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DIRECTO AL CORAZON por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola, bueno primero que nada me disculpo, no subi nada el viernes como lo habia previsto proque me fui de viaje, cumpli año el domingo y queria pasarlo con mis sobrinos que acaban de nacer.

Lo segundo, GUAOOOOOOO jejejejejeje me siento mal por inconcientemente haber hecho que se sintieran mal, no lo hice por malcriadez es la verdad, si me pone triste que no me dejen mensajes, pero no me esperaba que fuera a causarle malestar. Un millon de gracias por sus muchos mensajes de apoyo, como irme si me dieron tan lindo regalo, sus palabras fueron un maravilloso recordatorio de porque me gusta escribir y porque me esfuerzo dia a dia en hacerlo mejor y mejor, me queda mucho pero con su apoyo sigo intentandolo. Gracias, por aqui seguire porque ahora se que son muchas las que estan conmigo.

Tercer, el capitulo, ufff no se como lo tomaran, como dice en el titulo es un final de temporada, tengo que hacer un corto pues estoy en planes de mudanza y eso me quita mucho tiempo. Volvere pronto y por ese hice este capitulo para cerrar este primer arco y volver con la segunda temporada, encontraran muchas interrogantes y cabos sueltos que se resolveran en el proximo capitulo, espero les guste de todo corazon. Besos por mil y mil millones de gracias por leer.

 

Butterflyblue.

Cacería 3ra parte (Final de la primera temporada)

 

Cuando despertó aquella mañana lo primero que vieron sus ojos fue la silueta de un hombre que hace muchos años había pensado conocer. Muy en contra de su voluntad continúo mirándolo por unos segundos. Su delgada silueta estaba iluminada por los primeros rayos del sol, la ajada ropa que vestía junto con la mirada lejana que se perdía en algún punto fuera de aquellas ventanas a donde miraba, lo hacían parecer vulnerable, desvalido, roto.

 

Nowaki estaba de pie frente al ventanal, perdido en sus pensamientos, con el ceño fruncido, con el rostro cansado, como si hubiese pasado toda la noche peleando una guerra en el interior de su mente.

 

¿Qué pensaba en ese instante?

 

Hiroki hubiese dado toda su fortuna por tener esa respuesta, pues su vida y sobre todo la de su hija, dependían de lo que ese hombre que alguna vez amó, hubiese decidido hacer.

 

—Qué bueno que ya despertaste, no deben tardar en venir por nosotros.

 

Hiroki había estado tan perdido en sus pensamientos que no se dio cuanto que Nowaki lo estaba mirando y en su rostro había una sonrisa. Una sonrisa sincera, que decía más que mil palabras, que decía que todo saldría bien.

 

— ¿Qué crees que piense hacer ese hombre? —preguntó Hiroki sentándose en la cama y tratando con sus dedos de desenredar su alborotado cabello.

 

Nowaki casi suspira de alivio, esa mañana no había la reserva que Hiroki siempre había mostrado con él, era casi como si confiara en él. Casi, pues su mirada aun rehuía la de Nowaki y a pesar de que aparentaba tranquilidad, Nowaki podía percibir el ligero temblor en aquellas hermosas manos que lo habían acariciado muchas veces.

 

—Lo que quiera Tsumori no importa, no va a hacerles daño a ti o a mi hija, no se lo permitiré.

 

—Pero…

 

—Shhhh, no digas nada. —le pidió Nowaki y Hiroki recordó entonces que podrían estarlos escuchando.

 

Chistó con molestia y cerró los puños con enfado, aquella situación era desgastante.

 

—Estarán a salvo. —murmuró Nowaki y cuando Hiroki levantó la mirada, lo encontró muy cerca de él, con aquellos profundos ojos mirándolo con determinación, con… amor. —Tú y Allegra, estarán a salvo.

 

Hiroki sintió su corazón estrujarse con un dolor indescriptible.

 

— ¿Por qué le pusiste Hanari? —le preguntó con apenas voz, pues el nudo en su garganta apenas lo dejaba respirar.

 

Nowaki sintió la tibieza de las lágrimas que resbalaban por sus mejillas, hacía mucho que no lloraba. Acarició suavemente la mejilla de Hiroki limpiando con ternura las lágrimas que también había causado en aquel inmaculado rostro.

 

—No quería recordarte. —murmuró sin aliento. —No quería recordar que esa cosa pequeñita y hermosa nos pertenecía a ambos, la quería solo mía.

 

Nowaki apartó la mano, sintiendo que ensuciaba aquel rostro con caricias que él no merecía dar.

 

—Pero la vida me castigó con dureza. —murmuró sonriendo con amargura, con nostalgia, mientras se alejaba y se perdía de nuevo mirando por el ventanal —cada vez que avanzó el tiempo fue imposible no recordarte. Ella tiene tus mismos gestos, su sonrisa es la tuya y su manera de salirse con la suya es como mirarte a ti en aquella época. Cada vez que me llamaba en las noches asustada por una pesadilla y yo la envolvía en mis brazos, era como tenerte a ti, de nuevo, aferrado a mí pecho. Ella era una parte tuya y yo la amaba, la amo. Aprendí a vivir con sus sonrisas, con sus salidas, con sus travesuras, con sus muecas, con su felicidad, con su tristeza. Aprendí a vivir con el dolor pues ella era parte de nosotros, la parte buena de ti y de mí, la mejor parte.

 

Hiroki sintió que aquel dolor era demasiado para él, frente a sus ojos estaba un hombre desmoronándose, el hombre que odió por tantos años, el hombre que había destrozado su vida. En su corazón no había cabida para más dolor, para más odio, para más decepción, para más miedo. Estaba saturado de emociones y ya no podía con todas ellas.

 

Nowaki se arrodilló a sus pies cuando lo escuchó sollozar y respirar entrecortadamente.

 

—Shhhhh, no llores por favor. —le suplicó dolido. —No llores más por todo esto, yo soy el monstruo que ensombreció tu vida, yo soy el que debe llorar por todo lo que perdió, yo soy el único culpable. Te prometo que cuando todo esto termine, me iré, me iré muy lejos y tú y Allegra serán muy felices. Te lo juro.

 

Hiroki lo miró, buscando en aquellas palabras algún vestigio de mentira, pero no lo encontró.

 

— ¿Por qué nos hiciste tanto daño, Nowaki? ¿Por qué no creíste en mí, en nuestro amor?

 

Nowaki frunció el ceño ¿habría llegado la hora de hablar? Después de todo no podría hundirse más de lo que ya estaba ¿o sí?

 

—Hiroki yo…

 

El sonido de la puerta cortó sus palabras. Nowaki se puso de pie.

 

—Tsumori sama los espera en el comedor. —les dijo la mujer que la noche anterior les había llevado hasta allí.

 

Nowaki conminó a Hiroki a ponerse de pie y le sonrió trasmitiéndole confianza.

 

—Todo va a salir bien. —le susurró serenamente.

 

Hiroki asintió y limpió las lágrimas que aun humedecían sus mejillas. Caminó tras Nowaki siguiendo a la mujer que los guiaba a un destino que desconocía, pero Hiroki ya no pensaba en eso, tenía la sensación de que algo se había perdido, tenía miedo de que el no haber podido escuchar lo que Nowaki iba a decirle, le iba a cambiar la vida de una forma irreversible.

 

— ¡Bien! Pero si son la feliz pareja. Buenos días, bienvenidos, siéntese a desayunar conmigo.

 

La efusividad de Tsumori no hizo mella ni en Nowaki, ni en Hiroki, que se sentaron juntos en el lujoso comedor.

 

— ¿Pasaron buena noche? —preguntó Aikawa, mientras untaba con deliberada suavidad, mermelada sobre una tostada.

 

Hiroki la miró con ira y golpeó su puño en la mesa, hastiado de toda aquella comedia.

 

—¿Por qué no se dejan de estupideces y nos dicen que quieren?

 

Su arranque de ira fue opacado por la alegre voz de su hija.

 

—Papiiiiii. —gritó la niña corriendo hasta abalanzarse a los brazos de su padre.

 

Hiroki movió la mano a su cuello sintiendo que se ahogaba, el amor de aquellos dos era evidente y tan grande.

 

—Te amo papi, te extrañé tanto. —murmuraba Hanari llenando de besitos el rostro amado de su padre.

 

—Yo también te extrañe mi hermosa princesa. Te amo con locura. —Le dijo Nowaki devolviendo sus besos y abrazándola apretado a su pecho.

 

—Ves Hanari querida, te dije que tu papi y tu…tío iban a darte una linda sorpresa.

 

La niña le sonrió a Tsumori y se soltó de los brazos de su papi para subir al regazo de Hiroki.

 

—Hiro-kun, gracias por la sorpresa, estoy feliz de ver a mi papi y estoy muy feliz de que estemos juntos los tres. Te amo Hiro-kun eres el mejor tío del mundo.

 

Hanari lo abrazó con efusividad y Hiroki la envolvió entre sus brazos, tratando de no sucumbir a la desesperación.

 

— ¿Por qué lloras Hiro-kun? — preguntó la niña al ver su rostro lleno de lágrimas.

 

—No es nada cariño. — le dijo Hiroki limpiando sus lágrimas y sonriéndole con amor. —Es solo que estoy feliz, me hace feliz que me ames, porque yo también te amo muchísimo.

 

Hiroki la abrazó y la llenó de besos, rogando para que todo saliera bien y su princesa pudiera tener siempre esa feliz sonrisa.

 

Tsumori palmeó alegremente.

 

— ¡Bravo! —gritó riendo. —viva el amor.

 

Hiroki ocultó su rostro en el cabello de su hijo y Nowaki le dio a Tsumori una mirada llena de odio.

 

—Hana ¿Por qué no vas con tu niñero, al jardín? Jueguen un rato allí mientras tu papi, tu tío y yo conversamos cosas de adultos.

 

La niña hizo un puchero y se aferró al cuello de Hiroki.

 

—Pero Tsumori kun, tu dijiste que me darían una sorpresa, quiero quedarme aquí con mi papi y Hiro kun.

 

Había que reconocer que aquella niña era hija de sus padres, valiente y terca.

 

Tsumori compuso una expresión serena pero cargada de advertencia.

 

—A las niñas malcriadas no se le dan sorpresas. — espetó con la voz seca y concisa.

 

—Pero…

 

—Ve a jugar con Shinobu cariño. —le pidió Hiroki cortando su protesta. —Más tarde iremos a jugar contigo.

 

Hanari buscó la mirada de su padre y este asintió sonriéndole, ella rio contenta y besó la mejilla de Hiroki, se bajó de su regazo y besó a su padre.

 

—Está bien, pero no se tarden, ya quiero ver mi sorpresa.

 

Tanto Hiroki como Nowaki le sonrieron y ella salió en compañía de Shinobu del comedor.

 

—Esa niña es una malcriada. —murmuró Aikawa con desprecio.

 

—No te permito que hables así de mi hija. —le espetó Hiroki con ira.

 

Aikawa se rio a carcajadas.

 

—Tú no me permites. —se burló, riéndose con sarcasmo. —El príncipe de Tokio no me permite. Te recuerdo querido que no estás en posición de permitir nada, tu eres un don nadie aquí, eres menos que nada, eres…

 

—Aikawa ya basta. — la cortó Tsumori con un tono que no admitía replica.

 

Aikawa tiró la servilleta sobre la mesa y se puso de pie violentamente para salir furiosa del comedor sin mirar a los lados.

 

—Mujeres. —murmuró Tsumori. —Son tan impredecibles.

 

Nowaki entonces se decidió a poner en marcha el plan que había acordado con Shinoda.

 

—Tsumori ya nos tienes a Hiroki y a mí aquí, estamos dispuestos a cumplir todo lo que pidas, sólo queremos que nuestra hija esté a salvo, queremos que la liberes. Déjala ir a casa de Hiroki, allí estará segura.

 

Tsumori lo miró como pensando en la propuesta. Hiroki tenía los dedos cruzados, con su hija fuera de peligro las cosas serían más fáciles.

 

Pero la respuesta no fue la esperada. Tsumori sonrió antes de darles la noticia a los atribulados padres.

 

—La pequeña estará a salvo Nowaki, en estos momentos mi equipo de seguridad debe estársela llevando a un barco donde permanecerá hasta que ustedes cumplan con su parte del trato.

 

— ¡Maldito desgraciado! —gritó Hiroki poniéndose de pie. —Ese no era el trato.

 

Nowaki también se puso de pie y tomó la mano de Hiroki con ternura.

 

—Calma. —le susurró apenas.

 

Hiroki se dejó caer en la silla, derrotado, mientras Nowaki calculaba el tiempo en el que su hija estaría lejos de aquel lugar. Después de eso solo debía poner a Hiroki a salvo.

 

Caminó hasta el balcón que se abría a la izquierda del comedor y pasó entre los dos guardias que a una orden silenciosa de Tsumori lo dejaron pasar.

 

En el pequeño embarcadero, Hanari, en compañía de Shinobu, eran subidos a un bote. La niña levantó la mirada y lo encontró en el balcón, agitó su manita con emoción.

 

—Te amo papi. — gritó extasiada.

 

Nowaki contuvo el aliento y alzó su mano diciéndole adiós con una suave sonrisa.

 

—También te amo. Siempre te amaré. —susurró con amor y no apartó la vista hasta que miró la pequeña embarcación perderse.

 

Regresó al comedor donde Hiroki lo miraba con miedo y Tsumori con un placentero triunfo.

 

—A dónde va ese bote donde llevas a mi hija. —pronunció claramente, para que Shinoda escuchara ese nuevo dato y rescatara a la niña.

 

Tsumori rio sarcásticamente.

 

—Es solo un paseo por la bahía, Nowaki, nosotros tenemos cosas de que hablar y ella estará bien protegida.

 

“De eso estoy seguro”

 

Pensó Nowaki, sabiendo que Shinoda cuidaría de su hija, ahora él debía cuidar de Hiroki.

 

 

— ¿Qué quieres que haga? —preguntó Hiroki contagiándose de la confianza que veía en Nowaki y de la fe que le tenía a Shinoda.

 

Tsumori estuvo largo rato contándole lo que quería. Al final de su conversación, Hiroki estaba asqueado de la ambición de aquel hombre.

 

—Nada de eso lo puedo hacer en un solo día. —le dijo Hiroki tratando de hacerlo entender.

 

Tsumori sonrió con malicia, se quitó el costoso reloj que engalanaba su muñeca y lo lanzó hasta el regazo de Hiroki.

 

—Tic…tac, Shinojara sama, se le acaba el tiempo y mientras más pierde negándose a cumplir mis peticiones, mas pone en riesgo a su pequeña hija.

 

Hiroki tomó el reloj y lo puso sobre la mesa.

 

—Necesito hacer unas llamadas. —murmuró resignado.

 

—Use mi despacho. —le dijo Tusmori con una enorme sonrisa. Que cambió de pronto a una mirada de fría advertencia. —Lo estaré vigilando no lo olvide, por si acaso se le ocurre llamar a sus guardias.

 

—Yo voy contigo. —espetó Nowaki resueltamente.

 

—No, no, tú te quedas conmigo, tenemos cosas de que hablar.

 

Nowaki apretó los dientes con ira, no iba a ceder, su hija seguramente ya estaba a salvo y él podía defender a Hiroki. Estaba resuelto a dar la orden de ataque si Tsumori seguía presionándolo.

 

—No voy a dejar a Hiroki solo con tus matones. Yo voy con él.

 

Tsumori frunció el ceño, no le gustaba que lo contrariaran, suspirando sonrió con sarcasmo.

 

—Está bien Nowaki, ve con tu amorcito, ya tendremos tiempo de hablar.

 

Los escoltaron a un enorme despacho, Nowaki entró tras Hiroki y tras ellos, dos hombres se quedaron apostados en la entrada.

 

—Vigílenlos que no salgan de aquí si yo no lo ordeno.

 

Nowaki escuchó las ordenes de Tsumori y luego sus pasos alejándose. Se asomó por la ventana, ya el medio día debía haber pasado, afuera reverberada un intenso sol. ¿Serían las dos, quizás las tres de la tarde?

 

—Ve al teléfono, llama a la familia de más confianza. Habla con tranquilidad de algunos cambios, convoca a una reunión, hazlo despacio, necesitamos tiempo.

 

Hiroki asintió y pensó en llamar a los Isaka.

 

Unos minutos después estaba aún hablando por teléfono con el padre de Ryu que no se mostró intrigado por la repentina reunión, la palabra de Hiroki era ley y ellos eran fieles a él, pues Makoto así se los había pedido a todos los líderes de cada familia y la palabra dada a Makoto Shinojara, era sagrada. Nowaki mientras tanto buscó frenéticamente por todo el lugar, hasta que consiguió lo que buscaba.

 

Con una seña le pidió a Hiroki que colgara y este así lo hizo. Lo conminó a guardar silencio y gritó a su vez.

 

— ¡No Hiroki, no salgas por la ventana!

 

Al instante, uno de los hombres entró apuntando su arma. Nowaki descargó un conciso golpe con el atizador de acero que había cogido, atinando a pesar de lo improvisado a fracturar el brazo que apuntaba. El hombre gritó con dolor y la pistola calló de su mano.

 

Todo ocurrió en segundos, que para Hiroki parecieron pasar en cámara lenta. Con un ágil movimiento saltó por encima del escritorio y mientras Nowaki golpeaba al hombre que entró tras el primer guardia, él tomó la pistola y apuntó hacia el hombre que yacía en el suelo, quejándose de dolor sobre su brazo ensangrentado.

 

—No dispares. —le pidió Nowaki a Hiroki, mientras le propinaba un último y severo golpe al hombre con quien luchaba, dejándolo inconsciente.

 

—Vía libre, repito, vía libre. —ordenó Nowaki y esperó que Shinoda ya estuviera en marcha.

 

Hiroki lo miraba confuso, apuntando al primer guardia que aún estaba consciente. Nowaki se acercó hasta él y le quitó la pistola para luego caminar hasta el hombre y con la cacha de esta noquearlo de un solo golpe.

 

—Vamos. — le dijo tomando su mano. — tenemos que buscar un lugar seguro donde ocultarnos hasta que lleguen tus hombres.

 

Hiroki asintió y lo siguió por el pasillo amplio que los había llevado a aquel despacho. Bajaron por unas escaleras y se encontraron en unas estancias que conectaban la casa con el salón principal. Se ocultaron tras una columna al escuchar voces.

 

—Ni Takao, ni Shihiro responden, algo debe haber pasado con el barco.

 

—Maldita sea el amo Tsumori se va a enfurecer cuando lo sepa…

 

Las voces se perdieron por un pasillo. Hiroki miró a Nowaki con angustia.

 

—Ellos ya deben tenerla a salvo. — murmuró Nowaki, mirándolo con ternura. — no te preocupes.

 

Hiroki asintió y miró a todos lados.

 

—¿A dónde podemos ir? —preguntó en un susurro.

 

Nowaki se asomó por un pasillo que se dirigía a varias habitaciones.

 

—Vamos por aquí.

 

Abrieron varias puertas cuidando escuchar primero si no había voces en el interior, finalmente se encontraron con una enorme despensa. Se encerraron allí y luego de explorarla encontraron una puerta que comunicaba con un sótano.

 

—Aquí estarás a salvo hasta que tus hombres lleguen.

 

Hiroki lo miró sin entender, cuando este pronunció en voz alta.

 

—Hiroki está en una despensa en el ala trasera de la casa, quinta puerta, pasillo de la derecha.

 

Sabía que hablaba para Shinoda, pero no entendía, por qué parecía que iba a marcharse.

 

Nowaki lo miró intensamente.

 

—Ya tienen tu ubicación, no tardarán en encontrarte. No te muevas de aquí.

 

Nowaki le dio la espalda y caminó hasta la puerta.

 

—Espera —murmuró Hiroki siguiéndolo. — ¿A dónde vas? ¿Por qué no te quedas aquí?

 

Nowaki le sonrió y sentía que su corazón se partía en dos, despedirse era muy difícil, casi imposible.

 

—Tengo que ponerte a salvo y aquí no estas totalmente seguro, así que los voy a despistar mientras llega la ayuda.

 

Hiroki lo miró con angustia, si salía así, si se entregaba, se exponía a que lo mataran. Y ahora que eso era una posibilidad, no quería que sucediera, ¿qué iba a pasar con su hija? ¿Qué le diría a Hana cuando preguntara por su papá?

 

Pero, ¿de verdad era solo Hana la que sufriría con aquella muerte? ¿Cuáles eran ahora sus sentimientos? ¿Acaso aún lo amaba después de tanto dolor?

 

Hiroki sacudió la cabeza negando aquella posibilidad, no, no lo amaba, pero lo amó alguna vez y era el padre de su hija y había mil cosas que los separaban, sí, pero su hija los unía por siempre y ella no merecía sufrir así.

 

—No puedes irte, no puedes exponerte así, Allegra sufriría mucho si algo te pasa.

 

Nowaki le sonrió y tomó la mano que le detenía, besándola dulcemente.

 

—Tu corazón es hermoso, mi amor, para que aún después de todo el daño que te he causado te preocupes por mí.

 

Hiroki frunció el ceño molesto y retiró su mano rápidamente.

 

—No es a mí a quien le preocupa lo que te pase, es nuestra hija la que va a sufrir si algo malo te sucede.

 

Nowaki suspiró con cansancio, sabía que volver a ganar aquel corazón sería imposible, solo un milagro podría lograr tal privilegio.

 

 —Y es por ella y por ti que tengo que hacer esto, debo mantenerlos alejados de ti hasta que tus hombres lleguen, así ellos podrán sacarte de aquí sano y salvo y podré cumplir mi promesa. —Nowaki se acercó y antes de que Hiroki pudiera rechazarle besó su frente amorosamente. —Voy a cumplir mi juramento Hiroki, tú y ella serán felices juntos, como siempre debió ser.

 

Nowaki salió de la habitación sin darle tiempo a Hiroki de protestar, en medio de la oscuridad Hiroki se quedó pensando en su vida y en un futuro que ahora ya no veía tan claro.

 

—Acaben con todo el que se cruce en su camino, no quiero que quede nadie.

 

Ordenó Shinoda cuando un batallón de sus mejores hombres tomó por asalto la casa, como fantasmas no pudieron ser percibidos hasta que ya era demasiado tarde. Miyagi lideraba el ataque y se movía ágilmente acabado con todo a su paso, no hubo gritos, ni disparos, apenas la silente daga de la muerte que se extendía por todo el lugar.

 

Shinoda corrió por los pasillos, buscando la ubicación de Hiroki, hasta que dio con la escalera y finalmente el pasillo, cuando abrió la puerta que le había informado Nowaki, habló suavemente.

 

—Mi amor, soy yo.

 

Hiroki corrió a sus brazos y se aferró a su pecho.

 

—Sabía que vendrías. —murmuró emocionado, sintiendo los tibios besos de Shinoda llenando su rostro.

 

—Estaba desesperado porque ese hombre diera la orden, solo pensaba en tenerte seguro entre mis brazos. —susurró Shinoda entre besos, llenándose de la paz que le daba saberlo a salvo.

 

— ¿Mi hija?

 

—La pequeña damita está el barco con su niñero y varios de mis hombres, darán un paseo y luego la llevaran a casa justo a tiempo para que tú estés allí para recibirla.

 

Hiroki sonrió y suspiró con alivio, luego de un segundo pensó que no era tan fácil, que aún quedaba un inconveniente.

 

Shinoda adivinó el pensamiento que atormentaba a Hiroki y lo besó suavemente.

 

—Él va a ir a la casa y va a hablar con ella, todo va estar bien ya verás.

 

—Pero…

 

—Te lo prometo mi amor, Nowaki Usami no volverá a ser un problema para ti.

 

El sonido de un radio de onda corta quebró el encanto del momento. La voz de Miyagi sonó rotunda por el pequeño aparato.

 

—Shinoda, todo despejado, podemos sacar al Kumicho de este lugar. Cambio.

 

Shinoda tomó el radio y cuando iba a responder, el sonido de dos disparos y gritos, fue lo único que escuchó Miyagi.

 

Akihiko estaba sentado en medio de un enorme caos, enfermeras iban y venían y un contingente de guardias estaba apostado por todo el lugar. Miraba por la puerta de emergencia por donde hacia un buen rato se habían llevado a Misaki.

 

Apenas entendía lo que estaba pasando. Misaki le había dicho que habían herido a su hermano antes de desmayarse. Cuando despertó en el auto camino al hospital, todo había sido frenético, estaba sangrando y padecía un dolor que apenas lo dejaba respirar. Akihiko se sentía como en el limbo, nadie le hablaba, a nadie conocía y estaba por preguntarse si se estaba volviendo loco, si aquella era una pesadilla y de pronto se despertaría entre las cuatro paredes de su celda.

 

— ¿Akihiko san?...

 

Tardó en reconocer que alguien se había acercado a él, que ese alguien le hablaba.

 

—Isaka san. — dijo por fin, mirando al joven que se sentó a su lado. —Misaki él… se desmayó y cuando lo traía hasta aquí… estaba sangrando.

 

Ryu, que había pasado un largo rato tratando de averiguar qué demonios había pasado, miró con compasión a aquel hombre, que parecía roto y a punto de volverse pedazos frente a él.

 

Akihiko miró sus manos y frunció el ceño, estaban llenas de sangre y fue como si de pronto saliera de la cortina que lo aislaba y volviera a la realidad.

 

—Yo…Dios, por favor…por favor que estén bien. Que no les pase nada malo.

 

Ryu puso una mano sobre el hombro del atribulado hombre y suspiró, eran muchas las oraciones que habrían de elevarse ese día al cielo, esperando que alguien las escuchara.

 

Un rato después, habiendo llegado la resignación de la espera a todos en aquel lugar. Akihiko le preguntó a Ryu que había ocurrido. Aunque la respuesta no le gustó y deseó tener el poder de matar con sus propias manos a aquel infame hombre que había marcado tantas vidas.

 

—Todo parecía haber salido bien en el rescate, nadie se explica quién pudo haber disparado. Lo cierto es que Hiroki tiene un disparo en la cabeza y está en cirugía y Shinoda, bueno, con él… con él no se tienen muchas esperanzas de que salga vivo.

 

En ese instante salió una enfermera con un gesto de enfado en el rostro.

 

—Akihiko Usami. —llamó la mujer. Cuando este se puso de pie para dirigirse a ella, esta le espetó con molestia. —Necesito que me acompañe a la habitación de su esposo, está empeñado en levantarse de la cama y acaba de tener un aborto, puede sufrir una hemorragia.

 

Esa no era la forma de enterarse que acababa de perder la preciosa vida de alguien que amaba. Akihiko apretó una mano en su pecho como tratando de que su corazón no se rompiera más de lo que ya estaba.

 

La mujer pareció sentir vergüenza por haber hecho las cosas de mala manera, pero ya era tarde.

 

—Mire. —le dijo con una expresión más serena. —No debí darle así la noticia, pero el paciente es lo primordial ahora y él está muy alterado.

 

—Iré con usted. — pronunció Akihiko con aplomo.

 

—Vaya Akihiko san, en lo que yo sepa algo de Hiroki iré a decirle a Misaki para que se tranquilice. —Ryu palmeó despacio el hombro de Akihiko y se sentó de nuevo en la salita de espera, rogando para que no fueran malas noticias las que le diera a Misaki.

 

 

—Tiene que comprender que acaba de tener un aborto, no puede andar caminando por allí como si nada.

 

—Me importa un carajo su maldita opinión. Tengo que ver a mi hermano, tengo que saber cómo está. — le gritó Misaki iracundo al médico que trataba de mantenerlo en la cama. De no haber estado tan débil, hace rato que lo habría golpeado.

 

Cuando Akihiko entró a la habitación, Misaki le gritó con furia.

 

—Dile a este imbécil que me quite las manos de encima, dile que tengo que ir a ver a mi hermano.

 

Akihiko le dirigió una mirada de disculpa al médico.

 

—Yo me encargo. — le dijo con suavidad y cuando Misaki intentó ponerse de pie un gesto de dolor se pintó en su rostro y cayó pesadamente sobre la cama.

 

—Maldita sea, maldita sea. — gritó lleno de frustración y las lágrimas comenzaron a surcar sus mejillas.

 

—Tu hermano está en cirugía aún, nadie ha salido a decir nada nuevo. —Le informó Akihiko acomodándolo en la cama y arropándolo con suavidad. —Isaka san está afuera pendiente de todo, en lo que algo se sepa vendrá a decírnoslo.

 

Misaki estaba mareado, había perdido mucha sangre y se sentía débil y asustado.

 

—Tengo que estar con mi hermano. —murmuró desvalido. —tengo que pedirle que no se muera, no se puede morir.

 

Por un momento volvió a ser aquel niño de trece años que había perdido todo lo que le quedaba en la vida y sentía tanto dolor y tanto miedo.

 

Akihiko se acostó a su lado y lo acurrucó entre sus brazos, dejándolo llorar, mientras le prometía con palabras dulces que nada malo iba a pasar. Aunque el mismo no se lo creía. Mucho se había perdido aquel fatídico día.

Los días pasaron lentos y silenciosos. Nowaki visitaba el hospital cada día con su hija. Cuando lo rescataron de la casa y posteriormente fue llevado a la mansión no pensó que harían concesiones con él, pero Miyagi, que era el que llevaba ahora todo el control, hacia todo lo posible por mantener a la niña ajena a toda la tragedia que se había desatado y Nowaki era una pieza clave en aquel teatro. Miyagi tenía claro que la prioridad de su jefe siempre había sido la niña y por lealtad a él hacía todo lo posible para mantenerla feliz.

 

A Hanari se le había dicho que su tío había tenido un accidente de auto cuando iban de camino a encontrarse con ella en la mansión, su papá, por suerte, había salido ileso, pero su tío no había tenido la misma suerte. Cada día ella le llevaba flores y regalos, se sentaba a su lado y le contaba cuentos y le hablaba esperando que el la escuchara, rezando para que abriera los ojos y la mirara con ternura como siempre lo hacía.

 

Así pasaron quince días. Hiroki seguía en coma, no se sabía si iba a despertar ni en qué condiciones lo haría. La bala no había dañado el cerebro, al rebotar en el pecho de Shinoda, había perdido fuerza, rozando el cráneo de Hiroki y ocasionando una conmoción y una inflamación que duró días.

 

Los médicos se mantenían optimistas, pero la espera se había hecho larga. Misaki no se separaba de su hermano, habían preparado una habitación para él, al lado de donde Hiroki dormía y día y noche le vigilaba como un halcón. Los únicos momentos en los que desparecía era cuando Nowaki llegaba con su hija. Aborrecía aquellas visitas, odiaba ver a aquel hombre cerca de su hermano, odiaba verlo vivo, sano y feliz, mientras que Hiroki estaba en aquella cama, muerto en vida, por su culpa.

 

Akihiko pasaba la mayor parte del día con él, lo obligaba a comer, a descansar, lo acompañaba silenciosamente, pues desde aquel fatídico día no había vuelto a hablar con él. Misaki toleraba su presencia, seguía sus órdenes en silencio y con resignación, comía, dormía, se tomaba las medicinas que le había recetado el medico después del aborto, pero no hablaba con nadie, su voz se escuchaba solo cuando estaba con Hiroki, a él le hablaba, le rogaba que despertara, le decía que tenía algo hermoso por el que debía luchar, lloraba en su regazo.

 

La seguridad a su alrededor era blindada, solo Ryu Isaka, Akihiko Usami y Nowaki junto con su hija, tenían libre acceso. Las demás familias eran informadas por Miyagi. Ijuuin habían intentado muchas veces acercarse, pero era imposible. La clínica estaba cercada por un contingente de seguridad enorme.

 

Esa mañana, Misaki estaba hablando con su hermano, cuando este movió ligeramente los ojos, la algarabía fue absoluta, pero a Misaki le duró poco la emoción. Ya en la tarde, cuando pudo hablar con Hiroki, se dio cuenta que un nuevo infierno comenzaba para él.

 

—Misaki. —le llamó Hiroki con la voz raposa de no haber sido usada en días. — ¿Cuándo vas a contarme que fue lo que pasó?

 

Misaki se acercó a la cama y lo miró desconcertado, el mismo desconcierto que había llenado su corazón hacía unas horas, cuando Hiroki había llorado llamando a Nowaki y preguntando por un bebé que había nacido hacía diez años en condiciones innombrables.

 

La mente de Hiroki había retrocedido diez años en el tiempo y se había alojado en una época en donde fue feliz ¿qué iba a decirle? ¿Qué podía contarle? ¿Cómo le habían encerrado? ¿Cómo le habían arrancado a su hija? ¿Cómo lo habían violado? ¿La miseria que había vivido?

 

Misaki se sentía entre la espada y la pared, cuando Hiroki, con su mirada dulce e inocente, lo veía como hace diez años, cuando no tenía odio, ni dolor, ni miseria en su corazón y le preguntaba por una vida que él no podía ni queria relatarle.

 

Todo se había ido al demonio y él se encontró pensando que hubiese deseado también haber perdido la memoria.

 

—Todo a su tiempo, Hiroki. —le dijo besando su frente con amor. —Los médicos te dijeron que debías tener calma y esperar que tu memoria volviera sola, no debes esforzarte.

 

Hiroki no pareció complacido con aquella respuesta y frunció el ceño e hizo una mueca que a Misaki le rompió el corazón, hacía tanto tiempo que no veía aquel candor, aquella inocencia en el amado rostro de su hermano.

 

—Pero Misaki ¿Cómo es que han pasado diez años? Tengo una hija que no conozco y estoy esperando un bebé ¿Dónde están Nowaki y mi hija? ¿Nos casamos? ¿Vamos a tener otro bebé?

 

Misaki le había intentado explicar todo con calma, obviando miles de cosas y había tenido que decirle lo del bebé pues le habían hecho una ecografía de rutina para que viera que él bebé estaba bien.

 

No quería responder las preguntas de su hermano, a punto estaba de salir corriendo, cuando alguien, que había escuchado la conversación, entró a la habitación.

 

—Pues claro que nos casamos y vamos a tener otro bebé, pero hasta que nazca, déjame presentarte a Allegra, nuestra primera hija.

 

 

Misaki miró al cretino que pasó a su lado ignorándolo olímpicamente y quiso tener el poder de matarlo, pero su sobrina hizo un buen trabajo, riendo y llorando alegremente, mientras se lanzaba a los brazos de Hiroki y le llamaba mamá con una infinita dulzura.

 

Misaki no soportó aquel teatro, no sabía que podría haberle dicho Nowaki a la niña, que le habría contado. Estaba claro sí, en que Nowaki estaba aprovechando la pérdida de memoria de Hiroki para su beneficio, pero al ver el rostro de Hiroki enamorado y feliz cuando este se sentó a su lado y lo besó, abrazándolos como una feliz familia, tuvo la certeza de que tenía las manos atadas en todo aquello.

 

Salió de la habitación sin ser notado y se encontró a Miyagi en el pasillo, escoltado por otros hombres.

 

—Shinoda murió esta mañana. —Le informó Miyagi con frialdad.

 

Misaki no cambió su expresión.

 

—Sepúltenlo como merece. — ordenó sin ningún matiz en la voz.

 

Miyagi asintió y les hizo una seña a sus hombres, que se marcharon inmediatamente.

 

— ¿Ah quedado algo de basura regada? — preguntó Misaki, cuando estuvieron a solas.

 

Miyagi negó con la cabeza.

 

—Todo limpio señor, no queda nada de esa gente.

 

Misaki suspiró con alivio, un problema menos del que ocuparse.

 

Misaki puso su mano sobre el hombro de Miyagi, pues era el único en quién confiaba.

 

—Estas a cargo del clan Miyagi, los documentos que firmó Hiroki son blindados, estarás a cargo hasta que él decida volver y ahora no está en condiciones de hacerlo. Asesórate con Takahiro y con Ryu sobre qué cosas puede hacer Nowaki para usar a Hiroki a su favor, tenemos que estar preparados, no sabemos que vaya a hacer ese hombre ahora que tiene a mi hermano en su poder.

 

Misaki suspiró cansado.

 

—En último caso le pediremos a Yashiro que como testigo de Makoto y como albacea de su última voluntad, adelante las elecciones del clan para que otra familia tome el control. Nowaki Usami no va a salirse con la suya.

 

Miyagi asintió y con una reverencia se dispuso a marcharse.

 

—Una última cosa Miyagi, cuando llegue mi…esposo dile que quiero hablar con él y vigila que nadie nos moleste, también ponle guardias a Nowaki, quiero que vigilen todos sus movimientos.

 

Akihiko llegó comenzando la noche. Miyagi le dio la información y este corrió a la habitación que ocupaba Misaki desde hacía días.

 

Misaki estaba parado frente a la sombría ventana. No había una vista bonita, solo las paredes de la otra ala del hospital. No había nada bonito en aquel lugar, la atmosfera era lúgubre y opresiva, con todo aquella blancura que parecían fantasmas acechándolo y aquel olor a antiséptico que inundaba su nariz y le repugnaba.

 

Pero Misaki no miraba hacia fuera, estaba mirado en su interior. Dentro de él había mucho que resolver, mucho que pensar y un cansancio enorme que lo estaba acabando, lentamente.

 

Se permitió un segundo para él, para sus pérdidas. Acarició su vientre con tristeza y evocó la mirada risueña de un amor que nunca tuvo futuro.

 

“míralo, es hermoso, no puedo creer que esa machita sea un bebé, es como un milagro”

 

Era una ironía pensar en eso ahora, ya no estaba con Kyo y ya no había un bebé. Misaki pensó entonces en Akihiko, no habían hablado de nada, pero tampoco se había separado de su lado. Supuso que aquel bebé de haber nacido habría tenido un padre que lo adorara. Él había pensado en abortar, pero ahora que ya no había vuelta atrás, sintió que a lo mejor con todo lo que conocía de Akihiko, finalmente no lo habría hecho. Ahora ya era tarde, ya no había bebé, solo un hondo dolor por algo que se perdió antes de que él pudiera demostrar que podía llegar a amarle.

 

No era necesario seguir manteniendo a Akihiko a su lado, con todo lo que había pasado, la forma en que Akihiko se había comportado con él. Supo que debía dejarlo ir, Akihiko era inocente y no merecía vivir en la oscuridad de su corazón. Ahora que tendría al enemigo dentro de su propia casa, era mejor para todos que él luchara solo esa guerra.

 

Ya se había llevado dos inocentes esa batalla, el corazón de Kyo y su bebé, no deseaba una víctima más. Él había empezado esa guerra solo y solo la terminaría.

 

—Me dijo Miyagi san que querías hablar conmigo.

 

Akihiko estaba esperanzado, después de muchos días escucharía su voz, pero al ver su rostro rígido y cansado supo que no eran buenas noticias.

 

Misaki lo miró un segundo y luego volvió a mirar el vacío de la blanca pared a través de la ventana.

 

—Planeé todo desde hace muchos años. — murmuró con cansancio. —cuando me dormía en el incómodo catre en aquella pocilga que llamábamos casa, incluso desde antes, cuando pasé noches enteras buscando a mi hermano. Pensaba en como destruiría lentamente a todos y cada uno de aquellos que nos hicieron daño.

 

Misaki suspiró y cerró los ojos.

 

—Un día apareció Makoto Shinojara y nos abrió la puerta a un mundo nuevo. —Misaki sonrió recordando al hombre que había querido como a un padre. —Dentro de ese mundo mis sueños de venganza se hicieron más reales, ya no eran meras fantasías, eran objetivos que muy pronto iba a alcanzar.

 

Akihiko caminó y se sentó en una silla, en silencio, esperando.

 

—Rastreé a tu familia por años, hasta que finalmente los encontré. Ahora ya tenía lo que había esperado por mucho tiempo. El punto era destruir todas sus propiedades, dejarlos en la ruina y hundirlos en la cárcel.

 

Misaki apretó los puños, porque se había equivocado con Akihiko y admitirlo no era fácil.

 

—Cuando te conocí, eras un Usami más. Eras parte de la escoria que deseaba como nada, destruir. Me propuse seducirte, usarte y luego sufrirías el mismo destino que los otros de tu familia. No me paré a verificar si eras inocente o no. — Misaki abrió los ojos y miró a Akihiko. —Te use en mi plan de venganza, eras un arma útil para mí y me aseguré de que tendría tu lealtad… embarazándome.

 

Misaki volvió su mirada avergonzada hacia la ventana, abrazándose, pues una corrosiva frialdad sacudía su cuerpo.

 

—Creía que tenía todo bajo control. —Murmuró conteniendo un sollozo. — Pero no era así, nunca tuve nada en mi control. No sé si la vida me está castigando por mi prepotencia. Mi cuerpo no me responde, no sabes cuánto rogué para que él bebé…nuestro bebé, no muriera. No lo merecía, no merecía que alguien escuchara mis ruegos, yo… yo había traído esa vida como un medio de venganza y…

 

Misaki finalmente se quebró, cuando cubrió su rostro con las manos para apaciguar el llanto, sintió unos brazos fuertes que lo rodearon amorosamente. Lloró aferrado a aquel pecho donde un corazón latía suavemente.

 

—No merezco el amor bonito que me mostraste y tú no mereces que yo siga aprovechándome de ti.

 

Misaki se apartó contra su voluntad de aquel tibio regazo, él no podía estar allí, no debía.

 

 Le dio la espalda a Akihiko y miró de nuevo por la fría ventana.

 

—El enemigo está en muy cerca ahora. No confío en tu hermano, no confío en que no va a volver a destrozarle la vida al mío una vez más, ahora que está en su punto más vulnerable. Tengo una nueva batalla que pelear y esta vez voy a hacerlo solo, sin llevarme a ningún inocente por delante.

 

Akihiko suspiró y tomó los hombros de Misaki para darle la vuelta. Limpió sus lágrimas y le sonrió tiernamente, mirándolo con decisión.

 

—No estás solo, yo estoy contigo.

 

—Pero…

 

Akihiko besó los labios húmedos de Misaki cortando sus protestas.

 

—Ni que me digas que eres un asesino en serie y que estabas planeando como desaparecerme, vas a hacer que me aparte de ti.

 

Misaki suspiró y lo miró cansado. Akihiko simplemente lo besó con suavidad, hasta que logró que Misaki dejara de resistirse y aceptara sus besos.

 

—Me necesitas. — susurró entre besos. —Y yo te amo, haré lo que sea por ti.

 

—Nowaki. —murmuró Misaki y antes de terminar su oración, Akihiko lo hizo por él con una confiada sonrisa.

 

—Es ahora un enemigo en común, que ambos vigilaremos de ahora en adelante, mi hermano va a tener que pasar sobre mi cadáver antes de volverles a hacer daño.

 

Misaki sonrió por primera vez en mucho tiempo, con esperanza, pues ahora tenía un nuevo y fiel aliado en la batalla que se avecinaba.

 

Aquella tarde aquellos dos seres con intereses diferentes pero con un fin en común, tejieron un montón de planes y el futuro tenía muchas historias por contar, muchas interrogantes que responder y nada tenía un camino que vislumbrara cual iba a ser el final.


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