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Good bye my dear... por Konan Shimizu Uchiha

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Notas del fanfic:

¡Otro fic de GOTCHAROCKA!

¡Yay!

Ha estado cocinándose desde Mayo del 2015, por lo que usé la canción más reciente de ese entonces para inspirarme y ponerle título: Director's cut (mi favorita del single Emotion/Director's cut).


Está ligeramente relacionado con Touch my heart, por lo que recomiendo leer cómo inició el amor entre Toya y JUN.

Notas del capitulo:

Oh, nuevamente un ToyaxJUN (aunque la pareja no me va del todo... #JUNxJuiFan)
Nuevamente, está dedicado a la misma persona de la vez pasada.

Feliz, feliz cumpleaños.
Touch my heart llegó muy tarde. Este llega a las 00:00, tal como lo ordenaste.
Espero que te guste, pues sabes perfectamente cuánto luché para escribirlo -risas-

PD: Recibirás tres felicitaciones de mi parte.
PD2: Te quiero.
PD3: No sé por qué pongo postdatas en el inicio. Soy genial.

¡A leer!

Las flores artificiales ya le estaban aburriendo.

Había tomado asiento en esa mesa a las seis y cuarenta de la tarde, había tenido tiempo de observar cada detalle del lugar, había visto ir y venir parejas, comensales quedando satisfechos por la deliciosa comida de ese lujoso restaurante, escuchó el choque de copas debido a negocios exitosos. Desde esa mesa para dos podía ver todo. Todo menos a su novio.

Ese guitarrista que era su amante por casi dos años le había invitado a cenar a las siete y para mala suerte del pelinegro, el reloj marcaba las nueve y media de la noche. Toya estaba mentalizado a esperar diez minutos más y escuchar sus excusas usuales, algo sobre la grabación, algo sobre el mánager de la banda teniéndolo atrapado en una reunión, algo sobre su mascota, una piedra llamada Rokku-chan.

 

En el mundo existen cosas que son imposibles, cosas que podrían pasar y otras cosas que son verídicas. En la vida de Toya, lo más verídico es su ausencia de paciencia. El pelinegro daba su mejor esfuerzo para no enojarse con Jun, intentaba con tantas fuerzas dejar pasar esos pequeños detalles que sin duda alguna le molestaban pues al fin y al cabo, se había enamorado de un hombre infantil, incapaz de llegar temprano porque se trasnochaba cada día trabajando.

Nadie podía negar que él evitaba añadir estrés, controlando todos sus impulsos bajo una máscara. Pero justo en el momento que Toya vio los pétalos falsos una última vez antes de pagar e irse del lugar, se dio cuenta de cuan desgastada estaba la relación.

 

Como toda relación en la que había estado involucrado, los primeros días habían sido hermosos. Habían compartido noches enteras de charlas sin sentido, mañanas de ocio en donde simplemente se abrazaban, tardes de películas, sonrisas cómplices que tenía un solo destino: la habitación. O el baño del estudio. O el carro. Ah, una vez durante una reunión junto a otras bandas.

Toya sí que había disfrutado de esos primeros meses… Apostaba a que Jun también lo había hecho. Pero ahora todo se sentía tan lejano…  Intangible. Lo único que le acompañaba durante su travesía por las calles de Tokyo eran los recuerdos. Y nadie puede vivir de recuerdos.

 

Esto debía terminar.

—Todos debemos cambiar, ¿cierto? —susurró el pelinegro para sí mismo. Sacó un cigarrillo y su encendedor, objetos que le acompañarían hasta la estación de tren más cercana.

 

I ~ I ~ I

 

—¡Muy buenos días, chicos! —Jun había amanecido de buen humor. La noche anterior le había resultado perfecta para componer y aunque no había dormido casi, esa nueva canción se repetía en su mente y le animaba.

—Buenos días —Jui fue el único en contestarle. El castaño tomaba un café y leía algo desde su querido iPad.

—Ya tengo más trabajo para ti. Te encantará la nueva melodía —como un niño pequeño buscando atención, interrumpió la lectura del cantante para hablar un poco—. Quiero que la escuches apenas termine. Supongo que esta noche la ocuparé en eso.

—Espera, ¿estuviste trabajando toda la noche?

—Sí —el pelirrosa ahora se encargaba de sacar su portátil pues debía preparar los datos para el ensayo.

—¿Toda, toda la noche? —repitió Jui. Ya había dejado de lado su iPad y ahora se concentraba en hacer reaccionar a Jun. Sabía perfectamente que el guitarrista se internaba en el trabajo lo suficiente como para olvidar comer, respirar, vivir. No exageraba.

—Sí, toda, toda la noche. Como casi siempre —el tono de Jun seguía siendo el mismo.

—Entonces… ¿Cómo te fue en tu cita con Toya? —hubo un pequeño instante en el que Jui esperó un grito. Una reacción atolondrada. Unos cuantos chillidos. Algo con lo que se pudiese reír todo el día a costa del sufrimiento de Jun. Pero todo lo que recibió fue una simple palabra de labios del menor:

—Demonios…

—Alguien va a llegar de muy mal humor hoy… —Jui tomó otro sorbo de su café—. Esos son los pronósticos de hoy para God Child Records.

—¿Cómo pude olvidarlo? —Jun continuó soltando unas cuantas frases mientras se hundía en su depresión. Jui, por su parte, intentaba no reírse—. Me matará. Me va a castigar hasta que muera. ¡Peor aún! Me atará a su cama y…

—Basta. No quiero saber nada sobre mis compañeros de banda amarrados a las camas de otros. Te juro que no quiero.

—Jui, ¿qué debería hacer? —la expresión que el guitarrista usó no fue la esperada por el castaño. Se le notaba a leguas que estaba muy desesperado por enmendar su error.

—Te diré exactamente lo que debes hacer. Presta atención porque no lo quiero repetir… —Jui dejó de lado el café. Era hora de ayudar a su viejo amigo.

 

I ~ I ~ I

 

El sol brillaba y Toya lo odiaba.

Las calles estaban abarrotadas de gente y Toya lo detestaba.

El tren estaba colapsado y Toya lo aborrecía.

 

Sin duda alguna, el pelinegro se había levantado con un humor de perros. Humor que llegó a arder como una fogata en pleno campamento gracias a todos los agentes externos que colaboraban en añadirle leña al fuego.

La banda tenía un ensayo programado desde el mediodía hasta caer la noche, así que Toya se dirigía a la compañía sin nada de ánimos para enfrentarse al día.

Luego de una hora de lucha entre la marea de personas que tenían vida activa en Tokyo, logró llegar a la sala de ensayos en el momento preciso para escuchar esa conversación tan interesante entre Jun y Jui.

—¿A qué hermoso lugar me llevarás? —era Jui quien preguntaba. Toya se acercó más a la puerta entreabierta para así no perder ni una sola palabra.

—A la luna —contestó el pelirrosa, por lo que ambos rieron—. Bien, te llevaré a ese lugar donde has querido ir desde nuestra última gira.

—¡¿De verdad?! Eres todo un amor, Jun. Te amo, te amo tanto.

—Y yo te amo a ti. Permíteme ser un estúpido romántico, pero siempre has tenido mi corazón en tus manos. Todo este tiempo… —Toya escuchó esa frase de labios de su… amante… No lo quería admitir, pero algo intentaba romperse. Su fino hilo de la cordura amenazaba con despedazarse… Entraría allí, vería a los dos “tortolitos” y… ¿gritaría? No lo sabía realmente. Y tampoco lo iba a comprobar.

 

El pelinegro se alejó de la sala. Se alejó del edificio. Se alejó del distrito.

No quería mostrarse como una niña a la que acababan de traicionar, pero tampoco iba a fingir que nada había pasado, que no había escuchado nada.

¿Sería irresponsable de su parte tomarse unas vacaciones no autorizadas por sus superiores? ¿Podía desaparecer del mapa sin que sus compañeros de banda enloqueciesen? Aunque justo en ese momento no quería pensar en esos dos traicioneros.

 

Toya tomó su decisión en cuestión de segundos. Tomó su teléfono, tecleó un número que no había usado en años y la llamada comenzó.

 

Haría el mayor acto de egoísmo.

 

I ~ I ~ I

 

—Muy bien, gran idiota. ¿Te aprendiste tu guion? —Jui, después de haberse reído del guitarrista de su banda durante unos treinta y cinco minutos, comenzó a colaborar con el mismo. Habían planificado un viaje a la playa con cena romántica a la luz de la luna, una habitación cuyas paredes eran sustituidas por vitrales y una pequeña excursión por el bazar del lugar. Sonaba perfecto y todo porque Jui había metido sus manos en ello. El cantante ayudó a mover medio Japón para hacer las reservaciones necesarias, por lo que Jun solo se encargaría de invitar a Toya sin arruinar nada.

—Por supuesto que sí, el plan es a prueba de tontos.

—Y aunque digas eso, temo por ti y por Toya —la frase salió en un susurro tan suave que no llegó a los oídos del pelirrosa.

—¡¿Eh?! ¡Repite eso! —exigió Jun, quien ahora luchaba un poco con las cuerdas de su querida guitarra roja.

—Nada importante, gran idiota.

—Estimado cantante de mi banda, ¿podría usted dejar de llamarme gran idio- —la petición de Jun fue interrumpida por una canción conocida por ambos, el tic tac, el típico sonido de alguien dándole cuerda a un reloj, intentando darle vida al mismo, luego las guitarras, la batería, toda la parte musical de una de las canciones más recientes de la banda: Director’s cut.

Un solo celular de la sala utilizaba esa melodía para un solo contacto en su agenda: Toya llamaba a Jun. El pelirrosa se apresuró a rebuscar el aparato entre los bolsillos de su pantalón negro. Cuando lo tuvo en mano, dudó unos segundos. ¿Qué debía decir primero? ¿Rogar por piedad y explicar lo que pasó? ¿Invitarlo inmediatamente? ¿Hablar como si nada hubiese pasado? Las preguntas pasaban por su cabeza tal como los relámpagos se mostraban en los días de lluvia. La velocidad con que tomó la decisión también fue abruptamente fugaz.

—El zorro más bonito de la ciudad al habla y tiene el gusto de hablar con la persona que más quiere —se aventuró a decir apenas contestó la llamada.

—Jun, ¿te gustaría salir conmigo esta noche? —la voz del pelinegro no expresaba molestia por lo sucedido la noche anterior, mucho menos mostraba alegría por los planes del futuro. Utilizaba un tono tan neutro que Jun tampoco sabía qué esperar sobre dicha reunión.

—Por supuesto. ¿Me dirás la hora y lugar o me mantendrás a la expectativa? —intentó que su voz sonara lo más animada posible aunque cierto temor recorría todo su cuerpo.

—Siete de la noche. En el restaurante italiano cerca del hotel Shinagawa Prince.

—Oh, perfecto. Allí estaré —conocía perfectamente el restaurante de la cita, amaba la pasta del lugar—. Por cierto, Toya… ¿Sabías que hoy teníamos ensayo?

—Mierda —fue lo último que escuchó a través del celular. Una sonrisa se dibujó en los labios de Jun, parecía que seguía siendo el mismo Toya de siempre.

 

I ~ I ~ I

 

—Muchas gracias por invitarme, Toya —el pelirrosa pasó directamente al sillón de la pequeña sala de estar y cayó sobre el mismo. Dio un vistazo rápido a la habitación y pensó en fumar un rato en el balcón, quería observar las luces del Tokyo que pocas veces duerme—. La cena estuvo deliciosa —comentó— y el postre, dios, el postre... —al no escuchar respuesta alguna, se removió un poco en su lugar hasta voltear su cabeza en dirección a Toya.

El pelinegro se encontraba en el mismo lugar desde que entró, dándole la espalda a la habitación, como si la madera de la puerta tuviese algo realmente atrayente. No era su culpa; desde que tomó la decisión, tenía la misma idea rondándole la cabeza. Ni siquiera durante la cena con Jun dejó de pensar en ello. Intentaba no demostrarle al pelirrosa que algo iba mal, que no se había concentrado en todo el día, que tenía unas cuantas palabras atoradas en la garganta y deseaba, con toda su existencia, liberarlas.

—Toya, ¿qué pasa? —Jun, quien ya se había levantado del sillón, ahora estaba justo detrás del otro guitarrista.

—Nada… —soltó un susurro que no convencía a nadie.

—Ya sé qué es lo que quieres —con su voz igual de animada que siempre, Jun dio los pasos necesarios para que el cuerpo de Toya quedase atrapado por el propio. Sus brazos se envolvieron alrededor de la cintura contraria, mientras que sus labios buscaban besar la oreja del pelinegro. Jun tenía total confianza en ese movimiento, a Toya le encantaba ser abrazado así. Solo que el pelirrosa no contaba con ese murmullo que lanzó Toya, murmullo que tomó fuerza y se volvió un grito.

—¡PARA! —al grito lo acompañó un movimiento brusco, uno que intentaba alejar al otro guitarrista.

—¿Toya? —fue lo único que se atrevió a decir. Estaba totalmente sorprendido por la reacción ajena. Esto no era normal.

—Estoy cansado… —pronunció con lentitud.

—Entonces podemos dormir —Jun realmente intentaba que su voz no se quebrase. Tenía ese mal presentimiento sobre la situación, un tipo de peso extra en el pecho que amenazaba con cortarle el flujo de aire hacia los pulmones—, puedo ir a…

—No, no entiendes. Estoy cansado de todo, absolutamente todo —le interrumpió. Toya no quería ver la expresión del contrario cuando dijera esas palabras que estaban volviéndole loco, por lo que el discurso continuó viendo hacia la puerta—. Hasta de ti.

Su intención no era herirlo, mucho menos llevarlo al borde del llanto. Lo único que quería Toya era ser sincero. Los sentimientos que había albergado por el pelirrosa se estaban perdiendo con el paso de los minutos y ya le era insoportable.

—Estoy cansado de tu actitud, de tu estupidez, de tus gritos, de que no recuerdes las promesas que haces, de que no puedas darme media hora de tu tiempo fuera del trabajo, y por sobre todas las cosas, estoy harto de esa sonrisa falsa que siempre llevas.

—Nunca ha sido falsa… —el débil comentario ­­­­hizo que Toya se girase a verlo. Una parte del pelinegro moría por abrazarle y decirle que todo estaría bien en cuanto lograran atravesar la situación, pero otra parte se negaba a seguir en el juego.

—Jun, no podemos continuar así. Realmente lo siento… —llevó su mano a la mejilla del contrario mas Jun se alejó con rapidez—. Además, sé que estabas haciendo planes con Jui.

—¿De qué hablas? Toya, eso era para… —soltó un suspiro antes de rendirse—. No importa —su interior era una mezcla insana de sentimientos. Definitivamente se sentía herido por todo eso que le molestaba a Toya, se sentía derrotado porque fracasó en algo tan importante como demostrarle cuán importante era para él, y por supuesto, se sentía decepcionado porque en algún momento creyó que ambos lograrían salir de cualquier situación difícil.

—¿Estás… —Toya dudó seriamente sobre cuán correcto era terminar la pregunta— …bien?

Jun bufó. Le parecía ridículo. ¿Le había roto por completo y aún se preocupaba por su bienestar?

El pelirrosa había estado mirando al contrario hasta que se cansó. Ya daba todo por perdido, y era mejor retirarse con la poca dignidad que le quedaba. Se dirigió hacia el sillón donde había estado minutos antes y fijó su vista en la ventana.

—¿Jun? —silencio absoluto— Jun, por favor —pero el contrario jamás contestó y jamás volteó incluso al oír como Toya abría la puerta para abandonar la habitación y a él.

Jun no iba a llorar. Dolía, pero no lo haría.

 

No lloraría.

 

I ~ I ~ I

 

Por segundo día consecutivo, Jui se encontraba esperando por los otros miembros de la banda mientras realizaba el hábito que no podía ser alterado: tomar café mientras revisaba su iPad.

El castaño no buscaba nada en específico, pero le parecía algo extraño no haber recibido ningún mail o siquiera un mensaje de parte de Jun. No quería ser vanidoso, pero un simple “Gracias por salvarme el pellejo” hubiese sido más que suficiente. Porque eso había hecho, le había salvado la vida entera al pelirrosa desenfrenado ese. Ahora lo anotaría en su agenda mental, iba a cobrar por ese favor.

El rudo sonido de la puerta cerrándose de un golpe lo sacó de su ensimismamiento. Volteó a ver al culpable y arrugó el entrecejo. El aura de Toya podía cortar el aire que le rodeaba. Su enojo parecía querer formar una identidad propia.

—Buenas —soltó el pelinegro en un gruñido. Jui juraba que había visto documentales que mostraba osos con mejor actitud. Incluso los osos tenían expresiones más amables.

—Buenas —contestó con miedo de que le mordiera. Si se ponía a analizar la situación con las pistas que tenía (mal humor en Toya y Jun sin reportarse), podía sacar la conclusión más obvia: habían discutido.

El castaño tomó otro sorbo a su café. Era su forma de procrastinar lo que debía hacer, porque realmente no quería preguntar. Qué lástima que no tenía otra opción.

—¿Sabes dónde está Jun?

—En un hotel —contestó de forma cortante.

—¿Por qué no vinieron juntos? —la pregunta obvia tenía una respuesta obvia: un aumento de molestia en Toya. La expresión del menor se veía mil veces peor que hace minutos. Jui recién notaba esas bolsas bajo sus ojos, bolsas que le daban un aspecto terrible.

Toya tomó aire de manera ruidosa antes de contestar un simple:

—Nos hemos separado.

 

Bien. Hora de abandonar el tema con Toya y retomarlo con Jun. No es que fuese entrometido, solo estaba preocupado por ambos guitarristas.

 

I ~ I ~ I

 

Mensaje: Jui-nyan

Hora: 9:28 a.m.

“Oe, es tarde. Deberías ir pensando en aparecerte por la sala de ensayos”

 

Mensaje: Jui-nyan

Hora: 9:38 a.m.

“No quiero ejercer presión pero… ¿Estás bien?”

 

Mensaje: Jui-nyan

Hora: 9:45 a.m.

“¿Acaso te has perdido de camino a la empresa?”

 

Mensaje: Jui-nyan

Hora: 10:03 a.m.

“Me estás preocupando, gran idiota”

 

Jun leyó todos los mensajes y sinceramente, no sentía ganas de responderlos. Sabía que debía dar una señal de vida, apagar el exceso de preocupación que había en cada mensaje de Jui pero… nada se sentía correcto. No podía responder con un “Estoy bien” porque no lo estaba. Tampoco con un “Voy llegando” pues se encontraba en el lugar más alejado de la dichosa empresa.

 

Lo único que sentía correcto era escapar. Ese era el plan del día.

Jun guardó el teléfono en su bolsillo e intentó dormir todo lo que no había dormido la noche anterior. Tal vez las nubes le relajarían un poco.

 

I ~ I ~ I

 

Eran las tres de la tarde y Jun todavía no había aparecido, ni siquiera un tweet había enviado desde el día anterior. La preocupación de Jui ya había subido de nivel y sí, había desviado su camino a casa para ir a ver el estado del pelirrosa.

Sabía perfectamente que Jun no haría nada demasiado estúpido, mas no podía evitar escuchar a esa insistente voz de alerta en su cabeza.

 

Se dedicó a tocar el timbre insistentemente apenas llegó al edificio, piso y apartamento correcto.

Un cuarto de hora después, casi muere de un infarto.

Había estado con el malhumorado de Toya todo el día, y como el pelinegro no parecía interesado en saber qué había pasado con Jun, le sorprendió realmente verlo salir del ascensor.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Toya. Las horas no le habían quitado ese cortante a sus palabras.

—Lo mismo que tú.

—Supongo que llenaste su bandeja de mensajes —Jui le vio con curiosidad. Parecía que no era el único intranquilo con toda la situación— A mí tampoco me ha contestado nada —añadió Toya luego de unos segundos.

—Y creo que tampoco está acá…

—Ya lo veremos —Toya sacó una argolla de metal que contenía una sola llave y un accesorio muy particular. Era una versión animada y bastante infantil de un zorro, pero no uno cualquiera, era fucsia con blanco y la cola de dicho animalito era de pelusa fucsia.

 

Invadieron el silencio sepulcral en cuestión de segundos. Tal como lo había dicho Jui, el guitarrista no estaba allí.

—¿Adónde pudo haber ido? —ambos se hacían la misma pregunta, pero fue Toya quien la puso en palabras.

—Un momento —Jui, quien seguía pensando en todas las posibilidades, halló una—. ¿De qué hablaron ayer?

La expresión de Toya se había ensombrecido aún más. Desde su punto de vista, no había nada singular en la discusión del día anterior.

—Necesito que lo digas —insistió Jui—, si queremos encontrarlo, necesito que hables ahora.

El guitarrista soltó un suspiro de resignación y comenzó a resumir lo ocurrido.

—¿Te comentó sobre el viaje? Sabes… El viaje que ambos armamos —explicó el mayor cuando vio que Toya entendía cada vez menos—. Demonios, ya sé dónde está ese guitarrista egoísta.

 

I ~ I ~ I

 

Era sorprendente ver como Jui había utilizado todos sus contactos para poner a Toya en el primer avión con destino a Okinawa. Al descubrir que Jun había utilizado un boleto hacia la isla, se encargó rápidamente de organizar todo para que el vuelo del pelinegro llegase antes del amanecer. Unas cuantas horas más hacia el hotel y estaría en el mismo lugar que Jun.

 

Ahora el plan era encontrarlo, así tuviese que gastar días enteros en levantar cada piedra del lugar. Rezaba para que no le tomase tanto tiempo, odiaba la humedad. Aunque si era sincero, odiaba la situación en general, odiaba que la culpabilidad fuese quien predominase en su vida, y tal vez, solo tal vez, odiaba haber roto con el otro. El golpe de determinación que había tenido se escapaba de su vida como agua entre sus dedos.

 

Todo podía llegar a ser tan problemático.

 

Toya, aunque no quería, seguía pensando en la discusión una y otra vez. Repasaba cada palabra, cada gesto almacenado en su memoria. Se torturaba mentalmente y sí, servía bastante para arrepentirse.

¿Qué haría ahora? ¿Qué haría con Jun? ¿Lo abrazaría y le diría que todo iba a estar bien? ¿Debía atar su vida nuevamente a una relación que había expirado? Parte de él maldecía haberse enamorado de ese guitarrista idiota por unas simples notas dejadas cada día.

 

Para añadirle un tono irónico a su vida, escribiría una nota para sí mismo diciendo “Eres un idiota”.

Recostó su cabeza en el vidrio de la puerta, cerró los ojos y deseó llegar cuanto antes al hotel. Estaba tan agotado.

 

I ~ I ~ I

 

Toya siempre tuvo la teoría de que el pelirrosa amaba los zorros porque su parecido con ellos era enorme. ¿Cómo era posible que una persona que resaltaba en todos lados, se pudiese escabullir así? Debía tener algo de zorro astuto para lograrlo. La preocupación estaba por invadirle pues ya había empleado más de medio día y seguía sin ver su cabello fucsia. Afortunadamente, el pelinegro solo debía ponerse en contacto con la arena.

 

Hacia la orilla del mar, viendo cómo el sol se escondía entre nubes y salía nuevamente, estaba Jun. O por lo menos su cuerpo. Toya se acercó lo suficiente y vio que ese guitarrista no tenía la jovialidad usual. Su alma no estaba en casa.

En silencio, se sentó a su lado para ver el panorama que lo tenía atrapado.

—Nunca pensé que vendrías —susurró Jun luego de muchos minutos.

—Todos están preocupados.

—Nunca pensé que tú vendrías —repitió, esta vez haciendo énfasis en el sujeto. El pelirrosa se adelantó a continuar hablando pues notaba claramente que Toya no hallaba palabras para responder—. Jui enloqueció —esbozó una sonrisa que el contrario nunca vio—. Es un buen amigo.

—Lo es… —concordó mas no añadió nada.

 

El silencio volvió a construir una hermosa barrera de kilómetros y kilómetros de distancia entre ambos.

Parecía que los guitarristas estarían allí por un buen rato. Por lo menos la vista era asombrosa, tal como había querido Jun.

Las olas le parecían muy divertidas por más deprimido que estuviese. Se había sentado en un lugar perfecto así que las olas llegaban con suavidad y le permitían chapotear por cortos periodos. Amaba como se sentía el agua en sus pies. Le recordaba a esas vacaciones que había tomado con la familia en algún momento de su infancia.

—Dime, ¿jugaremos a esto de no hablarnos ni mirarnos por mucho tiempo? —por más concentrado que estuviese jugando con el oleaje, ya quería salir de esa situación incómoda.

—No lo creo —ahora era Toya quien jugaba. No con el agua, pero sí con esa arena dorada que los rodeaba. Sus manos intentaban armar un castillo de arena, pero era un fracaso total—. Considero que llevará su tiempo, pero no toda la vida... ¡Ah! ¡Volvió a caer!

—Ven, así —el pelirrosa inmiscuyó sus manos en la obra arquitectónica del contrario, pero incluso así, el castillo era una simple montañita de arena. Coronaron la montaña con una hoja que el viento había arrastrado y por primera vez, sonrieron con sinceridad. Era un desastre, pero era hecho por ambos. Necesitaría trabajo duro para mejorar.

—No has dormido —resaltó Toya. Los ojos de Jun solían brillar más cuando sonreía, pero hoy no. Estaban apagados y disfrazados con unos círculos oscuros, como si hubiese usado maquillaje de forma incorrecta.

—Tú tampoco —su mirada, cansada pero atenta, revolvió algo en el pelinegro. Más culpa, más arrepentimiento, más dolor. Su mano dejó de responder al cerebro. Antes de notarlo, ya estaba acariciando la mejilla de Jun.

—Lo hecho está hecho, Toya —estaba leyendo a Toya a través de sus acciones. Lo conocía lo suficiente para intuir qué estaba pensando.

—Bien… —la caricia acabó pero la mano de Toya seguía buscando contacto, aunque fuese mínimo. Se conformó con enredar sus dedos con los ajenos.

 

Así continuaron, tomados de la mano hasta que el silencio fue interrumpido por la persona que nunca calla.

—Te extrañaré —recostó su cabeza en el hombro de Toya.

—Yo igual. Sé que buscaré tu presencia en las noches, me tienes… Me tenías mal acostumbrado —la corrección caló profundamente en Jun, pero no se movió.

Estaba disfrutando del ángulo, de las olas, del cielo, del sol iniciando su danza para ocultarse, de los colores que veía, del olor, de la sensación, de absolutamente todo. Pocas veces tenía tiempo para sentarse en la playa.

Y aunque esa hermosa playa de Okinawa no era el lugar para terminar una relación, atesoraría cada escena para toda la vida. Para él, que haya acabado no significaba que debía olvidar todo. Podría guardar buenos recuerdos, malos y tristes. Todo era parte del ciclo natural de la vida, y de todos ellos podía agarrar una enseñanza.

—Te quiero.

—Yo también te quiero —contestó Toya con una leve sonrisa.

 

La marea nunca se llevó los sentimientos. Era imposible e impensable para ambos.

Al retomar sus ajetreadas vidas, se dieron cuenta de que no era tan fácil. Dolía.

Dolía hablar, mirarse, trabajar juntos… Pero poco a poco, reconstruyeron su amistad, esa que nació de un simple “te quiero” con el mejor paisaje que un atardecer en la playa les podría mostrar.

 

~ Fin ~

Notas finales:

Si han leído mis fics más recientes, pueden notar que todo lo que he escrito en el último mes es fluff (amor sin dolor, cosas felices, todo como cuento de hadas). Comencé a escribir este hace meses, como dije antes, así que no estaba en esa onda de "todo es hermoso" (me pregunto qué ha cambiado...)

También me quise arriesgar al "terminar" la relación de Jun y Toya, la que comenzó en el fic pasado.
Iba a ser mil veces más dramático... Gritos, llanto, etc, pero no pude escribirlo (me vuelvo a preguntar por qué...)
Creo que no podía verlos actuando de manera... ¿inmadura?

Quien sabe...

 

Si has llegado hasta acá, ¡te has ganado una galletita! (que se reclama en los reviews)

Muchas gracias por leer y apreciaría mucho si dejas tu opinión.

Hasta un próximo fic (que será en 13 días. Sí, más fics, más tiempos límites...)

KSh~

 


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