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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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-No quiero interrumpir este momento tan emotivo, pero creo que Mika necesitaría ayuda… -dijo Yoichi, la voz de la cordura.


 


Yuu pegó un respingo y regresó su atención hacia Mika, que continuaba apoyado en su pecho. Aunque era pálido de por sí, su tez parecía cristalina, más semejante a una muñeca de porcelana que a un vampiro.


 


-Necesita alimentarse –añadió Yuu, con el entrecejo fruncido-. Debo llevarle a casa.


-Espera, Yuu. –Shinoa se adelantó unos pasos-. El cuartel general queda más cerca de aquí. Además, tú también tienes algunos rasguños, podríamos encargarnos de los dos. Y de paso darle un informe detallado a Guren con el testimonio de cada uno –dijo, temerosa de la reacción que pudiera tener Mika ante su proposición.


 


Mika apretó los dientes, dejando los colmillos al descubierto.


 


-No quiero estar rodeado de humanos. –Yuu apreció que al menos el adjetivo “sucios” no saliera de sus labios. Se debatía entre las dos opciones. No quería que Mika se sintiera incómodo e hiciera incomodar a los demás, pero Shinoa tenía parte de razón.


-Mika –le miró a los ojos-. Estaremos allí hasta que te hayas alimentado y yo me haya desinfectado los arañazos y raspones, ¿vale? Te prometo que enseguida estaremos de vuelta. –Para enfatizar sus palabras, le dedicó una sonrisa confortante y su mejor cara de cachorro. Como supuso, las defensas de Mika se tambalearon.


-Pero Yuu-chan…


-Por favor. –Pegó su frente a la de Mika, su pelo apelmazado por el sudor y la sangre. La fortaleza del vampiro se derrumbó.


 


Caminaron en silencio hacia el cuartel, el escuadrón por delante y Yuu y Mika rezagados. El moreno se sentía culpable por obligarle a relacionarse con humanos aun sabiendo cuánto los odiaba. Sin embargo, no iba a consentir que eso fuera un impedimento si se trataba de su salud. Mika lucía enfurruñado; apretaba con fuerza la mano de Yuu, lo que no era una mala señal. A Yuu le daba vergüenza ir así, como si fueran una pareja. Pero no quería negarle nada después de arrastrarle a la guarida del Ejército Imperial.


Guren les recibió, lo cual era una sorpresa teniendo en cuenta que el noventa y nueve por ciento de las veces era imposible verle. Condujo a los chicos a la enfermería, donde tratarían a Yuu y a Mika. No lo dijo abiertamente, pero le extrañaba ver a Mika en aquel lugar. Mika estaba aún más extrañado por estar allí. Por suerte, era de madrugada y no había gente pululando por los pasillos, lo cual agradecieron. Shinoa se encargó de los rasguños de Yuu mientras le relataba a Guren lo que había acontecido durante la patrulla. Su expresión se endurecía a la par que cada uno daba su testimonio. Él tampoco se esperaba semejante violencia o preparación por parte de los vampiros. Las vigilancias nocturnas (pues bien era sabido que en las horas de sol los chupasangres eran vulnerables y por tanto no suponían un peligro) estaban destinadas a controlar las calles y asegurarse de que nada fuera de lo normal sucedía. Era bastante raro encontrarse con motines vampíricos y más que estos estuvieran aparentemente organizados. El teniente coronel le pidió a la capitana del escuadrón un informe detallado al respecto.


 


-Oye, estúpido Guren, ¿podrías traer viales de sangre? Mika tiene que reponerse, por si no te has dado cuenta –replicó Yuu cuando estuvo vendado.


-Mocoso, podrías mostrarme más respeto. –Se cruzó de brazos, resoplando-. De todos modos, la sangre de vampiro no le hace nada, así que no será necesaria. –Yuu abrió los ojos, mirando alternativamente a Mika y a Guren.


-¿Cómo que no le hace nada? –No estaba claro a quién dirigía la pregunta.


-Vaya, vaya. Creo que los tortolitos tiene muchas cosas de las que ponerse al día. Será mejor que les dejemos a solas, chicos.


-¡Oye, Guren! ¡Responde! –exigió, levantándose del taburete en el que había permanecido mientras Shinoa le ponía las tiritas-. ¡Y no nos llames tortolitos, bastardo! –Hizo ademán de golpearle el brazo. Guren le esquivó con una carcajada y un movimiento de hombros.


-Ah, maldito mocoso, eres como un grano en el culo, ¿lo sabías?


-Eh, chicos, ¿no tenéis hambre? –interrumpió Yoichi, tan conciliador como siempre-. Me cruje el estómago y después de esa pelea nos merecemos comer algo.


 


Kimizuki y Mitsuba asintieron y le siguieron la corriente. Shinoa le dedicó una mirada de ánimo y arrastró a Guren fuera de la enfermería antes de que Yuu pudiera pegarle el puñetazo que deseaba.


 


-Bien. –Se dejó caer en la cama, al lado de Mika, que no había abierto la boca desde que entraron en el cuartel-. ¿Algo que decir al respecto? –Intentó sonar despreocupado y natural, pero era evidente que saber que Mika le ocultaba información importante le ponía de los nervios y de malhumor. Se suponía que ser familia les convertía en honestos el uno con el otro.


-Yuu-chan… -Jugaba con las sábanas, apretándolas entre sus dedos. Su cabeza estaba gacha, su atención enfocada en sus pies.


 


Yuu no habló. No dijo nada. Tan solo permaneció a centímetros de Mika, impasible. Cuando estuviera preparado para sincerarse, lo haría. No quería presionarle. Suficientes cosas horribles habían pasado esa noche. El moreno bostezó. Al final su misión se alargó más de lo esperado y deseaba meterse en su cama y dormir. Mika parecía inquieto. Yuu se relajó. Se deslizó ligeramente y recostó su cabeza en el hombro del vampiro. Este se sobresaltó y eso le sacó una risa baja. Las ondas rubias de Mika se entremezclaban con su cabello sucio y negro.


 


-Mi cuerpo no puede sobrevivir a base de sangre vampírica, Yuu-chan. –Sonaba como un susurro-. En realidad, no puede desde que me convertí en vampiro completo. Si no me alimento apropiadamente de sangre humana sufro grandes dolores, igual que antes de la transformación. –Yuu se tensó.- Era consciente de ello, pero no quería admitirlo porque eso sería igual que admitir que tendrías que ser mi nevera personal y que te estaría utilizando igual que esos sucios humanos. –Apretó el puño, clavándose las uñas. Yuu permaneció estático, esperando a que cesara de hablar-. Ya es duro ser un monstruo como para que encima…-Se apagó en un murmullo.


-Eh. –Golpeó con suavidad su antebrazo-. No puedo ser tu nevera por el simple hecho de que soy más atractivo que una nevera –dijo, serio. Mika rio. Yuu se deleitó con su risa. ¿Por qué no podía reír siempre? -¿O acaso insinúas que mi belleza está al nivel de una nevera? –Continuó, bromeando.


-Eres atractivo.


 


Los ojos de Mika quemaban, fijos en él. No podía verlos directamente, pues seguía descansando en su hombro, pero los notaba. Quería creer que Mika seguía burlándose, más su tono le convenció de lo contrario. Se incorporó, lo justo para quedar frente a frente. Sus pupilas estaban dilatadas y el rojo brillaba. Era hipnótico.


 


-Tienes que beber sangre, ¿recuerdas? –Se desabrochó el primer y el segundo botón del uniforme, dejando ambas clavículas al descubierto-. Y ahora no podrás quejarte ni oponerte porque no tienes alternativa.


-Odio no tener alternativa –dijo, tragando saliva y recorriendo las porciones de piel desnuda del moreno.


-Odio que seas tan jodidamente terco y pienses que me puedo romper en cualquier momento –replicó.- Soy más fuerte de lo que crees, deja de tomar decisiones en base a lo que yo quiero o dejo de querer cuando ni siquiera lo sabes. Desde el maldito día en que te ofrecí mi sangre supe las consecuencias a las que me enfrentaba, estar atado a ti y ser tu fuente de alimento. Opinas que todo esto lo hago por ti y que me supone un sacrificio, cuando en realidad estoy feliz de que alguien me necesite. –Paró para tomar aire-. Te he recuperado, Mika. Estás conmigo y eso es lo que me importa. Y darte mi sangre es nimio comparado con lo que sería capaz de hacer para mantenerte a mi lado.


 


Mika temblaba. Había enmudecido. Su rostro, una expresión de agradecimiento sincero que conmovió a Yuu. Mika se aproximó, rompiendo la distancia. Sus largos brazos en la cadera de Yuu, las manos de Yuu en los hombros de Mika, la boca de Mika en la línea de su mandíbula, el corazón de Yuu en sus oídos. Sus labios dibujando un delicioso camino por su cuello, yugular, hombros. Yuu no respiraba. Sus sentidos envueltos por el magnetismo de Mika. Todo era Mika. Le resultaba increíble que un acto desagradable como que un vampiro te chupe la sangre fuera embriagador si se trataba de Mika. Porque siempre se trataba de Mika. Gimió cuando los colmillos se hundieron en la carne. Succionaba, despacio, sin prisa, con deleite, pasando la lengua en círculos debajo de la herida, calmando y acariciando el dolor de Yuu. Este sentía cada curva, cada hueso, cada espacio de Mika sobre él. Un vínculo irrompible que los ataba, una conexión inquebrantable.


Se retiró con cuidado, lamiendo los restos de sangre del mordisco y sus propias comisuras. Yuu sabía que su aspecto era ridículo, enseñando el pecho, con las mejillas ruborizadas y el pelo completamente fuera de su sitio. En cambio, Mika lucía tan… hermoso. Lleno de vida. Yuu se vistió, jadeando. No podía negar lo sexual que subyacía en ese acto y cómo reaccionaban sus hormonas. ¿En serio un humano respondía así cuando un vampiro bebía su sangre? Por las escenas que había tenido el horror de presenciar, lo dudaba. Quizás fuera la magia de Mika. Esperaba que solo él tuviera el privilegio y placer de participar de esa magia. Se abrochó, procurando no tocar la parte hinchada donde permanecía la marca de Mika y calmando su agitación. Inútilmente.


 


-Bien, ahora me toca comer a mí –le sonrió, mostrando una tranquilidad que no sentía.


-Voy yo a buscarte algo, no quiero que te desmayes por la pérdida de sangre. –Se ofreció, servicial.


-Podrías perderte, este lugar es grande. –Negó con la cabeza-. Tardo un minuto, no te muevas de aquí.


-¿Adónde podría ir? –contestó, mordaz.


 


Salió de la enfermería, asegurándose previamente de que Mika estaba bien. No le gustaba dejarle solo en el cuartel. Anduvo por los pasillos con paso apresurado, con las monedas repicando en sus bolsillos. Hileras de puertas le perseguían a ambos lados. Una de ellas, a su izquierda, estaba entreabierta. La luz se filtraba por la rendija.


 


-Guren, no es el momento más apropiado para esto. –Yuu estaba seguro de haber escuchado esa voz en alguna parte.


-Estamos solos. –El moreno se detuvo en seco. El tono de Guren había sonado… ¿meloso?


-En realidad no, tus corderitos están en las instalaciones, ¿recuerdas? –Ah, era Shinya, el hombre de pelo blanco que a veces acompañaba al general. Yuu se pegó a la pared.


-Unos están en la cafetería y Yuu y su novio se encuentran en la enfermería, nadie nos va a molestar.


 


Maldito desgraciado, ¡no eran novios! Estaba a punto de marcharse, cuando un sonido le detuvo. Un gemido. Pero qué coño… La curiosidad venció al sentido común y se asomó por la abertura, sin hacer ruido. Shinya se encontraba recostado contra el escritorio, cubierto de papeles y carpetas. Guren le acorralaba, con las manos a cada lado del otro. Yuu tenía suficiente experiencia (aunque debido a algo totalmente distinto) como para saber que el teniente coronel jugaba con su cuello. Shinya permanecía con los ojos cerrados, sonrojado, e intentaba morderse el labio inferior para no jadear. Guren subió sus manos lentamente, metiéndolas bajo la chaqueta de uniforme. Shinya arqueó la espalda y Guren le besó, preso de la lujuria.


Yuu los contemplaba anonadado. Se alejó de allí, apresurado, tratando de asimilar la escena que acababa de presenciar. ¿Pero qué cojones? ¿Guren y Shinya? ¿De verdad Guren, que era como un padre para él, estaba haciendo ese tipo de cosas con un hombre? Su mente planeó hasta Mika. Sacudió la cabeza; por qué coño le recordaba a Mika. Por qué demonios había pensado en él al pillarlos en pleno… eso. La cara le ardía. Llegó por fin a las máquinas expendedoras. Presionó los botones de los refrescos y la comida aleatoriamente, demasiado perturbado como para importarle con qué llenarse el estómago.


Joder. Joder. Joder. El suceso se repetía en bucle mientras regresaba. Guren besando a Shinya con naturalidad y deseo, atrapándole con su cuerpo. Guren acariciándole. Shinya disfrutando. Mika recorriendo su garganta con la lengua, desplazándose en círculos por sus clavículas, rozándole con los colmillos… Espera. ¿Mika? ¿En qué puñetero momento se había colado él en esa imagen? Tenía las pulsaciones a mil, las mejillas encendidas. Mika. Mika. Mika. ¿Cómo sería besar a Mika? ¿Sería salvaje como Guren? No. Sería dulce. Sencillo. Íntimo.


El vampiro le observaba desde la cama, en la que había permanecido sin moverse. Yuu parpadeó y entró como una exhalación. Era muy consciente de las cosas indecorosas que ocupaban su mente y de lo alterado que debía parecer. Mika arqueó una ceja.


 


-¿Yuu-chan?


 


El moreno tomó asiento a su lado. Separados. Todo lo separado que le permitía la longitud de la cama. Destapó la botella con torpeza para refrescarse. Frío. Nieve. Antártida.


 


-¿Yuu-chan? –Agitó un brazo delante de él, para sacarle de su estupor.


 


Helados. La mirada de Kimizuki. Invierno. Yuu hundiéndose en una bañera de cubitos de hielo. Le dio un trago a su bebida. Era zumo de melocotón. No estaba entre sus favoritos pero podía haber sido peor, después de su elección al azar. Mierda. Mika estaba cerca. Muy cerca. En realidad, no tan cerca, pero sí lo suficiente como para que sus hormonas se dispararan. Mika en su cuello; Guren y Shinya besándose. Él besando a Mika. Pensamientos inconexos giraban en su mente y le alteraban.


 


-Yuu-chan, ¿pasa algo?


-¿Eh? –Podría haber dicho algo más ingenioso, pero su mirada no quería dejar de centrarse en los labios de Mika y se estaba volviendo loco.


 


A trompicones, le relató lo que había visto cuando se dirigía a las máquinas. Sin detalles, lo justo para que se hiciera una idea.


 


-Quién diría que Guren tenía ese tipo de sentimientos –dijo, con una risita-. Bueno, que tenía sentimientos en general.


-Sí, es tan raro. Y más siendo hombres –dio otro sorbo al zumo.


-¿Lo que te sorprende es que sean hombres? –inquirió.


-Bueno, sí, eh, ¿no? –balbuceó, nervioso.


 


Joder Mika, no te acerques tanto. O sí. Acércate más. No sé.


 


-Entonces, Yuu-chan –sonaba sugerente. Muy sugerente-. Si yo te besara, ¿sería repugnante? –preguntó con inocencia.


 


Mika, maldito bastardo. No finjas una puta inocencia que no sientes ahora mismo. Mierda. Qué se suponía que tenía que contestar a eso. Se sentía como esas novelas románticas que leía Shinoa, en las que las novias ponían a prueba a sus parejas para ver su reacción.


 


-N-nada puede ser repugnante contigo –tartamudeó, abrumado. Su cerebro está hecho papilla-. ¿A qué viene eso? I-idiota.


 


Mika estaba TAN cerca. Tan puñeteramente cerca que Yuu tuvo el impulso de cogerle por su camiseta y tirar de él y hacer algo. No sabía qué. Pero algo. Lo que fuera para apagar el fuego que escalaba por sus entrañas.


 


-¿Eso crees? –Sus labios se contorneaban en una media sonrisa. Yuu podía oler su aliento. Sus narices casi chocando. Estaba seguro de que se escucharían sus latidos por todo el cuartel general en ese momento.


-¿S-sí?


 


Cayó en la trampa. La trampa más deliciosa del mundo. Yuu juró que cuando sus labios se unieron, saltaron chispas y prendieron incluso a las estrellas. La electricidad se expandía por sus extremidades. Shinoa, la ya nombrada adicta a las novelas de amor, le había explicado en alguna ocasión cómo funcionaba el primer beso. Sí, las misiones podían llegar a ser tremendamente aburridas. Sin embargo, en sus historias no hablaba de que tu corazón podía colapsar; de que tus pulmones se olvidarían de funcionar; de que las conexiones nerviosas partían desde el punto en que recibías el beso y de ahí se extendían, acaparando la totalidad de tus células; esos libros no contemplan la posibilidad de que, con toda probabilidad, ese efímero instante sea el que cambie tu vida. Simplemente, porque esos autores no saben lo que es que Mika te bese.


Sintió con tal intensidad que temió romperse. Sus bocas permanecían cerradas y Yuu se preguntaba cómo sabría Mika. A metal, quizá. Este se apartó, de repente. Demasiado pronto. Se miraron unos instantes, sus pechos subían y bajaban y sus pómulos presentaban el mismo color rojizo.


 


-Toc, toc, ¿interrumpo? –Shinoa estaba de pie, con los nudillos golpeando el marco de la puerta. Yuu pegó un respingo, asustado. Escrutó su cara, buscando evidencias de que había sido testigo de lo que acababa de ocurrir. Parecía que no-. Vine a ver qué tal estabais.


-Oh, bien, gracias. –Yuu se apresuró a romper el plástico que envolvía su sándwich, disimulado. Mayonesa, salmón ahumado y pepino. Serviría.


-Me alegra ver que tu herida se ha curado –señaló a Mika. El vampiro asintió despacio.


 


La relajación y comodidad que se apreciaba en su aura segundos atrás, desapareció por completo con la entrada de Shinoa.


 


-Los chicos querían venir a visitaros antes de que volvierais a casa, pero creí que os agobiarían; en especial a Mika. Así que les prometí que me despediría de su parte. –Yuu agradeció el gesto de su amiga en pos de Mika-. También os traje esto.


 


De su mano izquierda colgaban dos bolas, que depositó en la cama, cuidando de mantener las distancias con Mika.


 


-Ya que perdimos los abrigos durante la pelea y Mika no ha venido con mucha ropa, pensé que podríais tener frío al regresar. Así que tomé prestadas unas cuantas capas del uniforme. Espero que sean de vuestras tallas.


 


Shinoa intentaba ser lo más cortés y amable posible con Mika, dirigiendo su atención de vez en cuando a él, incluyéndole en la conversación y procurando no ignorarle. Quería caerle bien y eso se notaba en sus esfuerzos. Yuu echó un vistazo a Mika mientras este rebuscaba en la bolsa, miró a Shinoa y dibujó en sus labios un “gracias”. Esta negó con la cabeza, dedicándole una sonrisa. Mika se incorporó, echándose la capa por encima y ajustándosela. Le quedaba bien, pero a Yuu le gustaba mucho más con el uniforme de los vampiros. A pesar de lo que eso implicaba.


 


-Gracias. –Ambos se sorprendieron. Mika miró fijamente a la joven.


-No hay de qué. Eres familia de Yuu, después de todo. Eso conlleva que nos preocupemos por ti –respondió Shinoa, recobrada del asombro inicial. No era la primera vez que Mika le dirigía la palabra, claro, pero sí la primera que no decía algo desagradable hacia ella o cualquier humano en general. Lo cual era frecuente.


 


Tras comprobar que las capas les quedaban bien, Shinoa se fue. Murmuró emocionada algo parecido a “El MikaYuu es real”, fuera cual fuera el significado de eso. Aunque Yuu sospechaba que era malo. Al menos para él. Una vez estuvieron listos y Yuu hubo cenado, abandonaron el cuartel general. El cielo estaba despejado y cuajado de estrellas. No hacía muy mal tiempo, por lo que pudieron disfrutar del paseo de media hora hasta su casa.


 


-Mika, gracias por intentarlo con mis amigos. –Yuu pateó una piedra. A los lados de la carretera, escombros y esqueletos de edificios que fueron y ya no son yacían alineados.


-Sigo sin tener una buena opinión de ellos, lo sabes –contestó, con un suspiro cansado-. He comprobado que te aprecian de verdad y que realmente les importas. Lo cual supone mucho para mí porque sé que si me pasa algo tienes a gente que te valora casi tanto como yo. Pero aún no confío en los humanos…


-Lo sé, lo sé. No tienes por qué disculparte al respecto. Sé cómo te sientes, por eso me hace feliz que te esfuerces. De todas formas, ¡no seas gafe! –Hizo un mohín-. No te va a pasar nada, aquí estoy yo para protegerte-. Mika soltó una carcajada y se arrebujó en su capa.


-Tú eres la princesa, ¿recuerdas? Más bien es al revés.


-Eres un bastardo, ¿lo sabías? –Pellizcó su mejilla.


-Eso me han dicho –le dedicó una bonita sonrisa y Yuu giró la cara, evitando que viera su sonrojo.


 


Se encontraba agotado. Ese día había estado lleno de emociones. Unas más bonitas que otras. Vigiló a Mika por el rabillo del ojo. No habían comentado nada acerca de ese beso y el vampiro no mostraba ningún cambio en su actitud. Sin embargo, la cabeza de Yuu era un hervidero.


 


-Por cierto, ¿cómo nos encontraste? ¿Y cómo sabías que estábamos en peligro? –inquirió, curioso.


 


Mika se llevó la mano al pecho. Al corazón.


 


-Digamos que el beber de tu sangre me permite sentirte con más… fuerza. Simplemente supe que algo ocurría y que estabas en problemas. Como siempre –suspiró.


 


Yuu le dedicó una mueca malhumorada. Por suerte, Shinoa se había olvidado de darle un sermón por su desobediencia. El silencio se hizo presente de nuevo. Aunque no en su cabeza, a la cual retornaban una y otra vez los mismos recuerdos.


 


-Oye, Yuu. –Se puso alerta-. Si Guren es un padre para ti… -Pausa dramática. Se volteó, con una sonrisa divertida que a Yuu le dio mala espina-. ¿Eso convierte a Shinya en tu madre?


-Serás un pedazo de… -Su puño salió disparado, dispuesto a impactar contra el pecho de Mika.


 


Pero este ya corría por delante de él, previendo su reacción. Su capa ondeaba a su paso, movida por la suave brisa invernal. Su risa, su bendita risa, retumbaba en la ciudad fantasma. Yuu alzó la vista, deteniéndose en las estrellas parpadeantes que iluminaban con su tenue resplandor. Les envió una breve plegaria. Pasara lo que pasara, sería capaz de preservar la risa de Mika. No dejaría que se extinguiera.


Comenzó a perseguirle.

Notas finales:

¡Y eso es todo! Me moría por escribir algo GureShin porque me encantan estos dos, espero que os haya gustado. Cualquier comentario es bienvenido <3


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