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The Count's Soul por NightPaladin

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Notas del capitulo:

Bueno este es el primer fanfic que escribo y que publico a si que espero sea de su agrado. Tal vez no pueda hacer este fanfic un lemon porque de hecho iba poner que era lime, pero pues ya ni modo es que aparte esta es la primer historia yaoi que hago y pues para mi es muy difícil hacerme a la idea de que tiene que ser lemon y yaoi U_U, pero aun así espero y les guste. Me gustaría que si por favor me pueden dejar reviews así yo podría mejorar el fic, cualquier sugerencia será bienvenida, sirve que me dan ideas n_n . Solo no sean muy malos conmigo n_nU

 

 

The Count’s Soul

Hace mucho tiempo, en un reino muy lejano vivía un conde, el cual poseía un portentoso castillo envidiable, inclusive hasta por el rey. Además del palacio también era el propietario de vastas tierras en todo el reino. Aún siendo el hombre más rico del país, el conde deseaba cada vez más y más, sin lugar a dudas era un hombre ambicioso. Muchos sirvientes lo describían como una persona déspota, arrogante, egoísta pero sobre todo cruel, quizás su único punto a favor era el hecho que a sus empleados les daba un pago justo. Sin embargo, en los últimos años su actitud había empeorado. Para muchos era la maldad encarnada.

El conde tenía un comportamiento muy peculiar. Ya que había ordenado a toda persona que habitará, trabajará o visitará el castillo que por ningún motivo o circunstancia se les permitía entrar a su alcoba, de lo contrario fuese quien fuese sufriría una muerte terrible. Afortunadamente nadie había osado desafiar las órdenes del conde.


Era una mañana como cualquier otra, los sirvientes se habían levantado desde hacía un par de horas, sus labores comenzaban siempre a las 5:00 en punto. El conde Hayley Schneider González de Asturia se preparaba para ir a desayunar. Como siempre su arreglo personal era sorprendente, sus ropas resplandecientes e impecables dignas de un conde. Al salir de su habitación comenzó a caminar por un corredor amplio, con paredes altas, características de la arquitectura gótica. Sus pasos eran firmes y seguros, siempre que caminaba lo hacía con la cabeza muy en alto, mostrando su linaje y nobleza a todo aquel que lo viera pasar. De repente unas pisadas confusas y resonantes seguidas por unos gritos interrumpieron su tranquila jornada.

-¡OH, mi señor! Muy buenos días tenga usted. Que bueno que le encuentro-dijo un sirviente agitado, al parecer había corrido a toda prisa desde alguna parte lejos del castillo.

-¿Qué es lo que quieres? Creo haberte dicho que detesto cuando la gente me interrumpe.-El conde miró al sirviente con unos fríos y amenazadores. El conde cruzó los brazos, indicándole al sirviente que estaba aguardando por una respuesta.

-Lo siento mucho mi señor,-dijo el sirviente con una voz muy nerviosa al mismo tiempo que se arrodillaba y juntaba sus manos en forma de suplica.-lo que ocurre es que, ayer me ordenó que en cuanto se presentará el nuevo empleado, yo debía acudir a su presencia, y pues…pues.

- Muy bien entonces, dime ¿Dónde se encuentra?

-El se encuentra en la sala de espera-dijo aun nervioso, alzando su cabeza que también estaba inclinada- Mi señor...

-Puedes retirarte, tienes suerte de que este de buen humor, pero no volveré a tolerar esa clase de comportamiento en este castillo, ni mucho menos en mi presencia. Ten por seguro que si un incidente así se vuelve a presentar lo lamentarás, con tu existencia.


Habiendo acabado de almorzar el noble se dirigió a conocer a su nuevo empleado. Al llegar a la sala de espera y contemplar a su futuro criado quedó maravillado por su hermosura. Ante sus ojos estaba un jovencito de unos 15 a 17 años, delgado sin llegar a lo escuálido, con ojos azul celeste, y cabello tan rubio como la lluvia, el cual contrastaba con una gorra café que llevaba. Su vestimenta no era fuera de lo normal, pantalones grises que estaban algo rotos, y una camiseta marrón. La cara angelical del sirviente, atrapó la atención del aristócrata. Buenos días.- pronuncio el conde.

-¡Ah! Muy buenos días tenga usted mi Señor Schneider.-Dijo con una entusiasta voz el pequeño.

-Al parecer eres una persona emprendedora. ¿Dime, cuál es tu nombre?

-Mi nombre es Freyr Asgard.

-Un nombre un tanto peculiar, si tomamos en cuenta que lo lleva un plebeyo como tu.-sonrió cínicamente.- Supongo que ya te habrán explicado tus labores.

-Si, así es.

-Bueno entonces, puedes comenzar a trabajar. Espero que seas un empleado eficiente, te advierto que los errores no serán permitidos. Por cierto déjame aclararte una regla fundamental, por ningún motivo o circunstancia esta permitido que entres a mis aposentos, ¿haz entendido? –dijo el conde con una voz amenazante.

-Como usted ordene mi señor.

-Entonces me retiro.- y dicho y hecho el conde dejó la habitación seguido de su mayordomo personal, el señor Alberg, un viejito muy esquelético de nariz larga y puntiaguda, con bigotes grandes y un monóculo en su ojo izquierdo.


Tan pronto el conde se fue, el chico se dirigió a la cocina pues no había comido nada. Ahí conoció a Elena, una señora un tanto rechonchita que le recordaba mucho a su madre. Ella le dio de comer, avena con pan y fruta.

-Necesitarás fuerzas para trabajar en tu primer día.- dijo la señora en un tono muy gentil.

-Muchas gracias.- decía Freyr mientras devoraba la comida.

-No hay de que, pero cómetela despacio, no te atragantes que al fin y al cabo nadie te la va a quitar- decía Elena mientras retiraba la avena del rostro de Freyr con su delantal.

-¡OH! Muchas gracias.- la simple acción hizo que el joven se sonrojará, sentía que lo trataban como un niño chiquito, y no era para menos su comportamiento en esos instantes así lo requería.

-Me recuerdas mucho al conde cuando tenia tu edad- decia la mujer.-Si a tu edad todavía solía ser un buen joven, no era un santo pero al menos era mejor que ahora.- Recordaba Elena.

-¿Qué acaso ya no es bueno?- dijo Freyr con pan en la boca.

-No como antes. Pero bueno, tengo que irme hacer mis labores tu termina de almorzar, cuídate, Freyr, y nos vemos después.

-Pues a mi me pareció, alguien normal.-Se dijo a si mismo. Con solo pensar en su nuevo amo el chico se ruborizó.

El día había sido muy pesado y Freyr no podía sacar de su mente las palabras de Elena. Mientras Freyr se encontraba trapeando el pasillo que conducía a la habitación del conde, escucho un ruido que provenía desde el interior de la alcoba.

-¿Qué habrá sido ese sonido?-dijo acercándose a la puerta de la habitación.

Habiendo olvidado las palabras del conde el chico tomo la perilla, y cuando estaba apunto de girarla, una mano lo sujeto violentamente y lo aventó al otro lado de la pared, enfrente del portal. El chico se sobó la cabeza por el golpe y cuando levantó la mirada, observó la imponente figura del conde, quien lo miraba de la forma más terrible que jamás nadie hubiera podido imaginar…

Continuará…

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