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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

¡Hola!~ Muchas gracias a todos los que comentáis capítulo tras capítulos y me dejáis vuestras impresiones. Hacéis que esto sea grande y que siga escribiendo, guiada por vuestras palabras de ánimo.


No tenía pensado actualizar tan pronto, pero como estoy tan contenta porque ¡he aprobado el carnet de conducir a la primera!, he decidido compartir mi alegría con vosotros subiendo nuevo capítulo.

Estaba atrapado en una maraña de piernas y brazos que le apresaban y no le permitían moverse. El pijama se le había subido durante la noche, exponiendo una porción de piel. Mika le abrazaba por su vientre desnudo. La mano era cálida y le producía un placentero cosquilleo. Despegó los párpados con pesadez. Mika le sonreía, nariz con nariz. De cerca, sus pupilas rojas brillaban con intensidad. Restregó su nariz a modo de beso esquimal.


 


-Buenos días, Yuu-chan. ¿Has dormido bien? –preguntó.


 


Yuu se restregó los ojos, intentando despejarse. Había soñado con unos ruidos extraños que no le dejaron de molestar durante unas horas, pero se sentía descansado. Las cortinas estaban echadas, dándole al dormitorio una agradable penumbra. Se fijó en que Mika lucía ojeras. Eso significaba que estuvo despierto toda la noche, por lo que pronto el cansancio haría mella en él. Abajo se escucharon voces. Yuu necesitaba librarse de sus amigos lo antes posible para que Mika pudiera dormir sin interrupciones. Yuu depositó un pequeño beso en su mejilla que le pilló desprevenido, haciéndole ruborizar.


En la cocina reinaba el caos. Kimizuki y Mitsuba discutían, esta última sosteniendo en alto una sartén y agitándola en el aire. Yoichi estaba en el medio, tratando de separarles y calmar los ánimos. Shinoa se encontraba tirada en el sofá, con una evidente y desagradable resaca. Tenía pinta de ir a vomitar en breves. Guren, sentado en una silla, apoyaba la cabeza en la mesa con aspecto agotado. Shinya contemplaba la panorámica desde la distancia. Yuu se fijó en una mancha rojiza-purpúrea que se extendía por su cuello. Shinya se giró al escucharles bajar las escaleras y se cubrió rápidamente con el jersey, sonriendo y dándoles los buenos días. Pero qué. Demonios. Yuu recordó los ruidos. No había sido un puto sueño. Estaban haciendo ESO a unos metros de ellos. Iba a matar a Guren.


Mika respiró hondo y se apresuró a poner orden en la cocina. Según los gritos, Kimizuki se negaba a que Mitsuba hiciera el desayuno por miedo a salir ardiendo, por lo que la chica se había ofendido y quería golpearle con la sartén. Yoichi, con lágrimas en los ojos, suplicó a Mika para que le ayudara. El vampiro palmeó su espalda y se hizo cargo de la situación. Repartió las tareas, encargándole a cada uno de un proceso de tal manera que no se estorbaran entre ellos y reinara la paz. Aunque fueran cinco minutos. Yuu, aún molesto por las indecencias de Guren, se acercó hasta Shinoa, que agonizaba rodeada de cojines.


 


-Siento como si un martillo me estuviera triturando el cerebro –gimió.


-Buenos días a ti también –sonrió el moreno-. Puedo asegurarte que mereció la pena, anoche diste tu mejor actuación. Una gran maestría en el manejo de la cubertería-micrófono, por cierto –se burló.


-Oh, cállate Yuu. –Masajeó sus sienes-. Espero que aprovecharas la intensidad de la cena para dejar de ser un cherry boy –le miró con expresión interesada.


-¡Claro que no! –Se ruborizó hasta las orejas.


-¡Arg, no grites! ¡Duele! –Un cojín impactó en la cara de Yuu.


 


Yuu la ignoró, resignado, y se dirigió en busca de Mika. Guren le interceptó, colocándose delante de él. Con un gesto, le apartó a una esquina, lejos del chisporroteo de los fogones y las voces exaltadas. Le fulminó con la mirada. Puñetero pervertido.


 


-Veo que Mika y tú habéis progresado este año –comentó y se llevó una mano a la cadera-. Quién me lo iba a decir, el vampiro integrado en un nuevo mundo de humanos.


-Lo ha hecho todo él solo. –Se encogió de hombros, olvidando unos segundos su enfado-. El primer sorprendido he sido yo. No me esperaba nada de esto en absoluto. –Miró a su alrededor-. Lo ha logrado sin ayuda.


-Yuu…-Hizo una pausa y se revolvió el pelo. Parecía buscar las palabras apropiadas-. Se os ve felices y satisfechos y, de verdad, me alegro mucho por vosotros. Pero sabes que no durará, ¿no?


 


El moreno bufó y apretó los puños.


 


-No hace falta que me recordéis cada dos por tres esto. Sé perfectamente que mientras yo avanzo Mika se queda atrás, ¿vale? Joder, lo vivo día tras día, dejadme en paz. –Alzó el tono.


-Eh, eh, tranquilo. –Puso una mano en su hombro en un gesto protector y cariñoso-. No quería recordártelo. Solo quería decirte que si necesitas a alguien, estaré a tu lado. Quizás no he sido el padre que te merecías, pero te considero un hijo y eso no cambiará.


 


A Yuu se le removió algo en el interior. Tras unos instantes de confusión, le dio un abrazo de oso. Guren, pasada la sorpresa inicial, le correspondió, acariciándole la cabeza. Shinya les observaba, sus labios dibujando una sonrisa. Guren era lo más parecido que tenía a un padre. Un padre pesado, exasperante, imbécil y un completo capullo si la ocasión lo requería. Pero un padre al fin y al cabo. Saber que aceptaba la decisión que había tomado con respecto a Mika y que, además, contaba con su apoyo, era muy importante para él. Guren no era del tipo que gastaba saliva en palabras bonitas y consoladoras. Necesitaría una mano dura que lo guiara y lo mantuviera en su sitio cuando las cosas se pusieran feas y eso era algo que el teniente coronel le podría aportar.


 


-Espero que estés en tu despacho cuando llegue el momento –bromeó, aun abrazándole.


-Soy un hombre ocupado, no puedo estar pendiente de tus niñerías. –Le despeinó.


-Ocupado dando órdenes para que tu escuadrón haga tu trabajo sucio –sonrió de lado.


-Un mocoso como tú no podría entenderlo –replicó.


-¿A quién demonios estás llamando mocoso? –Le encaró.


 


Y se enzarzaron en una nueva discusión. Poco les hacía falta para gritarse mutuamente e insultarse. Shinya, con un quejido de disgusto, se dispuso a separarlos. Mika terminó con éxito y sin heridos graves el desayuno y lo sirvió con diligencia, machacando una generosa cantidad de pastillas en el vaso de leche de Shinoa para combatir su dolor de cabeza y, de paso, su irritabilidad. A Yuu le fascinó lo normal que parecía aquello, sus amigos y su familia reunidos alrededor de una mesa disfrutando del inicio de un día. Las risas reverberaban entre las paredes y hasta Mika estaba integrado. No tan relajado y libre como cuando se encontraba a solas con Yuu, pero era solo el principio. Deseaba de corazón que esos preciados instantes fueran más numerosos con el paso del tiempo. Cuando por fin lograron echarlos de su casa (no sin antes tirarle la manta a Guren a la cara, aunque este se negó a llevársela y la devolvió al sofá), Mika lucía más pálido de lo habitual y sus ojeras se habían hecho más visibles.


Yuu le obligó a regresar a la cama, prometiéndole que se encargaría de la limpieza y que no rompería nada a su paso. Eso tranquilizó a Mika. Un poco. Le acomodó en su propia cama, pues aún tenía que arreglar el cuarto de Mika después de que lo usaran Guren y Shinya. Uso con fines poco decentes. Le recorrió un escalofrío solo de imaginarlo y deseó no tener que tocar esas sábanas. Pero una promesa era una promesa.


La cocina estaba hecha un asco. Por donde quiera que mirara había envoltorios de dulces, platos sucios, restos de comida y de sustancias desconocidas y porquerías varias. Suspiró, resignado. Eso al menos le llevaría el resto del día. No tenía ni remota idea de por dónde comenzar y mucho menos qué hacer, porque el responsable era Mika. Él era un pedazo de inútil a su lado. No obstante, después de la paliza que se había pegado cocinando y preparando todo para regalarle a Yuu unas Navidades en condiciones, lo mínimo que podía hacer por él era recoger aquel estropicio. Se puso manos a la obra.


Dedicó unos minutos a planear con lógica cómo dividir la tarea de manera eficaz. Retiró la basura de la encimera, la mesa y el salón. Según caminaba, se iba quedando pegado al suelo, pisando charcos de salsa o trozos de curry. Joder, eran un maldito desastre. Lavó los platos con diligencia, usando un estropajo y restregando con fuerza. Quién le iba a decir que la comida era tan resistente y se endurecía tras varias horas. Barrió y fregó el suelo, colocó las mesas y las sillas en su sitio, e, incluso, consiguió preparar algo semejante a una “sopa” ya que Mika no estaba disponible para darle de comer.


Tras unas horas intensas que le dejaron los músculos de los brazos doloridos, contempló su trabajo satisfecho. Ahora entendía por qué nunca había querido ayudar a Mika. También entendía que quizá era el momento de empezar a hacerlo.


Subió en silencio hasta su cuarto. Abrió la puerta una rendija y se asomó. El pecho de Mika se movía armónico, relajado. Cerró tras de sí con cuidado y fue de puntillas hasta la cama. Se sentó en el borde, sin molestarle. Había descubierto recientemente que le gustaba observarle y contemplar ensimismado aquellos cambios imperceptibles para cualquier otra persona pero que a él no se le escapaban. Sus rasgos de niño (aquellos que memorizó a fuego años atrás), se transformaron, dando paso a un apuesto joven. La cara redondeada de gruesos y adorables mofletes se había afilado, formando una barbilla pronunciada. Sus pómulos eran altos y definidos. Las pestañas bajo las que descansaban sus ojos rubís, eran largas y estilizadas, sombreando ligeramente sus mejillas. Se había dejado crecer el cabello unos centímetros más, acariciando su nuca. Las ondas doradas ocultaban celosamente sus orejas. Nunca las había tenido a la vista, ni de pequeño, pero desde su conversión en vampiro las escondía con mayor celo. Eso, junto a los colmillos y el color inusual de sus pupilas eran los únicos signos externos de su verdadera condición. Aunque a Yuu le repulsaba en otros individuos, le agradaba en Mika. Porque era parte de su ser y él le aceptaba en cualquier condición o circunstancia. Después de todo, seguía siendo su Mika. Y no es como si Yuu tampoco hubiera cambiado. Iba camino de convertirse en todo un hombre. Pensar eso le dolió. Mika estaba congelado en el tiempo.


Seguía creyendo haber tomado la decisión correcta y no se arrepentía en absoluto de que Mika estuviera allí. Pero la culpa por su egoísmo y por obligarle a hacer algo que había estado evitando durante años, permanecía atrapada en su pecho, por mucho que se repitiera que no le hubiera permitido morir en sus brazos.


 


-¿Yuu-chan? –dijo con voz pastosa. Parpadeó y buscó a tientas la mano de Yuu sobre las sábanas, apretándosela suavemente.


-¿Te he despertado? –preguntó, preocupado. Este negó con la cabeza y sonrió-. ¿Te encuentras mejor?


-Mmm, sí –bostezó como un gato-. Un poco hambriento –murmuró.


-Nevera Yuu a su servicio –comentó divertido. Mika le pegó un puñetazo en la pierna. Yuu se quejó.


-No me gusta que te llames así, me hace ver horrible.


 


Yuu se disculpó. Se apresuró a tirar del cuello del jersey. Sin embargo, era demasiado estrecho y no podía apartarlo lo suficiente para que Mika mordiese. Forcejeó unos segundos mientras Mika se despejaba. Al final, se hartó y se sacó la parte de arriba, dejándola a sus pies. El vampiro pestañeó sorprendido. Yuu se encogió de hombros. Mika se relamió y Yuu no estaba seguro de si era por la sangre o por algo más animal. Los dedos cálidos del rubio se posaron en su pecho y este se acercó. El aliento húmedo rozaba su piel, estremeciéndole. La lengua construyó un hilo de saliva que inmediatamente fue seguido por sus labios. Su corazón temblaba cuando los colmillos rasgaron la fina capa de piel y succionaron, ansiosos. De su boca entreabierta escapó un gemido. Notaba la sangre fluir, huyendo de sus venas y reavivando las de Mika. Era una experiencia que al principio le asustaba, pero después llegó a encontrarla embriagadora y excitante.


Mika se impulsó y quedó encima de Yuu, recostándole en las sábanas. El moreno se aferró a su cadera. Mika alojó una rodilla entre sus piernas sin dejar de beber. Jadeó. No se esperaba eso y le resultó erótico, aunque no fuera nada del otro mundo. Sentir la rodilla de Mika en esa posición le hizo arder. Introdujo sus manos por el jersey del vampiro en un acto inconsciente, deslizándose por la zona lumbar y escalando por su columna, dibujando sus vértebras en el proceso. Mika suspiró contra su cuello. Sacó los colmillos, lamiendo la herida, para después, sin respirar, atacar los labios de Yuu. Le correspondió, ansioso, anhelante. Era un beso salvaje, una lucha de lenguas en la que ninguno quería perder, empapado de sangre. Yuu vibraba, embarcando cada fibra de su ser en una danza cautivadora cuyo objetivo era Mika. Las palmas del vampiro jugaban en su estómago plano, trazando sus curvas, costillas, pectorales, esbozando su forma con los dedos y arrancándole suspiros de placer. Pronto la ropa se tornó molesta. Yuu le apartó unos centímetros para deshacerse de su jersey y lanzarlo lejos. Los ojos de Mika brillaban en la semi-penumbra, a juego con el color de sus mejillas. Besó su cuello, clavículas, hombros, pecho, deteniéndose en los latidos de su corazón desbocado. Yuu palpaba la figura de Mika, siendo consciente por primera vez de que su físico había madurado. Sus brazos eran fibrosos, los abdominales asomaban en su vientre firme, tenía el pecho marcado y unas caderas en las que ansiaba perderse.


Jamás se había detenido a analizar el cuerpo masculino. En su adolescencia, suspiraba por las redondeces de las chicas, sus cinturas curvilíneas, piernas interminables, su pelo sedoso que revoloteaba por sus pequeñas espaldas. Las veía como criaturas frágiles que quería proteger entre sus brazos. Sin embargo, Mika le estaba ayudando a descubrir una nueva realidad que se le antojaba infinitamente atractiva. Poseía una belleza sugerente y una complexión tentadora que le volvía loco. El calor que irradiaba, la manera en que se contoneaba, ágil y sin desperdiciar energías en movimientos innecesarios, su cabello rubio cosquilleándole allá donde le rozaba, la pasión que emanaba. Todo ello le seducía hasta el infinito, invitándole a conocer más. Mika saboreaba cada palmo que tenía por delante y Yuu se deleitaba, haciendo lo propio con él, sirviéndose de sus manos inquietas e inexpertas. El moreno serpenteó sin darse cuenta hasta la cinturilla de su pantalón. Mika se estremeció. En ese instante, Yuu pensó que él siempre era el sumiso, el que se dejaba arrastrar por el entusiasmo de Mika, el que le deleitaba con sus gemidos incontrolados. ¿Qué ocurriría si fuera al revés? ¿Si él llevaba la iniciativa? Solo de imaginarlo, se le paró el corazón. No era lo suficiente valiente para eso. ¿O sí? Se moría por ver a Mika retorciéndose con sus atenciones y escuchar los sonidos placenteros que saldrían de sus labios. Tomó una difícil decisión. Le agarró por la muñeca, desequilibrándole, y le empujó contra la cama.


 


-¿Yuu-chan? –Abrió los ojos impresionado.


-C-cállate, solo quiero probar una cosa –desvió la mirada, consciente del rubor que se extendía por sus mejillas. Mika esbozó una sonrisa pícara, previendo sus intenciones.


-Ooooh, Yuu-chan, qué atrevido~


 


Yuu amenazó con dejarle a medias y largarse si no cerraba la boca de una maldita vez. Mika no dijo nada más. Se había mostrado muy seguro de sí mismo y muy dispuesto, pero la verdad era que no tenía ni idea de qué hacer. Hasta el momento, había actuado por pura intuición y casualidad, porque Mika le guiaba indirectamente. Pero era su turno. Respiró hondo, tratando de controlar el nerviosismo. Empezó con besos suaves en la comisura de sus labios, descendiendo por su cuello, hombros, pecho, costillas. Mika le observaba atentamente, aunque simulaba hacerlo por el rabillo del ojo para facilitarle la tarea y no ponerle demasiado histérico.


Era inútil, temblaba como una hoja. Dibujó formas con sus labios y sus manos en el vientre de Mika. Se dedicó durante diez minutos a acariciarle sin prisa, a repartir besos. Yuu se tensó cuando fue el turno de sacarle los pantalones, dejándole expuesto en ropa interior. Su pecho se agitaba frenéticamente. Mika hizo un par de exhalaciones, ansioso.


El pulso de Yuu palpitaba en sus oídos, a gran velocidad. Encontrarse cara a cara con la erección de Mika era más de lo que podía soportar. Ver de primera mano lo que le provocaba, percibir el efecto de sus atenciones, le excitaba a la par que le llenaba de un poco de orgullo. Y de histeria. ¿Qué se suponía que venía a continuación? ¿No existían manuales de sexo? Dedujo que sí, pero sus necesidades sexuales eran básicas y no imaginó que llegaría a este nivel. Claro, que tampoco imaginó que estaría haciendo ese tipo de cosas con un hombre y menos con Mika. Tragó saliva.


Con cuidado, retiró la tela del bóxer ajustado. Yuu se recreó besándole, deslizándose por los muslos y la zona sensible detrás de las rodillas. Luego regresó al punto, deteniéndose unos segundos que le permitieron formarse una idea más o menos clara de lo que debía hacer. La saliva se agolpaba en su boca. Despacio, alzó el miembro de Mika. Estaba caliente y palpitaba entre sus dedos. Las mejillas del rubio lucían arreboladas, su aliento entrecortado, los ojos medio abiertos. Era una visión definitivamente hermosa que Yuu retuvo en sus retinas el máximo tiempo posible. Solo por eso merecía la pena el bochorno que estaba sufriendo. Mika expuesto a él, sus sentidos volcados en lo que estaba a punto de hacerle. Era embriagador. Yuu lo introdujo en su boca, cuidando de cubrir sus dientes con los labios. Mika jadeó, lo que le encendió y animó. Rodeó la punta con su lengua, contorneando el diámetro, mientras sus manos resbalaban por su tronco, ayudadas por la saliva. Los sonidos aumentaban de intensidad y los pequeños jadeos pronto tornaron a gemidos altos y claros. Yuu succionaba, restregaba, lamía, frotaba. La poca resistencia que había mostrado Mika al inicio se desvaneció según iba perdiendo el control.


Se retorcía, arqueando la espalda y gimiendo su nombre. “Yuu-chan…” ¿A quién tenía que vender su alma para escuchar eternamente su nombre sonando de esa forma? Hundió la mano en su cabello moreno, marcándole un ritmo que Yuu gustosamente siguió. Este clavó las uñas en su trasero, atrayéndole más, enterrando su pene en el paladar, procurando no provocarse arcadas así mismo.


 


-Yuu-chan, yo voy a… ¡ah! –Se quejó.


 


Yuu aceleró, presionando, empujando, oprimiendo. El vampiro eyaculó en su boca, jadeando sonoramente, tironeando de sus mechones azabaches. Yuu tragó todo el semen que fue capaz, permitiendo que el líquido blanco se deslizara por sus comisuras y se estancara en el vientre de Mika. Ambos inhalaban con fuerza, intentando recuperar la normalidad de sus latidos. Yuu se dejó caer a su lado, con las mejillas un tanto doloridas por el esfuerzo y por ser la primera vez. La cara de Mika estaba roja, el flequillo rubio pegado a su frente debido al sudor. Tan avergonzado y adorable.


 


-Eres cruel, Yuu-chan. –Ocultó su cara en la almohada, haciéndose un ovillo. Yuu soltó una risita y le acarició la nuca.


-¿Bien? –susurró en su oído-. ¿Te ha gustado? –Mika asintió, apretando las sábanas que cubrían el almohadón -. Eso es genial –Siguió con sus caricias-, creo que es de las pocas veces que he hecho yo algo por ti.


-Eres imbécil. –Le insultó, pellizcándole las mejillas y mirándole bajo las espesas pestañas.


 



Yuu volvió a reír y cubrió su desnudez con una manta, protegiéndole del frío exterior. Mika le observaba con media cara aplastada contra la almohada y los pómulos rojos. Desenredó sus mechones dorados usando la punta de sus dedos. Definitivamente, su relación había evolucionado y parecía que dicha evolución iba a seguir adelante por el momento. No le importaba, y aunque su pecho todavía albergaba dudas y confusión, solo le apetecía disfrutar de los minutos inmediatos, sin preocuparse por el futuro. A pesar de saber lo incierto y complicado que se presentaba.

Notas finales:

Por si alguien lo ha olvidado, cherry boy es la expresión que usa Shinoa para referirse a la virginidad de Yuu. Virginidad que le durará poco si sigue a este ritmo jeje.


Para mi, Yuu es el uke clarísimo, pero me apetecía que se animara un poco y le diera algo a Mika :') ¡Y bien que le dio! Por cierto, los vampiros en Owari son asexuales, aunque pueden sentir placer (véase la escena de Horn lamiéndole la sangre a Crowley). Pero en mi caso, obviamente de asexual no tiene nada.


Espero vuestros comentarios <3


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