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Invierno por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, la historia es mía.

Notas del capitulo:

Espero os guste pues es el shot más largo que he escrito.


Sin más…


Pos a leer se ha dicho!! :D

 

Aomine estaba harto, se sentía cual volcán a punto de erupción, en varias ocasiones estuvo tentado a mandar todo a la mierda, sin embargo, seguía ahí, soportando al grupo de locos que conformaba su madre, hermana y algunos de, aunque le pesara decirlo o reconocerlo, sus amigos. Todos ofrecidos para ayudarle, pero cada vez que tomaba una decisión estos la modificaban o decidían como si no estuviera en ese sitio perdiendo tiempo valioso. Se mensajeaba el puente de la nariz o las sienes cada tres minutos tratando de disipar el malestar mientras pedía paciencia que no poseía para seguir soportando ese calvario.

Una pequeña sonrisa osó aparecer en sus labios cuando su vista cayó en el anillo de oro blanco con dibujos de olas de fuego color oro. Era un objeto que pesaba por el tipo de recuerdo y significado que contenía. Rodó los ojos al escuchar los gritos de los chicos en una disputa sobre las flores. ¿En serio? Que no podían hacer las cosas en paz y calmadamente. Decidió ignorarlos y caminar entre los pasillos de flores, sus manos pasaban gentilmente sobre los pétalos de estas. Su andar fue detenido por el pinchazo de una espina en sus dedos. Al girarse en busca de la flor causante de ello, una sonrisa pequeña apareció.

Rosas.

Rosas de todos los colores tanto naturales como artificiales lo rodeaban, la causante de su pinchazo fue la espina perteneciente al tallo de una rosa azul. Azul y blanco eran sus colores favoritos; las rosas le gustaban, era una flor que para él representaba muchas cosas, en especial el recuerdo de su abuelo, pues fue él quien le enseñó a amar a las flores, pero sobre todo a las rosas. Un secreto bien guardado que descubrió el maldito de su novio y que utilizó a su favor para obligarlo a salir con él durante un mes bajo chantaje. El tiempo pasado con él fue descubriendo cosas que poco a poco le iban gustando, música, hobbies y demás, todo le sorprendía y agradaba por lo que sin darse cuenta poco a poco fue interesándose más en él, incluso le atraía el hecho de que podía ser él mismo y este no le miraba feo, le reprochaba o lo abandonaba bajo excusas tontas, incluso le rebatía en todo.

¿Cómo se dio cuenta de eso?

Pues cuando se encontraba en una excursión por parte de la escuela, en un pueblo rodeado de montañas, se metió a una tienda que le llamó la atención, cuando se dio cuenta de lo que había comprado (un gorro negro con un puma al ataque de color amarillo) supo que lo hizo pensando en él. Durante el viaje de regreso se encontraba en shock por lo revelado.

Le gustaba. Sin quererlo el bastardo manipulador chantajista se había robado un pedazo de su corazón.

Dos semanas después del viaje lo evito a toda costa, el miedo y la incertidumbre no le dejaban razonar y actuar correctamente. En sus pensamientos sólo habitaba él. Sin quererlo había estado cargando el gorro a todas partes y, al igual, sin quererlo, había aceptado una salida con el equipo en busca de chicas. Chicas que se ofrecían a él cual zorras en celo logrando que por primera vez sintiera asco de estar rodeado de féminas, deseando estar en casa de él, con él. Por estar en su mundo no se dio cuenta cuando una chica se le acercó con la clara intención de besarlo hasta que lo hizo, pero antes de siquiera intentar despegarla de sus labios sus ojos captaron la mirada dolida, sorprendida y furiosa del chico al otro lado del vidrio.

Aventó a lo chica sin nada de delicadeza. Se limpió los labios con asco. Tomo sus cosas para salir detrás de él. Cuando lo alcanzó, se llevó la sorpresa de su vida, el chico fuerte y con sonrisa tímida estaba derramando lágrimas por su causa. El otro no le permitió que lo tocara, con voz entrecortada y débil le dijo que no importaba, que lo dejaba libre y que no se preocupara de su secreto pues la foto había sido borrada. Se giró, con paso calmo se fue alejando de su persona, sin embargo, su cuerpo temblaba por el llanto.

Aquello no le gustó para nada.

El gorro fue estrujado en su mano. Corrió a él. El gorro se lo puso y lo abrazo.

–Por estar pensando en ti no me di cuenta en el momento en el que ella se acercó. Lo siento... lo siento, pero no pienso dejarte libre cuando sé que me quieres y yo a ti.

El chico se estremeció. Le gritó que no jugara con él, no de esa forma. Aomine lo beso para demostrarle que no era un juego, que las cosas iban en serio. El chico se aferró a él por el cuello, lo besó con frenesí al grado de romperle el labio inferior; el dolor no le importó, sólo le importaba sentir a su chico entre sus brazos suspirando y regalándole pequeños jadeos y gemidos. Después de eso no supo cómo llegaron a la casa del chico para terminar en medio de una telaraña de sábanas, pies y manos.

Al despertar una rosa le acariciaba el rostro. Un beso gentil fue recibido y después su oído izquierdo fue besado. Los giró, le beso cada ojo, cada mejilla y la nariz para acto seguido perderse en esas gemas que tanto le hacían recordar un atardecer en el mar, de sus labios brotaron las palabras:

–¿Quieres ser mi novio?

El mejor día de su vida hasta el pasado 20 de abril.

–¿Qué se supone que haces Aomine-kun?

–¡Joder!

El susto fue tremendo, su corazón martillaba contra su caja torácica en busca de libertad y estaba a nada de dársela. ¡Maldita sea! Como detestaba que lo sorprendieran de esa forma cuando se encontraba en su mundo. Con todo el odio miro al causante del sobresalto.

–Maldito Tetsuya, ¿cuántas veces debo decirte que no me asustes así?

–Aomine tu...

Su respuesta y el inicio de una pequeña conversación fue cortada bruscamente por los gritos del resto del grupo.

–¡Te he dicho que no habrá rosas!

–¡Si lo habrá!

–¡No, tú ya has escogido casi todo Momoi!

–¡Basta los dos! Kise, Satsuki es la boda de mi hermano si...

–Pero en una boda no puede haber eso, es horrible y los trajes tienen que combinar...

Aomine ya no quiso seguir escuchando. Se sentía cansado, fastidiado, hastiado y ya estaba harto. Agradecía su ayuda, pero era su boda no la ellos, además...

–¡La comida ya está elegida, mama y yo lo hicimos!

–¡El pastel entonces lo escojo yo al igual que las invitaciones!

–¡Por supuesto que no Takao, eso ya está...!

¡No! Eso sí que no.

La paciencia de Aomine había sido sobrepasada. Esos asuntos los escogería su prometido junto con él, así como el sabor del pastel y... y... ¡¿Y por qué mierdas se preocupaba cual chica por una estúpida fiesta?! ¡¿Por qué el imbécil de su prometido no ayudaba?! ¡¿Por qué tenía que ser él el que soportara a un grupo de idiotas junto con su madre y hermana?! ¡¿No se supone que una boda es de dos y que es elegida por dos y no por uno?!

Daiki explotó. Ya no podía con eso. No solo.

–¡Basta, cállense! – El grupo guardó silencio en cuanto el grito del moreno se dejó oír. –¡Es suficiente, estoy harto! Desde que comenzó esto los únicos que han elegido aquí son ustedes, no han escuchado lo que les digo... no, ¡simple y sencillamente no escuchan!

Aomine tomó la libreta donde tenía todo apuntado. Cancelo el pedido en la tienda para después salir a grandes zancadas del lugar. Estaba furioso y cansado. Joder, él era un ser pacifista, perezoso que no movía ni un dedo a no ser que le interesara o que le proporcionará algún beneficio. ¿Y qué estaba haciendo? Organizando una estúpida boda del tamaño de una celebridad, claro la mayoría del dinero lo estaba poniendo su novio, pero...

¿Qué estaba haciendo?

Daiki paró el beso. Ante esa acción Kagami se sorprendió, con temor y un poco desilusionado se separó.

–¿Aomine... pasa algo? – El moreno no lo miró, pero sí le respondió con un movimiento negativo de cabeza. –¿Entonces? – Kagami notó como se mordía el labio inferior con ganas, con cuidado tomó el mentón para elevarlo lentamente, casi se aparta al momento que el rostro estaba completamente alzado. Su chico tenía el rostro levemente sonrojado y los ojos cristalizados al punto del llanto. –¿Aomine?

El moreno se soltó de su agarre. Dio un par de vueltas a lo largo de la habitación, parecía un animal enjaulado analizando su contenedor en busca de una salida. Aquello le dolía de cierta manera, pues le daba a entender que Aomine ya comenzaba a arrepentirse de haberse casado con él.

–Aomine, ¿te arrepientes de casarte conmigo?

¿Te arrepientes?

¿Se arrepentía?

No lo sabía. No sabía nada. No comprendía nada. La pelea en la tienda había sido un golpe directo a su orgullo. Se comportaba como una estúpida mujer entusiasmada por unir su vida con otra persona. El miedo crecía conforme el día se iba acercando y si le sumábamos que el idiota de Taiga no le ayudaba y que no lo había visto en semanas, aquello era una bazofia total. Los chicos ya lo habían vuelto a contactar para pedirle disculpas por lo sucedido, dándole la razón y prometiendo que lo escucharían, de eso hace una semana, ahora se encontraban a la mitad del camino en dirección a quien sabe qué lugar para mostrarle algo.

Al llegar casi suelta un grito para nada digno de un hombre. ¿Pero qué diablos?

El lugar era un salón de eventos ya arreglado, se encontraba dividido por una tela blanca, de un lado listo para una ceremonia y la otra para fiesta. Mesas redondas cubiertas de manteles blancos con dos manteles rectangulares rojos haciendo una cruz sobre ellas, en las sillas se podía apreciar el mismo color, pero en un moño, en el centro un arreglo de arena con un par de lilas. La losa era blanca y cuadrada, las servilletas de tela dobladas en forma de árbol de navidad sobre el conjunto de platos. Se acercó lentamente a una de las mesas, tomó el pequeño triángulo donde se encontraba impreso un itinerario sobre la comida.

Sus ojos se abrieron a todo lo que dieron, la sorpresa lo invadía al igual que la rabia.

–Aomine mira esto y danos tu opinión.

Contando hasta mil para no cometer asesinato de ¿tercer grado? y grupal. Con reticencia abrió los ojos en dirección de dónde provenía la voz. No debió haberlo hecho. Tuvo que sostenerse de la silla para no caerse, aunque sí sostenía la silla con las dos manos la podía levantar y aventar hacia ellos; ante él se encontraban dos trajes blancos, ¡blancos por el amor al diablo y sus hijos! Lo único que destacaba eran las corbatas, una roja y la otra azul.

–Son sus trajes, ¿verdad que son hermosos?

–Apoyo a Momoi, pero dinos, ¿qué te parece el lugar?

–Cierto Aominecchi, verdad que el lugar está genial, además se quedara así hasta el gran día.

Su madre y Kuroko sólo lo observaban, su hermana se había unido al grupo de Takao, Kise y Satsuki alabando el lugar.

El moreno volvió a explotar.

–Cállense... ¡Cállense! – El grupo junto con las señoritas encargadas lo miraron y callaron. –¡¿Pero qué mierda significa esto?!

–Aomine este lugar es...

–¡Este lugar nada! Prometieron que escucharían, se supone que ustedes están de apoyo no para hacer su santa voluntad.

–Pero hermano este lugar es perfecto para una boda...

–Una boda que no será la mía porque esto se cancela. ¡No habrá boda!

Ignorando todo salió del edificio. Su paciencia ya había dado todo lo que podía. Su tolerancia ni se diga pues esta ya lo había abandonado desde hace mucho. Sólo quería llegar a casa y enclaustrarse en la cama hasta tener que presentarse en la universidad para los exámenes parciales. Sin embargo, necesitaba a su chico. Necesitaba... ¿Qué mierdas necesitaba? Se sentía tan turbado y perdido. Demasiados sentimientos que no podía clasificarlos para darles la atención debida al igual que sus pensamientos.

Al llegar a casa se encontraba tan furioso consigo mismo y con los chicos que sentía su cuerpo caliente, la cabeza le dolía, las manos le gritaban por circulación que le temblaban. En la cocina se encontraba su novio, importándole un cacahuate lo que estuviera haciendo lo tomó de las caderas y se lo echó a los hombros, revisó que la estufa estuviera apagada y cerró el refrigerador. Kagami gritaba por una explicación así como el ser bajado, pero lo ignoro, camino a la habitación, aventó su carga sobre la cama poniéndose encima, comenzó a besarlo rudamente. Necesitaba sacar todo, drenar su mente y su cuerpo y, para ello, necesitaba al cuerpo que se encontraba debajo de él.

Después le diría que la boda se cancelaba.

No le dijo nada. No podía. Aunque el momento no se dio pues al despertar este ya no se encontraba a su lado y menos en casa. Aún en pijama se fue al estudio donde tenía todo lo relacionado con la fiesta, los recuerdos se aglomeraron en su cabeza tan rápido que no le dieron tregua. La furia lo cegó, rompió, destruyó, aventó todo lo relacionado con ello; con la respiración agitada busco bolsas negras. Al regresar un poco más calmado metió sus destrozos en ellas.

Su estómago pedía alimento, se hizo un par de sándwiches y una taza de café, se sentó en el balcón perdiéndose en la estampa que la altura le brindaba. No supo cuánto tiempo estuvo sentado en el mismo lugar, pero dedujo que fue mucho pues el sonido de la cerradura lo trajo de vuelta. Su pareja no se acercó y mucho menos le hablo. Supuso que se encontraba enojado o turbado pues deducía que ya le habrían informado sobre la escena que montó junto con lo dicho. Soltó un suspiro, lo mejor era darle espacio, no quería provocar una pelea y que de esta se derivara la ruptura del compromiso ya que realmente se quería casar. El anillo en su dedo captó su atención, lo beso y después lo acarició mientras nuevamente se perdía entre el infinito manto estelar.

Cuando el frío caló se levantó, una taza de café entró de nuevo a su sistema calentándolo al instante. Con taza en mano se encaminó al cuarto. Su sonrisa se mostró en su gloria ante la imagen patrocinada por su pareja. Se acercó con pasos lentos y suaves. Dejó la taza sobre el buró, se sentó al lado de la cama, su brazo lo colocó sobre la cama y sobre este su cabeza, con el otro acarició los cabellos rojizos de Kagami.

20 de abril.

¿Quién diría que una fecha cualquiera se volvería una de las más importantes?

Aún le parecía gracioso como Kagami se le impuso para secuestrarlo durante toda una semana llevándolo al pueblo donde vivía su abuelo. Cuando se dio cuenta del lugar donde se encontraba toda protesta continua murió, jalo a su chico para plantarle un beso apasionado rayando en lo obsceno de lo feliz y sorprendido que estaba y, dado que no era bueno con las palabras prefirió demostrarlo con acciones. Al término del ósculo lo arrastró al pueblo, por donde pasaban su mente se inundaba de recuerdo que creyó perdidos, así mismo se los iba contando. De vez en cuando lo tomaba de la cintura para darle pequeños besos. Demonios, se sentía tan feliz por estar ahí que si pudiera se pondría a saltar cual niño alrededor de Kagami, pero como era un hombre universitario no se podía dar ese lujo.

Kagami sólo lo observaba, dejaba que lo arrastrara e hiciera con él lo que quisiera, a Daiki esto le parecía extraño, pero estaba tan metido saludando y recordando que no le presto mucha atención. Mientras comían le dijo que dormirían en casa de su abuelo pues le quería mostrar su jardín. Al llegar la expresión de Kagami fue digna de una fotografía, lástima que no llevara una y que su celular haya muerto. Lo toma de la mano para guiarlo a través del enorme jardín, por donde pasara le decía el nombre, significado y si tenían alguna historia lo decía. Taiga se le quedaba viendo como si fuera la primera vez que realmente lo hacía. De vez en cuando le soltaba un par de besos en la mejilla mientras él acariciaba los pétalos de las flores; le mostró los árboles que custodiaban el jardín y la historia detrás de estos.

Al regresar su abuelo ya los esperaba con comida recién hecha. Tuvo que soportar las anécdotas vergonzosas que le contaba a Kagami, así como las peticiones de cuidarlo y guiarlo pues para algunas cosas era lento e indeciso. Fue la mejor semana que pudo obsequiarle Taiga. Además de encontrarse en el pueblo en casa de su abuelo, el festival del mar se encontraba presente, al cual lo llevó casi todas las noches. Al caer el sol se realizaba un pequeño espectáculo en el puerto. Algunas noches después de regresar del festival lo cargaba y besaba mientras los dirigía al cuarto. Durante esas noches le hizo el amor con tanta devoción que llegó a pensar que le daría diabetes por tanta dulzura empleada, pero diablos, su chico lo valía.

Valía sufrir de un coma diabético, de ser considerado cursi y romántico rayando en lo Shakespeariano. Lo quería y deseaba tanto que sentía volverse loco al tocarlo, olerlo, oírlo e incluso al besarlo. Le fascinaba perderse en la geografía de su cuerpo, la sensación suave y a la vez electrizante recorrer desde las yemas de sus dedos hasta la última punta de su pelo provocada sólo con el roce de su piel.

El último día Kagami lo arrastró hasta al jardín de su abuelo después de estar en la playa y vagando por el festival, al llegar una mesa para tres esperaba a la mitad del jardín junto con su abuelo. Extrañado se acercó, con la mirada le preguntaba a su abuelo lo que pasaba pero este sólo le daba una sonrisa un tanto extraña. La cena llegó preparada y servida por el pelirrojo, conversaciones triviales y vergonzosas hablaban su pareja y su abuelo, él poco intervino pues todo eso le parecía sospechoso, más proviniendo de Taiga.

Sin darse cuenta el momento del postre llegó. En su plato fue servido una de las creaciones de su chico, una caja de fresas bañadas en chocolate; al llevarse una fresa a la boca el sabor a chocolate no estaba, fue café lo que su paladar degustó. ¡Dioses! Eso era una delicia, él amaba el café, no era muy fan de lo dulce pero si este contenía café lo comía sin importa nada. La segunda fresa fue degustada con calma, hasta se lamia los labios de lo delicioso que se encontraba. Como amaba las creaciones de su chico y más si estas contenían su adicción.

–Cariño creo que deberías dejar de hacer esa clase de expresiones y de soltar gemidos.

La tercer y última fresa quedó a medio camino, observó a su abuelo que trataba de ocultar su sonrisa con el dorso de sus manos mientras que con los ojos le indicaba mirar a un lado de él. Así lo hizo, casi, repito, casi suelta un gemido en toda regla, pues Kagami se mordía el labio inferior con cierta fuerza, su mirada destilaba lujuria pura, su respiración era un tanto acelerada, pese a ello, podía saber por el lenguaje corporal que su chico se encontraba excitado; parecía un animal en espera de algún indicio para atacar y, joder, que con el sólo hecho de verlo se excitó.

–Creo que deberías dejar las fresas por el momento y probar lo que hay dentro de la caja Daiki.

Nuevamente su abuelo, la voz de la sensatez en ese lugar se hizo presente porque lo que restaba a Kagami y él estaban a nada de pisar suelo rojo.

–Lo siento.

Dejó la fresa sobre el plato, abrió con sumo cuidado la caja pues no quería que se rompiera, el olor a café impacto sin misericordia contra su olfato. Santísima corte celestial que se encuentra en los cielos, aquello era lo más delicioso y hermoso que había visto, y el café ¡dios!, se le hacía agua la boca con el interior de aquello. Rosas y girasoles de, se llevó uno a la boca, pan de vainilla bañado de café. Había varias intercaladas a los lados, en el centro se encontraba un pequeño círculo de... algo con puntitos blancos, lo tomó, le dio una mordida llevándose el asombro de ser malvavisco cubierto de chocolate amargo. Mientras lo comía noto que algo sobresalía en el centro. Era un...un... NO. PUEDE. SER.

–¿Ka-Kagami... qu-qu-qué significa esto?

Lo busco. Lo encontró con una sonrisa pequeña y ojos brillosos caminando en su dirección. Con la mirada siguió su andar y accionar. Se levantó como si la silla quemara cuando noto como este se iba a hincar, aún sostenía el bombón y lo encontrado.

–¿Qu-qué haces?

Kagami camino a él, tomó la mano que sostenía el bombón para llevárselo a la boca. Aquello no le agrado al moreno ya que era su bombón, su dulce. Junto sus labios para poder disfrutar de su preciado bombón. Cuando se separaron Kagami tomó la mano donde sostenía el objeto.

–Con esto te pido, delante de la persona que más te importa, que pases el resto de tu vida a mi lado. Sé que aún somos jóvenes, a ambos nos falta un año y, año y medio para terminar nuestras carreras, pero se con seguridad que quiero... deseo estar a tu lado, nuestras vidas cambiaran eso tenlo por seguro, –Una sonrisa y un beso fueron obsequiados. – pero quiero estar ahí y que tú estés ahí en los logros, alegrías y tristezas, buenos y malos momentos, conociéndonos como lo hago sé que serán más malos, sin embargo, te amo... también sé que no necesitas esto para quedarte a mi lado, pero para mí es una muestra de que eres mío, de que soy tuyo, de que todos sepan que nos pertenecemos... por ello delante de tu abuelo... te pregunto: ¿Aomine Daiki me harías el honor de convertirme en el hombre más estúpidamente feliz del mundo al aceptar casarte conmigo?

El moreno se soltó del agarre, camino hasta la silla donde minutos antes se encontraba, se sentó, observo el anillo y después a su abuelo intercaladamente en varias ocasiones. Se encontraba en blanco, aún no podía procesar todo lo dicho. O sea, le habían pedido matrimonio. ¡A él! Cuando se había mentalizado ser él el que lo pidiera, el que se estuviera cociendo en nervios por la respuesta, no al revés. Eso era mucho para su pobre cerebro que ni siquiera aún había podido comprender el hecho de haber sido secuestrado por su...

Las piezas del rompecabezas cayeron tan pesadas y organizadas antes su mente dando la pauta para su comprendimiento. Kagami ya lo había planeado, ayudado por su abuelo pues este ya los esperaba hasta con la habitación preparada.

–Daiki... ¿Amas a este chico? – Intervino su abuelo.

–¡Por supuesto que sí! Si no lo hiciera nunca le hubiera contado sobre el jardín, abuelo.

–¿Entonces?

–¿Entonces qué?

–¿Por qué no le has dado tu respuesta? ¿Qué necesitas para tirártele gritando sí y besarlo?

Aomine lo miró con incredulidad. ¿En serio ese era su abuelo? Después giró su cabeza para ver a Kagami el cual se encontraba a su lado con un brazo atravesando su pecho aferrado al otro con su mano mientras lo miraba. Todo su ser destilaba nerviosismo, ansiedad, amor y miedo, aquello era raro de ver en su chico. Dio un gran suspiro. Cambio de mano el anillo y estiró el brazo izquierdo sosteniendo entre sus dedos el metal.

–Te juro que si es una broma te voy a dejar en silla de ruedas por tres meses... y si me dejas plantado te mato.

Kagami no necesito escuchar más para acercarse, tomar el anillo y deslizarlo en el dedo anular izquierdo.

–Te queda perfecto. – Un gruñido fue su respuesta. –Aomine.

El moreno le miró. Rojo invitando al azul a comenzar una danza bailada tan antigua como la humanidad misma.

–Yo tengo una invitación a cenar con los chicos, me quedaré a festejar con ellos.

Su abuelo se levantó y se fue. Cuando escucharon la puerta cerrarse con llave Kagami se le tiró cazando sus labios, sus piernas quedaron al lado de sus costados, su trasero sobre sus piernas y sus manos en su rostro. Aún bajo la droga del beso lo tomo en brazos para llevarlo a la cama donde terminaron haciéndolo tan salvaje y apasionadamente que terminaron agotados.

Kagami busco sus brazos y pecho para acurrucarse quedándose dormido al instante. Él en cambio tenía una sonrisa estúpida que no podía quitar de sus labios, pues entre sus brazos yacía la persona más importante de su mundo, en su dedo se encontraba una promesa que no necesitaba un objeto para representarla, así como un papel o fiesta ya que con o sin, él lo pensaba cumplir hasta que a alguno de los dos dijera basta.

Y la sonrisa idiota no se fue, al contrario se acentuó más pues un par de rubíes lo miraban.

–Hey.

–¿Qué haces?

–Observarte.

–¿Observarme, por qué?

–Porque me gustas. – Un pequeño sonrojo apareció en las mejillas contrarias por lo dicho.

–Tonto... ¿te metes?

–¿Puedo?

Kagami se movió hacia la izquierda dándole espacio en la cama, se quitó la playera para acto seguido deslizarse bajo las mantas, sin embargo necesitaba sentirse protegido por esos brazos que hacía mucho no tenía a su alrededor, enredó sus piernas en las contrarias para ser él el acurrucado en el pecho contrario.

–¿Aomine?

I like this.

Kagami no dijo más, sólo envolvió aún más el cuerpo contrario.

–¿Te arrepientes de casarte Daiki?

Beso los cabellos azulino, se acomodó en la almohada para caer en los mares de Morfeo.

 ¿Te arrepientes?

El moreno al escuchar la pregunta detuvo toda acción, giró su cabeza tan rápido que sintió que algún músculo se le había roto por ello, al mismo tiempo gritaba un potente: ¡No! Por supuesto que no se arrepentía de eso, pero traía tantas cosas en la cabeza que necesitaba sacarlo, decirlo, gritarlo, era algo que le venía dando vueltas desde el instante que se vio en el espejo de aquella tienda. Inhaló y exhaló tan profundo como sus pulmones se lo permitieron, de alguna forma el hacer eso le calmaba y relajaba. Sin caminar hacia el pelirrojo, entre su mano comenzó a jugar con su cabello. Volvió a tomar aire para comenzar a hablar.

–No me arrepiento... y no te atrevas a interrumpirme porque si no, no habrá noche de bodas y... sólo, esto lo llevo pensando, analizando desde hace algún tiempo, incluso me costó un par de trabajos extra, pero... me he dado cuenta que no soy la mejor persona del mundo, mi carácter es demasiado fuerte, no muestro mucho mis sentimientos por ti salvo los negativos y... ¡No comprendo cómo es que me pediste matrimonio!

–Aomine...

–¡No me interrumpas y deja de decirme así! ¡Estamos casados llámame por mi nombre!­– Se mordió un dedo, necesitaba calmarse, quería terminar con eso para poder comenzar con la noche de bodas, sin quitar su dedo de su boca prosiguió. – Perdón por gritarte.

–Realmente es muy importante lo que tienes que decirme ¿eh?

–Sí.

–Bien prometo no volver a interrumpirte a no ser que sea estrictamente necesario.

–Gracias... como decía, no te he mostrado mi mejor lado, siempre el malo, el posesivo, el celoso, el macho por así decirlo, el que muy difícilmente cede ante algo que no me agrada, de hecho en algunas ocasiones siento que en cualquier momento te cansaras de mí, me dejaras y buscaras a alguien mejor, alguien que...

–No voy a cambiarte Daiki.

Aomine dio un pequeño salto del susto al escuchar muy de cerca aquellas palabras, además de no haberse dado cuenta en el momento que Kagami comenzó a caminar hacia él. Sus labios fueron acariciados con demasiada gentileza y dulzura, se sentía desfallecer y volverse a enamorar de su pareja y, por ese tipo de detalles es que no se sentía merecedor de una persona tan increíble como lo era Taiga.

–No voy a cambiarte, para mi eres la persona más importante en mi vida, además cuando me planté delante de ti para decirte que me gustabas, que salieras conmigo ya sabía en lo que me estaba metiendo.

–Pero...

–Tal vez nuestro comienzo no fue el mejor y escuches que no eres digno, que debería de buscar a alguien que me diga te amo cada dos por tres, pero lo que ellos no saben y creo que tú tampoco, es que para mí tú eres tan transparente. No necesito que lo digas, me demuestras con hechos, con acciones lo importante que soy para ti. Tus ojos me gritan cada vez que me ven lo mucho que me amas.

–Aun así, necesitas escucharlo.

–No lo...– La protesta fue obstruida por un par de dedos en sus labios.

–Déjame seguir ¿sí?... Recuerdas de una salida grupal que habían organizado los chicos. – Kagami asintió. –No asistí porque tenía trabajo por entregar, sin embargo logré desocuparme para asistir, al llegar Satsuki te había hecho una pregunta... tu respuesta me sorprendió.

Un mes.

Faltaba un mes para que la fecha deseada llegará y Aomine ya se quería aventar del cuarto piso de la facultad. Total a nadie se le haría extraño que un alumno lo hiciera durante este periodo pues era uno de los más estresantes y agotadores por los que atravesaban tanto alumnado como profesorado y eso era... las benditas terceras parciales. Malditas y desalmadas que se confabulaban con las fechas de inicio de vacaciones junto con profesores para soltarles trabajos sacados de la manga con un valor significativo en la nota final. Como odiaba esas fechas.

Peor aún, no tenía nada para la boda. A los chicos, madre y hermana no los había vuelto a ver, mucho menos a hablar después de lo ocurrido en el salón y, para rematar, Kagami no le había mencionado nada, pero sabía que el chico se encontraba intranquilo. A casa prácticamente llegaba a dormir, ducharse y cambiarse para salir a primera hora a la universidad. Como extrañaba las comidas hechas por el pelirrojo, no se podía acostumbrar a la comida de la cafetería, extrañaba sus besos, caricias, todo. Todo extrañaba de él.

El sonido de su celular lo sacó de su lado pesimista y asesino, sonrió cual bobo cuando observó la imagen de su chico en la pantalla.

–Yo. – Puso en altavoz la llamada para poder recargar su cabeza en sus brazos y estos en la mesa.

–Aomine, ¿estas libres esta tarde?

–¿Para qué? ¿Pasarás por mí para llevarme a cenar, cariño?

–Idiota.

–Yo también te...

–Lo que sea... los chicos se reunieron para cenar y celebrar que los exámenes han terminado ¿vienes?

Vaya, eso sí que no se lo esperaba. No quería verlos, los había estado evitando a toda costa pues sabía que si los tenía enfrente los mataba, aún se encontraba decepcionado y dolido por su actuar a sabiendas que aquello le costaba. Realmente no deseaba verlos, no hasta el día de la ceremonia, pero hacía mucho que no veía a su pelirrojo.

–¿Aomine sigues ahí?

–Sigo

–¿Puedes o no?

–Tengo varios trabajos por terminar que a última hora los profesores me dieron y...

–Entiendo

–Kagam...

–Te mandaré la dirección, el lugar y la hora por mensaje, espero vallas Aomine.

Y colgó.

No le dejó ni explicarse o despedirse, además ni siquiera un te quiero o algo. Vaya, Kagami realmente estaba mal, pero en su defensa realmente tenía que hacer varios trabajos para entregarlos en ese mismo día pero... bueno si se apuraba podría interceptarlo antes para secuestrarlo y sino pues tendría que hacer tripas corazón, mantenerse callado o simular hacer algo para no tener que hablar o verlos, tal vez se ganaría una estadía en el sofá, pero prefería eso antes de terminar en la cárcel por asesinato.

Las próximas horas se la pasó entre clases, biblioteca y computadora realizando los trabajos, incluso amenazó a su equipo de trabajo si no terminaban antes de las siete. Afortunadamente estos no las necesitaron pues todos tenían planes por lo que necesitaban irse temprano, faltando treinta para las siete corrigieron, guardaron, terminaron e imprimieron para después ir en busca del profesor a entregar el trabajo.

Lástima que su mala suerte quiso jugar con él. Ahora se encontraba estancado en el metro por fallas técnicas. Cuando logró salir del túnel del infierno corrió hasta el lugar del encuentro. Todos se encontraban ya ahí, comiendo, bebiendo y hablando, se iba acercar cuando la pregunta de Satsuki lo detuvo.

–Kagamin, ¿qué piensas sobre la boda?

–¿A qué te refieres?

–¿Sobre casarte con Daiki? ¿No es un poco apresurado? Además Dai-chan no muestra mucho interés en esto, sin contar con que canceló todo.

–Lo sé pero... – Kagami se perdió en el mar de la gente que transitaba al otro lado de la ventana. –Aomine es diferente, sé que no es una persona muy demostrativa y es un bastardo de primera p...

–Kagami, esa no fue mi pregunta... ¿cuál es tu opinión de todo, del banquete, invitaciones, lugar, trajes?

–La verdad eso no me interesa salvo los trajes.

–¿Cómo?

–No sé qué piensa Aomine respecto a esto porque no dice nada, no hace nada salvo quedarse viendo al infinito o a mí, Aomine no demuestra nada, hace todo a su santa voluntad sin considerarme, en cuanto a los trajes me gustaría verlo en... sé que no accedería por que no da su brazo a torcer si no obtiene algo a cambio, no quiero presionarlo y mucho menos amenazarlo u obligarlo como...

Ya no se atrevió a escuchar más, giró sobre sus talones para emprender el camino por donde vino. Al llegar a casa dejó caer sus cosas en el pasillo, caminó hacía el estudio, observó lo poco que nuevamente había hecho referente a la boda, el dolor, el miedo y la rabia le invadieron, derramando lágrimas de impotencia volvió a romperlo todo, esta vez sí tiró todo a la basura, tanto lo viejo como lo nuevo.

¿Qué mierdas quería Kagami si este tampoco decía nada?

Él no leía la mente, así como sabía que necesitaba ayuda. Con su familia no podía contar porque lo más probable es que su madre y hermana les hubieran contado su versión, los que creía sus amigos tampoco porque se volvería a repetir lo mismo y no estaba dispuesto a dejar su orgullo y mucho menos dar explicaciones por cuanta decisión tomará.

Estúpido Taiga con su estúpida propuesta.

Estúpida boda.

Estúpida Satsuki.

Estúpidos y malditos trajes que sólo provocan inseguridades.

–¿Los trajes?

–Sí.

–Pero...

–Sé que no lo dijiste con mala intención, pero eso me hizo pensar, analizar y llegar a la conclusión de que tenías... tienes razón. No suelo ceder ante nada por ti, siempre te obligo a hacer cosas que no quieres e incluso en algunas ni te pregunto sólo lo doy por sentado. – Se alejó del cuerpo contrario para sentarse al final de la cama. –A veces te trato más como una cosa que como mi pareja, y... la verdad todo eso no me agrada. – Aomine frunció el entrecejo. –Tú no te mereces ese trato... luego los preparativos de la boda, la universidad, los chicos, mi familia, todo de alguna forma me frustro tanto que sumándole lo que iba descubriendo sobre nosotros... simplemente explote.

»Tire y rompí todo sobre la boda, arreglos, invitaciones, menús y mientras lo hacía me di cuenta que de esto no te había preguntado nada, no te dije nada... se supone que era nuestra boda, no mía, no de ellos, y... no lo sé... después llegaste, te vi y nuevamente sin preguntarte te jale a la cama para hacerte el amor... no... te folle, no me reclamaste, no dijiste nada, sólo me abrazaste mientras me decías lo mucho que me amas. Con eso me sentí un completo hijo de puta. Me aleje de ti por un tiempo poniendo como pretexto la universidad cuando ya no tenía nada. – Una sonrisa irónica esbozo. – Lo irónico es que no entendí nada hasta que sin quererlo me topé con una tienda de kimonos y vestidos de novia, no sé porque entre...

¿Quizá la curiosidad?

Faltaban sólo dos semanas y media para el gran día y Aomine Daiki no tenía absolutamente nada. La universidad ya había cerrado puertas por lo que lo único por hacer era perderse entre las calles de la ciudad en busca de respuestas a preguntas que ni siquiera tenía. Caminó, conoció y observó todo a su alrededor, sin embargo, había momentos en los que caminaba por instinto y no por conciencia pues las palabras de Taiga seguían bailando en su mente.

Sin darse cuenta paró fuera de una tienda con un nombre bastante extraño ¿Sueño o realidad? Eso parecía más una pregunta que un nombre para una tienda. No obstante, lo que se encontraba exhibiéndose detrás de los cristales pico su vena curiosa. Al entrar se llevó una gran sorpresa, dentro se encontraban maniquíes vestidos con trajes de novia de diferentes diseños, otros con kimonos blancos o de colores. Camino analizando y detallando cada vestido, objeto y cualquier detalle de la tienda; se topó con un marco de puerta doble donde se podría apreciar trajes para novio de todos los colores y estilos, varios maniquíes también vestían algunos trajes exhibiendo los cortes.

–Esta sección es para que la novia escoja el traje de su pareja.

Ante aquello su respiración se cortó, no se pegó al techo cual gato porque no era uno, sino estaría aferrado con todos los pelos de punta. Con el corazón martillando su pecho se giró hacia donde la voz provenía.

–Es extraño que un hombre entre.

La mujer que no pasaba de los veinte o treinta, pelo castaño, ojos avellana, vestida con un vestido azul marino sin mangas, un cinturón del mismo color amarrado sobre su cintura y zapatillas de piso color café. Era bonita. Ante su pregunta no supo qué responder pues ni él mismo comprendía porque había entrado.

–¿Puedo ayudarte en algo?

–Y-yo... yo me voy a casar y... – ¿Y porque le ha contestado con eso? – Lo sien...

–No te disculpes chico, dime, ¿tú escoges el vestido para la novia? ¿Cómo es la afortunada?

Aomine no contesto aquello. No supo qué contestar ya que en su relación ese rol lo tenía Kagami, pero dudaba que este quisiera vestir algo así, además sería imponerle algo, lo cual no quería hacer; sabía y comprendía que el rol de fémina no lo tenía ni Kagami ni él, pero ¿contaba la posición en la cama? Oh mierda, ya desvariaba.

Todo pensamiento fue cortado bruscamente ante el recuerdo de una llamada telefónica que tenía su chico con Alex. Mordiéndose el labio inferior camino observando y tocando todas las prendas exhibidas. No supo porque pero de la nada comenzó a contarle toda la situación por la que atravesaba referente a la boda, su familia, amigos y su chico. Cuando terminó de hacerlo su vista quedó fija en una prenda la cual era atravesada por un listón grueso de color negro.

–Creo saber lo que necesitas.

Daiki giro ante lo dicho, sin saber porque él también sonreía y se llenaba de ansiedad y emoción. La sonrisa encontrada surcando los labios contrarios le inspiraba confianza.

–Regresa en una semana y... chico no te menosprecies por algo tan insignificante.

Después de soltar aquello fue empujado hacia la puerta por ella para acto seguido escuchar la puerta ser azotada y cerrada en sus narices.

¿Pero qué mierda?

»No sé, además tampoco sin comprender le dije todo lo que sentía a una completa desconocida. Ella sólo me escucho, te lo juro, no te fui infiel.

–Lo sé, creo en ti.

–Pues eres el único.

–No te menosprecies Daiki.

–Eso mismo me dijo Natsu. – Kagami levantó una ceja en clara muestra de no comprender– La chica encargada de la tienda. Juro que sólo es una amiga no...

Su justificación murió por culpa de un par de labios.

–Sigue.

–Ella me dijo que volviera en una semana y después me corrió. Regrese. Al entrar me di cuenta que sólo estaban los encargados y que la tienda se encontraba cerrada. Natsu me pidió que me subiera a una pista frente a unos espejos, que me quitara la ropa y cerrara lo ojos. No sé porque le hice caso, pero lo hice. Cuando los abrí, me quedé en blanco. Al verme en el espejo con el kimono puesto juro que sentí como todo se aclaraba... además te vi aparecer de la nada detrás de mí, con una mano rodeabas mi cintura para pegarme a tu cuerpo, mientras que la otra comenzaba a meterse entre las telas, tu voz en mi oído, tu aliento chocando con mi oreja...

>> ¡Dios! Ahí me di cuenta que debía cambiar, que quería hacerte feliz a ti, no importaba si era a costa de mi orgullo o de lo que fuera, quería... quiero hacerte feliz, así que... compre el kimono. Luego en la boda al ver tu expresión cuando me viste supe que si te daba el gusto en algunas cosas para obtener como pago una expresión así lo haría tantas veces sea necesario.

–Daiki.

Un beso en su mejilla fue dado. Un par de brazos se cernieron en su cintura al igual que un torso se pegó a su espalda. Para Aomine ese abrazo fue tan reconfortante y sorpresivo, pues se encontraba observando su reflejo en el espejo sin notar el momento en el que Kagami había caminado para llegar hasta él.

–¿Hay más?

Ambas miradas quedaron atrapadas en el reflejo contrario. Un escalofrío naciente desde su columna atravesó todo el cuerpo de Aomine, fue tan fuerte y sorpresivo que incluso Kagami lo sintió.

–Quiero que tomes las riendas... quiero ser el pasivo.

–¿Qué? – Aquello tomó por completo de sorpresa al pelirrojo.

–Quiero dejar de pensar, de preocuparme, de estar al pendiente de ti, de todo, sólo quiero sentir, dejarme llevar y... – Dio un suspiro, su cabeza la apoyó en el hombro contrario, dejó que Kagami lo sostuviera.

–¿No sabía que...?

–No me mal entiendas, sé que sonó feo, pero estoy cansado Taiga, muchas veces desee que tu tomaras las riendas, pero... ah... creo que fue falta de comunicación y... ya estoy comenzando a decir incoherencias.

–Te amo.

–Yo también.

–¿Entonces...?

–Entonces quiero ser el pasivo hoy y el resto de la luna de miel, quiero sentirte entre mis piernas, pero no para darme un oral sino porque me estás preparando, me embistes, me acaricias, quiero sentir mi cuerpo ser tratado y movido a tu antojo. Quiero... quiero entregarme a mi esposo, entregarme a la única persona que se queda a mi lado con pies de plomo soportándome en toda clase de situaciones.

Kagami se encontraba tan sorprendido como abrumado, lo que le pedía su moreno era tan alucinante que no sabía cómo actuar, era demasiada información que digerir, analizar y comprender que optó por mecerlos en una pequeña danza. Su sorpresa aumentó a niveles alucinantes cuando sintió a Daiki dejarse guiar por él, comprobando que sus palabras eran serias y verdaderas.

Observó la imagen del espejo.

Daiki recargado en su totalidad en su pecho, acariciando sus brazos que cual boa apresaban su cintura, los ojos cerrados, los labios brillosos y rojos, un poco de pelo azulado cayendo por el lado izquierdo del cuello contrastando con el blanco del kimono. Ese kimono que logró arrancarle todo el aire de sus pulmones de lo hermoso que se veía. La imagen al estar frente al camino hacia el altar no paraba de revolotear en su mente. ¡Joder! Era una estampa alucinante.

Incluso aún le causaba risa los reclamos de los chicos, su madre y cuñada porque el moreno había cancelado todo lo ya establecido hasta el momento. Los ceños fruncidos y la incredulidad al momento de observar con ojo crítico todo lo que adornaba la ceremonia y la fiesta. El asombro de todos los presentes al ver a su chico caminar al lado de su padre para hacer una entrada digna de película.

Kimono blanco con bordes rojos, las mangas caían como si fueran gotas de agua casi rozando el piso, una pequeña cola era arrastrada; adornando el kimono desde la parte inferior llamas impresas en la prenda como si fueran olas –efecto producido por la tela en movimiento– finalizando con trazos de diferentes tonalidades de rojos pareciendo que las mangas se estuvieran incendiando, pero sin llegar a lastimarlo, el obi o listón grueso atravesaba su cintura para terminar en un moño no muy extenso ni muy femenino en la parte de la espalda. En sus manos llevaba un pequeño ramo de rosas, una pequeña coleta baja se asomaba de lado izquierdo con ese precioso pelo azulino que resaltaba aún más por el blanco de la prenda.

Ante la mirada extrañada de todos lo rodeó mientras lo observaba de arriba abajo lentamente, al terminar su escrutinio lo miro a los ojos, un pequeño rubor osó aparecer en las mejillas morenas.

–Hermoso. – Tanto Daiki como el padre de este lo miraron interrogantes. – Te ves realmente hermoso y perfecto.

Le quito el pequeño ramo de rosas azules y blancas para después llevar su dorso hasta sus labios y depositar un pequeño beso en ella. El sonrojo aumentó así como la vergüenza en el cuerpo contrario. Su suegro le dio una sonrisa enigmática, con la mirada le advirtió nuevamente las amenazas dadas cuando pidió la mano del moreno en la cena familiar. Daiki se aferró a su brazo, él beso su mejilla y susurró un te amo en su oído.

La ceremonia fue emotiva según su familia y el resto, pero siendo sinceros, escuchaba a medias pues su vista y mente estaban más enfocados en la persona que se encontraba a su lado enfundado en un kimono de bodas. Tan hermoso y guapo como sólo él podía serlo.

Y ahora se sentía celoso de que un espejo tuviera el privilegio de regresarle una copia de su esposo.

–¿Taiga?

Ante el silencio del pelirrojo, Aomine se extrañó por lo que estaba a punto de soltarse de su agarre para girarse, sin embargo, su intento fue obstruido por la fuerza agregada a este. Confuso lo observó en el espejo.

–¿Tan mal sonó lo que pedí?

–No. – Un beso fue dado en su piel expuesta ante la bajada de la manga. – Al contrario me tomó por sorpresa. – Otro beso en el mismo lugar. – ¿Estás seguro de lo que pides?

–Lo quiero.

Aomine trató de girarse para quedar de frente al pelirrojo, pero los brazos contrarios no se lo permitieron. Un escalofrío recorrió su cuerpo provocando el inicio de un incendio asfixiante, alucinante así como placentero y el cual no planeaba detener. Vibro con expectativa al sentir como el obi era aflojado, su manga terminó cayendo casi al completo por la acción, una mano un tanto fría se coló por los pliegues de la prenda que cubrían su torso. Caricias suaves fueron dadas, unos labios comenzaron a recorrer desde su cuello hasta su hombro, ida y vuelta.

Su oreja recibió una mordida que hizo a sus piernas temblar. Las caricias se volvieron fuego ante el hielo de su cuerpo. La mano que lo sostenía serpenteo hasta uno de sus muslos trazando círculos. Elevo una de sus manos al cuello de Taiga para sostenerse pues la mano que segundos antes le daba caricias a su muslo se había colado a su miembro, el cual ya se encontraba alzado y vibrante

–Mírate Daiki, con sólo un par de caricias y ya estás duro.

El pecho moreno subía y bajaba con fuerza, sus labios entreabiertos, un sonrojo comenzaba a atenuarse así como sus ojos se cristalizaron por el placer que empezaba a ganar terreno.

Kagami ante tal visión tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para no subir el kimono de la parte trasera y empalarlo ahí mismo. Pese a su enorme deseo de hacer tal maniobra tuvo que repetirse cual mantra que Daiki era virgen en esa zona, además deseaba regalarle la mejor noche su vida.

Lento y suave llevó a ambos a la orilla de la cama, con cuidado sacó las manos del kimono. Dejó a Daiki sentado en la cama con los ojos cerrados. Arrastró el espejo hasta situarlo frente a la cama, pero a una distancia prudente, no quería que por accidente Aomine lo empujara y se rompiera. Se posicionó detrás de él, le abrió las piernas y el kimono, pero sin desatar el obi que lo mantenía en su sitio. Comenzó a sobar el miembro contrario. Sentía al completo el palpitar desenfrenado del corazón que tanto amaba así como el constante movimiento de su cuerpo cuando vibraba por los escalofríos característicos de la excitación. Kagami comenzó a acariciar el cuerpo contrario por sobre la tela mientras el moreno se pegaba más a su cuerpo, su miembro duro rozando con las nalgas contrarias. Excitado, ansiosos y feliz se sentía el pelirrojo.

No obstante, Aomine era otro cantar. Sentía el miembro de Kagami contra su espalda baja, su mente comenzaba a emprender un viaje hacia el universo pues las caricias recibidas en su cuerpo lograban olas de placer a las cuales gustoso se dejaba arrastrar.

–Daiki abre los ojos. – El moreno abrió sus ojos fijándolos en los contrarios. –Observa cómo te hago el amor, cariño.

El sonrojo impregnó al completo su rostro. Su corazón bombeó tan rápido como su miembro palpitó de pura ansiedad y amor. Sus labios fueron cazados por los contrarios, sus brazos fueron a anclarse a la espalda contraria, sin darse cuenta sus piernas se fueron abriendo para darle mejor accesibilidad al cuerpo sobre él.

Ambos olvidaron completamente el espejo frente de ellos.

–Ta-Taiga mhg

El pelirrojo se separó de su azulina perdición para pararse sobre el colchón, le aventó un beso para después dedicarle una sonrisa zorruna. Acto seguido se fue quitando la ropa con movimientos sensuales y al ritmo de una música reproducida por su propio cuerpo bajo la atenta mirada de Daiki, el cual se encontraba sorprendido por ser espectador de un baile protagonizado sólo para él.

Kagami al quedar en su piel, colocó cada rodilla sobre el colchón al lado de la cadera morena, beso la frente, cada párpado, la nariz y por último los labios terminando con una pequeña mordida; una sonrisa fue dada para acto seguido voltear a Daiki contra el colchón, sus manos viajaron desde los muslos hasta la coronilla regresando al obi para desatarlo completamente. Con sus manos levantó al moreno dejándolo de rodillas delante de él.

Aomine se extrañó por el accionar del pelirrojo más no replicó. Sin embargo, se sentía vulnerable, ansioso y nervioso por el hecho de no tener las riendas en el encuentro sexual en el que estaba totalmente sumergido. Le gustaba muchísimo los movimientos y gestos que Kagami realizaba para excitarlo y, a su vez, tranquilizarlo. Sin quererlo, prácticamente le había gritado el miedo que invadía su ser, por ello detestaba ser tan transparente ante Taiga. Un gemido escapó de sus labios cuando atacaron sus pezones. Su miembro le mandó una pulsación de placer que lo estremeció totalmente.

Aquellas manos se movieron hacia sus hombros y espalda llevándose en medio el kimono que aún cubría su cuerpo, no obstante, aquellas manos no se detuvieron pues siguieron bajando hasta llegar a sus glúteos

–Ah... Kagami... ¿qué...?

–Shh.

Kagami retiro el kimono para encontrarse con una espalda que comenzaba a perlarse por el sudor. Amasó esos firmes y respingonas posaderas que le volvían loco. Mordió uno y al otro le dio un par de caricias, obtuvo como respuesta un par de celestiales gemidos.

–Te amo Daiki.

Volvió a girar el cuerpo contrario dando caza a esos apetitosos labios sabor café. Beso todo el torso contrario mientras sus manos grababan a fuego la geografía del cuerpo bajo suyo. Deslizó con extrema parsimonia los boxers que protegían recelosamente el miembro contrario. Beso la punta.

–Ah... Ka-Kagami

Aomine poco a poco comenzó a caer en un remolino de sensaciones producidas por aquella cavidad bucal. Se aferró con una mano a la sábana y con la otra obstruía el flujo de gemidos que no paraban de empujar sus labios por libertad. No sentía el movimiento inconsciente que hacían sus caderas a la hora de la retirada de la boca contrario. No obstante, no quería más juegos previos, no más lamidas a su miembro, quería pasar al plato principal y Kagami no daba indicios de siquiera comenzar a prepararlo.

–Pa-para... ¡Joder para Kagami!

Ante tremendo grito, Taiga paro toda acción. Lo miro interrogante y asustado pensando que quizá esto era demasiado para Aomine.

–Deja de pensar y mírame idiota.

Daiki atrajo con ambas manos el rostro contrario quedando a escasos centímetros de distancia.

–Para de jugar y comienza a prepararme o juro que me empalo yo ya mismo.

Kagami quedó sorprendido ante las palabras de Daiki. Reaccionó al sentir el movimiento pélvico de su chico comprendiendo el mensaje. Sostuvo de las caderas a Daiki para besarlo lento y profundo.

–Ni porque me has cedido en control dejas del todo ser un mandón Dai-ki. – Deletreo y saboreo el nombre de su pareja.

–Eres lento. – Un pequeño puchero se hizo en sus labios.

–Te recuerdo que es tu primera vez...

–¡Por supuesto que no!

–Por supuesto que sí, tal vez de tu parte delantera, pero la trasera sigue siendo terreno virgen, precioso.

–Eres un... ¡Ah!

No pudo terminar su reclamo ya que un dedo explorador comenzó con la expedición en su interior. Al principio fue sumamente incómodo, el dolor hizo aparición obstruyendo el previo placer que circulaba por su sistema. Las caricias a su miembro fueron retomadas y sus labios cazados. Un segundo dedo le hizo compañía al primero para minutos después un tercero.

–¡Santo Dios!

Daiki se contorsiono cual babosa con sal ante tal sensación. Su respiración se cortó y su corazón se detuvo. Sus uñas las encajo en los hombros de Taiga. Sentía que en cualquier momento caería a la inconsciencia por ello.

–Creo que lo encontré.

Kagami siguió dando en el mismo punto mientras respiraba profundo, el sonido de la respiración de Aomine junto con la sensación caliente dada por el interior de aquella cavidad a sus dedos comenzaban a ser estragos en su autocontrol.

–Ba-basta... mételo ya Taiga.

–No, sigues algo estrecho y...

–¡Sólo mételo joder! Quiero sentirte dentro ya.

Sustrajo los dedos. Abrió todo lo que las piernas canelas dieron de sí. Elevo las caderas contrarias unos centímetros, posiciono su miembro y sin reparo se incrusto en el ano de Daiki.

–¡Ah!... Hijo de... no... no te mu-uevas.

–Mgh te lo dije, necio.

–Taiga.

El pelirrojo bajó la vista para quedarse con la boca seca. Su morena perdición se encontraba con la respiración acelerada, los labios entreabiertos, sus ojos amenazaban con derramar lágrimas y un rubor exquisito en sus mejillas, una estampa realmente excitante y tan jodidamente sexy y tierna que le cortaba la respiración. Comenzó a repartir caricias en su pecho, pero un par de botones rosas lo llamaban. Lamio, chupo y succiono un pezón mientras el otro era masajeado por su mano. Los gemidos ahogados comenzaron a llegar a sus oídos, clara indicación que hacía un buen trabajo. En su estómago comenzó a sentir como algo iba cobrando vida.

–Muévete.

Ni lento ni perezoso comenzó con aquella danza que tanto ansiaba bailar con su novio, ahora esposo.

Daiki por otro lado se sentía caer en un torbellino de sensaciones producidas por ese pedazo de carne que ahora se encontraba entrando y saliendo de su ano como Juan por su casa. Cada vez que cerraba los ojos podía observar cientos de estrellas fugaces cegándolo a su paso. Se aferró con piernas y manos a Kagami al sentir el aumento de velocidad de las estocadas.

–Joder... Taigah ah... más... ¡Ahí!

Las paredes de Daiki vibraron cuando el pene de Kagami dio en un punto que le provocó ver puntitos de colores. La presión y el calor le hicieron soltar a Taiga un ronco gemido.

Mientras lo embestía, Taiga llevó un par de dedos entre los glúteos morenos, con cuidado comenzó a repartir caricias a lo largo de la línea divisoria entre su pene y el ano de Daiki, era una sensación totalmente diferente y que de alguna manera le hacía sentir orgullo pues era el primero y el último pene que invadía aquella cavidad. Su amado se veía tan jodidamente hermoso, sexy y erótico que lo hacía temblar de excitación pura.

No podía creer que tuviera abierto de piernas, sonrojado, con la respiración irregular y los ojos cristalizados e inundado de placer a su moreno. Su pene entrando y saliendo con intervalos diferentes de velocidad, gozando cada instante de la penetración mientras que Daiki se aferraba con una mano a su espalda o brazo y con la otra se sostenía de la cabecera o las sábanas en busca de un soporte

–Ta-Taiga... mgh... ve-ve des ¡Oh por dios!... ve, dame...

Daiki no lograba formar la oración con las palabras que quería pues su esposo no le daba tregua, lo embestía tan fuerte y profundo dando en un punto desconocido que lo hacía ver el universo tras sus párpados; a duras penas lograba jalar un poco de aire hacia sus pulmones pues este era arrebatado o por la profundidad de las estocadas o los besos arrasadores dados y, aún así quería más, quería más de su esposo, más embestidas, más besos, más caricias, más palabras. No se sentía satisfecho con nada.

No se dio cuenta en el momento que Kagami saco su pene para colocarlo en cuatro, aquella posición no le gustaba. No le permitía ver el rostro de su chico.

–N-no... no quiero.

Ante la negativa Taiga se detuvo. Repartió besos desde la espalda baja hasta el cuello, los hombros y finalmente en sus orejas, volteo el rostro contrario para mirarlo.

–¿No te gusta?

¡Santo cielo y toda su corte celestial!

Esa voz. Esa presión. Ese calor. Todo ello lo sentía al triple en su espalda, el hormigueo nació en su bajo vientre, sus caderas se movieron levemente como protesta de la detención de la fricción. Su cuerpo convulsionaba de puro placer producido por la persona que lo sostenía por el vientre.

–No... no es eso, esta posición no me gusta.

–Es la mejor para...

–¡No me importa! Con esto no puedo verte la cara, yo quiero verla, ver tus ojos, esto no...

La intromisión fuerte y profunda del miembro de Taiga hizo su reaparición junto con un par de embestidas certeras que lograron acallar su reclamo. Las palabras fueron reemplazadas por gemidos. Su cuerpo vibró y su respiración se cortó.

–Te prometo que no te vendrás sin verme a los ojos.

Kagami mordisqueo, beso y chupo la piel expuesta de su espalda. Las embestidas fueron reiniciadas. Certeras, rápidas y profundas. Sus caderas eran sostenidas por un par de manos que de vez en cuando le repartían caricias, pero no lo liberaban. El sonido producido por sus posaderas y los huevos de su pareja era obsceno, excitante y de alguna forma relajante pues con ello confirmaba una realidad y no un sueño o alucinación producida por su mente.

–¡Taiga!

Aomine sentía que en cualquier momento eyacularía, no quería terminar como un perro siendo montado por otro. De sus labios brotó un gimoteo al sentir una mano serpenteando desde su cadera hasta su miembro para después aprisionarlo en un fuerte agarre.

–No te dejaré.

Una embestida más. Un gemido glorioso. Nuevamente siendo girado. Su respiración era errática y fuerte, necesitaba oxígeno. Necesitaba un respiro.

–Mhg.

Un respiro que su esposo no estaba dispuesto a darle, sus piernas fueron abiertas, sus bolas fueron besadas y acariciadas al igual que su miembro. Unos labios repartiendo ósculos por su piel, mordidas dadas a sus pezones junto con un par de succiones a cada uno. Su clavícula siendo mordida y lamida. Su garganta mordida. Sus labios capturados por una dentadura dispuesta a marcarlos como suyos, unos labios succionando los suyos para segundos después comenzar un beso profundo y delicioso.

Sus brazos cobraron vida propia al deslizarse desde los antebrazos hasta la espalda contraria, sus uñas marcando su propiedad. Su pelvis cobrando vida al comenzar un movimiento lento y suave con la contraria.

–Te amo.

Se ahogó en la marea contraria. Ardía cual leña seca ante el fuego inmisericorde que lo rodeaba. Le regalo una sonrisa y un beso.

–Te amo más Taiga. – Una sonrisa tuvo como respuesta.

–Sujétate.

No tuvo tiempo de asimilar lo dicho cuando fue alzado y empalado por su pareja.

–¡Ah!

Su cuerpo tembló cual hoja al viento. Tuvo que aferrarse a los hombros contrarios, importándole menos la fuerza empleada en sus dedos. La respiración se le cortó. Al abrir los ojos se encontró con un par de llamas dispuestas a incendiarlo completamente. El vaho de sus respiraciones se podía ver de lo fuertes que eran. Acarició los cabellos contrarios mientras dejaba a sus dedos perderse en las hebras rojizas.

–Eres un bruto.

–No escuche réplicas.

–Porque no me dio tiempo... siquiera yo fui más gentil contigo en tu primera ve... – Una lengua húmeda, caliente y traviesa atravesó las barreras de sus labios para colarse en su cavidad bucal así mismo sus labios fueron aprisionados por los contrarios.

–Ciertamente fuiste más gentil, pero sé que la gentileza no te va ¿o sí? – Una zorruna sonrisa se apoderó de los belfos de Kagami.

–Te recuerdo animal que es mi primera v... ¡Ah! Mhg... Dios... no pares...

Así lo hizo. Kagami arremetía con todo contra aquel trasero ofrecido abierto y dispuesto ante cualquier cosa que él deseara hacerle. Sus ojos no perdieron en ningún momento ninguna expresión de Daiki. Sentía como las piernas contrarias se apretaban en torno a sus muslos en busca de fuerza o soporte. Sintió el temblor y la aprehensión del interior de su moreno en clara señal de ya no resistir más.

–Taiga... ya ah... ya no...

–Juntos amor

Tres estocadas más y Daiki explotó en medio de ambos vientres, sus paredes cortaron el miembro que aún seguía arremetiendo sin piedad en contra suya. Segundos o minutos después un calor abrasador inundó su interior desde su ano hasta su garganta. Se aferró todavía más a Kagami.

–Te amo Daiki.

El moreno no pudo responderle, pero le dio una sonrisa y un beso. Su cuerpo lo comenzaba a sentir pesado, sus párpados clamaban por ser cerrados. El letargo abordaba su ser. No sintió el momento en que fue depositado nuevamente en la cama, el miembro ajeno abandonando su interior.

–Taiga...

–Duerme.

Se giró para quedar de lado. El mundo de Morfeo lo reclamaba cual trofeo de guerra. Sumergió la cara en la almohada y por fin se entregó a su destino. No sintió como fue jalado hacia un pecho conocido bastante bien y mucho menos las mantas cubriendo ambos cuerpos.

Al despertar se topó con la luz de la luna infiltrándose en la habitación a través de las cortinas. Parpadeo un par de veces para aclarar su visión. Intentó moverse, pero un par de brazos cerniéndose alrededor de su cintura se lo prohibieron, con cuidado los retiro. Al intentar pararse su cadera levantó protestas, las cuales fueron ignoradas. Examinó la habitación. El rubor reapareció en sus mejillas cuando las escenas de la noche anterior regresaron a su mente cual ventisca invernal. Se levantó muy despacio de la cama, del suelo tomo la camisa de Kagami y salió de la habitación.

El olor a café inundaba la estancia como a su nariz. Dio un respingo al sentir unos brazos recorrer su cintura, se relajó al reconocerlos, su espalda recibió con deleite el calor ajeno, un pequeño jadeo escapó de sus labios al recibir un beso en su hombro.

–Desperté y a mi lado no se encontraba mi esposo.

Aomine no contestó, pero comenzó una pequeña danza que el cuerpo contrario siguió con deleite. Le dio un trago a la taza humeante y respondió.

–A tu esposo le llamaban sus amantes preferidos.

–Que mal esposo eres, no llevas ni un día casado y ya le estás siendo infiel.

–Que te puedo decir, soy débil ante su seducción

Una pequeña risa invadió su oído izquierdo para después recibir un beso en la mejilla.

–A veces me sorprendes Daiki.

–¿Eso es bueno o malo?

–Depende... Te amo, precioso.

El moreno volvió a tomar un sorbo de su preciado elixir. Dejó la taza en el barandal, giro sobre su propio eje para quedar anclado en un iris que lo miraba con devoción y amor. Santa mierda. Como amaba a ese hombre. Paso sus brazos por su cuello para acto seguido cazar ese par de labios rojizos que lo volvían loco.

–¿Y eso?

Daiki no contestó, sólo le sonrió y lo volvió a besar. No se dio cuenta como Kagami los llevaba a ambos dentro con pasos lentos hasta que sintió el colchón tras su espalda.

–Oye, mi café.

–Después te hago otro.

Los besos se reanudaron así como las caricias.

–Aush.

–¿Qué?

–Mi espalda.

Aomine comprendió al instante, intentó salir debajo del cuerpo contrario, pero este se lo impidió.

–Déjame revisarte.

–Ya sé cuál es el diagnóstico doctor Aomine.

–No soy doctor.

–Pero lo serás precioso... y todos sabrán que ya tienes dueño.

Kagami tomó la mano izquierda, beso el dedo donde se encontraba el anillo que reafirmaba lo dicho.

–Por cierto, ¿cómo le hiciste para tener todo listo en menos de una semana?

–¿Te refieres a la boda? – Kagami movió la cabeza afirmativamente. – Ventajas de tener a Akashi y Midorima en el mismo lugar.

Claro que no le iba a decir cómo fue que consiguió su ayuda... aunque ni él mismo lo sabía, pero agradecía enormemente el que ellos le hayan ayudado y sobre todo al señor Akashi quien le prestó su jardín para que la fiesta y la ceremonia se llevarán a cabo. Además de haber quedado enamorado de ese jardín pues aunque la nieve reinaba en los suelos, las flores y árboles congelados daban una estampa alucinante.

–Sabes, no comprendo cómo te gusta el invierno si tú odias el frío.

–No lo sé, simplemente me gusta.

–Tonto.

Los besos se reanudaron, las caricias hicieron acto de presencia así como las corrientes eléctricas. Su miembro comenzaba a cobrar vida y el deseo subía demasiado rápido para su gusto pero vamos, no podía negar que le encantó la forma en que Taiga lo había hecho suyo, como lo penetraba y besaba. Quizás dejaría que él tomara el control más seguido después de todo esta etapa que comenzaba quería que fuera diferente y vaya que comenzó de una manera que ni él mismo pudo comprender.

Chantajeado, cazado, enamorado y casado.

¿Qué más le podía pasar al lado de ese hombre chantajista?

 

 

 

Porque sin buscarte ando encontrándote en todos lados principalmente cuando cierro los ojos.

Julio Cortázar

 

Notas finales:

Chan chan chaaaaan~

¿Qué les pareció?

Por cierto para aclarar Kagami estudia para chef y Aomine para doctor un año atrás porque no sabía qué estudiar y, se casaron el 20 de diciembre.

Nos vemos.

Yanne.

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