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Al borde por Toko-chan

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Notas del fanfic:

DISCLAIMER: Los personajes que aparecen en esta historia son obra de DC Comics y de los productores y propietarios de la consiguiente serie televisiva.

ADVERTENCIA: Este escrito tiene algunas escenas sexualmente explícitas y lenguajeadulto que podría ser considerado ofensivo, y no es recomendable para menores de contenido de esta obra es ficción. Los nombres, personajes, eventos existentes (que nopertenezcan a sus autores originales) y situaciones son ficticios.

Notas del capitulo:

¡Buenos días! He estado un tiempo out de actualizaciones y ahora vuelvo con un nuevo one-shoot de la serie de The Flash, pareja Barry Allen & Harrison Wells. Lo siento, me encanta esta pareja y veo que aún no hay mucho fandom de ellos, especialmente en español, por lo que depositaré humildemente mi pequeño granito de arena. Como ya he dicho esto estaba pensado para ser un one-shoot, pero es posible que acabe teniendo continuación, ya estoy pensando en ello y depende también de la recibida que tenga.

¡Gracias a los que se molesten en leer! ^^

Me haces amar, odiar, llorar, tomar cada parte de ti.

Me haces gritar, arder, tocar, aprender todo de ti.

Zella Day

 

Prólogo

 

En la vida se desarrollan diferentes hechos y escenarios que, de alguna forma, ponen a prueba tu confianza y determinación para lograr los objetivos. Algunos dirían que también se ponen a prueba la buena fe de cada uno, o las habilidades, la valentía... otros que la vida no tiene nada parecido a un designio que trate de educar el espíritu de las personas, esos dirían que la vida es la vida y nada más. Todas las posibilidades son igualmente acertadas, es una necedad entrar la común discusión porque una sea mejor que otra. Sin embargo, en ocasiones, la vida te tira a la cara situaciones o personas que desequilibran toda tu balanza de lo que construiste como tu existencia. Y entonces, ¿Qué haces? ¿Pelear? La vida te dice “Despierta”, te está preguntando a la cara, a gritos, cuán fuerte es tu determinación para alcanzar tus objetivos, te está preguntando si serás capaz de querer ir a por ellos aunque estos consistan en traicionar tus valores, o tu felicidad pasada. Porque sí, el mayor objetivo de cada humano es ser feliz, cada cual a su manera. ¿Sabemos realmente qué forma, colores, sabores u olores tiene nuestra felicidad? Barry lo ha tenido muy claro toda su vida, al menos ha tenido claros sus objetivos, pero pronto descubrirá que, tal vez, dicha felicidad no viene únicamente de la mano de esas metas. Tal vez, la felicidad de Barry se convertirá en una absoluta pesadilla si no lograba controlarla.

 

1

Lo que el subconsciente tiene que decir

 

Barry dio una última vuelta al perímetro de la ciudad dejando al aire golpear su rostro a varios kilómetros por hora. La sensación era reparadora y le hacía olvidar por un momento la molestia que le había acometido al tener esa estúpida charla con Joe. Se detuvo apoyándose en una farola con la respiración agitada; una risa escapó de sus labios.

—Wells —resopló, incrédulo—. Por Dios, ¿a quien se le ocurre semejante locura? Es evidente que no le conoce como yo. r13;Se frotó el entrecejo, pensando que sería una buena idea volver a laboratorios STAR para ayudar al Doctor Wells con su trabajo. Se lo prometió, al fin y al cabo, y ya iba tarde para variar—. Él matar a mi madre, por favor.

Joe no sabía lo equivocado que estaba con esa sospecha, no era la primera vez que le saltaba con esas a Barry, estaba obsesionado con que el ocultaba algo oscuro. Con un último resoplido, emprendió la ida hacia los laboratorios donde Catline, Cisco y Wells debían estar esperándolo desde hacía un… rato. Un rato importante. Se detuvo un momento en una heladería donde compró helados de distintos sabores y en menos de un minuto estuvo en la sala de alta tecnología que solía frecuentar, con dos pares de ojos mirándole y uno, un par de ojos azules de gran intensidad, mirando al suelo pareciendo resignados.

—Eh… ¿lo siento? —probó Barry.

—¿Cuantas veces vas a llegar tarde a nuestras citas? —preguntó el Dr. Wells alzando la vista finalmente.

—Yo… No volverá a pasar, estaba… estuve hablando con Joe y no fue queriendo. Yo solo…

—Tú solo no te preocupas por esto —atajó, remarcando cada palabra—. Me lo prometiste, Barry. Nos lo prometiste a todos nosotros. Necesitamos tu ayuda para avanzar en la investigación y tú te comprometiste a echarnos una mano a cambio de nuestra cooperación para capturar a los "malos" —Hizo un gesto ampuloso con los brazos y la silla de ruedas se movió un poco—. Nosotros estamos cumpliendo. ¿Qué hay de ti?

Barry abrió la boca en un ademán de ir a decir algo pero nada fue dicho. Hubiese repetido que lo sentía pero no creía que fuera eso lo que el Dr. Wells quería oír. Suspiró mientras se pasaba una mano por la cara y veía como la silla del otro hombre se deslizaba fuera de la sala sin agregar nada más.

—Uhh… Creo que eso no ha sido nada bueno —sostuvo una voz.

Pudo ver como Catline le echaba una mirada censurada a Cisco y este curvó la boca en una sonrisa inocente.

—¿Creéis que se lo ha tomado muy mal? —preguntó Barry, sintiéndose cansado. Aquel no estaba resultando ser el mejor de sus días.

El joven de media melena se encogió de hombros y se pasó un mechón por detrás de la oreja.

—Tal vez, parecía enojado. Ya sabes, ese tipo de enojado silencioso que luego no conlleva a nada bueno —dijo abriendo mucho los ojos marrones como queriendo hacerle llegar a Barry el gran pavor que le daba. Un instante después, sin embargo, su expresión mudó a una más alegre—. ¿Son esos helados de la parada de Mike O'Hummel?

Divertido, Barry dejó que una sonrisa floreciera en sus labios y le guiñó un ojo a su compañero.

—De la parada de Mike O'Hummel de la Quinta Avenida —declaró.

—¡Ese de turrón es mío!

Cisco alzó el brazo como un niño de parvularios mientras hablaba, y seguidamente rodeó el escritorio colmado de ordenadores y otra maquinaria altamente sofisticada hasta alcanzar a Barry y robarle uno de los helados que llevaba atenazado entre los dedos de una mano.

Catline puso los ojos en blanco antes de dirigirse al velocista.

—Yo creo que deberías ir a hablar con él. Mañana es el día de Acción de Gracias. —Barry la miró, confuso. Ella sonrió apaciblemente—. Dudo que se sienta… a gusto estando en malos términos contigo en un día de festividad aunque no lo celebre. —Puso una mano sobre su hombro en ademán alentador—. El Dr. Wells realmente te aprecia.

Barry sonrió apenas, bajando la vista para evitar la mirada de Catline y sintiendo el apretón en su hombro y las palabras de la chica como un puntapié en el estómago que le impedía pensar con claridad. Él también lo creía, que Harrison Wells le tenía un sincero cariño, y esperaba no equivocarse en ello porque él, por su parte, se sentía cada vez más "unido" al científico. De algún modo extraño que no quería pararse a analizar. No había querido hacerlo en el último mes. Tal vez por ese motivo la conversación con Joe le había escocido en un lugar desconocido, uno reservado para sus seres más queridos, como su padre, Iris y el propio Joe. ¿Es que había llegado a considerar a Wells como un padre al igual que a Joe? ¿Era posible? Inspiró hondo al darse cuenta de que su compañera esperaba una respuesta que él no le estaba dando.

—Ah, sí, sí, claro. Hablaré con él.

Catline enarcó una ceja.

—¡De verdad! —aseguró el joven, y le tendió uno de los helados en son de paz.

La chica le dirigió una mirada curiosa a lo que él solo se encogió de hombros.

Era diferente. Su relación, o como fuera que se denominara, con Wells era muy distinta, estaba a kilómetros de distancia de la suya con Joe o con Henry. Wells era su mentor, era un misterio, un tesoro marcado en un mapa de una isla desierta, un planeta desconocido tras el velo de un millar de galaxias aún por descubrir. Enigmático, reservado, solitario, oculto tras una pantalla que Barry deseaba atravesar.

Sonrió de lado. Podría ir a disculparse ahora, pero creyó mejor dejarle espacio, ya se pasaría por su casa más tarde.

0.o.o.0.O.0.o.o.0

 

En un destello fugaz se plantó frente a las colosales puertas principales de la mansión del Dr. Wells que, al amparo de la penumbra nocturna en esa zona residencial de Central City, se alzaba majestuosa y sofisticada; sus grandes ventanales refulgían como enormes ojos abiertos bajo la luz de la luna. Le había costado lo suyo librarse de Iris aquella noche dado que había quedado con ella desde hacía unos días para una de sus charlas habituales en las que se explicaban los pormenores de los últimos acontecimientos o, simplemente, disfrutaban de un rato con una de sus personas más queridas. A Barry le dolió recordar el puchero triste y ligeramente decepcionado de la chica cuando le había anunciado que al final no podía quedar esa noche, deseó dar media vuelta e ir junto a su amiga para poder acunarse en su voz y en su risa melódica, aquella que le traía de cabeza desde que tenía conocimiento de lo que significaba la palabra "amor". El recuerdo de Eddy le torturó por un momento pero, para su sorpresa, no tanto como lo había hecho un tiempo atrás. No, al menos, ante la expectativa contradictoria de ver al .

Se palmeó la cara con ambas manos en una pretensión por dejar atrás aquel barullo de pensamientos que, como no los detuviera, al final le harían retractarse de su decisión y, realmente, dar media vuelta sin solucionar nada.

—Está bien. No pasa nada, Barry —se dijo a sí mismo balanceándose de un pie a otro sobre el pavimento con patente nerviosismo.

¿Como tenía que hacer aquello? ¿Que cara pondría el Dr Wells al verlo ahí, en su casa a medianoche? ¿Qué demonios se suponía que debía decirle? Había olvidado tomar el tópico peliculero de practicar unas frases preconcebidas delante de un espejo durante horas, lo cual no le habría ido nada mal en ese momento. Aunque pensándolo bien, esa táctica no era famosa por obtener unos buenos resultados. Tomó una gran bocanada de aire y el viento sopló con fuerza agitando los árboles que flanqueaban el camino tras él; antes de que fuera capaz de hilvanar un solo pensamiento su mano cobró vida propia y apretó el timbre a su derecha. El pitido anudó su estómago mientras esperaba.

"Vale, ya está hecho. ¿Estará durmiendo?" se preguntó. No había pensado en esa posibilidad para variar.

—Seré estúpido.

El pórtico de madera maziza se abrió justo entonces con un sonido grave, apenas filtrándose una tenue luminosidad desde el interior. Recortado contra el marco de las puertas, sentado en la silla de ruedas que siempre le acompañaba, se hallaba el célebre hombre; las gafas de montura negra descansando sobre el puente de la nariz, el pelo ligeramente revuelto y una mirada azul como un mar infinito que destilaba una sincera incredulidad.

Y no era para menos. Barry tragó saliva.

—¡Dr. Wells! —saludó.

—Barry. —Inclinó la cabeza sin romper el contacto visual al tiempo que alzaba una ceja con suavidad, una pequeña sonrisa curvó sus labios antes de hablar—. Vaya, tu visita es… inesperada.

—Am, lo sé. Soy consciente de ello y no es que me dé igual. No es mi intención molestarlo, pero necesitaba… es decir, mañana es Acción de Gracia y antes, esta tarde, cuando no llegué a la hora y... —sentía que le sudaban las manos cuando las levantó tratando de expresarse sin terminar de encontrar las palabras adecuadas; Resopló—. ¿Puedo entrar?

El doctor Wells lo miró y rió un poco antes de abrir ojos y boca e inspirar hondo.

—Por supuesto. No estoy muy acostumbrado a recibir visitas en mi domicilio, mucho menos a estas horas —Hizo un gesto hacia el interior apartándose un poco para dejarle espacio—. Adelante.

La casa se podía describir en dos palabras: im-presionante. Barry avanzó sobre la alfombra de terciopelo beige que presidía el amplio vestíbulo, escuchó el golpe de los pórticos de la entrada al ser cerrados mientras echaba un vistazo a su alrededor. No era la primera vez que veía el lugar, recordaba perfectamente cuando, debido al ataque de Hartley al Dr. Wells, la policía y él mismo consecuentemente habían estado inspeccionando la residencia en busca de algún indicio que delatara al responsable de la llamada anónima y ventanales rotos.

"Pero esta visita, esta noche, no tiene nada que ver con aquella vez", se dijo, volteando curioso sobre sus pies mientras alababa interiormente la exquisita decoración de aquella sala que, dividida por columnas tono mate, dejaba a la vista un enorme salón de cortinas marrones donde destacaba la lámpara de araña, lo que parecía un muy cómodo sofá y un televisor de quién sabe cuántas pulgadas; al otro lado del vestíbulo, también parapetada tras columnas, se podía apreciar otra sala, en el centro de la cual una mesa se alzaba omnipotente sobre sus oblicuas patas de vidrio y metal.

Un ruido de ruedas deslizándose le distrajo de su escrutinio.

—Es… wow, fantástica —dijo Barry.

El hombre sonrió un poco y asintió.

—Demasiado grande para mi solo, supongo. —Avanzó a través del vestíbulo, cercado, además de por la hilera de pilastras, por lo que semejaba una fila de jaulas de cristal conteniendo un falso fuego que danzaba con movimientos sensuales iluminando la estancia—. ¿Te apetece tomar algo? —preguntó al llegar a la barra de bebidas.

Barry pensó, irónicamente, que lo único que le venía de gusto era una buena copa —de martini, tal vez— y que sus nuevas habilidades eran las culpables de que hubiera dejado de disfrutar de las bebidas alcohólicas.

—No, gracias.

—Bien.

Mientras le veía servirse un chupito en un vaso diminuto, Barry imaginó cómo debía sentirse perder a la persona con la que habías decidido compartir tu vida, tal y como le había pasado al Dr. Wells con su esposa. El dolor que te desgarra por dentro, insoportable como el ruido de un millar de cuchillos rallando un jarrón de porcelana, seguramente no era muy distinto al que sintió Barry al perder a su madre. Te sientes perdido, abandonado, te preguntas porqué una y otra vez, te preguntas que harás a partir de ese momento.

—¿Barry?

—¿Si? —Parpadeó y enfocó la vista en el hombre de ojos azules que le observaba de vuelta.

No obstante, una madre no era lo mismo que una pareja, y viceversa.

—Entonces, ¿se te frustraron los planes con unas mejores compañías? ¿o que te trae por aquí exactamente?

—No, no es eso. Venía a… Su compañía es perfecta, bueno perfecta no pero no quiero que piense que… El caso es que vengo a disculparme —dijo, en voz bajar—. Por desatender mis obligaciones y no cumplir lo que prometí. Usted y todos me estáis ayudando cada día, al máximo, mientras que yo no soy capaz de ser estricto con la investigación que tanto le importa —finalizó.

Se frotó la cara y soltó el aire que no había notado que había estado reteniendo por puro nerviosismo. Cuando levantó la mirada se encontró con una extraña expresión plasmada en el rostro del científico. Una expresión impávida, sí, pero que albergaba emociones como perlas preciosas contenidas tras el manantial que era su mirada.

—¿Que? —vaciló—. ¿Pasa algo?

De pronto, al hombre se le escapó una risa de lado.

—Barry. —Negó con la cabeza—.

—¿Qué?

—Eres un chico muy especial. —El aludido fue a replicar pero Harrison alzó la mano haciéndole callar—. Tienes tanta… humanidad en ti. Y un gran corazón, no todo el mundo tiene el lujo de compartir dicha suerte.

—Bueno, no creo que sea para tanto. Usted también es un buen hombre.

—No —cortó el Dr. Wells al mismo tiempo hacía rodar la silla para acercarse a él—. No te subestimes.

No se estaba subestimando. No se trataba de eso. Pero Barry no creía que ser humano fuese algo remarcable, ¿acaso no era lo normal? Tal vez no, no obstante debería serlo.

—¿Está todo bien entonces?

El asintió con lentitud y Barry se sentó en uno de esos altos taburetes reforzados en cuero encasillados junto a la barra de bebidas.

—Su mujer… debió de ser duro. Perderla.

Vio al hombre bajar la mirada y suspirar antes de hablar.

—La vida, Barry, a veces es inesperada y habitualmente, con el pasar de los años sobre todo, nos demuestra que no vale la pena pensar demasiado las cosas, lo que cuenta es vivirlas sin miedo porque luego, un día... —Guardó silencio un segundo mientras se contemplaba abstraído las manos; su voz destilaba un aire de emoción al añadir—: Un día te das cuenta de que has perdido algo que era sumamente importante para ti, y ese día sabes que harías lo que fuera por recuperarlo. Cualquier cosa, absolutamente.

Barry sintió como si una lengua de cristal le lamiese la espina dorsal cuando Harrison soltó una carcajada, porque esa carcajada estaba repleta de matices y era como una rosa, hermosa pero dañina.

—Y es curioso, extremadamente curioso, Barry. No sabes lo curioso que es —continúo hablando, esta vez mirándole directamente a los ojos—. El ser humano, no importa si eres meta-humano o una persona corriente, cuanto más sensible, cuanto más le afectan las emociones, cuanto más humano se vuelve... más inhumano termina siendo.

La mansión en su totalidad parecía haber enmudecido como por arte de magia, no debía de haber corrientes de aire porque ni el silbido del viento, ni los puntuales crujidos de las vigas interrumpieron el silencio hasta que Barry lo hizo.

—Dr. Wells, usted es mi héroe —musitó causando el interés en el otro—. Y debo decirle a mi héroe que tanta negatividad no es buena para una sola persona.

Una risa se escapó de la boca del científico.

—No creo merecer tanta caridad de tu parte, Barry.

—No es caridad.

Se miraron a los ojos unos segundos. Fue una mirada intensa, extraña y difícil de catalogar, especialmente para Barry que sintió como la saliva se le acumulaba en la boca sin saber qué hacer con ella ante la influencia de aquellas dagas celestes. Incapaz de concretar el momento en el que se había bajado de la silla, agachado y puesto a su altura.

Le sorprendió el cálido contacto de una mano palpando su mejilla.

—Deberías volver a casa, Barry. No estar aquí —susurró Wells.

—¿Es una orden como jefe? —De forma involuntaria se inclinó más hacia el contacto de la mano—. Ya le he decepcionado bastante.

El hombre sonrió fugazmente.

—No seas tan generoso. Seguro que tenías algo que hacer si dormir te cuesta tanto. —Arqueó una ceja insinuando—. ¿Tal vez con Iris?

Barry sintió que se sonrojaba con la pregunta. Se mordió el labio y, repentino, como un flash, le vino el pensamiento de que el se veía inesperadamente sexy e irresistible alzando la ceja de esa manera.

—Ah.. Iris y yo no… habíamos quedado, sí, es verdad, pero tenía cosas que hacer. Yo, quiero decir, yo tenía cosas que hacer, no ella. Cosas como esto, o sea disculparme. Era importante, disculparse es… importante.

Tomó una bocanada de aire sintiendo como ese aire ardía en su garganta ante el calor in crescendo que desprendía la mano de Wells en su cara. Esa mano que se movió en una imperceptible caricia.

—Yo… —Joder, iba a tener un cortocircuito—. No se muy bien que estoy haciendo.

—Ser sincero es una cualidad.

El susurro del científico le chocó contra los labios debido a la cercanía entre ambos; sus ojos como océanos colisionaron contra alguna parte instintiva de su interior que le puso el vello de punta. Barry no podía soportar tanta intensidad a su alrededor, ni el silencio ni esa aparente intimidad ni esa sensualidad que, por primera vez, apreciaba en cada gesto de Harrison Wells.

—Barry…

—¿Qué?

—Estás sorprendentemente caliente.

Barry abrió y cerró la boca sin poder articular palabra. Finalmente se lanzó hacia delante y atrapó los carnosos labios del Dr. Wells entre los suyos. Este lució sorprendido por un instante pero no tardó en responder al beso y rodear al velocista por el cuello, atrayéndolo más cerca. El chico gimió dentro del intercambio de saliva y adentró su lengua con fervor, el calor extendiéndose como lava bajo su piel, navegando a través de las venas como un mantra de Dionisio. Como movido por un resorte, que fue el "Barry" murmurado por Wells con voz quebrada y ronca, se encaramó sobre su regazo; sus pechos muy juntos y sus cabezas aún más juntas. Y lo besó, lo besó hasta la saciedad, hasta emborracharse con el sabor de las fieras, el sabor de lo impensable.

Cuando se separaron, siendo el científico el desencadenante, ambos se encontraban con las respiraciones agitadas. A Barry el corazón le daba brincos dentro de la caja torácica.

En un movimiento rápido se bajó del regazo del Dr. Wells balbuceando incoherencias. ¿Que había pasado? ¿Se acaban de pegar un morreo? Él, ¿con un hombre? "Un hombre que podría ser tu padre, iluminado" se dijo mientras se frotaba las manos contra los vaqueros.

—L-lo siento, esto no… Tengo que irme.

Se dio la vuelta, presuroso.

—¡Barry…! —empezó el hombre. Pero cuando acabó de decirlo ya no quedaba ni rastro del velocista en el perímetro de la casa—. Espera.

Notas finales:

¡Y eso es todo! Así era en principio el one-shoot, pero ya digo que es bastante posible que lo continúe. 

Saludos y gracias, espero vuestras opiniones ya que es un fandom poco explorado y bastante nuevo hasta ahora :)

We love Barrison <3

PD: Para los que sigan Inmortalidad de marfil tengo la buena noticia de que mañana ya publicaré la tercera y penúltima parte. Siento la tardanza :(

 


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