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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

¡Gracias por vuestra bendita paciencia! Primero os acostumbré a publicar cada semana, luego cada dos semanas y ahora estoy publicando casi una vez al mes. De verdad que lo siento, pero otros quehaceres me retienen y apenas tengo tiempo para pensar en la historia. Con lo cual, cuando puedo escribir, no tengo inspiración y no sé cómo seguir. Por eso esta semana me he obligado a mí misma a terminar este capítulo, dedicándole cada minuto que he estado delante del portátil. El capítulo ha salido más corto de lo esperado, pero bueno.


¡Gracias por vuestro apoyo constante! Sin vosotros no seguiría aquí.

Shinoa no cesaba de lanzarle miradas inquisitivas y estas comenzaban a mermar su paciencia. Hacía unas horas le había saludado con su habitual cherry boy y aunque Yuu había procurado enfadarse y dedicarle un gruñido, en el fondo ese apelativo hacía que las mariposas de su estómago resucitaran, lo cual complicaba visiblemente su tarea. En realidad, la obsesa de las historias de amor trágico no tenía ni idea al respecto de su vida sexual; sin embargo, Yuu estaba convencido de que sospechaba. Y eso era casi peor que el hecho de que supiera la verdad. Aunque, por ahora, estaba a salvo de la ira de Guren. Llevaban un buen rato refugiados al calor de una triste hoguera, en mitad de la noche y de la carretera vacía. Mika se había adelantado para reconocer el terreno y hacer guardia junto a Yoichi, pues se negó en rotundo a permanecer en casa, aislado, mientras Yuu estaba fuera. Así que no les había quedado más remedio que dejarle unirse. Él estaba encantado y al resto del escuadrón le tranquilizaba contar con un miembro extra, ya que nunca se sabía por dónde acechaba el peligro.


La vigilancia sobre ellos se había estrechado aún más tras la conversación con Kureto. El Hiragi no se fiaba, puesto que sus respuestas fueron escuetas y para nada detalladas. Al menos había tenido la decencia de quitar los soldados de la puerta, pensó Yuu, y ahora estos se escondían en las cercanías, observándolos a lo lejos. No le resultaba excesivamente consolador pero era mejor que antes. Menos incómodo.


Podría calificar la sonrisa de Shinoa de siniestra y le daba un poco de pánico que le preguntara alguna obscenidad delante de sus compañeros, pues, viniendo de ella, se esperaba cualquier cosa. Se acercó al fuego, fingiendo que se calentaba las manos, cuando en realidad su objetivo era Yuu. El moreno tragó saliva y ocultó los posibles signos de ansiedad que le delataran.


 


-Y bien, cherry boy, ¿qué tal la vida de novios con Mika? –Dijo, empleando un deje divertido que le puso los pelos de punta.


-No somos novios –Replicó. Lo cual no era estrictamente mentira. Recogió sus piernas y las pegó aún más contra su pecho.


-Oooh~ No me creo que vuestra relación no haya avanzado nada~ -Continuó, ignorando la angustia de Yuu.


-No tenemos ningún tipo de “relación” en el sentido que insinúas –insistió.


 


Shinoa iba a responder con alguna pulla incrédula; por suerte, Mika y Yoichi regresaron. El perímetro estaba asegurado, por lo que se sentaron completando el círculo. El castaño se arrimó a las llamas titilantes que dibujaban sombras en su rostro para calentarse los dedos ateridos. A su vez, Mika iba relatando que los vampiros parecían calmados y recluidos en Sanguinem. Yuu reflexionó al respecto. Era consciente de que no duraría. Por lo que sabía, Ferid se caracterizaba por ser paciente y esperar la mejor oportunidad que le permitiera llevar a cabo sus sórdidos planes. No obstante, disfrutaba de la acción y del placer que le proporcionaba destrozar a sus enemigos y beberse su sangre hasta dejarlos secos. Por eso, no sería extraño que lanzara un ataque repentino solo para jugar. Se mordió la punta de su índice, cubierta por la suave tela de los guantes blancos. El agobio hacía mella en él. Bueno, en todos, como pudo observar. Sus compañeros lucían cansados y pálidos. Esta guerra interminable estaba menoscabando las fuerzas del Ejército y no había nadie que se librara de sus tentáculos pegajosos. Incluso los humanos que vivían asustados en los escasos apartamentos reconstruidos, estaban siendo reclutados a la batalla. Kureto trataba de reunir a la desesperada el máximo número de personas. También parecía ansioso por acabar con esto de una maldita vez.


 


-¿Qué pensáis? –Mitsuba rasgó el silencio opresor-. ¿Cuál es el objetivo de los vampiros?


-La cuestión es cuál es el objetivo de Ejército Imperial –Matizó Shinoa, alisando la falda de su uniforme, pensativa-. Creo que los vampiros se están recreando a nuestra costa. Buscan mostrar un poder destructivo superior y el hecho de que contraataquemos con serafines –Evitó mirar a Yuu- solo les entretiene aún más. Al menos, creo que esa es la intención que ha demostrado Bathory desde que ostenta el reinado de su ciudad.


 


Por el rabillo del ojo, pudo ver a Mika asintiendo imperceptiblemente.


 


-¿Y el ejército por el que luchamos? ¿Qué pretende? –Yuu comprendió la frustración de Kimizuki. Daba la sensación de que eran simples peones en una partida que les venía grande, que el control de sus acciones era supervisado por los de arriba.


-Te equivocas. Luchamos para proteger personas –Corrigió Shinoa-. Aunque actuemos bajo sus órdenes, nosotros decidimos que la prioridad era la familia. Nos negamos a cometer cualquier imprudencia que pudiera poner en peligro a aquellos que nos importan. –Yuu se sintió identificado con cada una de sus palabras.


-Si en algún momento nos vemos obligados a dañar a nuestros seres queridos, nos detendremos. –Sus ojos verdes brillaban a la luz de la hoguera. Y también por su propio fuego. Mika le dedicó un atisbo de sonrisa-. Somos una familia. Y eso es lo que importa.


-Guren dijo que no podíamos fiarnos de nadie –Comentó de repente Kimizuki, reproduciendo la conversación que mantuvieron días atrás-. Ni siquiera de nosotros mismos… -Dejó la frase en suspenso.


-A veces puede sonar exagerado –Se apresuró a intervenir Yuu-, aunque es normal teniendo en cuenta la situación en la que estamos. Está bastante tenso. Es como si él y Shinya libraran su propia batalla contra los Hiragi –Hundió la mano en el bolsillo y rozó con la punta de los dedos la cajita de sus pastillas. Esa mañana se había pasado un mensajero por casa a repartirlas. Hacía tiempo que no las usaban, pero debido a la insistencia de los vampiros durante estos meses, Guren quiso asegurarse de que cada uno poseía una dosis.


De nuevo se quedaron en silencio. Se oía el crepitar del fuego y a los búhos ulular. Era una noche bastante tranquila y sin percances. Dieron un respingo cuando un fuerte pitido resonó. Shinoa extrajo su reloj y comprobó la hora.


 


-El turno ha finalizado –Anunció. Lo que significaba que podían marcharse y descansar.


 


Apagaron la hoguera y se pusieron en marcha. Ninguno habló, perdidos en sus propias cavilaciones. Mika aprovechó la semi oscuridad para atrapar la mano de Yuu y entrelazarlas. El moreno se sonrojó, pero nadie se dio cuenta.


Se despidieron del resto del escuadrón en un cruce cercano. Yuu se apresuró a deshacerse de la capa y tirarla en el suelo del vestíbulo en cuanto estuvo en el apartamento. Mika le regañó y dijo algo que ignoró. Estiró los brazos, los cuales sentía entumecidos.


 


-Me voy a la ducha.


-Me voy a la ducha.


 


Se miraron y Mika soltó una pequeña carcajada, depositando la capa en el sofá y un fugaz beso en sus labios.


 


-Siempre podemos ducharnos juntos –Propuso, pícaro. Yuu se sonrojó hasta la punta de las orejas. Estaban muy cerca y podía olerle.


-Puede ser incómodo, los dos encerrados en un lugar estrecho… -argumentó, quitándose los guantes y desabrochando el cinturón que ajustaba la chaqueta, entreteniéndose de alguna forma para no hiperventilar.


 


Mika, ataviado también con el uniforme del Ejército a pesar de no encontrarse cómodo con él, le imitó.


 


-Es una lástima, tiene que ser bastante agradable –Lamentó, revolviéndose el cabello.


 


La imaginación de Yuu se activó: visualizó a Mika con el pelo mojado pegado a su frente, el agua adornando sus mejillas y dibujando regueros brillantes por su pecho, deslizándose hasta su… Agitó la cabeza, con ansiedad. El vampiro le contempló de reojo, mostrando una sonrisilla.


 


-Solo por esta vez –Advirtió. Su sonrisa de complacencia se acrecentó, sabiendo que le tenía a su merced. Y tal vez así era. Yuu tembló.


 


Se encaminaron al baño, el moreno alterado, Mika sosegado. Este giró el grifo y un chorro salió a borbotones. Mientras regulaba la temperatura, Yuu se desprendió de su atuendo hasta quedarse desnudo. Percibió a Mika haciendo lo propio a su espalda. Se mentalizó y respiró hondo, combatiendo contra el impulso de taparse tras la cortina de plástico o de huir escaleras abajo. Se sentía cómodo a su lado, más le resultaba imposible estar tranquilo cuando proponía actividades sugerentes que implicaran escasez de ropa. Se giró y se metió bajo el agua cálida, procurando que su vista no se desviara hacia donde no debía. Mika se encontraba justo detrás de él. Notaba su aliento en la nuca. Tragó saliva y se mojó el pelo, sintiendo su cuerpo relajarse de inmediato. Si olvidaba la presencia el rubio, estaba convencido de que sería una ducha placentera y sin altercados peligrosos y vergonzosos.


Mika se acercó. Su pecho tibio chocó en sus omóplatos y Yuu suspiró, apartándose los mechones mojados del rostro. Tomó el bote de champú y se dio la vuelta, ofreciéndoselo. Sus pupilas verdes se agrandaron. Mika permanecía con los ojos cerrados, dejando que el agua perezosa acunara sus rasgos, enmarcados por los húmedos bucles dorados. En una reacción automática, Yuu estiró el brazos y rozó, apenas tocando, sus clavículas. El vampiro se estremeció; aun así, no se movió ni un milímetro. Su piel, ya de por sí suave, poseía una textura resbaladiza que se le antojó hipnótica. Siguió por su costado, haciéndole cosquillitas. Mika se rio y le apartó, quejándose divertido. Yuu le dedicó una expresión apenada y el rubio, resignado, le dejó hacer. Siguió trazando su contorno, obnubilado. Conocía su cuerpo mejor que el suyo propio, sin embargo le encantaba recordarlo una y otra vez, como si en cada ocasión pudiera descubrir algo nuevo que se le había escapado con anterioridad. Tocó un punto que le hizo reír otra vez. Vaya, así que tenía cosquillas después de todo. No era un vampiro de piedra.


Acarició la zona bajo sus axilas, guiándose por sus carcajadas para saber cómo y dónde le afectaba más. Mika intentaba alejarse, salpicarle y, en definitiva, apartarle. Yuu no era tan pusilánime como creía y no se amedrentó, acorralándole contra una esquina hasta dejarle sin escapatoria. El rubio se quejó entre risas de que le costaba respirar, así que cesó la tortura.


 


-Eres horrible, Yuu-chan –le reprendió, agitado.


-Te encanto –dijo, medio en broma. Mika sustituyó sus jadeos por una tierna sonrisa.


-Me encantas –Acunó su mejilla en el hueco de su palma. Un cosquilleó nació allí dónde le había tocado.


 


Sin pensarlo demasiado, pasó los brazos alrededor de su cuello y se puso de puntillas, dándole un beso tímido. Mika apretó más su mejilla y deslizó la mano libre hasta la curva de su cintura. Tembló debido al contraste de temperatura del baño, frío todavía, y el agua caliente que no llegaba hasta su posición. No le importó. Estar en los brazos de Mika era la prioridad en ese instante. Se separó, consciente del rubor. El vampiro movía el pulgar en círculos en el hueso de su cadera, provocándole escalofríos. ¿Sería siempre así, sometido a la merced de sus arrumacos, tiritando de necesidad a causa de un solo toque?


 


-Te recuerdo que íbamos a ducharnos, Yuu-chan –Sus palabras le sacaron del trance en el que se había sumergido, sin darse cuenta. Ese era su efecto, supuso. La evasión.


-Es tu culpa por despistarme –Murmuró.


 


Recuperó el bote de champú que en algún momento había dejado caer. Mika se lo quitó y, mediante señas, le ordenó darse la vuelta. Este accedió. Unos segundos después, los dedos enjabonados del rubio se aferraron a su cabeza, masajeándola y cuajándola de espuma. Soltó un gemido imperceptible. Nunca había comprobado el placer infinito que produce un gesto sencillo como aquel, el simple frotar sobre su cuero cabelludo. Al igual que le resultaba casi imposible dormir sin la reconfortante presencia de Mika a su lado, estaba descubriendo que, a partir de ahora, también sería indispensable en sus horas de aseo. Retazos esponjosos de champú patinaban por sus hombros. Le embriaga la paz. En burbujas como esta, pensó, uno era capaz de olvidar la guerra que explotaba a su alrededor. Solo ellos dos en un apacible baño.


Mika aprovechó su absorción para darle un besito en la nuca. Yuu dio un brinco, sobresaltado. El rubio escupió y se puso bajo el agua, quejándose de lo mal que sabía el jabón. El otro se burló de él por lo que, en venganza, cogió espuma y le dibujó un bigote. Yuu protestó y se dispuso a limpiarse, pero Mika fue más rápido. Siempre era más rápido. Le agarró por las muñecas y subió sus brazos, impidiéndoselo. Le faltó el oxígeno. En su mente, esa posición era bastante erótica y tener a Mika desnudo delante de él, bloqueándole y manteniéndole a su merced, solo acrecentaba esa sensación. En un acto natural, Yuu adelantó la cabeza, buscando sus labios. Dicha búsqueda fue recompensada por parte de Mika, que parecía satisfecho. Mientras le besaba, deshizo el agarre y se posó, delicado, sobre sus costillas. El moreno se estremeció y le atrapó por los hombros, pegando su cuerpo. El agua resonaba en sus oídos igual que una catarata, sumergiéndole aún más en ese espacio aislado, reservado para los dos, alejado del mundo y de la realidad. Estaba ardiendo allá donde era tocado. Se sentía como si un puñado de velas estuviera oculto bajo su piel y su llama se prendiera por culpa de los dedos de Mika. Era un pianista profesional: sabía qué teclas pulsar para producir determinadas sensaciones y respuestas por su parte y Yuu se las proporcionaba encantado.


Pronto se volvió insaciable. La boca de Mika estaba por todas partes, explorando los recovecos sin pedir permiso. El moreno solo era capaz de respirar entrecortadamente y recordarle a su cerebro la forma en que debía hinchar sus pulmones, al tiempo que intentaba no ahogarse con el agua, que cada vez quemaba más. O quizá era él.


Probablemente era él. Apeló a el mínimo resquicio de cordura que se mantenía intacto para recordarle el verdadero propósito de aquella situación, ducharse, mas el vampiro le ignoró y prosiguió con su tarea, infinitamente deseable por ambos por mucho que Yuu procurara recurrir a la razón que poco a poco se disipaba entre la bruma de evocaciones que le embargaban. Su mano se perdió en el hueco entre sus vientres y siguió descendiendo, hundiéndose en entre sus  muslos. Yuu gimió y se aferró a sus antebrazos, casi clavándole las uñas. Echó la cabeza hacia atrás, golpeándose contra el frío azulejo. Ni se enteró. Las pulsaciones se elevaron así como el rugido de la sangre, saturándole la mente junto a la neblina formada por el vaho de sus alientos y el vapor. Sus piernas se convirtieron en gelatina y pronto los sonidos que escapaban de su garganta fueron imponiéndose al ruido del agua impactando en el suelo. En un instante de lucidez, decidió que no quería ser el único en disfrutar, por lo que se dirigió al punto de placer de Mika e imitó su vaivén. Por un segundo, el vampiro se desconcentró y perdió el ritmo; no obstante, enseguida se recuperó.


Yuu sentía su mente embotada, todo él vibraba, desconectado de lo que ocurría a su alrededor, solo guiando los movimientos de su brazo. Transcurrieron apenas unos minutos, unos segundos más para Mika. Tiritando, a pesar del calor, se desplazó bajo la cascada incansable que, de un plumazo, borró el rastro de su estómago. El vampiro hizo lo propio y, en silencio, terminó de lavarse y enjuagarse el pelo. Se envolvieron en toallas y con paso irregular se tumbaron en la cama. El moreno se recostó de lateral, dedicándole una tímida sonrisa que el otro correspondió. Se entretuvo en peinar su cabello mojado empleando los dedos. Mika no protestó. Notaba su cuerpo hecho chicle, gomoso y liviano, enterrándose en el colchón por su peso.


 


-Deberías cenar –Advirtió, usando ese tono de madre que tanto le gustaba y que Yuu detestaba.


-Estoy cómodo en esta posición. Me da pereza bajar hasta la cocina –Protestó, dedicándole una nueva sonrisa, esta más sugerente.


 


Mika se inclinó peligrosamente sobre su pecho todavía desnudo. A Yuu se le erizó el vello. Sus colmillos titilaron amenazantes por la suave luz del dormitorio.


 


-Tienes que cenar, Yuu-chan~ -Fingió que iba a besarle, para hacer una finta en el último momento. Capullo.


 


El rubio se vistió rápido y se apresuró a prepararle algo de comer. Su risa cantarina y burlona se filtraba a través de las paredes. Maldito, estúpido y sensual Mika. Se restregó los ojos cansados y se incorporó, no sin dificultad. Se puso un chándal cómodo, ya que no tardarían mucho en irse a la cama. Y quizá utilizando el doble sentido de la expresión. Por dios, se estaba volviendo un problemático pervertido insaciable. Reprimió un bostezo y fue hasta la cocina. Mika estaba adorable, ataviado con ese delantal que le hacía parecer entrañable. Miró el reloj que pendía encima de él. Las dos de la madrugada. Dirigió sus pasos hasta el salón para no molestarle y se acomodó en el amplio alféizar de la ventana, contemplando la oscuridad exterior, sin ver nada en realidad. Se encontraba perdido en sus ensoñaciones; el vampiro tuvo que darle varios golpecitos en la mejilla para que reaccionara. Yuu se despejó. Y entonces se dio cuenta.


Entrecerró los ojos y se fijó en el horizonte. Unas lenguas naranjas titilaban a lo lejos. En esa dirección estaba situado el cuartel. Su salto fue repentino; si no fuera por la agilidad de Mika, la bandeja y su contenido se habría esparcido por el suelo. Le miró son comprender, mas cuando detectó su angustia sus músculos se tensaron, previendo que algo iba mal. Muy mal.


 


-Hay fuego –explicó atropelladamente, subiendo los escalones de dos en dos en busca de su katana. Mika le siguió y cogió su espada, sujetándola con el cinto en su cintura, igual que Yuu.


-No has comido nada desde las tres de la tarde, ¿estarás bien? –Inquirió preocupado, arrebujándose en la capa del uniforme que se había colocado por encima.


 


Yuu deseó haber tenido tiempo para cambiarse ropa, pero su chándal mugriento tendría que servir por ahora. También se ocultó en la capa. Esperaba una noche tranquila, sin incidentes, y todavía conservaba la esperanza de que fuera una falsa alarma y no tardaría en estar sepultado entre las sábanas.


 


-Estaré bien –Murmuró, saliendo a la calle. Una ráfaga de aire le congeló los huesos.


 


Comenzaron a correr. El humo se hacía más intenso conforme se acercaban. Igual que los gritos. La gente huía de un lado a otro, sin orden, sumida en el caos absoluto. Mika le detuvo posicionando un brazo delante de él. Con un cabeceo, señaló la masa de personas que se desarrollaba en la entrada al cuartel. Vampiros.


 


-Aún no saben que estamos aquí. Seamos discretos.


 


Yuu se moría por colarse entre ellos y comprobar que sus amigos estuvieran a salvo. Se recordó que debía obrar con prudencia y no lanzarse a lo loco. Era complicado reprimir esa clase de impulsos, tan aferrados a él que parecían cromosomas. Se deslizaron silenciosos, igual que sombras, entre los edificios. La primera planta refulgía, cubierta de llamas oscilantes. Se obligó a sí mismo a ignorar los chillidos de puro terror. No podía rescatarlos a todos. Eso lo había aprendido con el tiempo y la guerra, para su desgracia. El ruido de explosiones y metales entrechocando se fundieron. Fue lo suficientemente hábil y esquivó, por los pelos, un tigre blanco que rugía en su dirección, impactando en un vampiro que se acercaba hacia a ellos. Alzó la cabeza. Una mancha recorría la azotea. Casi pudo percibir sus ojos azules brillando.


No hubo lugar a plantear una estrategia. Se vieron enzarzados en la lucha, reducidos por multiplicidad de vampiros, ambiciosos por saciar su sed de sangre o, mejor, de cadáveres humanos. Mika procuraba quedarse cerca de Yuu y este, a su vez, localizar a sus compañeros. Era inútil, la densidad del humo le impedía ver en la lejanía. Se le antojó un baile macabro, rodeados por altas lenguas de fuego y figuras danzantes que sorteaban y embestían sin respirar.


Yuu empleaba toda su energía y su fuerza en combatir. Estaba preocupado, pero una ínfima parte de él disfrutaba. Quizá debería visitar al psicólogo del cuartel, pues no creía que eso fuera normal. La capucha del vampiro se deslizó, revelando una larga cabellera rubia y unos rasgos extraños, lo cual le llamó la atención. De una estocada, abrió un tajo en su muslo, que hizo manar un río de sangre. Y fue cuando lo supo. El vampiro emitió una sarta de quejas en un idioma desconocido. Definitivamente, no era japonés. Inquieto y distraído, estuvo a punto de quedarse sin nariz. Mas Asuramaru ayudó y pudo clavar la katana en su corazón, haciéndole desaparecer. Se tomó unos segundos para observar el desolador paisaje. Los vampiros eran un grupo bastante reducido a pesar de las dimensiones de la masacre. Reducido para lo que solían estar acostumbrados.


El fuego se comenzaba a apagar, fruto del esfuerzo del personal no combativo que residía en los cuarteles. Eso le permitió distinguir a su grupo, metros más allá. Se fijó en los rostros del resto de vampiros, que seguían entregados. Reconoció facciones extranjeras. Le dio muy mala espina.


 


-¡Yuu-chan! –Mika se acercó al trote, comprobando con signos de ansiedad que no había sufrido ningún rasguño.


-Son forasteros –anunció a modo de reflexión en voz alta. A su lado, Mika asintió.


-El que he derrotado hablaba en ruso –confirmó-. ¿Sabes lo que eso significa, no?


-Que Ferid está llevando esto un paso por delante de nosotros –Crispó los puños, alrededor de la empuñadura de su espada.


-Primero las armas de primera clase. Ahora está contactando con vampiros de otros países. Esto es mayor de lo que imaginábamos –Un tinte de preocupación adornaba sus palabras.


 


Guren y su equipo derrotó a los escasos chupasangres que quedaban. Los chicos se acercaron hasta su posición, donde asimismo se reunió su escuadrón. Los saludó entre abrazos y alguna que otra pulla por “llegar tarde”. Las siguientes dos horas las dedicaron a tratar a los heridos, despejar los escombros y reacomodar a los supervivientes. Muchas alas de los cuarteles habían quedado destrozadas, por lo que tuvieron que adaptar edificios cercanos para que los civiles pudieran pasar allí la noche. Guren anunció que el día siguiente sería una jornada dura, intentando socavar los estragos de la incursión nocturna. Yuu quiso hablar con él, contarle sus averiguaciones aunque deducía que el teniente no sería tan estúpido como para no haber llegado a esa misma conclusión. Le dijo que harían una reunión de urgencia una vez hubieran descansado y dormido.


Rozaban las seis de la madrugada cuando regresaron a casa. Yuu se tiró de espaldas en la cama de Mika, exhausto y hambriento. El sopor era mayor que sus ganas de comer, por lo que resolvió que sería compensado con un buen desayuno. El rubio le obligó a desvestirse y, aunque fuera, dormir desnudo pues estaba manchando el edredón de sangre. Yuu protestó y se hizo el difícil, pero terminó consintiendo con la amenaza apropiada.


No entendía a qué estaba jugando Ferid. Era obvio que las fuerzas enviadas contra los cuarteles eran minúsculas en comparación. Apenas habían causado destrozos, más destinados a aterrorizar a la población que a un daño real. ¿Qué pretendía?


La respiración de Mika se hizo suave y pausada, indicando que, al fin, había caído rendido ante las vicisitudes de ese día excesivamente largo. Se forzó a dormir, acompañado por el subir y bajar hipnótico de su pecho. Las preguntas se negaban a darle tregua, a pesar de sentir sus músculos pesados como si estuviera fabricados de plomo. Se entretuvo enredando sus dedos en los mechones dorados y esponjosos, hasta que los primeros rayos de sol amanecieron.

Notas finales:

Se terminó el fluff. Es hora de iniciar la guerra.


Nos leemos en el próximo capítulo, gracias por vuestros comentarios~


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