Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

[Reviews - 106]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Segundo capítulo! Espero que os guste :)


 

Ataviados con gruesos abrigos, bufandas de lana, guantes y, en el caso de Mika, un gorro, se adentraron en la calle vacía. Por suerte, vivían en un barrio tranquilo y poco poblado, lejos de miradas indiscretas. Era ideal para que un vampiro como Mika pudiera hacer una vida lo más normal posible, sin preocuparse de que alguien le incomodara al salir a pasear o algo similar. Su risa se escuchaba en eco, rebotando contra las paredes de casas desocupadas, tiendas destruidas y postes de carretera que ya no servían, pues hace tiempo perdieron su función.


 


-¡Yuu-chan, mira esto! –gritó, mientras daba vueltas con la lengua fuera, tratando de atrapar los copos. Su ilusión era genuina y a Yuu le animaba verle tan lleno de energía. Después de todo, sí que se mantenía su antiguo yo latente. Puede que algunas cosas hubieran cambiado, pero era alentador que Mika siguiera siendo su Mika.


 


El posesivo “su” reverberó en su mente. Por suerte, el vampiro estaba ocupado esculpiendo algo semejante a un muñeco con la nieve del suelo, por lo que no se percató del color habitual de sus mejillas. Yuu se unió a él, ayudándole, a pesar de que Mika se riera de él por sus “nulas dotes artísticas”, como lo denominó. Cuando quedaron satisfechos por el resultado, el rubio le dio unas palmaditas de buen trabajo, continuando la burla, ya que ambos sabían que el lado del que se había encargado Yuu era amorfo y descompensado.


Este, en venganza, se agachó, formó una bola de nieve entre sus manos enguantadas, y se la lanzó a Mika con toda la fuerza de la que fue capaz. No contaba con los reflejos de su compañero, que la esquivó sin complicaciones y con una mueca divertida. Frustrado, Yuu se dispuso a arrojarle otra, que pasó silbando como un proyectil cerca de su cabeza. Nuevamente, se estampó contra el asfalto sin rozar al vampiro. Yuu siseó.


 


-¡Serás…!


 


Su amenaza se cortó en seco cuando Mika le devolvió la jugada. No obstante, como buen soldado, Yuu también era rápido y no le alcanzó. La tormenta de nieve se acentuó. No supuso un impedimento para su no-planeada guerra, al contrario; así tenían más nieve esparcida por doquier que utilizar con su adversario. Yuu corría, con las manos llenas, persiguiendo a Mika que huía de él provocándole para que le siguiera y no se detuviera. Sus zapatos chapoteaban en los charcos de nieve derretida y sucia. Pisó con fuerza una placa de hielo y resbaló, chillando en el aire antes de caer.


 


-¡Yuu-chan! –Mika cesó en su carrera y enseguida se posicionó a su lado, inclinándose con las palmas apoyadas en sus rodillas para sostenerse. Una sonrisa socarrona apareció. –Eres un poco torpe.


-Eres un maldito capullo –maldijo. Estiró una pierna, golpeando con un barrido los tobillos del vampiro.


 


Perdió el equilibrio y por la sorpresa, se precipitó encima suyo, con los brazos agitándose intentando inútilmente aferrarse a algo sólido. Mientras que los copos mullidos frenaron el impacto de Yuu, el de Mika fue en parte atenuado por el cuerpo del moreno, que yacía imitando su sonrisa sarcástica.


 


-Vaya, Mika-chan~ Eres un poco torpe –ronroneó, ganándose una mirada de desaprobación y mal humor, que rápidamente fue rota por una carcajada, a la par que se tumbaba a su lado.


 


La risa de Mika era contagiosa y poco tardó Yuu en unirse a ella. No cesaron hasta que sus pechos dolían. El frío penetraba bajo las capas de ropa, pero no les importaba. Era una vista magnífica. El cielo gris, los copos deslizándose mordiéndoles la piel. Una sensación cálida le tocó. Giró la cabeza. Mika le tomaba de la mano. Yuu nunca se fijó en lo bien que acoplaban sus dedos juntos. El vampiro seguía perdido en el cielo. Yuu le imitó, dándole un pequeño apretón que Mika le devolvió.


 


-Se está haciendo tarde y hoy tengo patrulla –murmuró. No quería romper un momento mágico como aquel.


-Sí –suspiró -. Además, deberías darte una ducha. Estamos empapados.


 


Se levantó del suelo con gracilidad, sin soltarle. Yuu le siguió. Entrelazados, emprendieron su marcha hasta casa. A Yuu se le hacía extraño el contacto, especialmente que durara tanto y no fuera breve como en otras ocasiones. No podía decir que le molestara (ni mucho menos). Los dedos de Mika eran confortables y encajaban a la perfección. En el vestíbulo, se despojaron de la ropa de abrigo, tirándola de cualquier manera en el sofá. Yuu se disculpó y subió a ducharse.


El agua caía sobre su pelo ya húmedo, deslizándose por su piel y haciéndole entrar en calor. Se tomó un minuto para reflexionar acerca de las últimas horas. Todavía revoloteaba en su cuello el pequeño dolor que le había infligido Mika al morderle, principalmente porque la herida estaba hinchada. Pero con el recuerdo, también accedía al placer que le proporcionó ese mismo acto. La lengua de Mika reptando por su hombro, clavícula, subiendo y bajando despacio, sin prisa. Le produjo un escalofrío. La calidez de sus palmas en la cintura, las líneas de su cuerpo pegadas al suyo, la locura de la cercanía. ¿Así se comportaba la familia? No era la primera vez que Mika perdía el control al beber sangre, más nunca antes había ocurrido nada igual. No le molestaba en absoluto y eso hacía que se replanteara cosas.


Cerró el grifo y salió, amarrándose una toalla en la cadera y secando su pelo con otra. Se dio cuenta, demasiado tarde, de que su muda limpia estaba en su cuarto. Le daba una pereza extrema ir medio desnudo hasta su habitación para vestirse, y más con el frío que hacía en aquella casa. Demonios, debían comprar la maldita estufa o acabarían muriendo congelados. Tampoco quería molestar a Mika llamándole a gritos para que viniera a socorrerle. Así que decidió que la mejor táctica era sprintear hacia su dormitorio a toda velocidad. Resopló y respiró hondo, tenía que mentalizarse para abandonar el confortable vapor que se había formado en el baño. A la de tres, abrió la puerta y salió disparado por el pasillo, con la rapidez que sus entrenamientos le permitían. Justo se disponía a buscar la muda, a salvo en su dormitorio, cuando escuchó unos pasos a su espalda. Mika le observaba inmóvil en la entrada, portando una taza.


La sangre de Yuu se acumuló por completo en sus mejillas al percatarse de que solo le cubría una toalla, la cual se había deslizado ligeramente, mostrando los huesos de la cadera. Y un poco más. Mika dio una bocanada de aire. Era evidente que se esforzaba por apartar los ojos de lo que tenía delante, pero le costaba.


 


-T-te traje chocolate caliente –balbuceó.


 


Si se hubiera encontrado en una situación diferente, a Yuu le habría divertido ver a Mika tan coartado ya que no era habitual. Puso los brazos alrededor de su torso, en un vano intento por dejar de enseñar tanta piel. Eso solo consiguió que Mika jadeara. Yuu echó un vistazo hacia abajo, los bíceps acentuados en esa posición. No podía decir que fuera musculoso o algo así. Estaba bien formado tras tantos años de adiestramiento y batallas. Su desmadejado cuerpo de adolescente había adquirido la firmeza y las líneas de un hombre, aunque todavía no fuera adulto.


 


-A-ah, gracias. Déjalo en mi escritorio –indicó.


 


Sacó la ropa interior y su uniforme del Ejército Imperial del armario, mientras percibía la presencia de Mika tras él. Le oía trastear entre sus papeles y objetos esparcidos por la mesa.


 


-Ya te dejo cambiarte, disculpa –murmuró, alejándose. Sus pasos se perdieron por las escaleras.


 


De pequeños se habían visto sin camiseta, claro que sí. Compartían orfanato y más tarde el duro suelo en la ciudad de los vampiros. Pero eran niños, inocentes, que se veían obligados a permanecer en el mismo espacio sin importar qué. Ahora cada uno tenía su lugar, por lo que era extraño coincidir en momentos así. Una vez vestido, cogió la taza de chocolate, calentándose las manos en el proceso. Bajó hasta el salón. Mika había recuperado su cueva de mantas y estaba en el sofá, leyendo.


 


-Ey. –Saludó con naturalidad, sonriente, ignorando lo ocurrido hacía unos instantes. Sorbió un poco de chocolate. La temperatura era la idónea, suficiente para reconfortarle pero no para quemarle. Y además estaba riquísimo. Mika le respondió con una sonrisa.


 


Yuu se dejó caer sobre el sofá, procurando no aplastar las piernas sepultadas del vampiro.


 


-Me quedan diez minutos antes de irme, ¿te importa si te incordio durante ese tiempo?


 


Mika rio y abandonó el libro a su suerte. Acortó la distancia que los separaba y señaló la taza con un gesto de la barbilla.


 


-¿Te gusta, Yuu-chan?


-Por supuesto. Eres el mejor cocinero vampiro.


-Y seguro que el único. –Sus colmillos se perfilaron entre sus labios-. Yuu-chan huele a chocolate –aspiró.


 


Ahí iba otra vez. Esa proximidad. ¿Acaso ese mordisco los había cambiado? ¿Surgió algo sin su consentimiento o conocimiento? Quizá no importara. Se sentía bien. A Yuu le gustaba. ¿Correcto? No lo sabía. No es como si quisiera saberlo. La comodidad que desprendían los movimientos de Mika, cómo su flequillo ocultaba sus orejas puntiagudas, sus ojos como el sol amaneciendo, la fragilidad aparente pero falsa. Todo ello constituían lo que para Yuu era Mika, un cúmulo de factores que memorizó en este año viviendo juntos. A cámara lenta, pudo descubrir aquello que le encantaba en la cercanía del vampiro. El proceso de asumir su no-muerte fue doloroso. Asumir su “resurrección” y el no poder tenerle a su lado le consumió. Por eso, le resultaba increíble estar respirando en esos instantes su aliento. Tan cerca y a la vez tan lejos. Con vidas diferentes que en el futuro se separarían, quebrándoles de nuevo.


 


-Ha dejado de nevar –comentó Mika, sacándole de su abstracción.


-A-ah, eso es genial para patrullar sin inconvenientes.


 


Se dirigió al vestíbulo, colocándose el abrigo y la gruesa bufanda de lana, tras dejar la taza vacía en una mesa cercana. Los ojos de Mika le seguían por la estancia, aunque permanecía oculto con las mantas.


 


-Ten cuidado, ¿vale, Yuu-chan? A veces eres demasiado impulsivo –sonrió con suficiencia y Yuu le dedicó una mueca.


-Es una simple vigilancia, no va a ocurrir nada. –Protegió sus manos del frío con unos guantes.


 


Regresó hasta donde esperaba Mika recostado y se encorvó por encima de su cabeza, la nariz tocando sus bucles dorados. Le apretó cariñosamente un hombro, en un gesto reconfortante.


 


-Volveré. Siempre vuelvo, lo sabes, ¿no? –dijo en voz baja.


-Sí –se reclinó hacia atrás, apoyando la espalda en el pecho del moreno-. Porque somos familia.


 



 ------------------------------------------------------------------------------



 


Shinoa y los demás esperaban en el cruce de caminos acordado. Al igual que él, iban envueltos por capas y capas de ropa, las necesarias para resistir las bajas temperaturas que se apoderaron de la ciudad días atrás. Mika tenía razón, la nieve ya no caía lo que hizo que no fuera tan desapacible.


 


-¡Cherry boy! –saludó Shinoa, contenta. Yuu la miró con desprecio y esta le dedicó una bonita sonrisa.


-Por una vez llegas a tu hora –rezongó Kimizuki.


 


Mitsuba se limitó a recibirle con un “hey” y Yoichi fue tan efusivo como de costumbre. Se pusieron en marcha. Las armas enfundadas, los sentidos al máximo. Era una noche tranquila, por lo que pronto se dedicaron a charlar animadamente. La conversación giraba en torno a los vampiros, era difícil desechar los hábitos, el levantamiento progresivo de la ciudad, los edificios que recobraban su habitabilidad y en los que los refugiados por el Ejército Imperial estaban siendo reubicados… Se relajaron y disfrutaron de su mutua compañía. Tras la guerra no se veían tanto como antes. A pesar del tiempo libre del que disponían, cada uno de ellos lo aprovechaba para rehacer su vida y Yuu no podía culparlos. Él pasaba prácticamente veinticuatro horas con Mika.


 


-¿Qué tal con tu novio, Yuu? –preguntó Shinoa de repente, sin venir a cuento.


-No es mi novio –explicó por centésima vez, revolviéndose el cabello crespo por la humedad en el ambiente.


-Oooh, seguro que Mika no opina lo mismo. –Shinoa podía llegar a ser un verdadero incordio-. Se nota que te aprecia de corazón.


 


Yuu se encogió de hombros.


 


-Nos conocemos desde los ocho años y durante cuatro convivimos juntos. Somos una familia con los lazos muy unidos, es normal.


-Por eso sigues siendo un cherry b-


-Cállate –la cortó, tenso.


-No deberías mandar callar a un sup-


-¡No, Shinoa, hay algo acercándose! –interrumpió nuevamente.


 


El escuadrón se puso en alerta. Desenvainaron. Ninguno pensó que tendrían acción. Quedaban pocos vampiros rebeldes y el ejército no hacía mucho por capturarlos mientras que estos no dieran problemas. Eran escasos y mal organizados, pero de vez en cuando iniciaban alguna escaramuza inútil. Estaban calmados, con los músculos en tensión dispuestos a abalanzarse a por aquel que se atreviera a atacarlos. La adrenalina recorría cada célula de Yuu. No lo admitía en voz alta, pero en ocasiones echaba de menos el fragor de la batalla. Durante años, su razón para vivir y continuar era matar vampiros. Creyó que sin eso, no le quedaba nada. Luego apareció Mika, claro, y sus ganas de vivir aumentaron y tuvo otro motivo, mucho mejor que el anterior.


 


-¡Arriba! –gritó Mitsuba.


 


Una docena de vampiros saltaron encima de sus cabezas. Les sobrepasaban en número, más la destreza de los soldados era superior, por lo que no esperaban que les supusiera ningún problema. Alzaron sus armas y los aceros entrechocaron. Los vampiros quedaron de pie en el suelo, rodeándolos. Yuu rajó con el filo de su espada el abrigo y la bufanda, que se deslizaron hasta el asfalto, mostrando su uniforme. Así era más fácil moverse. Los demás le imitaron, sin quitar ojo de los enemigos.


 


-Yuu, ni pienses por un segundo que vamos a pelear. Nos superan –le recordó Shinoa.


-Shinoa, ni pienses por un segundo que voy a huir –respondió-. Casi he olvidado la emoción de la batalla.


-Yuu está en lo cierto. –Este gruñó, orgulloso de que el idiota de Kimizuki estuviera de acuerdo con él por una vez-. Son más que nosotros, pero nosotros somos mejores que ellos.


 


Los vampiros soltaron una risita siniestra al unísono.


 


-Son doce y nosotros cinco. –Shinoa chasqueó la lengua-. Eso nos deja a…


 


Fue interrumpida por los vampiros. Era complicado encargarse de varios al mismo tiempo, pero Yuu estaba excitado por la perspectiva. Con un diestro movimiento, rebanó al que tenía enfrente, partiéndole en dos.


 


-¡Uno menos! –gritó, satisfecho.


 


Un segundo corrió hacia él. Yuu se defendió, colocando su arma entre ambos. En su comportamiento habitual, había dejado la formación y estaba luchando un uno contra uno mientras sus compañeros se cubrían uno a otros y se guardaban las espaldas. Estaba convencido de que Shinoa le regañaría después. Saltó hacia atrás, alejándose unos metros del vampiro para poder maniobrar. Este parecía más diestro que el otro, pues bloqueaba bien los golpes. Genial, eso era lo que quería Yuu. Acción. La adrenalina seguía haciendo de las suyas y el poder de Ashuramaru crecía por sus venas, imbuyéndolo de la fuerza suficiente que le permitiera terminar con aquello.


Tras un año sin luchas, se sentía un poco oxidado. Sin embargo, su espíritu ardía, su cuerpo respondía y sus fibras recordaban a la perfección cómo funcionaba esto. Un grito le alertó. Sus amigos tenían problemas. Chasqueó la lengua, impaciente. Odiaba a esos jodidos chupasangres. Ashuramaru respondió con la eficacia habitual. Con un hábil giro de muñeca, Yuu clavó la espada en el pecho del vampiro, que se disolvió en un puñado de cenizas al contacto.


 


-¡Yuu, cuidado! –exclamó Mitsuba, que peleaba mano a mano con Shinoa.


 


Se giró lo más rápido que sus piernas le permitieron. Un vampiro volaba tras él, con su característica capa blanca ondeando. La punta afilada de su arma se aproximaba peligrosamente a su corazón. El tiempo se detuvo. Yuu sabía que no tendría ninguna oportunidad de evitarlo. La posición de su cuerpo no era la idónea para realizar un ataque, no sería lo suficientemente rápido como para contraatacar y no creía poder alejarse bastante. En esas milésimas de segundo, pudo ver como su escuadrón no tendría ninguna posibilidad de ayudarle, pues los vampiros no les permitían respirar dada su inesperada agresividad. Yuu se preguntó si esta violencia inusitada era fruto de la desesperación que sentían al haberse visto diezmados. Si era así, esa frustración los había vuelto fuertes.


No iba a rendirse por muy mal que pintara la situación. No era propio de él. Alzó el brazo, sujetando su espada con fuerza, dispuesto a contrarrestar el golpe. No fue ágil, lo sabía, pero ¿acaso tenía alternativa? Una figura se interpuso entre ambos, lanzando a Yuu al suelo del impacto. Ondas rubias flotaban frente a su expresión de sorpresa. Unos ojos como carbones ardiendo le miraban, con el terror reflejado. Su boca escupió sangre, que se esparció por las mejillas de Yuu. La espada del vampiro yacía atravesada en el estómago de Mika.


 


-¡MIKA! –El pánico de su voz resonó en la calle desierta.


-Eres… idiota… -jadeó.


 


El vampiro que aun sostenía la espada reía, orgulloso de su proeza. Un profundo odio surgió en las entrañas de Yuu. Nadie tocaba a su familia. Nadie ponía una mano encima de Mika. Y menos aún, le hacía daño. Con una furia inusitada y un grito desgarrador, Yuu reaccionó. Se incorporó a la velocidad del rayo, la determinación brillando en sus ojos esmeraldas. Descargó su ira sobre el puto indeseable que se había atrevido a herir a Mika. Chilló, deshaciéndose en volutas de humo y desintegrándose. Mika gimió y cayó de rodillas. Sangre abundante brotaba del corte. Yuu se apresuró a ayudarle, pero este le desquitó con un movimiento. No, tus amigos te requieren. Ve con ellos, decía su mirada.


Con la preocupación atenazándole la garganta, se unió al resto del escuadrón. Todos parecían asombrados por la capacidad combativa de estos vampiros en particular, teniendo en cuenta que sus armas eran de segunda clase y no tenían un noble al mando. Yuu echó un último vistazo a Mika, que asintió impaciente. Una vez más, Yuu se hundió de lleno en los torrentes de adrenalina que discurrían a su alrededor y dio lo mejor de sí. Apenas cinco minutos después, Mika se aunó al esfuerzo colectivo. Todavía sangraba y le costaba moverse con la gracilidad que le caracterizaba. El escuadrón apreció su gesto colaborativo. Los vampiros no tardaron mucho en disolverse. La tranquilidad regresó y pudieron tomarse un respiro.


 


-¡Mika!


 


En cuanto los enemigos estuvieron resueltos, Yuu corrió a su lado, sosteniéndolo por los hombros. El equipo se acercó, rodeándolos a una distancia prudencial. Sabían que no eran bien recibidos por Mika, algo lógico y que comprendían, y no querían agobiarle, sobretodo estando tan vulnerable. La ansiedad y el desasosiego flotaban en el ambiente.


 


-Mika, ¿estás bien?


-Sí, Yuu-chan. Solo estoy débil por la hemorragia –le dedicó una sonrisa torcida.


-Esto… Mika… -comenzó Shinoa-. Gracias por habernos ayudado –concluyó, cohibida por la presencia intimidante del rubio.


-Lo he hecho por Yuu-chan. –Enderezó la espalda, apoyando su peso en Yuu-. No por vosotros.


-Lo sé –Shinoa rio, encogiendo el tamaño de su guadaña y guardándola en el bolsillo de su falda-. Pero aun así, te estamos agradecidos por ello.


 


Yuu pudo jurar que Mika se ruborizaba. Quizá fuera su imaginación. Yoichi, Mitsuba y Kimizuki, uno por uno, reiteraron las gracias. El vampiro parecía incómodo por la atención que recibía. Yuu soltó una risita. La esperanza creció en su corazón. Después de todo, era posible la relación entre sus amigos y su familia. Y eso le hacía feliz.

Notas finales:

Cherry boy se usa para decir que alguien es virgen. Shinoa lo emplea varias veces en el manga para referirse a Yuu. En español lo traducen como chico cereza pero he preferido mantener la versión inglesa. Además, creo que en japonés Shinoa usa el mismo término.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).