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DIRECTO AL CORAZON por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Holaaaa viernes de actu, gracias por leer, se les quiere un monton. Nos vemos el lunes.

4-Dando la cara

 

— ¡Maldita sea!

 

El estruendo de cosas cayendo al suelo llenó el estudio donde una acalorada discusión se llevaba a cabo.

 

— ¿Tienes alguna maldita idea de lo que va a costarme todo esto?

 

Un montón de periódicos cayeron frente a la cara del que se estaba llevando la peor parte de la discusión.

 

—No pude hacer nada. —Se disculpó Haruhiko, que sentado miraba las primeras planas con frustración. —Eran muchos y estaban fuertemente armados. No tuvimos tiempo ni siquiera de reaccionar, debieron estarnos vigilando desde mucho tiempo atrás.

 

— ¿Quien Haruhiko? —Preguntó Fuyuhiko iracundo. — ¿Cómo fue que permitiste que nos emboscaran de esta forma? Eres un maldito bastardo infeliz, no debí acogerte en mi familia, debí dejarte en la calle. Eres un inútil.

 

Las últimas palabras fueron acompañadas por una sonora bofetada que lastimó la ya herida cara de Haruhiko. Con la mandíbula apretada por la indignación y la ira, Haruhiko se tragó todo lo que hubiese querido decirle a aquel viejo inmundo y no se arrepintió ni un segundo del trato que había hecho con Misaki aquella noche. Quizás con eso podría recuperar un poco de la dignidad que aquel hombre cruel le había quitado.

 

— ¡Apártate de mí vista! —Le gritó Fuyuhiko con desdén. —A ver si haces algo útil. Llama a Nowaki para que regrese, necesito a toda la familia reunida, nos están atacando y tenemos que averiguar quién está detrás de todo esto.

 

Haruhiko salió del estudio y Fuyuhiko se dejó caer en la silla con molestia. Frente a él, esparcidos por su escritorio estaban los periódicos donde la noticia era el cargamento de droga incautado por la policía. Había perdido mucho dinero y no solo eso, se arriesgaba a ser descubierto por la policía. No conforme con eso, también estaban los papeles de la empresa, había enviado a Akihiko muy temprano a negociar con los nuevos diseños, necesitaba recuperar con urgencia la empresa o muchos de sus negocios sucios se vendrían abajo.

 

— ¿Quién eres? —murmuró con molestia, intentando pensar en la identidad de quien le estaba atacando.

 

Fuyuhiko muy pronto iba a descubrir la identidad de su verdugo, pero por ahora tendría que esperar.

 

Sin embargo, para la otra parte, las cosas estaban saliendo muy bien y más rápido de lo que esperaban.

 

Misaki estaba enfrascado en la lectura de unos documentos, pasaba el medio día y aparte de hacer una llamada a la mansión para saber de Hiroki, no había hecho más que trabajar.

 

 Levantó la mirada cuando alguien llamo a su puerta. Su sonrisa se hizo muy brillante cuando vio el rostro de Akihiko asomarse por la puerta.

 

— ¿Interrumpo?

 

Misaki negó con la cabeza y le hizo un gesto con la mano para que pasara.

 

—Le traje algunos de los proyectos nuevos que tenía para la empresa. —Le dijo Akihiko poniendo unos papeles en su escritorio. —Ya estuve en recursos humanos y su abogado se encargó de ficharme para el departamento de proyectos. Quería darle las gracias.

 

“Me vas a dar más que eso”

 

Pensó Misaki cuya sonrisa no se había borrado del rostro, pues el insecto se estaba enredando muy rápidamente en su telaraña.

 

—Los revisare más tarde. —Le dijo con cortesía. Miro si reloj y suspiro con cansancio. —Mira la hora que es, no sabía que era tan tarde.

 

—Aquí cerca hay un muy buen restaurant. —le dijo Akihiko impulsivamente.

 

Misaki se carcajeo en su interior.

 

“Que fácil eres”

 

— ¿Me está invitando a almorzar Akihiko san?

 

Akihiko sintió que la sangre se le calentaba rápidamente, con aquella pregunta hecha con un gesto inocentemente sensual. Aquel joven sabía cómo hacerlo perder la calma.

 

—No…Si…digo, es nuevo aquí y…bien no conoce y yo…pues…

 

—Acepto. —pronunció Misaki con suavidad. —será bueno conocer los lugares cercanos, ahora que voy a estar aquí por un buen tiempo.

 

Akihiko sonrió complacido, algo le decía que no le era indiferente al joven.

 

“Pobre, pobre mosquita rastrera”

 

Pensó Misaki cuando Akihiko le abrió la puerta cortésmente. Salieron conversando de la compañía. Ryu los vio desde la ventana de su nueva oficina. Sonriendo siguió su trabajo.

 

—Pobre infeliz, no sabe lo que le espera. —murmuró quedito, pensando en que tenía mucho que contarle a Hiroki esa noche.

Hiroki despertó y suspiró, la habitación estaba en penumbra y la verdad se sentía bastante descansado. Aun así tendría una seria conversación con Misaki, no podía permitir que su hermano se tomara esas libertades con él.

 

Se dio un baño y se vistió con ropa ligera. Un sirviente entró con una bandeja de comida que Hiroki rechazó. En ese momento no quería nada, estaba ansioso. El llanto de la noche anterior había drenado sus nervios, pero la ansiedad se negaba a marcharse. Tomó el retrato de su hija y una determinación llenó su corazón.

 

Todo el mundo se conmocionó, cuando abordo de uno de sus tantos autos, salió de la mansión sin escolta.

 

Llegar a su destino fue fácil. Había dejado su auto en un estacionamiento de la ciudad y tomó un taxi, no quería llamar la atención.

 

La escuela era grande y tenía un patio de juegos enorme. Los niños estaban desperdigados por todo el lugar, con sus gritos y juegos. Había mucha gente caminando por la zona, él logró mezclarse y mirar desde la acera del frente esperando encontrarla.

 

La suerte estaba con él, pues una pequeña con hermoso cabello negro jugaba con otras niñas.

 

—Hana es tu turno. — Escuchó que una de ellas gritaba.

 

—Allegra. —murmuró Hiroki encandilado, cuando la vio correr con agilidad y reír emocionada.

 

Allí estaba, su tesoro, su princesa. Hiroki creía que su corazón iba a detenerse. Era tan hermosa y se veía tan feliz.

 

“Por fin sé cómo eres. Cuéntame ¿eres feliz? ¿Él te trata bien? ¿Te ha dado todo el amor que yo no pude darte? Pronto te tendré conmigo mi princesa, pronto”

 

Los pensamientos se agolpaban en la mente de Hiroki, sueños de un futuro al que se aferraba con fervor. Había perdido tanto, había sufrido tanto ¿no era quizás momento de ser feliz?

 

—Hana Usami, vinieron por ti.

 

 Hiroki escuchó como una mujer que debía ser alguna docente se llevaba a su hija. Se escondió tras unos árboles al ver una limosina negra estacionada frente al edificio escolar. Un hombre alto y fornido recibió a la niña y se fueron rápidamente. Hiroki pensó que debía ser algún guardaespaldas.

 

Se fue caminando lentamente. Ya debía haber estallado la bomba en la casa Usami. Suspirando caminó y caminó hasta encontrar un pacífico parque. Hacía mucho que no hacia aquello. Ser una persona normal, sin responsabilidades más que las propias, sin un apellido enorme, sin un dolor tan grande en su pecho, sin odio, sin venganza.

 

Se sentó en un banco mirando hacia el lago que se extendía frente a él. Ver a su niña le había dado fuerzas. Solo tenía que esperar un poco. Unos días más y la tendría consigo. Pero entonces lo asaltaron las dudas.

 

¿Cómo iba a ser esa transición? ¿Estaría ella muy apegada a esa familia? ¿Le causaría dolor al apartarla de su lado? ¿Qué iba a decirle?

 

Hiroki sintió que las fuerzas volvían a flaquearle. No podía contarle la terrible historia de su nacimiento, ni como la habían apartado de su lado sin dejarle ni siquiera verla. No podía decirle que su padre lo había despreciado a los pocos meses de su embarazo, ni que luego lo había mandado a secuestrar hasta que dio a luz. No iba a decirle que lo había mandado a matar y que de no ser por su tío Misaki se habría salido con la suya.

 

“Te amo…te amo tanto que siento que ya no soy yo mismo, que soy una parte de ti” “Un hijo es el mejor regalo que podrías haberme dado” “Eres lo mejor que me ha pasado en la vida y ya no creo que pueda vivir sin ti” “No sé cómo pude creer que te amaba, eres solo una basura” “Me acosté contigo por puro placer, alguien como yo jamás podría enamorarse de un don nadie como tú” “Solo escuchaste lo que quisiste escuchar y ese bastardo que esperas no tiene la menor importancia para mi”

 

Hiroki cubrió sus oídos, no queriendo escuchar aquellos recuerdos que jamás le abandonaban. Que lo habían perseguido por años. Las horas oscuras que pasó en sus meses de encierro mantuvo aquellos recuerdos en su mente como un ancla para mantenerse cuerdo. Era lo único que le hacía saber que todo era real. Mientras su vientre fue creciendo, cuando las visitas del padre de Nowaki se hicieron frecuentes. Aquel maldito hombre regocijándose de su encierro, hablándole de cuanto lo odiaba su hijo, de cómo ni siquiera quería verlo. Mencionándole que lo único que le importaba era su hijo por nacer y de que cuando este viniera al mundo se lo arrebatarían.

Nowaki había dado aquella orden. Nowaki el que alguna vez lo había amado tanto lo había mando a encerrar en aquel cuarto oscuro y solitario. Mes tras mes. Se había casado con una rica heredera he iba a quitarle a su hijo y él no podía encontrar en su mente alguna respuesta de por qué le estaba haciendo todo aquello, de por qué el amor se había convertido en odio.

 

¿Había sido alguna vez amor?

 

Hiroki se puso de pie desesperado, queriendo acallar aquellas voces en su cabeza. Cuando intentó correr para alejarse de aquel lugar, tropezó con un hombre grande y fornido, que no se había percatado estaba de pie al lado del banco donde había estado sentado.

 

— ¡Qué demonios! — gritó Hiroki cuando a punto de caer fue sostenido por el hombre.

 

Era rubio y bastante alto, tenía una expresión serena en el rostro. Un rostro serio de líneas gruesas y varoniles. Con un aire de peligro. Como si amenazara con solo mirar.

 

—Cuidado se cae Shinojara sama. No queremos que se rompa sus preciados huesos.

 

—¿Quién demonios es usted y como sabe mi nombre? —Le gritó Hiroki con violencia, apartando las manos del hombre con un fluido movimiento producto de un duro entrenamiento en artes marciales.

 

El hombre rio con odiosa altanería. Lo que enfureció más a Hiroki.

 

—Le hice una pregunta. —gruñó entre dientes.

 

—Soy su sombra. —respondió este con una burlona reverencia. —Aunque veo que está muy bien preparado para defenderse.

 

Hiroki lo vio acercarse y se puso en guardia, propinándole una certera patada que hizo que este trastabillara.

 

—No se me acerque. —Le gritó violentamente, aunque por dentro estaba más asustado que furioso. Sabía que no debía haber salido sin protección, pero nunca imaginó que iban a atacarle.

 

—¡Ouch! eso dolió. —se quejó el hombre sobando su rodilla.

 

—Va…váyase. — le dijo Hiroki vacilante.

 

—No puedo. —replicó este. —Ya le dije, soy su sombra. Makoto me encargó su seguridad.

 

Hiroki hizo un respingo de asombro, pero en ningún momento bajó su guardia.

 

—Mi…mi esposo jamás me dijo nada de esto.

 

El hombre sonrió con arrogancia.

 

—Es porque usted no debía saber nada. Makoto decía que usted era muy voluntarioso y si sabía de mi existencia iba a negarse. Así que desde hace mucho tiempo yo lo vigilo desde las sombras.

 

Hiroki se relajó un poco. Todo eso podría ser verdad. Makoto era muy sobreprotector con él y él ciertamente odiaba tener escolta. La mayoría de sus discusiones eran por eso.

 

— ¿Cómo supo que salí de la casa?

 

—Ya le dije, soy su sombra. Mi trabajo es anticipar sus movimientos.

 

A Hiroki no le gustó la arrogancia del hombre y lo sacaba de quicio sentirse vigilado.

 

—¿Su nombre? —preguntó impaciente.

 

—Shinoda. —respondió este con una sonrisa arrogante.

 

—¿Shinoda que?

 

—Solo Shinoda, no necesita saber nada más.

 

Hiroki apretó los dientes y se dio cuenta de que el hombre se estaba divirtiendo a su costa.

 

—Pues entonces, solo Shinoda, le ordeno que regrese a casa y me deje en paz. No necesito sus servicios.

 

Hiroki le dio la espalda dispuesto a marcharse, pero este rápidamente se puso frente a él obstruyéndole el paso.

 

—Me temo Shinojara sama que eso no va a poder ser. Mi trabajo es ponerlo a salvo y eso será cuando esté dentro de la mansión.

 

Shinoda quizo reír cuando a punto estuvo de ver como el humo salía de la cabeza de Hiroki. Aun así mantuvo su profesional y fría actitud.

 

—Quítese de mi camino antes de que lo golpee. —Lo amenazó Hiroki, estaba vez lleno de furia.

 

—No me obligue a llevarlo hasta el auto cargado como a un niño.

 

Hiroki se enardeció con la amenaza e intentó rodearlo, pero este no se lo permitió.

 

Hiroki agradeció que no hubiera mucha gente alrededor pues estarían dando un muy buen espectáculo. Aprovechando eso le propinó otra certera patada y cuando lo vio trastabillar trató de correr.

 

Fue inútil. Con un fluido movimiento el hombre lo cargó, echándolo sobre su hombro como un fardo. Hiroki lo golpeó, grito y siguió golpeando su espalda, pero aparte de ligeros quejidos de dolor no logró que este lo bajara.

 

—Maldito cobarde, bájame para que pueda golpearte hasta dejarte muerto. Voy a patearte tan duro el trasero que no vas a poder sentarte.

 

Shinoda reía mientras caminaba al auto estacionado a pocos metros. Unas cuantas personas los vieron entre asustadas y divertidas.

 

—Pelea de novios. —Decía risueño y Hiroki indignado lo golpeaba con más fuerza, haciendo que su cara se contrajera de dolor.

 

Cuando llegaron a la camioneta, Shinoda lo lanzó al asiento trasero cerrando inmediatamente con seguro.

 

—Sácame de aquí infeliz desgraciado. Voy a matarte, te lo juro. Te lo juro.

 

Shinoda se reía de la pataleta de Hiroki y se subió al auto. Afortunadamente la parte delantera estaba protegida con un vidrio de seguridad, pues no dudaba que Hiroki lo habría matado.

 

—Voy a pedir un seguro contra riesgo. Makoto me dijo que tenías una lengua de temer, pero no me dijo que también golpeabas como boxeador. —Dijo sonreído, mientras se frotaba la dolorida espalda.

 

Hiroki se limitó a cruzarse de brazos y encogerse en el asiento.

 

Shinoda lo miró por el espejo y sonrió, se veía más joven y hermoso, así todo enfurruñado. Entendía porque su amigo lo había amado tanto y porque había puesto su seguridad en sus manos.

 

—Viejo tonto ¿no ves que una estrella jamás bajará del cielo a besar a un simple sapo? — Murmuró quedito mientras conducía con rumbo a la casa.

 

Hiroki no dijo nada en todo el camino. Estaba exhausto y muy enojado. Cuando por fin llegaron y Shinoda desbloqueó las puertas. Hiroki le lanzó una mirada cargada de odio y se bajó dando un portazo.

 

Shinoda hizo un gesto de dolor por su pobre camioneta.

 

—Si la rompes la pagas. —le gritó divertido.

 

Hiroki se giró y le hizo un gesto grosero con la mano antes de entrar a la mansión dando un portazo.

 

Shinoda solo sonrió llevando su auto al interior del basto patio de la mansión, donde tenía su muy escondida residencia.

 

— ¿Dónde demonios estabas? —Lo recibió Misaki con una alterada expresión. —Nos tenías a todos preocupados ¿Cómo se te ocurre salir sin escolta?

 

— ¿Sin escolta? ¿Sin escolta? —Le gritó Hiroki a su vez y al ver la expresión de culpa en el rostro de su hermano, entendió todo.

 

—¡¿Tú lo sabías?! — gritó frenético —Makoto contrató a alguien a mis espaldas y tú lo sabias. Quiero que lo despidas ahora mismo.

 

—No puedo.

 

Hiroki se quedó perplejo con la respuesta de su hermano.

 

—¿ Cómo que no puedes?

 

Misaki respiró profundo y cuando intentó acercarse a su hermano este retrocedió. Así que decidió explicarle con calma y esperar que entendiera.

 

—Está estipulado en el testamento de Makoto, es una orden que ni tú puedes romper. Shinoda se queda pues Makoto así lo quiso. La única forma de que Shinoda se vaya es que él mismo lo decida así.

 

Hiroki contuvo el impulso de ponerse a patalear como un niño en medio de una rabieta.

 

— ¡Te odio…y… odio a Makoto! ¡¿Oíste viejo estúpido? Te odio! ¡Los odio a todos! —gritó todo lo alto que pudo y caminó con paso firme a su habitación.

 

Ryu entró al salón y encontró a Misaki sirviéndose un trago. Había escuchado toda la pelea sin atreverse a intervenir. Se paró al lado de Misaki viendo su rostro sombrío.

 

—No lo dijo en serio. — lo consoló.

 

Misaki suspiró bebiéndose de un solo trago el contenido de su copa.

 

—Lo sé. — murmuró confiado. —Lo que me molesta es haberle causado más estrés, el odia sentirse vigilado. Es un trauma que le quedó cuando aquellos malditos lo tuvieron encerrado. Makoto lo sabía por eso le pidió a Shinoda que fuera invisible.

 

—Hoy era un caso desesperado Misaki, lo que hiciste estuvo bien. Hiroki no puede andar por allí sin escolta. —Lo justificó Ryu. —Además tarde o temprano Hiroki iba a saber de Shinoda.

 

Pero Misaki pensó en que ojala nunca lo hubiese sabido.

 

La pataleta tuvo lugar en la habitación de Hiroki, donde zapatos, libros, ropa y todo lo que podía estar a manos del iracundo joven, voló por los aires.

 

—Los odio…los odio a todos. —gritó con toda la fuerza que su garganta ya irritada le pudo dar.

 

Un pesado jarrón fue a dar contra el bonito espejo que le había regalado Makoto. Muchas veces lo paraba frente a él y le señalaba lo hermoso que era. Lo valioso que era. Le decía al oído que él era su preciosa Geisha, una obra de arte misteriosa y hermosa que había que amar y cuidar.

 

Hiroki se arrodilló frente a los pedazos rotos y lloró con ira.

 

— ¿Por qué Makoto? ¿Por qué?

 

“Mira qué bonito cuerpo tiene la putita” “No te duermas bonito muchachito, te estamos observado” “Te observamos dormir en las noches pequeño, incitando con ese cuerpo tan deseable”

 

— ¡Ya basta! — gritó Hiroki desesperado.

 

Escuchaba aquellas voces en su mente. Aquellos amargos recuerdos emergiendo dentro de él. No podía dormir, ni bañarse. No había un lugar donde no se sintiera observado. Los ojos maliciosos de aquellos hombres, sus manoseos asquerosos. El encierro en aquella pequeña habitación, donde no tenía consuelo, ni intimidad ni nada. Siempre había alguien tras él, siempre estaba alguien observando.

 

— ¡Cállense! —le gritó a las voces.

 

Misaki entró entonces a la habitación atraído por los gritos de su hermano. Cuando varios sirvientes, guardias y el mismo Ryu lo siguieron, les grito furioso.

 

— ¡Fuera! ¡Lárguense de aquí!

 

Todo el mundo salió y Misaki se arrodilló frente a su hermano. Este se metió entre sus brazos haciéndose un ovillo recostado en su pecho.

 

—Haz que se callen, Misaki. No quiero oírlos. No quiero oírlos más. — Le rogó con tristes sollozos. —Me están mirando, ellos me miran, no me dejan dormir, Misaki. Estoy allí otra vez, en esa horrible habitación. Estoy allí y ellos, ellos…

 

Misaki sintió un profundo dolor en su corazón. Besó su cabello y lo abrazó con fuerza.

 

—Shhh, hermanito. No estás allí. Estás a salvo, estás en casa. Nadie te mira. Nadie te hará daño nunca más. Te lo juro.

 

Misaki continuó susurrándole dulcemente al oído, mientras lo abrazaba con fuerza. Un largo rato después, Hiroki se durmió vencido por el agotamiento. Misaki sentía los brazos entumecidos, pero nada lo haría separarse de su hermano. Afortunadamente Ryu abrió la puerta despacio y asomó la cabeza.

 

—Todo el mundo está preocupado. Incluso él… él está aquí.

 

Misaki suspiró.

 

— Dile que entre. — murmuró muy bajito tratando de no despertar a Hiroki. —y ordénale a alguien que prepare mi cama voy a llevar a Hiroki para mi cuarto.

 

Ryu asintió y salió corriendo de la habitación. Misaki sintió a alguien entrar a la habitación.

 

—Ayúdame a llevarlo a mi cuarto, está dormido y yo no puedo con él.

 

Su orden fue obedecida. Shinoda tomó con cuidado el cuerpo de Hiroki y lo cargó como si no pesara nada. Sonrió cuando Hiroki se acurrucó en su pecho, como un niño en busca de calor. 

 

— Ojala pudiera borrar todo el dolor que hay en su corazón. — murmuró Misaki observando a su hermano con tristeza.

 

Shinoda lo miró comprensivo.

 

—Te diré lo mismo que le dije a Makoto cuando expresó ese mismo deseo. El pasado no se puede borrar. Solo les queda hacer que su futuro sea brillante, ayudarlo a olvidar los  malos recuerdos y enseñarle que hay mucho porque seguir viviendo.

 

Cuando lo dejaron acomodado en la cama de Misaki, salieron de la habitación.

 

—Fue a verla ¿verdad?

 

Shinoda asintió, de pie en medio del pasillo su mirada se veía sombría. Misaki lo había imaginado. Hiroki no podría estar mucho tiempo alejado de ella.

 

—Yo pienso que…

 

—No lo voy a hacer. Makoto me lo pidió y no pienso faltar a mi promesa. —Le dijo Shinoda muy seriamente anticipando la petición de Misaki.

 

Misaki asintió y Shinoda se marchó silenciosamente.

 

 Hiroki despertó a la mañana siguiente con el aroma del desayuno colándose por su nariz.

 

—Huele rico. —murmuró sonriendo.

 

Cuando abrió los ojos una humeante taza de café estaba frente a él. Sonrió y se acomodó sentado contra las almohadas tomándola entre sus manos.

 

—Rompí el espejo de Makoto. —murmuró al mirar a su alrededor y constatar que no estaba en su habitación.

 

Misaki le sonrió dulcemente.

 

—Y si él estuviera vivo, se habría reído y te habría comprado uno más grande.

 

Hiroki también sonrió. Misaki tenía razón, así era Makoto con él, sencillo, pacifico, complaciente, paciente.

 

Misaki cogió un tenedor lleno de comida y se la dio a su hermano que abrió la boca sonriendo dulcemente.

 

—Te propongo algo. Vamos a olvidarnos de odios, venganzas y todo eso. Vamos a dejar que los Usami se preocupen unos días más y mientras, nosotros nos iremos de compras. Tenemos un cuarto de princesa que decorar.

 

Hiroki suspiró, necesitaba relajarse, necesitaba dejar de pensar o iba a volverse loco. Misaki tenía razón, un día de compras no le caería mal. Sobre todo porque serian para su princesa.

 

—Es una excelente idea.

 

No tardaron mucho en arreglarse. Ryu los esperaba en el salón cuando estos bajaron las escaleras.

 

—Me ocuparé de todo mientras ustedes estén ausentes. — Le dijo a su amigo dándole un caluroso abrazo.

 

Cuando se dirigían a la limosina. Hiroki abrió los ojos con sorpresa al ver quien les esperaba con la puerta abierta.

 

— ¿Qué?...

 

—Ya que conoce de mi existencia no hay motivo de mantenerme en la clandestinidad. — Le dijo Shinoda con seriedad. Luego sonrió con aquella odiosa sonrisa. — Usted no se molesta porque lo cuido desde las sombras y yo cumplo con mi trabajo sin ninguna traba. Los dos salimos ganando.

 

Hiroki quiso protestar pero ya le había causado bastantes preocupaciones a su hermano la noche anterior. Además era cierto que la solución que proponía el hombre era más llevadera. Caminó hacia la limosina y lo miró con desprecio antes de entrar.

 

—No lo quiero en el mismo auto en el que yo vaya y mantenga sus comentarios desagradables a raya. Recuerde quien paga su sueldo.

 

Misaki siguió a su hermano y miró a Shinoda con disculpa.

 

Este solo rio. Si Hiroki supiera que él tenía mucho dinero y propiedades y que solo hacia aquello por cumplirle una promesa al hombre que lo había ayudado siempre, a lo mejor cambiaria de actitud. Pero eligió no decirle nada, le gustaba verlo altanero y peleón, eso lo hacía lucir más lindo.

 

Hiroki se quedó mudo cuando llegaron al aeropuerto. Las compras para Misaki no eran una cosa de juegos.

 

— Vamos a comprar cosas para una reina ¿Qué mejor que parís para eso?

 

Hiroki sonrió ante el entusiasmo de su hermano y se resignó a ser llevado a la ciudad luz. El avión privado estaba ya listo en el hangar, pero pasaron por el aeropuerto a arreglar algunas formalidades.

 

Shinoda estaba vigilando todo mientras ellos compraban unos libros. Ya estaban listos para partir pero Hiroki se había antojado de tener algo que leer. Después de todo eran ocho horas de vuelo.

 

La impresión en su rostro fue muy grande cuando vio quien caminaba por el pasillo, justo cuando ya Hiroki y Misaki se preparaban para salir de la librería. Lo conocía, lo habría conocido a metros de distancia. Makoto se lo había enseñado, lo había vigilado por años y allí estaba. Se dio la vuelta y entró a la librería.

 

—¿Seguro que tienen todo? Hay una sección de libros de misterio muy buena.

 

Hiroki iba a protestar por la falta de respeto de aquel hombre. No lo soportaba, pero afortunadamente para Shinoda el joven era fanático de los libros de misterio. 

 

— ¿Donde? — peguntó Misaki, también entusiasmado.

 

—Yo les digo donde. Vengan. — Shinoda hizo todo el esfuerzo por cubrir con su cuerpo la visión del pasillo y lo logró. Mientras ellos observaban los libros, Shinoda hizo una revisión rápida, comprobando que ya no había peligro. De todas formas era hora de salir de allí.

 

En la salida del aeropuerto, un ansioso Akihiko esperaba a su hermano. Cuando finalmente lo vio salir sonrió aliviado.

 

—Menos mal que regresaste, Nowaki. — Le dijo estrechándolo en un fraternal abrazo. —Las cosas aquí están de mal en peor.

 

— Cuéntame que ha pasado. —Le pidió Nowaki preocupado.

 

Y cuando Akihiko lo llevó hasta el auto relatándole todo el lio de la empresa. No sabía que todo iba a ponerse mucho peor.


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