Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tras el muro de metal. por Arima_Shiro

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Este capítulo tiene lugar en un tiempo anterior al capítulo uno (es como un flashback). Exactamente, en el final de la película. Espero que os guste y que no sea demasiado lioso ^_____^  

Capítulo 2: Nuevo mundo. El vínculo.

Hace menos de 24 horas que estoy en un nuevo mundo. “Nuevo mundo”, qué palabras tan extrañas. Supongo que no tiene nada de nuevo, siempre había estado aquí, al igual que el mío. Pero para mí sí que es nuevo, por eso me tomo el atrevimiento de llamarlo así. Tengo una sensación muy extraña en el pecho, como si todo yo me dividiese en dos partes. Una de ellas es la insegura, la que se siente perdida ante la inmensidad del universo, la que no para de sorprenderse ante las novedades que ve a su alrededor. Y la segunda parte es atrevida, me dice que no tema, que podré sobrevivir, ya que, en el fondo, mi mundo y éste no son tan diferentes. Ciertamente, en los dos hay las mismas formas de vida: hay personas, animales, plantas, minerales… No es mi mundo. Lo sé por el aire, por las sensaciones que experimento. Pero también siento algo familiar, como si los dos mundos tuvieran la misma base. Si así fuera, sería algo magnífico. Con la misma base, yo y Edward podremos usar la alquimia. Sal, mercurio y azufre. Si también los hay aquí, podremos defendernos y salir adelante.

 

Como veis, estoy algo preocupado. En una situación desconocida, es normal que nuestra intuición nos avise para que podamos protegernos. Nii-san ya está acostumbrado a esta vida, y yo también deberé hacerlo. A él, cuando llegó aquí, le ayudó nuestro padre; y él (Edward) me ayudará a mí. Es divertido pensarlo como si fuese una cadena. Creo que voy a hacerle caso a mi parte atrevida, y voy a dejarme llevar. Estar con los seis sentidos a pleno rendimiento es muy cansado, además, las vibraciones que emanan de las tumbas me ponen enfermo. Ah, sí, se me olvidó mencionarlo – estoy en un cementerio del “nuevo mundo”. No es que sea un lugar idóneo para descubrir esta tierra, mas hay cierta paz en el ambiente. Es como si me encontrara en una habitación donde los niños duermen la siesta, el silencio flota sobre la hierba.

 

El funeral de Alphonse Heidrich se celebró por la mañana, cuando el sol bañaba cariñosamente los árboles con su luz. Esa luz me daba valor, aunque no me atreví a acercarme al ataúd para ver al difunto y darle su último adiós. Presentía que me desvanecería si lo hacía. La ceremonia se llevó al cabo con naturalidad, todos los presentes lloraban sinceramente la muerte de ese joven encantador. Yo no hice nada, no pude. Me quedé entre la gente, con mi mirada perdida entre los sepulcros y la mente lejos, muy lejos. No pensaba en nada. No quería hacerlo para no plantearme si la razón de su muerte fue mi llegada. Conozco esa creencia, la de que si dos personas iguales se encuentran una de ellas muere (se dice que todos tenemos un alter ego en alguna parte). No, eso no es más que una superstición sin fundamento. Pero, ¿quién sabe? ¿Qué hubiera pasado si él siguiera vivo? ¿Cómo sería mi vida con Ed y con él? A pesar de que dejaba mi mente en blanco, las preguntas venían. Desde que me convertí en una armadura, siempre tuve miedo de ser rechazado, sustituido o desplazado. Que ocupasen mi lugar, que mi hermano me considerase una carga… eso sería mi final.

 

¿Amaba Alphonse Heidrich a Edward? Sí, estoy seguro de ello. Mientras estuvimos separados, Heidrich cuidó de mi hermano, lo apoyó y no dudó en entregar su vida para ayudarle. Todo esto, que no tiene una explicación lógica, es una clara muestra de sus sentimientos.

 

Cuando el funeral llegaba a su final, la gente se reunió alrededor de un grupo de gitanos. El mayor de ellos comenzó a explicar una historia que me gustaría recordar, especialmente en los momentos en los que pienso en la muerte. El hombre contó que en su pueblo se cree que el alma de los muertos no marcha a otra dimensión, si no que se queda en la tierra, velando por los vivos. Es como si la persona muerta siguiera entre nosotros, alimentada por nuestros recuerdos y por nuestro afecto. A pesar de que no las podamos vez, su alma vela por nosotros y desea nuestro bien. “Por eso – dijo el anciano. – no solemos llorar por los muertos, ya que eso los entristece. Lo que hacemos es cantarles, hablarles y bailar para ellos. Es una manera de mostrar que, aunque el cuerpo desaparezca, estas personas no mueren. Siguen vivas dentro de nosotros.”

 

Después de esas palabras, los gitanos quisieron cantarle a Alphonse Heidrich. Nadie se opuso, y su música llenó el aire, llegó hasta el cielo, si cabe. Si él seguía aquí, debió de sentirse feliz. No me sentí capaz de buscarlo, dejando los acontecimientos aparte, seguía alerta, con la atención puesta en el entorno y en mi hermano.

 

Edward estaba destrozado. No hacía falta ser adivino para notarlo en su cara. Sus ojos cubiertos por un velo de tristeza veían a medias. Probablemente estaba reviviendo sus momentos con el alemán, una y otra vez, como un sueño que se repite, fijándose cada vez en un detalle distinto. Lloraba y paraba cuando sus ojos se secaban, y luego volvía a llorar. Por su cabeza debían de pasar las mismas preguntas que pos la mía: “¿Por qué? ¿Fue porque rompimos la barrera entre los mundos? ¿Por qué tuvo que pasar esto?” Y, finalmente, la terrible afirmación: “Es culpa mía.”

 

Había pasado la noche en vela con el cuerpo, y yo lo había acompañado. Sabía que mi presencia era necesaria para contenerlo, para que, en un arranque de desesperación, no cometiese una locura. Edward no quería alejarse ni un momento, sostenía la fría mano de su amigo, como si con eso pudiese hacerlo volver a la vida. Llegaron las personas que se encargaban de arreglar el cuerpo, limpiarlo y vestirlo por última vez.

 

Les ayudé a transportar algunas cosas. Edward se negó a marcharse y supervisó que todo se hiciese correctamente. Yo estaba sentado en un banco alejado, pero suficientemente cerca para poder ver a Ed. Quería acercarme a él, ayudarle con algo, compartir su dolor, pero estaba aterrorizado por Heidrich. No quería verlo.

 

Cuando todos se fueron a dormir, en el recinto sólo quedamos yo, nii-san y él. Sí, estaba seguro de que él también estaba. No era una presencia que intimidara, supongo que quería estar con Ed el tiempo que pudiera antes de irse. Se había hecho muy tarde, eran más de las tres, mis párpados se cerraban…

 

No sé en qué momento me di cuenta… pero Alphonse Heidrich estaba junto a mí. Me miraba con una expresión serena, entre triste y aliviada.

 

– ¡Hola! Así que tú eres su hermano – me dijo, sin hacerlo a nivel físico.

 

– Sí, mucho gusto, Alphonse Heidrich – intenté parecer amable a pesar de estar alerta. No podía fiarme de él. Nunca antes había tratado así con un espíritu, y éste podía estar enfadado conmigo.

 

– No estoy enfadado. No puedo estarlo ni con Edward ni contigo. Hice lo que consideré lo correcto. ¿Sabes?, muchas veces pensé en hacer que Edward olvidase su mundo. Me lo podía haber llevado muy lejos, a alguna cabaña aislada, y haber estado allí solos, viviendo juntos en medio del bosque. Y así toda la vida. Él habría olvidado sus preocupaciones. Pero yo estaba enfermo, mi trabajo construyendo cohetes había quebrado mi salud. Entendí que no podía vivir con él ni cuidar de él, y que era posible que muriese pronto. Por eso aposté por lo imposible, por enviarlo al otro mundo contigo.

 

– ¡Muchísimas gracias! No sabes lo feliz que me ha hecho volver a ver su cara. Supongo que debió de ser duro vivir con alguien que asegura venir de otro mundo – le dije, pudiendo sentir todo su dolor y su tristeza. Por muy asustado que estuviera, no podía evitar querer ayudar a alguien tan noble.

 

– …Fue complicado. Mas pude conocerlo, y eso fue lo mejor que me ha pasado en toda mi vida.

 

– ¿Estabas enamorado?

 

– Ya sabes que sí. Lo estuve, lo estoy y lo estaré. No pienses que he renunciado a él sólo porque lo envié contigo. A la menor oportunidad que se me presente, intentaré volver a abrazarlo.

 

– No me digas que vas a quedarte aquí, con nosotros.

 

– No, hay otro lugar al que he de ir. De hecho, sigo aquí porque quiero decirte algo… Haz feliz a Edward. Protégelo, mímalo, hazlo sonreír. Entrégaselo todo, sabes que se lo merece. Y ámalo. Si un día ves que los problemas te superan y que os encontráis en un peligro mortal, entonces invócame. Sabrás hacerlo, eres un experto de lo inmaterial…

 

Oí el ruido de la puerta al abrirse, levanté la cabeza y me giré para vez qué pasaba. Era de día y habían entrado dos personas muy parecidas a Glacier y a Maes Hughes. Se dirigieron a donde estaba mi hermano, que no había dormido en toda la noche. Claro, ¡eso era! Todo había sido un sueño. Porque yo nunca de sido ni seré capaz de hablar con un difunto, y menos invocarlo. Los muertos no vuelven.

 

------------------------------------------------------------------------------------------

 

En el cementerio quedamos sólo yo y Edward. Igual que cuando murió mamá, se repite la misma historia, pero yo no estoy triste. No estoy llorando, no me siento desamparado. No me siento como si hayan arrancado un trozo de mi corazón y lo hayan tirado por un negro precipicio.

 

Él sí. Hace frío y hace rato que ha empezado a tiritar. Parece no darse cuenta, parece haber perdido el mundo de vista.

 

No estoy triste porque ayer logré mi objetivo de dos años de búsqueda desesperada – volví a reencontrarme con mi otra mitad. ¡Me siento tan feliz! A pesar de todo, sonrío al verlo. ¿Me he vuelto un egoísta, un loco? Quizás.

 

Sé por qué nii-san está en trance, sé  por qué solloza y no habla. Es porque se siente vacío y no sabe qué hacer. Cuando murió nuestra madre, pasó un día de la misma forma, pero dio con una solución: resucitarla con la alquimia. Hoy no tiene esa vía de escape, ha de aceptar lo que ha pasado y seguir adelante. Eso es difícil, pero sé que Edward podrá, es fuerte. Su vida como alquimista nacional ha sido un duro entrenamiento emocional, en el que llegó a plantearse la razón, la moral, la cordura… Hemos visto morir a tanta gente, y veremos a muchos más hacerlo. Sabremos encajarlo: la muerte forma parte de la vida.

 

Despacio, me acerco a mi hermano mayor y abrazo su espalda temblorosa. Me quito la chaqueta y le cubro los hombros, lo vuelvo a abrazar.

 

– Nii-san, vayámonos – le pido. – Vayámonos a casa.

 

– ¿A qué casa quieres que vayamos, Alphonse? Está muy lejos y de ella sólo quedan los cimientos chamuscados.

 

Me sobresalto al sentir algo frío en mi nariz. Es un copito de nieve. La blanca nieve empieza a caer a nuestro alrededor.

 

Es extraño que algo tan blanco pueda caer de un cielo tan negro…

 

– Pues a la casa en la que has vivido desde que llegaste aquí. Espero que no esté muy lejos: te vas a congelar.

 

– Pero en esa casa… está él. Está su presencia, sus cosas… sus recuerdos.

 

– No, él no está allí.

 

– … Tienes razón, qué estúpido soy. Él está muerto.

 

– Puedes pensarlo así. Yo prefiero creer en lo que ha dicho el viejo gitano. Alphonse no ha desaparecido: sigue existiendo aquí – miro a sus ojos y toco su frente. – y también aquí – pongo la mano sobre su corazón. – No debes llorar más.

 

– ¿Y qué debo hacer, según tú?

 

– Venir conmigo a una casa donde podamos resguardarnos del frío. Vamos, nii-san. Dime por dónde hay que ir.

 

Se gira y mira por última vez la tumba, las flores, la fotografía de Heidrich. En sus labios se dibuja una triste y cálida sonrisa. La nieve cae a nuestro alrededor, él ya tiene la cabeza y las pestañas blancas. Él es blanco y está de pie ante una tumba blanca, y el alrededor es oscuro. El cielo, el suelo, las casas… en una noche sin luna.

 

– ¿Qué esperanza me puede quedar? – susurra dirigiéndose a él. – Sólo decir que siempre te llevaré conmigo.

 

Al fin, se da la vuelta y nos dirigimos a la salida del cementerio. Si sigue cayendo tanta nieve, mañana podremos hacer muñecos, o hacer guerras con húmedas bolas hechas de esta blanca sustancia. No sería una mala idea.

 

– Esto es ridículo – musita Ed con su típica cara de fastidio. – ¿Cómo puede caer esta nevada si estamos en pleno verano?

 

– No lo sé, nii-san, es todo un misterio. ¿No será que has sido tú quién ha hecho nevar?

 

– Qué va. Ni se me ha pasado por la cabeza.

 

– Eto… ¿cómo se llama la ciudad en la que estamos?

 

– ¿No te lo he dicho? Es München, y el país en el que se encuentra es Alemania.

 

– Ahora voy a saberlo ^_____^

 

------------------------------------------------------------------------------------------

 

Una vez hemos subido al piso, Edward cierra la puerta y enciende las luces. Es un lugar ordenado y acogedor, aunque sigue haciendo frío, algo que me preocupa desde hace un rato.

 

– Bueno, ya estamos – dice mi hermano, visiblemente más animado. – ¿Qué te parece si vamos a mi cuarto? Sé que tienes hambre, yo tampoco he comido en todo el día, pero no creo que encontremos nada a estas horas. No tengo ni idea de cocinar, y no puedo usar la alquimia. Mañana por la mañana bajaremos a buscar comida, ¿de acuerdo?

 

– Está bien. Vamos a dormir – sííí, una cama calentita, unas mantas ♥ Mejor eso que cualquier “obra culinaria” que podamos preparar Edward o yo. Tendremos que aprender a cocinar si no queremos morirnos de hambre.

 

Entramos en una habitación de tamaño mediano, presidida por una mesa cubierta por montañas de libros y papeles en estado caótico (típico de Edward). También hay una silla, una cama y un armario empotrado. Nada del otro mundo ^____^

 

Edward empieza a preocuparse por mil detalles, haciendo de anfitrión y de hermano mayor a la vez:

 

– A ver si me acuerdo… ¿dónde estaban las mantas? Recuerdo haberlas dejado arriba, pero no las encuentro. Aru, necesitarás un pijama. Te puedo prestar uno, pero no sé si te irá grande. Y ropa, te compraremos ropa mañana. Tendremos que mudarnos, esta casa es demasiado pequeña…

 

Aprovecho que está distraído para tumbarme en la cama y taparme un poco con el cubrecamas. Me gustaría irme a dormir y ocuparme de lo demás mañana.

 

– … ahora que lo pienso, no sé si München te gustará. Podríamos irnos a otra ciudad, hasta a otro país. Podríamos volver a viajar como antes, o vivir en el campo. Necesitaríamos ganar dinero primero, habrá que buscar algún trabajo que no sea demasiado complicado. ¿Qué crees que podríamos…? – se queda callado al verme acurrucado en la cama. – ¿Qué haces?

 

– Es que estoy un poco cansado. ¿Podemos hablar de esto mañana?

 

– Claro que sí. La verdad es que yo también estoy agotado. Veamos… de momento no quiero entrar en la otra habitación – [NdA: La de Heidrich. Obviamente, Edo está muy afectado y no puede ir a dormir allí, ni enviar a su hermano.] – Tú quédate aquí, ahora te traigo una manta. Yo dormiré en el sofá de la sala de estar. ¿Quieres ducharte ahora?

 

– Deja de preocuparte, kudasai. Estoy muy bien así. Lo único que te pido es que te quedes aquí conmigo. Ahora que, por fin, estamos juntos no quiero perderte de vista ni un momento.

 

Visiblemente afectado por mis palabras, se sienta en la cama al lado mío. En estos últimos años ha crecido mucho. Reflexiona más antes de decir o hacer algo, y lo noto más paciente y más atento. Sin duda, ha madurado.

 

– Aru, yo también te he echado mucho de menos. No pasaba un día sin que buscase alguna pista, sin que preguntase a diferentes científicos y estudiosos. No es que estuviese mal aquí, ya has visto que hay mucha gente que me apoya sin pedir nada a cambio. Pero me sentía como si en todo momento me faltase una parte de mí – mientras dice esto, acaricia con su mano izquierda mi mejilla. – Al comprenderlo, me sentí muy estúpido y me autocritiqué por ser tan débil. Sabía que es natural sentir afecto por otras personas, pero no quería atarme. No quería que mi vida dependiera de ti. No quería amar para no sufrir. Pero, ¿sabes qué? No puedo evitarlo. No puedo decir: “ quiero dejar de amar” y hacerlo. Y como no puedo hacerlo, he decidido convertir esta debilidad en mi fuerza. Gracias a esta fuerza, he conseguido cruzar la frontera entre los dos mundos… para verte.

 

Jamás me había imaginado que Edward me diría una cosa así. ¡Con lo desconfiado y tímido que es! Y ahora esto… Desde hace tiempo que sé que él me mira de otra manera, yo también lo veo como más que un hermano. Pensaba que tardaría más en darse cuenta, le he subestimado.

 

Lo sabe y lo ha dicho. Tengo tantas ganas de abrazarlo, de besarlo, de acariciarlo, de mostrarle cuánto le quiero. Deseo sentir ese calor que me arrullaba de pequeño. Imagino que no se atreverá a besarme, ya que todavía no sabe qué es lo que siento. Vamos, nii-san, mírame, lee en mis ojos. Bueno, de todas formas, voy a mostrártelo. No sé cómo acabará todo esto y siento la imperiosa necesidad de descubrirlo.           

 

------------------------------------------------------------------------------------------

 

Me siento en la cama, situándome enfrente de estos preciosos ojos dorados. Nos separa tan poco, necesito romper esta diminuta distancia.

 

– Nii-san, ai shiteru – le digo con toda la dulzura que mi voz puede expresar.

 

No quiero que dude, que se sienta acorralado o culpable. Es mi turno de cuidar de él, por eso voy a tomar la iniciativa.

 

Suprimo la distancia abrazándolo, y rozo sus labios con los míos. Parece muy sorprendido, pero no soy capaz de parar.

 

– Te amo.

 

Con estas palabras, separo cuidadosamente sus labios, y entro en su boca. Mi lengua lo acaricia con suavidad, hasta dar con su gemela. Ed parece despertar de su ensueño, me coge por la espalda e intenta retener mi lengua con la suya, como si me abrazase por dentro. Nuestras bocas se separan por la falta del aire, pero vuelven a unirse enseguida. Siento que me estremezco, nii-san besa tan bien. Pero me siento impaciente por abrazarlo a todo él. Lo empujo levemente a la cama para que quede acostado. Él me mira con un brillo especial en los ojos y pregunta intrigado:

 

– ¿Qué es lo que piensas hacerme ahora, hermanito?

 

– Pues… quiero sentir tu calor… y hacer que grites que me amas.

 

Ríe divertido, y yo aprovecho ese momento para despojarlo de sus dos chaquetas y su camisa. Cubro su cuello y sus hombros de besos, lo cual lo hace reír todavía más. Acaricio su pecho con las dos manos.

 

– Jajaja, Aru, me haces cosquillas. ¡Pero qué frío estás!
 
– Es que en la calle hacía frío y nevaba.

 

– Demo… Un momento. Me diste tu chaqueta y caminaste como si nada bajo la nieve. ¿Por qué lo…

 

No le dejo terminar la frase besándolo en la boca. Si ahora nos ponemos a discutir no saldrá nada bueno. Mis manos permanecen sobre su pecho jugueteando con sus pezones y, mientras tanto, empiezo a lamer y a besar su hombro derecho, en el lugar en el que la piel se una con el implante mecánico.

 

– Ah… Aru…

 

Veo que le gusta y continúo con los mismos movimientos un par de minutos más. Al fin, me decido a dar el paso definitivo. Tengo miedo de no poder hacerlo bien, pero he de intentarlo, siento mucha curiosidad. Bajo las manos hasta su pantalón y empiezo a desabrocharlo, al mismo tiempo que voy bajando con la lengua por su hermoso y bien formado torso. Rápidamente, le bajo los pantalones y los boxers, a lo cual él responde con un grito. Me quedo paralizado por los nervios y lo miro a la cara. Respira entrecortadamente, está rojo y perlado de sudor. Parece estar entre la locura y la cordura, muerto de vergüenza. No, no debo vacilar.

 

Tomo su miembro erecto en mi boca y empiezo a lamerlo. Edward gime y alarga su mano izquierda hacia mi cabeza. Quita la goma que aguanta mi cabello, que acaba cayendo sobre su piel, rozándola ligeramente. Aumento el ritmo, introduciéndolo con fuerza en mi boca, abrazándolo con mis labios. Edward grita que ya no puede más, yo tomo sus manos con fuerza. Entonces, se desborda en mí, temblando de placer y gritando:

 

– ¡ALPHONSE, TE AMO!!!

 

Un hilo de una sustancia blanca se desliza por mis labios, pero evito que caiga relamiéndome a conciencia. Nii-san sigue temblando. Me acuesto a su lado y lo abrazo:

 

– ¿Te encuentras bien?

 

– Nunca he estado mejor – responde, sonriendo con sus ojos. – Yo también te quiero mucho. Voy a hacerte gozar al igual que me lo hiciste tú.

 

Dicho esto, empieza a despojarme de mi camisa con una mirada lujuriosa. No lo sabe, pero ahora viene lo más complicado. Espero que pueda comprenderlo y tenga paciencia conmigo.

 

– Nii-san, detente, por favor – le susurro.

 

Me hace caso y pregunta extrañado:

 

– ¿Qué ocurre? ¿Hay algo que no va bien?

 

– Bueno… sí. Hay algo que debí haberte contado, y que no dije porque tenía miedo de herirte. No quería que pensaras que no quiero estar contigo. Lo que pasa es que, cuando recuperé mi cuerpo, se trataba del cuerpo que tenía a los diez años, cuando hicimos la transmutación. Es posible que no te hayas dado cuenta porque he crecido mucho en estos dos años… pero, aunque ya tenga 16 años, mi cuerpo es el de un chico de 12 >////<

 

– Sou ka…

 

– Y todavía hay cosas que no puedo hacer, por mucho que quiera TT////TT

 

Lo miro con cara de circunstancias. Ahora soy yo el que está como un tomate, muriéndome de vergüenza. Ed se queda pensativo, sin enterarse de que está completamente desnudo y muy sexy.

 

Después de cinco minutos de reflexión (durante los cuales me inventé cien maneras distintas de escapar de aquí), mi hermano rompe el silencio.

 

– En fin, es evidente que no podemos hacer nada aparte de esperar. Lo adivinaste, no tenía ni idea de que habías vuelto a ser pequeño. Casi tienes la misma altura que yo ò___ó – vuelve a ofenderse por este tema. – Por suerte, no eres tan pequeño, y en uno o dos años ya estarás listo. Hasta entonces, tendré paciencia.

 

– Arigatô, nii-san ^_____^ Gracias por ser tan comprensivo conmigo.

 

– No es nada, además, no es culpa tuya.

 

Aliviado, cierro los ojos para poner mi mente en orden. Había llegado a un nuevo mundo, negándome a dejar a mi hermano solo. Había estado en el funeral de mi doble, había visto nevar en pleno verano. Estoy en una ciudad desconocida, acostado con Edward después de haberle hecho el amor por primera vez. ¡Cuántas cosas tan increíbles me han pasado! Ya más seguro, abro los ojos y me encuentro con los de Edward, a unos pocos centímetros de los míos.

 

– ¿Qué te pasa? – le pregunto al verlo tan cerca.

 

Sin contestar, me da un profundo beso y me abraza, acabando de quitarme mi camisa. Le correspondo, soy incapaz de rechazar su boca de miel. Pero, cuando me deja libre, protesto:

 

– Oye, ¿no me dijiste que tendrías paciencia y que esperarías?

 

– Sí, eso dije y voy a cumplirlo. ¿Acaso no puedo darle un abrazo a mi hermanito pequeño?

 

Eso es más que un inocente abrazo, tengo testigos TT___TT [NdA: Los lectores y yo XD]

 

– Claro que puedes abrazarme, me encanta que lo hagas… ¡pero vestido! >////<

 

– Ah… no me había dado cuenta. No deberías tener ningún inconveniente: fuiste tú el que me quitó la ropa.

 

– Es verdad ^_^Uu Aun así, no me digas eso. Ves a buscar pijamas, kudasai.

 

– No sé dónde están =___= No quiero buscarlos =___= No me quiero levantar =___= Estoy cansado =___= Vamos a dormir ^___^

 

– ¿Qué? O//___//O Pero, ¿serás…

 

------------------------------------------------------------------------------------------

 

Seguimos en la cama de Ed, abrazados, piel a piel, sin que ninguna tela nos separe. Ya me he acostumbrado a esta sensación, y estoy muy a gusto así. Es como si flotara en una nube de paz. Como si volviese al interior de mamá, donde no corría ningún peligro, donde sólo había silencio y tranquilidad. Eso es lo que había echado tanto de menos.

 

– ¿En qué estás pensando? – inquiere Edward. Debo de tener una expresión rara en la cara.

 

– Pienso en que nuestro vínculo se reafirma.

 

– ¿Porque nos hemos vuelto a encontrar?

 

– Sí, y porque hemos cambiado. Los cambios son importantes.

 

– Y, a la vez, peligrosos. Porque pueden hacer que nos tambaleemos.

 

– No pueden hacernos nada a nosotros. Desde el principio, compartimos la misma alma.

 

 

 

    

 

------------------------------Fin del capítulo 2-----------------------------------------

 

 

 

 

 

Bueno, aquí está mi primer lemon (¡Tachááán! XDDD). Me dio mucha vergüenza escribirlo, y a los hermanitos Elrics les dio vergüenza hacerlo para cumplir mi ilusión de escribir una historia erótica XDDD (pero lo hicieron, jiji, qué majos ♥). No es que sea un hard-lemon, ni siquiera es un lemon completo, pero estoy contenta de haber sido capaz de escribirlo ^_____^

 

Dedico este capítulo a la ficwriter Thiara, a mi Ai-chan. ¿Por qué? Porque la quiero mucho ^////^ Nos ha pasado de todo, incluso cosas que me gustaría que no pasaran, pero al igual que dijo Edo: no puedo dejar de quererla ^_____^ Aunque me coja y me tire por un precipicio (hala, me he pasado), pase lo que pase, voy a quererte Ai-chan >////< Sé fuerte y no te rindas, ¡el mundo es tuyo!   

 

Ah, también quiero dar las gracias a los que me han firmado en el primer capítulo y a los que me firmarán en este (espero ^_^Uu). Gracias a Ignis, que me firma muuucho XDD y que me cuenta muchas cosas. Espero no haberte disgustado con el episodio de Heid TT___TT Lo he hecho lo más light que he podido.

 

No me enrollo más, sólo una pregunta: ¿alguien sabe si se pueden subir imágenes en los fics? Tengo unas cuantas ilustraciones mías que podría poner para hacer más bonito el fic ^_____^ Gracias y ¡nos leemos en el capítulo 3!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).