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Santa no se equivoca por deathotel22

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Notas del fanfic:

hola a todos, hoy decidí escribir un one-shot navideño que se me ocurrió cuando fui de compras.

Notas del capitulo:

hola a todos, espero que hayan tenido unas felicis fiestas junto a su seres quiridos.... aqui les dejo en fic que lo disfruten!!!

Una mañana muy ajetreada era la que tenía Bill Trümper, ese día llegarían los obsequios de navidad que mandó a encargar en la tienda de regalos. Tenía muchos familiares y amigos a los que quería hacerles llegar un presente, aunque varios ya ni se acordaban de él. 

El timbre sonó a las 10:00 am, un camión con el logo de la tienda se parqueaba en su acera.

-          Muy buenos días- dijo un joven alegre, que llevaba puesto un gorrito rojo en alusión a las festividades.

-          Buenos días- saludó Bill, intentando no reír por lo ridículo que se veía.

-          Estoy buscando al señor…- leyó la lista que llevaba en la una tablilla- Bill Trümper, venimos con sus regalos.

-          Soy yo, adelante- abrió completamente la puerta para que entraran con todo el cargamento- pueden dejarlo todo en la sala, ya lo acomodaré más tarde-

Varios hombres con overol bajaron los regalos del camión según una lista que tenía, Bill observó que se veían muy gracioso todos ellos con el mismo gorro rojo.

-          Bueno señor eso es todo- habló el mismo joven que tocó el timbre- necesito que firme aquí-

Bill firmó y luego le entregaron el recibo de sus compras.

-          Muchas gracias y aquí tiene- le entrego un billete de 5 como propina.

Al ver que el joven se iba más contento de lo que llegó, Bill creyó que nunca le daban propinas al pobre.

-          Bueno…ahora hay que envolver todo esto- se dijo a si mismo muy emocionado.

Cogió la lista de regalos y comenzó a revisar uno por uno los paquetes antes de envolverlos y enviarlos por paquetería, ese año se había demorado con las compras ya era 23 de diciembre y apenas estaba envolviendo todo.

Revisó cuidadosamente la lista y se aseguró de que era lo que había pedido, todo marchaba bien hasta que en se dio cuenta de que había algo que él no pidió. En una caja en la que debía estar un PlayStation 4 para su sobrino había un mini reproductor de sonido.

-          De seguro se confundieron porque son del mismo tamaño- dijo Bill buscando una explicación- pues ni modo- resopló vencido- tendré que llamar para que lo cambien-

Tomó el teléfono y marcó el número de la tienda de regalos que estaba impreso en el recibo, la llamada se demoró en entrar, después de varios intentos le contesto una señorita.

-          Muy buenos días, usted se ha comunicado con los almacenes “YOGO”, ¿en que le puedo ayudar? 

-          Buenos días, mire hoy en la mañana llegaron los jóvenes con mi pedido pero hay una equivocación, tengo un artículo que no me pertenece y quiero que hagan el cambio por favor-

-          Lo sentimos señor, pero el cambio lo tiene que hacer en persona, aquí en el almacén, llevando su recibo de compra-

-          Óigame, pero eso es injusto, ¡yo no tengo la culpa de sus errores!-

-          Ya se lo dije, tiene que hacer el cambio usted, esta temporada del año es muy ajetreada, entienda por favor-

-          ¡No puedo creer que traten así a su clientes!-

Bill colgó muy indignado, como una persona en su sano juicio le decía que tenía que hacer el cambio él mismo,  podían mandar al camión para hacerlo, no se iban a demorar más que unos minutos.

Refunfuñando se cambió de ropa por una más abrigada, se puso un abrigo negro con unos guantes del mismo color, acomodó sus rastas sintéticas bicolor y salió tomando el paquete que iba a cambiar, el recibo de compras y las llaves de su auto.

Condujo hasta el almacén murmurando improperios contra la joven que lo atendió, después de cambiar su regalo se iba a quejar con el gerente por el pésimo servicio.    

Cuando llegó se encontró con un almacén abarrotado de gente, por todos lados se veían personas corriendo de aquí para allá con carritos rebosando en obsequios. Caminó hasta servicio al cliente, en donde tuvo que esperar porque había una cola que por suerte no era tan larga.       

-          Buenos días, en que le puedo ayudar- lo atendió una señora cuarentona que se veía a leguas que estaba fastidiada por ver tanta gente.

-          Eh…sí, buenos días, hace unos minutos llamé para informar que cometieron un error con uno de mis pedidos y quiero que me lo cambien-

-          ¿Trajo el recibo y el paquete que quiere cambiar?- lo dijo tan desinteresadamente que a Bill le daba ganas de golpearla con la caja.

-          Sí, aquí están- le pasó ambas cosas.

-          Deme un minuto mientras verifico-

Se puso a leer el recibo y luego vio el código de la caja equivocada, cuando verificó el error, llamó por teléfono a los despachadores. Hablo con ellos por un rato y luego colgó.

-          Lo siento, pero no puedo hacer el cambio-

-          ¿Y por qué no?- dijo el de rastas bicolor exasperado.

-          No tenemos más PlayStation 4 en las bodegas-

-          ¿Cómo qué no? ¿Y el mío a quien se lo dieron?-

-          Mmm…deme un segundo- se puso a buscar en su computador- seguramente debe estar en el barrio de los Pinos es la única persona a la que tenían que entregar uno de esos aparatos de sonido hoy-

-          Bueno entonces deme su número de teléfono para que venga a devolvérmelo-

-          Lo siento pero esa es información confidencial-

-          ¿Cómo que confidencial?- Bill estaba a punto de tirarse de los cabellos por el pésimo servicio- entonces mande al camión por mi regalo y que lo traiga hasta aquí-

-          Eso tampoco lo puedo hacer, son políticas del almacén- dijo aburrida- pero le puedo dar la dirección de la casa, así va y lo cambia usted mismo-

-          ¡Esto es increíble!- dijo molesto- aparte de que ustedes cometen el error yo tengo que solucionarlo- el rastudo estaba perdiendo la paciencia- bien, deme la dirección de una buena vez antes de que pierda la cabeza-

La señora cuarentona escribió la dirección y el nombre del comprador, luego se la entrego deseándole felices fiestas con una sonrisa que más bien parecía una mueca de odio.

Bill subió a su auto echando humo, teniendo tanto por envolver, y ahora la vida se empecinaba en hacerle perder el tiempo, y se suponía que esa tarde tenía que ir al mecánico para que revise un ruido extraño que hacia el motor de su auto.

-          Veamos…- redujo la velocidad para no pasarse de casa- aquí dice Barrio Los Pinos, ¡Ja! Bonito lugar para venirse a vivir- dijo con sarcasmo, ese lugar era reconocido por sus habitantes ostentosos y a la vez creídos- número de casa 466-

Pasó la 464, la 465 y por fin llegó a su destino. Aparcó cerca y camino hasta la vivienda, la puerta era de madera con un lindo acabado, del tipo de acabados que solían tener ese tipo de casas en ese tipo de barrios. Toco el timbre esperando impaciente a que le abrieran la puerta y poder regresar por fin ir a su casa con el regalo para su sobrino.

-          Hola, ¿en qué te puedo ayudar?-    

Salió un joven alto guapo, vestía un sweater de lana negro y llevaba unas estilizadas trenzas negras en la cabeza, en cuanto Bill lo vio quedó prendado de él, tanto que se le olvidó el enojo. El joven de trenzas le quedó viendo extrañado porque Bill seguía parado sin decir nada, después de unos segundos el rastudo se dio cuenta de que prácticamente estaba babeando, así que se aclaró la garganta y por fin dijo:

-          Eh….sí, hola…este, estoy buscando al señor…- sacó el papel en donde estaba anotado el nombre- Tomás…Klautz…- tartamudeó al pronunciar al apellido tan complicado- digo Kaulitz, Tomás Kaulitz- se corrigió ante su equivocación.

-          Ese, soy yo, dime ¿Qué necesitas?-

-          Mira la tienda de regalos cometió un error y tú tienes un obsequio que me pertenece, supongo que tu pediste este reproductor de sonido- le mostro la caja.

-          Ehm, sí yo pedí uno, el camión vino con mis cosas a las 10:30 am-

-          ¿Y cómo es que no te has llamado a quejar?- dijo Bill molesto.

-          Porque todavía no reviso mis compras- levantó los hombros, simple.

-          ¿Estás seguro?- dijo desconfiado- no será que al darte cuenta de que mi regalo cuesta más te lo quisiste quedar- lo miró acusador.

-          No, ya te dije que aún no los reviso- dijo Tom divertido ante las aseveraciones del joven- si quieres puedes pasar y ver tú mismo que no intento quedarme con nada, ni siquiera sé con qué lo confundieron-

Bill acepto pasar, el chico de trenzas lo condujo hasta la sala en donde estaban apiladas muchas cajas frente a un enorme árbol de navidad.

-          ¡Dios, pero que desorden!- se alarmó el de rastas.

-          Perdona que no esté arreglado, pero estoy terminando de decorar la casa-

-          No es por nada, pero te has demorado bastante-

-          Sí, ya lo sé, mira aquí está mi lista de compras- le tendió una hoja de papel- busca el regalo que dices que es tuyo-

-          ¿Acaso no lo vas a buscar tú mismo?-

-          Podría hacerlo, pero estoy ocupado colgando los adornos navideños y por lo visto parece que tienes prisa-

-          De acuerdo- se dio por vencido- yo mismo lo buscaré y de paso te ayudo a acomodar esas cajas, tú sigue con tus arreglos-

Tom dejó solo al joven de rastas y siguió decorando su casa. Bill entre tanto se sentó en el piso cruzando las piernas para y revisando caja por caja, cuando al fin encontró su regalo lo puso a un lado para que no se mezcle, continuó acomodando las cajas de forma que fuera más fácil para el dueño de casa envolverlas.

-          Dime ¿ya encontraste lo que buscabas?- dijo detrás de él.

-          Sí, ya la encontré y ya casi termino de acomodar todo este desorden-

-          Muchas gracias- dijo Tom- te traje jugo, supongo de debes estar un poco cansado-

-          La verdad es que sí- aceptó el vaso y luego se bebió el contenido- mmm… está delicioso, es jugo de mango ¿verdad? Es mi favorito-

-          También el mío- le dedicó una sonrisa sincera- en verdad muchas gracias por ayudarme, tenía tanto por hacer que no pensé que terminaría-

-          No es nada y después de todo son vísperas de navidad, así que tómalo como un regalo de parte mía- le entrego el vaso vacío- ¡uy! Creo que tengo que irme- miró su reloj de muñeca y vio que era tarde- el mecánico me está esperando para revisar mi auto, muchas gracias por el jugo-   

Bill tomó su paquete con el regalo correcto y se dispuso a salir de esa casa, cuando Tom lo detuvo.

-          Espera- lo sujetó del brazo- si quieres yo puedo echarle un vistazo- al ver la cara de duda del rastudo, él añadió- tómalo como un regalo de mi parte-

-          De acuerdo-

Puso la caja en el sofá y salió con el joven de trenzas detrás de él hasta su auto.

-          Ahí, está- lo apuntó con el dedo- el motor hace un ruido extraño-

-          Ok…levanta el capó y enciende el motor para ver lo que le pasa-

El de rastas bicolor hizo lo que le pidió Tom, cuando el motor estuvo encendido, el joven de trenzas escuchó el ruido e intentó ver de dónde provenía, después de que varias veces le dijera que lo encendiera y que lo volviera a apagar, se dio por vencido, no tenía idea a que se debía el dichoso ruido.

-          Me rindo- dijo al fin- no sé por qué suena así-

-          Grandioso- dijo Bill molesto- me hiciste perder el tiempo, si no te hubiera hecho caso, ahorita el mecánico ya lo hubiera arreglado-

Caminó muy enojado hasta la casa de Tom por su obsequio, el de trenzas lo seguía avergonzado.

-          En verdad lo siento- le pidió disculpas- yo se algo de motores y creí que te podía ayudar, no lo hice con mala intención-

-          No te apures, ya no importa- dijo más calmado- de todas formas me tengo que ir-

-          Oye… ¿no te gustaría quedarte a almorzar?-

-          ¿A almorzar?- arqueó una ceja- ¿acaso tú sabes cocinar?- lo miró dudoso-

-          Sí- sonrió divertido- claro que sé cocinar, no pienses que porque no pude arreglar el motor de tu auto soy un inútil para todo-

-          Yo no quise decir eso-

-          No te preocupes, entonces ¿te quedas o no?-

-          Mmm…- lo pensó un rato- sí, me quedo- aceptó, después de todo ya había perdido el turno con el mecánico.

Tom lo condujo hasta el comedor, mientras Bill estaba buscando su regalo, él pudo terminar de hacer el almuerzo. Al poco rato, el chico de trenzas le sirvió macarrones con queso.

-          No mentías, cuando dijiste que sí sabias cocinar- dijo después de terminarse su comida.

-          Qué bueno que te gustó, a propósito ¿Cómo te llamas?-

-          Ehm… Bill Trümper- se presentó, había estado varias horas en esa casa y se le había olvidado decirle su nombre-

-          Bueno Bill, ¿en dónde vives?-

-          Ah, yo vivo en el Barrio de los Álamos, en el edificio Argentum-

-          Si, conozco el lugar, es un sitio muy bonito-

-          Eh…gracias, aquí también es muy bonito-

-          Es verdad, en un buen lugar, pero no puedo decir lo mismo de los vecinos, son…como decirlo, un tanto quisquillosos-

-          En eso tienes razón- sonrió al ver que pensaba lo mismo de las personas que vivían por estos lugares- de echo este Barrio es conocido por eso, por la gente tan excéntrica que vive aquí-

-          Es lo que he escuchado- le dio la razón- a propósito ¿ese PlayStation 4 es para ti?- apuntó a la caja sobre el sofá.

-          No, es para mi sobrino de 8 años, me escribió diciendo que le gustaría mucho tenerlo, así que se lo compre-

-          Dices que te escribió, ¿acaso no lo ves?-

-          No, casi no veo a mi familia, ellos viven en Inglaterra y es muy difícil que vengan a visitarme- su cara entristeció.

-          Anímate,yo tampoco he visto a mi familia, y sobre todo en estas épocas es cuando más los extrañas-

-          Es verdad, pero supongo que pasaras con alguien estas fiestas-

-          Mmm…sí, puede ser- barajó la posibilidad- y supongo que tu pasaras con tu novia-

-          Eh…no, yo no tengo novia- Bill se encogió de brazos.

-          Entonces…. ¿con tu novio?- preguntó algo dudoso- perdóname si mal interpreté las cosas-

-          No te preocupes, no tengo novia ni novio-

-          ¿Y por qué no? Eres un joven muy guapo Bill-

-          Bueno…- suspiró nostálgico- uno no siempre tiene lo que quiere, ¿y qué hay de ti? A puesto a que debes salir con más de una chica-

-          ¿Tú crees eso?-

-          Es la impresión que me diste-

-          Para serte sincero sí, cuando era un adolescente era así, me acostaba con todo lo que tenía falda, pero cuando creces te das cuenta de que no vale la pena, muchas personas han pasado por mi cama y aquí me tienes solo como un perro-

-          Te entiendo, hace alrededor de un año yo salía con alguien, pero era una relación un tanto enfermiza, te puedo decir que prácticamente no me dejaba respirar-

-          Tu novia debió ser una celosa compulsiva-

-          No, mi novia no, más bien mi novio- tuvo miedo ante la reacción del joven de trenzas, tal vez no le caían bien los gays.

-          Ah, entonces tu novio era el enfermo celoso- le dedicó una sonrisa para tranquilizarlo.

-          Un tarado, diría yo- ambos se rieron del idiota ex novio de Bill.

Pasaron un buen rato conversando de sus vidas, de sus familias, de sus fracasos amorosos y demás, tanto que el tiempo se les fue volando.

-          Uy, cielos- dijo el de rastas al ver la hora- ya tengo que irme- se levantó de la mesa- en verdad te agradezco mucho la comida, pero tengo regalos por envolver-

Cogió el regalo que era para su sobrino y camino rápidamente hasta la puerta, Tom no quería que se vaya, estaban pasando un rato muy agradable.

Bill abrió la puerta y salió, en cuanto puso un pie afuera, casi se resbala por la nieve que había caído de no ser por Tom que lo sostuvo para evitar un accidente.

-          ¿Estás bien?- dijo preocupado.

-          Sí, gracias, pensé que me daría un buen golpe-

El trenzado lo sostuvo con más fuerza pegándolo más a su cuerpo, por un impulso alzó a ver y se dio cuenta del muérdago que yacía colgado en el umbral de la puerta, el que él mismo había colgado hace algunas horas atrás, miró los labios de Bill y los juntó con los suyos. El de rastas bicolor se quedó estático y sin aire, al sentir el beso una descarga atravesó su cuerpo de tal forma que hasta las piernas se le pusieron de mantequilla.

-          Yo…eh- no sabía que decir Tom- lo siento…eh me dejé llevar, perdóname-

-          No te preocupes- dijo Bill sonrojado- ehm…está bien, no es nada-

-          Eh…Bill- se rascó la cabeza- ¿Por qué no te quedas?- lo soltó del abrazo- después de todo ya está nevando-

El de rastas no sabía qué hacer, tenía que ir a casa a envolver los regalos, pero por otro lado quería quedarse, si regresaba a su casa se al final estaría solo y aburrido.

-          Está bien, me quedo- dijo algo cohibido.

-          Genial- se alegró Tom- pasa antes de que te resfríes-

Caminaron hasta la sala en silencio, el beso que se dieron por muy tradicional que haya sido, los dejó con las mariposas en el estómago alborotadas.

-          Bill- rompió el silencio el tranzado- ¿te gustaría venir a una fiesta conmigo?-

-          ¿Una fiesta?-

-          Sí, la organizan unos amigos míos, no tenía pensado ir, pero no sé… ¿si a lo mejor a ti te apetece ir…?-

-          Pero es la fiesta de tus amigos, no creo que sea bueno que vaya sin que me inviten-

-          Yo te invito, de eso no te preocupes- le dedicó una sonrisa animosa- entonces ¿vienes conmigo?-

-          Ok…- sonrió- si voy contigo-

Pocos minutos después subieron a la camioneta de Tom, con dirección a la casa de uno de sus amigos, cuando llegaron Bill vio con asombro que eso no era una casa, era una mansión. La casa tenía cuatro pisos, un jardín muy espacioso y en la parte trasera una piscina con techo corredizo.

Ambos entraron al lugar después de parquear la camioneta. Dentro las cosas ya estaban muy prendidas, la música estaba alta, había bebidas por todos lados y la gente bailaba muy animada.     

Los dos se unieron a la fiesta como si nada, fueron por unos tragos y se pusieron a bailar, después de un rato llegó Roosevelt el amigo de Tom, que en realidad se llamaba Paco, pero le decían así porque su papá se parecía al ex presidente Franklin Roosevelt.

-          ¡Hey Tom!- se acercó a saludarlo- que bueno que llegaste, creí que no vendrías-

-          Sí, por un momento yo tampoco creí que vendría, pero luego me animé- hablaba fuerte para que lo escuchara sobre la música.

-          Y esa chica ¿viene contigo?- preguntó por Bill.

-          Sí, pero no es una chica, fíjate bien y te darás cuenta-

-          Cielos- dijo después de ver bien al de rastas sintéticas- imposible que una cosa así sea un hombre, los tragos me deben estar afectando la visión-

-          Pues créelo, pero eso no importa mucho, no te molesta que lo haya traído ¿cierto?-

-          No, mientras más gente mejor- se apartó para seguir hablando con la demás gente que llegaba.   

Bailaron y bebieron por un largo rato, hasta que Tom decidió sentarse un rato frente a la barra que habían armado cerca. Una linda chica se le acercó.

-          ¡Hola Tom!- saludó la pelirroja- pensé que no vendrías-

-          Pues, ya ves, aquí me tienes-

-          El chico guapo de las rastas blanco y negro, ¿es tu amigo?- apuntó a Bill que bailaba muy animado junto a una pelinegra- en verdad que es guapísimo y esa ropa que lleva… ¡uff!-

-          Sí, es mi amigo, pero eres la única que cree que es un hombre-

-          Bueno, he de admitir que al principio me engaño, pero por un bombón así, yo me hago lesbiana- bebió de su trago- ya vuelvo voy a saludarlo y luego, no sé….quien sabe lo que podría pasar- le guiñó un ojo y desapareció entre la multitud.

-          Creo, que te vas a llevar un chasco- pensó divertido el de trenzas.

Tom estuvo bebiendo en la barra y riéndose de como su amiga pelirroja no conseguía lo que quería, luego vio a su misma amiga insinuándosele a un tipo grandote, que tenía pinta de guardaespaldas de famoso.

Un tanto tambaleante fue Bill hasta la barra, necesitaba descansar del baile y de los tragos, ya había perdido la cuenta de cuantos se había tomado.

-          Hola- saludó a Tom con voz gangosa.

-          Parece que te estas divirtiendo mucho-

-          Sí, pero necesito un baño, ¿en dónde está?-

-          Por ahí- apunto un pasillo- es la tercera puerta-

-          De acuerdo, gracias- se alejó hasta el baño tambaleando.

El trenzado se rio un poco al verlo en ese estado- de seguro no bebe mucho- pensó. Pasaron varios minutos y Tom empezó a preocuparse, Bill no regresaba y tampoco se le veía por los alrededores. Fue a buscarlo en el baño pero no había nadie, buscó entre el grupito que bailaba cerca pero tampoco. Luego vio a la pelinegra con la que estaba bailando su amigo y decidió preguntar.

-          Hola, oye ¿has visto a Bill?-

-          ¿Quién es Bill?- la chica estaba entonada.

-          El chico con el que vine, con el que estabas bailando- ella seguía sin saber quién era- el alto, delgado, que tiene el cabello de dos colores, con la ropa negra apretada…- esperó que esa descripción le ayudara.

-          ¡Ah! sí, ya recuerdo, acaba de salir a la piscina, pero estaba muy mareado-

-          Gracias-

Tom corrió hasta la parte trasera de la casa en donde se encontraba la piscina techada, y ahí vio a su amigo de las rastas bicolor caminar por la orilla tambaleándose.

-          ¡Bill! ¿Qué haces aquí?, tienes que regresar-

-          Estoy bien…solo paseo un poco- en la voz se le notaba la borrachera.

El joven de trenzas negras, caminó tras él para ayudarlo a regresar, sin embargo con lo mareado que estaba Bill dio un mal paso y se cayó en la piscina.

-          ¡Dios, Bill!- corrió hasta él- ¿estás bien?- le preguntó al verle incorporarse dentro del agua.

-          S…sí- dijo temblando del frio.

-          Acércate te voy a ayudar a salir- le extendió la mano.

Por suerte el de rastas cayó en la parte menos profunda, Tom no se metió al agua porque estaba helada y porque tampoco había necesidad, con uno empapado hasta los huesos ya era suficiente, tomándolo de la mano le ayudó a subir las gradas para que no resbale, cuando salió por completo lo sujetó fuerte para que no se desvaneciera. Bill temblaba tanto que parecía que le daba un ataque de epilepsia, al ver que no podía dar ni un paso por el frio, lo cargó entre sus brazos, la fiesta había llegado a su fin para ambos.

Cuando estaba cerca de la puerta que conducía a la casa salió Roosevelt, con un trago en la mano.

-          ¿Qué paso?- preguntó al ver a Bill en los brazos de su amigo.

-          Bill se cayó a la piscina y necesito que me hagas un favor-

-          Claro, ¿Qué necesitas?-

-          Me podría prestar algo de ropa para él, ya no tiene caso que nos quedemos, lo voy a llevar a mi departamento, pero no quiero que se enferme-

-          Sí, no hay problema, pero porque no se quedan a dormir, tú no estás tan sobrio que digamos y con la nieve que ha caído no creo que puedas conducir-

-          Bueno- concedió- te voy a aceptar la invitación-

Roosevelt lo condujo hasta uno de los dormitorios en el cuarto piso y le entrego algo de ropa para ambos.

-          Hasta aquí no llega el ruido, creo que esto les quedará bien- extendió la ropa.

-          Muchas gracias, amigo-

-          No te preocupes, si necesitas algo avísame, esta es la habitación más grande, así que estarán cómodos. Esa puerta de allá- apuntó  al lado derecho de la habitación- es el baño-                          

-          En verdad te lo agradezco-

-          No digas nada, es un placer para mí, bueno los dejo para que puedan cambiarse-

El amigo de Tom salió cerrando la  puerta. El de trenzas intentó reanimar a Bill que aun temblaba pero estaba dormido.

-          Bill despierta, estas empapado y tienes que cambiarte-

-          Mmm…- parecía que despertaba.

-          Ven te voy a ayudar-

Lo sentó en la cama y empezó a desvestirlo, primero le sacó los zapatos, y luego continuó con la parte de arriba, llevaba ropa muy ajustada y con el agua las cosas se ponían peores, intentó jalar la camiseta pero estaba tan pegada que Bill le dio un golpe en el pómulo sin querer.

-          No, déjame- decía el de rastas confundido- tú quieres violarme-

-          No digas tonterías- se frotó el golpe- solo intento ayudarte, pero si no quieres, entonces cámbiate tú solo, ahí está la ropa-

Bajo molesto al primer piso, porque Bill lo confundió con un acosador, necesitaba un poco de hielo, no quería que el golpe se hinchara.

-          Podrías darme algo de hielo- le pidió al chico de la barra.

-          ¡Uy! ¿pero qué te pasó?- preguntó Roosevelt que iba llegando.

-          Bill me golpeó- se puso el hielo envuelto en un pañuelo en el golpe.

-          Eso te pasa por querer aprovecharte de guapos niños borrachos- lo acusó divertido.

-          No seas tonto, intenté ayudarle a quitarse la ropa, pero con el agua se le pegó todo-

-          Claro, ayudarlo- dijo irónico.

Al poco rato regresó a la habitación y se encontró con Bill cambiado y metido en la cama, entro al baño al no encontrar su ropa por ningún lado. Se sorprendió al ver que la había colgado de tal forma para que se secara. Él también se puso la ropa que le prestaron y se acercó a la cama con un dilema en la cabeza.

-          Creo que voy a dormir en el filo, no quiero que me golpee a media noche-

Cogió una frazada que estaba cerca y se acostó lo más alegado que pudo de Bill. A las 3 de la madrugada el joven delgado de rastas despertó por el frio que tenía, giró su cabeza y vio que al otro extremo de la cama estaba Tom, se acercó con cuidado para verlo, se veía muy guapo cuando dormía.

Extendió su mano y acarició cuidadosamente su frente, gracias a su borrachera lo había metido en un aprieto.

-          ¿Ya te sientes mejor?- hablo Tom, asustando al rastudo.

-          Pensé que dormías-

-          Lo hacía, pero tengo el sueño ligero y te sentí acercarte-

-          Perdóname- dijo lastimero- ¿Por qué estas durmiendo en el filo?-

-          No quiero que me vuelvas a golpear- dijo serio.

-          Eso fue un accidente, no quise hacerlo, la cama es muy grande deberías acomodarte mejor, además ni siquiera te has tapado, debes tener frio-

-          Pues sí, sí tengo, pero estoy bien-

-          No seas terco, en todo este tiempo no me he movido, vamos…acércate- siguió insistiendo.

-          De acuerdo-

Por fin cedió, se metió bajo las cobijas y se acomodó mejor, el cambio era total, estando en el filo de la cama la espalda le dolía, ahora estaba más cómodo.

Bill suspiro aliviado, porque le hizo caso, ahora por lo menos no le culparía de que le dolía la espalda.

Ambos se quedaron dormido al poco tiempo, sin embargo en la noche ocurrió algo único, sus cuerpos fueron buscando el calor contrario, quedando muy cerca el uno del otro.

Cuando eran aproximadamente las 8 de la mañana Bill despertó, sorprendiéndose de ver a Tom tan cerca. Sonrió sin razón alguna por tenerlo con él. Al poco rato el de trenzas despertó, sonriendo al ver el rosto tan hermoso del de rastas bicolor.

-          ¿Dormiste bien?- preguntó Bill.

-          Sí, la espalda me estaba matando, pero ahora estoy mejor ¿y tú?-

-          Dormí muy bien, al principio tenía frio, pero creo que tú me calentaste- los señaló a ambos para que viera que estaban muy cerca los dos.

-          Supongo que yo también tenía frio y por eso me acerqué a ti- dijo como explicación- creo que es hora de irnos-

-          Tienes razón, voy a cambiarme- fue hasta el baño en donde dejó su ropa colgada para que se secara.

Tom se cambió en la habitación, su ropa no estaba mojada como la de su amigo así que se la puso enseguida y antes de que salga Bill acomodó la cama en la que durmieron. Después de un rato apareció el de rastas completamente cambiado.

-          Listo ya nos podemos ir-

-          Genial, yo también estoy listo-

Bajaron al primer piso y vieron que la fiesta había durado mucho, varias personas estaban regadas en medio de las escaleras completamente dormidas y con un vaso medio lleno en la mano. No encontraron a Roosevelt en ningún sitio y supusieron que debía estar dormido en alguna parte de la casa.

Llegaron a la camioneta y se pusieron en marcha, Tom quiera pasar el resto del día con Bill pero no sabía cómo preguntárselo.

-          Ehm…Bill- comenzó algo cohibido- este…quería saber si ¿quieres pasar conmigo la cena de navidad?-

-          ¿En serio? ¿Me estas invitando?-

-          Sí, bueno yo no tenía pensado hacer nada, de hecho iba a comer afuera pero podemos preparar algo juntos-

-          Entonces vamos a mi departamento, yo iba a hacer algo pequeño, pero supongo que podemos agregar algo de comida-

-          Está bien, vamos entonces, pero antes vamos a mi casa para que pueda cambiarme-

-          De acuerdo-

Llegaron a la casa de Tom, él fue a cambiarse mientras Bill le insistía en que llevaran los regalos para empacarlos juntos. El de trenzas no se pudo negar al verlo tan emocionado.

-          Bill, deberías meter tu auto a mi garaje, se va a malograr si le sigue cayendo nieve-

El auto del rastudo se quedó afuera toda la noche y su dueño ni siquiera se había acordado, por suerte todavía funcionaba, le costó un poco de trabajo sacarlo de la nieve, pero al fin pudo meterlo en el garaje de Tom.   

-          Todo está listo, ya podemos irnos-

Al cabo de unos minutos llegaron al edificio Argentum, en el piso 20 vivía Bill, era un lugar muy bonito y acogedor, el trenzado vio que Bill se esforzó mucho con la decoración.

-          Es un lugar muy bonito, te felicito, la decoración te quedó muy bien-

-          Muchas gracias-

Ambos se pusieron a empacar los regalos, riendo por la forma tan extraña de envolver que tenía Tom, varias horas después pudieron mandar por paquetería todos los obsequios.

-          Bueno creo que tenemos que empezar con la comida- dijo el trenzado estirándose un poco.

-          Pues manos a la obra-

Bill le prestó un delantal para que no se ensucie a su amigo e iniciaron con la preparación. Tom era buen cocinero y no se le hizo difícil, el de ratas se encargó del postre, porque era lo que mejor le salía. A las 11 de la noche arreglaron la mesa, repartiendo las fuentes de comida de forma elegante.

-          Voy a darme una ducha- dijo Bill.

Fue hasta su habitación para ducharse y arreglarse, hace mucho que no pasaba estas fiestas en compañía de alguien y la estaba pasando fenomenal. Alrededor de media hora le tomó a Bill arreglarse, salió hasta el comedor un poco nerviosos, por alguna extraña razón se arregló para su invitado.  

En cuanto lo vio, Tom quedó boquiabierto, estaba despampánate que por un momento se le cortó la respiración.

-          Te ves muy bien- le sujetó de la mano y le dio una vuelta, para admirarlo mejor.

-          ¿Tú crees?- se mordió el labio.

-          Absolutamente- le dedicó una tierna sonrisa.

Cuando el reloj marcó las 12 de la noche, Tom levantó su copa para hacer un brindis.

-          Por esta noche tan especial, que la voy a pasar junto a un amigo que también es muy especial- le dedicó una mirada cariñosa a Bill provocando que se sonroje.

-          Brindo por haberte encontrado y porque esta amistad perdure-

-          Salud- dijeron ambos a la vez chocando sus copas y bebiendo.

La cena transcurrió de forma muy amena, ambos reían y comían muy a gusto. Cuando terminaron de cenar, fueron hasta uno de los sofás que quedaba cerca de la ventana para ver la nieve caer.

-          Me gusta mucho ver nevar- dijo el rastudo embelesado.

-          A mí también, es hermoso ver cada copo de nieve caer sutilmente-

Tom abrazó a Bill y lo pegó a su cuerpo, su cabello olía delicioso y ni qué decir del perfume que llevaba puesto.   

-          ¿Sabes? Me encantaría repetir esta cena contigo todos los años- dijo el de trenzas.

-          A mí también, me la paso espléndidamente contigo- acarició una de sus mejillas.

-          No sé por qué me da la ligera impresión de que el próximo año seremos más que amigos- hablo en un susurro cerca de los labios de Bill.

-          Yo también tengo ese presentimiento-

                                                                                                    

Juntaron sus labios en un tierno beso, sus corazones dieron un brinco y varias mariposas revolotearon el cada uno de sus estómagos, esa había sido la mejor navidad de todas.

Muy lejos de ahí, un viejito gordo de cabello y barba larga y blanca se reía de una forma muy peculiar. Podían decir de él muchas tonterías, o podían simplemente no creerle, pero de lo que si podían estar seguros, era de que – Santa jamás comete errores-

~Fin~

Notas finales:

muchas gracias por leer, por favor comenten.... les mando un besote navideño!!!


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