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Nuestro pulcro invierno por Soul-CaT

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Notas del capitulo:

HOLA!!!!

–Se esconden usando armaduras increíblemente resistentes –
No nos maten… sobre todo tu macka…  sabemos que llegamos tarde y traemos noticias no muy buenas….

Di-san: Krl está en cinta! :D
Krl: … sabes que aquí iba a dar la dedicatoria, y que por razones obvias no poder quitar ese comentario de las notas?
Di-san: Por eso lo dije :D
Krl: Sigo preguntándome porque usamos este medio para llenar las notas del capítulo…

Raven Loveless, puesto que no tengo nada mejor, (o tal vez si pero ya no se ni que publicar) os dedico este fic uwu sobre advertencia no hay engaño, no es mi culpa si no le gusta Q-Q Aun así se lo dedico sempai!

Katekyo Hitman Reborn no nos pertenece sino a la gloriosa, bella y adorable de Akira Amano :*

 

¡¡¡FELIZ D18!!!

Los cristales de nieve atravesaban su vestimenta, el frio le penetraba hasta los huesos y sus pies mantenían contacto directo con la montaña de nieve, siendo acariciado por las hadas de invierno, deleitado por su canto y la maravilla que le ofrecía el horizonte.

La soledad era algo que podía brindarle de aquellos momentos, impregnados de paz, susurrando una poesía muda.

Sus mejillas coloradas, producto del clima, y el cabello recién mojado amenazaba con molestar su salud si permanecía en ese lugar.

Contadas eran las cosas que le agradaban y aún más escasas las que anhelaba, pero, ese horizonte lo era todo para él. Las cuchillas atravesándole sin piedad, le recordaban tantas cosas. Esos copos de nieve danzando con el viento, coqueteando con los árboles y besando sus ramas o el suelo donde se reunían.

Su vestimenta era muy sencilla, solo contaba con una simple chaqueta, algo grande para su persona a tal escala que, fácilmente le cubría hasta las rodillas. Una bufanda rojiza, cuya punta detonaba del mismo color que el cerezo, bañada en roció mañanero. Su pantalón escolar, malgastado por las peleas. Su tan único hobby. Del cual gozaba día a día.

Su pensamiento viajaba lejos, como las aves en invierno, pero existía una que no lo hacía, no abandonaba su nido, y jamás lo haría, lo prometió y no pensaba fallar a su palabra.

Los días anteriores, agitados, arrancándole de la rutina diaria, su vida cambiaba con la misma rapidez que el hielo al descongelarse, si bien lento al principio pero de algo estaba seguro, tarde o temprano se derretiría sobre sus manos, sin lograr detenerle.

El susurrante eco del viento le acunaba, y la reconfortante formación de capaz blancas, donde descansaba le brindaba algo de seguridad. Años acudiendo al mismo lugar le habían hecho acreedor a un sentimiento descomunal sobre tal paisaje. Nacer en la naturaleza, cual bestia salvaje le encantaría, pero su realidad era otra, limitado al criterio humano.

Deseaba dejarse llevar al igual que los copos de nieve. Suspiro. No se arrepentía de nada en su vida, y jamás lo haría. Tal solo hoy, se entregaba por completo a la danza de invierno, espectáculo de lluvia cristalina, aterrizando en cámara lenta.

Escucho un sonido sordo, seguido de las ramas crujir y siendo removidas sin consideración alguna  de su sitio de descanso. Entre los matorrales, entre los arboles bañados en lágrimas de ángeles, diviso el dorado extranjero. Ese color tan peculiar que emanaba de su cráneo, el cual siempre le desconcertó.

– ¿Qué haces aquí? – Su mirada mostraba confusión en lo que parecía ser acto de suicidio por parte del italiano.

Ante toda respuesta, Cavallone sonrió. Bello delito el que cometía. Dejar ver un rayo de luz tan cálido, en dicha época del año.

– Vine a verte –

Con mucha dificultad subió el relieve de tierra donde descansaba la alondra, despacio, en silencio. Tomo asiento a su lado, compartiendo la misma vista, apreciando el lienzo pintado de blanco con toques verdosos y grises, siendo agredido por el azul celeste, pero las nubes hacían su trabajo y dominaban los cielos, por este día la acompañante de Kyouya se hacía presente.

Bienvenida soledad.

Se dedicó a hacer acto de presencia, sentir su calor nulo, respirar del mismo aire, aun si el viento amenazaba con cortar sus fosas nasales y secar su garganta,

– No estabas en la escuela, así que te busque – Después de varios minutos decidió romper el cómodo silencio del cual su alumno gozaba tanto. –  Me preocupaste, aunque ahora que lo pienso… fui bastante tonto, después de todo, tú siempre desapareces así… – Lo normal era que dichos comentarios fueran acompañados por una risa boba, seguido de algún pensamiento extraño del hombre con tatuajes, para terminar en un Hibari irritado, tratando de morderlo hasta la muerte. Pero hoy Dino fue serio.

El azabache no respondió, solo sintió el frio quemar su piel, no podría llamarse masoquista, pero le gustaba ese ardor. Su nariz se mostraba rojiza. A Dino se le antojaba como una fresa bastante fina.

Como de costumbre, el nipón no mostró colaboración a la conversación, le ignoraba aparentemente y no estaba dispuesto a contestar  si no era necesario. Miro el suelo rendido, medito. Dejo escapar una gran bocanada de aire, y decidió proseguir por cuenta propia. Una charla unilateral.

 – Tampoco tiene sentido preocuparse por alguien que mandaría al hospital a quien sea que se le cruce enfrente, vamos, realmente creo que ni los policías se atreverían a enfrentarte –

Kyoya guardaba silencio, pero, fuera de lo normal o lo que deseaba, prestaba detenida atención a todas y cada una de las palabras del potro, les meditaba y varias veces estas frases paseaban semanas dentro de su cabeza. No le agradaba dar tanto significado al sentir de un herbívoro como Dino.

– Es por eso que debo estar aquí – Por primera vez en su charla, el rubio mostraba algo de alegría, al parecer, la idea de ser necesitado por su pupilo le era de agrado.

– Necesitas de alguien, que no corra cuando lo amenaces, y me honra ser ese alguien… –  Volvía con sus palabrerías sin sentido, palabrerías que resonaban en su cabeza y le acosaban constantemente.

Hibari Kyoya  jamás necesito de alguien. El día en que sus padres murieron, él maduro y se volvió independiente. El día en que su hermano murió, decidió que no necesitaba de nadie, no de algo tan cercano, no quería un amigo mucho menos un “ser querido”. Dino sabía todo eso y aun así insistía.

– Aunque la verdad me gustaría ser tratado con más cariño – Señalaba la última herida en batalla, depositada en su hombro izquierdo. Se reía en su cara, pero no de él, nunca de él. Lo hacía de sí mismo, por ser tan fantasioso.

Hibari volteo a verlo inexpresivo, observo el hombro cubierto de tela. Su mano viajo hasta la piel ajena  y detallo cuidadosamente la zona herida. Toda su atención se centraba en ese lugar, mientras el silencio le acompañaba en el baile de sus ojos. Entonces sucedió…

Apretó fuertemente la zona causando un gemido de dolor. Odiaba cuando Cavallone quería hacerse la víctima. Dino se apartó adolorido casi de inmediato, una parte suya, creía en que la alondra se detendría, pero siendo realista consigo mismo y sus fantasías, eso era algo que definitivamente no ocurriría, si molestaba a la nube, no podía pedir piedad.

– Kyoya, eso dolió – su tono era como el de un niño haciendo puchero, pero realmente le había lastimado. La lesión no era grave ni nada por el estilo, razón por la cual, el vacío se apodero de su corazón. No era la mejor manera, pero, quería un Kyoya que le agrediera, un Hibari prepotente, un ave libre, no ese chico sumiso, callado y ausente que tenía al lado.

Hibari seguía sin responder.

Dino sonrió. Su palma floto con cuidado sobre la cabeza del nipón, con cariño se dedicó  a acariciar la mata de pelos negra que emanaba, brillosa y suave.

– Tienes nieve – Comento.

– Pareces un pequeño muñeco de nieve – completo.

Acto seguido limpio todo resto de lluvia blanca sobre el joven. El menor no mostro molestia, por el contrario, inclino ligeramente la cabeza facilitándole la tarea.

Extrañamente una sensación de calidez se apodero del joven, desde la punta del estómago hasta la faringe. Las manos del potro eran grandes, amables y reconfortantes.

Termino su labor, encontrando a Kyoya irónicamente sumiso ante su tenue caricia, se erguía cual felino, en busca de más del aquello que le proporcionaba. Sus acciones le atraían severamente. Delineo lentamente la mejilla de su alumno, bañadas en rojo vivo, un carmesí hechizante, que le hipnotizaba con el perfecto contraste de su palidez.

– Jeje, que buen niño – No podría arrepentirse del dolor proveniente de su abdomen, aun albergando el puño contra su cuerpo, no debía quejarse, pues, logro devolverle el ánimo a su alumno. Se retorció ligeramente producto del dolor, con ambas manos cubrió la zona afectada, casi por reflejo  dejo que el flequillo ocultara su mirada de molestia.

El menor mantenía el ceño fruncido con los labios ligeramente alzados, el rubor causado por el frio le daba un porte adorable, aun a pesar del aura amenazante que le rodeaba, poseía una mirada de fastidio, mirada que, muy a pesar de todo Dino adoraba.

– Pero que excelente ánimo, jajaja… –  Se forzaba a reír, pues la acción le costaba. Termino viendo el suelo cubierto de nieve, justo frente a los pies de la alondra, notando la desnudez  de estos.

– Espe-… ¿estás loco? ¡¡Te vas a resfriar!! – Inmediatamente tomo sus blancas extensiones, el frio de estas era increíble, y se preguntaba por qué hacía tal cosa. Hibari seguía sin mencionar palabra alguna, solo le observaba atento a sus acciones, meditando el momento exacto para golpearlo.

– Cielo santo, ¿tienes idea de a cuantos grados bajo cero estamos? – Se levantaba quitándose la chaqueta. Con un brazo la sujetaba y con el otro, tomaba al azabache de la cintura, levantándole levemente, posicionándolo en su regazo, lo cargaba con cuidado de no provocar su ira.

Rodeaba los delicados pies con la prenda, y, con lo que restaba de su vestimenta, cubría el cuerpo entero del prefecto, aumentando el calor corporal, disminuyendo la distancia entre ambos, por lo menos físicamente.

– No te lo quites, ¿De acuerdo? – La mirada del escolar se mantenía fija donde una vez observo la piel desnuda, La acostumbrada chaqueta, de la que siempre sintió desprecio ahora se ocupaba de brindarle calor, si bien no era de su total agrado que le prohibieran del tacto directo de los copos de nieve. Pero la calidez del cuerpo de Dino lo valía.

Descubrió la aprobación en su silencio. El tiempo y el trato le habían vuelto adivino, capaz de interpretar miradas y prevenir actos, deducir acciones, y valorar los pequeños cambios. Kyoya, en general, era como un pequeño animal salvaje, debía tratarle con cautelo, demasiado de algo le asustaba. Demasiado severo, demasiada amabilidad, demasiada agresión, demasiada alegría, bueno o malo, cuando Hibari obtenía una gran cantidad de “eso” se veía confundido, y su respuesta a la confusión era la agresión.

El silencio volvió a reinar. La temperatura pasaba desapercibida, la comodidad que albergaba al cuerpo de Kyoya era grande. Le gustaba el cuerpo del italiano, era cómodo, era cálido, era justo a la medida para descansar.

Se tentaba a dormir, la nieve cayendo en cámara lenta frente a sus ojos le invitaba a cerrarlos.

– Kyoya~ no te duermas~ –

Ahí estaba otra vez, llamándolo por su nombre, arrastrando la última letra más de lo necesario, con un tono empalagoso cubierto por algo de cansancio. Lo movía ligeramente para asegurarse de que le hiciera caso.

– Tan molesto… – Susurro para el mismo, no podía creer que la simple opinión de un extranjero tuviera tanto peso sobre él.

– Jajajaja, ¡¡Al fin hablaste!! – en su rostro se formó una media luna, el sonido de una carcajada le irrito. Tenerle tan cerca, feliz por recibir dos simples palabras que ni siquiera eran positivas, y aun así dejaba ver brillante mirada. Por ahora, lo único que recibió del prefecto fue un codazo en las costillas que redujo el sonido a un tenue murmullo de reclamo, disimulando molestia.

– Kyoya~  –  Le volvió a llamar, y le volvió a ignorar.

– Hey Kyoya~  –  insistió sin obtener buen resultado. Prosiguió en su labor de llamar la atención del más bajo, en un coro interminable de “Kyoya” recitados por boca italiana.

– ¡¿QUÉ?! – Podríamos decir que Cavallone estaba de suerte al conseguir la atención del menor dos veces seguidas.

– Ti amo –

Hibari callo, sus ojos mostraban enfado y unas ganas tremendas de golpearlo pero se contuvo. Dino seguía diciendo cosas sin sentido. Mantenía una mirada sincera, en cuyo rostro reflejaba la tranquilidad y felicidad que pocas personas poseían. Nuevamente no podía comprenderlo. El rubor de sus mejillas se intensificaba por el clima.

– Cuantas veces te lo he dicho…  si sabes que no entiendo italiano, ¿Por qué te empeñas en hablarlo? –

La mirada de la que más gustaba Dino. Esa mirada que a cualquiera atemorizaría.

– Creo que es más sincero si lo digo en mi idioma natal – Canturreo.

– ¿Más sincero qué? – Por primera vez le miraba directamente, sus ojos le interrogaban y el platino de su iris le atravesaba cual dagas, desgarrando su interior sin siquiera tocarle.

– Su significado –

– … y… ¿Qué significa? – Pocas veces mostraba interés por algo, y sin embargo, no acostumbraba a quedarse con la duda cuando esta atacaba.

– Averígualo por ti mismo~ – Volvía  a molestarlo, dejando a la vista la lengua de una forma infantil. La alondra tuvo el impulso de morder su lengua y apreciar el rojo vivo de su sangre, en su lugar, un nuevo codazo fue repartido por Hibari.

Tomo la decisión de marcharse y dejar a un lado al mafioso, no obstante, al primer contacto con el suelo la idea fue descartada. Hace apenas unas horas las plantas de sus pies mantenían relación con la nieve, siendo atrapada entre sus dedos, pero justo ahora no podía soportar el contacto con esta, era demasiado para él, todo por culpa del sentido paterno del rubio que le obligo a abrigarse, y su incoherencia al hacerle caso.

Pudo notar el gesto descontento de Hibari y su intento nulo de huir, para volver nuevamente a la posición anterior y cubrirse aún más por la chaqueta (si es que esto se podía).

– Je, hora de marcharnos, yo te cargo –  Tomo en brazos al chico haciendo ademan de levantarse. La posición alertada de su acompañante fue lo que le detuvo. Lo medito con cuidado para después articular las palabras.

– ¿Y tus hombres? –

– ¿Ellos? Se quedaron por ahí – Menciono despreocupado, Hibari no solía mostrar interés por la gente de Cavallone.

– Entonces no, prefiero caminar – Trato de apartarse nuevamente. Andar por las montañas siendo cargado por Dino era sin duda una de las acciones más tontas y peligrosas que podría hacer en su vida, tomando en cuenta que, aquel hombre era un completo fracaso sin su gente.

Esta vez fue el italiano quien le detuvo.

– Este bien, tranquilo, después de todo logre llegar aquí ¿No? – Si bien no lograba comprenderlo, pero desde hace un tiempo, Kyoya evitaba pelear con el cuándo se encontraba solo, tal vez porque las veces que lo intentaba terminaba enredado en su propio látigo.

– … ¿no caíste? – Su mirada incrédula era algo para recordar, el simple hecho de sacarle tantas palabras era algo para recordar.

– Claro que no, andando – Le acomodo en el suelo, para darle la espalda indicando que subiera a ella.

– …árbol – Comento mirando fijamente el suelo, leyendo los secretos escritos en la tierra asfixiada por la blanca manta.

– ¿Eh? –

– ¿No te golpeaste con algún árbol? – volvió a articular.

– En serio Kyoya, que poca fe tienes a tu tutor – Su tono era de decepción pero no podía culparlo, si bien no era un ejemplo a seguir y su torpeza fue lo que le costó tantos momentos de agonía. Pero ser alguien en quien Kyoya podía confiar era una de sus metas. Quería ser de utilidad para el menor, que este le escuchara y le tuviera el mismo cariño que sentía por él, aun su propio sentimiento era más que cariño.

– … – Se lo pensó demasiado, terminando en una decisión apresurada. Su única respuesta fueron las manos sujetando sus hombros y el pecho recargándose sobre su espalda, dejo caer la barbilla a un lado del hombro.

Dino se sentía dichoso, con cautela tomo los muslos del japonés, levantándolos para dar paso a su regreso, descansando las palmas sobre el reverso de las rodillas. Los pies del nipón volvían a estar expuestos. Una extraña idea llego a su cabeza.

– Kyoya, aquí – Y señalaba los bolsillos de su chaqueta.

– Pon tus pies aquí – El tamaño era considerablemente grande, llego a su mente el pensamiento de que, siendo tan pequeños, los pies de su alumno podrían entrar fácilmente. Para Cavallone, todo de Kyoya era pequeño y delicado, aun si la misma persona era quien terminaba dejando a más de 100 hombres en estado crítico.

El azabache volvió a pensarlo, para después acatar la petición. Coloco sus pies sobre los grandes bolsillos de quien presumía ser su tutor. Después de eso, el camino fue irónicamente seguro, no hubo ni un solo problema, con excepción de los pequeños animales de invierno que se burlaban del italiano metiéndose en su camino y llenándolo de nieve. La escena era tal, que Hibari se vio tentado a soltar una buena carcajada.

Por primera vez disfrutaba la compañía de una persona en tal fecha del año. Puesto que en las anteriores… Dino había conseguido hacer de su compañía algo placentero. El rubio mantenía una charla sin sentido, contándole sobre alguna anécdota o sobre lo sucedido en su último viaje a Italia.

– Italia… – Lo dijo en un susurro, lo suficientemente bajo para pasar desapercibido. Dino debería estar en Italia. Le había contado sobre sus reuniones, sobre las festividades, y la gran oportunidad que eran las fiestas creadas en dichas fechas  para lograr arreglos, cerrar tratos y convencer a otros jefes sobre propuestas. Una oportunidad irresistible para cualquier jefe de la mafia, celebraciones para engañar.

Pero Dino le daba la espalda a esas oportunidades. Dino estaba a su lado, cargándolo despreocupado colina abajo. En lugar de acatar a su deber como jefe, daba prioridad a su persona.

Esta era la razón por la cual no lograba concebir el sueño. ¿Por qué? Una persona como Cavallone, ignoraba al mundo entero, se ignoraba a si mismo simplemente para prestar atención a sus acciones, para prestar atención a una persona como él. Poseedora de las costumbres más extrañas, alguien que sin dudarlo dos veces, se lanzaba en contra suya, trataba de dañarlo y aun así no lo lograba.

Dino era lo suficiente idiota, resistente e insistente. Ni siquiera recordaba en que punto de sus entrenamientos le había  permitido tocarlo, al principio, lo mordería hasta la muerte por todas esas confianzas que se tomaba libremente con su persona.

La razón de los continuos abrazos de Cavallone también la desconocía. Evitaba ese acercamiento, pero al finalizar una batalla o en momentos como estos, muy en el fondo, agradecía ese contacto. Su pecho –o en teste caso su espalda-, cálido como si de una sábana se tratara.

La tranquilidad y la molestia que le proporcionaba aquel extranjero le irritaban, le confundía.

El mafioso continuaba su charla, hasta notar la ausencia de Hibari, no lo veía directamente, pero podría apostar, que los grises ojos pestañeaban constantemente, y el cómodo lugar que adoptaba su cabeza entre el cuello extranjero, no era precisamente para disfrutar de la vista

– Kyoya~, no te duermas aun… – Por alguna razón, el tono de voz sonaba suplicante. El menor no comprendía el porqué de dicho tono melancólico, pero decidió responder.

– No pienso dormir… –  Afirmo con esfuerzo. Los parpados le pesaban y los ojos le ardían, costaba mantenerse atento a las palabras del mayor.

– Kyoya, no me dejes – Otra vez. Ese tono lamentoso, provocaba una opresión en el pecho para ambos corazones.

– Estupido Haneuma, estoy en tu espalda – Necesitaba contestar para mantener su palabra. Aun no deseaba que esto terminara.

– Kyoya… –  La voz se oía cada vez más lejana, aun teniéndolo a escasos centímetros – Sai che ti amo… –  Nuevamente el italiano tan odiado por Hibari, comenzaba a considerar la idea de tomar clases de dicho idioma.

El potro suspiro rendido y un último llamado fue expulsado por sus labios.

– Sei l'amore della mia vita –

 

 

Cuando menos lo noto, se encontraba profundamente dormido.

Notas finales:

Esperamos que les haya gustado el fanfic, (hasta ahora es de lo mas cursi-empalagoso que creo haber escrito…) Cualquier queja favor a pasar a la cuenta o presentarla en forma de rr(?

KRL: Casi lo olvido!...
Di-san: lo de la “cinta” era broma :v especifico porque hay quienes lo creen…. XD

[ATENCIÓN: Omitir si quiere]

Tuvieron que pasar casi tres días para que lograra publicar algo :v
Di-san: Escases de internet, perdida de material, tiempo robado, contratiempos sin sentido, ya saben, lo mismo de siempre.
Krl: lamento la demora y lamento aún más el hecho de que posiblemente mañana no haya otro fic…
Di-san: Soul-CaT en tiempos de crisis…
Krl: GOME!!!
Di-san: Además S-C somos dos, si esta “semana” si uno no está presente, simplemente no es lo mismo.
Krl: Y yo que se los prometí Q-Q … pero ni hablar, pero de algo deben estar seguros, por lo menos antes de que termine el mes… habrá un total de 4 fics 2 actualizaciones y una continuación, un epilogo lemonoso que me pidió una sempai hace un año(? :’v

[FIN ]

 

*Sempai… no es lo mejor que he hecho, pero no se me ocurría cual otro dedicarle(?)
*Dark-sama, me había pedido un lemon de “confesión”? :’v
ß---------(Ambos estamos aburridos… )


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