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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del capitulo:

Estoy tardando poquito en actualizar porque ya los tenía preparados. ¡Pero no os acostumbréis a este ritmo tan rápido! A partir de ahora va a decaer un poco porque aún no tengo los siguientes escritos :(


Quiero agradecer de corazón a la gente que me comenta. En serio, no os imagináis lo feliz que me hacéis, dándome vuestras impresiones, ánimos y palabras bonitas.


Este capítulo va para todos vosotros. Y también para aquellos que me leéis desde la sombra y disfrutáis de la historia. Gracias.

Mika dormía plácidamente en su cuarto. Se le hacía extraño acostumbrarse a sus horarios, pues eran casi las seis de la tarde y seguía en la cama. Sus horas de sueño variaban según el día. En ocasiones, su rutina era semejante a la de cualquier ser humano, se levantaba (exasperantemente temprano) por las mañanas, hacía el desayuno para Yuu, se entretenía limpiando (sobre todo desde que el noventa y nueve por ciento de los libros constituían un abeto luminoso en el salón y no tenía nada mejor en lo que entretenerse)… Sin embargo, otras veces adoptaba el hábito de los vampiros, activo por la noche, holgazán por el día. Yuu había tratado de secundar su ritmo, para que no se sintiera solo y tener un apoyo. Más le resultaba imposible, se moría de sueño y le salían unas ojeras espantosas. Además, siempre terminaba durmiéndose cuando menos se lo esperaba y Mika se veía obligado a cargarle cual princesa hasta su dormitorio. También solía regañarle, pues debía descansar adecuadamente sin importar los ciclos vitales de Mika.


Echó un vistazo crítico a los bentous. Su habilidad cocinera dejaba mucho que desear e, irónicamente, Mika, aun siendo un vampiro, era más diestro que él. Rezó porque al menos se pudiera comer. Tampoco importaba, total, él era el único que lo iba a probar. Le entristecía un poco no poder preparar los platos favoritos de Mika, pues cualquier comida le producía dolor de estómago y malestar. ¿Acaso esos pensamientos no sonaban a los de una colegiala queriendo cocinar para su novio? Sacudió su cabeza. Definitivamente no. Metió el recipiente de plástico y una botella de zumo de papaya en una bolsa y subió en busca de Mika.


Llamó a la puerta y su voz amortiguada sonó al otro lado. Justo acababa de despertarse. Tenía el pijama descolocado, el cabello despeinado y se restregaba los ojos, los pies colgando por el borde de la cama.


 


-¿Yuu-chan? Lo siento, te dejé solo. –Se disculpó, adormilado. Le molestaba que pidiera perdón por algo que no podía controlar. Le quitó importancia.


-Oye, Mika, hoy quiero llevarte a un sitio genial –aseguró, con una sonrisa deslumbrante-. No te preocupes, el sol está bajo, así que no hay problema.


-¿Mmm? –Le miró aturdido.


-Venga, ya verás, te va a encantar. –Tendió su mano para incorporarle.


 


Yuu estaba más animado de lo normal. Paseó inquieto por el pasillo, esperando a que Mika se duchase y arreglara. Trotó por las escaleras, ya vestido y preparado, sus puntas húmedas y doradas salpicando en todas direcciones. Yuu cogió la bolsa, las llaves y salió fuera. Las nubes cubrían parte del cielo. Los rayos de sol las traspasaban débilmente. Mika hizo un toldo con sus manos hasta que se acostumbró a la claridad. Yuu se dirigió con paso seguro a un todoterreno negro “aparcado” delante de la casa. Mika entrecerró los ojos y le dedicó una mirada crítica al coche y aún más crítica a Yuu. En concreto, se detuvo en la valla abollada empotrada contra el capó metálico, valla que, juraría, no estaba así horas antes.


 


-Lo traje prestado del cuartel mientras dormías –explicó, encogiéndose de hombros e ignorando deliberadamente la expresión estupefacta del vampiro.


 


De un ágil movimiento, Mika le arrebató las llaves.


 


-No estoy tan dormido como para permitir que toques ese trasto.


 


Yuu protestó, alegando que la idea era suya y no era justo que no le permitiera conducir. Mika desoyó sus quejas y se acomodó en el asiento del piloto, arrancando el vehículo. Yuu bufó, colocó con cuidado la bolsa en la parte de atrás, se abrochó diligentemente el cinturón y estiró un mapa.


 


-Y bien, ¿adónde vamos?


-Es una sorpresa.


 


Mika siguió obediente las indicaciones de Yuu. A pesar de que se equivocara cada dos por tres y le obligara a rectificar la trayectoria. Durante el viaje, Yuu no cesaba de parlotear sobre un montón de cosas innecesarias.


 


-Oye, Mika, ¿quién te enseñó a conducir? –Cruzó los brazos tras su cabeza.


-Ferid –pronunció su nombre con un suspiro-. Aunque no lo parezca, teníamos mucho tiempo libre y creyó que sería útil que yo supiera. Acepté porque lo vi como una oportunidad para huir en tu busca –soltó una risita.


-¡Me tienes que enseñar! –exclamó entusiasmado-. Bueno, en realidad ya sé –tosió, rectificando-. Pero estaría bien que me ayudaras a perfeccionar la técnica.


 


Mika chasqueó la lengua y negó con la cabeza, insinuando que su Yuu-chan no tenía remedio. Transcurrió una hora hasta que llegaron al lugar, después de deshacer el camino varias veces porque Yuu había vuelto a malinterpretar las señales y carreteras y porque muchas estaban aún cortadas y bloqueadas por los escombros. Faltaba mucho que reconstruir. Mika aparcó en un lugar despejado. Yuu saltó fuera del coche, cogió la bolsa y le tomó de la mano, metiéndole prisa. El vampiro le seguía sin protestar.


El rugido del agua y el olor de la sal les golpeó antes de apreciarlo con los ojos. Las olas de un azul cobalto lamían la orilla. Había montoncitos de algas repartidos por la arena. Ayudando en las obras esa misma mañana, el capataz le comentó a Yuu que los trabajos de reconstrucción y recuperación de las playas habían comenzado puesto que el mar se estaba restaurando y perdiendo su toxicidad. En concreto, la playa a la que Yuu le había llevado era la primera en la que estaba permitido bañarse y habían acondicionado. Eso sí, con precaución.


Ninguno de los dos había pisado una playa nunca, por lo que Yuu se moría de ganas e imaginó que a Mika también le haría ilusión. Acertó de pleno, pues el rubio poseía una expresión maravillada y contemplaba el frente con entusiasmo. Yuu se quitó las zapatillas, las dejó en un rincón y corrió por la arena, todavía cálida. Mika le imitó y se unió a él. Chapotearon en la orilla, pataleando y lanzándose agua como niños pequeños. Reían libres, disfrutando de la normalidad adolescente que les correspondía por todos aquellos años perdidos.


Yuu miró su camiseta empapada, consternado. Mika escurrió la suya, apretándola con los dedos. Por suerte, el moreno fue precavido y sacó del maletero una toalla grande, que metió horas antes previendo la situación. Se acomodaron en una roca, descalzos y envueltos en la toalla. El sol se sumergía en el horizonte, derramando rayos naranjas, rojos y violáceos. Yuu se acurrucó junto al hombro de Mika, observando el atardecer. Mika estrechó su mano. Sus pies estaban enterrados en la arena, la sensación de miles de piedrecitas pequeñas rozando su piel.


Mika depositó un beso en su coronilla y Yuu se estremeció. Alzó la cabeza, buscando sus ojos. El vampiro sonrió imperceptiblemente y juntó sus labios. El sabor de Mika era característico, ese toque metálico procedente de la sangre y en absoluto desagradable. Sin embargo, estaba mezclado con la sal del agua y el ambiente. Poco importaba el resultado final, Yuu adoraba besarle y ser besado. Se empujó así mismo contra su pecho, procurando alargarlo lo máximo posible. Más el oxígeno no perdonaba. Yuu se apartó unos centímetros, avergonzando, mientras Mika acarició fugazmente su mandíbula.


El moreno se deshizo del abrazo protector de la toalla y se incorporó.


 


-Mika, hagamos castillos de arena –dijo, entusiasmado. Mika le miró con la misma expresión que emplearía alguien con un hijo consentido.


 


Dobló cuidadosamente la toalla, la dejó encima de la roca y se aproximó a Yuu, que ya se encontraba de rodillas en el suelo, amontonando la arena. El sol continuaba ocultándose para dejar paso a la noche. Yuu apilaba la arena y Mika le daba forma.


 


-Es extraño, ¿verdad? –comentó Yuu, cavando con las manos-. Hacer algo tan cotidiano como esto. Estos días hemos vivido en una normalidad que no creía posible –esbozó una mueca apesadumbrada.


-Yuu-chan, los vampiros malvados son cosa del pasado. –Dibujó cavidades usando la yema de los dedos que simulaban ventanas-. Ahora hay que mirar al presente. Una vida tranquila juntos suena bien, ¿eh?


 


Esas palabras fueron un impacto de dolor directo a su corazón. Sabía que Mika no lo había dicho con doble intención, pero no pudo evitar pensar que eso no iba a ser posible. Que su vida juntos tenía fecha de caducidad y esta se acercaba cada vez más rápido. ¿Por qué el destino era tan injusto? ¿Por qué se habían visto envueltos en semejante mierda? En cierto modo, ese límite era culpa de Yuu y era angustiosamente consciente de ello.


 


-No quiero…-susurró antes de darse cuenta.


-¿Yuu-chan? –Dejó de concentrarse en el castillo y le miró.


-No quiero una vida con plazo límite. –Clavó los dedos en el hoyo de barro que había excavado.


-Yuu-chan, te prometo que será una vida plena –aseguró, triste.


 


Se miraron durante unos segundos. Yuu quería gritar hasta desgarrarse la garganta, gritar hasta que el dolor se convirtiera en físico y fuera un recordatorio cruel de lo que les esperaba en un futuro. Apretó los dientes y puso toda su atención en el estúpido castillo que se erguía frente a él. Hoy quería un día divertido para inmortalizar, siendo tan solo ellos mismos, sin ataduras, sin contratiempos. Pero había tenido que abrir su maldita boca y estropearlo. Porque él era así, optimista, impulsivo, vehemente; luego la desesperación hacía mella en sus fuerzas y le ahogaban. Debía conformarse con lo que tenía. Cuando pensaba que lo había perdido todo, Mika reapareció trayendo la luz que eclipsó la oscuridad latente en su pecho. Y aun así, seguía sin ser suficiente. Joder, nunca era suficiente si se trataba de Mika, de ellos.


Dieron por finalizada su obra de arte, contemplándola con ojo crítico. Las estrellas comenzaban a despuntar con timidez, era hora de regresar a casa. En el coche, el silencio pesaba como el alquitrán. La comida que Yuu se preparó con diligencia permanecía intacta en el asiento trasero. Mika palmeó suavemente su rodilla, infundiéndole ánimos.


Un segundo después, una enorme explosión impactó. El coche volcó dando varias vueltas de campana mientras ambos gritaban e intentaba aferrarse a donde podían. El todoterreno quedó derribado bocabajo. Sus cabezas chocaron contra el techo.


 


-¡Mika! ¿Estás bien? –Tosió, evaluando los daños.


-Yuu-chan –le llamó, aliviado al ver que no parecía herido. Sin embargo, un quejido le alarmó.


-Creo que me he torcido el tobillo –gimió, mirando impotente su pierna atrapada entre los hierros.


-¡No te muevas! Enseguida estoy contigo.


 


Mika se deshizo del cinturón. Rompió su ventanilla de un codazo y trepó por ella al exterior. Rodeó deprisa el coche, observando las luces y las columnas de humo que se vislumbraban a lo lejos. La ventanilla de Yuu había reventado por la explosión. De un potente tirón, arrancó de cuajo la puerta. Los cristales estaban esparcidos por el cuerpo de Yuu, provocándole cortes aquí y allá sin importancia. El moreno pudo ver cómo Mika respiraba hondo y hacía acopio de su autocontrol debido a los regueros de sangre que se deslizaban por sus extremidades y dejaban pequeñas manchas en su ropa sucia. Se quitó el cinturón a la par que Mika doblaba y apartaba los hierros para desencajar su pierna. Yuu se apoyó en él. Le palpitaba el tobillo y tenía un feo bulto. Se escabulleron entre los edificios ruinosos. No sabían qué estaba ocurriendo, pero Mika le arrastraba medio en el aire, presuroso de huir de allí a un lugar seguro. Yuu cojeaba a su lado. Unas voces distorsionadas por el ruido de las explosiones llegaron hasta él.


 


-Espera… ¿esa es…? –Mika chasqueó la lengua y le obligó a moverse.


-Yuu-chan, no es seguro quedarse aquí. –Sus colmillos restallaban.


-¡Es Yoichi! –Se deshizo de los brazos de Mika y corrió en la dirección de la lucha, guiado por los resplandores verdes destellantes del arco de su amigo.


 


No cabía dudas, sus compañeros estaban a unos metros. El tobillo le dolía y avanzaba a trompicones, pero no se detuvo. Escuchaba a Mika gritarle y perseguirle y sabía que se enfadaría muchísimo. El humo imposibilitaba una visión clara. Se le atoró en la garganta, haciéndole toser. Efectivamente, sus compañeros blandían las armas, guiados por el escuadrón de Guren. Una veintena de vampiros se agolpaban el cruce.


 


-¡Yuu! –Shinya le llamó, oculto tras un muro derrumbado, con Byakkomaru apuntando al frente. Yuu se arrebujó a su lado. Mika les alcanzó, furioso. Yuu le ignoró.


-¿Qué está ocurriendo? –Miró a través de las grietas de la piedra.


-No estamos muy seguros. Aparecieron de la nada. Lo peor es que sus armas son de primera clase –resumió, sin perder la concentración. Guau, Shinya era genial.


-¿Qué? –preguntó el vampiro, con expresión de incertidumbre-. Pero eso es imposible, solo los nobles poseen la capacidad de usarlas.


-Eso creíamos –corroboró-. Parece que alguien les ha estado entrenando.


-No es posible –Mika volvió a negar, enfatizándolo con un movimiento de cabeza-. Porque eso significaría…


-Que algún noble ha sobrevivido –concluyó Yuu, mirándole significativamente. Shinya asintió.


-Eso creemos, pero por ahora no ha aparecido ninguno así que no podemos confirmarlo. Guren está al frente con el resto de escuadrones de apoyo. Yoichi –señaló un punto lejano a su derecha- y yo cubrimos la retaguardia.


-Bien, echaba de menos un poco de acción. –Yuu apretó el puño, emocionado por la perspectiva de la adrenalina recorriendo sus venas como antaño.


-Ni hablar –protestó Mika, autoritario-. Estás herido, ni creas por un instante que voy a dejar que te metas en el medio en tu estado.


-Mika, no soy tu responsabilidad –le encaró-. Y no tienes ninguna autoridad para decirme qué debo o no hacer –Mika chirrió los dientes y enseñó los colmillos, frustrado.


-Yuu-chan, no voy a quedarme quieto mientras tratas de autodestruirte por pura cabezonería –contraatacó.


-La última palabra la tienen Shinoa y Guren –intercedió Shinya-. Ellos son los superiores de Yuu y serán quienes decidan si necesitan vuestra ayuda o no –les dedicó una mirada fría-. Shinoa está un par de edificios más adelante. Encuéntrala y habla con ella. Y ahora marchaos, esto es una guerra por si no os habíais dado cuenta –les amonestó.


 


Yuu corrió en la dirección que les había indicado, con Mika pisándole los talones. Estaba enfadado y sabía que Mika también y con razón. Sin embargo, ¿cómo podía pedirle que dejara solos a sus compañeros y él se fuera a casa? No. Tenía que defender a la familia a cualquier coste.


 


-¡¡Yuu-chan!! ¡Escúchame por una vez! ¡Esto es una locura, no estás en condiciones! –A sus oídos llegaban sus jadeos entrecortados. El tobillo le palpitaba.


 


Distinguió la guadaña de Shinoa y gritó su nombre. Esta se giró. Kimizuki y Mitsuba están a su lado, esperando órdenes. Unos metros más allá, las sombras de los vampiros y los soldados se recortaban contra el humo. Pudo escuchar la voz de Guren animando a su tropa. Joder, se moría por entrar en acción.


 


-¡Shinoa! Shinya nos ha puesto al corriente, cuenta conmigo-


-¡No! –le cortó Mika, cada vez más cabreado-. De camino nuestro coche ha volcado por una explosión y Yuu-chan se ha cortado y torcido el tobillo –explicó, con la desesperación pintada en el rostro, en una súplica silenciosa para que le dejaran marchar-. No está en condiciones de pelear.


-¡Basta! Tú no me das órdenes, déjame en paz –le espetó. Mika compuso una mueca de dolor que a Yuu se le clavó en el pecho como miles de cuchillos.


-Yuu, te necesitamos. Odio admitirlo, pero en comparación, somos débiles. Necesitamos tu poder –explicó, con una disculpa implícita dirigida a Mika y como si ella no quisiera ser portadora de semejantes palabras-. Si tú pudieras…


-Claro que puedo –aseguró-. Solo tengo que regresar a casa a por mi katana y enseguida os echaré una mano –dijo con esa cara de felicidad particular que ponía antes de un combate.


-Shinoa, no puedes dejarle. –La rabia le contraía las facciones.


-Mika, lo siento, yo… -Mitsuba y Kimizuki les contemplaban a una prudente distancia.


-¡No! ¡Confié en ti, te ofrecí mi casa e intenté olvidar el pasado y no puedes hacerme esto! –replicó. Parecía a punto de echarse a llorar de la frustración que lo carcomía.


-Mika… -Posó la mano en su hombro.


-¡¡No me toques!! –La retiró de un manotazo-. ¡Dejad de utilizarle!


-¡No se lo pediría si no fuera una emergencia! –gritó a su vez, deseando ser comprendida y que el vampiro no la odiara.


-Vamos a casa, Mika. Tenemos una pelea que ganar –dijo Yuu, frío, cortando la discusión.


 


Mika les dedicó una mirada de odio antes de seguirle. Shinoa le miró a su vez con tristeza. Sin mediar palabra, alzó a Yuu en brazos y corrió. El moreno se aferró a su cuello y aspiró su olor. Sentía a su corazón deshacerse en pedazos, dividido por el deber y Mika. Lo que le había dicho era cruel pero él no podía impedirle luchar. Entendía que se preocupara por él pero no era un niño desvalido. Las lágrimas se agolpaban bajo sus pestañas. No lloraría. No le daría el placer de mostrarle lo frágil que era en realidad. Debía luchar. Por sus amigos. Por su familia. Por Mika. Para obtener un futuro lleno de paz y de más momentos cotidianos y agradables junto a las personas a las que amaba. Llegaron en poco tiempo y en completo silencio. Mika lo depositó con cuidado en el suelo. Subieron las escaleras, cada uno a su cuarto, en busca de sus armas. A Yuu le decepcionó un poco que Mika no le impidiera volver, pues en otra situación lo habría hecho. Eso significaba que en verdad estaba dolido. Y eso hacía que a él le doliera más. Sin decir nada, el vampiro le vendó con fuerza el tobillo.


 


-Así no te molestará tanto. –Su voz sonaba inexpresiva. A Yuu se le congeló el pecho.


 


Regresaron, Yuu en los brazos de Mika. Los cadáveres se amontonaban, de vampiros y soldados. Sin embargo, los vampiros seguían masacrando a los suyos. Shinoa les recibió, sorprendida al ver la espada de Mika colgar de su cinturón. No hizo ningún comentario al respecto. En su ausencia, Guren les había ordenado intervenir. Se estaban quedando sin hombres y no podrían retenerlos mucho más. Shinoa les dio un par de indicaciones y se pusieron en marcha. El vendaje de Mika era efectivo, pues las palpitaciones habían remitido un poco. Se puso en marcha, Mika trotando a su lado.


Invocó a Ashuramaru que respondió rápido. Él también deseaba sangre. Guren le sonrió al verle abrirse paso entre los vampiros. Uno de ellos se cernió sobre Yuu. Otro se encargó de Mika. Las suposiciones de Shinya eran ciertas, las armas de estos vampiros eran más poderosas lo que, a su vez, le concedía más poder a su portador. Su katana entrechocó con la de su enemigo y le impulsó hacia atrás. Su tobillo se resintió. Chasqueó la lengua.


 


-¡Ashura-Kannon! –Una docena de katanas se materializó sobre su cabeza, hundiéndose en el vampiro al que pilló desprevenido. Uno menos.


 


Mika tenía problemas con el suyo. Se dispuso a acercarse a él, más otro vampiro le interceptó. Joder, ¿no dejaban de aparecer nunca o qué? Le hirió en un costado y chilló cuando su piel comenzó a arder. A pesar de ser un corte profundo, el vampiro no parecía muy malogrado y sus estocadas eran fuertes y precisas. Yuu bufó. Estaban bien jodidos. Bien, bien jodidos. No lograba golpearle, el vampiro bloqueaba todos sus ataques sin apenas esfuerzo, mientras que él veía sus fuerzas mermadas aún con el poder de su demonio. A sus compañeros no les iba mejor. Guren brillaba manchado de sangre, rodeado por su escuadrón. Kimizuki batallaba con ardor, pero hasta él lucía agotado. Lo mismo podía decir del resto. Y Mika… él se desenvolvía bastante bien, pues conocía mejor que nadie las habilidades de los vampiros, sus debilidades y fortalezas. Sin embargo, sabía que no duraría. Que su energía tenía un límite.


Se concentró. No era el momento de distraerse, tenía un objetivo que cumplir. Encontró un hueco en la defensa de su enemigo. Reunió su fuerza en ese punto, lanzando la katana velozmente. No contó con que su tobillo le fallaría. Ahogó un grito de dolor. La katana se desvió unos centímetros, segundo que el vampiro aprovechó para rechazarle y clavarle la espada en el hombro. Se mordió el labio para contener el rugido que amenazaba con escapar de su garganta. El vampiro soltó una cruel carcajada. Arrancó la espada sin miramientos. Yuu mordió más fuerte. La sangre regaba su ropa a borbotones y tenía la sensación de que su brazo podía desprenderse en cualquier momento. Mierda. O actuaba rápido, o la pérdida de sangre le dejaría inconsciente. Visualizó la imagen de Ashuramaru en su cabeza y le suplicó más poder. Este, a regañadientes, accedió.


Las marcas del demonio colorearon su cara y uno de sus ojos cambió de color. Un rojo tan intenso que resplandecía más que su propia sangre. Con la furia contenida, descargó un potente tajo sobre su oponente, atravesándole de lado a lado. Desapareció en una nube de polvo.


Buscó a Mika entre la multitud, cubriendo su hombro con la mano. Una figura se materializó a unos metros de él. Su larga coleta morada ondeaba a su espalda, junto con una capa blanca. Reconocería a aquel monstruo en cualquier lugar. Pero no era posible. Estaba muerto. Debía de estar muerto. El propio Mika se encargó de él.


 


-Vaya, vaya, qué interesante. Cuánto echaba de menos el olor de la sangre humana –se regocijó, complacido ante el espectáculo.


-¡¡Tú!! –Yuu le fulminó con la mirada. Ese malnacido…


-¡Oh! Si la princesa también está aquí, ¡qué bien! Eso quiere decir… -Echó un vistazo a su alrededor. Mika le contemplaba acongojado. Los vampiros habían cesado su ataque en cuanto Ferid hizo acto de presencia-. ¡Mika! ¡Qué alegría! –Dio una palmada, satisfecho-. Me alegra ver que al fin te has reunido con tu amado Yuu-chan.


-Qué haces aquí, Ferid –rugió.


-Venía a haceros una visita. –Le restó importancia.


-Oooh, así que nos has honrado con tu presencia, vampiro. –Guren se incorporó, escupiendo sangre y con la espada en alto-. ¿Eres tú el que ha organizado esta emotiva reunión?


-Qué perspicaz. –Se relamió-. Veo que sigues vivo. Es una suerte, sabes que me muero por probarte. –Enseñó los colmillos.


-Creí que nos habíamos deshecho de ti la última vez –dijo Guren-. Pero se ve que las ratas son más resistentes de lo que parecen.


-Qué maleducado. –Negó con la cabeza-. Antes de dar a alguien por muerto, deberías comprobarlo. –Miró significativamente a Mika, que estaba blanco como la cera.


 


Yuu se mantenía expectante, paseando su atención de uno a otro. Ferid tenía la vista fija en él, sonriendo ladino. De repente, se había desplazado a gran velocidad y sus narices casi podían tocarse.


 


-Me temo que vuestra bonita relación no durará mucho, necesito a Mikaela de vuelta al redil –siseó, sin dejar de sonreír.


-¡NO TOQUES A YUU-CHAN! –Las espinas de las enredaderas de su espada se clavaron en su mano, absorbiendo su sangre, mientras corría hacia ellos. Ferid fue más rápido y lo esquivó, colocándose detrás de Yuu, apuntando a su cuello con una uña afilada.


-Mika, mírate. Tan patético, como un corderito al lado de esos humanos.


-¡Los humanos no me importan! –Chirrió sus colmillos-. Suéltale. –Había una furiosa amenaza implícita en sus palabras. Sus ojos alternaban entre Ferid y la herida del hombro de Yuu.


 


La sangre le escurría hasta el suelo y se mezclaba con el dolor de su tobillo, tornándose casi insoportable. Puntos negros parpadeaban en su visión y temía desmayarse en breves. Más no lo haría sin ofrecer resistencia. Sin darle la oportunidad de reaccionar, deslizó su codo hacia atrás, hundiéndolo en las costillas de Ferid, demasiado ocupado en Mika como para percatarse de los movimientos de Yuu. El noble se tambaleó. La furia relampagueó en sus pupilas carmesís. Yuu trató de aprovechar su sorpresa y escapar del odio que emanaba por sus poros.


Su tobillo falló. Cayó estrepitosamente al suelo, con un chasquido sordo. Ferid se cernió sobre él, sin contemplaciones. Las voces de sus compañeros, el grito desesperado de Guren (jamás pensó que oiría nada semejante de él), el aullido de Mika, la sombra del vampiro tapándole la luz. Fue lo último que traspasó su consciencia antes de perderla. El sabor a sal aún permanecía en sus labios.

Notas finales:

Sí, lo sé, probablemente vuestra cara sea un poema. Seguro que estabáis esperando un lemmon después de lo ocurrido en el capítulo anterior y os encontráis no solo con que no hay, sino que encima discuten. Soy lo peor, I know.


Sé que no me vais a creer, pero tanto el título como la escena de la playa estaban decididos y escritos mucho antes del último capítulo del anime. Os imaginais mi sorpresa cuando de repente veo que la escena final transcurre en un playa. Me quedé como... ¡pero si yo acabo de escribir sobre eso! Soy adivina, ya veis.


Me disculpo con todos aquellos que creíais que habría lemmon en esta actualización y también si os he hecho sufrir :( Pero lo bueno se hace esperar y os prometo que os escribiré escenas subidas de tono espectaculares (?) (O lo intentaré con todas mis fuerzas).


Gracias por leer, os quiero <3


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