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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

Hace muchísimo que no actualizo esto y de verdad, no imagináis cómo lo siento. Pero he estado muy estresada debido a los estudios y ahora se puede decir que estoy (más o menos) oficialmente de vacaciones. Gracias por vuestra paciencia, por seguir apoyando el fic a pesar de la ausencia y por todos vuestros comentarios. No sé que haría sin vosotros~


Me comprometo a escribir con mayor rapidez puesto que ahora tengo tiempo libre, de verdad. ¡Gracias una vez más! Solo me queda decir que la historia está llegando a su recta final y por suerte o por desgracia, no queda mucho para cerrar el fic. Está siendo una magnífica aventura, disfrutaré al máximo lo que quede. ¡Gracias una vez más!

Colocó la caja en un lateral y dobló la espalda hacia atrás, posando las manos en sus caderas y dando un suspiro largo. A pesar de que sus efectos personales no eran muchos, eso no quitaba que pesaran. Y bastante. De hecho, sus pertenencias propiamente dichas ocupaban una caja de las tres que había traído. Las otras dos eran utensilios que podrían resultar útiles y sus libros favoritos, los cuales había releído hasta la saciedad pero eran su único entretenimiento en semejante mundo post-apocalíptico. Echó un vistazo a la habitación y los recuerdos acudieron a su memoria. Por un lado, le alegró que Guren hubiera recapacitado y los hubiera trasladado a todos de nuevo al edificio principal, donde estaban emplazados antes de que Kureto se obsesionara por ellos. Por otro, estaba cabreado con ese maldito imbécil sabelotodo que actuaba como voz madura de la razón, como padre, sin escuchar sus deseos. Porque le importaba una mierda su opinión, igual que en la mayoría de los casos.


Les había sacado de su casa prácticamente a rastras, del tercer lugar al consideraba un hogar, dónde por fin había podido construir una vida feliz pero efímera al lado de la persona que quería. No satisfecho con eso, ni siquiera les había permitido compartir su antiguo dormitorio, cuando Shinoa y Mitsuba sí gozaban de ese privilegio. ¿Qué pensaba que podía ocurrir si los confinaba en el mismo espacio? Desde luego, no iban a hacer nada que no hubieran hecho ya. Se sonrojó debido a ese pensamiento, mas eso no disipó su mala leche mientras desempaquetaba su ropa y la colgaba en las perchas que se mantenían en su sitio. De hecho, aquello era ciertamente nostálgico y no era tan horrible si contaba con la presencia de Mika justo detrás de la pared. Es más, en ese instante podía escucharle trastear con sus cosas. ¿Acaso creía Guren que eso le impediría colarse a buscarle por las noches o viceversa? Já. Si algo le caracterizaba era su dificultad para acatar las órdenes, y en esto no iba a ser una excepción. Después de cerca de dos años compartiendo alrededor de veinticuatro horas con Mika, la repentina responsabilidad paterna del imbécil de Guren no iba a poder contra eso.


Entendía sus motivos para traerlos de vuelta a las dependencias del cuartel. Sus reacciones ante los imprevistos serían más rápidas y no tendría que correr desde su apartamento hacia donde ocurriera la desgracia. Pero ese afán de padre controlador que había surgido de repente, escapaba de su comprensión. Guren nunca personificó el modelo ideal de protegenitor, por lo que era absurdo que se preocupara por algo tan nimio como el vínculo existente entre los dos jóvenes. O que él intuía que existía, puesto que Yuu no se había pronunciado al respecto (ni tenía intención) y procuraba disimular lo máximo posible, empleando para ello sus mejores dotes de interpretación.


Era consciente de que Guren jamás aprobaría su relación por diversas razones. No estaba muy seguro de si el hecho de que ambos fueran hombres le supondría un impedimento, aunque no debería ser así puesto que Yuu había comprobado, para su absoluta desgracia y de una manera harto desagradable, que lo que le unía a Shinya no era pura amistad. Sin embargo, la circunstancia vampírica que asediaba a Mika era innegable, y tener ese tipo de afinidad con el enemigo le traería más disgustos que placeres, a modo de ver del teniente. En concreto, la evidencia de que Yuu iba a morir de viejo (en el caso de que llegara hasta ese punto, bastante improbable si se tenía en cuenta su temeridad y estupidez), traía al Ichinose por la calle de la amargura, como Shinya le había hecho notar con su acostumbrada amabilidad. Yuu estaba al tanto de que la vida de Guren no había sido un camino de rosas plagado de felicidad y unicornios esponjosos. Y menos en el terreno amoroso. Pero eso no significaba que Yuu fuera a pasar por lo mismo o que le faltara el mínimo suficiente de neuronas para abocarse a una existencia tonta que le causara dolor con una persona que solo le iba a preocupar sufrimiento. Oh. Espera. Precisamente eso era lo que estaba haciendo con Mika.


Le dio una patada a la caja que acababa de vaciar, furioso. Sí, vale, estaba abocado a una existencia dolorosa porque en su infinita idiotez había decidido desarrollar ciertos sentimientos, que se negaba a catalogar, hacia Mika. Creía firmemente que habría sido imposible mostrarse indiferente a sus gestos de afecto y su cariño. Es decir, ¿en serio alguien sería capaz de resistirse a sus encantos y a su cautivadora personalidad? Poco probable. Lo que tenían se había cocido a fuego lento, atrapándole una telaraña de la que ya era imposible huir y de la que, en el fondo, no quería. Desde el principio, su infancia había sido dura y los sucesos de su adolescencia solo recalcaron la miseria en la que se encontraba. Enamorarse de Mika tal vez había sido la consecuencia lógica, o quizá su corazón se había enredado en el del vampiro a propósito, para destrozarle cuando lo suyo se volviera imposible.


Palideció al darse cuenta de que, en su diatriba interna, había empleado la palabra “enamorarse”. Sacudió la cabeza, inquieto, y terminó de ordenar la que a partir de ahora sería su nueva vivienda. Apartó esos pensamientos con un empujón metafórico, y se dirigió con paso vacilante al pasillo. Llamó con los nudillos a la puerta de su vecino. Su voz fría y dura sonó tras la madera mas, al reconocerle, abrió enseguida. Sus ojos carmesíes se iluminaron de pura ilusión y, sin más preámbulos, tiró de la chaqueta de su uniforme para meterle dentro, cerrando con un suave click.


 


-Siento que tengas que pasar por esto –Se disculpó, comprobando que, por mucho que se esforzara, Mika siempre lograba ordenar todo con mayor eficacia. Era como si tuviera un don, una cualidad vampírica que le permitía alcanzar la perfección en todo aquello que tocaba.


-No voy a decir que no me molesta que nos obliguen a vivir aquí –Abarcó la reducida estancia con los brazos-, pero la otra opción era quedarme solo en nuestra casa y no estaba entre mis planes.


 


Yuu se estremeció debido a su pronunciación de “nuestra casa”. Era cierto, Guren le dijo explícitamente que era deber del moreno luchar y asentarse en los cuarteles ya que, en realidad, Mika estaba fuera de esto y nadie le recriminaría si decidiera apartarse. Comprendía que, en el fondo, no era problema suyo y que en verdad debían agradecerle por su entrega y por haberles salvado el trasero en más de una ocasión. Por eso, no le pedía más sacrificios de los que ya llevaba a cabo por voluntad propia. Le dio opciones pero, por supuesto, la elección de Mika fue hecha hace mucho tiempo. Guren había asumido, a su pesar, que no se libraría de él ni con agua caliente, e, iluso, pensaba que si los separaba en habitaciones distintas nada podría ocurrir. Yuu se rio en su interior.


 


-Serán unos meses, hasta que termine la guerra –Se sentó en el borde de su cama, cuyo edredón se encontraba pulcramente estirado. Seguro que Mika se encargaba de alisar las arrugas en cuanto se fuera.


-Eres muy optimista creyendo que esta situación se va a resolver en unos meses –Colocó las novelas que había traído consigo en las estanterías. Yuu recordó cuando en las suyas había libros de texto. Se preguntó si todavía seguirían impartiendo clases. Por lo que Shinoa le había contado, el escuadrón asistía a un entrenamiento intensivo, por lo que tal vez ellos se habrían librado de semejante tedio. Sintió lástima por las nuevas criaturas que tuvieran que sufrir a Guren como profesor. En el hipotético caso de que se dignara a acudir al aula, claro. Los madrugones y él no eran buenos amigos. En eso era idéntico a Yuu.


-Ese asedio no puede durar mucho más. Alguna de las partes ganará, aunque sea porque el otro bando ha decidido rendirse por puro aburrimiento –Observó los elegantes movimientos de Mika, que parecía flotar sobre el suelo.


-Kureto no descansará hasta que su supremacía quede demostrada. Su ambición es demasiado grande y las vidas de los demás son simples obstáculos que usar a su antojo para conseguir sus fines –Se acomodó junto a Yuu, descansando la palma de la mano en su rodilla-. Y Ferid se está divirtiendo en esta especie de ajedrez sádico. Tampoco tiene motivos para abandonarlo. Seguirá hasta que no le quede más remedio que retirarse o hasta que venza. ¿Qué crees que ocurrirá primero?


 


Yuu no respondió. La calidez de su mano traspasaba el pantalón y durante unos segundos, solo pudo concentrarse en eso. Se esforzó por reflexionar sobre la cuestión que planteaba Mika, aunque no había nada que meditar. Era una guerra por desgaste que terminaría cuando una de las facciones fuera masacrada y no pudiera seguir hacia delante. Y ellos estaban metidos de lleno. Se recostó en el pecho de Mika y este le envolvió en la suavidad de sus brazos, acariciando su flequillo y el pelo revuelto tras las orejas. ¿Cuánto tiempo les quedaba con vida? Era difícil de saber. Si todo iba bien, tendría años por delante. Sin embargo, le dolía el cómo serían dichos años. Permanecieron callados, escuchando el fru fru de los dedos de Mika por su piel. Un murmullo les sacó de su ensoñación, seguido de unos toques en la puerta. Yuu se incoporó como un resorte, algo estúpido teniendo en cuenta que nadie iba a verlos en esa posición. La mirada pícara de Shinoa asomó. Mika rechistó por lo bajo pero la dejó pasar. Yuu evitó el impulso de arreglarse el pelo desordenado, pero no quería darle a su capitán más motivos de los que ya tenía. La pelimorada le dedicó una sórdida sonrisa y que le hizo estremecer.


 


-Lamento interrumpir. Guren nos reclama –Anunció, mirando a Mika con una disculpa en los ojos. Su relación no había mejorado mucho, sobre todo por parte del último. Se trataban con fría cordialidad y, aunque estaba harto de eso, poco podía hacer por remediarlo.


 


La siguieron hasta la pequeña cocina donde se habían reunido tiempo atrás y donde Kimizuki había mostrado unas dotes culinarias excepcionales, dejándolos a todos con la boca abierta. Alrededor de la mesa, el resto del escuadrón, Guren y Shinya. Yuu comprobó aliviado que ya no usaba muletas. El peliblanco les dedicó un saludo cordial. Mitsuba les sirvió tazas de té. Se dio cuenta demasiado tarde de que Mika no podía tomarla y se sintió avergonzada y culpable. Mas el vampiro cogió la taza que le ofrecía con una leve inclinación y la usó para calentarse las manos. Yuu se lo agradeció en silencio. Shinoa puso en el centro una bandeja de dulces, que Shinya se acercó disimuladamente, y luego ocupó su puesto. El mayor emitió un respingo mientras Guren le miraba con dureza. Intuyó que este le había pisado por debajo de la mesa. Shinya volvió a alejar los dulces hasta el centro, mostrando cara de fastidio. Yuu percibió un ligero olor a quemado, lo que significaba que las chicas habían tratado de cocinar con pésimo resultado. Contuvo una risita.


Guren apoyó la barbilla en el revés de sus manos entrecruzadas y los miró uno a uno con seriedad. En la gravedad de la situación, se escuchaba el crujir de las galletas aplastadas entre la mandíbula de Shinya, que pronto olvidó la advertencia.


 


-Como ya sabréis, parece que Ferid está reuniendo vampiros de otros países en Japón. Lo del otro día fue una demostración de lo que es capaz de hacer. Debemos estar preparados. Ha dejado de ser un juego y la situación cada vez se complica más -Su pequeño discurso caló en los presentes-. Como también sabréis, la relación con el alto cargo se ha vuelto un tanto… difícil. –El adjetivo “difícil” no era precisamente el que mejor lo definía, pero Yuu no comentó nada al respecto-. Así que he aquí vuestra elección: seguir los mandatos de los Hiragi o los míos.


 


Una tensión espesa enrareció el ambiente. Eso implicaba que, a partir de ahora, trabajarían desde las sombras. Fingirían ser fieles a la organización a la par que realizaban sus propias escaramuzas y pesquisas. Irían por libre, y se guardarían el derecho de desobedecer sus órdenes si estas atentaban contra su integridad física o moral, así como la integridad de sus seres queridos. Yuu fue el primero en hablar y aceptarle como único jefe, junto a Shinya, su oficial íntimo. Mika alegó que iría donde fuera Yuu-chan, así que era equivalente a un sí. Poco a poco, uno a uno fue consintiendo. Guren se mostró satisfecho y les explicó brevemente las diferencias y las nuevas normas que se establecerían en el grupo. Estuvieron cerca de cuatro horas charlando, durante las cuales corrieron varios litros de té y bandejas de pastas, la mayoría devoradas sin piedad por Shinya. Yuu se preguntó acerca del milagro que permitía que no engordara lo más mínimo. Quizá se mataba a entrenar en el gimnasio.


Aprovechó la disolución de la reunión para acercase a él, cohibido.


-Lo siento –Se disculpó, titubeante. Shinya limpió las migas dulces de su comisura izquierda y sonrió.


-¿Por qué?


-No me disculpé apropiadamente por… bueno… eso –Señaló imperceptible su pierna ya recuperada.


-Vamos, Yuu, no tiene importancia –Agitó un dedo con aire paternalista-. Son gajes del oficio. Es obvio que vamos a salir heridos cada vez que combatamos. Esa es parte de nuestra misión, después de todo. No se puede evitar en muchos casos.


-Pero fue mi culpa por convertirme en serafín y actuar con imprudencia –De nuevo.


-Tratabas de salvar a Mika y me parece un acto noble y digno de alabanza. Yo habría hecho lo mismo por Guren –Su tono de voz se relajó y transmitió una gran dulzura, demostrando lo mucho que le amaba. Deseó que Guren no fuera un completo capullo y supiera estar a la altura de sus sentimientos y quererle como se merecía.


-Aun así, me gustaría que lo aceptaras –insistió. La sonrisa del peliblanco se amplió. Le dio unas palmaditas en el hombro, reconfortantes.


-Nunca tuve nada que perdonarte –La calidez que emanaba le envolvió en su dulce manto y sintió cómo el peso se desvanecía-. Eres un gran guerrero y un luchador nato, Yuu. No lo olvides. Mientras te mantengas en el camino correcto y luches por una causa justa, nadie tendrá que aceptar tus disculpas en el campo de batalla –Le dedicó una mirada misteriosa, todo ojos azules, antes de ir con el resto. Se quedó pensativo unos segundos, meditando acerca de sus palabras. ¿Realmente sabía cuál era el camino correcto? Durante años, estaba convencido. Mas el paso del tiempo, su experiencia y su entorno le hacían dudar de sus ideales y la línea divisoria entre bien y el mal se le difuminaba.


Pegó un respingo cuando Mika le dio unos golpecitos en la espalda, con semblante interrogativo. Se había formado un buen jaleo y los chicos gritaban y carcajeaban, animados. Yuu se regocijó al verles así; un grupo de adolescentes cualquiera comportándose como tal, distendidos y relajados. El rubio también parecía disfrutar del ambiente, pues la presión había desparecido y una diminuta sonrisa se dibujaba en sus labios. Guren y Shinya se fueron. Al verles marchar, un interruptor se encendió dentro de Yuu. Se disculpó ante Mika, con la promesa de que no tardaría en volver. Este se quedó paralizado y le aseguró que le aguardaría en su habitación. Todavía era demasiado pedir que permaneciera con el resto y socializara con ellos. No era su estilo.


Yuu les alcanzó en mitad del pasillo. Habían aprovechado la soledad para cogerse de la mano y se vio obligado a carraspear, incómodo. Guren se sobresaltó y se giró como un resorte, sorprendido, soltando enseguida la mano de Shinya. Este, al ver quién era, se negó a soltarle, lo cual irritó al teniente, que le empujó suave pero firme.


 


-¿Podemos hablar? –Se miraron un segundo y Shinya se despidió, cordial y atento y le deseó suerte con el “rancio de Guren”, el cual le gruñó en respuesta.


-Sígueme.


 


Le acompañó a una diminuta cafetería que usaban los soldados de alto rango y que nada tenía que ver con el comedor de la escuela. Aquel lugar no era de esparcimiento, sino un sitio al que acudir a tomarse un aperitivo antes de reanudar el trabajo. Guren se sirvió un café solo, sin azúcar ni ningún añadido. Le ofreció un chocolate a Yuu, haciéndole prometer que sería un secreto entre ambos y que Shinya jamás se enteraría por quitarles sus bebidas o los mataría. A ambos.


 


-¿Y bien?


-Sé que has trabajado en el proyecto del serafín. Shinoa me lo contó –No parecía especialmente sorprendido por aquella afirmación.


-¿Vienes a reprochármelo a estas alturas? Por utilizarte –Sus ojos brillaban con arrepentimiento, pero cambiaron tan veloces a su dureza habitual, que Yuu creyó habérselo imaginado.


-Enséñame a controlarlo –Se llevó una mano al pecho-. Quiero combatir usando al serafín.


 


La taza de café se quedó a medio camino, suspendida en el vacío hacia su boca. Procesó lo que había dicho, asegurándose de que no se había vuelto loco y de que había escuchado exactamente eso. Controlar al serafín. Yuu no desvió la mirada, demostrándole que iba en serio. No era una fanfarronada de tantas que solía soltar. Estaba siendo honesto, pues sabía que el dichoso ángel era un poderoso aliado si aprendía de él. Necesitaba luchar a su lado, no contra sus instintos destructivos. Era una importante arma que el Ejército poseía de su parte y con la que los vampiros no contaban pues, mientras siguiera perdiendo la conciencia y permitiendo que invadiera su cuerpo, no suponía una amenaza real, puesto que Yuu no podía emplearla a su antojo.


 


-Oh, por dios –Se cubrió la cara en un gesto desesperado y depositó la taza en la mesa-. Realmente tu cerebro está de adorno, ¿verdad?


-Si hay alguna forma de-


-No –le cortó, mostrando cierta irritación-. Trabajé en darle a Kureto un nuevo serafín y en averiguar de qué eras tú capaz. Pero los resultados fueron infructosos. Si no te ha matado aún es porque mantiene la esperanza de que sus investigaciones avancen. Yo me retiré de eso, viendo que eras una causa perdida –Chasqueó la lengua, molesto-. No tengo la más mínima idea de cómo lograrlo y, aunque la tuviera, jamás la compartiría contigo. Sería lo más parecido a abocarte a la muerte y no será la tuya la que recaiga sobre mi conciencia.


-¿¡Qué más te da!? ¡Participaste en esos experimentos por lo que eres igual de culpable que los demás! –le espetó, impaciente-. ¡Y llevas cientos de muertes a tus espaldas, por qué te importa una más si hay un mínimo de posibilidades!


 


No le vio venir. Su rapidez fue tal que en apenas un latido estaba empotrado contra la pared y la mano de Guren aferraba el cuello de su uniforme. Sus ojos amatista relucían furiosos y amenazantes. Yuu tragó saliva. Nunca había sido violento con él. No así, al menos. Por primera vez, tuvo miedo de Guren.


 


-¿Crees que estoy orgulloso de lo que soy o de lo que he hecho? –Apretó más su agarre. Su aliento le hacía cosquillas en los labios de la poca distancia que existía entre ellos-. No tienes ni idea de nada, solo eres un mocoso imbécil con aires de grandeza y que está convencido de que posee la clave para salvar el mundo. Pues escúchame bien. No seré yo quien te mande a una muerte segura. Una cosa es participar en un combate del que tienes posibilidades de salir vivo y otra es cavar tu propia tumba –Le soltó; Yuu perdió el equilibro, todavía sin recuperarse de la sorpresa, y cayó de culo al suelo, emitiendo un quejido. Guren le observó desde arriba, sin piedad. Implacable.


-¿Por qué debería preocuparte? –Carraspeó, incorporándose con pesadez-. Solo soy un peón. Todos somos peones en este estúpido juego macabro.


-Porque eres mi hijo –sentenció. Ya no existía esa frialdad en su gesto, más bien emanaba un cansancio antiguo, una responsabilidad que llevaba años gestándose sobre él-. Eres un completo gilipollas inconsciente, pero eso no quita que haya llegado a considerarte de mi familia. Y al igual que tú, quiero proteger a los que me son queridos –Yuu se estremeció, sobrecogido. Conocía el aprecio que le profesaba, por mucho que los intercambios de insultos fueran constantes. Mas oír su confirmación en voz alta era harina de otro costal. Su corazón palpitó con cierta calidez, mientras tomaba la mano que le ofrecía para incorporarse.


-¿Entonces me tomo eso como un no? –Guren se pinzó el puente de la nariz y respiró hondo varias veces antes de echarle a patadas de allí. Bueno. Al menos lo había intentado.


 


Regresó por donde había venido. A pesar de que Mika había prometido esperarle en su cuarto, entre Shinoa y Mitsuba le habían retenido. El vampiro estaba sonrojado y mostraba una expresión de no saber dónde meterse que a Yuu le hizo gracia. No podía decir que las cosas fueran genial entre ellos, pero al menos ambas partes lo estaban intentando. Unos más que otros. Kimizuki se mantenía al margen del acoso al que le estaban sometiendo las chicas, mientras que Yoichi era ignorado sistemáticamente cada vez que trataba de aplacar dicho acoso.


 


-Eh, ¿qué le hacéis al pobre Mika? –Intentó usar un tono pseudo-agresivo pero no logró ocultar del todo su diversión.


-Ya que tú eres tan rancio y cerrado, tratamos de saber si sigues siendo o no un cherry boy.


 


Si la cara de Mika pudiera explotar igual que las bombillas cuando se sobrecargan, lo habría hecho. Yuu tampoco se quedaba atrás. Primero el aire se fue de sus pulmones. Luego empalideció y, por último, la sangre se acumuló en sus mejillas.


 


-¡Deja en paz mi vida sexual! –exclamó. Quizá demasiado alto. Shinoa sonrió con maldad.


-Uy, ¿eso significa que tienes?~ -inquirió, esbozando una sonrisa pícara.


 


Yuu hundió las manos en los bolsillos, molesto y avergonzado a partes iguales. Por suerte para él, comprobó que Mika no lo estaba pasando mucho mejor. Rozó con la yema de los dedos el plástico de la caja de las pastillas que aumentaban su fuerza. Se había obligado así mismo a llevarlas siempre encima por lo que pudiera pasar.


 


-Mika, nos vamos –anunció tajante, girándose como un resorte hacia la puerta. Escuchó su supiro aliviado y las quejas de la Hiragi.


 


Pateó el pasillo en dirección a su dormitorio, seguido de un “espera, Yuu-chan”. Su respiración se calmó cuando pudo tirarse de golpe en la cama, haciendo rebotar el colchón bajo el peso de su cuerpo. El rubio cerró la puerta y se sentó a sus pies.


 


-Si te comportas así, solo les das más motivos para sospechar –Se estiró semejante a un gato, exponiendo los colmillos puntiagudos al bostezar.


-¡No puedo evitarlo! ¡Tocan mi punto sensible! –bufó.


-Oh, créeme, solo yo puedo tocar tu punto sensible –sonrió ladino. El sonrojo regresó a sus pómulos y se incorporó lo suficiente para descargar un puñetazo en el lateral de su brazo-. De todas formas, ¿tanto te molestaría que supieran que tenemos una relación? –Realizó la pregunta de forma casual, fingiendo que la respuesta le era indiferente; sin embargo, le conocía lo suficiente como para saber que le interesaba demasiado.


 


Yuu frunció el ceño. Bueno, era evidente que esa relación existía, pero seguía sin saber clasificarla. Y eso era un problema, porque temía el día que Mika quisiera una confirmación de sus sentimientos. Sabía que no pretendía presionarle, así como que su paciencia no era infinita y no podía continuar dándole largas al respecto. En ningún momento habían hablado de ser “novios” y esa palabra se le antojaba cargada de significados y le daba mariposas en su estómago.


 


-No les interesa lo que hagamos o dejemos de hacer –replicó, desviando un tanto el tema. Mika frunció el ceño, aunque no dijo nada.


 


En silencio, se acurrucó al lado de Yuu y pasó las manos por su pelo azabache, en movimientos lentos y fluidos. Este suspiró imperceptiblemente, perdiéndose en sus ojos carmesíes. Siempre le sorprendía la intensidad con que brillaban, sobre todo si estaba mirándole. Parecía que su tono rojizo aumentaba un par de voltios si estaba en su campo de visión y, en cierto modo, le enorgullecía ese cambio. Sin necesidad de que se lo señalaran, era consciente de que a su verdor le ocurría lo mismo.


 


-¿Qué hablabas con Guren? –soltó de repente. Mika no era una persona curiosa, excepto si tenía que ver directamente con la seguridad o felicidad de Yuu. Así que no podía engañarle, al menos no del todo, ¿eh?


-Cuestiones de supervivencia –respondió, parco en palabras-. Un manual sobre cómo sobrevivir a un apocalipsis vampírico sin morir en el intento o algo así.


-Yuu-chan, “sobrevivir” implica “no morir” –matizó.


-Oh, vamos, cállate, tú me has entendido –Le golpeó el hombro y él se quejó.


-Puede que suene cursi, pero quiero aprovechar los días de relativa calma que nos quedan –Su voz fue apenas un susurro, mientras detenía las caricias y le apretaba por la nuca para acercarse más.


-Vamos a ganar. Es una promesa –aseguró, tanteando en busca de su mano libre. Entrelazó los dedos.


-Tendré que creerte. Yuu-chan nunca incumple sus promesas –sonrió. Yuu se fundió en el beso con una mueca de tonta felicidad.


 


Tres días después, el Ejército Imperial se puso en marcha. Año y medio después, una segunda batalla en Nagoya había comenzado.


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