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Destination Unknown por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Pues que el yaoi esté con ustedes... que así sea.

Es muy tarde lo sé, pero tengo mis razones... ¿Pueden creer que hoy trabajé? Así es, fui explotada. Me falta responder los reviews pero en un rato más lo hago.

No quiero molestarles más, así que sin lentitud les dejo el capi:)

Les amo!!

Capítulo 3: La elección de la fatalidad.

 

Ven un poco más cerca…

No te quedas en las sombras mi niño…

Las melodías se desvanecen…

Ahora o nunca el amor partirá.

Yo estaré ahí a tu lado…

Comparte tus miedos en la silenciosa redención…

Toca mis labios, abrázame fuerte…

Vive en la vanidad para siempre…

(Vanity, Yuki Kajiura)

 

La noche había caído desde unas horas atrás. No tenía modo de medir el tiempo, pero sabía con precisión, gracias a sus reflejos, que ya pasaba de la madrugada. Aquello no le gustaba ni un poco, en la pandilla pronto notarían su ausencia. Le tocaba guardia a él y a Mike esa noche. Casi de rodillas le tuvo que suplicar que le cubriera, pero Aldo siempre despertaba por las noches, quizás para alejar esas horrendas pesadillas. Sintió el aire frío en su espalda y también tembló por esos recuerdos que creía y se auto convencía de haber borrado ya.

Casi nadie en la pandilla lo sabía. Para aquellos más jóvenes, Ned Kuhn simbolizaba enemistad. Incluso Mike y Todd, quienes convivieron con él, le odiaban fervientemente. Sólo él y Aldo sabían el verdadero sentimiento que Ned les causaba. Tragó seco y sacudió la cabeza. Tenía 12 años ahora, ya no tenía por qué sentir el mismo temblor en las manos y el vacío en el estómago cuando pensaba en él.

Sí, ya no debería, pero ni el propio Aldo, tan fuerte y capaz, podía deshacerse de esos demonios.

El viento sopló con más fuerza y miró el jacarando teniendo un mal presentimiento. Terrance no llegaba y a pesar de ser poco el tiempo que lo conocía, sabía perfectamente que no era una persona incumplida. A Terrance le gustaba hacer lo que prometía y si él le dijo que llegaría al jacarando antes de la madrugada, sólo significaba una cosa.

Alguien lo había detenido.

En ese momento tenía dos opciones. Marcharse con la pandilla para evitar que Aldo le descubriera y peor, metiera en problemas a Mike por cubrirle. El problema de esta elección era que, si se iba, probablemente al día siguiente no podría encontrar a Terrance y no lo soportaría. La segunda opción era arriesgarse, ir a buscarle a pesar de la hora e investigar el motivo por el que no había llegado. Apretó sus puños con fuerza y ni siquiera lo pensó demasiado. Comenzó a correr lejos del jacarando en dirección al Orfanato Cedria, esperando encontrarle, tener respuestas, saber qué era lo que había ocurrido.

Sus pies nunca eran tan rápidos, estaba seguro de ello, pero tenía demasiados malos presentimientos. Tales sensaciones le traían malos recuerdos, el rostro de Ned materializado en sus pesadillas y en las de Aldo siempre era difícil de erradicar. No quería imaginarse cosas así, sabía que si algo tenía Terrance en ese orfanato, era seguridad. Nunca nadie le haría daño como Ned se lo hizo a Aldo o a él mismo. Y por supuesto, tampoco permitiría que ahora, estando a su lado, le ocurriera algo similar.

Pudo divisar a la distancia el árbol de ciruelos en su ventanal y no creyó haber llegado tan rápido, realmente le pareció increíble, considerando principalmente que el jacarando estaba muy lejos del Sector 2 donde Terrance vivía. Pero en ese momento no pensó en la lógica, quería verlo, saber que estaba bien. Si le encontraba en su cama, durmiendo tranquilamente, nunca más le volvería a molestar, porque era una clara demostración de que no quería huir con él. Pero de ser lo contrario, le buscaría hasta debajo de las piedras para llevárselo consigo.

Subió al árbol con destreza, se clavó algunas astillas en el proceso y sabía que con el tiempo éstas comenzarían a doler, pero no le importó. Cuando estuvo frente al ventanal de Terrance y notó su litera vacía, todos sus malos presentimientos se le vinieron encima. Olvidándose de su posición, olvidando las reglas, olvidando lo que estaba prohibido y lo que no, Desmond aprovechó que la ventana estaba abierta y entró en la habitación. Conocía vagamente a la niña con la que Terrance compartía litera y al verla dormir tranquilamente, supuso que ella podría darle las respuestas que estaba buscando.

Trató de hacer el menor ruido posible y una vez que estuvo frente a su rostro, fue directo y para nada delicado al despertarla. Sacudió su hombro con fuerza y Zulma brincó antes de abrir los ojos por completo. Al principio tuvo que tallarse bien el rostro para comprender que no era un sueño, pero ver a Desmond Place plantado frente a ella, con el ceño fruncido y miles de preguntas, le hizo caer en cuenta de que todo era real.

                —¿Desmond Place? ¿Qué haces aquí?

                —Busco a Terrance. ¿Dónde está? No me puedes engañar porque sé perfectamente que él duerme en esta habitación. ¿Qué le hicieron? Con que le hayan lastimado yo te juro…

Le calló agitando las manos y pidiéndole silencio. Estaba perdida, nunca imaginó que Terrance y Desmond fuesen tan insistentes. No tenía más opciones, si la nodriza llegaba a descubrir a Desmond en su habitación, tendría mayores problemas. Miró al techo suplicando misericordia y negó mientras giraba los ojos. Desmond no supo cómo interpretar tal gesto, pero le instó con la mirada a hablar. Ella lo hizo.

                —Ustedes sí que son raros, ni siquiera las historias fantásticas y románticas en los pergaminos les igualan—el niño entrecerró los ojos y ella suspiró—. Nada logrará separarles… ¿Verdad?

                —Así es—respondió firmemente el niño de los ojos azules y ella sonrió.

                —El amor es tan conmovedor—declaró antes de pegar un brinco para bajar de la litera. Él no entendió sus palabras y le siguió mientras ella continuaba—. Te llevaré a dónde está y será su elección. Yo no tuve nada que ver. ¿Entendido?

Él asintió y Zulma comenzó a caminar fuera de la habitación para llevarle al sótano. Era verdad que conocía poco a esa niña, pero algo le decía que no era la misma de siempre. Algo raro estaba pasando ahí, pero no le quedaba de otra más que confiar en ella. Bajaron escalones y la luz se hizo más escasa hasta que llegaron a una enorme puerta de madera con una cerradura extraña pero a la vez conocida. Parecía casi una cárcel a pesar de estar lujosamente adecuada para que alguien viviera.

Zulma carraspeó un poco y tocó la puerta con delicadeza. Pasaron un par de minutos y después de mucho insistir, su voz, entrecortada y a la vez molesta, se escuchó del otro lado de la habitación.

                —¿Qué quieres traidora?

                —Lamento que sigas molesto conmigo, pero trata de entenderme, no lo hice con maldad.

                —No me importa, no quiero hablar contigo—refutó con enfado el niño encerrado.

Desmond estaba tan contento de haberle encontrado, que no le importó en lo absoluto descubrir que esa niña era la responsable de que él no hubiese llegado a su cita en el jacarando. Se acercó a la puerta y continuó con esa conversación por su cuenta.

                —No hables con ella entonces, habla conmigo.

Pudo escuchar cómo alguien brincaba al otro lado y sonrió enternecido. Terrance no podía creer que Desmond estuviese ahí. Se acercó aún más a la puerta para comprobarlo con el corazón acelerado por la felicidad.

                —¿Desmond? ¿Eres tú? ¿Realmente estás aquí?

                —Así es, aquí estoy, he venido por ti, para llevarte conmigo.

La niña suspiró teatralmente como si estuviese frente a una escena de novela romántica y Desmond le miró mal.

                —¿Pero cómo lo harás? Está cerrado con llave y no creo que podamos derribar la puerta—explicó Terry preocupado.

Desmond ya lo tenía previsto. Sonrió como si Terrance lo pudiese ver y buscó en el destartalado bolsillo de su pantalón. Siempre andaba cargando con esa navaja, la había robado en una de las tantas expediciones y le era muy funcional.

                —No temas, yo tengo mis mañas.

Con mucha precisión, algo habitual en él, comenzó a mover y picar en la cerradura con la pequeña navaja. Zulma estaba nerviosa, habían hecho mucho ruido entre que hablaban y entraban al pasillo del sótano. Por esa razón, mientras Desmond maniobraba, ella se asomaba ligeramente para avisar en caso de que alguien viniera. Terrance, desde su sitio, intentaba cooperar guiando. Después de varios minutos e intentos fallidos, la navaja se rompió, pero la cerradura cedió, abriendo la puerta al instante.

Cuando por fin pudieron mirarse a los ojos, algo más fuerte que ellos, les llevó a sonreír con profundidad. Desmond extendió su mano hacia Terrance y algo en su estómago se removió.

                —Lo lograste.

                —Sí. Ahora toma mi mano Terrance, ven conmigo.

Ni siquiera lo dudó, se acercó a él y entrelazó sus dedos a los suyos. Zulma hizo una risita y ellos la ignoraron. Era hora de marcharse para nunca volver, ella ya estaba resignada a que esta vez no podría detenerlos y estaba bien. Si tanto insistían en estar juntos, era probablemente porque había algo bueno en ese “terrible futuro” previsto por la Nodriza Edel.

                —Muy bien, es hora de que se vayan, no falta mucho para que alguien note nuestra ausencia.

                —¿Y qué hay de ti Zulma?—preguntó Terrance sin comprender sus palabras.

Ella sonrió dulcemente y entró en la habitación que antes Terry ocupaba.

                —Bueno… alguien debe quedarse y ocupar tu lugar.

Él la miró con cariño y la traición de horas atrás quedó olvidada. Esperaba que sólo fortuna hubiese en la vida de Zulma, incluso le deseó en su corazón que algún día hallara a sus padres como tanto deseaba. En ese momento todo sentimiento negativo no tenía cabida. Esta era la verdadera despedida y quizá, Zulma sería de las pocas personas que extrañaría del Orfanato Cedria.

Si no es que la única.

Torpemente debido a que no estaban acostumbrados el uno con el otro, Zulma y Terry se dieron un último abrazo para después echarse a correr en los pasillos con la mano de Desmond entre la suya. El pelinegro miró a la distancia y ya no se preocupó de que Aldo le descubriera, tenía a Terrance a su lado, ya nada más importaba. Dieron la vuelta y subieron escalones para llegar a su habitación, donde el gran ventanal les esperaba. Pero entonces, al entrar, descubrieron que no estaban solos.

De pie junto al ventanal, con un gesto entre preocupado y triste, con sus guantes en sus manos, su hábito gris y sus ojos turquesa mirándoles fijamente, la Nodriza Edel les esperaba. Su cabello no estaba escondido detrás de la cofia, lo que les permitió apreciar su dorado y rizado esplendor. Parecía casi un ángel, un ángel que preveía fatalidad.

                —Nodriza Edel…—susurró Terry y apretó con fuerza la mano de Desmond.

                —Hola Terry—sonrió con dulzura—. Creo que no he logrado mi afán. Quizá debería entender que nunca se puede luchar contra el destino. Así que esta vez, no intentaré detenerte.

Se hizo a un lado como si quisiera corroborar sus propias palabras y Terrance no lo podía entender. ¿Por qué había querido detenerle hace unas horas y ahora cedía con tanta facilidad?

                —Yo… no comprendo… nodriza…

                —Será tu elección Terrance. Si te vas con él, te espera un futuro lleno de sufrimiento. Perderás a tus seres queridos, vivirás humillaciones, nunca podrás ser feliz.

Desmond negó enfadado con las palabras de esa señorita. Él no iba a permitir que eso pasara. Caminó hacia el ventanal ignorándola y extendió nuevamente su mano para pedirle que le acompañara.

                —No la escuches Terrance, yo nunca dejaré que sufras, así tenga que hacerlo en tu lugar. Yo te protegeré siempre, ven conmigo y no la escuches.

                —Si tomas su mano, tu vida estará condenada a la fatalidad, así que tú decide. En Soria te espera un futuro brillante, un destino bueno. No lo hagas, no vayas con él. Decide Terry, decide.

El menor miró intercaladamente a ambos. La nodriza lucía tan angustiada por él. Quería protegerle, quería evitar que llorara y padeciera. ¿Qué era un pequeño sacrificio en comparación a toda la agonía que le esperaba junto a Desmond? Decide, decide ya, susurró su consciencia y fue más fuerte que él. Con firmeza y una madurez impropia de su edad, miró a la nodriza antes de dar su respuesta.

                —Lo lamento…

Y corrió hacia el ventanal tomando la mano de Desmond, aceptando su futuro, aceptando que quizá la Nodriza Edel tenía razón y le esperaba un terrible destino. No importó, tomó su mano, bajaron juntos del ciruelo y corrieron lejos del Orfanato Cedria. La nodriza gritó un “Terrance” fuerte y claro mientras le veía partir. Parecía una marcha, una orquesta que tocaba de manera fúnebre para ambos, sus pasos marcaban el compás y el viento cantaba para ellos.

Eligió el destino desconocido y marchó directamente hacia él sin arrepentirse.

Ella les miró correr en la distancia hasta que desaparecieron por completo de su perímetro. Colocó sus manos sobre su pecho, cerró sus ojos como si tratara de calmarse a sí misma y ahogó un suspiro antes de pedir en su mente por Terrance y Desmond Place.

                —Oh pequeño Terry… ojalá el destino te permita sobrevivir a la fatalidad que has elegido.

Abrió los ojos, miró hacia el horizonte y entonces sonrió.

Sonrió como si todo estuviese exactamente donde tendría que estar.

****

Tenía la cabeza agachada, acorde al regaño que estaba recibiendo y en la distancia, Terrance le miraba nervioso mientras era atendido por Mike. Justo como Desmond lo describió, “Mike el fuerte” era impresionantemente fornido para la edad que tenía, pero a pesar de ello, era un chico bonachón y divertido. Era una pena que Aldo les hubiese descubierto solo al llegar. Al verlo, Desmond tragó con dificultad y miró a Mike como si le pidiera un enorme favor. Ahora debía pagar las consecuencias de sus deliberados actos.

                —Lo que hiciste estuvo muy mal Des. ¿Eres consciente de ello?

                —No del todo—respondió el niño ante el joven de casi 16 años—. Sé que no debí dejarle todo el trabajo a Mike y tardarme tanto, pero era una emergencia. Se llevarían a Terrance y…

El mayor negó dando un gran suspiro mientras se agachaba a su altura. Tenía años de conocer a Desmond, prácticamente él le había criado. No lo hizo solo y no le gustaba recordar esa otra parte de sus acciones, el otro lado de la moneda, la otra persona que también había hallado a Desmond siendo solo un bebé atrapado en los brazos de un par de cadáveres y con un elegante relicario en el cuello. Sí, Des era como su hermanito menor y quizá no le había dado los mejores años, pero ahora que ambos eran libres de “él”, su deber era instruirle, guiarle y protegerle de cualquier cosa.

Incluso de sus propias decisiones.

                —No me refiero a eso, me refiero a él—señaló al castaño niño de los ojos olivo y Des ensanchó los ojos al entender un poco su enfado.

                —¿Te desagrada Terrance?

                —Yo no dije tal cosa. Desmond, debes entender que traer a Terry a este lugar fue el acto más egoísta que has cometido en tu corta vida. Él tenía una vida acomodada, comida a todas horas y un lugar cálido para dormir. ¿Qué vas a ofrecerle ahora?

Visto desde ese ángulo, Aldo tenía toda la razón. Había sacado a Terrance de un lugar de ensueño para la mayoría de la pandilla sólo para llevárselo consigo a una vida de miseria y humillaciones. Y él que le había jurado a la nodriza nunca permitir que sufriera.

                —Lo entiendo, pero iban a llevárselo a Soria, no quería perderlo.

                —Sé que le tienes mucho cariño, pero quizá, le has privado de algo bueno en su vida. Quizá en Soria una buena familia le habría adoptado y ahora no tendrá nada de ello. ¿Puedes ver hasta dónde han llegado las consecuencias de tus acciones?

Le miró fugazmente mientras hablaba con Mike y escuchaba sus historias inventadas. Él no lo veía porque Terrance significaba luz para él, pero desde otra perspectiva, a simple vista se notaba la diferencia entre él y los chicos de la pandilla. Ellos estaban sucios, delgados y con rasguños o moretones en la piel. Él estaba limpio, la piel pulcra, un color sonrojado por su buena alimentación y sin daño alguno. Era verdad, había hecho algo horrible, pero no se arrepentía, no podía hacerlo porque Terrance también le había elegido. No fue algo que sólo él hizo, ambos lo acordaron y si para lograr que Terrance nunca padeciera nada, tenía que instruirlo, entonces lo haría. Enfrentaría incluso al propio Aldo Kuhn por él.

                —No le obligué a nada, él tomó mi mano y aceptó venir conmigo. Entiendo si deseas que se marche, pero de ser así, también lo haré yo.

Le sonrió con madurez acariciando sus cabellos, Aldo podría ser un buen líder, pero Des siempre sería su debilidad. Quizá eso le llevaría a cosas terribles o a fortunas, nadie lo sabía, ahí no había ninguna nodriza que adivinara el futuro. Ahí, en realidad, no había futuro para ellos, debían luchar por él todos los días.

                —No voy a correrlo, él ahora es uno de los nuestros y como tal cuidaremos de él. Sólo quiero que entiendas el egoísmo con el que has actuado y lo medites, para nunca más repetirlo. ¿Está claro?—Des asintió un poco aliviado y Aldo continuó más relajado—. Ahora, consíguele un buen lugar a Terry para que descanse lo que resta de la noche. ¿Vale?

                —Vale, muchas gracias Aldo.

El aludido le restó importancia con su mano y volvió a su sitio para poder cubrirle en su guardia, de todas formas no podía dormir. Vivían en una bodega abandonada debajo de lo que quizá alguna vez fue un campamento de la guardia, en aquellas épocas de guerra. Todos los niños se acomodaban en pedazos de plástico en el suelo o si corrían con suerte, alguna piel olvidada por ahí. Hacía demasiado frío y ellos lo soportaban acostumbrados a tal suerte.

Desmond contempló tales opciones y llegó hasta el lugar donde Terrance y Mike hablaban, tratando de mostrar alivio en sus facciones. Quizá no había escuchado la conversación, pero Terry era muy listo y seguramente sospechaba de algo.

                —Mike, es tu turno de dormir, Aldo cubrirá lo que queda de la noche.

El fortachón niño de 12 años asintió agradecido y se despidió de Terrance con una broma antes de tomar su lugar en la explanada, junto a los otros niños. Cuando se quedaron solos, Desmond volvió a extender su mano hacia Terrance y éste la tomó con muchas preguntas que se permitió responder rápidamente.

                —Oficialmente has sido aceptado en la pandilla Terrance, lo logramos, no hay nada que debas temer.

                —Asombroso—susurró con cuidado para no despertar a los otros.

                —Ahora debemos dormir, ven conmigo.

Rápidamente le obedeció y se recostaron en un sitio alejado de los demás, donde una desgastada, pero aún funcional piel de cordero, les sirvió a ambos de colchón. Para evitar que Terrance tuviese frío, Desmond le aferró lo más que pudo a su cuerpo y Terry hizo lo mismo para demostrar que él también podía darle calor. Quedaron frente a frente y se sonrieron antes de cerrar sus ojos al mismo tiempo, permitiendo que el sueño y el cansancio les dominaran por completo.

Uno en brazos del otro… y para siempre.

****

Estaba aburrido, demasiado aburrido. Sin Amira acompañándole a todas horas, era muy difícil entretenerse en ese castillo. Era el único niño en la familia real y el Castillo de Ishi era gigante, además de que, por obvias razones, no había nadie dispuesto a compartir algo con el hijo del Rey, el hijo bastardo y no deseado del Rey. Debía decir que le entristecía, no tanto por no ser querido por ese hombre, si no por todo lo que perdió a raíz de volverse un heredero al trono. Él y su madre eran muy unidos, ella siempre le cantaba cuando él perdía el sueño y le trataba como el niño normal que era. Su sonrisa brillaba iluminando el cielo y la noche entera. Tenía sus momentos de reprimendas, cuando escapaba de las habitaciones de la servidumbre para contemplar las reliquias expuestas en las visitas guiadas. Antes de Amira, había muchos otros sirvientes que se dedicaban a tal tarea. El niño Kirei convivía y platicaba con ellos, aún si su madre se enfadaba alegando que debía estar lo más lejos posible del Rey.

Conoció al idolatrado príncipe Ohara Alí. Tenía sólo 5 años cuando éste falleció, pero la mañana antes de que partiera al combate que le quitó la vida, el valeroso príncipe y él se encontraron en la cocina del palacio. Ohara parecía buscar a alguien y traía del brazo, cubierta en una gran capucha, a una persona menuda, pero alta, casi tanto o más que él. Llevaba sus manos atadas y el pequeño Kirei comprendió a su corta edad que se trataba de un prisionero. ¿Pero por qué estaban en la cocina y no en los calabozos?

No olvidaría la sonrisa que Ohara le dedicó al verle antes de preguntar por la cocinera. Él, intimidado por el gran príncipe, pero no nervioso, respondió que ella estaba comprando los suministros para el gran banquete de victoria que se avecinaba. Ohara Alí asintió comprendiendo y el “prisionero” mostró su rostro con curiosidad y cierto temor. El príncipe le ayudó a tomar asiento en una de las sillas de madera dentro de la cocina y Kirei por inercia, al verle tan débil, consiguió una manzana y se la ofreció. Ohara le miró con ternura y antes de partir, dio un gran suspiro para el joven atado mientras le dedicaba a Kirei sus últimas palabras: “Te lo encargo”.

Y de ahí partió para la sala principal en busca de su padre, o al menos eso sospechó Kirei, quien buscó un modo de proporcionarle más comida al prisionero. Él la recibió sin mostrar del todo su rostro. Al pequeño niño no le pareció correcto que siguiera con sus manos atadas, pues le dificultaban la tarea para comer. Así que se tomó el atrevimiento de desatarle y en cuanto el joven pudo moverse con libertad, Kirei no dudó en preguntar su nombre. El aludido se quedó quieto, tembló un poco como si algo viniese a su mente y después de un gran suspiro, se quitó su capucha lentamente mientras le miraba con timidez, pero también cierta confianza. Y justo entonces susurró su nombre, el nuevo nombre que debía adoptar en esa nueva vida.

Kirei sonrió y le extendió la mano presentándose a su vez. Nunca olvidaría ese día por muchas razones. Ese día su mamá no volvió de las compras para el banquete de victoria, hubo un terrible accidente en los caminos aledaños a Chamel y ella pereció en ellos, sin poder despedirse. Ese mismo día y después de vencer, el príncipe fue herido por una flecha traicionera que le dio la muerte en minutos. Ese día Chamel ganó la batalla contra Soria, pero perdió a su príncipe, su heredero al trono.

Pero principalmente, ese día Kirei conoció a su acompañante y confidente, conoció a Amira Sao.

¿Quién hubiese creído que ese joven débil, asustado y delgado, hoy en día sería miembro de la guardia? La vida era muy irónica si se analizaba y tristemente ahora que Amira y él eran tan unidos, su padre, el Rey, había tomado la decisión de alejarlos.

Esa era la razón por la que lo espiaba. Oculto en uno de los huecos de la cocina, casi como ese primer e inolvidable día, Kirei miraba desde un hueco en la pared cómo el actual capitán de la Guardia instruía a sus reclutas. Amira entre ellos parecía esforzarse demasiado. Le sonrió sabiendo que no le vería mientras aferraba a su pecho la carta de Terrance. Casi una semana había transcurrido desde que recibió su alarmada carta y el no saber de él le estaba asustando demasiado.

Por ello, cuando Zarin, el juglar que siempre llevaba las enmiendas, llegó buscando a Amira para darle una nueva carta, Kirei desesperado la tomó mientras corría a su habitación dando las gracias. Quedó sorprendido y aliviado en partes iguales al leerla y sus deseos de hablar con Amira fueron enormes. Por esa razón, al entender que no podría hacerlo hasta la hora de dormir, sólo se resignó a espiarle y esperar.

O por lo menos lo intentó.

                —Mira esto, las cosas siempre vuelven a su lugar—explicó una voz chillona y Kirei sintió desagrado casi al instante.

Con la educación y respeto inculcados, se giró sobre su cuerpo para verle antes de hacer la respectiva reverencia.

                —Conde Guram.

                —La tierra a la tierra, el oro al oro y la escoria… bueno… ya debes saberlo—respondió el aludido Conde.

Guram Alí, primo del gran Zhasced Alí, no era más que un joven de 24 años ambicioso y lleno de pedantería. Rubio como todos en esa familia y una mirada felina de ojos azules que te miraba a manera de insulto, rebajándote a nada, a escoria, como tanto llamaba al pequeño Príncipe. La razón era sencilla, simplemente porque para Guram, que un bastardo hijo de una cocinera zorra y arribista hubiese ascendido a príncipe y futuro heredero de la corona, le parecía inconcebible. Claro estaba, sus deseos habían sido gobernar Chamel, quitar de en medio a su primo y desafortunadamente, era capaz de cualquier cosa para lograrlo.

Cualquier cosa.

                —¿Le incomodo en algo Conde?—cuestionó el niño Kirei sin perder sus modales a pesar de la ofensa que Guram le había hecho.

                —Tu sola existencia, pero obviamente no puedes cambiar eso—resopló con superioridad y miró la carta en sus manos—. ¿Qué tienes ahí rata de alcantarilla? Seguramente papeles importantes que no te corresponden.

Temeroso de que el Conde descubriera su amistad con Terrance y lograra que el Rey se la prohibiera, Kirei aferró con más ganas su carta, pero el Conde fue más fuerte y después de forcejear, la tuvo en sus manos.

                —¡Devuélvamela! ¡Es mía!

                —¿Cómo te atreves a levantarme la voz, bastardo inmundo?—ni siquiera se tomó la molestia de leerla, la rompió frente a sus ojos y Kirei tembló enfadado.

Podían meterse lo que quisieran con él, con su origen, con lo que él era y la forma en la que había llegado ahí, pero jamás debían meterse con ciertas cosas sagradas. Su mamá era una de ellas, la otra, su amistad con Terrance. Verlo romper su carta donde su mejor amigo había depositado sus sentimientos sólo para él, le enfureció tanto que le hizo olvidar su posición y se lanzó dispuesto a cobrar venganza. Le dio un empujón con todas sus fuerzas y se aventuró a levantar las piezas de su carta.

Guram sintió su bilis arder ante tal acción y tomó al niño del brazo dispuesto a plantarle una bofetada por su osadía. Pero una mano más rápida que la suya lo impidió y el Conde frunció el ceño mientras Amira Sao le miraba con firmeza. Kirei ensanchó sus ojos y le sonrió agradecido mientras el Conde se zafó de su brazo con asco aceptando su derrota.

                —El caballero valeroso ha aparecido. Qué nauseabundo eres cuando te vuelves un héroe Amira Sao—arrugó la nariz—. En fin, es tu elección revolcarte en el estiércol pudiendo ser grande.

Amira no cambió su expresión colocándose junto al pequeño príncipe. Guram le dedicó una mirada de auténtico odio a ambos y salió de la cocina como si su orgullo hubiese sido mancillado. Quizá porque así lo era, el Conde jamás perdonaría a Ohara Alí por muchas cosas y más a Amira Sao. Pero eran temas de adultos que Kirei no debía conocer, al menos no aún.

Una vez solos, la mirada fría e indiferente de Amira cambió y le dedicó a Kirei un gesto dulce mientras le ayudaba con los pedazos de su carta.

                —Lamento que haya tenido que pasar por ello alteza.

                —Descuida Amira, gracias por venir, te he echado de menos—confesó el niño con cierta vergüenza, pero siendo sincero.

                —Mi joven príncipe, me disculpo por la espera, el día de hoy ha sido fructífero y mi instrucción concluyó temprano. ¿Desea hacer algo en particular?

El pequeño sonrió y con demasiada confianza, tomó la mano de Amira entre la suya mientras lo encaminaba a la salida de la cocina. Había mucho por hacer, mucho por hablar con el joven rescatado de Soria, pero en ese momento, sólo tuvo deseos de una cosa.

                —Una historia Amira, una fantástica historia y merienda para mí y para ti.

Con una gran sonrisa, el joven recluta de la guardia obedeció llevando a Kirei de la mano mientras pensaba en una nueva historia. Oculto en los pasillos, con la envidia y el veneno pululando en su corazón, el Conde Guram los observaba jurando que tarde o temprano haría pagar a Amira y se desharía del joven príncipe. La corona sería suya y el nuevo recluta se arrepentiría de haberle despreciado.

Algún día, les haría derramar lágrimas de sangre a ambos.

****

Era impresionante la forma en la que Terry se había ganado el cariño de todos en cuestión de días. Quizá no debía extrañarle, pues sabía que el carácter del pequeño niño del Sector 2 era noble y atento. Terry se ganó incluso a Aldo, quien ahora le veía con cariño, quizá demasiado. Era tonto que a su edad se encaprichara con una persona y se sintiera celoso por lo mismo, pero no podía evitarlo.

Terrance comenzó ganándose a los niños al iniciar su propia calendarización para enseñarles a los niños a leer y escribir, hacer sumas y multiplicaciones, todo con tal de ayudar un poco, ser útil en la pandilla. Y vaya que lo estaba logrando. Todavía no le instruía lo suficiente para que pudiese salir a las expediciones en busca de comida, pero ayudar en la repartición y cuentas con Aldo lo había vuelto en pocos días, un miembro irremplazable en el grupo.

Sus ropas, distintas a los chicos, limpias y ordenadas, lentamente se habían ensuciado, pronto comenzaría a adelgazar por la escasez de alimento y seguramente en algún momento se sentiría incómodo con la dificultad a la hora de conseguir un buen baño. Pero verle sonreír con los chicos y en la hora de la siesta, cuando le miraba como si no se arrepintiera de su decisión, era lo único que aliviaba a Desmond y quitaba de su cabeza esos temores implantados días antes.

                —Sé lo que estás pensando, creo que poco a poco comienzas a entenderlo.

Aldo se colocó a su lado y Desmond le miró tímidamente asintiendo.

                —Temo que algún día se dé cuenta de lo que le hice al sacarlo del Orfanato y me odie.

                —No pasará, aún con todos los percances, Terry luce feliz de estar a tu lado. Creo que ahora puedo comprender un poco ese sentimiento que los une.

Desmond le miró sin entender a qué se refería y Aldo palmeó su hombro suspirando con ganas.

                —Aldo… hay… algo que me preocupa más que el hecho de que Terry me odie. Algo que tú y yo sabemos que tarde o temprano pasará.

El mayor asintió tratando de confortarle ante sus temores completamente fundados. Ambos conocían el infierno y deseaban de todo corazón que las personas que amaban como Todd, Mike o el propio Terrance, jamás lo vivieran como a ellos les pasó.

                —Descuida, te prometo Desmond, que él nunca les pondrá un dedo encima.

Y la seguridad de sus palabras le hizo no tener duda alguna. Desmond pudo respirar más tranquilo y se unió a las risas y felicidad con los chicos de la pandilla y Terrance, quien también sonrió sin tener idea de lo que se avecinaba. Ni siquiera el propio Aldo lo podría saber, pues en ese instante en el que compartían risas y aprendizajes, nadie de la pandilla era consciente de que les espiaban.

Un chico escurridizo que en cuanto obtuvo la información que deseaba, salió corriendo del lugar, listo para comunicar sus hallazgos a su líder. Listo para que Ned Kuhn estuviese al tanto de la nueva adquisición.

Listo para que, sin saberlo, le diera una nueva ambición al desalmado hermano mayor de Aldo.

Notas finales:

El shota está a punto de terminar (Atrás ONU!! Atrás!!) y la desgracia se cierne sobre Terrance como la tormenta.

Mi pequeño eligió la fatalidad y al parecer, la Nodriza Edel tiene en mente algo muajaja (nadie lo sabrá)

¿Qué piensan ustedes que haya hecho Ned? Aldo y Dess le temen y ciertamente, el chico es perverso, el sufrimiento se avecina con ganas.

El Conde Guram hace su brillante aparición (todos lo odiarán quizá) y Ohara Alí se muestra en esta historia, el fallecido príncipe debió tener sus razones para salvar a un chico enemigo. ¿Qué piensan ustedes?

El próximo sábado quizá suba el capítulo hasta el domingo. Antes de recibir una linchada, debo explicarlo. El siguiente sábado es el Concierto de mi vida, Kalafina vendrá a México y estoy más que lista y deseosa de ir. Así que quizá no pueda subir el capi. Espero de corazón que me tengan paciencia, porque sin falta estará el domingo ;)

Sin más, espero que les haya gustado y mil gracias por todo!!

Los amo!!! :3


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