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¡Ahora Harry es un lindo gatito! por Lady Yandere Rivaille

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Notas del fanfic:

Título: "¡Ahora Harry es un lindo gatito!"

Personajes: Harry Potter, Draco Malfoy.

Resumen: "Harry es transformado accidentalmente en gato al ingerir por equivocación una poción, no obstante, sabe muy bien cómo sacar provecho de la situación."

Clasificación: No menores de dieciséis años.

Advertencias: Lemon.

Género: Romance/Humor/Fantasía.

Disclaimer: "Harry Potter no es de mi propiedad, y no gano absolutamente nada escribiendo esto. Únicamente lo hago para mi propia alegría y la de los que me leen".

Notas del capitulo:

¡FELIZ AÑO NUEVO A TODOS! Espero de todo corazón que tengan un buen comienzo de año y puedan cumplir todas las metas que se le ocurran^^

Alerta: Este one-shot va dedicado especialmente a CrewTing_823, porque la conozco hace poco pero por alguna razón extraña no desconfio de ella y me siento a gusto respondiendo sus reviews.

Ojalá les guste y puedan dejarme sus reviews, que son como mi sueldo y recompensa por haber dedicado mi tiempo en este escrito. Ouh, estoy súper emocionada, nunca he subido otra cosa además de mi long-fic "Beautiful Feeling". Espero que este consiga tantos seguidores como lo hace el otro^^

Se despide, Lady-chaan~ *o*

¡Ahora Harry es un lindo gatito!

 

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Hace ya un par de años que Draco Malfoy y Harry Potter estaban juntos, y a estas alturas eso ya se lo sabía hasta el perro de la esquina, después de todo, había sido una conmoción casi cómica cuando la historia de su relación salió a flote y El Profeta Vespertino se encargó de metérsela por los oídos al mundo entero a como de lugar, desde a las brujas y magos que bebían en El Caldero Chorreante de lo más tranquilos, hasta al gusano prendido de la manzana del árbol del Callejón Diagon, tan ignorante de lo que sucedía a su alrededor como Hermione en medio de un centro comercial con ofertas en zapatos de tacón alto.

Al principio, todos habían creído que se trataba de una broma de mal gusto, una tomada de pelo que había sobrepasado los límites, cuando la noticia hubo circulado por cada rincón de Gran Bretaña y comenzado a expandirse en dirección a los países vecinos, dado que, para cualquier mago habitante del planeta tierra, Harry Potter era el ícono de la salvación, un símbolo de valentía, un héroe osado y tenaz que los había librado de las garras del Señor Tenebroso, y enterarse de repente que su muchachito inocente tenía esa clase de preferencias había sido algo chocante. Claro, todo el mundo creía que él terminaría contrayendo nupcias con alguna jovencita bonita y formando una adorable familia ejemplar, asumiendo su papel de perfecto héroe. Pero, al parecer, su “héroe” tenía pensado otro tipo de planes, y ellos no contaban con que nada más ni nada menos que Draco Malfoy, hijo de Mortífagos –los cuales estaban ahora en Azkaban–, fuera parte de esos planes.

Sí, hace ya un par de años que Draco y Harry estaban juntos y, además, habían decidido convivir ambos bajo un mismo techo. ¡Pero qué noticia más impactante había resultado ser para Hermione y Ron, y se sorprendieron más aún cuando vieron lo ordenado que se encontraba su hogar y lo bien que los dos se llevaban cuando fueron de visita! Por supuesto, todo el mundo, como medida desesperada, había terminado por creer que sólo se trataba de una atracción momentánea que acabaría de un momento a otro. ¡Qué equivocados estaban! Después de exactamente un año en que nada ocurría, fue cuando los demás comenzaron lentamente a tomar un poco más en serio a la pareja.

Hermione en un principio había pensado y requetepensado una teoría que, según ella, sería la más acertada mientras cenaba con su esposo, Ron, en la Madriguera con la familia Weasley. Su teoría había sido que sólo debían esperar a que su amigo volviera en sí y recapacitara sobre lo que hacía porque, obviamente, no estaba en sus cabales al ver a Draco Malfoy con otro tipo de ojos más que como algún tipo de posible rival. Por supuesto, se le había caído la mandíbula al suelo cuando fueron de visita con Ron aquella vez. ¡Y ella, que había repetido una y otra vez que su amigo no hablaba en serio al decir que amaba a Malfoy, y enfatizado que lo que ella decía era la verdad! Pero muy poco le importó a su esposo y a ella el tema de con quién Harry decidió compartir su vida, en cuanto vio el resplandor alegre bailando en sus ojos, y aquella sonrisa de sincero entusiasmo que hacia mucho que no veía desde que la Guerra Mágica había concluído, mientras él les mostraba las habitaciones de su nuevo departamento.

Ciertamente, Harry nunca en su vida se había sentido tan lleno de vida. Los primeros meses en que Draco y él finalmente llegaron al departamento, se dedicaron a erradicar el polvo de la propiedad juntos y a acomodar los muebles a su parecer, sintiendo una alegría inmensa expandiéndose por su pecho como un globo, sensación que Harry jamás habia vuelto a experimentar desde que se enteró que era un mago por medio de Hagrid. Draco, por su parte, disfrutó de ordenar sus pertenencias en aquel nuevo hogar junto a la persona que amaba y con la cual pasaría el resto de su vida, en un nuevo comienzo, viviendo todo lo que jamás vivió estado en aquella lúgubre mansión.

A los pocos meses, ambos ya gozaban de un hogar limpio y ordenado. Los dos habían colocado un par de cosillas que consideraban importantes como decoración, con la finalidad de otorgarle un toque más acogedor u hogareño a su nuevo departamento, y al cabo de tan solo unas pocas semanas de tener la casa completamente lista, dieron pie a una charla en el ahora comedor con la intención de llegar a un común acuerdo respecto a lo que harían más adelante.

Draco trabajaba para el Ministerio de Magia, en el Departamento de Investigación y Experimentación de Sustancias, que se encargaba de descubrir nuevos tipos de posibles pociones, y todos ellos vivían experimentando con distintos ingredientes con el fin de hallar alguna pócima nueva, cuyos efectos sean novedosos y beneficiosos para los magos. Draco, en la actualidad, era un reconocido pocionista experimental y había logrado recuperar el respeto que imponía su apellido, pero en su vida siquiera había levantado un plato de la mesa, por supuesto. No sabía cocinar, y Harry sabía preparar uno que otro platillo, de modo que no morirían de hambre ni mucho menos, sin contar que tenían la opción de pedir comida hecha, pero fueron las ganas de ver el orgullo dibujado en el rostro de su ahora novio y el deseo de saberse útil lo que lo llevó a querer aprender a cocinar y ser el aprendiz de quién más sabía en ese campo: un elfo doméstico. Entre tanto, Fifi, una elfina doméstica que su amiga Pansy Parkinson le había prestado, le enseñó cómo elaborar un par de platos básicos y, sobre todo, cómo preparar aquel postre que había descubierto que tanto le fascinaba a Harry. ¡Lo que dirían sus padres si lo vieran en ese momento, Merlín!

A Draco no le había resultado algo tan complejo de aprender, pese a que jamás había hecho presencia alguna en la cocina de su mansión; aprendió con bastante rapidez y unas pocas semanas después se había transformado en un experto horneando pasteles de chocolate para Harry, y sabía cómo preparar unas cosas deliciosas llamadas «brownies». Lo mejor de todo es que había aprovechado cuando el Gryffindor trabajaba o salía por emergencias laborales para ir de compras y abastecerse de todos los ingredientes que necesitaba, y regresaba a la casa cargado de bolsas. Su mayor deseo era preparar algo interesante para recibir debidamente a Potter cuando éste llegara agotado de su propio trabajo, y pudo ser testigo de una hermosa sonrisa orgullosa dedicada únicamente a él cuando Harry entró por la puerta y vio semejante espectáculo. La mesa preparada, los platos servidos, Draco ataviado en un adorable delantal blanco, más un delicioso aroma proviniente del horno fue lo que recibió a Harry aquella vez, y jamás lo olvidaría. Después de todo, había sido en esa oportunidad cuando después de aquel banquete que Draco le había otorgado sorpresivamente, Harry se había llevado al muchacho a la habitación de ambos sin siquiera darle tiempo de quitarse el delantal.

De todas formas, en la charla que habían tenido los dos al principio, Harry había dejado más que claro que se rehusaba a tener elfos domésticos a su servicio, por lo que los nuevos conocimientos culinarios adquiridos de Draco resultaron de mucha utilidad. Por supuesto, los dos años que ambos pasaron en esa casa juntos, la que tanto se habían esforzado por comprar y asear por varios días, fueron los años más felices que ambos habían tenido jamás. Tenían una habitación amplia, con un guardarropas de madera bastante sencillo para cada uno, una cama matrimonial donde ambos dormían y dos mesitas de noche flanqueándola. La cocina era el cuarto favorito de Draco desde que había aprendido a cocinar, y lo que más le gustaba era aquel mesón largo donde podía dejar todos los ingredientes que se le diera la gana. Tenían un bonito living, con un cómodo sofá color agua marina y una mesa baja labrada donde ambos tomaban el té y, en algunas ocasiones especiales, donde solían comer galletas. El departamento en sí era bastante espacioso y contaban con varias habitaciones, y Harry podía acceder a todas ellas a salvedad de una en particular, eso había quedado clarísimo en su primera charla de común acuerdo con Draco. Él nunca se había atrevido a entrar allí en todos los años que llevaba conviviendo con el otro muchacho, y desconocía lo que la dichosa habitación guardara en su interior, pero resulta que una mañana despertó sintiéndose curioso y bastante empecinado en descubrir lo que había allí dentro, por lo que escapó de la cama mientras que el rubio aún dormía profundamente, con la intención de echar sólo un vistazo y luego volver sin que el otro se diera cuenta.

Resultó que nunca pudo haber tenido tanta mala suerte.

 

.

 

 

Aquella mañana en que Draco despertó de su cama notándose desprotegido, sin sentir el calor de los fuertes brazos de Harry envolviéndolo –como ya se le daba por costumbre–, de alguna forma intuyó que algo raro estaba ocurriendo. Al principio, lo atribuyó al hecho de que tal vez era una de esas veces en las que Harry se caía de la cama, dado que era un inquieto, pero al comprobar que el muchacho no estaba despatarrado en el suelo con sus ronquidos de hipógrifo con problemas de estómago inmediatamente se incorporó de la cama y salió en su búsqueda, pues Harry nunca lo dejaba despertar solo... siempre estaba allí para desearle los buenos días y luego comenzar a ponerse meloso y darle besos en la frente, y en el pecho, y luego lo apretaba contra su fuerte y musculoso cuerpo de auror... ¡Eh! ¡No! Ejem... ejem.

Draco registró cada una de las habitaciones de la casa sin hallar nada, y cuando empezó a creer que quizás había salido de la casa fue cuando lo recordó: su habitación prohibída. Pero no era posible que estuviera ahí, porque él se la había prohibido, ¿no? Sin embargo, pese a que no creía que estuviera ahí porque confiaba en él, se dirigió a su “habitación prohibida”. Pero nada de lo que había visto hasta ese momento –y, vale, había visto cosas muy raras– lo preparó para lo que vio a continuación, al abrir la puerta de su «habitación prohibída» (que en realidad era su habitación-experimental-donde-hacia-toda-clase-de-mezclas-peligrosísimas-con-sustancias-desconocidas-para-su-trabajo-en-el-Ministerio).

Vale, debía admitir que algunas veces Harry era extraño, cosa que quedó en total evidencia al vivir con él y, es más, cada día salía con cada cosa que Draco nunca podía saber con certeza si lo conocía del todo, pero jamás había ocurrido algo como eso.

Al abrir la puerta, descubrió al muchacho de pie frente a él con una cara de culpabilidad extrema, con las manos entrelazadas tras su espalda, adoptando una posición que cualquier persona calificaría como un intento de «inocencia». Claro que Draco le hubiera creído si no lo hubiese visto en acción cuando estaban en la intimidad de su cuarto. Pero lo que lo dejó con la mandíbula por el suelo obviamente no había sido nada de lo anteriormente mencionado, eso era seguro, sino lo que, tal vez, de ahora en adelante formaría parte de la anatomía de Harry para siempre: ¡el chico tenía una puta cola esponjada pegada al culo! ¡Eso no era normal! ¡Eso no estaba ahí antes, y eso que él conocía muy bien el cuerpo del otro!

Obviamente, Draco hubiera reído por lo rídicula que resultaba ser la situación de no ser porque Harry había ingresado sin su consentimiento en la habitación a la cual él precisamente le había prohibído la entrada.

–¿¡Qué demonios haces aquí, Potter!? –reclamó con enfado, caminando rígidamente hacia él con las manos apretadas en un tenso puño.

El trabajo del rubio consistía en experimentar con sustancias inusuales, que costaban muchos galleons exportarlas desde su lugar natal hasta Inglaterra, sin contar que eran muy peligrosas si uno es inexperto y no las sabe manejar, y ya había sido bastante difícil el conseguir que el Wizengamot completo le concediera el permiso para tener su propio laboratorio chiflado en su propia casa, ¡y si al maldito de Potter se le había ocurrido tocar alguna de sus viales no comprobadas...! Merlín, ya vería lo que era realmente bueno para él.

–¿¡Cuántas veces te he dicho que pasara lo que pasara nunca ingresaras en esta habitación!? –¡Porque se lo había dicho! Y más de una vez, maldita sea. Sabía como nadie lo propenso que era Harry a meterse en problemas, ¿acaso el Gryffindor no lo había dejado lo bastante claro en cada uno de sus malditos años en Hogwarts? ¡Por favor, el chico vivía metiendo la pata tanto como él vivía mofándose de los demás, y eso ya era decir!

Harry retrocedió intimidado ante esos orbes grises que echaban chispas; todo el mundo sabía que enojar a Draco equivalía a activar una bomba que podría explotar en cualquier momento, y cuando sus ojos hacían exactamente eso, pues era tirarte por la ventana o sufrir una muerte lenta y dolorosa. Pero lo que a Harry había sorprendido había sido que, nunca en los años que pasaron juntos, Draco había vuelto a llamarlo por su apellido excepto cuando estaba muy molesto con él, como aquella vez cuando por accidente había roto uno de sus caros perfumes masculinos. Y esa parecía ser una de esas catastróficas veces. Otra vez. Pero lo cierto es que no sucedía con tanta frecuencia... vale, o tal vez sucedía muy a menudo, pero lo importante era que siempre acababa perdonado, ¿no?

–E-Eh... –balbuceó en su defensa, algo de lo que se arrepintió al instante al ver el reluciente enojo en los ojos grises del otro. Oh, a nadie le gustaba estar presente cuando Malfoy enfurecía...

–¿¡Cuántas veces llevo diciéndote que no toques ningunade mis cosas de apariencia sospechosa!? ¡Tú sabes de qué trabajo yo, Potter, y sabes que no debes tocar ninguna cosa que no reconozcas, maldición! –continuó sermonéandolo, agitando el dedo índice ante el aún mudo Harry. Acto seguido se llevó dos dedos a la sien y suspiró repetidas veces. –De acuerdo, solo... solo dime qué es lo que estuviste toqueteando.

No debía alterarse, no debía. Harry era un jodido g-a-t-o, solamente debía hallar la sustancia que él había estado husmeando, examinarla y luego limitarse a buscar algún tipo de solución o antídoto. Sencillo. ¡Pero claro, no se alteraría si no estuviese viendo a Harry como un jodido g-a-t-o! Se suponía que él era Draco Malfoy, un pocionista experimental que se dedicaba a mezclar sustancias y combinar distintos ingredientes con la única finalidad de crear nuevas y novedosas pociones, ¿en qué maldito momento había creado una pócima capaz de transformar a un mago en parte animal? Porque, bueno, en realidad Harry no era un jodido gato del todo, únicamente tenía unas lindas orejas negras y puntiagudas que se agitaban sensibles entre su desordenado cabello, una esponjada cola oscura, unos largos bigotitos adorables y unos dientecitos semejantes a un par de colmillos, pero por lo demás era completamente humano. No sabía si le parecía adorable o absurdo, aún así, grande fue su alivio al comprobar que él estaba bien, porque, por supuesto, si uno empieza a rebuscar entre una cantidad alarmante de frascos y viales como él le había ordenado a Harry tan normalmente como si nada hubiese ocurrido tenía que significar que estaba bien, ¿cierto? Y con eso Draco se tranquilizó.

Al cabo de unos pocos segundos, el Slytherin fue a supervisar cómo Harry observaba todas sus ampollas de colores en busca de la que él había toqueteado. La cosa no se extendió demasiado, bastó con unos momentos para que reconociera un vaso de vidrio cuyo reluciente contenido era de un tono morado.

–¿Y, especialmente, por qué se te ocurrió beberlo? –quiso saber Draco, tomando el vaso de vidrio y escrutándolo con atención cuando Harry se lo facilitó–. Dime, ¿qué hubiese sucedido si algo malo te pasaba?

–Pensequeerajugodeuva –farfulló el muchacho con las mejillas ligeramente rosadas. Draco lo miró con leve curiosidad por aquella reacción, pese a que no había entendido absolutamente nada de lo que él había dicho.

–¿Disculpa?

–Que pensé que era jugo de uva –repitió avergonzado, y lo que menos necesitaba en ese momento de incomodidad era que justamente Malfoy le soltara semejante carcajada en la cara.

¡Brillaba, Potter! ¿Qué jugo de uva has visto que brille? –se mofó.

–Bueno, no hubiese pasado si alguien no lo hubiese dejado en un vaso común –replicó Harry receloso.

–¡No tenía más viales!

–Pues yo no lo sabía –farfulló.

–¡En primer lugar nunca debiste haber entrado! –le rebatió Draco, sonriendo triunfal cuando Harry cerró la boca de golpe y simplemente se ruborizó silenciosamente con el ceño fruncido. Permanecieron en silencio, cada uno rígido donde estaba, hasta que Draco acortó la distancia entre ellos sin decir palabra, se puso de puntillas de pie –Harry había crecido en esos últimos años–, y tocó una de las orejas gatunas del chico, ignorando el estremecimiento que causó en el cuerpo de Harry. El Gryffindor, luego de aquella sensación, se mantuvo cabizbajo y dejó que Draco lo revisara e hiciera lo que se le diera la gana con él.

–Está como pegada a tu cuero cabelludo... –comentó el rubio, alejando su mano súbitamente cuando la oreja puntiaguda se movió de improvisto. Después de todo, ver cómo una oreja de gato estaba literalmente pegada a una cabeza humana daba algo de impresión aún.

Y entonces se percató de lo que sus acciones provocaban.

Harry le devolvió la mirada, con las mejillas teñidas de un tono rosado que Draco se quedó contemplando boquiabierto. Conocía ese centellear en sus ojos muy, muy bien; lo había visto aquella vez que lo había recibido por primera vez con la comida preparada y aquel delantal, o esa en que él se estaba duchando y la luz se había cortado y terminó topándose con Harry a oscuras en medio de un pasillo, o por ejemplo esa cuando era su cumpleaños y Harry le había dicho que le había preparado un regalo muy especial. Todas esas situaciones tenían una sola cosa en común, y esa era que en todos los casos había acabado siendo follado por Harry, ya sea en el suelo, en el pasillo, contra la pared, o en la misma habitación bañados por los rayos de luna. Sí, conocía muy bien ese brillo particular y sospechaba ya cómo la cosa terminaría.

–Hum, H-Harry –tartamudeó, odiándose a sí mismo por ello–, déjame ver tu boca, necesito ver tus colmillos.

Claro, esa excusa no se la tragaba ni el loro y, por supuesto, Harry tampoco. El Gryffindor sonrió torcidamente ante sus palabras, y Draco supo de inmediato que aquel gesto no auguraba nada bueno –o tal vez algo fantástico, depende del punto de vista que se viera, claro–.

–No, Draco, yo creo que lo que tú realmente necesitas es relajarte un poco... y creo que yo, afortunadamente, puedo ayudarte con eso –musitó, tomando a Draco del mentón y acariciando parte de su mandíbula con el pulgar. Clavó su verde mirada en los labios del rubio, y él no supo si aquello le resultaba romántico o chistoso, pues ver a Harry hablando con bigotes saliéndole por sobre sus labios no era algo precisamente fácil de pasar por alto. A pesar de todo, no pudo evitar sonrojarse por la proximidad pero también desesperarse un poco: ¿Ahora que haría? Ahora no tenía solo a un Harry Potter transformado en un jodido gato, sino a un Harry Potter transformado en un jodido gato cachondo. Y eso era un problema, pues no sería fácil de eludir.

Chocó la cintura contra el borde de su escritorio, donde tenía un par de los frascos más recientes reposando en perfectas hileras, al esquivar el beso fugaz que Harry intentó darle. Desgraciadamente para él, había ladeado la cabeza justo a tiempo para que no tocara sus labios, pero su suave beso fue a parar cerca de su oreja, provocándole un estremecimiento involuntario.

–Ahora no, Potter –le dijo en el tono más serio que su voz le permitió–; la prioridad actualmente es examinarte y constatar que mis sustancias no te hayan causado algún tipo de daño interno, los efectos externos son más que obvios, claro, y justo ahora acabo de recordar que tendré que anotarlo en mi agenda de investigación, y además...

–Corta ya ese rollo serio, Draco. Nunca me he sentido tan bien como ahora –aseguró el Gryffindor, tomando al rubio por la cintura y apegándose a él descaradamente. Draco no sabía si reir o llorar.

–¡Merlín, Potter! –exclamó histérico–. ¿Eres idiota o qué? ¡Acabas de beber una sustanica no comprobada del todo, maldita sea, un experimento! Y nadie sabe con exactitud cuáles son sus efectos. ¡Estás poniendo en riesgo tu salud! ¿Acaso prefieres follar antes que revisarte y evitar un posible daño? Tú solo estás pensando en follar ahora mismo, no pongas esa expresión porque a mí no me engañas, sé a dónde quieres llegar –afirmó, al ver la cara que había puesto el otro.

–No lo llames simplemente «follar», Draco –lo reprendió en un pequeño murmullo, y Draco rodó los ojos. Claro, el Gryffindor sentimentalista prefería que lo denominara «hacer el amor». ¡Por favor, aquello era sólo un eufemismo(1) de «follar»!

–¿Pero estás entendiendo lo que digo? –prosiguió, buscando la mirada de Harry con preocupación. Naturalmente, Harry era como su compañero y mucho más que eso, estaba preocupado por él, no quería que le sucediera nada malo por haber bebido uno de sus apestosos experimentos, por culpa de su negligencia gryffindorezca que parecía tener la filosofía de «puedo confiar en todo, todo el mundo es bueno, nadie me herirá nunca, ni a mí ni a mis amigos lameculos».

–Estás preocupado por mí –sonrió Harry, delineando los labios de Draco con uno de sus dedos. Él simplemente esquivó la mirada, sintiéndose tonto por la horda de sensaciones que lo invadieron de repente.

–Obviamente que sí, tú eres mi... –carraspeó con fuerza, negando con la cabeza y mirándolo entre atónito y ofendido, deteniéndolo todo antes de que la cosa se tornara melosa–. No me cambies de tema, sé que hace bastante tiempo que descubriste cómo manipularme para cumplir tus antojos, Potter.

Harry simplemente puso los ojos en blanco.

–No te manipulo. Y no te preocupes por mí tampoco, Draco, preocúpate por mi... –Draco dio un tirón a su larga cola antes de que el otro pudiera terminar su frase. Sabía que diría algo sucio, lo sabía. Maldito Potter que pensaba con la polla. Y maldito también el momento en que el otro había comenzado a aprisionarlo contra el escritorio sin que él se percatara de ello.

–Venga, Draco, estoy bien –musitó–. ¿Acaso ves que esté convulsionándome en el suelo, o algo así? –planteó Harry con voz suave, colocando un mechón rubio tras su oreja con una dulzura casi increíble. El efecto fue instantáneo: Draco se relajó inmediatamente, y dejó que Harry se apegara más a él y le acariciara las caderas, y luego depositara un beso dulce en su frente.

Aún así, el muchacho sopesó las opciones que se le ofrecían: quizás Harry tenía razón y él estaba reaccionando de una manera algo exagerada. Solo había bebido una mezcla extraña que aún no había pasado las pruebas que confirmarían que era inofensiva y no-perjudicial para el cuerpo, pero nada estaba sucediendo en ese momento y eso quería decir que no era del todo malo, ¿no?

–Draco... por favor, Draco –suplicó Harry, apoyando su cabeza entre el hueco del cuello y parte del hombro del muchacho. «Maldita sea» –pensó. ¿Cómo el jodido Harry había descubierto que le encantaba de sobremanera que le suplicaran? Él había sido taan discreto... Vale, tal vez no.

–Está bien –dijo en un susurro débil, casi inaudible, cerrando sus manos contra el borde del escritorio cuando Harry se inclinó y rozó sus suaves labios contra su sensitivo cuello. Sentía un calor en las mejillas y en ese mismo instante lo que más deseaba era que Harry comenzara a desvestirlo y tocara cada centímetro de su anatomía, pero no podía arriesgarse a hacer pedazos por accidente sus descubrimientos etiquetados en los que había pasado meses, incluso años trabajando, descubrimientos en los que él había dedicado su tiempo y esfuerzo, porque sabía muy bien que en cuanto las cosas comenzaran a tornarse subiditas de tono olvidaría completamente cualquier cosa a su alrededor y únicamente existaría Harry. Tenían que salir de ese cuarto exclusivo para su trabajo.

–Harry... –deliró, ladeando la cabeza con los ojos cerrados cuando el muchacho prosiguió a besar su cuello con más pasión, pero salió de aquel sopor inmediatamente cuando, sin darse cuenta de lo que hacía, se había sentado en el escritorio provocando que los frascos emitieran un peligroso tintineo. Además, había olvidado que Harry se había transformado en gato y sólo su lengua áspera raspando su cuello se lo recordó como un baldazo de agua fría y le hizo abrir los ojos–. ¡POTTER!

–¿Qué ocurre? –exclamó asustado, con una expresión similar a quien acaba de recibir una bofetada, apartándose de su cuerpo de un salto como si quemara y dándole tiempo de bajar del escritorio y ordenar los frasquitos de cristal que se habían torcido. Al girarse y ver a Harry otra vez, vio algo de temor reflejado en sus transparentes ojos, porque seguraemente creía que se iría y lo abandonaría allí.

–Aquí no, ¿está bien? Vayamos a otra parte... –le hizo saber con una pequeña mueca que pretendía ser una sonrisa tranquilizadora, pero que se había desfigurado un poco producto de la vergüenza. Y permitió que Harry lo cargara en sus fuertes –fuertes y musculosos brazos de auror bien entrenado– al estilo novia y se lo llevara lejos de allí.

Draco había sentido la dureza de Harry mientras éste le besaba aquella parte tan sensible, y ahora por culpa del Gryffindor no se encontraba en un estado muy distinto al de él. Ya había visto en infinitas oportunidades al 'salvador del mundo' desnudo y servido en bandeja de plata sólo para él, y Merlin que disfrutaba la vista cada una de esas veces. Pero Draco estaba divagando, y mucho se sorprendió cuando se descubrió en la cocina, sentando en el mesón con Harry mirándolo con intensidad plantado frente suyo.

–¿Por qué aquí? –preguntó bajito, buscando el contacto con el muchacho con una de sus piernas. Las enganchó en la cintura de Harry y éste solito se acercó hasta que quedaron a solo unos centímetros–. Digo, ¿por qué en la cocina?

Harry se ruborizó notablemente, sin embargo tomó una de las pálidas manos de Draco entre las suyas y se atrevió a depositar un beso en el dorso de ésta. –Bueno... lo hemos hecho en cada sitio de esta casa menos... aquí, y como es tu habitación favorita pensé que... –hizo una pausa–. Además, siempre he deseado hacerte mío sobre este mesón desde esa vez que te ví preparando ese pastel de chocolate para mi cumpleaños, ¿recuerdas?

Draco sonrió casi imperceptiblemente, y se inclinó, besando a Harry en los labios con una suavidad casi palpable, tomando al muchacho por sorpresa. Se besaron parsimoniosamente, degustando los labios del otro, y Draco permitió que Harry lentamente comenzara a desabotonarle la camisa sin detener aquel beso tan apasionado. A medida que iba deslizando la camisa por sus hombros, Harry desvió sus labios por el cuello del otro muchacho, dejando un camino de besos hasta llegar a su pálido pecho, que aún carecía de vellos pese a que Draco tenía unos veintidós años aproximadamente.

–Harry... –gimió suavemente, enrollando sus piernas alrededor de las caderas del otro chico en busca de más contacto, cuando el muchacho comenzó a jugar con uno de sus pezones utilizando la lengua y los labios.

El Gryffindor se deshizo completamente de la camisa de Draco, y dejó que el muchacho se ocupara de la suya, disfrutando internamente el contemplar aquella expresión que siempre afloraba en las facciones de Draco al ver su torso trabajado. Sí, Harry no estaba nada mal: era dueño legítimo de un musculoso y bronceado cuerpo fruto del duro entrenamiento en la Academia de Aurores y era consciente de lo que provocaba en Draco, y lo mucho que le gustaba a él tocar cada uno de sus tonificados músculos. Hacía mucho que había dejado de ser aquel muchachito delgado y enclenque que era en sus años de colegio, y el otro lo sabía muy bien.

Draco, después de observar de arriba a abajo el torso de Harry con una devoción que no se preocupó por ocultar, alargó una mano casi con timidez y acarició sus pectorales utilizando las palmas de su mano. Harry cerró sus ojos, acercándose un poco más, y permitió que el chico delineara sus marcados abdominales con uno de sus dedos, bajando hasta llegar a la cremayera de sus vaqueros. Draco se detuvo. Al alzar la vista se encontró con los verdes ojos de Harry mirándolo de una forma que lo hizo estremecerse ligeramente, y entonces Harry acunó su mejilla con una mano, uniendo sus tersos labios con los suyos nuevamente, aprovechando que tenía la boca entreabierta sin darse cuenta.

Draco continuó acariciando el trabajado cuerpo del 'salvador del mundo', mientras él lo besaba de una manera tan intensa y apasionada que lo hizo sentirse levemente mareado. Podía sentir las cálidas y suaves manos que viajaban por su espalda, mientras era conducido muy lejos de allí. Entreabrió la boca y permitió que la lengua húmeda y traviesa de Harry se adentrara, profundizando mucho más aquel beso. Tenía sus ojos cerrados, dejádose llevar por aquellas manos expertas que recorrían su espalda, subiendo por sus hombros hasta llegar a su cuello, y sólo deteniéndose en su cabello. Pudo sentir una de las manos de Harry masajeando su erección por sobre los shorts celestes que llevaba puestos a modo de pijama, y gimió entre los besos, permitiendo que Harry lo recostara en el mesón.

–Draco... –jadeó Harry, abriéndose la cremayera de los vaqueros, mientras veía al muchacho acostado sobre aquel mesón con las piernas abiertas y la notable erección oculta levemente por sus shorts, que le llegaban hasta los muslos. Draco tenía las mejillas encendidas y una expresión de total sumisión que excitaría a cualquiera; su rostro entero gritaba que lo follaran–. Draco... Draco... eres jodidamente sensual.

El chico se limitó a sonreir vagamente y, a continuación, sin levantarse, acostado como estaba, alzó sus piernas y se deslizó sus shorts junto a la ropa interior por sus largas e inmaculadas piernas que cualquier persona en su sano juicio desearía marcar. Sonrió con satisfacción al notar que Harry había quedado totalmente encandilado con la visión desde allí, y jadeaba ligeramente con las mejillas encendidas mientras dejaba caer los vaqueros por sus piernas hasta llegar al suelo. De súbito, a Draco lo asaltó una idea algo alocada, pero la haría de todas formas.

–Harry... –ronroneó, y cuando confirmó que éste lo miraba, se abrió las nalgas con ambas manos para él. La cola de gato oscura y esponjosa de Harry dio un latigazo y comenzó a serpentear de una manera que a Draco extrañamente le agradó de sobremanera. Las orejas de Harry durante todo ese tiempo se había movido sensibles de un lado al otro, y ahora se encontraban quietitas por fin.

–Draco... –gruñó Harry en su oído, y la verdad no se había percatado en qué momento el muchacho se le había recostado encima y había comenzado a acariciarle los muslos de una manera casi desesperada. Repentinamente, sintió la áspera lengua de gato de Harry acariciando su cuello y emprendiendo camino por todo su pecho, y pronto esa lengua se convirtió en un par de besos que comenzaron a regarse por su abdomen que se sintieron mucho más cariñosos.

–¡Harry, oh, Harry! –mitad balbuceó, mitad gimió, cuando el muchacho tocó su intimidad con los labios suavemente, casi como unas cosquillas, pero haciéndole desear mucho más contacto por parte de su boca en aquella zona. Movió las caderas en busca del rostro del otro chico y al abrir los ojos sintió su corazón acelerándose inexplicablemente al encontrarse con esa verde mirada viéndolo con fijeza y algo más que no pudo percibir.

Draco se encontraba completamente acostado en aquel mesón, con el cabello rubio desparramado y las piernas abiertas esperando cierta parte de la anatomía de Potter que aún no llegaba, con sus mejillas arreboladas y una expresión bastante sensual, sin ser consciente de lo que despertaba dentro de Harry. Además de los deseos de follarlo hasta perder la cordura, también provocaba en Harry unos intensos deseos de protegerlo, de cuidarlo, de tratarlo con delicadeza y amarlo como Merlín mandaba. Porque, por supuesto, no todo era lujuria entre los dos. Se habían enamorado mútuamente en su momento, durante su último año en Hogwarts después de que Lord Voldemort cayera, cuando tuvieron que recuperar aquel año perdido. Resultó que Draco era mucho más bueno de lo que demostraba porque debía cuidar de su papel de chico malo y sangre pura, y ser una persona que no quería precisamente ser y sus padres le exigían que fuera. Claro, el muchacho era adinerado y tenía todo lo que se le diera la gana, pero como decían, «el dinero no compra la felicidad», y Draco no era feliz y sus padres lo que menos le daban era aquello. Lo tenía todo pero, como Harry descubrió más tarde, Draco era maltratado por sus padres y éstos eran crueles con él, lo habían educado para que fuera uno de ellos, un Mortífago, para que impusiera su superioridad ante los demás por el simple hecho de ser un «sangre pura», pero Draco no pensaba de ese modo.

Harry desarrolló aquel año cierta curiosidad hacia él, al contemplarlo y percatarse de que no actuaba como solía hacerlo en los demás años; por supuesto, con ambos padres en Azkaban y Lord Voldemort muerto definitivamente, era libre. Y entonces Harry se descubrió entablando una conversación civilizada con el muchacho, y se decidió a conocerlo un poco más puesto que se había interesado en saber cómo sería el auténtico Draco Malfoy sin aquella máscara, aunque acabó interesándose mucho más de lo que pensó, rayando lo prohibido. Pero, afortunadamente, Draco también había comenzado a sentir algo similar hacia su persona, de modo que los sonrojos y los pulsos acelerados se daban cada vez más frecuentemente siempre que estaban juntos, hasta llegar al momento donde, conducidos por algún extraño motivo, se dieron su primer beso. Y, bueno, a partir de ese momento fue donde comenzó todo y una vez que acabaron sus estudios y cada uno consiguió el trabajo que deseaba, finalmente con los ahorros que juntos lograron juntar compraron aquel departamento.

Harry dejó de mirar a Draco de aquella forma extraña que el otro no podía leer del todo, y se inclinó, besando suavemente uno de sus muslos, provocando que el Slytherin cerrara los ojos una vez más.

–Draco –susurró, levantando los ojos y mirando al chico, que aún continuaba recostado en aquel mesón–, te amo...

Percibió como el cuerpo entero del muchacho se tensaba y luego se relajaba, producto de la sorpresa.

–Harry, yo también, pero creo que no es el momento adecuado para... –no acabó la frase porque sus labios temblaron al igual que su voz, cuando Harry repasó con la lengua su entrada. Sonrió torcidamente, al ver cómo Draco volvía a recostarse silenciosamente con los ojos cerrados.

El Gryffindor abrió las nalgas del otro chico, tal como él lo había hecho pocos minutos atrás, y metió su cálida lengua despacio, sólo para lubricar un poco la zona antes de ingresar. Planeaba tomar a Draco con fuerza contra el mesón, pero recordar su amor lo había dulcificado un poco y ahora se le daba por prepararlo y luego adentrarse en él con suavidad... o tal vez eso último no tanto. Sintió cómo Draco arqueaba la espalda y acto seguido sus dedos hundiendose en su cabello, jalándolo con fuerza para que continuara, sin preocuparse por si por accidente jalaba una de sus sensibles orejas de gato.

Bueno, si Draco prefería que la cosa fuera más ruda...

–¡Agh, Harry!

Draco dejaba escapar de vez en cuando extraños sonidos más similares al «agh» o al «ngh» acompañados del nombre del azabache, aunque no se sabía muy bien si estaba gimiendo o gritaba incoherencias. Cuando Harry se apartó, ignorando olímpicamente la expresión que Draco había puesto cuando se zafó del agarre de sus dedos en su cabello, prosiguió directamente a tomar su propio miembro con una mano y rozar la entrada del chico descuidadamente.

–Lo haré, Draco –avisó, y el muchacho asintió con la cabeza lentamente. Por supuesto, Harry no había sido el único al que la casi adultez le había sentado de maravillas, Draco también era bastante atractivo tanto de rostro como físicamente, sin contar que era increíblemente provocador, algunas veces sin proponerselo y, por ello, cuando Harry se adentró lentamente en él, y Draco echó su cabeza hacia atrás con la respiración agitada, el 'salvador del mundo' se quedó contemplándolo como prendado, viendo como su nuez de Adán se movía cada que él pasaba saliva.

Permanecieron así durante un par de segundos, hasta que Harry vio que la respiración de Draco se había más o menos regularizado y empujó todo su miembro dentro de una sola y fuerte embestida, provocando que Draco arqueara la espalda y gimiera bastante alto a comparación de lo que venía mostrando hasta ahora.

–Harry... –musitó con voz trémula, tomando el rostro del chico entre sus manos y acercándolo hacia el suyo. Juntaron sus frentes, y percibió el cálido aliento del muchacho acariciando suavemente sus labios. Sus piernas estaban abiertas, una a cada costado de las caderas de Harry, su cuerpo completamente acostado en el mesón, y ambas manos enganchadas en el cuello del Gryffindor. Harry sólo estaba recostado sobre él cuidadosamente para no aplastarlo, disfrutando de la visión que sus ojos le brindaban; tenía el rostro de Draco a solo centímetros suyos, y a medida que comenzaba a embestirlo duro contra aquella mesa de la cocina, la posición en la que se encontraban le permitía ver facilmente la expresión de placer que Draco adoptaba cada que él empujaba con fuerza en su interior, esas mejillas encendidas, su cabello rubio desparramado en el mesón, y aquellos labios entreabiertos dejando escapar esos gemidos que le decían lo bien que hacía su trabajo.

Draco tenía los ojos entreabiertos, y veía como ese cuerpo de los Dioses que Harry poseía se contraia levemente cada que daba una estocada dentro de él. El sudor le pegaba el cabello negro a la frente, y su cuerpo no estaba distinto. Podía sentir la cola plumosa de Harry haciéndole cosquillas en lo que parecía ser los tobillos, pero Draco no lo podía saber con certeza, en ese momento no estaba pensando con claridad y tampoco estaba dentro de sus planes el intentar asimilar lo que Harry le estaba haciendo en aquel momento, poco le importaba en ese instante que él hubiera bebido una de sus sustancias y se hubiera convertido en gato, en ese momento todos sus sentidos estaban enfocados en dejarse llevar por la sensación que Harry le estaba brindando, fuera gato o no.

 

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Apenas unas pocas horas transcurrieron y 'el salvador del mundo' volvió a la normalidad, una vez que el efecto de la extraña mezcla de Draco pasó. Estaba acostado con Draco en uno de los sillones del living cuando ocurrió pero, por supuesto, no habían acabado allí por arte de mágia. Unos momentos después de que ambos hubieran terminado, antes de que cayeran rendidos, Harry que sabía lo propenso que era Draco a tener las mejillas frías cuando dormía y posiblemente pescar un resfriado, con las pocas fuerzas que le quedaban lo cargó y se acostó con él en el sofá del living y los cubrió a ambos con una manta. Los efectos ya habían pasado y para cuando despertó había vuelto a la normalidad. Había optado por no despertar a Draco, puesto que parecía estar más cansado y agotado que él, y dormía plácidamente con la cara apoyada sobre uno de los almohadones color naranja estrambótico que Luna Lovegood les había regalado.

Tres días habían pasado en que Harry no había vuelto a ingresar en aquella habitación donde Draco experimentaba, y nadie había vuelto a mencionar el tema de que se había transformado en mitad gato. Por supuesto, una vez que consiguió lo que quería, que era hacerle el amor a Draco transformado, el muchacho le soltó un montón de barbaridades y continuó sermoneándolo por haber entrado allí y tocado sus benditos frascos. Draco había cerrado con llave su cuarto experimental después de aquel incidente y escondido el vaso con la sustancia purpúrea donde sólo él sabía que estaba, aunque siempre había excepciones...

Había descubierto que Harry era mucho, mucho más intenso en la cama cuando ingería aquello. Claro, no era que hubiese vuelto a beber aquella sustancia, sólo había ocurrido el día del incidente, pero él ya tenía muy bien sabido cómo era el ritmo de Harry y cuando había ingerido esa cosa todo había resultado bastante diferente.

Draco vertió una generosa cantidad de aquella sustancia de un morado brillante en una taza pequeña de té, y revolvió con la cucharita durante unos momentos. El té color marrón claro emitió un resplandor verde y a continuación se apagó como una simple llama tragada por la oscuridad, y el té continuó siendo tan marrón como lo había sido siempre, luciendo como uno ordinario, del cual nadie sospecharía.

–¡Harry! –Draco lo llamó, buscándolo por todas las habitaciones hasta dar finalmente con él cuando ingresó al living, hallándolo repatingado en el sofá color agua marina, aferrando el cojín amarillo patito con expresión lastimera mientras veía la tele –posiblemente mirando las novelas de la tarde, según dedujo Draco–. Claro, estaba sensible, otro punto a su favor; haría todo con tal de volver a conseguir lo mismo, ahora lo tenía: acariciar suavemente su oreja. Después de todo, no era precisamente un santo, era bueno pero no idiota, y sabía cómo honrar a su casa Slytherin.

–Harry, te hice un té...

 

Y lo mejor de todo era que lo podría hacer beber de esa sustancia siempre que quisiera...

 

 

 

 Fin.

 

Empezado 12/12/2015 a las 12:22 a.m.

Terminado: 31/12/2015 a las 01:20 a.m.

Por: Lady Yandere Rivaille.

¡NO AL PLAGIO!

 

 

Notas finales:

Holii otra vez =u= Espero que les haya gustado, y estaré atenta a cualquier review que decidan regalarme para mi lindo año nuevo^^ (Vamos, yo sé que ustedes lo desean... les prende eué) xD

(1) Eufemismo: Es una palabra más suave o menos "grosera" (más poética) que reemplaza una que puede resultar "tabú" o chocante.

Bueno, gracias a todos por leer y espero que lo hayan disfrutado y no les haya resultado una pérdida de tiempo u.u'


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