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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

¡Aquí regreso! Sé que la temática de este capítulo va con un "poco" de retraso con respecto a las fechas en las que estamos, pero es que lo escribí para el día 25 de diciembre. Aprovecho así para desearos feliz Navidad y feliz año 2016.


También comentaros que me voy unos días de vacaciones por lo que voy a tardar más de lo habitual en actualizar, ¡lo siento por eso!


Gracias por todos vuestros comentarios, de verdad <3


Y por darle tan buena acogida a este par de niños bonitos.

Rodó por la cama, paladeando la sensación mullida y confortante del edredón envolviéndole. Hacía rato que se escuchaba a Mika ir de un lado para otro en la planta baja, tarareando a intervalos irregulares alguna canción desconocida. Estaba seguro de que escapaba de los roles vampíricos, pues no era normal que en sus horas más vulnerables tuviera esa energía. Tal y como Yuu se había prometido así mismo, el día de Navidad transcurría en la pasividad absoluta. No había asomado ni un pie al malévolo y congelado exterior. Es decir, fuera del cubículo protector y cálido de su colchón. Creía que Mika le cogería por el tobillo y le arrastraría sin piedad, pero por ahora se mantenía a salvo. De momento. Los sonidos le llegaban amortiguados. Desconectó de lo que le rodeaba y trató de conciliar de nuevo el sueño. Total, no tenía nada mejor que hacer. A pesar de su última e intensa conversación, pudo pegar ojo durante la noche. En el fondo, se había quitado un gran peso de encima al confesar que ninguno de los dos estaba dispuesto a encasillarse en un concepto que se ajustara a lo que tenían. Podían seguir actuando igual, sin presiones. Le ponía un poco nervioso no saber si Mika le iba a atacar sin aviso, besándole de repente o algo parecido. Más confiaba en que le diera su espacio y no le agobiara.


 


-¡¡Yuu-chan!! –Un estruendo resonó en sus tímpanos. La puerta prácticamente se estrelló contra la pared. Tsk. Estaba visto que la paciencia de Mika tenía un límite. -¡Sal de la cama ahora mismo!


 


Yuu gruñó, ocultándose bajo las sábanas. Como si eso pudiera salvarle de la ira de un vampiro. Una mano tiró de ellas, dejándole a descubierto del pecho hacia arriba.


 


-Aaaw, Mika, déjame –rezongó, hecho un ovillo aun con los ojos cerrados.


-¡De eso nada, nevera con patas! –exclamó, iracundo.


-¿Nevera con patas? Eso es cruel. –Le dedicó su mejor cara de cachorro, puchero incluido. –Sé que Mika-chan en el fondo es alguien gentil.


-¡No me hagas la pelota! –replicó. Alzó un objeto en el aire, amenazante. Solo entonces Yuu vio con claridad que Mika llevaba una escoba. Este le apuntó con el palo, a escasos milímetros de su frente-. Son las cuatro de la tarde. Ni has desayunado ni has movido un maldito dedo. Respirar no es tu único cometido en esta casa, Yuu-chan. –Entrecerró los párpados, en un gesto indicador de que, efectivamente, Yuu estaba pasando olímpicamente las tareas domésticas. Otra vez-. Si no quieres que te haga picadillo ya estás moviendo tu precioso culo –concluyó, sacando a relucir los colmillos.


-Me halaga saber que tengo un culo precioso. –Se incorporó, quedando sentado al borde de la cama.


-¡¡Yuu-chan!!


-¡Vale, vale! –Ofreció sus palmas en señal de rendición-. Pero ya te advertí que mi plan era dormir el día entero –bostezó.


-Eso no va a ocurrir mientras yo siga aquí. –Le dio un suave escobazo en la cabeza-. Dúchate, come algo y ayúdame a limpiar.


-¿Desde cuando eres mi madre? –replicó, estirándose como un gato.


-Desde que el idiota de Guren actuó como un padre dudoso y fue incapaz de inculcarte un mínimo de disciplina. Estúpido humano inútil –masculló, arreglándose el pañuelo que le cubría el pelo para que no se le manchara de polvo.


-Hoy estás muy ofensivo. –Puso mofletes.


-Llevo en pie desde las ocho de la mañana, intentando dejar la casa decente mientras tú roncabas aquí a pierna suelta. No pretendas que esté feliz. Además, hoy hace un sol espectacular lo que me pone aún de peor humor –siseó. Su tolerancia a la luz solar no era muy buena.


-Dame quince minutos y estoy disponible –esbozó una bonita y angelical sonrisa. Depositó un beso en su mejilla y fue hasta el baño, dejando a Mika estupefacto en mitad del dormitorio, tocando allí donde le había besado. Yuu casi pudo palpar su sonrisa.


 


En quince minutos exactos, Yuu estuvo vestido y desayunado. O almorzado. Dependiendo de cómo se mirara. Mika le esperaba junto al árbol de colores. Su expresión se había suavizado y su enfado disipado. El efecto milagroso de los besos de Yuu-chan. Aunque trataba de mantener un gesto severo, Yuu supo que se había ablandado. El resto de la tarde, Yuu se ocupó de hacer que las ventanas brillasen, las telarañas más rebeldes se rindiesen, el suelo capturara sus reflejos y el más oscuro rincón quedara libre de polvo. Bajo estrecha vigilancia de Mika, que no le quitaba los ojos de encima. Incluso estando en estancias distintas, el vampiro le acechaba de vez en cuando, asegurándose de que no se escaqueaba y cumplía con su trabajo.


 


-Ni que fuera tu esclavo –lloriqueó Yuu, en la octava revisión que hacía Mika de su limpieza. En serio, ese maldito vampiro era todo un explotador.


-A estas alturas, no pretendas que me fie de ti –dijo por toda respuesta, deshaciéndose del pañuelo y dejándose caer al lado de Yuu, que yacía tirado en medio del pasillo de la planta inferior-. Has hecho un buen trabajo, Yuu-chan –le alentó. Este sollozó, dramático.


-Eres cruel. Quiero al menos una recompensa.


 


Mika se giró, mirándole fijamente.


 


-Estoy pensando en la recompensa ideal por tus esfuerzos. –Compuso una mueca pervertida.


-I-idiota –Yuu se sonrojó y golpeó su rodilla.


 


Mika rompió la distancia. Unió sus labios con delicadeza, besándole sin prisa. Yuu le aprisionó por la cintura, tímido al principio, firme después. Bueno, si Mika quería darle ese tipo de recompensas, era hora de plantearse seriamente el convertirse en ama de casa. El vampiro podía ser muy convincente. Yuu desfiló la lengua por sus colmillos, estremeciéndose por lo punzante de estos. Mika acariciaba sus riñones y Yuu percibía cada centímetro que tocaba. Mika se separó, inhalando una bocanada de aire. Yuu le imitó. Sus pómulos ardían, igual que el deseo que reflejaban los ojos de Mika. Yuu tembló. Ver lo que provocaba en él le intimidaba y le regocijaba a partes iguales. El vampiro se puso en pie de un salto y le ofreció su mano.


 


-Al final se nos ha hecho tarde –comentó, contemplando pensativo el reloj de la cocina.


 


Yuu iba a reprocharle que era culpa suya cuando el timbre sonó. Era raro tener visita a esas horas. Era raro tener visita en general. El moreno abrió. Ante él, una sonriente Shinoa saludaba, agarrada del brazo de Mitsuba, claramente fastidiada porque Shinoa la estuviera rozando si quiera. Detrás, Yoichi lucía entusiasmado, ignorado a Kimizuki cuyo aspecto era el de alguien que deseaba ser devorado por jinetes del apocalipsis hambrientos antes que estar allí. Yuu se inquietó. No entendía qué hacían delante de su casa, pero sí que Mika les haría pedacitos si les veía. Pedacitos tan pequeños que el viento los arrastraría lejos.


 


-¿Se puede saber qué demonios hacéis aquí? –cuchicheó, inquieto, mirando de uno en uno a los presentes, cambiado el peso de un pie a otro.


-Oh, qué puntuales. –Oyó la voz de Mika desde atrás.


-¡Mika!


 


Shinoa saludó con efusividad mientras Yuu paseaba su estupefacción de una persona a otra, sin entender nada. Mika sonreía tímido, invitándoles a pasar. Les indicó dónde se encontraba la cocina, ya que todos ellos portaban varias bolsas que podían colocar en la mesa y la encimera. Yuu cerró la puerta, con el desconcierto pintado en su cara. Les siguió a la cocina. Mika se afanaba por señalar el lugar adecuado en el que depositar la enorme variedad de obentos y tuppers que salían sin cesar de las bolsas de plástico. Yuu parpadeaba, preguntándose si Mika le habría drogado mientras él no miraba o si se habría quedado dormido sin darse cuenta. Yoichi iba diligente de un lado a otro, acatando las órdenes amables de Mika y ayudándole en lo posible. Kimizuki destapaba los envases de plástico, organizándolos según algún tipo de criterio solo entendible por él. Mitsuba y Shinoa discutían acerca de quién había quemado menos alimentos en el proceso hasta llegar al resultado final.


Yuu permanecía estático en la puerta, cuestionándose el poder sugestivo de la imaginación y de los sueños. Era evidente que aquella estampa cotidiana, hogareña, relajada y definitivamente animada y para nada opresiva, no era real. O sea, Mika no estaba intentando destripar a ninguno de sus amigos ni soltaba comentarios hirientes, mordaces o vergonzosamente humillantes. Qué estaba pasando. Mitsuba se giró al punto de ver a Yuu parado como un idiota. Le dio un codazo a Shinoa. Uno a uno, le fueron encarando, con una sonrisa. Bueno, lo de Kimizuki quizá no era una sonrisa, sino una mueca más propia de alguien que pretende asustar a los niños. Shinoa cogió a Mika por los hombros y lo acercó al pequeño grupo. Yuu supuso que la apartaría de un empujón y luego la aplastaría contra la pared. No lo hizo. Sonrió, cohibido, y se colocó a su lado. A la cuenta de tres…


 


-¡¡Feliz Navidad, Yuu!! –Más un “chan” por parte de Mika. Boqueó, conmocionado, emocionado, impresionado, cualquier palabra en –ado.


-Chicos… -¿Qué podía decir? La ternura se enroscó en su pecho, amenazando con soltar alguna lagrimilla. Tragó saliva.- Yo, gracias… -Todos le observaban, contentos y satisfechos. Menos Kimizuki, que contemplaba extasiado sus zapatos.


-No hay de qué. En realidad debes agradecerle a Mika. Él hizo el trabajo duro. –Shinoa le guiñó y este se ruborizó-. Vino a verme al cuartel y me contó su plan. Fue un poco extraño y una sorpresa –soltó una risita-. Pero se le veía tan decidido y tan dispuesto a darle unas merecidas Navidades a su Yuu-chan que ayudé encantada.


 


Ahora entendía la insistencia de Mika aquel día por acompañarle al cuartel y la esclavitud de la limpieza obsesiva. Tenía sentido.


 


-¡Hasta nos envió unas bonitas invitaciones hechas a mano! –exclamó Yoichi, emocionado.


-Nosotros solo tuvimos que cocinar a cambio –agregó Mitsuba.


-Querrás decir que yo tuve que cocinar a cambio –Kimizuki salió de su mutismo.


-Solo te pedimos que nos echaras una mano, pero podíamos nosotras solas –replicó Mitsuba.


-¡Casi le prendéis fuego a la cocina! ¡Otra vez! ¿Cómo no iba a…?


-Venga, venga chicos, que es un día de celebración… -terció Yoichi. La ira restallaba en los ojos de Kimizuki y Mitsuba. Shinoa animaba. Mika los observaba con expresión divertida.


 


Se acercó hasta Yuu.


 


-Feliz Navidad, Yuu-chan –esbozó una tierna sonrisa.


-Mika, eres la persona más maravillosa que he conocido jamás. Que te quede claro –balbuceó, cohibido. Se le escapó una suave risa-. Gracias. Joder, Mika, gracias. A pesar de que los detestas has sido de capaz de organizar todo esto y yo no sé-


Posó el dedo índice en sus labios.


 


-No me debes nada. Estar contigo es pago suficiente –susurró. Mierda, al final iba a llorar. No quería que su virilidad fuera mancillada en presencia de Kimizuki. Qué degradante-. Ahora vamos a disfrutar, ¿vale? De todas formas, tus amigos han demostrado no ser tan terribles. Solo un poco irritantes, nada que no pueda soportar después de vivir contigo –Yuu bufó-. Además, han colaborado conmigo encantados a pesar de las cosas horribles que les llegué a decir –dijo, compungido.


-Eh –Acarició su mejilla-, te aseguro que lo entienden.


 


El timbre sonó de nuevo.


 


-¿Y ahora quién es? –inquirió Yuu. Mika sonrió por toda respuesta.


 


Si Guren hubiera llevado un cartel de neón colgado del cuello en el que pusiera “ojalá hubiera alerta roja por una invasión de vampiros suicidas”, habría sido más discreto y menos evidente que su expresión de hastío y de considerar que preferiría que Kureto le estuviera escaldando con agua hirviendo antes que estar allí. Shinya le propinó un codazo en las costillas para que cambiara esa mueca avinagrada por otra menos deprimente.


 


-¡Feliz Navidad, Yuu~! –Shinya agitó una botella en el aire, alegre. Yuu estaba convencido de que era alcohol.


-Feliz Navidad, mocoso –le dio una palmadita que pretendía ser amistosa. Yei.


 


-Guren, Shinya, bienvenidos. –Los recibió Mika, mostrando una impecable sonrisa.


 


Shinya le condujo (arrastró) al interior. Una vez estuvo la reunión completa, Mika, Yoichi y Mitsuba prepararon la comida, repartiéndola en platos y fuentes y calentándola. Kimizuki ayudaba a Shinoa a trasladar la mesa grande de la cocina al salón. La chica parloteaba sin cesar y Kimizuki la ignoraba. Se dispuso a decorar la mesa con un mantel rojo con renos dibujados que a Yuu le recordó a la espantosa manta. Shinoa distribuyó candelabros, campanillas y todo tipo de adornos navideños en el mantel, asegurándose de que estaban en la posición propicia, evitando que estorbaran a los comensales. Por su parte, Yuu había aprovechado la visión de los renos para recordarle a Guren lo jodidamente fea que era la dichosa manta y pedirle una explicación que, por supuesto, no obtuvo. Shinya los observaba divertido, como una madre que no se decide a intervenir. Al menos admitió que la manta merecía ser quemada en una hoguera. Bueno, no con esas palabras. Guren fingió ofenderse, aunque Yuu albergaba la secreta esperanza de que él también considerara que era antiestética. Porque si no, su gusto era igual de perturbador que su personalidad. Quería creer que no.


Con la comida lista, se sentaron alrededor de la mesa. Guren presidiendo, a su izquierda Shinya, Shinoa, Mitsuba y Kimizuki. A su derecha y frente a ellos, Yuu, Mika y Yoichi. Aunque la mayor parte la habían traído los compañeros del escuadrón, Mika se afanó en elaborar una gran olla de curry, su especialidad. Yuu todavía no lo había probado y estaba un poco asustado. Solo bebía sangre, por lo que Yuu era su conejillo de indias para saber si estaba rico o era incomestible. Mika se tensó a su lado cuando Yoichi se sirvió. Tras unos segundos en los que el rubio le miraba con angustia y desasosiego, el chico dijo que estaba delicioso y le felicitó. Mika se sonrojó. Era adorable.


Guren decidió que sería muy gracioso contar anécdotas humillantes de Yuu para amenizar la velada. Yuu llorando hasta altas horas de la madrugada y meándose en la cama; Yuu tropezándose con sus propios pies; Yuu cortándose con un cuchillo al intentar hacerse el héroe. El moreno se hartó de las risas de sus amigos. Incluida la de Mika. El bastardo de Mika se estaba riendo sin ningún pudor y era el que más quería saber acerca de su infancia. Dio un puntapié a Guren por debajo de la mesa y se pusieron a discutir. Shinya regañó al teniente coronel por ser infantil mientras Mika hacía lo propio con Yuu por ser un quejica cabezahueca. Entre tanto, Shinoa llenaba generosamente los vasos con alcohol. Al principio Guren actuó como un padre responsable y prohibió tajantemente a los chicos probar bebidas alcohólicas. Luego Shinya le persuadió de lo contrario y terminó por ceder.


Yuu no podía evitar lanzarles miradas de reojo de vez en cuando, ahora que sabía qué tipo de relación tenían. Esperaba encontrar algún gesto, algún arrumaco disimulado. Pero guardaban bien la compostura. Mika le presionó la rodilla al darse cuenta de lo que hacía, negando con la cabeza, en señal de desacuerdo. El vampiro se dedicaba a rebosar los platos y a servir la comida aquí y allá, pues no tenía nada mejor que hacer y le resultaba incómodo estarse quieto. Yuu saboreó el banquete con ganas. Hacía mucho tiempo de la última ocasión en la que comió hasta saciarse y sintió que solo podría desplazarse si rodaba por el suelo.


La conversación era distendida y agradable. Shinya controlaba la boca de Guren (en el buen sentido) y Yoichi y Mika relajaban los ánimos cuando el trío Shinoa-Mitsuba-Kimizuki se enzarzaban en alguna discusión estúpida. Al principio, Yuu estaba preocupado por Mika. A pesar de que aquello había sido idea suya por complacerle, no significaba que él estuviera de acuerdo o cómodo, rodeado de gente que hasta hace poco consideraba enemigos. Sin embargo, reía, charlaba con unos y otros y parecía disfrutar sinceramente de la cena. El pecho de Yuu ardía con una felicidad desconocida. Siempre creyó que estar con Mika era lo máximo a lo que podía aspirar. Pero una vez más, Mika se superaba.


El broche final, fue cuando Mika puso el pastel de chocolate que habían horneado el día anterior en el centro. Al saber que Yuu había contribuido a su creación, Guren hizo un par de comentarios sarcásticos que Kimizuki secundó. Discutieron mientras Mika lo cortaba en pedazos y lo racionaba. El bizcocho era esponjoso y la cobertura de chocolate cremosa, deshaciéndose en la boca. Incluso quisieron repetir y Mika les complació encantado.


Dos botellas vacías de alcohol yacían olvidadas en el centro de la mesa. Shinoa se levantó de repente y se puso a cantar villancicos usando una cuchara como micrófono. Yoichi se unió, haciendo los coros. Mitsuba se tapó los oídos, alegando que sonaban igual que un gato arañando una pizarra. Kimizuki se bebió su vaso de un tirón. Normal. Shinya aplaudía. Guren les contemplaba, achispado. Mika sonreía.


 


-¡Cherry boy, canta con nosotros! –chilló Shinoa, metida en su papel.


-Ni hablar –negó-. Por encima de mi cadáver.


-¡Eso será fácil! –De un movimiento, hizo aparecer su guadaña con una carcajada maléfica. Todos gritaron tratando detenerla, hasta que Mitsuba logró derribarla. Aún tirada en el suelo, berreaba aferrada a su cuchara-micrófono. Yuu no sabía si calificarlo de gracioso o temer por su vida.


 


Ante las insistencias de una Shinoa completamente borracha, de un Yoichi menos borracho pero que la alentaba, y la súplica de Mika que se había unido a la fiesta, Yuu agarró un tenedor y cantó. Mitsuba dijo algo de “morirse” y Guren se tapaba la cara, avergonzado y preguntándose qué había hecho mal como padre. Shinya le sirvió otra copa. Y a Kimizuki. Y a Mitsuba. A la octava, Guren cantaba con un cuchillo, Mitsuba coreaba con Yoichi y Kimizuki se había animado a dar palmas. Mika aplaudía y exclamaba “¡muy bien Yuu-chan!” cada pocos minutos. Shinya no dejaba que las copas se vaciaran demasiado.


 


-¡Y ahora hay que bailar! –dijo Shinoa, de repente. Yuu, cuyo alcohol ingerido aún no se había adueñado de él, apuntó mentalmente que no permitiría nunca más que su capitana bebiera-. Mika, ¿tenéis música? –preguntó, con las mejillas sonrosadas.


-Rescatamos un viejo tocadiscos del desván. –Señaló un rincón-. Está de adorno, no lo hemos usado ni nada, no sé si funcionará. –Se encogió de hombros.


-Unos mocosos como vosotros no tenéis ni idea de cómo tratar esa maravilla –dijo Guren, levantándose y yendo a donde Mika indicó.


-Guren puede ser bastante nostálgico –suspiró Shinya.


 


Trasteó con el aparato. Tardó más de lo debido porque su coordinación era pésima debido a las copas que se había tomado. Colocó el vinilo en su posición y la melodía comenzó a fluir, con suavidad.


 


-¡Me encanta esta canción! –comentó Shinya.


-¡Bailemos! –grito nuevamente Shinoa, tirando la silla al suelo del impulso.


 


Como parecía que no iba a relajarse hasta que la hicieran caso (empezó a dar órdenes con toda la capacidad que le permitían sus pulmones, mandando a su escuadrón que hiciera esto y aquello), entre Kimizuki, Yuu y Yoichi retiraron un poco la mesa para dejar espacio en el centro.


Shinoa atrapó a Yoichi y se puso a girar al ritmo de la canción. Mitsuba hizo lo propio con Kimizuki, que intentó inútilmente despegarse de ella.


 


-Bueno, es un rollo que haya más chicos que chicas –resopló Guren, revolviéndose el pelo.


-¿Desde cuándo eso es un problema? –Shinya le aprisionó por la cadera, obligándole a seguir sus pasos. Guren protestaba y le golpeaba, pero el alcohol realizó su embrujo y al final se resignó.


-Solo quedamos tú y yo, Yuu-chan –susurró Mika, tendiéndole una mano.


 


En otra ocasión se habría negado en rotundo. Pero con todo lo que había hecho Mika por él, ¿cómo no concederle este baile? Mika adoptó la postura del hombre y Yuu tuvo que conformarse a regañadientes con ser la chica. La música era suave. Guren y Shinya tarareaban la letra a su espalda, bailando en círculos con suavidad. Yuu ignoró lo que ocurría en su entorno y centró su atención en la calidez de Mika, su bonita sonrisa, su cabello revuelto cayendo en ondas por sus hombros y su espalda, atrapando el reflejo de los candelabros y las bombillas coloridas de Navidad.


 


Fly me to the moon,


let me play among the stars.


Let me see what spring is like on


Jupiter and Mars.


In other words, hold my hand.


In other words, darling, kiss me.


 


Fill my heart with song and let me sing for ever more.


You are all I long for


all I worship and adore.


In other words, please be true.


In other words, I love you.


 


 


Yuu se ruborizó. ¿No había otra canción menos… eh… romántica? Los ojos rojos de Mika refulgían, clavados en él. Le guiaba con pasos fluidos y diestros.


 


-¿Dónde has aprendido a bailar? –preguntó en un murmullo, para romper el hielo y calmarse.


-Al codearme con la clase alta de los vampiros, tuve que asistir a sus aburridas celebraciones. Krul me obligaba a bailar con ella –explicó.


 


Mika le pegó más a su pecho. Vale, esto era demasiado íntimo y más rodeado de gente. Miró a sus amigos, asegurándose de que no les prestaban atención. Shinoa llevaba a Yoichi de un lado para otro y el pobre obedecía, dócil. Kimizuki y Mitsuba miraban puntos fijos el uno por encima del otro. Y Shinya y Guren… la cabeza de Shinya reposaba sobre el hombro del teniente coronel. Sus mejillas estaban juntas. Ambos tenían los ojos cerrados, ensimismados en el flujo de la música. Vaya, vaya…


 


Fill my heart with song


and let me sing for ever more


You are all I long for, all I worship and adore.


In other words, please be true.


In other words…


 


 


-I love you –tarareó Mika, siguiendo el compás.


 


Su corazón se aceleró. Sus ojos verdes se abrieron. Mika le miraba, sonriendo ligeramente. El aire se acumuló en sus pulmones. Los sentimientos se agolpaban en su interior. Quería saber, necesitaba saber qué demonios había sido eso. ¿Una declaración? ¿La única parte de la letra que entendía y lo había repetido sin doble intención?


 


-Mika…


 


La canción llegó a su fin. El silencio repentino hizo que la burbuja de magia se pinchara. Guren se separó rápidamente de Shinya, chasqueando la lengua, abochornado. Mika sostuvo a Yuu unos segundos más de lo esperado, hasta finalmente soltarle.


 


-Es muy tarde, deberíamos irnos –comentó Kimizuki.


 


Yuu echó un vistazo al reloj. Las dos y media de la madrugada. El tiempo volaba cuando disfrutabas.


 


-Oh, podéis pasar la noche aquí, si queréis. –Se ofreció Mika. Le miraron como si en realidad tuviera un plan secreto para asesinarlos mientras dormían. A Yuu le dio pena.


-Muchas gracias por tu hospitalidad, Mikaela, pero no queremos molestar. –Se apresuró a responder Shinya-. Ya hemos hecho suficiente dejando el salón hecho un asco. –Se disculpó.


-No es molestia. Además, si os ocurriera algo de camino a casa Yuu me estrangularía. –Se encogió de hombros, excusándose.


-¡Oye!


 


Mika le ignoró.


 


-Hay espacio suficiente –concluyó.


 


Tras un par de negociaciones, aceptaron. En realidad, exceptuando a Yoichi y Shinya, el resto estaban tan borrachos que Yuu dudaba que pudieran siquiera andar en línea recta. En especial Shinoa, que desde hacía cinco minutos se reía sola y no dejaba de señalarle con el dedo llamándole “Cherry boy”. Acordaron que Guren y Shinya dormirían en el cuarto de Mika (el más decente. El de Yuu estaba asqueroso, en palabras del vampiro), Shinoa y Mitsuba en el sofá-cama y extenderían sendos futones para Kimizuki y Yoichi. Una vez lograron que Shinoa se metiera bajo las sábanas y dejara de gritar cosas obscenas, acompañaron a Shinya y Guren a su dormitorio. Mika les dejó un futón en el suelo aunque, como le diría después a Yuu, no creía que lo utilizaran.


 


-Gracias por ser amable con mis amigos, Mika. –Se puso el pijama dándole la espalda.


-Hoy estás muy agradecido, ¿no? –bromeó en la otra esquina de la estancia-. Ser sentimental no es lo tuyo.


-Idiota. –Se dio la vuelta. Mika estaba abrochando la camisa del pijama. Porciones níveas de piel se vislumbraban mientras se afanaba por ocultarlas cerrando los botones-. Es solo que no esperaba verte entregado con los humanos. Ni siquiera por mí. –Retiró el edredón.


-Bueno, ya te dije que por ti haría lo que fuera y lo mantengo. –Le quitó importancia-. Incluso si tengo que soportar los ronquidos de tus superiores a través de la pared –sonrió-. Francamente, espero que sean los únicos ruidos que se escuchen…


-¡Mika! –Alzó la voz y enseguida se calló, consternado-. No creo que ellos hagan nada.


Se metió en la cama y palmeó el colchón para indicarle al vampiro que le imitara. Mika apagó la luz y se acomodó a su lado. Tras un segundo de indecisión, Yuu se arrimó y descansó la frente en su pecho, en el hueco bajo su barbilla. Mika pasó un brazo por su cadera y colocó el otro acunando su cabeza, atrayéndole hacia sí. Yuu bostezó. El día había sido largo y sus invitados le volvían loco. La casa estaba extrañamente silenciosa, teniendo en cuenta cuánta gente estaba desperdigada por las diferentes habitaciones. Se centró en la respiración relajada de Mika, la suavidad de la tela contra su frente, la calidez acumulada allí donde estaban en contacto, la dulzura en su trato.


 


-¿Mika? Feliz Navidad –musitó.

Notas finales:

La canción usada es Fly me to the moon, de Frank Sinatra. En concreto, yo escuchaba la versión del anime Evangelion mientras escribía.

 

Feliz Navidad <3


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