Si, ese eras tú…mi oscuridad.
Y soy yo, quien ahora está derrumbándose frente al frio mármol, añorando aquel suave tacto, aquella complicada misión de quererte, soy yo…quien anhela con desesperación, tener de regreso la desdicha de tu amor.
Después de cada herida intencionada, regrese sin replicar, porque tú, para mí, eras más valioso incluso que la vida misma.
Un loco obsesionado en el amor, un pobre esclavo del dolor que te recorría entero, centímetro a centímetro. Del dolor que al final me alcanzo, desgarrando el aire de mi vida, y tú, solo estabas ahí, con aquella fina curva distorsionada en tus labios, recibiéndome a la inmensidad de la oscuridad.
No recuerdo la última vez que un sentimiento de paz recorrió mi cuerpo, todo lo bueno de mí se fue contigo, te lo di…
Lo destrozaste, como hiciste con todo lo que tuviste. No te importaba y yo lo sabía, tú eras todo a mí alrededor, pero yo no era más que una simple pieza en un juego ganado.
Lo siento.
Nunca fui capaz de abrir los ojos, no cuando se trataba de ti. Tuviste que hacerlo por mí…y morí entonces, no quería hacerlo, pero me obligaste, me obligaste a verte como realmente eras, me llevaste al límite de tu locura, me hundiste hasta tocar el siniestro enigma lodoso de desesperación y no pude más, lo sabias…
Y me dejaste ir, me dejaste libre, abriste las puertas a mi antigua vida…lo hiciste por mí, solo tenía que cruzar.
Perdón.
Porque mientras contemplaba aquella escena, la tortuosa posibilidad de perderte me rebaso, y retrocedí, dándole la espalda a mi posible salvación. Te elegí a ti, pero cuando mire…ya no estabas.
Me abandonaste.
Y cruce, pero ya no era mi mundo, ya no era el de antes, nada era igual. Me cambiaste, todo de mí, cada cosa, tú lo moldeaste…tú.
Me perdí.
Delirando en un mundo en escala de grises, soñando contigo, alucinando con tu mirada, añorando tu presencia. Y tu mundo también era gris, pero…
Estoy loco, me arrastraste hasta ese nivel. La casi invisible línea entre la gloria y la ruina, y estaba ahí, intoxicado, tambaleándome entre risas perdidas, directo a la destrucción. Ya no eras una opción, lo dejaste claro.
Te amaba.
Fui por ti, aun cuando eras mi condena, aun cuando lo perdí todo por ti, aun cuando con una sonrisa cruel me diste la espalda. Dudo que me amaras, pero sin duda caí muy bajo, más de lo que podrías esperar, supere tus expectativas, y tu decepción fue más que obvia.
Lo hice
Más doloroso incluso fue eso, ver aquello en tu mirada, aun cuando me sonreías con superioridad, sabias que no quedaba nada de lo que era antes en mí, y “lastima”…era lo último que deseaba recibir de ti.
Empezó.
Mi propia oscuridad creció, y me atrapo, me cubrió y apretó hasta el punto de la asfixia, y caí en sus cálidos brazos, me deslice por los suaves abismos de soledad, me acogieron con cariño, con pasión propia de dos amantes insaciables, quería más…ella de mí y yo de ella.
Eras tú, hasta entonces… y sustituirte fue, tal vez, lo más complicado.
“Nunca nadie podrá llenar tu lugar, igualar tu presencia o siquiera soñar alcanzarte” Pero no lo comprendía entonces. Necesitaba olvidar.
Y deambule por ahí. Por sitios que, seguramente, mi antiguo yo y mi otro yo habrían evitado.
Lo conseguí.
Sobresaliendo entre la oscuridad estaba la misma imagen alucinada de nuestro encuentro, pasaba de nuevo, tal cual. La misma sonrisa, el mismo porte, aquel tono, las mismas palabras…eras tú, sin serlo.
Regrese.
El circulo vicioso, el anhelo de peligro me cegó, el sentimiento mismo que experimente a tu lado me pedía a gritos permitiera su regreso. Y aun sabiendo las consecuencias, aun conociendo el conflicto que acarreaba, acepte.
Vanidad, ahora sé que fue eso, solo eso. La necesidad de venganza, la ambición de un enfrentamiento directo, tú y yo, pero esta vez en las mismas condiciones. El deseo de verte caer.
Me equivoque.
Eras tú, y “nunca nadie podrá llenar tu lugar, igualar tu presencia o siquiera soñar alcanzarte” lo entendí…muy tarde.
Desconcierto, diversión, agresión, pasión, confesión, fueron solo algunos de los factores que llevaron al final esta historia.
Porque podías ser la misma oscuridad encarnada, un criminal desalmado, un ruin estafador, un asesino despiadado, bárbaro, cruel… pero jamás jugaste sucio.
Peleas clandestinas, carreras a muerte, balaceras…siempre fuiste invencible. Y ese era otro atributó tuyo que amaba.
Termino.
Un enfrentamiento más a tu lista fue convocado, y de pieza-rechazo pase a trofeo.
La misma apuesta segura se hizo presente: tú por supuesto. Y como era de esperarse, un triunfo más a tu bolsillo.
El idílico momento llego, las piedras preciosas brillaron nuevamente, con la misma carga de aquella vez. Los retazos del primer encuentro tomaban forma, no una alucinación más, no, eras tú, esta vez: si eras tú.
Nadie se lo espero…ni siquiera yo, que lo conocía, pude siquiera imaginarlo.
Antes de alcanzarte, antes de regresar a la oscuridad con la que soñaba desde que me la arrebataste…antes de asimilar tu triunfo siquiera y de contemplar tu mirada con algo más que el simple y banal deseo. Antes de imaginar un “nosotros”…antes de todo aquello.
Mi propio juego dio Jaque en mi contra.
Él era lo más parecido a ti que pude encontrar, pero a diferencia de ti, él…si jugaba sucio.
Te perdí.
Si, ese eras tú…mi oscuridad.
Y soy yo, quien ahora está derrumbándose frente al frio mármol, añorando aquel suave tacto, aquella complicada misión de quererte, soy yo…quien anhela con desesperación, tener de regreso la desdicha de tu amor.
No superare el vicio de amarte.
Esta vez usare traje para verte, regresare a la oscuridad.