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DIRECTO AL CORAZON por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Chicas resulta que el sabado la pagina no me habia publicado el capitulo que habai puesto por eso hoy les dejo 2 un besote y gracias por leer.

9-Promesa

 

—Se me hace muy raro verte en el área de proyectos.

 

Akihiko, sentado en su pequeño escritorio le sonrió con indulgencia a su hermano.

 

—Nunca me ha molestado trabajar y si con esto puedo contribuir a que la empresa se salve, pues estoy bien con ocupar este puesto.

 

Nowaki suspiró y miró a su alrededor con curiosidad, pocas veces había pisado la empresa, ese era trabajo de su hermano. Él se encargaba de un bufete en crecimiento cuyas oficinas se ubicaban en el centro de la ciudad.

 

— ¿Que han hecho estas personas por la situación de la empresa? —preguntó curioso, pues nada en el lugar aparentaba una ocupación arbitraria. Al contrario todo parecía estar en armonía.

 

Akihiko sonrió antes de responder.

 

—Mucho. Misaki y su abogado han estado metidos de cabeza aquí, trabajando con los nuevos financiamientos y estudiando los proyectos que puedan sacarnos adelante. También garantizaron todos los puestos de trabajo por lo que no ha habido ningún despido.

 

—Te oyes entusiasmado, no parece que estuvieras en medio de una ocupación hostil.

 

Akihiko sonrió ante el aparente asombro de su hermano.

 

—La verdad no ha sido una ocupación hostil y para serte sincero, a veces pienso que fue lo mejor que pudo ocurrirle a la compañía. Con el rumbo que llevaba y las malas decisiones que estábamos tomando íbamos directo a la quiebra.

 

Nowaki se recostó de su asiento mirando a su hermano con reprobación.

 

—Si te escucha papá te mata.

 

Akihiko se encogió de hombros restándole importancia.

 

—De igual forma nunca aprueba nada de lo que hago o digo, no haría ninguna diferencia. La empresa está tomando un buen rumbo y todo es gracias a esta situación.

 

Nowaki decidió cambiar de tema, pues hablar con su hermano de su padre era iniciar una discusión innecesaria.

 

—¿Cómo dijiste que se llaman los nuevos dueños?

 

—Misaki Shinojara es uno de los hermanos. — respondió Akihiko agradeciendo el cambio de tema—Con él es con quien he estado haciendo el enlace.

 

—Dijiste que eran unos hermanos.

 

—Sí, pero el otro no ha venido más desde el primer día. Siempre es Misaki el que viene con su abogado que se llama…—Akihiko rebuscó entre sus papeles hasta encontrar la tarjeta de Ryu. —Isaka Ryuchirou.

 

—Misaki. —pronunció Nowaki pensativo, hacía mucho que no escuchaba ese nombre. —¿Cómo se llama el otro hermano?

 

Akihiko se quedó pensativo un segundo, quizás ese nombre le había sido dado en la primera reunión, pero las cosas fueron tan hostiles ese primer día que no lo recordaba.

 

—La verdad es que no lo recuerdo — dijo pensativo. Entonces sonrió y comenzó a escarbar en el pequeño archivador de su escritorio. —Pero tengo por aquí los documentos que me enviaron del departamento legal cuando se confirmó la compra, allí debe estar el nombre del representante de la corporación que hizo la adquisición.

 

Nowaki esperó con el ceño fruncido, se sentía incómodo, como si algo no anduviera bien del todo con aquella situación.

 

—Aquí está. —exclamó Akihiko finalmente con una carpeta en sus manos. Revisó los papeles concienzudamente hasta que dio con un nombre. —Aquí dice un nombre. El dueño del consorcio Shinojara es Makoto Shinojara, ese debe ser el nombre del hermano mayor de Misaki.

 

Akihiko le paso los papeles a Nowaki y este los reviso con calma. Por todos lados había firmas de los abogados de un prominente bufete de la ciudad. También figuraba la firma de Misaki Shinojara en uno que otro documento, pero el nombre de Makoto Shinojara solo salía a relucir muy pocas veces. 

 

Suspiró con alivio, no porque estuviera preocupado, después de todo, Misaki era un nombre muy común en aquel país. Además el recuerdo que tenia de aquel nombre era el de un muchacho humilde y huérfano, no el de un potentado dueño de uno de los consorcios más grandes del país.

 

Se quedó mirando los papeles sin verlos en realidad, el recuerdo de aquel nombre había traído a su memoria cosas en las que hace mucho no pensaba. Cosas que debían quedarse muertas y enterradas como lo estaba el protagonista de aquellas memorias.

 

— ¿Dijiste que la información acerca de estas personas está blindada?—preguntó entregándole la carpeta a su hermano.

 

Akihiko asintió y se recostó de la silla, pensativo.

 

—Todos a los que contacté en su momento se negaron a darme más información de la básica. El consorcio es manejado por un total de doce familias. El rango y la estructura es tal cual el de un clan Yakuza y se rumora que en su momento lo fueron, pero ahora manejan negocios de todo tipo, son un conglomerado de empresas grandes y pequeñas. Tampoco pude averiguar quién es dueño de todo ese imperio. Solo tengo ese nombre, Makoto Shinojara que figura como presidente de la corporación Shinojara.

 

Akihiko suspiró y se puso de pie.

 

—Nadie quiere dar más información. Algunos incluso parecían temerosos de hablar de estas personas. —Akihiko le sonrió a su hermano. —Quiero aprovechar que estas aquí para presentarte a Misaki, sé que te va a caer bien, hermano. A ver si así me ayudas a hacer que papá entienda que las cosas no son tan malas como parecen.

 

Nowaki se puso de pie mirando a su hermano interrogante.

 

—Tal parece que a ti te cae más que bien.

 

Akihiko sonrió con picardía.

 

—Bueno tal vez yo también salgo ganando con todo esto. Quien quita y pronto tienes un cuñado. Siempre me estás diciendo que debo casarme.

 

Nowaki bufo molesto mientras seguía a su muy sonriente hermano.

 

—Sí, pero no me refería a que te enamoraras de la persona que nos robó la empresa.

 

Akihiko se paró en seco y miró a su hermano con molestia.

 

—Si esa va a ser tu actitud es mejor que no los presente y en serio Nowaki ¿crees en verdad en lo que dices? Siendo abogado deberías saber que muchas de las decisiones que tomó mi padre fueron erradas. Si no fueran los Shinojara habrían sido otros.

 

Nowaki miró a su hermano con molestia, pero no podía negar que tenía razón, así que optó por ser razonable.

 

—Está bien, disculpa mi actitud, pero todo este me tiene molesto. Por culpa de esta situación me veré obligado a quedarme en Japón. Sabes que quería vender el bufete y marcharme con mi hija para Londres y ahora no podré hacerlo.

 

Akihiko suspiró palmeando el hombro de su hermano suavemente.

 

—Sé que estar aquí te trae malos recuerdos, Nowaki. Lo siento, pero también creo que es momento que sigas adelante. Ella está muerta y tienes a Hana que es una hermosa niña. Por ella deberías intentar superarlo. Vamos, ya verás que cuando conozcas a Misaki veras las cosas diferentes.

 

Nowaki siguió a su hermano silencioso, pensaba en su esposa muerta y quiso decirle a su hermano que no era ella a la que temía recordar. Que había alguien mas en ese paraje lejano de la muerte que traía todos los sentimientos encontrados que había en su corazón y que le evitaba ser feliz en aquel lugar.

 

Cuando llegaron a la oficina de Misaki y Akihiko tocó, no fue el rostro sonriente de Misaki el que los recibió.

 

— ¿En qué puedo ayudarlo Usami san? —pregunto un muy serio Ryu, que tenía varios papeles esparcidos sobre el escritorio.

 

—Isakan san, lo siento, pensé…pensé que Misaki, digo…Shinojara san estaría aquí.

 

Ryu ladeó su cabeza observando fijamente al hombre que acompañaba a Akihiko. Con el relato de Hiroki y todo lo que le había ocurrido a sus muy queridos amigos, no pudo evitar que el desprecio que sentía por aquel hombre que sabía era el principal causante de las desgracias de ellos, se reflejara en su mirada. Tanto, que Nowaki arrugó el ceño sintiéndose incómodo.

 

—Shinojara sama tuvo que salir a atender unos negocios, no creo que regrese hoy. —Dijo con una suavidad y una elegancia que contrastaban con la ira reflejada en su mirada. —Y ¿usted es?

 

Akihiko había olvidado que venía con su hermano, decepcionado como estaba porque Misaki se había marchado sin decirle ni una palabra.

 

—Disculpe Isaka san, este es mi hermano menor, Nowaki Usami.

 

Ryu despreció con arrogancia el saludo formal de Nowaki, dirigiéndose a Akihiko con un dejo de reprobación.

 

—Espero que no vuelva a invitar a nadie ajeno a la compañía sin la autorización de Shinojara sama. Le recuerdo que estamos en un proceso de ocupación y es un asunto delicado.

 

Akihiko se sintió cohibido ante el evidente ataque.

 

—Lo siento, Isaka san, lo tendré en cuenta en un futuro.

 

Ryu asintió y lo miró por unos segundos en una elocuente despedida.

 

—Lamento haberlo molestado.

 

Cuando Nowaki iba a despedirse se encontró de nuevo con aquella mirada fría y dura. Aquel hombre que no conocía lo juzgaba y lo condenaba con aquellos ojos que parecían irradiar odio.

 

—Muy…amable.

 

Dijo con evidente sarcasmo y Akihiko no supo que decir pues pensaba que la actitud del abogado había sido por demás grosera, muy distante de la amabilidad con la que Misaki lo trataba.

 

—No sé qué decir, solo puedo decir a mi favor que Misaki jamás tiene esa actitud cortante conmigo. Lamento haberte hecho pasar un mal rato.

 

Nowaki negó con la cabeza y palmeó el hombro de su hermano con camaradería.

 

—No te disculpes. Olvídalo. A lo mejor lo agarramos en mal momento. —Sonrió y se despidió con una sonrisa. —Arregla una cita con Misaki san y así podre conocerlo, voy a irme, no quiero que te regañen por mi culpa y tengo que ir a buscar a mi hija.

 

******

 

—Gracias por traerme hoy aquí. —Dijo un risueño Hiroki mientras observaba encantado como una hermosa niña jugaba en el enorme parque de la escuela. Estaban dentro de un discreto automóvil estacionados en la acera del frente.

 

Hiroki no lo sabía, pero ellos no eran los únicos que observaban, había otros también vigilando cada movimiento de la niña, encargados de su seguridad.

 

—Es hermosa —Dijo Shinoda, observando a la pequeña niña, en la que intuia muchas conductas de Hiroki. Era una líder nata, tan curiosa y enérgica como un muchacho, pero tan delicada y hermosa como la princesa que era.

 

—Voy a tener que reforzar la seguridad en toda la mansión o esa pequeña traviesa nos va a traer muchos dolores de cabeza.

 

Hiroki sonrió con los ojos llenos de lágrimas. Imaginaba a su hija correteando por los jardines de su casa, y el corazón se le inundaba de una profunda emoción, de un inconmensurable amor.

 

Shinoda lo atrajo a un abrazo y besó sus mejillas con dulzura limpiando las cristalinas lágrimas.

 

—Pronto estará contigo mi amor, pronto. — susurró entre besos.

 

Hiroki se recostó en su pecho y siguió mirando a su más preciado tesoro. Esperando tener el valor y la paciencia para aguardar el tiempo que le faltaba para tenerla.

 

Suspiró cuando la llamaron, ya era hora de marcharse. Se despegó del pecho de Shinoda y buscó con la mirada el auto que siempre venia por ella. Su corazón se congeló cuando vio salir de un auto negro al protagonista de todas sus pesadillas.

 

Shinoda tuvo que sostenerlo con fuerza pues todo su cuerpo temblaba como si fuera a romperse. Cuando dirigió su mirada a donde los desorbitados ojos de Hiroki veían, se llenó de ira.

 

—Papiiiiii. —gritó Hana feliz, saltando a los brazos de su padre con una hermosa emoción. —Papi…papi…papi.

 

Nowaki sonreía ante el amor y la emoción de su hija, que lo llenaba de pequeños y cálidos besos.

 

—Pensé que no venias. —Le reclamó esta con un dulce puchero.

 

Y por segunda vez aquel día, recordó a quien se había prohibido recordar.

 

“Pensé que no venias”

 

Le había dicho alguna vez y en su rostro había la misma hermosa expresión, en un perfecto rostro idéntico al que le recibía ese día.

 

Nowaki besó la frente de su hija con un profundo amor.

 

—Discúlpame por llegar tarde, pero ya estoy aquí y soy tuyo por el resto del día.

 

El grito de la niña, su entusiasmo y sus brincos de alegría, hicieron reír a más de uno, pero causaron un profundo dolor en el corazón de Hiroki.

 

Él había visto toda la cariñosa escena. No era así como había planeado volverlo a ver. No, el habría querido enfrentarlo teniendo la ventaja a su favor, el habría querido verlo de rodillas a sus pies, humillado, derrotado, roto.

 

Aquella escena había sido tan entrañable, el hombre que odiaba con todo su corazón, era un amoroso padre y su hija…su hija lo adoraba. Eso se podía notar a leguas. Se podía ver como aquellos dos seres se amaban y eso lo convertía a él en un extraño en alguien que no tenía un lugar en aquella entrañable relación.

 

—Llevame a…casa. —suplicó Hiroki sin aliento, hundiéndose en el asiento y haciéndose un ovillo en él, mientras se dejaba llevar por el llanto.

 

Nowaki subió a su hija al auto y de pronto tuvo un presentimiento, como si alguien lo observara. Levanto la mirada y se fijó en un hombre rubio que estaba en un Audi azul, estacionado a unos cuantos metros en la acera del frente. El hombre lo miró por unos segundos y por segunda vez en el día se sintió intimidado ante una mirada, pero en aquella no había odio, no, esa mirada tenía una promesa, una advertencia oscura y aterradora.

 

Frunció el ceño devolviéndole la mirada desafiante al hombre y le pareció ver un brillo de burla en aquellos ojos maliciosos y fríos. El intercambio duró solo unos segundos y el auto arrancó perdiéndose entre el tráfico.

 

Nowaki se subió al auto sintiendo que ese día estaba demasiado paranoico.

 

*****

 

Hiroki cruzó la entrada de la mansión con pasos vacilantes. Shinoda lo seguía silencioso. En ningún momento intentó tocarle pues no quería causarle ninguna incomodidad. Lo sabía roto y destrozado y sentía un profundo dolor al no poder alcanzarle en ese paraje oscuro que habitaba en su mente y donde Hiroki se perdía muchas veces envuelto en su dolor.

 

Lo vio subir la escalera a duras penas, estuvo todo el tiempo tras él, cuidando cada paso, estando allí por si no podía finalmente sostenerse.

 

Pero Hiroki logró llegar a su habitación y para alivio de Shinoda no cerró la puerta tras él. La dejó abierta y caminó despacio hacia la cómoda donde guardaba todas las fotos que tenia de su hija. Contempló las fotos por un largo instante.

 

“¿Has sido feliz? Él… ¿te trató bien? ¿Te dio el amor que yo no pude darte?”

 

Ahora tenía las respuestas a aquellas preguntas que siempre se hizo. Allegra había sido feliz, él la había tratado bien y la amaba con fervor. Apretó la foto contra su pecho y cerró los ojos con fuerza.

 

Un día sin que se lo propusiera encontró el amor. Era un joven encantador con unos ojos hermosos que parecían pedazos de un mar sereno y pacífico. Se cruzaron en la calle y era como si se hubiesen conocido desde siempre. Él sonreía encantado ante la naturalidad de aquel joven que lo visitaba cada día en la tienda donde trabajaba.

Un día fueron los besos y las caricias los protagonistas y en la intimidad de un solitario parque fue suyo por primera vez. Tuvo miedo de que las cosas cambiaran pero no fue así, si se podía el amor se volvió más íntimo, más hermoso, más profundo, más feliz.

Una vez hablaron de futuro, se entregaron a los sueños de un mañana juntos. Hicieron planes, promesas, cultivaron sueños. Construyeron hermosos castillos en el aire y casi podían verse viviendo allí donde los sueños podían alcanzarse.

Entonces la realidad toco la puerta de aquel que había entregado hasta lo más preciado que tenía, su alma. En un pequeño papelito estaba escrita una noticia. Una que alegraba profundamente al portador de aquel milagro. Que lo hizo pensar que la dicha lo había visitado para instalarse.

Y finalmente llegó el final, como una tormenta ensombreció el azul del cielo, los nubarrones se llevaron los sueños y la pertinaz lluvia barrió con sus raudas aguas lo sueños hechos, las promesas dadas.

Una noche fue suficiente para destrozar el corazón frágil, inocente y dulce de un joven enamorado. Los días siguientes, los meses siguientes, la pesadilla que le esperaba no fueron nada en comparación al dolor que le causaron sus palabras de aquella terrible noche.

—Te prometo que nada podrá vencer al amor que te profeso. Es ese amor el que me hace pensarte a cada momento, el que me hace soñar con hacerte feliz para siempre, eres y serás siempre tú el único para mí.

 

—Las promesas… son falsas… —susurró para sí. Manteniendo apretada la foto de su hija contra su destrozado corazón.

 

Shinoda lo cobijó entre sus brazos apretando su espalda contra su cálido pecho y besando su cabello amorosamente.

 

Hiroki se dio la vuelta y miró a Shinoda con una expresión desolada en su rostro. No lloraba porque ya no podía, porque su corazón llevaba años llorando aquel dolor y en ese momento se sentía exhausto.

 

Se miró en aquellos ojos grandes y expresivos, unos ojos que le hablaban de un amor inmenso y poderoso. En un momento se recordó en los brazos de otro hombre que también lo había amado con fervor.

 

—Mírate. —le dijo una vez parándolo frente a un grandioso espejo. —Eres una obra de arte, perfecto, etéreo. Y no estoy hablando de las líneas perfectas de tu cuerpo, de la belleza sublime de tu rostro. Hablo del amor inocente y dulce que reflejan tus ojos, hablo del candor, la sencillez, la esperanza que irradia tu rostro. Tu eres una estrella, un ángel.

 

Hiroki acarició el rostro de Shinoda y descubrió en su mirada ese amor que lo hacía sentirse especial.

 

—Llévame a ese lugar donde se detiene el tiempo, Shinoda.

 

Este le sonrió y asintió silencioso. Lo llevó de la mano despacio y juntos atravesaron el pequeño bosque. Miraron fascinados como los rayos del sol se asomaban a través de las espesas ramas de los árboles. El camino se hizo deliciosamente pacifico con la compañía de las aves y al arrullo del correr del agua en el pequeño arrollo. Cruzaron tomados de la mano el umbral de la hermosa cabaña.

 

En el interior se miraron intensamente. Shinoda tomó la foto que Hiroki aferraba con fuerza y la colocó delicadamente sobre la chimenea.

 

Sin palabras lo desvistió lentamente, besando cada pedazo de su piel desnuda. Lo recostó delicadamente sobre la alfombra y se dedicó a amarlo con cuidada suavidad. Cada beso era una palabra de amor, cada caricia una promesa de devoción.

 

Lo profanó con sumo cuidado, penetrando su cuerpo con el alma a flor de piel. Sintió en su corazón los jadeos y gemidos de deseo. Se llenó de pasión cuando las piernas largas y hermosas rodearon su cintura y sintió el vaivén de sus cuerpos como una hermosa danza de triunfo.

 

Lo besó infinitas veces llenándose del dulce sabor de sus labios cálidos y tibios. Se miraron por mucho rato, en el paroxismo del éxtasis, alcanzado el orgasmo con los ojos abiertos, con el corazón descubierto, con el alma desnuda.

 

—Las promesas no son falsas, mi hermoso ángel. —Le dijo cuándo saciados y exhaustos yacían uno en brazos del otro sobre la cómplice y acogedora alfombra. —Yo tengo muchos años amándote y ese amor no ha disminuido ni un poco, estoy seguro si, de que se ha hecho incluso más grande. Te prometo hoy que no hay egoísmo en mis sentimientos, que no te quiero con la intención absoluta de atarte a mí y que seré feliz si tú lo eres tanto si lo es a mi lado como si lo es lejos de mí. Te prometo amarte hasta que se lleve el tiempo mi conciencia y me convierta solo en las cenizas de lo que fui y aun así, si el alma queda en algún paraje esperando renacer, volveré a buscarte porque aunque el mundo dure para siempre, mi alma solo fue hecha para amarte.

 

Hiroki cerró los ojos y se acurrucó en aquel cálido pecho donde un corazón latía con cadenciosa suavidad. Se sumergió en el candor de la dulce promesa. Quiso creer en la esperanza de ser amado y se dejó llevar por la paz que lo envolvió en un sueño sosegado.

 

Shinoda lo miró dormir protegiéndolo fieramente entre sus brazos.

 

En silencio se hizo otra promesa, todos aquellos que habían maltratado a aquel dulce ser, sufrirían. Comenzando con aquel desgraciado que había roto su corazón.

 

******

 

—Papi, de pronto te pusiste pálido.

 

Nowaki le sonrió a su hija, estaban sentados en una candorosa heladería y de pronto se había visto estremecido por una corriente helada que lo sacudió con violencia.

 

Le sonrió con calma a la niña.

 

—Comete tu helado que es hora de volver a casa. —La reprendió con una sonrisa.

 

Ella suspiró con una mueca graciosamente dramática y el corazón de Nowaki se llenó de aprensión. Ese día ella se parecía mucho más a esa persona que se había jurado olvidar. Todo en aquel día se había confabulado para traer recuerdos en su mente que no quería.

 

Cuando llegaron a casa se despidió de la niña dejándola con Shinobu. Hana se fue con su niñero relatándole la fabulosa tarde que había pasado con su papá. Nowaki no duró ni unos segundos en la casa y salió inmediatamente sin dar explicaciones. Manejó por largo rato hasta que al final de la tarde llegó a su destino.

 

Las lapidas desoladoras y silenciosas de un pequeño cementerio le dieron la bienvenida. No le costó encontrarlo aunque hacía muchos años que no había ido allí.

 

Se agachó y apartó la maleza y las hojas secas que cubrían una pequeñísima lapida. Todo era simbólico, su cuerpo no estaba allí. Ni siquiera sabía porque la había mandado a hacer. Había un nombre y una fecha.

 

Nowaki acarició el nombre.

 

—Hiroki Kamijou. —murmuró cuando sus dedos dejaron la lápida.

 

Los recuerdos lo habían llevado hasta allí, pero ¿Qué había en aquellos recuerdos? ¿Qué misterio encerraban?


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