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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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-Al parecer un “no aparezcas por los cuarteles en un tiempo” no es suficiente claro para tu cerebro de mosquito –Saludó en su efusividad acostumbrada. Yuu ladeó la sonrisa.


-Echaba de menos a mi padre, ¿qué le voy a hacer si soy un sentimental? –Fingió que se sacaba la cera de la oreja, aportando su mayor indiferencia al momento.


-Eres un maldito imbécil, ¿te lo he dicho alguna vez? –Muy a su pesar, se levantó y le revolvió el pelo, haciendo más fuerza de lo usual y provocando un par de insultos por su parte. Era su manera de ser cariñoso-. Y bien, ¿qué demonios quieres? ¿O has cogido la irritante costumbre de Shinya de tocarme las narices de forma gratuita? Porque si es así, no dudaré ni un segundo en patearte el culo y mandarte a freír espárragos. –Encantador.


 


Yuu se mordió la lengua para evitar responderle “precisamente en el culo no”. Aunque el día anterior apenas había sentido nada, esa mañana había despertado con un ligero dolor. No le preocupaba en absoluto y había procurado mantenerlo oculto de Mika, o se sentiría un ser despreciable y odioso y no querría tocarlo nunca más, lo cual era una completa y absoluta desgracia. Era más bien una molestia pasajera que se encargaba de recordarle su encantador secreto cuando hacía movimientos bruscos. Eso le hizo esbozar una sonrisita. Guren enarcó las cejas y frunció el ceño, todo a la vez.


 


-¿Eres masoquista o te has vuelto completamente tarado? –preguntó debido a su expresión de repentina felicidad.


 


Yuu se obligó a recomponerse.


 


-Quería saber cómo estabais –Admitió-. Y bueno, en realidad no hay motivos para que no me paseé por aquí. Pertenezco a este lugar, en cierto modo –Añadió, extendiendo sus brazos como si pretendiera abarcar el espacio, dándole mayor énfasis a sus palabras.


-El único inconveniente es que Kureto está a punto de pedir vuestras cabezas –Puntualizó, recogiendo el informe de Mika que Yuu le tendía, murmurando algo de que su letra apestaba-. Sabes que no está muy contento con una situación que se le escapa de las manos y os tiene al vampiro y a ti en el punto de mira –Se recargó en su escritorio de caoba y le miró con ojo crítico.


-Dijiste que regresara cuando las cosas estuvieran calmadas.


-Apenas han pasado unos días. Da la impresión que todo ha vuelto a su cauce, pero nunca se sabe con los Hiragi –Destilaba veneno.


-Shinya es un Hiragi –Le hizo notar, un poco asombrado por el odio que rezumaban sus palabras-. Y Shinoa –Continuó.


-Solo de apellido –Resolvió-. En fin, si solo has venido a entregar esto –Retumbó su dedo índice sobre el papel-, vete.


-Quiero ver a mis compañeros –Exigió. Tener la compañía de Mika era agradable y le encantaba, pero no soportaba estar mucho tiempo sin ver a sus amigos. Eran parte de su familia y, por ende, de su vida.


 


Guren resopló y se llevó la mano a la cara, respirando hondo.


 


-En unos minutos se dirigen a entrenar, así que la respuesta es no. Ahora no puedes.


-¡Me importa un comino! –Exclamó, haciendo un mohín. Guren parecía contar hasta diez para no tirarle el archivador de plástico que quedaba cerca de su posición a la cara.


-Bien, entrena con nosotros entonces. No creo que eso suponga un problema –Resolvió, dando su brazo a torcer. Yuu le dedicó una amplia sonrisa-. Además, con lo inútil que has demostrado ser en el campo de batalla las últimas veces, te vendría bien repasar lo básico –Sonrió de lado. Yuu gruñó y quiso propinarle un puñetazo, más Guren lo retuvo con insultante facilidad. Bufó-. Deja de ser un hijo díscolo y compórtate como un ser humano –le reprendió con aire cansino.


-Iré a buscar a Mika.


-¿A casa? Él no necesita entrenarse, es más hábil en el manejo de una espada que tú –Le recriminó, guardando los informes y papeles en carpetas de cartón marrón.


-No es eso, bastardo –Hundió los puños en sus bolsillos, furioso. Tsk, odiaba cuando tenía razón-, es que me está esperando fuera –Usó su barbilla para señalar por la ventana.


-Ya tengo suficientes problemas contigo pululando por aquí, ¡y encima me traes al vampiro! –Gritó, pinzando el puente de su nariz en un gesto que denotaba irritación profunda. –Se suponía que entre los dos, él es la voz de la razón y parte del trato era que te vigilará de cometer una estupidez. No que las cometiera contigo.


 


Yuu le ignoró y dio media vuelta, dispuesto a regresar a por él. Guren le insultó y refunfuñó, a su espalda, advirtiéndole de que pasaran lo más desapercibido posible. Y lo intentaron. En serio. Lo intentaron. Mika se cubrió con una capa del uniforme e incluso se ocultó parcialmente bajo una capucha. Siempre había destacado dentro de los cuarteles por ser el único vampiro que se paseaba por las instalaciones, lo cual provocaba las habladurías y, cómo no, el miedo. Pero también destacaba por el hecho de, bueno, ser guapo. Sus mechones rubios escapaban mientras caminaba y por mucho que llevara la cabeza gacha, de vez en cuando un foco de luz procedente de los neones incidía sobre él, resaltándole. A Yuu no le hubiera importado, de no ser por las risitas que proferían las chicas cuando pasaban a su lado. Le molestaba. Y mucho. No se consideraba una persona celosa pero le habría supuesto una poderosa satisfacción soltar a los cuatro vientos que ese chico le pertenecía o, mejor aún, robarle un beso de escándalo para que esas tontas niñas dejaran de babear por su presencia. Mika, ajeno a todo aquello pues no era ningún experto en las artes amatorias y los cortejos, de vez en cuando subía el brazo para arrebujarse más en la capucha y tratar de no hacerse notar demasiado. Percibió la crispación en los puños cerrados de Yuu y le miró con curiosidad, sin comprender por qué de repente parecía tenso si apenas habían encontrado por los pasillos oficiales de alto rango, que son los que podrían ponerles en aprietos.


Alcanzaron al fin uno de los patios principales, amplio y empedrado, en el cual les recibió el escuadrón de Shinoa al completo. Mika se deshizo de la capa y la dejó en el suelo.


 


-¡Bienvenido de vuelta, cherry boy! –Saludó, maliciosa. Yuu hizo un enorme esfuerzo por no sonrojarse hasta las orejas y expulsar humo, mas fue inútil. Shinoa, por supuesto, no estaba al corriente de su recién “cambio de estado”, pero si hasta el momento ni siquiera se lo había planteado en serio, gracias a los diferentes tonos de rojo que poblaban la cara de Yuu, podría intuirlo todo. Casi podía escuchar los engranajes acoplarse y provocar que esbozara esa sonrisa tan luminosa. Por suerte, Yoichi llegó a tiempo para salvarle de un desastre inminente.


-¡Yuu! ¿Cómo estás? –Le abrazó con entusiasmo. A su lado, Mika emitió un rugido ronco. No estaba mal que él sufriera una bonita dosis de celos. En compensación por lo anterior. Aunque no fuera culpa suya.


-Genial, gracias por preocuparte –Sonrió-. Tenía ganas de practicar con vosotros.


-Normal, sigues siendo un inútil –Kimizuki acomodó la montura de sus gafas y le dedicó una expresión a caballo entre lo amistoso y lo capullo que era.


-Adoro cuando me recibes con palabras hermosas –Replicó, burlón, chocando las manos con él.


-Solo espero que no nos retrases, TontiYuu –Culminó Mitsuba, también esbozando una sonrisilla.


-A ver, enanos de pacotilla, menos cháchara y más sudor y sangre. No vais a salir de aquí hasta que supliquéis clemencia –Aplaudió Guren para atraer su atención. Conmovedor, pensó Yuu. Si soportarle en circunstancias normales era todo un triunfo, tenerle como profesor y encima de lucha prometía ser un grano en el culo. Rezó por que, al menos, el sufrimiento sirviera-. Practicaréis por parejas. Yuu contra Mika. Mitsuba, Shinoa y Kimizuki los tres juntos. Yoichi, tú deberás esperar unos minutos –Este asintió-. Bien, esto es una pelea real –Lo recalcó, dándole énfasis-. Vuestro objetivo es matar al adversario por vosotros mismos, sin ningún tipo de ayuda. Ni siquiera la de vuestro demonio. Está prohibido usar su poder por muy tentados que estéis. Tenéis permiso para heriros todo lo que queráis, siempre y cuando sean rasguños leves. Obviamente –Miró a cada uno de los adolescentes, asegurándose de que sus palabras calaban hondo. Yuu sintió a Mika tensarse-. Repito. Es una pelea real. Debéis luchar a muerte como si el que estuviera enfrente fuera un vampiro y tuvierais que destrozarle –Evitó fijarse en Mika-. Pierde o bien el que reciba más daño o bien el que termine acorralado sin posibilidad de continuar. ¿Entendido? –Todos asintieron.


 


A Yuu la adrenalina le hormigueaba en los dedos, aunque le preocupaba bastante el hecho de que Mika fuera su contrincante. Aun así, comprendía por qué Guren lo había escogido. El miedo constante a que Yuu saliera herido era, en su caso, un arma de doble filo. Podía volverle poderoso, bullente de ira, y casi invencible. O, por el contrario, podía clavarle en el sitio e impedirle reaccionar acorde con la situación. Por eso, debía vencer ese temor. No, vencerlo no. Mitigarlo. Empequeñecerlo hasta que se hiciera manejable y pudiera dominarlo de tal manera que no le invadiera en momentos críticos. Es decir, tenía que aprender a usar más la cabeza que el corazón si se trataba de Yuu. El moreno añadió una nota mental de que eso también podía aplicársele a él. Pero no era el momento de distracciones.


 


-¿Preparados? –Las armas demoniacas de Shinoa y Mitsuba se materializaron mientras que las de Kimizuki, Yuu y Mika se desenfundaron. Yoichi permanecía atento, con cierta inquietud-. ¡Ya!


 


Yuu atacó sin vacilar. Mika pronunció su nombre, sorprendido por la repentina agresividad de su estocada. Sus esmeraldas estaban pintadas de decisión, por mucho que su “enemigo” fuera su… ¿amante? Mejor amigo, por ahora. Una pelea era una pelea, aunque estuviera simulada. Y si no daba el cien por cien, no se sentiría completo. Repitió el envite con mayor fuerza aún, provocando que Mika se desequilibrara momentáneamente. El rubio contempló la determinación de sus pupilas verdosas y pareció aceptarla y plantarle cara. Compuso una sonrisa cruel que resaltó sus colmillos centelleantes y se la devolvió. Yuu le guiñó satisfecho, y se embarcaron en una danza mortal. Los filos silbaban, cortando el aire, dispuestos a hundirse en la carne del contrario. Le hubiera gustado observar a sus compañeros, pero Mika era mortífero (cualidad en la que apenas se había fijado pero que, al sufrirla en persona, admiraba y temía a partes iguales) y no le permitía ni respirar. Dieron una vuelta completa sobre un eje invisible y Yuu pudo ver, a lo lejos, a Shinya acercarse, apoyado en unas muletas y cojeando visiblemente. Verle así de destrozado le dolió. En esa milésima de distracción, Mika aprovechó para lanzarle una estocada a la rodilla que, a pesar de que no le hirió, le tiró encima de las frías piedras. Recordó las palabras de Guren y enseguida se incorporó. No le dejaría vencer con facilidad.


Al estar enfrente de ellos, pudo ver a Guren acariciando con suavidad la espalda de Shinya, con expresión preocupada y cariñosa. Le seguía asombrando el cambio tan notable que se producía en sus facciones, normalmente contraídas por su carácter agrio e incluso seco. Shinya rio y pareció que el rostro de Guren se iluminó varios vatios. El peliblanco se posicionó junto a Yochi y ambos materializaron sus armas. Usando la paciencia de una madre, comenzó a hablarle en murmullos, ahogados por el choque de metales y las chispas que saltaban. Aunque el joven no podía hacer mucho debido a su reducción de movilidad y las muletas, procuraba enseñarle. Yoichi parecía encantado. Yuu, entre enviste y enviste, se tomó unos segundos para acumular furia contra los vampiros que habían permitido que Shinya terminara en ese estado. Era un hombre valiente y digno que siempre tenía palabras bonitas y motivación de sobra para el escuadrón y cualquiera que quisiera escucharle. Los subordinados de Guren le admiraban y adoraban, pues era amable y portaba ese toque de humor y dulzura característicos de su persona. De sus amigos, Shinya fue el único que salió verdaderamente malparado de la misión de Sanguinem. Se sentía furioso por ello. Quería protegerlos costase lo que costase.


Ambos chicos sudaban. Los goterones perlaban sus frentes y Yuu notaba cómo la ropa se adhería a su piel. Admitió en su mente que Mika era realmente bueno. Poseía una técnica sin parangón, agilidad, flexibilidad y capacidad de reacción. Tenía que preguntarle quién le preparó hasta semejante nivel. Presentía que no estaba dándolo todo, pero aun así le impresionaba su nivel. Se sentía un chiquillo en pañales comparado con su maestría. Estaban tan concentrados que no fueron conscientes de que algo andaba mal. Mika fue el primero en percatarse de que el ruido había desaparecido a su alrededor. Se detuvieron. Yuu buscó con la mirada al resto del grupo, ansioso por saber quién había ganado. Le hubiera gustado hacer apuestas para darle un extra de emoción.


Se quedó paralizado; Kureto y la rubia cuyo nombre nunca recordaba hermana de Mitsuba, acababan de entrar al patio. Por acto reflejo, Guren se desplazó, quedando frente al escuadrón. Yuu sabía que no le gustaba mostrar aprecio por ellos en público y menos en presencia de Kureto, pues se sentía más cómodo y menos vulnerable fingiendo indiferencia. Sin embargo, gestos protectores como aquel le delataban. Aun así, mantuvo una relativa distancia y ni siquiera se dignó a mirar a Shinya, que saludó a su hermano en tono cordial y amigable. Kureto simplemente le ignoró.


 


-¿A qué se debe tu presencia?~ -Insistió, pasando por alto su mueca de fastidio.


-Me han dicho que los Hyakuya estaban por aquí. Quería hablar con ellos –Anunció, con voz grave y potente.


 


Guren se giró hacia Yuu, esbozando en silencio un prometedor “te voy a matar”. Yuu se encogió de hombros.


 


-Están entrenado, así que nos pillas en mal momento –Se excusó Guren, aparentemente relajado. Sin embargo, un observador hábil o que le conociera bien, como Yuu, era capaz de percatarse de pequeños detalles que delataban su enfado.


-Ichinose, eso es algo que me importa poco –Le echó un vistazo cargado de desprecio que no pasó desapercibido-. Aunque estén bajo tu supervisión, soy tu superior y me gustaría intercambiar una charla amigable –Mika se crispó y Yuu intuyó que “amigable” no era el adjetivo que mejor calificaba sus intenciones. Shinya tenía aspecto de querer intervenir, más el moreno intuía que contradecir a alguien de semejante poder dentro del Ejército Imperial no era una gran idea. Así que se reprimió y su único acto de desafío consistió en dedicarle un rostro helado y hosco. No era mucho, pero al menos dejaba clara su postura de asco.


-No os preocupéis novatos, os acompañaré –Aseguró Shinya, mostrando  una sonrisa deslumbrante que no alcanzó sus ojos. Su presencia le tranquilizó. Apretó suavemente la mano de Mika para infundirle ánimos. Fueron apenas unas centésimas, pero pareció que el vampiro se resignaba.


 


Le siguieron sin rechistar, Shinya pisándoles los talones y renqueando ayudado por las muletas. Los chicos se pusieron a su lado, sosteniéndole para facilitarle la tarea, cosa que el peliblanco agradeció. Parecía que Kureto y su maniquí rubio llevaban prisa, pues, a pesar de saber las dificultades del Mayor para caminar, andaban apresurados. Yuu chasqueó la lengua, ansioso por expresar en alto los pensamientos hirientes que cruzaban su mente. Sin embargo, los jadeos entrecortados de Shinya le devolvían a la realidad. Por ahora, no tenía más remedio que mantenerse calladito y comportarse. Ya le patearía el culo cuando la ocasión fuera propicia. Deseaba que no faltara mucho. Una eternidad después, se acomodaron en unos mullidos sillones. Shinya se recostó en un sofá de terciopelo rojo, lejos de los invitados estelares. El maniquí rubio (le llamaría así ya que desconocía su nombre y tampoco pensaba aprendérselo) se posicionó detrás de Kureto, igual que un guardaespaldas. Este, rebuscó en un cajón plagado de carpetas y extrajo una marrón idénticas a las que tantas veces había visto en manos de Guren. Yuu estiró el cuello, tratando de ver lo que estaba escrito en la portada, más los kanjis se emborronaban y no era demasiado hábil leyéndolos. Una de las consecuencias de vivir en Sanguinem. Extrajo un grueso de hojas grapadas y las revisó por encima. A Yuu se le antojó puro teatro. Si Guren estaba en lo cierto y el jefazo tenía interés en ellos, debía conocer al dedillo todas sus actuaciones hasta el momento.


 


-Yuuichiro y Mikaela Hyakuya –Su voz profunda impregnó la estancia de su solemnidad y le puso el vello de punta. Nunca le había visto en acción; sin embargo, con solo observar su porte y su manera de hablar ya intuía que era un enemigo formidable. Y esto era más evidente ahora que no se sentía arropado por sus amigos y Guren, ya que se encontraban los dos más expuestos-. Bien, Yuuichiro, cuéntame qué sucedió en Sanguinem en la última misión –Clavó su rostro inexpresivo en él. Un escalofrió lo recorrió.


-Ya deberías saberlo, ¿no? Por los engorrosos documentos que Guren se dedica a redactar –respondió, molesto por sus descortesía y esa aparente falta de sentimientos y trato despreciativo hacia los que consideraba inferiores.


-Vamos, vamos, Yuu, muéstrate un poquito más colaborativo~-le amonestó Shinya, a pesar de que usaba su tono festivo habitual.


-Cállate –ordenó Kureto sin siquiera dirigirse a él, como si se tratara de una mosca molesta.


 


Yuu bufó.


 


-Fuimos a rescatar a Mika de los vampiros. La situación se descontroló y no recuerdo más porque aparecí inconsciente en una habitación de hospital. ¿Contento? –Se cruzó de brazos, desafiante, y se recostó en el respaldo del sillón. Mika permanecía casi sin respirar, atento a los movimientos del adversario, dispuesto a saltar a su yugular si era necesario.


-Así que… ¿no recuerdas que te convertiste en serafín? –Inquirió. Ni siquiera su sentencia estaba revestida de curiosidad. Conversaba como si todo le diera igual.


-Lo deduje. Y luego me lo contaron –contestó, imitando esa indiferencia. Por dentro, bullía de nervios. Sospechaba que su verdadera intención desde el principio era ahondar en ese tema por lo que no debía sorprenderle. No obstante, nadie de su círculo cercano conocía el alcance de su interés, por lo que lo aconsejable era ser lo más evasivo posible.


-¿Por qué te convertiste en serafín? –Insistió, sin moverse un ápice.


-No lo sé –En eso al menos era sincero-. Supongo que sucedió sin más. No recuerdo nada –repitió, encogiéndose de hombros.


-¿Y tú, vampiro? –Mika se tensó y Yuu apretó los puños. Era evidente lo mucho que le odiaba por la forma en que se había referido a él.


-Tampoco lo sé. De repente era un serafín. –Admitió, en tono neutro.


 


Transcurrieron unos instantes de silencio, en los que la presión podía palparse. Yuu tuvo la impresión de que la maniquí estaba muerta, porque ni siquiera parpadeaba. Kureto carraspeó y guardó los papeles en su sitio, cerrando el cajón.


 


-Bueno, parece que ni vosotros ni vuestros amigos tienen idea alguna de los… motivos por los cuales se produce la conversión –Entrelazó los dedos, portando un aire solemne al ambiente. Yuu frunció el ceño. ¿Acaso eso significaba que Shinoa y los demás habían soportado este interrogatorio?- Lo cual me resulta altamente extraño –El pequeño suspiro de alivio que estaba a punto de surgir de sus labios, fue retenido por esa última frase. No se lo iba a poner tan fácil, ¿eh? –Entiendo que tú no controles los cambios y no tengas mucha idea de por qué sucede. Sin embargo –Se dirigió hacia Mika-, tus compañeros sí fueron testigos de ello, por lo que deberían tener más datos al respecto.


 


Shinya carraspeó.


-Hermano, son uno críos que se han visto envueltos en una guerra descomunal de la que apenas comprenden nada –dijo conciliador-. Es normal que se encuentren confusos y no puedan proporcionarte lo que necesitas~ -Kureto le contempló durante unos segundos-. Te aseguro que ellos más que nadie quieren colaborar contigo porque de los que estamos en esta sala, son los que más cuentas pendientes tienen con los vampiros. Así que te recomiendo que no los atosigues, no poseen información aparte de la que te han dado –Se incorporó con esfuerzo, renqueando hasta su posición y depositando la mano derecha en el hombro de Yuu-. Si recuerdan algún detalle que pueda ser de utilidad, te lo dirán, ¿verdad? –Asintieron, obedientes a la par que deseosos de largarse de aquel lugar.


-Solo quiero asegurarme de que el serafín no aparece en circunstancias inapropiadas. No queremos que nadie salga herido. Igual que te ocurrió a ti –Señaló, mientras hacía un gesto que les permitía levantarse. Yuu se quedó congelado y le dedicó a Shinya un vistazo de soslayo. Este se mantuvo inexpresivo-. En fin. Te tomo la palabra. Quiero estar informado de todo al respecto de vosotros dos.


 


Se despidió con dejadez y los tres se apresuraron a abandonar la estancia. Cuando la puerta se cerró, Yuu golpeó la pared, furioso. Mika le tomó por el antebrazo, repentinamente asustado por su reacción más el moreno le apartó de un empellón.


 


-¿Pensabais decirme en algún momento que esto es culpa mía? –Abarcó a Shinya de pies a cabeza. El peliblanco estaba avergonzado y preocupado al mismo tiempo, dudando sobre la forma de proceder para calmar a Yuu.


-Escucha, Yuu-chan, si no te comentamos nada fue por tu bien –Se apresuró el vampiro en responder.


-No es culpa tuya. Son gajes del oficio, todos salimos heridos alguna vez si vamos a batallar. Y tú no eres capaz de controlar al serafín. Es normal, su poder excede lo conocido y es lógico que te cueste manejarlo…


-¡Soy un puto monstruo! –Exclamó, alterado, revolviéndose el pelo en un tic nervioso. Varias personas se giraron a observar la escena, curiosos. Ante la mirada asesina de Mika, continuaron su camino.


-Yuu-chan, eso no es cierto…


 


Sabía que no dominaba al serafín y que ni siquiera la ayuda de Asuramaru era suficiente. No obstante, en ningún momento se había planteado el hecho real de que pudiera dañar a alguien. A alguien que le importara. Confiaba en que su conciencia fuera lo bastante fuerte como para elegir a quién atacar e ignorar a sus compañeros. Pero no era así. Lo doloroso no era que se lo hubieran ocultado, sino que él mismo se hubiera auto engañado durante este tiempo. Se desprendió de las excusas baratas y echó a andar, sin rumbo fijo, dejándolos atrás, escuchando su nombre escapar de los labios de Mika. Transcurrieron unos minutos en los cuales se dio cuenta de que estaba completamente desorientado. Desembocó en un nuevo patio, similar a aquel en el que practicaron. A su izquierda, nacían unas escaleras escoltadas por barandillas y decidió sentarse en uno de los escalones. Apoyó los codos en sus rodillas y hundió la cabeza entre sus manos, derrotado. Debería disculparse ante Shinya, decirle que era un verdadero capullo y que lamentaba todo el daño que le había causado. Se sentía un estorbo, un niñato inútil que solo metía la pata una y otra vez, hiriendo a los que le importaban y siendo un inconsciente que causaba más problemas de los que solventaba. Su mente le echaba en cara cosas horribles y supuso que se lo merecía por ser un insensato y priorizar sus sentimientos egoístas por encima del bien común. En el fondo, sabía que volvería a repetir el mismo error si con ello lograba rescatar a Mika de los vampiros, como finalmente había ocurrido, pero eso no impedía que se despreciara y fuera incapaz de mirar a Shinya a los ojos tras semejante revelación.


Estaba distraído, auto compadeciéndose, por lo que no notó que alguien se sentaba a su lado. Se movió lo justo para ver a Kimizuki por el rabillo del ojo. Maldijo su mala suerte. Era la última persona a la que deseaba soportar. El chico de pelo rosa le dio un golpecito en el hombro y, en contra de su voluntad, se incorporó y le dedicó una mirada de pocos amigos.


 


-¿Qué quieres?


-Parece que ya te has enterado de lo de Shinya –dijo sin rodeos, colocándose la montura de las gafas.


-¿Cómo lo sabes?


-Te vi salir corriendo del despacho de Kureto, así que lo deduje.


-¿Has venido a regodearte y a decirme que soy despreciable? Porque te lo puedes ahorrar –Le espetó, chasqueando la lengua.


-Monstruo es la definición que más se ajusta –Clavó su mirada en el cielo. Hacía un bonito día despejado, sin nubes en el horizonte.


-Vaya, gracias. Muy consolador.


-Eres una aberración que pierde el control con una facilidad pasmosa e incapaz de proteger a los demás. Pero el lado positivo, es que así te pareces más a Mika, ¿no? Después de todo, es un vampiro –Remató. Antes de ser consciente de lo que hacía, había cogido a Kimizuki por el cuello de su uniforme y le había empotrado contra la pared más cercana, crujiendo los dientes.


Podía soportar cualquier insulto hacia su persona o cualquier desprecio. Pero jamás consentiría ese trato para con Mika.


-¿Consideras a Mika un monstruo? –Insistió, desafiante, a pesar de su situación de inferioridad.


-Por supuesto que no –Siseó, peligroso.


-Pero es un vampiro –Comenzaba a faltarle el oxígeno, más Yuu no se amedrantó y continuó presionando.


-Pero eso no significa que sea un monstruo –Gruñó, pegando su nariz a la de su, actual, adversario.


-Entonces, ¿por qué deberías serlo tú? –Yuu parpadeó, un tanto sorprendido, y aflojó su agarre-. Seguro que Mika también ha herido a personas que le importaban sin querer. Y aun así, no le desprecias. Al igual que nosotros. ¿Por qué sería diferente contigo? –Le soltó y se apartó, confuso y meditándolo.


-Mika puede dominar sus acciones. Yo no cuando me convierto en serafín –Respondió, mientras Kimizuki recolocaba su ropa y tomaba aire. Yuu se sintió culpable por su acción precipitada. Solo un poco-. Pierdo la consciencia, el ángel se apodera de todo.


-Por eso precisamente tienes que fiarte de tu escuadrón. Somos capaces de cuidarnos y darte un puñetazo en la cara si es necesario –Regresó a su asiento en el duro suelo y palmeó el espacio a su lado. Yuu se sentó-. Imagino que tu situación es dura y que por eso te ves más afectado por las circunstancias que los demás. Debes aprender que no somos críos indefensos a los que un soplo de viento nos va a derrumbar. Eso demuestra escasa confianza por tu parte.


 


Yuu contempló inquieto la palma de sus manos. Odiaba aquello por dos razones. La primera era que, obviamente, tenía razón. Y la segunda, que precisamente era Kimizuki quien la tenía. Lo cual le irritaba el doble. Iba a responder cuando una figura se presentó, tapándoles por un momento la luz. Gruñía y mostraba una expresión que no auguraba nada bueno.


 


-Nunca escuchas; te digo una cosa y te ingenias para hacer justo lo contrario. Eres irritante –Echó su flequillo hacia atrás, dándole un aspecto agresivo que le recordaba a las batallas sangrientas-. ¿Crees en serio que el imbécil de Kureto se conformará con eso? Tan solo estaba tanteando el terreno, intentando averiguar cuánto ocultabas. Por desgracia, cuenta con la suficiente inteligencia como para usarnos a todos como sus títeres y manejarnos a su antojo. Incluidos a Mika y a ti. Bueno, especialmente a Mika y a ti –Torció el gesto en una sonrisa. A Yuu a veces le recordaba a un depredador, siempre en guardia para ser más rápido que su presa y degollarla-. Intento protegeros pero no me lo pones nada fácil, mocoso.


 


Yuu encogió los hombros en una muda disculpa. ¿Qué podía decir?


 


-Odio repetirme pero no me queda otra opción si pretendo que se te quede grabado en la memoria: estamos en guerra, en una guerra cruenta y que nadie sabe a ciencia cierta cuándo va a terminar. Ahora mismo, excepto tu escuadrón, el mío, Mika, Shinya y yo, el resto son enemigos. Aunque pertenezcan a la misma organización. Y ni siquiera sería sensato fiarte al cien por cien de los que he nombrado –Clavó sus ojos violetas en ambos chicos, procurando que su sermón calara-. Todavía no hemos encontrado al topo que está vendiéndonos ante los vampiros y filtrando nuestras misiones y posiciones. Confío en que sabréis ser discretos respecto a qué habláis y delante de quién o con quién lo habláis. Ya estoy suficientemente estresado como para que encima cometáis una imprudencia –Asintieron, comprometiéndose a ser cuidadosos-. Ah, una última cosa  -Se dirigió a Yuu-, tu mascota está histérica buscándote y ni Shinya puede calmarle –Yuu le insultó y le dedicó una peineta mientras los tres caminaban de vuelta al recinto.


 


Cuánto más descubría, más perdido se hallaba. ¿Cuál era la verdadera finalidad del interrogatorio de Kureto? ¿De verdad habría sacado la información que quería? ¿Cuáles serían los siguientes pasos a dar? ¿Seguirían atacando a los vampiros hasta que los erradicaran? ¿Cuánto duraría esta pesadilla? Los gritos de Mika le sacaron de sus ensoñaciones. Sonrió divertido por la escena, el rubio andando en círculos y el resto del escuadrón y Shinya diciéndole algo, lo cual ignoraba a voces. Al verle, el alivio se pintó en sus ojos rojos. La sonrisa de Yuu se amplió. Abrió los brazos y Mika trotó hasta él, envolviéndose en ellos. Yuu le acarició el pelo y le aseguró que estaba bien. Abrazar a Mika era como regresar a casa. Así que sí: todo estaba bien.

Notas finales:

¡He publicado relativamente pronto! Y con eso, me refiero a que no ha pasado un mes desde la última actualización y eso, ahora mismo, me resulta un logro. ¿Seguís el manga al día? Han publicado algunos scans del capítulo 44 y SPOILER sale Shinya <33333 FIN DEL SPOILER Así que estoy muy feliz~~


¿Qué planeará el señor cejas malvadas y su maniquí? ¿Guren sucumbirá a la tentación y le tirará el archivador de plástico a Yuu en la cabeza? Lo veremos en el próximo capítulo~~ (O no).


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