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Destination Unknown por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Holi.....

Que el yaoi esté con ustedes... que así sea.

Me encanta cómo ya tengo el cinismo hasta de no disculparme. Nah, es mentira, la verdad es que sí estoy muy apenada por mi ausencia, pero ya estoy aquí, no daré excusas innecesarias y dejaré de martirizarme por mi ausencia.

Nada va mal en mi vida, de hecho, ahí vamos poco a poco saliendo del hoyo, simplemente que hay mucho por hacer. El trabajo, los pendientes, mi papá, todo se me junta y por eso no escribo a tiempo.

Pero dejémonos de dramas, este capítulo es muy especial, muchas cosas han pasado y yo espero que no sea confuso. En caso de que sí, sólo es cuestión de que me avisen y yo resolveré sus dudas.

Sin más que decir, se los dejo ;D

PD: Es largo, el jodido cabrón capítulo es largo D: 

Capítulo 4.- El fuego que todo lo consume.

 

Tomé tu delgada mano como si esta señal

se quisiera grabar en mi mente.

Un sin número de emociones

llenaron mi pecho como notas musicales.

Aún si mi voz y mi forma se pierden, no me olvides…

La canción del lamento,

los suspiros son como perlas hilvanadas

que forman un collar sobre la marea alta.

Nuestras voces se alejan y se rompen

como las olas que no regresan.

 

(Obbligato, Kalafina)

 

3 años después.

El joven era castaño, tenía unos ojos negros aterradores que eran capaces de helar la sangre hasta del más despiadado. A sus 22 años se podía presumir conocedor de toda la maldad en Chamel, él competía perfectamente para ganarse su trono. Cuando su madre le presentó al pequeño niño que recogió del basurero, sintió que su corazón moría y al instante nacía la oscuridad. Aldo era pequeño, pero enérgico, de cabello negro y ojos iguales a los suyos, el único rasgo que podrían considerar compartido. Aún si por sus venas no corría la misma sangre, ambos crecieron como hermanos, le lloraron a su modo a esa madre advenediza que murió de hambre y frío por protegerles. Y ambos encontraron a Desmond, envuelto en los brazos de un muerto hombre que llevaba un lujoso relicario del cual obtuvieron su nombre: “Desmond H. Place”.

Desde ese día Aldo se dedicó a honrar esa memoria y le llenó la cabeza al niño de los ojos azules con historias sobre su padre. Desmond Place llevaba el relicario de su progenitor como si representara un triunfo. Y esa actitud pedante e ingenua le enfermaba. Le fastidiaba a más no poder Aldo, pero no toleraba compartirlo con Des.

Y por ello lo marcó como suyo.

Esbozó una maliciosa sonrisa mientras se fumaba el puro que recién había robado en uno de los atracos de sus chicos. Aldo creía haber ganado su libertad, pero él sabía perfectamente que sólo le estaba permitiendo ganar esperanza, una esperanza que destruiría, que haría añicos como lo hizo con Desmond y con él mismo. Todavía podía recordar cada instante, cada sollozo, cada grito y súplica. Aldo negando, Desmond temblando. Era tan asombroso alimentarse de esa agonía y ambos lo sabían con precisión, nunca serían capaces de dejarle atrás, ambos siempre serían presas de sus recuerdos. Y él su mayor verdugo.

                —Mi señor, he vuelto de mi travesía. Aldo Kuhn está organizando una expedición en el Sector 3, la zona del comercio de comestibles específicamente.

                —Parece que las ratas se han quedado sin cebo—replicó Ned de manera altiva.

                —Yo lo veo más como un desafío—respondió el joven que servía al despiadado muchacho y continuó sabiendo que lo siguiente le agradaría—. Han decidido permitir que el nuevo participe.

Ned Kuhn lanzó una carcajada al instante y se relamió los labios. Al fin la hora había llegado. Les había permitido ser felices por unos cuantos años, pero ahora anhelaba destrozar lo poco que les quedaba a Desmond y a Aldo. Terry era perfecto para ello. Desde el instante es que supo de su existencia en la pandilla de su “hermano”, le deseó con todas sus fuerzas. Y no por anhelos egoístas, si no por el simple afán de ver como el rostro de Aldo se desencajaba de dolor y el de Desmond se convertía en nada. La sola idea de ver el horror en el pequeño Terry, el miedo, la angustia y la súplica, le llenaba demasiado.

Terry seria suyo, era su afán, su propósito, y lo cumpliría a toda costa.

                —Excelente—dio una calada y sonrió tétricamente—. Creo que es hora de un reencuentro familiar.

Y la tenebrosa sonrisa se escuchó con eco en todo el lugar, capaz de alcanzar incluso las zonas más recónditas.

Y las más brillantes, convirtiéndolas en sombras.

****

El joven pelirrojo de los ojos ambarinos paseaba tranquilamente frente a uno de los puestos improvisados que se habían instalado como cada lunes en la zona principal del Sector 3. El comercio se daba perfectamente en esa zona, la gente incluso venía de otras ciudades como Soria o comunidades más alejadas, sólo para consumir lo que la gran “Chamel” producía. Un hombre que llevaba huertos de frutas y verduras en las zonas aledañas al muro que separaba a Chamel de los terrenos paganos que le rodeaban, llevaba el resultado de su “esfuerzo” a la plazuela del Sector 3 y ahí lo vendía a cantidades exorbitantes que no debían ser.

Todd se acercó al hombre con curiosidad preguntando los precios de una caja de combinados que al hombre le gustaba preparar. Frutos y verduras en un mismo lugar que eran perfectos para alimentar toda una familia. O una pandilla. El hombre, sin ni siquiera imaginar lo que se le avecinaba, respondió las dudas del joven que, a pesar de ser más bajo que la media, lucía mayor, casi un adolescente. Y es que no era para dudarse, Todd, con sus ahora 15 años, tenía la misma estatura que a sus 12, más bajito que una chica, pero con una mirada firme y una actitud demasiado madura. Nadie hubiese creído que ese jovencito tan propio era parte de una estrategia de atraco.

Y era momento de comenzarla.

El fornido muchacho castaño se acercó a él y le empujó provocando revuelo entre los testigos. Todd enarcó una ceja y comenzó a gritarle improperios mientras el dueño intentaba alejarlos sintiendo cierto nerviosismo. Y no era para menos, las leyes de Chamel no permitían disturbios en la zona de comercio, sobre todo si se trataba de un lugar clandestino.

                —Basta, no quiero peleas—pidió el hombre siendo ignorado descomunalmente por los jóvenes.

                —No permitiré que un indigente se burle de mí—replicó Todd con altanería y el fornido muchacho, ofendido con sus palabras, le replicó creando más alboroto.

                —Basura capitalista, me las pagarás.

Comenzaron a pelear, lanzándose diferentes golpes y con el dueño sintiendo el alma en vilo, pues ante la posibilidad de ser atrapado con rencillas en su negocio, salió corriendo a pedir ayuda. Y justo entonces, Todd lanzó la señal.

En la distancia, desde el techo de una estructura que parecía ser el hogar de algún comerciante, un joven gallardo de 15 años, con cabellos negros, demasiado oscuros y unos impresionantes ojos azules capaces de seducir a cualquier rufián, sonreía entendiendo la señal. Preparó su cuerda para saltar y dirigir a los demás, pero antes, miró a su acompañante, fascinado ante su primera misión. Y entonces su sonrisa se ensanchó, volviéndose de oro.

                —¿Estás listo?

El chico castaño, de ahora 13 años, un poco más alto, pero sin superar al audaz oji-azul, asintió con suficiencia mientras preparaba su propia cuerda.

                —Yo nací listo.

Y no necesitó más. Ambos se lanzaron comenzando la expedición. Mientras Todd y el chico fornido, el cual todos llamaban “Mike el fuerte”, continuaban su “rencilla”, el grupo de adolescentes en busca de supervivencia, atracaban el negocio del joven comerciante, llevándose alimentos, provisiones y una que otra bebida. Las cajas acarreadas, la labor de vigilancia y la carga acumulada, era todo un reto para el más reciente integrante de la pandilla, quien estaba acostumbrado más a labores mentales como sumas, organización y división.

Pero no se rendía, tenía deseos de ser útil en la pandilla y lo estaba logrando a la perfección.

Escalaron los techos de las casas cercanas al puesto y mientras el dueño volvía dispuesto a frenar la pelea, Terrance dirigió la forma en la que sus compañeros huían con las cajas y las provisiones. Uno de los chicos, propenso a distraerse en ocasiones, se detuvo en su travesía mirando una de las chicas del puesto contrario. Al notar esto, Terrance giró los ojos y trató de llevar por su cuenta la caja de su compañero, aun sabiendo que ya tenía una encargada. Será sencillo, pensó ingenuamente y cargó su espalda con ambas mercancías.

Desmond volvía de su embarque cuando se dio cuenta de que el dueño ya no se estaba tragando la versión de la “pelea” y que en cualquier momento volvería a su negocio. Observó a su alrededor y concluyó que ya tenían suficiente, no hacía falta más. Dio la señal a los chicos que fungían como distracción y éstos detuvieron su teatro para fingir llegar a un acuerdo. Sin embargo, cuando el pelinegro notó que Terrance aún no volvía, entonces empezó a temer.

Ignorando las reglas de Aldo y las señales, se adentró en el negocio sólo para ver como el comerciante perseguía y trataba de herir a Terrance. Con una furia que no recordaba poseer, se acercó al hombre y se le fue encima, logrando que el otro pudiese escapar. Forcejearon, lucharon y al final, después de varios golpes e insultos, Desmond pudo salir de ese sitio, creyendo que tendría que correr demasiado para alcanzarlos a todos.

Pero extrañamente no estaba solo. Terrance le había esperado.

Dejando las provisiones a un lado, el menor de 13 años se lanzó a sus brazos tratando de revisar sus heridas. Desmond no podía creer que ese chiquillo estuviese más preocupado por él que por sí mismo. Al contemplar su rostro, se dio cuenta de la pequeña herida que le había causado el hombre con su látigo en su mejilla. No lo pudo evitar, el coraje y la furia se apoderaron de su cuerpo y fue mayor que él.

                —Mira nada más, fue una mala idea que vinieras.

                —No me trates como si fuese un niño—replicó Terrance frunciendo el ceño y Des sonrió de lado.

                —Yo sé que no lo eres.

Sin mayor conflicto, coló su mano detrás de su oreja, acomodando sus cabellos. Terrance enrojeció por completo sin comprender por qué de repente tal gesto le hacía sentir así de abochornado. Desmond sólo estaba checando su bienestar, no había ninguna otra connotación. Y sin embargo, sentía ese acto tan íntimo, que la vergüenza le embargaba por completo.

Un carraspeo detuvo el trance en el que se encontraban y ambos voltearon a mirar a la persona responsable. El fornido muchacho y pelirrojo sonrieron cómplices mientras señalaban con la mirada que era hora de marcharse. Desmond se alejó de Terrance sin sentir pena alguna y el segundo suspiró demasiado confundido con todo lo que le rodeaba.

Nunca se había sentido así junto a Desmond. Generalmente las emociones que le embargaban estaban más relacionadas a la alegría y el entusiasmo, nunca a la incomodidad. ¿Qué había sido ese gesto y qué tenía de diferente? La mirada de Desmond no era nueva, él siempre le veía de esa forma tan dulce, como si fuese alguien preciado. Y le gustaba creerse de ese modo, pensar que entre ambos existía un cariño inigualable que nació una tarde misteriosa en el Sector 4 y se afianzó con un viaje a las jacarandas. Su lugar secreto, sus confidencias, todo lo que ellos eran, no había cambiado desde que él llegó a la pandilla hacía ya tres años.

Pero sentía en su interior que había algo nuevo surgiendo en su pecho.

No tenía idea de cómo interpretarlo, no comprendía el motivo por el que su pecho se había acelerado de esa forma con un simple roce. Y no quería hacerlo, no quería llegar a conclusiones equivocadas. Tenía 13 años, ya no era un niño que no entendía del querer, sabía que a su edad, era normal empezarse a interesar por las chicas y conseguir alguna noviecilla por ahí. Pero no podía, su ambiente, su mundo, su conocimiento entero, era sólo convivir con chicos y en especial, era Desmond Place.

Y aquello le asustaba más de lo que deseara admitir.

****

Amira era una persona muy paciente, siempre se había caracterizado por ser la voz de la razón tanto del Rey, como de los subordinados que tenía a su cargo. Después de tres arduos años de entrenamiento, su trabajo y aptitudes le habían permitido ascender a ser general de una división de la guardia. Era pequeña y poco significativa, pero él tenía en mente que todo pilar necesita de sus estructuras, por más débiles que parezcan y el joven Amira Sao, originario de Soria, sin que nadie lo supiera, era feliz de poder demostrar diariamente el agradecimiento que sentía hacia el Rey.

Pero Kirei Alí no le volvía fácil la tarea.

                —¿Por qué te niegas a aceptar mis designios?—cuestionó el joven príncipe mientras hacía un puchero cruzando los brazos.

                —Porque sus “designios”, alteza, no son propios de alguien de su clase. Soy su consejero, pero más que ello, soy su amigo y como tal, no considero bueno para sus relaciones diplomáticas lo que usted tiene en mente.

El rubio giró los ojos bufando con teatralidad. En ocasiones Amira extrañaba demasiado al pequeño Kirei Alí de 12 años, tan puro y adorable. El adolescente de ahora 15 años era exasperante en el mejor de los sentidos. Caprichoso, testarudo, necio y manipulador. Pero sin perder su encanto, sin dejar de ser sencillo, amable con los demás e incluso servicial. La buena noticia quizá era que ya no se dejaba doblegar por nadie, levantaba el rostro con orgullo y altivez. Era el príncipe de Chamel, el heredero al trono, nadie tenía derecho a hacerlo sentir inferior.

El problema, era que a veces exageraba con lo que creía posible y lo que no,

                —Hacer una fiesta de disfraces para mi cumpleaños no me parece algo negativo. Además… ¿De qué me sirven las benditas relaciones diplomáticas? Todos son ancianos—dio un par de brinquitos y Amira sintió su bilis morir. Aquello no desanimó al joven príncipe—. Quiero divertirme, además, hace mucho tiempo que no veo a Terrance, considero que una fiesta de disfraces permitiría a mi mejor amigo asistir sin preocuparse por la etiqueta. Ya conoces a Terry, es un obsesionado con los títulos.

Tristemente debía darle la razón. Terrance, el joven huérfano del Sector 1, tomaba muy en serio los estatutos sociales que le dividían del príncipe. Y quisieran o no, Kirei tenía derecho a pasarla bien en su cumpleaños. A los 16 años se definen muchas cosas, en el caso del joven príncipe, era su puesto en el consejo real y sus actividades como heredero a la corona.

                —Joven Kirei, entiendo su punto pero…

El aludido se abrazó a la espalda del consejero y susurró en su cuello como si deseara seducirle. Quizá, indirectamente, lo estaba haciendo. Kirei Alí se había convertido en un joven demasiado curioso y sus hormonas se encontraban hasta los cielos. Últimamente le había dado por experimentar las reacciones que provocaba en los demás con sus actos. Las cocineras y mucamas sonreían extasiadas con su galantería y los jóvenes juglares le complacían en todo ante su toque de encanto. Sólo Amira Sao se negaba a caer y aquello era todo un reto para el rubio hijo del Rey. Quizá, más que un empeño o necedad, sin saberlo, Kirei deseaba someter a sus caprichos al joven consejero.

Si tan solo supiera el poder que realmente tenía sobre Amira Sao.

                —Vamos Amira, compláceme en esto. Me merezco un cumpleaños espectacular. Después de la fiesta tomaré mis responsabilidades como príncipe, no podré divertirme más y tú siempre estás en la guardia. Me siento aburrido—jugueteó en su hombro mientras mordía su labio—. Anda… dime que sí… por favor…

El ex-habitante de Soria dio un profundo suspiro. Era tan triste saber que una simple mirada y un coqueteo ligero eran capaces de doblegarle a ese grado. Y todo porque Kirei Alí tenía su cariño por completo y también otras emociones que se negaba a aceptar. Él era mayor, le llevaba fácilmente diez años y aún peor, era su subordinado.

Pero hay cosas que no puedes evitar y él sabía que era débil frente a ese caprichoso chiquillo.

                —Sé que me arrepentiré, pero está bien, puede hacer su fiesta.

El príncipe dio un gritito mientras saltaba aplaudiendo y tentado a besarle el rostro o los pies. Le encantaba cuando lograba que Amira cediera, eran como pequeñas victorias, aunque no completas. No hasta que lograra encantarle como lo hacía con todos. Oh dulce príncipe, no deberías jugar con fuego, le gritaba su consciencia, sin saber lo acertada que era.

                —Oh gracias Amira, eres el mejor.

El aludido giró los ojos y se resignó, permitiendo que el torbellino adolescente tomara posesión de todo. Una fiesta encantadora e inolvidable, eso era lo que planeaba Kirei Alí.

Y no tenía idea de que así sería.

****

Mientras se repartía el botín en la guarida de la pandilla y Desmond farfullaba con los más pequeños sobre su hazaña, Terrance no dejaba de mirarle sintiéndose más confundido que de costumbre. Su rostro aún ardía cada vez que recordaba la manera en la que había acomodado su cabello y qué decir del resto de sus acciones. Ahora que lo analizaba detenidamente, no era normal la forma en la que se portaban entre sí.

Dormían juntos, desde el primer día que llegó a la pandilla después de escapar de la nodriza que predecía fatalidad; se tomaban de las manos todo el tiempo, sonreían ante la presencia del otro y siempre estaban uno cerca del otro. Cuando era niño no sentía que aquello fuese extraño, pero ahora sí. Muchas cosas pasaban por su cabeza, demasiadas que le confundían. Desmond se había vuelto más alto, su cuerpo, antes delgado y pálido por las condiciones de vida que tenían, ahora mostraba un deje de músculos que, en ocasiones, cuando se cambiaban juntos de ropa o tomaban baños en los ríos que dividían a los sectores, no podía dejar de admirar. Y sí, él creía que era admiración ante el hecho de que estaba creciendo y volviéndose un hombre, como él deseaba ser. Pero no, algo le decía que no se trataba de eso, si no de otro sentimiento, de otra clase de “contemplación”. ¿Cómo sería ser abrazado por esos fuertes brazos? ¿Qué se sentiría que esa gallarda sonrisa sólo fuese suya? Tales preguntas le asustaban, porque le hacían sentir posesivo con una persona que no era más que su amigo, su compañero de toda la vida.

Uno de ellos será tu persona especial, la persona que amarás, llegó a su mente ese recuerdo de la nodriza y temió que tal visión fuese verdadera. De ser así, entonces las demás también lo serían y le esperaba un futuro lleno de desgracia. Negó con fuerzas y justo cuando creía que se volvería loco con tantas dudas, Mike llegó a su lado devorando lo que parecía ser un trozo de carne seca, todo un privilegio en el Sector 1.

                —¿Y bien chico listo? ¿Te gustó formar parte de la expedición?—cuestionó con chanza el fornido muchacho y al ver su gesto contrariado, enarcó una ceja con curiosidad—. ¿Qué ocurre Terry? ¿Hay algo que te moleste?

El aludido le miró sin saber cómo enfrentarse al hecho o estar seguro de poder compartirlo. Pero Mike era la persona más honesta y sin malicia que conocía. Algo en su corazón le decía que si le explicaba sus dilemas, él sabría qué decirle, le haría sentir mejor e incluso se burlarían de sus locas ideas sobre Desmond. Así que contagiado por esa actitud de relajo y cero tensiones, decidió hablar.

                —No es que moleste como tal, pero creo que Desmond y yo no actuamos normalmente.

                —¿A qué te refieres?—el gesto confundido de Mike no le alivió como creía.

                —Pues… no lo sé… somos chicos y… dormimos juntos… hacemos todo juntos… creo que debería independizarme un poco de él. ¿No te parece?

Mike pareció pensárselo un buen rato, incluso acarició su barbilla mientras hacía un gesto de meditación, pero al final, abandonó tal pose para mostrar su punto de vista.

                —Quizá deberías hacerlo, pero te diré que eso sería muy raro. Considerando lo que ustedes son, a mí me parece bastante normal que estén siempre juntos.

Tal respuesta le desagradó y sin ocultarlo se levantó de improviso mirándole fijamente ante sus palabras y dispuesto a comprender cómo era que la pandilla los percibía a él y a Desmond.

                —¿Y qué somos, Mike?

                —Bueno… es sencillo… son una pareja… ¿No?—replicó el mayor sin verle lo negativo.

La manera en la que Terrance ensanchó los ojos hizo que Mike se diera cuenta de lo impulsiva que había sido su respuesta. Era verdad, todos en la pandilla los veían de ese modo. El par de chicos que al parecer estaba enamorado el uno del otro, pero probablemente ni Terrance ni Desmond eran conscientes de esos sentimientos que parecían exudar por la piel. Había sido un error, un terrible error decírselo de esa forma tan directa. Intentó mover sus manos para explicarse, pero Terry ya no le prestó atención.

                —No somos… no somos una pareja… no… no es así… Mike… no…

Antes de que pudiera tranquilizarlo, Terry sostuvo su frente de manera ofuscada y sin permitir nada más, salió corriendo de ahí. Mike intentó detenerlo y todos los chicos notaron tal huida, incluso el propio Desmond, que creyó prudente seguirle, pero Aldo le detuvo como si adivinara lo que había ocurrido.

                —No… creo que no es prudente. Debes dejarlo solo—fueron sus indicaciones como el mayor de todos ahí y Desmond frunció el ceño.

Mike “el fuerte” dio un gran suspiro y Desmond se acercó a él para saber qué había ocurrido. En la distancia y contemplando la manera en la que Aldo parecía preocupado por Terrance, Todd se acercó al líder de la pandilla e intentó confortarle. Coló sus manos sobre sus hombros y le abrazó indirectamente mientras dejaba escapar la poca malicia que había en su corazón.

                —Quisieras salir corriendo a buscarle… ¿Verdad?

Aldo se alejó instantáneamente de esos brazos y el pelirrojo muchacho torció la boca herido con ese gesto, pero como si ya estuviese acostumbrado al rechazo.

                —¿De qué estás hablando? Todd, mi deber como líder es velar por cada uno de ustedes.

                —No me vengas con esa mentira. Tú y yo sabemos perfectamente lo que sientes por Terrance—endureció el gesto como si la envidia le corrompiera—. Ese sentimiento que jamás tendrás por mí.

El mayor dio un gran suspiro. Todd era un dolor minoritario que no sabía cómo manejar. El chico de 12 años que robaba manzanas y le miraba con idolatría, poco a poco se había amargado con los años después de ser rechazado una tarde en la que se atrevió a confesar sus sentimientos. Era adorable la manera en la que lo había hecho y sin embargo no pudo corresponderle. ¿Cómo hacerlo? Sólo era un niño, además, ambos eran chicos y aquello estaba prohibido en Chamel. Sin embargo, con el pasar del tiempo, lo que creyó que era resignación en el corazón de Todd, poco a poco tomó forma y se volvió rencor, coraje. Y todo porque creía con certeza que él sentía atracción por Terrance.

Si tan solo estuviese equivocado.

                —Todd, hemos hablado de esto. Es imposible, no podría sentir aquello por un chico jamás. Ni por ti, ni por nadie, deja de inventar y ver cosas en donde no las hay.

Lanzó una carcajada ante esa respuesta, una risa discreta y propia, pero llena de resentimiento. Todd sabía leerle perfectamente, le conocía mejor que nadie, incluso mejor que el propio Desmond, con quien compartía un lazo más grande al ser como su hermano mayor. Todd sabía cuándo mentía y sabía la manera tan absurda en la que trataba de auto convencerse de que los sentimientos por Terrance sólo eran hermandad. Lo peor de todo era que no podía odiarle, ni a él ni al propio Terrance, aún si doliera y sintiera envidia, no podía.

Aunque sí tenía la facultad de darle en donde más le dolía a la persona que le hacía sufrir así.

                —Eres tan necio, que incluso muriéndote de amor por él, lo niegas. Pero te diré algo querido “jefe”, jamás, y escúchalo bien, jamás podrás tener algo con él. Nunca te mirará más allá que como un hermano mayor. ¿Sabes la razón? Sencillo, porque Terrance sólo ama a Desmond, se pertenecen el uno al otro y nunca habrá lugar para ti.

Dicho tal discurso, Todd sonrió como si estuviese satisfecho del dolor causado con sus palabras. Era tan triste que él amara a un imposible, pero sin duda era más patético que Aldo amara a un chico que nunca podría corresponderle. Y todo porque Desmond se había ganado ese lugar desde hacía mucho tiempo.

Se alejó de él y salió de la guarida para ir a despejarse ante su propia envidia y su propio dolor disfrazado de malicia. Aún si mereciera su odio, no podía irse contra Terrance, él no tenía la culpa y le adoraba, a pesar de ser el responsable de su amor no correspondido, le adoraba como un hermano. Quizá, las personas buenas tenían algo de maldad en su corazón. Él se sentía despreciable por envidiarle, pero le quería demasiado como para dañarle.

Y Aldo era consciente de ese dilema en su corazón.

Dio un gran suspiro sintiendo como las punzantes palabras acertadas de ese pelirrojo le consumían el corazón y cuando estaba a punto de salir tras él para justificarse una vez más, para intentar reparar el daño causado, escuchó una sonora explosión que atrajo la atención de todo en la pandilla. Incluso Desmond y Mike dejaron de discutir para contemplarlo.

Aquello fue el inicio del fin de su felicidad, fue consumida por el fuego, como todo lo bueno.

****

Tenía las piernas abrazadas a su pecho en una posición fetal que no hubiese querido que nadie viera. La sonrisa comprensiva de Todd no volvía todo mejor, sabía que cuando ese serio y meticuloso muchacho sonreía de esa forma, era porque ya tenía la solución a su dilema, aún si él se seguía martirizando. Terrance le miró tratando de corresponder esa sonrisa y con una palmadita al suelo, le invitó a que se sentara a su lado. Estaba en las raíces del hermoso árbol de jacarandas que seguía siendo su lugar especial con Desmond. Irónico que, incluso huyendo de lo que le provocaba, fuera a dar a un lugar que le recordaba todo sobre él.

                —Siempre he tenido curiosidad de saber cómo fue que Des dio con este árbol tan lindo.

                —Yo tampoco lo tengo muy claro—respondió Terry con un suspiro evocando tales recuerdos—. Es nuestro símbolo. ¿Lo sabías? Dios mío, claro que lo sabías, incluso algo como eso no es normal entre un par de chicos.

                —Debes dejar de martirizarte sobre lo que es normal o no—aconsejó Todd con sabiduría, como si algo en su cabeza le hiciera decir tales palabras, aún si no las sentía de igual modo—. Mi consejo es Terrance, que analices lo que hay en tu corazón. Déjalo fluir, sin represión, sin miedo. Tienes la gloria de amar y ser correspondido, no lo desperdicies.

Se abrazó a sí mismo sintiendo cierta incertidumbre ante las declaraciones de Todd. Estaba claro, una cosa eran sus confusos sentimientos y otra muy distinta lo que Desmond pudiese sentir. No debía atreverse a comprometer al chico en sus delirios. ¿En verdad él le quería de ese modo? ¿Él mismo podía profesar esos sentimientos? De repente la realidad le cayó como un balde de agua fría e intentó negarse a sí mismo la transformación de su mente y corazón.

                —No, no es amor, porque si Desmond se sintiera igual que yo, no actuaría tan seguro frente a mí. No estoy enamorado y él no lo está. No es… no es así… yo…

                —¿Soportarías perderlo? ¿Podrías vivir lejos de él?—tentó el pelirrojo ese necio corazón y Terry se angustió al instante al solo pensar en la posibilidad.

                —No… no podría… me moriría… estoy tan acostumbrado a él… no sé qué sería de mí si él no existiera en este mundo… él es… él es…—su rostro enrojeció por completo permitiendo que todo lo reprimido saliera a flote y los miedo desaparecieran. Con una avergonzada sonrisa, miró a los ojos de su amigo de pandilla y lo expresó por fin—… él es mi persona especial.

Todd se sintió orgulloso del pequeño Terrance que poco a poco se convertía en un hombre y, poniéndose de pie, extendió su mano para que hiciera lo mismo. Terry obedeció y le dio las gracias con una inclinación sencilla, pero muy significativa.

                —Muy bien, es tiempo de que se lo digas de…—detuvo sus palabras al notar el humo negro en el cielo y, confundido, Terrance miró hacia la misma dirección.

Los antiguos temores y recelos murieron ante la imagen. Un poderoso y casi imponente humo negro cubría el cielo y ambos eran plenamente conscientes de dónde estaba surgiendo. Había un solo lugar en todo Chamel que se encontraba cubierto de muros, muros que no permitían que las clases se mezclaran, muros que reprimían y protegían, muros que aislaban al Sector 1 de los demás.

Muros que ahora servían como hoguera.

Sin decirse absolutamente nada, ambos echaron a correr en dirección a las cañerías de la ciudad, donde fácilmente podrían entrar al Sector 1 evadiendo los muros. Corrieron y corrieron y se prepararon mentalmente para cualquier escena. Al entrar al Sector 1, se dieron cuenta que el humo no invadía toda el área, sino solamente un lugar, oculto entre las calles y los indigentes. Un lugar que los dos no podían creer que antes hubiesen llamado hogar.

                —Viene de la guarida—concluyó en un susurro Terry y Todd trató de ser diligente en la situación.

                —Tranquilízate, debemos llegar y ayudar a quien más podamos. ¿Está claro?

Terry asintió y ambos dieron rienda suelta a sus pies. El fuego estaba consumiendo todo el recinto, todo parecía arder y no había forma alguna de que alguien pudiese entrar a la estructura. Pero ellos la hallaron y se adentraron en ese infierno tratando de encontrar sobrevivientes. Desafortunadamente todo lo que sus ojos pudieron vislumbrar fue muerte.

Algunos chicos lloraban a los cadáveres calcinados de sus compañeros, otros más corrían del fuego sabiendo que tarde o temprano les alcanzaría. Unos cuantos chicos peleaban con otros y eso les permitió comprender qué era lo que había sucedido exactamente.

Ned Kuhn.

                —Ese maldito, él hizo esto—vociferó Todd apretando sus puños con rabia y miró a Terrance, quien aún seguía paralizado—. Debemos encontrar a Aldo y a Des, ellos sabrán qué hacer y cómo escapar. Terrance, nos dividiremos, si encuentras a alguien que necesite ayuda en tu camino, auxílialo, yo haré lo mismo. ¿Estamos de acuerdo?

                —Lo estamos—aceptó el castaño, alejándose de Todd, contemplando cómo su figura se perdía entre las llamas y el humo.

Esquivo un poco de fuego y algunos muros que se derrumbaban vencidos por el calor, encontró a varios niños a los cuales ayudó mostrándoles el camino hacia la salida y trató desesperadamente de no rendirse. Hacía unos minutos Todd le había hablado de lo afortunado que era tener a alguien que te amara y que tú amarás. Ahora mismo, con el fuego a su alrededor, con la desgracia y el miedo, Terrance temió que Desmond no volviera, temió haberlo perdido y nunca más poder contemplar su sonrisa, sus impresionantes ojos azules o la calidez de sus abrazos. Sabía que no tenía que martirizarse con tales pensamientos, pero no podía evitarlo.

La sola idea de perderlo dolía demasiado.

Dio la vuelta en uno de los rincones y la escena que se encontró frente a él le desgarró el corazón como jamás le había sucedido. De rodillas, mientras los demás chicos lloraban como él no se atrevía, Aldo cerraba los ojos del cadáver calcinado y casi irreconocible de aquel que todos en la pandilla llamaban “Mike el fuerte”. Terrance cubrió su boca con sus manos para tapar el llanto y Aldo trató de consolarle con la mirada apagada. Sin poder hacer más, el menor se arrodilló a su lado y guardó silencio.

                —Usó su cuerpo para proteger a los chicos de las llamas—explicó Aldo y la voz le tembló al hacerlo—. Todo fue tan rápido, escuchamos una explosión y después nos dimos cuenta de que Ned y sus chicos habían entrado.

                —¿Pero por qué hacer esto? ¿Qué es lo que quieren? Nunca nos hemos metido con su pandilla. ¿Qué es lo que Ned quiere de nosotros?

Las dudas de Terry eran lógicas, él sólo sabía lo que la mayoría de la pandilla. Ned era el enemigo y siempre trataba de boicotearles, pero nunca había llegado a tales grados. ¿Por qué ahora era distinto? ¿Cómo era posible que una persona tan ruin existiera en ese mundo? Ned no podía ser humano, simplemente le parecía difícil de creer que era hermano de Aldo y que juntos habían rescatado a Desmond.

                —Hay muchas cosas que no sabes Terry, muchas cosas que es mejor que permanezcan en secreto. Pero sí hay algo que te puedo decir, Ned no descansará y nada lo detendrá, hasta obtener lo que desea.

                —¿Y qué es lo que desea?

A ti, pensó fugazmente Aldo Kuhn, pero jamás lo expresaría en voz alta. Nunca permitiría que Terrance conociera ese otro lado de la miseria y la desdicha. Ned jamás le marcaría como lo hizo consigo mismo. El solo recordar cada una de esas noches, cada uno de esos asquerosos roces, le ponía los vellos de punta. Se había resignado a soportarlo, todo por el bien de la pandilla, para que Ned nunca le hiciera aquello a cualquier otro chico, asumió que era su deber como uno de los protectores, aceptar la humillación y el asco, soportarlo y nunca encontrar la luz.

Pero su liberación vino con Desmond Place, cuando una noche que despertó para hacer guardia descubrió que él no era la única víctima. Enterarse de que Ned Kuhn también le estaba destrozando la vida a aquel que consideraba su hermano menor, hizo que toda su sumisión, todo su miedo, toda la resignación, se esfumaran y la furia le dominara. Le enfrentó, le retó, lucharon y al final ambos huyeron con los miembros que quisieron serle fiel. Ahora eran libres, pero Ned no se rendiría tan fácilmente y tanto él como el propio Desmond sabían que tarde o temprano, ese demonio volvería reclamando una nueva víctima.

Ese día había llegado.

Antes de que pudiese explicarle a Terry que Ned era una persona que actuaba sin motivos aparentes, ambos escucharon como alguien carraspeaba en la distancia, como si estuviese a punto de dar un gran discurso en medio de las llamas.

                —¿Y bien hermanito? ¿A cuántos más tengo que incinerar para que me honres con tu presencia?—ironizó Ned Kuhn y Terrance frunció el ceño mientras miraba a Mike, quien ahora pertenecía al mundo de los muertos.

Aldo le pidió que se calmara sosteniendo sus hombros y mirándole a los ojos directamente. No debía permitir que Ned le provocara lo suficiente como para salir de su escondite.

                —No te muevas de aquí, no le des ese gusto.

                —Pero Aldo…

Un gran suspiro fingido de tristeza resonó en el lugar y Aldo señaló la salida. Terry negó, no se iría de ahí sin él, y mucho menos sin Desmond o Todd. Todavía los tenía a ellos, aún si ya había perdido a los demás chicos de la pandilla, aún si Mike ya no estaba con ellos. Aldo giró los ojos y Terrance insistió sin cambiar de opinión.

                —Muy bien, yo quería hacer esto por las buenas, pero ya que te niegas—Ned chasqueó los dedos y ambos escucharon como alguien forcejeaba. Se asomaron ligeramente y Aldo sintió que el oxígeno se le iba del cuerpo—. Me temo que tu “subordinado” deberá pagar las consecuencias.

Con sus brazos aprisionó el cuello del joven pelirrojo, quien no lucía doblegado para nada. Ante las palabras de Ned, Todd bufó como si, aun siendo su prisionero, se burlara de sus intenciones. Hasta en momentos así, la amargura de Todd era mayor que cualquier miedo.

                —Me temo rata asquerosa que tu plan fallará, él no se arriesgaría por mí en lo absoluto, te has equivocado de rehén.

Ned, en lugar de enfadarse, le regaló una coqueta sonrisa mientras declaraba con orgullo.

                —No le subestimes, es mayor su lástima que su orgullo.

En la distancia y sintiendo una angustia que no creyó posible, Aldo sopesó las posibilidades. Era verdad que se había jurado proteger a Terry de las garras de Ned, pero nunca creyó que tendría que elegir. Demasiado le había fallado a Todd al no amarle como se merecía, no se perdonaría jamás si Ned le corrompía con su oscuridad. Tenía que salvarlo, tenía que lograr su sonrisa una vez más, era su deber, era su misión. Era su anhelo, salvar a Todd, y si para ello debía elegir entre su felicidad, su libertad o la de Terry, entonces era el momento de ser el mártir nuevamente.

                —¿Qué haremos? ¿Cómo vamos a salvarle?—cuestionó Terrance y Aldo se puso de pie con serenidad, como si no estuviese aterrado por lo que estaba por hacer.

                —Sencillo, voy a darle lo que realmente quiere.

El castaño no comprendió sus palabras hasta que lo vio salir de su escondite improvisado y presentarse frente a Ned. Por primera vez en años, Todd ensanchó los ojos con sorpresa, no podía creer que Aldo hubiese cedido, no por él, no cuando se suponía que a quien amaba era a Terrance. Ned se mostró satisfecho ante esa actitud suya que lo volvía tan domable, le extasiaba a más no poder dejarle sin salidas, hacerle ver que tenía un solo dueño y que nunca, aún si lo intentaba, sería libre.

                —Hasta que al fin te vuelves obediente hermanito.

                —No metas a Todd en esto, déjalo ir.

El mayor dio una gran carcajada, en verdad era divertida la forma en la que Aldo actuaba como si tuviese la suficiente fuerza como para vencerle. Todd negó con ganas, conocía a Aldo, sabía lo impulsivo que podía ser, no quería que hiciera una tontería, él no era la persona que deseaba salvar y no planeaba llevar esa culpa.

                —No tienes derecho a exigirme nada, no hasta que me des a ese polluelo tuyo. Sabes muy bien lo que quiero.

                —Por supuesto y por ello es que voy a proponerte un trato—Ned enarcó una ceja sintiéndose interesado de repente en sus palabras y Aldo continuó—. Dejarás libre a Todd y nunca te le acercarás ni a él, ni a Desmond o Terrance. A cambio… yo… yo volveré a ti.

Terrance negó, aún si no conocía esa terrible historia, algo le decía en los gesto de Aldo, que aquello era un terrible sacrificio. El propio Todd intentó repelar y Ned obtuvo de su bolsillo una navaja que posó sobre su cuello. Aldo se alarmó, Terrance jadeó espantado y Todd gruñó. Odiaba ser tan vulnerable en ese momento y detestaba más que Aldo se tomará tal responsabilidad.

                —¿Qué me garantiza que no mientes?—la voz de Ned era cautelosa y llena de dudas.

                —Que estoy aquí, pidiéndotelo. No huiré, no mientras cumplas tu palabra.

Pareció pensarlo demasiado, casi como si no fuese atractiva su oferta. El fuego se cernía sobre ellos y todos debían salir lo más pronto posible de ahí. Bien podría aceptarlo, ya después se encargaría de conseguir sus anhelos. No era un mal trato, al final de cuentas, Aldo le pertenecía, quisiera o no.

                —De acuerdo, acepto tu ofrenda… al menos, por ahora.

Indicó con la cabeza a sus compañeros que sostuvieran a Aldo y éste señaló a Todd como si fuese algo obvio.

                —Me parece que te olvidas de algo.

                —Es cierto. ¿Qué será? ¿Qué es lo que se me olvida?—sostuvo su barbilla con cinismo y chanza y después de fingir demasiado, chasqueó los dedos como si lo recordara—. Ah claro, el pequeño Todd.

Y justo entonces, sin ni siquiera preverlo o esperarlo, Ned usó su navaja y cortó el cuello del pelirrojo.

Terrance estuvo a punto de lanzar un grito, pero una mano externa lo detuvo cubriendo su boca. Al girarse para ver quién era, notó con cierto alivio que se trataba de Desmond, quien le pedía silencio a pesar de la desgracia que acababa de ocurrir. Fue difícil, pero se contuvo, todo porque entendía lo importante que era mantenerse oculto.

Pero Aldo no se contuvo. Lanzó un grito con su nombre y golpeó a los que lo sostenían para acercarse al pelirrojo, quien rápidamente parecía perder la vida frente a sus ojos.

                —Todd… Todd… oh por Dios… Todd…—el chico intentó decir algo pero la sangre cubrió su boca y expiró sin poder hacer más, con los ojos abiertos, mirándole fijamente, regalándole esa última imagen. Aldo sintió un vacío en el estómago y no ocultó su llanto, pero también su rabia, la cual dirigió perfectamente al miserable que le había asesinado—. ¡Por qué lo hiciste! ¡Él era inocente! ¡Por qué lo hiciste!

Ned encogió los hombros como si lo recién hecho fuese algo trivial y respondió a sus demandas.

                —¿Por qué lo habré hecho? Supongo que fue un acto reflejo.

                —¡Eres un miserable!—le gritó encolerizado mientras le golpeaba en el pecho—. ¡Te juro que algún día te mataré! ¡Te lo juro!

Aunque eran amenazas fuertes, Ned sabía muy bien que Aldo era débil y que jamás tendría el valor de enfrentarle. Le dio un rodillazo en el estómago para hacerle saber quién era su dueño y el joven cayó al suelo mientras miraba fijamente hacia el escondite, donde Terrance reprimía su llanto y Desmond contenía su coraje.

Salgan de aquí, váyanse ahora, pensó mirando a Desmond fijamente y el pelinegro lo comprendió sin necesidad de palabras. No quería hacerlo, Aldo era su hermano mayor y sabía perfectamente el mundo de agonía que le esperaba en las garras de Ned, pero entendía el punto crucial. Debían salir de ahí y nunca permitir que Ned les encontrara. De ese modo, Terrance siempre estaría a salvo.

                —Vámonos—susurró firmemente y Terrance negó.

                —¿Qué? Estás loco, no me iré de aquí hasta que…

                —No es una sugerencia—le interrumpió con autoridad y en contra de su voluntad, tapó su boca y le arrastró fuera de ahí mientras Terrance repelaba.

No podía estar hablando en serio, no iban a marcharse. ¿Dejar a Aldo abandonado a su suerte? Él era lo poco que quedaba de su familia. ¿Cómo era posible que Desmond fuese capaz de hacerlo? ¿Es que acaso no le dolía dejar todo lo que amaba?

Luchó y luchó, pero el mayor fue imponente y dominante. Salieron de la estructura, salieron del fuego y la desesperación de Terrance fue tanta, que lanzó un grito que consumió toda su energía. Perdió las fuerzas, sintió como todo se volvía negro y se desvaneció en los brazos de Desmond Place.

Su última imagen fue el fuego destrozando por completo todo aquello que había sido su hogar…

Su familia.

Notas finales:

Oh yeah, que empiecen las primeras muertes del fic (risa diabólica)

Yo dudo realmente que alguno de ustedes se haya encariñado con Todd, Mike o el propio Aldo, fue poco el tiempo que les conocieron, pero en caso de que sí, me disculpo enormemente por haber matado a los dos primeros.

No voy a dar detalles sobre el paradero de Aldo, ya se sabrá en su debido momento, lo prometo. Sé que son muchas cosas por procesar, pero en mi afán por justificarme, debo decir que todas estas muertes son necesarias para el desarrollo de la trama. Ya lo notarán, lo prometo (una vez más)

La buena noticia es que Terry ya es consciente de lo que alberga su corazoncito por Des, ah que es una monada :3 Yo los amo mucho, Des y Terrance han cambiado estos tres años y seguirán haciéndolo, lo prometo ;D

Pero el que se lleva el premio a la transformación es nada más y nada menos que mi amado príncipe Kirei!!! Oh yeah!!! El próximo capítulo lo veremos en acción y oh por Dios, Kirei eres terrible muajaja y muy pillo (me rio sola, se dan cuenta?)

Ahora, iré al asunto peliagudo.

Seguramente ustedes ya han notado que me tardo mucho haciendo los capis y que me salen bastante largos. Por los mismo he tomado una decisión, debido a que yo escribo los fines de semana, creo prudente cambiar mi calendarización de actualizaciones. Esto es, simple, actualizaré cada 15 días, para no sentirme presionada y dejar que el largo capítulo fluya. De lo contrario, actualizaría cada semana, pero con capis muy cortos y considero que así la historia pierde su toque.

Así que este es mi comunicado, espero que no me odien por ello, pero yo lo considero mejor a dejarlos botados esperando un capítulo que no llegará hasta la otra semana. Me disculpo enormemente, será algo temporal hasta que organice mi vida (qué raro sonó eso) y pues sin más me despido.

Nos vemos en 15 días!!! Les amo!!!!

Mil gracias!!!!


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