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Niji no paradox. por Akudo

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Notas del capitulo:

Me hizo feliz que les gustara la primera parte, gracias <3

Nash Gold Jr., el segundo hijo del congresista Nash Gold.

Un día, luego de que la chica con la que salía insistiera en una boda que él desde el principio dejó en claro que nunca pasaría, simplemente decidió cortar la relación sin interesarle hacer de ello todo un circo, y su ahora ex no estuvo tan de acuerdo con esa decisión.

Sabía que Nash tampoco deseaba hijos, aun así no sería tan ruin como para abandonar uno en el caso de que existiera, es lo que ella pensó con el pequeño frasco de esperma en su mano que guardó de un preservativo usado. Su cuerpo no era fértil pero no es algo que el blondo supiera, así que mientras tuviera los medios el resultado no sería cuestionado si actuaba rápido.

Si alquilaba un vientre corría el riesgo de que esa persona hablara así que necesitaba ser la única que lo supiera, y su respuesta llegó cuando la trasladaron a un hospital de Los Ángeles al que le urgía más personal. Tuvo bajo su cuidado a dos pacientes comatosos; uno era una anciana con hijos que la visitaban y que resultaba totalmente inservible, pero el otro era un muchacho mucho más joven y con la capacidad de gestar, sin familia ni nadie cercano, además de que ya llevaba cinco semanas inconsciente y con eso sus probabilidades de despertar caían por los suelos.

Sería perfecto si no fuera por el hecho de su notable ascendencia asiática, por lo que tuvo que improvisar rápidamente robando un óvulo del banco de fertilización de alguna mujer que se pareciera físicamente a ella. Lo llevó a otra habitación donde sería la única que se encargaría de él y nadie tendría por qué preguntar.

Fue maravilloso que funcionara en el primer intento, su hijo ya estaba ahí y sólo necesitaba esperar. Todos los días se tomaba su tiempo para visitar el cuarto y cerciorarse de que todo fuera bien, no soportaría un aborto o alguna malformación.

Cada vez que entraba allí nunca se fijaba en Nijimura, sólo le administraba los medicamentos que necesitaba para llevar un buen embarazo y se sentaba a su lado tocando el vientre que crecía firme ante su deseosa mirada. Era una lástima que no pudiera traer un equipo de ecografías para ver al bebé, eso llamaría demasiado la atención, aun así ella podía imaginar a la perfección cómo se desarrollaba cada partecita de su ser, le hablaba y tocaba el abultado vientre que no le pertenecía, pero era ella quien estaba haciendo todo por ese bebé, definitivamente era suyo.

— Pronto estaremos juntos los tres. Nosotros y tu papá.

Su sonrisa podría ser hermosa, pero sus ojos estaban cargados de obsesión.

Faltaba tan poco ya, todo habría salido perfecto si no hubiese sido por ese maldito doctor que decidió arruinarlo todo al toparse con la habitación cerrada bajo llave. Extrañado por esto Keller la mandó a abrir, encontrando a este muchacho prácticamente aislado del resto del hospital, y cuando destapó las cobijas descubrió algo demasiado siniestro. La criatura ya estaba a mitad del segundo trimestre.

Se hizo todo lo posible por controlar la situación y que no se filtrara nada sobre este tema tan delicado que podría arruinar al hospital, mientras ella fue arrestada bajo la asqueada mirada de Nash que recién llegó de su vuelo al ser avisado de urgencia. Testificó que se encontraba tan sorprendido como todos por los planes de esa loca mujer que en ningún momento dejó de asegurar que el bebé era suyo y de Nash, gritándole que por ello estaba obligado a amarla.

 

 

La paradoja del arcoíris, capítulo dos.

“Quiero un hijo.”

 

Estaba dormitando así que cuando la enfermera entró abrió los ojos con pereza. Le sorprendía lo cansado de hacer nada que siempre se sentía y le preguntó a la chica si podía caminar un rato, antes de que la columna se le volviera plastilina.

Ella rió retirando la bandeja donde había estado el desayuno del pelinegro y le mostró lo que había traído.

— ¿No quieres un regalo primero? Mira lo que conseguí.

— Ah, eres un ángel. —Shuuzou tomó el pequeño envase de gelatina de limón, probablemente lo único que amaba de estar en ese lugar, y lo abrió con un destello casi infantil en los ojos.  Era el tercero que se comía esa mañana pero nadie se lo iban a recriminar.

Mientras tanto la chica le conectó la intravenosa con cuidado para suministrarle las vitaminas que le tocaban y revisaba que todo lo demás estuviera en orden. Hace dos semanas que no había vuelto a ver a ese sujeto americano por lo que estos días pasaron tranquilos, aunque no significaba que su cabeza hubiera dejado de dar vueltas al respecto.

Sería mejor simplemente no pensar en ello, su decisión era obvia.

Con la cucharilla en la boca luego de limpiar el envase miró a la enfermera que le acomodaba las almohadas. Tenía el cabello rizado y moreno como su piel, le recordó a alguien… sí, Aomine. Se quedó observando el relicario que colgaba de su cuello al estar inclinada sobre la cama, tan absorto hasta que ella jaló un poco su uniforme para cubrirse el escote. Nijimura se puso rojo jurándole que eso no era lo que estaba mirando.

— Mi madre tenía uno igual.

— ¿Lo recuerdas?

No lo sabía pues lo había dicho sin realmente pensarlo, pero aunque no tuviera un recuerdo claro de ello debía ser verdad. Loren abrió su relicario mostrándole la foto de un sonriente niño de unos cuatro años, diciéndole que era su bebé.

— ¿Cómo se siente? Tener un hijo.

— Es maravilloso. —no meditó mucho la respuesta, mas se notaba lo feliz que era al decirlo— Tal vez no sea la respuesta profunda y contundente que deseas oír, pero creo que es la palabra que engloba tanto alegrías como dolores de cabeza que sólo los padres podemos vivir, entender y valorar. No todos pasaremos por lo mismo ni sentiremos exactamente igual, sin embargo aún no conozco a alguien que haya dicho “me arrepiento”.

Sin duda uno de los peores sentires, el arrepentimiento, sobre todo cuando no se puede reparar.

Mientras lo ayudaba a tomar asiento para calzarse y ponerse de pie lo miró con curiosidad.

— Oye, Shuu. Si hubieses tenido la oportunidad de interrumpir el embarazo, ¿lo habrías hecho?

— Eso creo… —sonaba mal, pero las circunstancias habían sido demasiado fuertes como para tomárselo positivamente. Loren lo observó con tristeza, no obstante comprendía por qué Shuu no estaba saltando de alegría.

— No tiene que ser así con todos, ¿sabes? Pero tener en tus brazos un bebé que salió de ti puede darle vuelta a todo tu mundo.

Le sonrió, dejando que Nijimura se agarrara de su brazo para salir de la habitación.

‘Espero que no sea así’ fue lo que pensó, sino él sería el único que saldría perdiendo.

Luego de una caminata de veinte minutos tuvo que volver a la cama y le trajeron su agenda telefónica que dio permiso de que fueran a buscar a su casa. De sólo pensar en todas las facturas que tendría horriblemente atrasadas y demás le hacían querer no regresar, esperaba que al menos nadie se metiera a robar las cuatro cosas que poseía en su abandonado hogar.

Abrió la pequeña libreta viendo los nombres, algunos se le hicieron conocidos pero muy pocos pudo relacionarlos con una cara, y luego de cavilar un buen tiempo usó el teléfono que le prestaron.

Colgó después del sexto tono y pensó en llamar a otra persona. Su dedo se paseó por el nombre “Aomine Daiki”, sin embargo puso su mano encima cubriéndolo e intentó nuevamente con el anterior. Esta vez contestaron antes de que terminara el tercer pitido.

¿Qué?

— Joder. Deberías ser más cortés al contestar, por eso nunca te daban trabajo.

¿Nijimura?

Sonrió gratamente luego de que el temor de no saber cómo reconectarse con su ex compañero de piso desapareciera. Sentía que podía actuar tan naturalmente como si nada hubiese acontecido.

— Mayuzumi.

Bastardo, ¿sabes cuánto tiempo ha pasado?

— Creo que un poco…

¿Un poco? No sé cómo rayos pude evitar que Seijuro contactara al FBI para que te buscaran. Sabes que él se preocupa mucho.

— Sí… dile que siento eso. Es sólo que… tuve algunos inconvenientes.

Como un par de muchos meses en un estado “no muerto” y dos más siendo enseñado como niño chiquito para poder hablar nuevamente y lograr diferenciar un pez de un edificio, pero Nijimura estuvo de acuerdo en que no era algo que necesitara informarle.

Le preguntó cómo estaba su prometido, alzando sus cejas con sorpresa por lo que escuchó.

Si te acordaras de llamar sabrías que ya no estamos prometidos, sino casados.

— Al final su padre te obligó, eh. Eso te pasa por preñar a un señorito.

Bueno, no es tan malo. Aunque ahora ya está de encargo el segundo.

— Parece que no estaban tan preocupados por mí, no perdieron el tiempo.

Escuchó una leve risa, aunque sonaba más como resignación.

Como él es hijo único se animó demasiado con la idea de tener más de uno. Al menos espero que después de este lo convenza de cerrar la fábrica de niños.

Hablaron un poco más de banalidades que hicieron reír y sentir mejor a Shuuzou, volviendo a conectar los hilos rotos con la vida que tuvo en Japón. También preguntó por los demás y Chihiro le aseguró que se encontraban bien, pues Akashi los tenía obligados a reportarse al menos una vez al mes para saber cómo estaban.

Le contó más o menos de cada uno y en vez de que su cerebro se afligiera por no poder acordarse de todos se sintió extrañamente bien, seguro de que esos lazos no estaban muertos en sus recuerdos perdidos y que con el tiempo, esperaba que poco, todas esas piezas difusas regresarían a su lugar.

Aomine también está bien. —contuvo el aliento un segundo, apretando los labios hacia adentro— Parece que empezó a salir con una nueva persona, aunque no habla de eso. Llámalo, creo que deberían hablar un poco.

— A veces es mejor mantener la distancia.

Qué cabezas duras son los dos.

Esa parte si la había empezado a recordar mejor; los rostros eran borrosos en las imágenes pero eran sus amigos con sus hijos y Aomine los cargaba y jugaba de lo más bien con ellos, tan natural como si fuesen propios.

«— Aomine-kun, deja de ser tan bueno con los niños. —pudo oír la voz lejana de un chico bajito y cabello claro como el cielo, que aunque tuviera un modo tan plano de hablar se notaba lo celoso que estaba de que el moreno fuera mejor con sus hijos que él que era el papá.

— No le hagas caso, Mine-chin. Yo te los regalo.

— ¡Murasakibaracchi! Pero es verdad, Aominecchi. Deberías tener los tuyos.

En eso las risas se detenían, las voces se hacían menos claras hasta desaparecer y Daiki se erguía, dejando de darle la espalda para mirarlo con ese anhelo en sus ojos índigo.

— Quiero un hijo.»

El de cabello platinado le preguntó preocupado si estaba bien al escuchar los quejidos que intentaba ocultar pero que dejaban su llanto en evidencia. Cerró los ojos maldiciendo sus hormonas y tuvo que respirar profundo varias veces antes de poder hablar.

— Estoy bien, no es nada.

De verdad, Nijimura. Dime qué pasa, ¿qué sucedió contigo? —hubo un largo silencio en el que Shuuzou estuvo tentado de confesarlo todo, el accidente, lo que pasó, lo que estaba atravesando ahora, pero no tenía las fuerzas, después de todo ni siquiera él mismo podía concebirlo como algo real, atrapado en una de las cosas de las que huyó tiempo atrás como lo era un hijo. Mayuzumi no insistió, pidiéndole que llamara más seguido.

— Lo haré, saluda a todos de mi parte.

Colgó soltando un suspiro de dolor que no era físico.

Encogió las piernas poniéndose de lado y vio el documento a un lado de la cama que seguía sin firmar, cruzando las manos sobre su vientre sin darse cuenta que era la primera vez que lo hacía.


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