Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

DIRECTO AL CORAZON por Butterflyblue

[Reviews - 308]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, perdoooonnnn me tarde, no tengo excusas, solo mucho trabajo y agotamiento, pero ya estamos por terminar y prometo no tardarme mucho. Besos y espero disfruten el nuevo capitulo.

Quisiera

 

 

Los días pasaron a cuenta gotas, el tiempo parecía no tener prisa. Una mañana, muy lejos de los habituales parajes que los rodeaban siempre, una pareja le daba la bienvenida al nuevo día.

 

El que aun dormitaba sobre la cama, sintió de pronto la falta de calidez del cuerpo que había dormido acurrucado en su costado, estiró su mano aun sin abrir los perezosos ojos y tanteó la fría cama para encontrar solo sabanas revueltas. Extrañado abrió los ojos y no muy lejos encontró a quien buscaba.

 

Envuelto en un mullido albornoz, Misaki miraba ausente el deslumbrante paisaje que le regalaba la ciudad que los había acogido, en aquel pequeño escape que se habían regalado. No había sido difícil convencerlo de huir aunque fuera unos días de la realidad que lo estaba oprimiendo. Shinoda los había llamado una noche y les había contado todo lo que él y Hiroki habían hecho. Misaki, feliz por su hermano, se había relajado visiblemente, lo que aprovechó Akihiko para proponerle alejarse unos días de todos y de todo. Misaki lo había mirado dudoso unos segundos, pero sabía que su esposo tenía razón. Hiroki estaba vigilado las veinticuatro horas y ahora que su relación con Shinoda era casi un hecho, no había nada que temer, él lo cuidaría.

 

—Voy a pedir el desayuno. —murmuró Akihiko en su oído, abrazándolo cálidamente por la espalda.

 

Misaki dio un respingo, no lo había sentido despertar y mucho menos moverse de la cama. Sonrió con un suspiro y se recostó del pecho de Akihiko acariciando los brazos que lo rodeaban.

 

—Voy a extrañar este lugar. —murmuró con un dejo de nostalgia. Aquellos días habían sido mágicos. Se había permitido disfrutar con el hombre con el que tenía una historia tan amarga, como dulce. Habían pasado horas conversando, conociéndose, caminando por las pintorescas calles de Roma, disfrutando de sus paisajes, de sus museos, de su vida nocturna y habían hecho el amor hasta saciarse, durmiéndose cuando la luz del sol comenzaba a colorear el cielo.

 

—Siempre podemos quedarnos unos días más. — sugirió Akihiko, besando su cuello sugestivamente.

 

Misaki cerró los ojos disfrutando la caricia.

 

“Ojala pudiéramos quedarnos para siempre”

 

Pensó acongojado, temiendo perder al regresar, la paz que había logrado equilibrar su mente.

 

Akihiko podía sentir sus cambios de humor, leer sus estados de ánimo. Había llegado a compenetrarse tanto con el amor que le tenía, que lo conocía demasiado bien. Lo tomó con suavidad girándolo despacio y cuando sus miradas se encontraron, le sonrió de aquella cálida forma que a Misaki le desarmaba todas las defensas.

 

—También podemos regresar. — le dijo entre besos. — Cuando todo termine, cuando Hiroki este feliz al lado de Shinoda y de su hija, tu y yo regresáramos y recorreremos toda Europa.

 

Misaki sonrió lleno de esperanza y asintió obediente, recibió con ternura los besos dulces y abrazó a Akihiko con emoción. No era amor, aun no, pero se acercaba mucho y eso tenía a Misaki obnubilado, saciado, seguro, casi feliz.

 

Misaki sintió los dedos de Akihiko pasearse por sus nalgas y jadeó con anticipación.

 

—E-el de…desayuno. — murmuró entre besos, cuando un gemido se escapó de sus labios, al sentir los dedos de su esposo sumergirse en la cavidad sedosa y dispuesta de su culo.

 

—Más tarde. — declaró Akihiko roncamente cuando lo recostó en la cama y abrió sus piernas para enterrarse muy profundo dentro de él.

 

Misaki gritó y agitó con violencia su cabeza, preso del dolor y de un intenso placer. Akihiko ahogó sus protestas con ávidos besos y comenzó una frenética andanada de embestidas salvajes. Ambos gruñían y gemían como salvajes en celo y hasta la cama crujía ante el violento acto. Misaki tuvo que asirse de las sabanas, porque creía que moriría de tanto placer. Akihiko lo miraba con una mezcla de placer, lujuria y amor, que lo dejaba casi tan mareado como el duro ataque a su culo. Y así como comenzó, sintió los espasmos de su vientre y el inminente orgasmo también pintándose el rostro sensual de Akihiko, terminó en una agónica sacudida que los dejó más allá del enorme abismo que separa la realidad, de la muerte.

 

Les costó unos segundos recobrar la cordura y el aliento. Misaki se movió un poco incómodo por la humedad del semen en su vientre y en su culo. Su cadera y sobre todo su trasero le indicaron que había sido mala idea moverse en aquel momento. Rió y Akihiko sudoroso, despeinado, con los labios hinchados y espectacularmente sexy, lo miró extrañado.

 

—No voy a poder ir a caminar hoy. — le informó Misaki con una pícara sonrisa.

 

Akihiko lo besó, esta vez despacio y dulcemente.

 

—Mejor, así nos quedaremos en la habitación todo el día y te haré el amor hasta que no puedas ni pararte de la cama.

 

Misaki no le vio ningún problema a aquella sugerencia y de pronto otra idea llenó su mente con la explosión de un relámpago. No pudo detener a su corazón ni a sus labios que la hicieron realidad en palabras que nunca pensó en decir.

 

—Quisiera tener un bebé.

 

Misaki estaba aturdido cuando dejó salir un deseo que jamás pensó que albergaría su corazón. Akihiko lo miró entre conmocionado y eufórico, pues jamás pensó que Misaki volvería a desear algo tan importante con él.

 

Y así, ambos se quedaron mirándose en silencio, buscando quizás las palabras correctas para decir que no arruinaran aquel momento feliz.

 

Lamentablemente esa mañana no había llegado luminosa y feliz para todo el mundo. En una de las habitación de una enorme mansión, alguien hacia un berrinche de espanto.

 

— ¡No quiero ponerme ese vestido horrible!

 

Los gritos de la niña podían oírse en toda la casa y el pobre Shinobu ya no sabía qué hacer para palear el mal carácter de Allegra.

 

—Cariño, pero si es un vestido hermoso, te lo regaló tu mamá y tú estabas encantada con él.

 

— ¡No lo quiero… tíralo a la basura!

 

Hiroki entró en ese momento a la habitación, atraído por el escándalo. Estaba un poco cansado y ojeroso. Como casi todas las noches de aquellos placenteros días, había dormido en los brazos de Shinoda y se despertaba antes de despuntar el alba, para volver a su habitación mientras las penumbras de la madrugada aun lo protegían de ojos curiosos.

 

No se quejaba de su deliciosa aventura, pero aunque era hermoso despertar viendo el rostro amoroso de Shinoda, aquella situación también le estaba pasando una alta factura a su estado mental.

 

Era hora de tomar decisiones, él lo sabía. Sabía también que era muy claro quién iba a salir perdiendo y eso quizás era lo que lo tenía más alterado, pues hablar con Nowaki iba a ser lo más difícil que había hecho en su vida.

 

Suspiró y alejo los pensamientos negativos, para tratar de arreglar el problema inmediato que tenía, su hija y los arrebatos de rebeldía que ya se habían hecho comunes  aquellos días.

 

¿Sería que la niña estaba sintiendo la atmosfera tensa que se había instalado entre él y Nowaki?

 

Ambos habían tratado de disimular, pero quizás ella era más perceptiva de lo que ellos imaginaban. Había estado irritable, testadura, malcriada y muchas veces grosera e hiriente durante aquellos días. Eso tenía a Hiroki dolido y cansado, pues lidiar con su falta de recuerdos, con el amor que sentía por Shinoda, con la responsabilidad hacia su hijos y hacia el padre de estos y también con los arranques de su hija, era por demás agotador.

 

—Mi princesa ¿por qué estas gritando? ¿Pasa algo?

 

Hiroki se estremeció cuando la mirada de su hija se alzó y en ella encontró un enorme resentimiento y no el amor que veía siempre.

 

— ¿Dónde está mi papá? ¿Quiero a mi papá?

 

Ella dejó de mirarlo y se sentó en la cama irritada gritando por su padre.

 

—Cariño, tu papá debe estar terminando de arreglarse para ir a su trabajo. — le dijo Hiroki dulcemente sentándose a su lado. Acarició su cabello con ternura. —Por qué no te pones un bonito vestido y bajamos juntos a comer con él.

 

— ¡No quiero ese horrendo vestido y no quiero bajar contigo a ninguna parte!

 

La niña lo empujó con desprecio y se paró de la cama para salir de la habitación, pero chocó con su padre que entraba en ese momento, atraído por el escándalo.

 

— ¡Allegra!! —la increpó con fuerza, agarrándola por un brazo. —Discúlpate con tu madre.

 

A la confundida y molesta niña, que su padre la regañara de aquella forma la tomó por sorpresa y su ira se salió de control.

 

—¡No me llames así, yo soy Hanari…Hanari Usami! —Le gritó con lágrimas amargas corriendo por sus mejillas. —Y esa persona no es mi madre. Mi madre está muerta.

 

—Hanari. — murmuró Shinobu impresionado.

 

— ¡Discúlpate por eso que acabas de decir! —gritó Nowaki iracundo.

 

Hiroki sintió que su cabeza iba a estallar, le dolía como hacía mucho no le pasaba y todo por aquella dolorosa escena.

 

—Nowaki déjala…ella, solo está molesta. —logró murmurar, tragándose el nudo que atenazaba su garganta.

 

—No necesito que me defiendas. —le increpó su hija, llorando alterada y furiosa. Cuando Nowaki hizo el intento de zarandearla para que dejara de gritarle a Hiroki, esta lo miró con indignación. —Es a él a quien tienes que gritarle. ¿Pregúntale donde pasó la noche? ¿Con quién ha pasado todas las noches de estos días mientras tú estabas convaleciente de la golpiza que recibiste?

 

Hiroki sintió que una luz resplandeció en su mente, cegándolo como el brillante flash de una cámara. Escuchó gritos, sus gritos y recordó un dolor que lo dejaba sin aliento. Alguien le gritaba, alguien lo reñía y el… el.

 

Cubrió su boca con una pálida y temblorosa mano, pero no pudo ahogar el grito de dolor. Era un recuerdo, un espantoso recuerdo y era el nacimiento de su hija. Shinobu corrió hacia él, al verlo desplomarse sobre la cama de la niña, de donde afortunadamente no se había podido levantar.

 

Nowaki llamó a gritos por ayuda. Lo tomó en sus brazos y bajó frenético por las escaleras.

 

El vuelo llegó puntual, cuando el anochecer ya estaba avanzado en la ciudad de Tokio. Para Misaki habían sido amargas horas, después de tanta felicidad, venir a recibir malas noticias. Misaki pensó en todo el vuelo que no debió haberse marchado y Akihiko no había querido decirle nada para no alterarlo más.

 

Durante todo el vuelo había estado llamando a la clínica para saber de su hermano, su estado era estable, pero aún no despertaba. Las buenas noticias era que él bebé estaba bien. Las malas, que no sabían que había podido recordar Hiroki. Había interrogado con la eficacia de un verdugo a todo el personal de la mansión, para tener una amplia visión de lo que había pasado. Shinobu había sido el último en ponerse al teléfono y entre lágrimas y disculpas le había relatado toda la dramática escena entre Hiroki y su hija.

 

Cuando arribó a la clínica hizo una llamaba.

 

—Ya estoy aquí, te avisaré cuando el lugar este limpio.

 

Le había costado mantener a Shinoda fuera de la clínica. No podía arriesgarse. Lo llamaba cada media hora para informarle lo que a él le decía el médico amigo de la familia, que estaba tratando personalmente el caso de su hermano.

 

Caminó con agilidad por los largos pasillos, hasta llegar al ala de la clínica que había sido cerrada y cercada por todo su personal de vigilancia.

 

Su estómago se revolvió al encontrar a Nowaki, sentado en una pequeña sala de espera, con su hija entre sus brazos, llorando quedamente. La niña levantó la mirada y su rostro se llenó de pena.

 

Misaki la miró con desaprobación y a Nowaki con un profundo desprecio.

 

—Miyagi. — espetó con violencia. —Saca a este hombre de aquí.

 

—Fue…fue mi culpa. —le suplicó la niña, bajándose del regazo de su padre y mirando a su iracundo tío con vergüenza. —Yo…yo estaba molesta porque mi mamá está con ese…

 

Misaki se agachó a la altura de la niña y fue tal su mirada llena de rencor que ella no pudo terminar lo que iba a decir.

 

—Misaki. —le llamó Akihiko, tratando de que no dijera nada de lo que pudiera arrepentirse.

 

Misaki pasó sus manos heladas por las mejillas de la niña, limpiando sus tibias lágrimas.

 

Nowaki se tensó, pero todo el mundo lo miraba como si en el momento que intentara dar un paso iban a matarlo.

 

—Mi hermano te ama con adoración. — murmuró Misaki con la voz inquietantemente calmada. —Ese es el único motivo para que en este momento yo no te esté diciendo todo lo que te mereces, mocosa malcriada y malagradecida, pero ten en cuenta que si vuelves a decir o a hacer algo que lastime a Hiroki de cualquier forma, así sea una lagrima, me va a importar muy poco que solo tengas once años. Te voy a contar una historia Hanari Usami, una historia que hará que bajes a tu querido padre del pedestal en donde lo tienes.

 

—Misaki. — lo llamó de nuevo Akihiko, colocando suavemente la mano en su hombro.

 

Misaki se puso de pie y miró de Nowaki a la niña con un profundo odio.

 

—Mi hermano no se merece una sola lágrima derramada por ustedes. Él ha sacrificado mucho, ha llorado mucho, ha sufrido mucho. —Levantó la mano y señaló a Nowaki con desprecio. —Hazle entender eso a ella o lo haré yo y no voy a tener ninguna compasión.

 

Misaki se dio la vuelta.

 

—Sáquenlos de aquí. —le ordenó a Miyagi y se perdió entre las puertas de emergencia, con rumbo a la habitación de su hermano.

 

Akihiko se quedó unos segundos atrás. La niña lloraba, protestando porque quería quedarse con su mamá.

 

Akihiko la abrazó con delicadeza.

 

—Lo siento tío Akihiko, lo siento tanto.

 

Akihiko besó los sedosos cabellos de su sobrina y le habló con amor.

 

—Cuando Hiroki despierte, estoy seguro que querrá verte, y entonces podrás pedirle perdón por las cosas feas que le dijiste. Mientras tanto, ve a casa y descansa princesa, aquí ya no puedes hacer nada y es muy tarde.

 

Ella sollozó y Akihiko acarició sus mejillas con dulzura.

 

—Yo lo quiero mucho, no quiero perderlo, no quería hacerle daño. — murmuró ella con dolor.

 

Akihiko la besó y le sonrió.

 

—Hiroki san también te ama con locura, no vas a perderlo. Solo piensa la próxima vez que estés molesta con él. Háblalo, no le digas cosas hirientes, porque él es una persona muy sensible, que ha sufrido mucho, que pasó muchas cosas dolorosas para tenerte a su lado. Hiroki te ama y recorrió un largo y doloroso camino para estar contigo, devuélvele ese amor, respetándolo, amándolo y no haciéndole cosas que le causen más dolor.

 

Ella asintió acongojada y Nowaki la tomó de la mano, dirigiéndole una mirada cansada a Akihiko, quizás agradeciendo que no lo increpara también. Se fueron despacio, escoltados por los hombres de Miyagi y entonces Akihiko, antes de seguir el camino por donde había desaparecido Misaki segundos antes, le dijo a Miyagi con cansancio.

 

—Avísale a Shinoda, no sé si Misaki ya le llamó.

 

Miyagi sonrió y asintió.

 

—Él ya está aquí en la clínica, no pudimos mantenerlo alejado. Solo está esperando que Kusama se vaya, para subir.

 

Akihiko sonrió asintiendo suavemente y se fue en busca de su esposo.

 

Lo encontró sentado al lado de la cama donde un pálido Hiroki, dormía. Tenía su mano entre las de él y lo miraba con tristeza. No alzó la mirada cuando lo sintió entrar, estaba concentrado en su hermano.

 

—No entiendo porque la vida se ensaña con él. No lo dejan ser feliz.

 

Akihiko buscó una silla y se sentó a su lado.

 

—Aún hay un trecho que recorrer Misaki, él tiene toda una historia escondida en su mente y hasta que no salga a la luz, estaremos en constante riesgo. Yo creo que deberíamos contarle todo, poco a poco, hasta que no quede ya ningún recuerdo que pueda lastimarlo.

 

Misaki miró a su esposo y suspiró cansado. Era una idea dura, difícil, cruel, pero lógica. Si Hiroki tenía toda la historia en su mente, cuando los recuerdos volvieran ya no podrían dañarlo, pero ¿cómo contarle todo aquel horror?

 

La puerta de la habitación se abrió y por ella entró un desencajado Shinoda, que de inmediato se abalanzó a la cama donde dormía su dulce amor.

 

Sintió que podía volver a respirar cuando lo miró, cuando besó sus cálidos labios, cuando tomó la mano que Misaki dejó libre para él.

 

—Hola mi dulce Ángel, aquí estoy para protegerte, aquí estoy y no me moveré de tu lado. No debí haber dejado que te salieras de mis brazos esta mañana, debí apresarte entre ellos, debí llevarte lejos de aquí.

 

Misaki se metió entre los brazos de Akihiko y observó en silencio el dolor de aquel hombre, su preocupación, su amor. Las lágrimas de angustia que derramó Shinoda y que humedecieron el rostro de Hiroki, obraron un dulce milagro.

 

—Shinoda. —murmuró Hiroki, despertando con dificultad. —¿E-eres tú? ¿por qué lloras?

 

El hermoso joven por fin abrió los ojos y se encontró con unos expresivos y enamorados ojos verdes que lo miraban con emoción.

 

—De felicidad mi Ángel, estoy feliz de verte y de que estés bien.

 

Hiroki sonrío quedamente y acarició con ternura el rostro del hombre que amaba.

 

—Tuve un sueño Shinoda…yo, soñé…

 

El rostro de Hiroki se puso pálido de repente y la mano delicada que acariciaba la mejilla de Shinoda, comenzó a temblar.

 

— ¿no fue un sueño, verdad?

 

Shinoda, aunque hubiese querido mentirle, negó con la cabeza.

 

—No mi amor, no fue un sueño. — le dijo besando su frente amorosamente.

 

Hiroki tocó su vientre y sonrió sereno, sintiendo a su bebé moverse. Estaba en un hospital, eso imaginaba, por eso la preocupación de Shinoda. Lo último que recordaba era un dolor terrible de cabeza y unas imágenes difusas en su mente.

 

—Quiero a mi hermano, Shinoda, tráelo. Quiero a Misaki conmigo. —murmuró de pronto, desesperado, queriendo las respuestas que Misaki tenía.

 

Shinoda se apartó y Misaki se sentó entonces al lado de Hiroki.

 

—Aquí estoy Hiroki. —Le dijo abrazándolo dulcemente, cuando este extendió los brazos hacia él.

 

—Tú los mataste. —murmuró Hiroki sobrecogido, tratando de juntar las imágenes en su memoria, para darle forma a aquel recuerdo. —E-ellos iban a matarme y tú…tú les disparaste.

 

Misaki levantó el rostro y lo miró con desesperación, no quería, no deseaba que Hiroki recordara aquello.

 

—No pienses en eso ahora, Hiroki.

 

—Ellos se la llevaron, se llevaron a mi bebé. No era un sueño, no lo era.

 

Misaki se metió en la cama y abrazó a Hiroki dejándolo llorar en su regazo.

 

Shinoda observaba la escena con los puños cerrados y la mirada pérdida, sintiéndose impotente, frustrado, furioso.

 

La noche pasó y la mañana de nuevo llegó con sus notas de alegría. Akihiko se había marchado, Shinoda y Misaki se quedaron velando el sueño de Hiroki.

 

— ¿Quieres un café?

 

Misaki negó con la cabeza.

 

—No salgas de la habitación, no quiero que nadie te vea.

 

Misaki había dormido al lado de Hiroki abrazándolo toda la noche, sentía su cuerpo entumecido.

 

Shinoda asintió y caminó hasta la ventana para abrir las cortinas y dejar entrar un poco de luz. La enfermera que había visitado a Hiroki  varias veces esa noche, entró sonriente.

 

—El médico vendrá en unos minutos. —les informó. —Voy a ponerle el tratamiento y luego mandaré a traer el desayuno.

 

Misaki la ignoró y Shinoda le sonrió casi imperceptiblemente, asintiendo con la cabeza.

 

Cuando la enfermera revisaba a su paciente, este despertó.

 

— ¿Misaki?

 

—Aquí estoy hermano.

 

—¿Y Shinoda?

 

—Aquí mi ángel, aquí estoy.

 

Hiroki les sonrió con ternura y suspiró.

 

—Tengo hambre.

 

Tanto Misaki como Shinoda rieron relajados. Después de haber llorado por largo rato la noche anterior, se había dormido, sin preguntar, sin pensar más en lo que había recordado. No sabían si lo habría bloqueado de su mente o si realmente lo que había necesitado era llorar para drenar sus emociones y ahora estaba dispuesto a seguir adelante. Si era así, estaban por entender lo que siempre les había dicho Yashiro, Hiroki era más fuerte de lo que cualquiera de ellos podía imaginar.

 

La enfermera se marchó prometiendo enviar pronto el desayuno y Misaki se sentó al lado de su hermano, con Shinoda de pie tras él.

 

—Se está moviendo. — murmuró Misaki conmovido, acariciando el vientre de su hermano.

 

Hiroki sonrió y colocó la mano sobre la de Misaki.

 

—Siempre amanece muy activo. Mamá me contaba que tú eras así, casi no la dejabas dormir.

 

Hiroki miraba a su hermano con adoración y este le sonrió tiernamente, atesorando los lindos recuerdos.

 

Hiroki miro entonces a Shinoda.

 

—No nos has dado los buenos días.

 

El rostro del hombre se iluminó de tal forma, que hasta Misaki sintió sus mejillas enrojecer. Era amor puro y real lo que destilaba cada célula de aquel hombre.

 

Shinoda se sentó al lado de Hiroki, cuando Misaki le dio paso y lo encerró en un cálido abrazo.

 

—Te amo, mi ángel. — susurró contra sus labios y lo beso suavemente, dándole los buenos días entre cada beso. Luego destapó la redonda barriguita y besó la tersa piel. — Buenos días pequeño tesoro, te amo a ti también.

 

Una pequeña hondita se pudo percibir en la piel tensa y abultada y todos rieron por el dulce saludo del bebé.

 

Después del desayuno y de charlas triviales sin ningún contenido preocupante. Hiroki miró de su hermano a Shinoda.

 

—Quiero ver a mi hija.

 

Misaki suspiró con desagrado. Shinoda solo asintió.

 

—Y después quiero que hablemos, quiero que me cuenten todo lo que mi mente no recuerda, comenzando desde esa escena del nacimiento de mi hija.

 

Misaki iba a protestar pero Shinoda lo detuvo con una mano en su espalda.

 

—Hablaremos, te contaremos todo. Siempre que el médico diga que está bien hacerlo y luego que te den de alta.

 

Misaki respiró profundo, eso les daría tiempo, el médico había dicho que Hiroki debía permanecer unos días en observación, por si se presentaba otro episodio como aquel.

 

Hiroki asintió, sabía que llevarle la contraria a Shinoda era tiempo perdido, el hombre era inamovible cuando tomaba una decisión, y estaba claro que lo estaban haciendo por su bien.

 

La niña fue a visitarlo por la tarde. Shinoda se había marchado para descansar un rato y Misaki esperó pacientemente en otra habitación.

 

—Lo siento mami. Siento todas las cosas crueles que te dije.

 

Hiroki la abrazó con amor y le sonrió, besando sus húmedas mejillas.

 

—No te disculpes mi princesa, yo te amo, y te entiendo.

 

Conversaron tranquilos por un rato, ella le relató lo que había estado haciendo con Shinobu, sus juegos en el jardín y en la piscina, el momento de quiebre llegó cuando ella expresó su deseo de volver a Londres en unas vacaciones, para los tres.

 

— Bueno en realidad para nosotros cuatro, pero mi hermanito aún no cuenta porque está en tu barriguita y va contigo a todos lados. Va a ser divertido mami unos días para pasear por el parque y papi podría llevarnos a navegar como aquella vez y…

 

—Hanari. — le cortó Hiroki la perorata, a ella le dolió que le llamara así, le gustaba el amor con el que el nombre de Allegra salía de los labios de su madre. —No puedo viajar en avión ahora, tu hermanito está más grande y el doctor dice que es peligroso.

 

Ella lo miro dolida y confundida.

 

— ¿Ya no quieres a mi papi verdad? ¿Es por ese hombre, el que te espera en la oscuridad en el jardín trasero? ¿Quién es mami? ¿Por qué lo amas más a el que a nosotros?

 

—Yo te amo mi princesa.

 

—Pero ya no amas a mi papi y así… así no sirve, así estamos incompletos.

 

Hiroki quiso llorar, por el dolor de su hija por la pena que ese dolor le causaba a él.

 

—Hanari, aunque tu papi y yo no estemos juntos, siempre vamos a quererte, tu siempre serás nuestra niña.

 

— ¡No! — grito ella dolida. —Mi papi te ama ¿porque le estás haciendo esto? Todo el mundo dice que tú luchaste mucho para volver conmigo para tenerme a tu lado, pero el también sufrió ¿acaso eso no cuenta? Le estás haciendo daño a mi papi y eso me duele. Él es una buena persona aunque el tío Misaki diga lo contrario, siempre fue un gran papá. Ahora tú le estás haciendo daño, tú lo odias y eso no puedo perdonártelo.

 

—Yo no odio a tu papá. — le dijo Hiroki en tono de súplica, extendiendo su mano para que la niña se acercara a él.

 

Ella negó con la cabeza.

 

—Pero ya no lo amas, prefieres a ese hombre, lo prefieres a él en vez de a nosotros. Mi papá no se merece eso y yo, yo ya no te quiero. Lo siento si eso te hace daño, pero mi papá siempre ha estado para mí y tú… tú me has decepcionado.

 

Hiroki se quedó llorando cuando ella salió dando un portazo.

 

Hanari se sorprendió cuando al final del pasillo, su tío la esperaba con una fría sonrisa.

 

—Te lo advertí mocosa, ahora tú y yo vamos a tener una larga conversación.

 

Misaki se la llevó ante la vista serena de todos los guardias, pero no fue la única que desapareció aquel día. Estaba cayendo la noche cuando Shinoda llegó a la clínica. Tanto el médico como la enfermera habían estado hacia minutos en la habitación. Hiroki dormía tranquilo, los guardias estaban esparcidos por doquier, entonces ¿cómo era posible que cuando Shinoda entró a la habitación, Hiroki ya no estuviera allí?

 

Había desaparecido sin dejar rastro, ante las narices de todos. Shinoda estaba frenético y no conseguía dar con Misaki, y todo empeoró cuando recibió una llamada de la mansión.

 

—Shinoda, Kusama no está en la mansión salió y nadie lo vio.

 

Allí tenía su respuesta, no sabía cómo, ni por qué, Nowaki se había llevado a Hiroki y lo que más le preocupaba era ¿que podría haber hecho para sacarlo de aquel lugar tan vigilado?

 

Shinoda tenía ante él un enorme problema y le esperaban días de angustia sin saber si quizás lograría recuperar a Hiroki y a su hijo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).