llamaría cursi. Otra vez llevaría la razón. Como siempre. ¿El amor te volvía empalagoso? Parecía que sí. No lo admitiría en voz alta. Sería humillante.


 


-¿Yuu-chan? –Le llamó una vocecita pastosa. Mika se restregó los ojos en un ademán pesado, bostezando y mostrando los colmillos en el proceso, igual que un gato. Se mordió el labio inferior para reprimir una sonrisa.


-Hey, buenos días dormilón –Bromeó, apartándole un mechón de la cara y escondiéndolo tras su oreja. El chico, que seguía adormilado, no reparó en que Yuu había destapado esa zona puntiaguda y lo observaba con renovado interés. Al percatarse de dónde estaban sus dedos, manoteó en el aire, dispuesto a apartarle. Yuu fue más rápido y le inmovilizó las manos, deslizándose por su oreja de elfo.


-Es horrible –Murmuró, entre sonrojado y cohibido.


-No hay nada en ti que sea horrible –Desde luego, el amor te volvía terriblemente cursi.


 


Se incorporó sobre sus codos y se columpió hasta que su boca llegó al lugar que acariciaba. Besó la protuberancia picuda y luego restregó la punta de la nariz, a modo de besito de esquimal. Mika rio flojito a causa de las cosquillas.


 


-Nunca las había visto –Constató, más para sí mismo.


-Estoy acostumbrado a ocultarlas con el pelo, mucho antes de ser vampiro –Se encogió de hombros, tapándola de nuevo con bucles dorados.


-Bueno, son hermosas, así que si algún día decides dejarlas al descubierto, será increíble –Aseguró, procurando que se sintiera bien consigo mismo. A estas alturas, ser un vampiro no era algo de lo que avergonzarse. Él era una buena persona, dulce y cariñosa, no un asqueroso chupasangres que solo piensa en dañar a los demás y capturar unas buenas presas. Puede que compartieran el físico, pero en absoluto los hábitos. Eso marcaba una clara diferencia. El rubor se extendió por las mejillas de Mika.


-Eres un cursi –Sonrió, abochornado. Odiaba cuando le conocía tan bien. Había tardado menos de lo esperado en denominarle como tal.


 


Se quedaron en silencio, perdidos el uno en el otro. Yuu aseguraba que Mika era capaz de asomarse a su alma cuando le miraba de esa manera, como si buceara en sus más oscuros secretos y anhelos. Era agradable que una persona supiera de ti tanto o más como tú mismo. Aunque a veces deseaba tener privacidad sentimental. En un impulso, paseó el pulgar por el perfil de sus labios. Eran suaves y esponjosos, de la forma que consideraba propia de las chicas. Mika contuvo la respiración y Yuu aprovechó para acortar la distancia. Se enredó en su nuca, se extravió en la calidez de su pecho, se derritió en la urgencia de su abrazo. La palabra “amor” seguía resonando entre las paredes de aquella habitación, encomiándole a aceptarlo. Y es que era difícil negarlo cuando Mika conseguía deshacerle con su aliento, que sus células vibraran por un toque. La falta de oxígeno apremiaba, así que se separaron entre risitas coquetas y ganas de más.


 


-No podemos pasarnos el día metidos en la cama –Murmuró el rubio, acariciando la mejilla de Yuu. Este retuvo su mano y besó con esmero sus nudillos, haciéndole estremecer. Nunca tendría suficiente.


-¿Quién lo dice?


-Tu estómago –resolvió, cuando este emitió un quejido de hambre.


-Mi estómago puede esperar –replicó, aspirando su champú. Usaban el mismo pero Mika lograba que en su pelo oliera diferente. Intenso.


-Yuu-chan… -jadeó al sentirle recorriendo sus costillas. Se había vuelto insaciable.


Su estómago rugió de nuevo, sacándoles del trance y rompiendo el ambiente. Yuu gruñó, enfadado con su fisionomía, mientras Mika se ponía en pie, carcajeándose. Verle completamente desnudo, de espaldas a él, fue un puñetazo que expulsó el aire de sus pulmones. Era la segunda vez en el mismo día y en esta ocasión podía observarle sin temblar como un cachorro. En su reciente y sensual encuentro, constató lo insultantemente sexy que era, más su mente había tenido que procesar demasiada información por lo que no se detuvo mucho en ese detalle. Pero ahora estaba en todo su esplendor. Su mirada demoró en su trasero, pálido, firme. En su sitio. Se le antojaba estrujarlo, por eso se obligó a respirar hondo. Si no, jamás saldrían del dormitorio. No es como si a él le importara lo más mínimo, pero Mika se quejaría. Aunque eso ya no era un problema. Había descubierto como sofocar dichas quejas. Siguió atento cada uno de sus movimientos al colocarse la ropa interior, unos bóxers azules y ajustados que realzaron su ya de por sí espectacular culo. Descendió por sus piernas, largas y estilizadas, con buenos músculos fruto del ejercicio. En su mente, le vistió con el uniforme de los vampiros, los pantalones blancos y esas botas negras que le llegaban a medio muslo. Era lo único que le gustaba de esa ropa y lamentaba haberse dado cuenta tarde de lo atractivo que le quedaba ese calzado. Se llevó la sábana a la barbilla, seguro de que estaba salivando. Debería darse la vuelta y dejar de apreciar el cuerpo de sus suspiros (y erecciones a este paso) para darle intimidad y no incomodarle, pero le parecía absurdo teniendo en cuenta que habían hecho cosas peores horas atrás. O mejores, según cómo se mirara.


 


-¿Disfrutando de las vistas, Yuu-chan? –El aludido pegó un respingo al ser descubierto. Mika sonreía, aunque el color rojo le delataba. Se puso el pantalón del pijama a toda prisa y se cubrió con la camiseta.


-Ya lo creo que estoy disfrutando –Ronroneó, provocativo. Mika se relamió.


-Es un honor que te hayas vuelto adicto al sexo, pero ya es más de mediodía y, al menos yo, tengo cosas que hacer –Respondió a su intento seductor, aunque Yuu pudo ver las ganas bailando en sus pupilas. Suspiró exageradamente y se incorporó.


 


Recogió la ropa del suelo y le entró curiosidad por saber si Mika estaría embobado de la misma forma que él minutos antes. Echó un vistazo de reojo mientras se subía la ropa interior con deliberada lentitud. El sonrojo del vampiro había aumentado y, haciendo gala de una gran fuerza de voluntad, se dirigió hacia la puerta y le indicó que prepararía algo de almorzar. Yuu no pudo evitar sentirse halagado y aliviado al comprobar que provocaba el mismo efecto en él. En el cuarto de baño, trató de reconducir la dirección que tomaba su cabello rebelde, pero el “peinado almohada” (como Kimizuki lo bautizó) era insistente y se negaba a ser ordenado. Poco importaba, se dijo. Total, solo estaban Mika y él.


Bajó las escaleras, olfateando en el aire el rico olor que provenía de la cocina. Encaminó sus pasos y, por sorpresa, abrazó a Mika por la cintura. Este pegó un saltito y le riñó, más la amplia sonrisa le delataba.


-¿Qué estás haciendo? –Se apoyó en el hueco de su cuello, poniéndose ligeramente de puntillas para husmear en el contenido de la olla.


-Curry –dijo por toda respuesta. Se le hizo la boca agua.


-Tu especialidad –añadió, frotando la nariz en la zona bajo su oreja derecha.


-No lo comías desde Navidad, pensé que te gustaría –Echó una pizca de sal a la salsa y removió.


-Tienes un don culinario envidiable –afirmó. Mika se rio.


-Me da la impresión de que estás muy cariñoso –Inclinó la cabeza para descansarla sobre la de Yuu, entrelazando los dedos que reposaban en su cadera.


-Aprovéchate de la situación, pronto seré el gruñón de Yuu-chan que ya conoces –bromeó.


 


Mika le dio un suave cabezazo y regresó la atención a la olla burbujeante. Observó concienzudo sus movimientos, retrotrayéndose a aquel día en el que le enseñó la receta. Por supuesto, su curry quedó asqueroso e incomestible y estuvo enfurruñado una semana entera porque estaba convencido de que Mika le había engañado a propósito. Echaba de menos ciertas cosas de aquella época. Distraído, clavó los dientes en la clavícula del rubio, fingiendo morderle y haciendo un sonido similar a “ñam ñam”. No contaba con que Mika gemiría, mezcla de lo inesperado y el gusto, y eso le enviaría una corriente eléctrica directa a su entrepierna. ¿Acaso estaba en celo o qué? Mika le pisó con fuerza y le apartó sin miramientos. Yuu compuso una mirada dolida de cachorro pero el otro le ignoró, agitando el cucharón de madera en el aire y prohibiéndole molestarle hasta que la comida estuviera lista.


Se dejó caer en el sofá, divertido por haberle sonsacado un gemido y tener ese poder sobre él. Aburrido, decidió matar el tiempo ordenando los papeles de la mesita. Entre ellos, encontró el nuevo informe a medio rellenar. Bufó. Estúpido Guren, estúpidos altos cargos, estúpida burocracia. Tampoco podía quejarse mucho puesto que era el Ejército el que le proporcionaba un sitio donde vivir y alimentos, le fastidió una vocecita. Aun así, eso no significaba que no detestara el estúpido papeleo y el abuso de poder que, según él, ejercían sobre su persona. Recordó los dos soldados apalancados en la puerta de su casa y le entraron nauseas. ¿De verdad era necesaria toda esa parafernalia? No es como si fueran a huir o algo por el estilo. Por mucho que Mika lo siguiera deseando en secreto (dudaba que se hubiera olvidado de sus planes de escapada romántica para no regresar). Allá donde fueran, con toda probabilidad, tendrían que seguir luchando contra vampiros rebeldes insoportables y aquí por lo menos contaban con la seguridad que les proporcionaba el Ejército. Las alternativas eran escasas.


Comenzó a escribir, redactando la convalecencia de ambos, la sed de sangre de Mika (muy escueto y poco detallado, no quería que le consideraran un monstruo más de lo que ya lo hacían), su posterior anemia a causa de su propia debilidad (tampoco quería culparle de esto), los días en reposo y poco más. Se preguntó la cara que pondría el estirado de Kureto si incluía su pérdida de virginidad. O incluso Guren. Bueno, Guren le mataría y después despellejaría a Mika. Y si Shinoa se enteraba, predicaría a los cuatro vientos que ya no era un triste cherry boy, sino que se había convertido en un hombre hecho y derecho. Sería digno de ver, desde luego. Pero ese seguiría siendo su secreto. Era vergonzoso revelárselo a alguien y en ese caso, el que le mataría sería Mika.


Quizá si las circunstancias hubieran sido normales, él estaría estudiando en un instituto, con su grupo de colegas inseparables, charlando en los descansos sobre chicas y haciendo una lista acerca de las más guapas de la clase. Intentarían conquistarlas durante el festival escolar y, si había suerte, terminarían saliendo con alguna. Se picarían entre ellos, presumiendo de sus artes amatorias y, cuando lo hiciera por primera vez con su novia, les relataría la increíble experiencia, exagerándolo de manera creíble para quedar como un as en la cama. Sonrió ante la perspectiva. Cómo había cambiado todo.


Una duda le atacó, inquietándole. En una situación normal, ¿se habría enamorado de Mika? O peor aún, ¿habrían seguido juntos? Mordisqueó la capucha del bolígrafo, imaginándolo. Para empezar, si sus padres no hubieran tratado de matarlo, probablemente nunca se habrían conocido. Constatar ese hecho le hizo notar una punzada en el corazón. Si la historia hubiera mantenido su curso habitual y hubiera terminado en el orfanato, en el caso de que les hubieran adoptado no habrían roto su amistad, aunque fuera a distancia. O al menos lo habrían intentado. Si tenían la suerte de permanecer en la misma ciudad, podrían quedar y comportarse como amigos normales. Sin duda, Mika habría sido su mejor amigo. Sin embargo, cada uno tendría su vida, conocerían a chicas bonitas de sus respectivos institutos y se lanzarían pullassobre sus respectivas batallitas.


Le oyó tararear desde la cocina, amortiguado por el ruido de los platos y el agua hirviendo. No. Se habría enamorado de él. Porque, aunque no hubieran vivido todas esas experiencias, su vínculo habría sido igual de inquebrantable. Era cierto que las circunstancias que les rodeaban habían fortalecido su relación, guiándola hasta el punto actual. Aun así, aunque hubiera tardado más tiempo, habría terminado cayendo.


El dulce aroma de las especias atacó sus sentidos y tuvo que esforzarse para no sucumbir y proseguir con el dichoso informe. Rasgaba el papel, centrado en la manera de expresar los hechos y dar los datos justos sin revelar nada demasiado personal. Tanto era así, que Mika hundió el dedo en su costado con fuerza, pues no atendía a sus llamados. Yuu entrecerró los ojos y le lanzo una mirada asesina ante su sonrisita de suficiencia. Tiró descuidadamente el bolígrafo en la sábana de papeles y bostezó hacia la cocina, donde se sentó delante de un plato rebosante. Charlaron de cosas intrascendentes, procurado evitar temas complicados. Yuu se distrajo de sus preocupaciones, paladeando el intenso sabor del curry, que se deshacía en sus papilas gustativas casi con deleite. Era increíble lo mucho que había mejorado incluso si él mismo era incapaz de probarlo. Lo cual le reducía de nuevo al grupo de los inútiles que ni siquiera podía alimentarse apropiadamente. Quizá era hora de que le pidiera unas clases. Y de conducir. Aunque esto no era necesario, pues era habilidoso manejando vehículos. Por mucho que los demás no quisieran verlo. Idiotas.


Mika parloteaba sin cesar, contándole acerca del último libro que había caído en sus manos. Cuando Yuu iba al cuartel por cuestiones de trabajo, este se dedicaba a investigar edificios abandonados (con la debida precaución, Mika no era del tipo que dejaba todo al azar y no se preocupaba por los imprevistos que pudieran surgir), y rescatar tesoros perdidos a los que nadie hacía caso. Entre ellos, su pasatiempo favorito era recuperar libros cuyas condiciones fueran óptimas para leerlos sin que la portada mohosa se desintegrara en tus manos o las páginas volaran por el suelo. Así, la extensión de la estantería del salón había aumentado considerablemente, lo que, a su vez, explicaba que hubiera podido construir semejante árbol de navidad. Solo el gran Mikaela-sama (como le gustaba autodenominarse de niños) lograba algo así.


Yuu al principio atendía. Una trama enrevesada con varias historias tejidas que le otorgaban un desarrollo complejo y bla bla. Él también disfrutaba leyendo, pero no hasta el punto de adoración que le profesaba Mika. Así que, enseguida su atención se desvió. De vez en cuando emitía algún “sí, ajam”, quedo, indicándole que le seguía. Más su interés viajaba entre preguntarse el secreto para que el curry le quedara tan delicioso después de años sin hacerlo, y cómo las pestañas se entrelazaban unas con otras cuando sus párpados chocaban y sus pómulos se alzaban, dando muestras del entusiasmo que le provocaba su lectura actual. Maldición, debía dejar de mirarle. Por mucho que fuera inevitable que su rasgos le atontaran. Parece ser que jugó bien su papel, pues Mika retiró el plato sin hacer ningún comentario al respecto de su casi monólogo y se mostraba satisfecho de sí mismo.


Tras comer, el vampiro se arrellanó en un sillón y hundió las narices en el libro, molestando a Yuu lo menos posible mientras este finalizaba, de una vez, el informe. El silencio era interrumpido por sus respiraciones, el fru fru de la tela si se movían, y el bolígrafo recorriendo la hoja. Lo alzó frente a sus ojos en gesto ufano, cuando estuvo listo.


 


-He terminado los deberes, ¿dónde está mi recompensa? –Rezongó.


-¿Por qué debería recompensarte por hacer tu trabajo? –Preguntó a su vez, aparcando el libro en un lateral.


-Necesito motivación y tú deberías dármela –Hinchó los mofletes, igual que un crío.


-¿Más motivación que la de anoche? –Le guiñó un ojo y Yuu se puso rojo hasta las orejas-. En fin, si no tienes nada más que hacer, podríamos dar un paseo –Propuso, esperando su reacción.


 


A Yuu se le iluminó el rostro. Mika odiaba salir al exterior porque prefería evitar en la medida de lo posible el contacto humano, y más cuando la población se estaba recuperando (muy lentamente) y comenzaban a verse grupos menores de gente por las calles. Por suerte, el bullicio se concentraba en los alrededores de los cuarteles, pues era la zona que se estaba habilitando primero debido a la protección y seguridad que les proporcionaba estar cerca del centro ofensivo. Por lo que su zona permanecía en una tranquila marginación. Continuaban siendo los únicos habitantes de aquel barrio, algo que ambos agradecían pues Yuu tampoco era muy amigo de las concentraciones. Así pues, asintió sin pensar y se encaminaron a sus respectivos cuartos para cambiarse de ropa. El moreno atisbó el revuelto de sábanas de la cama de Mika antes de llegar a su dormitorio y se sonrojó de nuevo. No podía evitarlo, era demasiado reciente y vergonzoso. Escogió un jersey grueso color azul claro. Le recordó a los antiguos ojos de Mika. Acarició su tela con nostalgia. Se puso unos vaqueros y unas deportivas. El rubio le esperaba, enfundado también en unos vaqueros, un jersey blanco de cuello alto y una cazadora marrón encima. Sus labios se estiraban en una tímida sonrisa que Yuu correspondió sin siquiera darse cuenta. Se abrigaron y salieron.


Fuera, les dio la bienvenida una temperatura agradable, solo estropeada por las ráfagas de aire frío que aparecían de la nada, haciéndoles estremecer. Tras una breve charla, convenció a los soldados para que no les siguieran, pues volverían enseguida y no irían muy lejos. Estos, escépticos, cedieron gracias a la amenazadora mirada del vampiro. Una vez librados de ese incómodo problema, acomodó mejor su bufanda alrededor del cuello, al tiempo que sintió la mano cálida de Mika buscando la suya. Cohibido, la tomó, mirando embobado sus palmas unidas. Entrelazó los dedos y Yuu, tras unos segundos de vacilación, le imitó. Alzó la cabeza, al punto de ver cómo Mika lucía unas mejillas ligeramente coloreadas y abochornadas.


De pequeños, era de lo más habitual que se cogieran de esa manera, sobre todo en los momentos difíciles y en los que se sentían superados. Sin embargo, ahora su significado se había ampliado.


 


One step closer…


Un paso más cerca…


 


Un cómodo hormigueo se extendía por su brazo, haciéndole consciente de la cercanía y sorprendiéndole de que un gesto simple como aquel le llenara. Mantuvieron un confortable silencio. Sus pasos resonaban en el eco, acompañados por los graznidos de los pájaros que se atrevían a poblar la tierra yerma. Las hojas revoloteaban a sus pies y el cielo se iba tiñendo de naranja, según el sol se desplazaba, dispuesto a ser reemplazado por su compañera. Se respiraba paz y se dio el placer de cerrar los párpados unos segundos, siendo acariciado por la armonía y la cotidianidad. Mika le guio, tirando suavemente de él. Después de media hora en marcha, una colina apareció ante ellos. Yuu enarcó las cejas, preguntándole en silencio qué pretendía, pero Mika negó, llevándose un dedo a los labios.


 


-Una carrera hasta la cima –Propuso.


-¿Quieres jugar a eso? Sabes que voy a ganar –Esbozó una mueca ladeada, sacando pecho para demostrar su superioridad.


-¡Ya lo veremos! –Se dio la vuelta en apenas unas milésimas y echó a correr cuesta arriba.


Yuu no se quedó atrás y enseguida le alcanzó. Lanzó un grito de júbilo y alzó los brazos al ver cómo le adelantaba, escuchando un “Yuu-chan” ahogado a su espalda. Algo le golpeó y le hizo caer al suelo. Mika le había puesto la zancadilla a traición y se reía mientras sacaba la lengua a modo de burla. Yuu, fastidiado por su malicia, le atrapó por el tobillo y le empujó. El rubio tropezó, precipitándose encima de la hierba, que acolchó el golpe. Rodó sobre sí mismo, posicionándose encima de Yuu, acorralándole. Este forcejeó para librarse de él, entre carcajadas a todo pulmón. Mika se resistió, haciéndole cosquillas en los costados en un intento de que se estuviera quieto. El moreno le agarró por las muñecas, inmovilizándole. Su risa cesó e hinchó los pulmones, recuperando el aire perdido. Sus ojos chocaron con los rojos, que relucían en la cada vez más evidente oscuridad. Alargó la mano, rozando sutilmente las pestañas que pendían de ellos, continuando por las mejillas. Sintió su estremecimiento. Entreabrió la boca, por lo que los colmillos quedaron expuestos. En serio, era tan hermoso. Ocultó los dedos en su nuca y le atrajo, besándole. Su pecho agitado se contorsionaba sobre su ropa, sintiendo los latidos acelerados que le producía el mínimo contacto. Su sensibilidad se había extremado y eso le permitía percibirle en todos los ámbitos al máximo nivel.


Se despegaron, Mika rozando ambas narices con una sonrisilla. Le ayudó a incorporarse y ascendieron el último tramo entre codazos y pullas. Mika presionó su estómago, deteniéndole.


 


-¿Confías en mí? –Dijo, serio.


-¿Qué clase de pregunta es esa? Deberías saber la respuesta.


 


Asintió, satisfecho, y le cegó con su bufanda, asegurándose de que no podía ver nada.


 


-Pero qué demonios…


-Ssshhh, dijiste que confiabas en mí.


 


Le notó en su espalda, pegado a él, a escasa distancia, por lo que transmitía el calor a través de las capas de ropa. Le instó a andar, cuidando de evitar los obstáculos y dirigiéndole con las palmas posadas en la zona lumbar. Yuu estaba nervioso a la par que deseoso. ¿Qué sería lo que querría enseñarle?


 


-¿Preparado? –susurró, de repente, en su oído. Yuu dio un respingo y murmuró un “sí” quedo.


 


Mika desató el nudo y acomodó la bufanda en su sitio. Se encontraban parados en la zona más alta de la colina. A sus pies, se extendía la basta ciudad que, a pesar de estar mayoritariamente en ruinas, tenía un aspecto casi mágico. Haciendo uso de la imaginación, fácilmente se asemejaba a una antigua ciudad medieval derruida, todo muros deshechos y piedras que en sus mejores épocas fueron castillos encantados. Gracias a la escasa luz que proporcionaba el cielo despejado, las sombras erigían figuras fantasmales de aspecto siniestro pero hipnotizante. Sin embargo, no era ni de lejos fascinante en comparación con el manto azul oscuro que les cubría. Eran pocos los privilegiados que contaban con electricidad (de hecho, si se hacía un esfuerzo podía distinguirse el edificio de los cuarteles titilando a lo lejos), lo que significaba que, como había constatado los últimos meses, las estrellas eran las dueñas en cuanto el astro rey desaparecía. Estas eran unos intensos puntos blancos que brillaban sin asomo de timidez, iluminando lo que la luna menguante no conseguía. El espectáculo le dejó sin aliento. Entendía por qué Mika quería enseñarle aquello. Su magnificencia era tal que no encontraba las palabras adecuadas para agradecerle. El vampiro se mantenía relajado, a su lado, alternando la atención entre el cielo y la ciudad.


En un segundo, el cielo se cubrió de hilos plateados que pasaban raudos de un extremo a otro. Yuu pegó un chillido emocionado. Parecía como si diminutos fuegos artificiales serpentearan sobre sus cabezas, rasgando la oscuridad con su luz. No necesitó señalárselo a Mika. Conque lo tenía todo planeado, ¿eh? Me abalancé a su cuello, colgándome como un vulgar mono encima de él. El rubio aulló del susto, para seguidamente romper a reír, pronunciando su nombre en mitad de su carcajada. Yuu amoldó sus mejillas, juntando una con la otra, mientras Mika trazaba líneas con sus yemas en sus manos entrelazadas alrededor de sus hombros.


 


-Gracias –dijo apenas en un susurro, soplando sus hebras doradas.


-No hay de qué, Yuu-chan.


 


Entonces, ¿esto era el amor? ¿Esta sensación dulce y esponjosa que se instalaba en tu vientre y no se separaba de ti, aunque la empujaras hacia un rincón y pretendieras recluirla? Siempre pensó que las famosas mariposas del estómago eran una soberana tontería. A lo mejor era igual que las hadas, que no creías en ellas hasta que las veías por ti mismo.


 


I have died every day waiting for you.


He muerto cada día esperando por ti.


Darlin' don't be afraid, I have loved you for a thousand years,


Cariño, no tengas miedo, te he amado durante mil años,


I'll love you for a thousand more.


te amaré durante mil más.

Notas finales:

Lo he repasado por encima, así que cualquier error, mis disculpas. La canción usada es A thousand years de Christina Perri.


Nos leemos en el siguiente~~


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