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Destination Unknown por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Holi!!!

Que el yaoi esté con ustedes, que así sea.

Me siento peor que hace 15 días y no sé por qué. Creo que no me gusta esto de ser irresponsable con las actus, pero no depende de mi. Mi vida es un caos y me siento más deprimida que de costumbre.

El asunto en cuestión es que debemos celebrar que, contra todo pronóstico, logré tener el capi a tiempo (yei!!!)

Pero la huelga de los 15 días no termina, no aún, espero pronto superarla.

Este capítulo me emociona por muchas cosas, mi bebé Kirei es el rey de la noche (inserte cara pervertida) pero lo que más me hace fangirlear es la aparición de otro de mis amores. (Ya lo explicaré en las notas)

Sin más se los dejo ;D

Capítulo 5.- El príncipe de Chamel.

 

Ten cuidado con la maldición,

 que cae sobre los jóvenes amantes.

Empieza tan suave y dulce

para después convertirlos en cazadores.

Un hombre que es puro de corazón,

y reza sus oraciones por la noche,

todavía puede convertirse en lobo,

cuando la luna de otoño está brillante.

                (Howl, Florence and the Machine)

 

Todo parecía vacío de repente. Todavía podía recordar con precisión esos últimos momentos de felicidad antes de que se le fuesen arrebatados. Durante las noches tenía pesadillas, Mike pereciendo en el fuego, Todd desangrándose y Aldo desapareciendo entre las llamas, atrapado por el rey de las tinieblas. Detestaba dormir desde entonces y estaba enfadado, molesto con Desmond por haberle sacado de ahí cuando su lugar era quedarse y salvarle. No podía entender cómo lograba despertar todos los días y conseguir algo de provisiones con tanta tranquilidad, actuando de forma indiferente ante la pérdida que ambos habían sufrido.

No lo entendía y no lo perdonaba por ello. Cinco días habían transcurrido desde que el fuego consumió todo a su alrededor y no le había dirigido la palabra desde entonces. Al principio Desmond intentó razonar con él, pero al ver su negatividad, simplemente terminó rindiéndose. O al menos eso creyó hasta esa tarde, cuando volvió de robar algunos alimentos. Estaban en el Sector 3, escabullidos en las cañerías, como cuando eran niños y toda la pandilla estaba junta. Ya no había nada de eso, ellos eran los únicos que habían sobrevivido. Y aquello le enfermaba por completo.

                —Terrance, tienes que comer, no te la puedes pasar así toda la vida.

                —Sí puedo—debatió con necedad, casi enfadado por tener que explicarse con él.

Era demasiada paciencia la que caracterizaba a Desmond Place, pero había días como aquel, en los que el joven de los ojos impresionante perdía el control. Azotó con fuerza toda la comida, logrando que Terrance ensanchara los ojos ante tal acto. Nunca lo había visto tan enfadado, Desmond era amabilidad, dulzura, cuidado y protección. Debía estar harto, pero no iba a ceder, estaba molesto por sus actos y su comportamiento, no le vencería tan fácilmente.

                —Muy bien, vamos a comportarnos de esta forma, entonces adelante. Muere de hambre, sólo te diré que eso no sacará a Aldo del infierno en el que ahora vive. Disfrútalo Terrance, disfruta que su sacrificio sea en vano.

Le encaró con coraje en la garganta. ¿Cómo se atrevía a decirle eso? ¿Reclamarle? ¿Justo cuando él le había dejado sin decir más? ¿Qué estaba pasando con Desmond? Sin importarle su altura o la superioridad ante su edad, Terrance entrecerró los ojos y le replicó con palabras certeras y cargadas de veneno.

                —No tendría por qué ser un sacrificio si no lo hubiésemos dejado. Me enferma Desmond, me enferma que puedas estar tan tranquilo, no lo entiendo y te detesto, detesto que puedas seguir como si nada. Te detesto por completo.

Ante tales palabras que no tenían veracidad al estar cargadas de enfado y desesperación, Desmond brincó apretando sus puños antes de acorralarle en la pared más cercana. Estaba oscuro, no podía ver por completo su rostro, pero sabía que tenía sus ojos azules taladrándole con intensidad.

                —Ódiame entonces, ódiame todo lo que quieras, pero no me arrepiento, habría preferido morir antes que entregarte a él, prefiero mil veces perder todo lo que amo antes que perderte a ti. Incluso si por ello tengo que sacrificar al mundo entero, prefiero arrancarme el corazón, lo prefiero si con ello conservarás el tuyo.

Estaba a punto de empujarle lejos, contrariado ante esas palabras cargadas de egoísmo disfrazado de protección, pero entonces, pudo ver la verdad detrás de esos ojos, detrás de esas manos que le aprisionaban. Oculto bajo la máscara de indiferencia, estaba el Desmond Place que temblaba ante el recuerdo de haber abandonado al que consideraba su hermano en las garras de una persona a la que le temía demasiado. No era Desmond Place el que seguía con su vida, no era Desmond Place el que actuaba con agresividad e ímpetu. No.

Era el Desmond Place que también había muerto por dentro al perder lo más cercano a una familia.

Sintió su corazón martillear ante esa imagen y antes de que Desmond dijera algo para ocultarse, Terrance le abrazó con fuerza, acunando sus cabellos, temblando a su lado y sintiéndose el ser humano más horrible del mundo al juzgarle sin comprenderle.

                —Perdóname… perdóname… estoy pensando sólo en mi dolor… sé que le amabas… a todos ellos… sé que fue difícil… y yo… Dios… no te odio Desmond, jamás podría… eres todo lo que tengo ahora… mis sentimientos por ti… son… son…

El aludido le silenció con su dedo en sus labios y de ese modo Terrance no exteriorizó todos esos sentimientos que luchaban por salir de su boca como un río que rompía una presa. Le quería, lo sabía perfectamente, pero no era el momento de decirlo, de expresar que su sentir era mayor a lo que ambos habían establecido en su infancia. Sin embargo, aún si las palabras no estaban dichas, Desmond le profesaba con la mirada algo tan profundo, que sintió sus piernas temblar y no pudo alejarse aunque lo deseara con todas sus fuerzas.

                —Lo entiendo, te juro que lo entiendo Terrance, no tienes que disculparte. Sólo quiero que comprendas que siempre haré cualquier cosa con tal de que estés a salvo. Nunca permitiré que la fatalidad te atrape, fue mi promesa y voy a cumplirla.

                —No tienes que pensar en eso—le replicó el castaño acariciando su rostro sin dejar de mirarlo—. No hay fatalidad, he perdido a las personas que amaba, pero aún te tengo a ti, eso es un triunfo para mí. Mientras nos tengamos el uno al otro, puedo contra lo que sea.

Desmond sonrío satisfecho con tal respuesta y acomodó su cabello detrás de su oreja. Lejos de sentirse incómodo o abochornado, Terrance se sintió feliz de poder estar en sus brazos. Aún si lo acababa de perder todo, aún si se sentía egoísta. Con todos esos sentimientos que tenía que comprender y preservar, tenía que seguir adelante, enterrar en lo más profundo el dolor y los recuerdos felices de esa familia que ya no tenía. Dejarlos ir y continuar, dar un nuevo paso, pero siempre de la mano de aquel que empezaba a amar.

                —Siempre me tendrás Terrance, nunca dejaré que me pierdas. Te prometo que no permitiré que vuelvas a derramar una sola lágrima, soy capaz de vencer a la misma muerte. Lo haría por ti, siempre.

Suspiraron al mismo tiempo y entrelazaron sus miradas como si sus almas se volvieran una sola y sus corazones les pertenecieran. Sus labios no se unían en un beso, sus pieles no se tocaban la una a la otra, pero sus ojos se acariciaban más allá de lo íntimo y con ello era suficiente para jurarse amor eterno.

Aún si no estaba dicho.

Era una pena que esa preciosa promesa estuviese condenada al fracaso.

****

Le había mandado a llamar desde muy temprano y aquello no le agradaba demasiado. Estaban muy cerca de celebrar el cumpleaños del joven príncipe y temía que, de algún modo, el Rey se hubiese enterado de sus “concesiones” dadas al caprichoso joven. Zhasced Alí seguía teniendo conflictos para aceptar su paternidad con Kirei, pero por lo menos ya lucía más interesado en su futuro, quizá porque al cumplir los 16 años, el príncipe debía comenzar a tomar responsabilidades nuevas y un entrenamiento. Él no sería eterno y todos en el MOM confiaban en que el joven Kirei Alí sabría llevar el trono con el honor que caracterizaba a su familia. Siempre y cuando fuese correctamente instruido en ello.

No le gustaba pensar en los planes que el MOM tenía para el príncipe. Él lo había cuidado desde que era un niño, lo quería y sobreprotegía de un modo que no podía comprender, pero no le agradaba la forma en la que todos en el consejo real consideraban a Kirei. Un objeto a manipular, un ser moldeable y manejable a su antojo. Zhasced Alí era lo más parecido a una marioneta en eso que llamaban “gobierno” y sabía muy bien que Guram Alí estaba a la caza de cualquier cosa que desprestigiara al príncipe, para así ganarse esa corona. Nadie miraba a Kirei como él lo hacía, nadie pensaba en su opinión, nadie se había tomado la molestia de saber si él quería ese destino.

Pero no por ello lo mermaría. Si su deber era estar a su lado y ayudarle a ser el mejor candidato a la corona, entonces lo haría, aún si con ello debía reprimir en lo más profundo de su ser, las pasiones y deseos que Kirei le provocaba con su sola presencia.

Desechó tales pensamientos con un gran suspiro y entró a la sala principal del Castillo de Ishi, donde el Rey le esperaba pacientemente. Frente a él tenía un enorme escritorio donde había varios pergaminos con dictámenes y órdenes del MOM y demandas del pueblo. Era de esperarse aquello, seguramente hablarían sobre tales demandas. Esa imagen le tranquilizó, no quería hablar sobre Kirei, no deseaba tocar ese tema, no aún.

                —Bienvenido Amira—el aludido hizo una reverencia como era su costumbre y Zhasced negó sin remedio mientras extendía su mano hacia una de las sillas—. Toma asiento, hay algo que me gustaría discutir contigo.

                —Dígame alteza y yo haré lo que esté en mi poder para llevarlo a cabo.

El hombre dio un gran suspiro con una ligera sonrisa. Cerró los pergaminos y le miró directamente antes de hacer su pregunta. Una muy directa cabe destacar.

                —¿Qué piensas sobre Kirei? ¿Cuál es tu perspectiva sobre él?

Amira enarcó una ceja y se tragó todas sus palabras. Es engreído, caprichoso, me saca de quicio, es encantador, adorable y dulce. Considera al mundo su enemigo y al mismo tiempo no deja de confiar en él. Hace que mis nervios mueran y a la vez deseo protegerlo con toda mi alma de toda la maldad que le rodea. Incluso de usted alteza, quiero que sea libre de usted y de ese amor a medias que le da.

                —Me parece que es un joven con mucho potencial, alteza—se limitó a contestar e indagó más allá. No comprendía por qué de repente el Rey quería saber sobre Kirei—. ¿Pero por qué me lo pregunta? Si es que puedo saberlo, claro está.

                —Por supuesto que puedes saberlo. Amira, Kirei muy pronto deberá tomar nuevas responsabilidades y me preocupa que no esté listo. Considero que es tiempo de que siente cabeza y la mejor forma de lograr que madure, es hacerle ver sus responsabilidades.

No comprendió tal discurso, no le gustaba la forma en la que el Rey veía a Kirei, como si fuese un joven irresponsable que no era consciente de su lugar. Era una vil mentira, Kirei vivía con el peso de ser su hijo desde el primer instante en el que le dio su apellido. Y lo peor, no era un lugar digno, no por completo, no cuando la sociedad entera no lo tomaba en serio. No podía permitir que Zhasced Alí también lo hiciera. ¿Por qué nadie podía comprender la maravillosa persona que era?

                —Con todo respeto alteza, yo creo que él es consciente de su lugar, no tiene por qué dudarlo.

En lugar de enfadarse como creyó que lo haría, el Rey sonrió como si supiera que esa sería su respuesta. Tantos años bajo su mando y Amira a veces olvidaba que era tan transparente.

                —Yo más bien creo que tu amor por él te ciega Amira. Sé que lo adoras como un hijo o quizá como un hermano menor, pero tienes que comprender que aún no está listo para ciertas cosas y yo necesito a una persona que pueda llevar el reino. Kirei no es el indicado, no aún.

Apretó sus puños sintiéndose impotente. Era una injusticia, no estaba cegado, era verdad que adoraba a Kirei como a nadie y ciertamente, su cariño, esos sentimientos que sobrepasaban lo “fraternal” que el Rey creía que él sentía, no le cegaban. Sabía muy bien del potencial de ese muchacho y no podía comprender cómo era posible que Zhasced Alí no lo viera.

                —¿Y entonces qué hará? ¿Le quitará su derecho al trono?—debatió con cierto enfado que podría jurar divirtió al Rey.

                —Claro que no, todos merecemos una oportunidad—Amira ya no comprendió nada y Zhasced fue claro al fin—. Lo que trato de decirte es que a partir de su cumpleaños número 16, Kirei dejará de estar a tu cuidado y seré yo quien le instruya. Quiero que te concentres en tus actividades Amira, tú también debes crecer.

Fue peor de lo que imaginaba. Sabía que tarde o temprano llegaría el día en el que le arrancarían a Kirei, pero no pensó que fuese tan pronto. El muchacho se la vivía pegado a él como una sanguijuela, pero no era algo que le desagradara. Le gustaba lidiar con sus berrinches y cuidarle como siempre lo había hecho. Ya no había historias antes de dormir, pero las lecciones antes de la merienda eran exquisitas y ambos las disfrutaban. Aquello iba a llegar a su fin y no quería, no quería soltar a Kirei, no aún.

Quizá nunca.

                —Puedo hacer ambas cosas perfectamente—trató de alegar, pero el Rey fue inflexible.

                —Lo sé, yo confío en tu capacidad, pero ya has hecho un buen trabajo. No estarán juntos toda la vida, algún día Kirei deberá contraer matrimonio con alguna princesa de otro reino y hacer su vida. No puedes estar ahí para él por siempre. Tarde o temprano deberán separarse.

No necesitó evocar cada momento doloroso de su anterior vida para saber que esas palabras habían sido como una puñalada. Incluso cuando los soldados invadieron su pequeña comunidad y quemaron todo, incluso cuando sus hermanas fueron raptadas por despiadados soldados de Chamel que las ultrajaron hasta saciarse, incluso cuando Guram Alí le privó de su libertad creyendo que podría hacer lo mismo. Incluso cuando Ohara Alí se enfrentó al Conde como si él mismo fuese un trofeo a ganar. No, ni siquiera cuando el fallecido príncipe le arrebató su identidad como habitante de Soria y le orilló a cambiar su nombre y todo lo que él era. No, nunca sintió tanto dolor como en ese momento, no cuando le dijeron así, de repente, que Kirei nunca sería suyo, nunca podría preservarlo como tanto añoraba. Nunca podría saciar esos sentimientos con su presencia y amistad. Se había terminado, no pudo comprenderlo hasta ese momento en el que el Rey Zhasced retiró la venda de los ojos y le recordó lo que él era.

Un recogido de Soria que jamás podría tener el amor del príncipe de Chamel.

Bajó la mirada y Zhasced confundió ese dolor con resignación y obediencia, aquella que siempre había caracterizado a Amira Sao. El joven miembro de la guardia aceptó su destino sin luchar más y simplemente ocultó en una máscara todo lo que sentía y que nunca podría experimentar.

                —Lo entiendo Alteza, será como usted lo ordene. En cuanto Kirei tenga 16 años, me alejaré de su vida y permitiré que sea usted quien le guíe.

                —Agradezco tu comprensión Amira, te prometo que será para tu bien. Veo un gran futuro para ti, una gran posición dentro de mi guardia y necesito que eso sea lo único en tu mente. ¿Está claro?

Asintió sin decir más. Claro que obedecería, pero no podía complacerle en esa última orden. Kirei Alí siempre sería lo único en su mente, sin importar si nunca podría tenerle.

Sería un anhelo oculto, pero que jamás dejaría de sentir.

****

                —Es una mala idea. Lo sabes… ¿Verdad?—comentó el joven pelinegro mientras miraba a su alrededor.

Casi todos en ese lugar le escudriñaban como si fuesen ratas en medio de una cocina brillante. Lo peor de todo era que tenían derecho a hacerlo, ellos a simple vista denotaban no ser de ese sitio y casi parecía que lo estuviesen invadiendo. Terrance caminaba con completa confianza, como si hubiese olvidado ya que no era más un habitante del Sector 2, que había dejado de serlo desde el instante en el que tomó la mano de Desmond y huyó a su lado. No le importaba, entendía la diferencia de clases y lo mucho que él y el propio Desmond se estaban arriesgando ante la posibilidad de que un miembro de la guardia los viera, indagara un poco y descubriera su verdadero origen. Pero no por ello iba a desistir y con firmeza se lo hizo ver a su compañero.

                —Es la peor idea del mundo, pero estoy seguro que, si lo logramos, funcionará.

                —Eres un suicida. ¿Hace cuanto tiempo que no ves a este chico? No creo siquiera que te recuerde, podrá ser el hijo de la servidumbre y lo que quieras, pero vive en el Castillo de Ishi, lo vuelve superior a nosotros.

Terrance le restó importancia con una mano y se coló entre la gente sin dejar de invitar a Desmond a hacer lo mismo. Éste le siguió con resignación y ambos se mezclaron entre las personas curiosas que habían decidido tomar la visita guiada que el Rey permitía cada dos semanas. Muchas cosas habían cambiado, ciertamente, tenía casi tres años sin ver a Kirei, siempre su comunicación había sido mediante sus cartas. Incluso en el Sector 1, viviendo la pobreza que le tocaba, encontraba siempre algún modo de escribirle y Kirei, o más bien, Amira, siempre le hallaba con una nueva carta. El joven consejero, quien según las misivas de su mejor amigo, ahora pertenecía a la guardia, siempre le había mostrado comprensión y apoyo. Esperaba que esta vez pudiese ayudarles a pasar desapercibidos, conseguir un modo de sobrevivir. Se habían quedado sin nada, no podían volver al Sector 1, ahí estaba Ned, quien volvería a cazarles con seguridad. Necesitaban una forma de vida diferente y aunque eran marginados, Terrance confiaba en que Kirei y Amira hallarían una forma de auxiliarles.

Así tuviese que entrar a la boca del lobo para lograrlo.

El joven guía que ahora daba la visita no reparó en ellos y eso supuso un alivio. Tenían que esperar a que la visita guiada terminara para poder escabullirse en la cocina del Castillo de Ishi, donde seguramente sabrían sobre el hijo de la “concubina”. Cuando Terrance explicó esto, Desmond no pudo creer que no supiera lo que era una concubina y aquello le pareció demasiado extraño. Terry no tenía idea de lo que ocurría en la familia real, nunca le había dado importancia, pero Desmond sí estaba al tanto de todo lo ocurrido. La muerte del príncipe Ohara y la sucesión de un joven príncipe hijo de la Concubina del Rey. Tenía vagas sospechas, pero esperaba fervientemente estarse equivocando y que el famoso “Kirei” no fuese quien él pensaba.

Kirei Alí había decidido dar un paseo en el castillo, se sentía aburrido y por alguna razón, esa mañana Amira había comenzado a comportarse de manera extraña con él. No le agradaba la forma tan seria en la que le hablaba, no cuando días antes habían planeado juntos todo lo correspondiente a su cumpleaños. Estaba enfadado y confundido y se había propuesto averiguar qué demonios ocurría con Amira una vez que terminaran sus actividades y tuviese que ir a darle sus lecciones.

Deambuló por los pasillos y entró al salón que resguardaba a la brillante y hermosa “Menouseki”. La contempló por unos cuantos minutos y casi podría jurar que resplandecía más que cuando tenía 12 años. Era una tontería, lo entendía muy bien, pero él sí creía en la magia que poseía y lo peligrosa que era. ¿Quién? ¿Quién sería capaz de liberarte con tal de cumplir un deseo? ¿Quién? ¿Quién sería tan egoísta como para condenar a Chamel entera? ¿Quién?

                —¿Alteza? ¿Qué hace en este lugar? Es peligroso—habló una voz que no conocía realmente.

Miró al dueño de la misma y se encontró con un joven bastante alto y con un porte peculiar. Su cabello era negro, más oscuro que la misma noche y sus ojos competían con la belleza de las castañas. Era mayor, pero no tanto como para ser un superior, no pasaba de los 17 años, algo se lo decía. El uniforme y los modos con los que se presentaba ante él, le dieron una vaga idea de quién se trataba.

Un recluta, un joven aprendiz de la guardia.

                —Descuida, estaré bien. ¿Cuál es tu nombre, soldado?

El aludido bajó la mirada como si el título hubiese sido demasiado para él. Sin embargo, con el respeto que le merecía al joven príncipe, adoptó la postura de su escuadrón y se presentó formalmente.

                —Marx… Sheldon Marx, alteza. Estoy a su servicio, cualquier cosa que necesite, no dude en pedirla.

Kirei sonrío complacido y encantado con el joven. Era uno de los pocos miembros de la guardia que no le veía con superioridad y aquello le volvió de su agrado en automático. Se acercó al joven recluta y con una proximidad para nada propia de su rango, el príncipe rodeó con su brazo el hombro del sorprendido Sheldon Marx.

                —¿Conoces la leyenda sobre esta piedra, Marx?

                —Vagamente alteza—respondió nervioso y continuó—. Sólo sé que es peligrosa y que nadie debe entrar en este salón sin consentimiento.

                —¿Consideras que estoy aquí sin consentimiento?—el aludido recluta negó sin poner en tela de juicio las palabras de Kirei y éste continuó—. Yo te lo explicaré, esta piedra es la mágica Menouseki y si algún día llegaras a tener un gran deseo, uno que definitivamente parezca imposible, puedes pedírselo a esta piedra. Pero eso significaría por supuesto, la destrucción completa de Chamel como la conocemos. ¿Estarías dispuesto a correr ese riesgo?

Sheldon Marx negó con firmeza y Kirei sintió empatía por este joven, esperaba en verdad que lograra sobrevivir al poderoso entrenamiento de los reclutas y así poder verle en el futuro. Ambos escucharon voces en los pasillos y, propio de su juventud e inexperiencia, el joven recluta Marx se colocó en posición defensiva para proteger al príncipe de cualquier cosa.

El protegido príncipe reprimió una risita ante tal comportamiento y en cuanto divisó el rostro de las personas que parecían perdidas en los pasillos, no pudo esconder su felicidad. A uno nunca lo había visto, eso era seguro, pero a juzgar por las miles de descripciones detalladas en sus cartas, podía saber perfectamente quién era. Al otro lo conocía, aunque sólo lo hubiese visto una vez, su rostro no había cambiado por completo y no pudo frenarse aunque no fuese propio de su categoría.

                —¡Terry!—exclamó entusiasmado y el aludido al escuchar ese nombre, detuvo sus pasos y siguió la dirección de ese llamado.

Al estar frente a frente, la sonrisa de ambos mejores amigos se ensanchó por completo y sus testigos simplemente contemplaron la escena de reencuentro sin decir nada. Desmond analizó al joven que se encontraba junto al famoso Kirei y sus terribles sospechas tuvieron fundamento. Un recluta de la guardia, en un Castillo, junto a un adolescente que vestía de manera demasiado ostentosa como para ser un sirviente.

No había dudas, estaban frente al príncipe Kirei Alí.

                —No puedo creer que te encontráramos tan pronto—pronunció Terrance con emoción y tomó el brazo de Desmond para presentarlo—. Tienes que conocerlo Kirei, él es Desmond.

El príncipe esbozó una sonrisa y extendió su mano a modo de presentación.

                —Estoy fascinado de conocer al fin al famoso Desmond Place, he escuchado mucho de ti. Yo soy…

                —Sé muy bien quién es… alteza—interrumpió Desmond haciendo una reverencia con cierto recelo ante el hecho de comprender que había engañado a Terrance.

El castaño le miró sorprendido sin entender nada y el joven recluta entrecerró los ojos con cautela. No le daban buena espina esos muchachos, lucían demasiado andrajosos como para ser amigos del príncipe. Sin embargo, como su deber, decidió informarse primero.

                —Joven príncipe… ¿Estos jóvenes son amigos suyos?

Kirei frunció el ceño y comprendió el enfado de Desmond. Con una sonrisa conciliadora miró a Sheldon Marx y asintió calmando las cosas mientras confirmaba la acusación del joven Place.

                —Así es Marx, ellos son amigos míos. No tienes nada que temer, tu príncipe está salvo con ellos.

Terrance ensanchó los ojos, Desmond hizo una mueca y Sheldon Marx asintió comprendiendo que era momento de retirarse. Hizo una reverencia para los tres y con el juramento y la pose característica de su escuadrón, se retiró de ahí, dejando al príncipe frente a dos chicos del Sector 1 que merecían muchas respuestas.

Una vez que estuvieron solos, Kirei dio un gran suspiro y Desmond fue el primero en hablar.

                —¿Y entonces… alteza?

El príncipe giró los ojos, contempló el salón a su alrededor, a la brillante Menouseki y asintió.

                —¿Qué les parece si primero salimos de aquí?

Ambos asintieron y Kirei se preparó mentalmente para dar la mayor explicación de su vida.

****

Sepultados casi sobre una montaña de ropa nueva, Terrance y Desmond Place contemplaban al torbellino príncipe Kirei deambular por toda la habitación. Después de una larga charla, una disculpa por ocultar su verdadera identidad y una aceptación cálida por parte de Terrance, Kirei se había adueñado de ambos llevándolos a sus aposentos, donde en contra de su voluntad, cabe destacar, les llenó de regalos, alimentos, trajes y atenciones, además de un glorioso baño caliente que ambos agradecieron como jamás admitirían.

Desmond estaba enfadado, pero se sentía demasiado avergonzado ante el hecho de recibir la caridad del príncipe de Chamel. Por un momento se imaginó que quizá, al lado de Kirei Alí, Terrance tendría una vida tranquila y segura, Ned jamás podría tocarle y nunca volvería a pasar las miserias que vivió durante los tres años que estuvieron juntos. Pero era egoísta, no podía soltar a Terrance y si para ello debía entrar en enemistad con la mismísima familia real, entonces lo haría.

Aún si no era lo que Terrance quería.

                —Este cumpleaños sin duda será espectacular, ya estoy esperando la fiesta de mañana con ansias. Lo mejor de todo es que ahora mis amigos estarán ahí.

                —No lo sé Kirei, no creo prudente que nosotros nos presentemos, no tenemos ningún título—replicó Terrance con nerviosismo.

Había comprendido que su mejor amigo era el príncipe, lo que le volvía más inalcanzable que antes, pero no se acostumbraba a llamarlo “alteza”, aún si ese era su deber.

                —Tienen el mejor título de todos, son mis amigos, no necesitan más—explicó el rubio con superioridad y Desmond entrecerró los ojos.

                —Lo lamento alteza, pero coincido con Terrance, no sería propio para nosotros estar ahí.

El príncipe arrugó el gesto ante las palabras de Desmond y Terrance reprimió una risita, sus muecas eran bastante graciosas, aún si Des tenía toda la razón y no debían aprovecharse de esa forma de la buena voluntad de su amigo.

                —Por favor Desi-Desi, deja de llamarme así. Soy Kirei, ese es mi nombre. Nada de alteza y esas cosas, me ofusca—tembló como si en verdad le hubiese insultado y Desmond enarcó una ceja ante el mote que el rubio había decidido atribuirle.

                —Pero Desmond tiene razón. Estamos aquí para ganarnos las cosas con nuestro trabajo, no por caridad—explicó Terrance y Kirei dio un gran suspiro.

Podía comprenderlos, realmente lo hacía. Él, con todo el poder que ahora tenía, estaba deseoso de llenarles de lujos, de todas las cosas que no habían tenido y llenar los huecos que sus vidas lúgubres habían creado. Pero sabía muy bien que el Sector 1 tenía su orgullo, sobre todo Desmond Place, quien agradecía sí, pero no quería ser una obra de beneficencia del príncipe. Sin más que alegar y consciente de que debía tomar en cuenta sus opiniones, negoció un trato con ellos.

                —De acuerdo, hagamos lo siguiente. Yo les asignaré nuevos trabajos y ocupaciones, cosas que ustedes deseen ganarse, para que así no haya conflicto con esos temas de la caridad y no sé qué más cosas. Pero a cambio, quiero que asistan a mi fiesta de cumpleaños y acepten una inscripción gratuita en la escuela comunitaria.

Los ojos de Terrance se iluminaron al escuchar las palabras “Escuela Comunitaria” y Desmond estuvo a punto de negar, pero comprender cómo Terrance deseaba continuar aprendiendo y creciendo en cuestiones de educación, no le quedó remedio más que aceptar. Quería verlo feliz, quería que creciera y no se estancara a su lado. Aceptaría cualquier cosa con tal de verlo realizado y jamás arrepentido de su decisión de estar juntos.

Así que lo haría, aceptaría todas las extravagancias del príncipe Kirei, por Terrance, sólo por él.

                —Está bien, tenemos un trato alteza—el aludido le miró mal y Desmond se corrigió—. De acuerdo… Kirei.

Al escuchar su nombre, el príncipe dio un brinco y se lanzó a los brazos del joven de ojos azules, quien no comprendió tanta efusividad. No se conocían realmente, no entendía por qué lo trataba con tanta fraternidad. Kirei le dio una respuesta como si leyera sus dudas.

                —Oh sabía que aceptarías al final Desi-Desi, en verdad eres tan genial y maravilloso como Terry cuenta en sus cartas. Ahora comprendo por qué casi parece enamorado de ti.

                —¡Kirei!—replicó completamente ruborizado el aludido castaño y por primera vez en toda la mañana, Desmond Place sonrió como si le complaciera escuchar aquello.

El príncipe esbozó una risita maliciosa y comenzó a confabular para que ese romance que, sospechaba y ahora confirmaba, se llevara a cabo. No mentía, Terry siempre hablaba de Desmond como si fuese único en el mundo y cuando era niño aquello le había parecido normal. Pero ahora que tenía casi 16 años y demasiada curiosidad pícara en su interior, Kirei quería saber hasta dónde llegaban realmente los sentimientos de Terry y Desi. Juntarlos sería toda una delicia.

                —Entonces está dicho, la fiesta de mañana será inolvidable.

Abrazó a ambos como si tuviese planes perversos y entrecerró los ojos mientras evocaba en su mente su segundo objetivo de esa noche perdida de cumpleaños. Juntaría a Terrance y Desmond Place y después, lograría someter por fin a Amira Sao. No le dejaría marchar hasta que le diera una explicación coherente y si llegaba a conseguir algo más, entonces era toda una ganancia.

Será el mejor cumpleaños de mi vida, se prometió caprichosamente.

Oh joven príncipe… no tienes ni la más remota idea… susurró el viento en forma de conjuro de una bruja.

****

Las luces de colores, los adornos y los estrafalarios disfraces no faltaban en esa fiesta que parecía organizada por el rey de la locura y la banalidad. Todos en el reino pertenecientes a la clase alta y el Sector 4 habían sido invitados y para fortuna o desgracia del joven príncipe, las máscaras permitían que todos pudiesen hacer lo que siempre habían querido, pero debido a las represiones, escondían en lo más profundo de su ser.

Terrance tenía los ojos ensanchados ante ese despliegue de abundancia y superficialidad. Algunos bailaban y hacían trucos con sus máscaras o disfraces, los cuales iban de lo más lógico hasta lo más estrafalario. Principalmente las damas, quienes hacían gala de su creatividad al diseñar tales prendas y portarlas con orgullo. Era la primera vez en su vida que estaba junto a tantas personas que le parecían irreales. Eran personas superiores a él en cuestiones monetarias, pero muy debajo en cuanto calidad moral se referían.

Había sido una pésima idea llegar solo, sin duda alguna. A pesar de su estatura, aún lucía como un jovencito de 13 años atrapado entre trajes ostentosos y una máscara que cubría la parte superior correspondiente a sus ojos. Kirei seguía enfurruñado en su habitación sin saber qué ponerse a ciencia cierta y no sabía nada de Desmond desde que Amira lo había casi secuestrado antes del mediodía. ¿Y si no llegaba? ¿Y si consideraba que la fiesta de cumpleaños de Kirei era absurda y él se quedaba atrapado entre tanta gente? Sintió su cuerpo entero temblar y reconoció entre la multitud al juglar que siempre recibía sus cartas cuando escapaba del Sector 1. Aquello fue suficiente para aliviarle.

                —Zarin, me alegra verle, toda esta gente me parece extraña.

                —¡Joven Terrance! ¡Qué sorpresa!—exclamó con demasiado entusiasmo el juglar y Terrance pudo percibir el aliento alcohólico al respirar—. ¿Quiere un poco?

El mayor le ofreció una bebida al castaño y éste negó espantado. Sin embargo, su insistencia fue tanta que al final, para quitárselo de encima, Terry aceptó bebiendo de un solo golpe, lo que entusiasmó de más al juglar. Sin nadie que pudiese auxiliarle o aconsejarle, Terrance terminó bebiendo cada una de las bebidas que Zarin le ofrecía sin descaro alguno. Para la mitad de la fiesta, el castaño ya sentía su cabeza dar de vueltas y el mundo más liviano.

Justo entonces, y con una cara de enfado evidente, apareció el príncipe Kirei engalanado en su traje y su máscara. Le arrebató la última bebida de las manos a Terrance y la mala mirada que le dio al juglar fue suficiente para que toda la borrachera se le bajara y decidiera salir avergonzado del sitio.

                —Terry… ¿Te encuentras bien? Ese inconsciente, cómo se le ocurre, dime algo.

                —Estoy flotando… ¿Crees que sea magia?—respondió el aludido con una risa demasiado obvia y Kirei frunció la boca.

                —¿Dónde demonios está Desmond cuando se le necesita?

Le buscó con la mirada y al no hallarle, encaminó a Terrance a una silla para que pudiese recostarse, sin lograrlo por completo. Entre tanta búsqueda, pudo ver a Amira y la imagen le encantó por completo. El joven miembro de la guardia generalmente lucía su uniforme correspondiente al escuadrón que dirigía, pero ahora que estaba en esa fiesta, vestía de una forma mucho más casual, con su máscara y su porte, que le hacían ver condenadamente atractivo.

Por pura inercia Kirei se mordió el labio y estuvo tentado a acercarse, pero sabía muy bien que el soldado le rechazaría, además, tenía que ayudar a Terry, no podía dejarlo así como estaba. Se agachó a la altura del rostro de su mejor amigo y le sonrió con completa complicidad.

                —¿Tú que dices Terry? ¿Es hora de arriesgarnos un poco?

                —Los riesgos siempre son valen todo—respondió en la inconsciencia el menor de 13 años y Kirei no necesitó más.

Lo tomó del brazo y se encaminaron a un salón del castillo donde con mucho cuidado intercambiaron disfraces, logrando que el príncipe adquiriera un aspecto más coloquial y humilde. Ya no parecía quien era, ahora simplemente era Kirei, un jovencito curioso, travieso y pícaro. Con el disfraz del príncipe y su ostentosidad, Terrance dormitaba tranquilamente sobre uno de los sillones, cubierto por una manta que Kirei había hurtado de su habitación y con la seguridad de que en ese salón nadie le molestaría, pues era la famosa morada de la piedra maldita “Menouseki”.

                —Muy bien “joven príncipe”, deséeme suerte—se despidió Kirei mientras le guiñaba un ojo al durmiente Terrance y salió de ese lugar dispuesto a todo.

Esa noche sería su noche, claro que sí.

****

Llevaba más de una hora buscándole y aquello empezaba a exasperarle. En cuanto tuviese frente a él la cara burlona de ese príncipe caprichoso, le daría un buen puñetazo por perder a Terrance de esa forma. ¿Dónde estaba? ¿Se encontraba bien? ¿Y si alguno de los locos de esa fiesta le había hecho algo? Desmond no quería seguir ni un minuto en ese sitio, en cuanto esa fiesta terminara, tomaría a Terrance consigo y se largarían lejos de ese príncipe que no pensaba antes de actuar.

Sólo había una persona plenamente consciente en ese castillo y tal persona era Amira Sao. El joven miembro de la guardia había demostrado ser alguien centrado, con responsabilidad y sumamente propio. Durante toda la mañana previa a esa fiesta infernal, Des se había instruido lo suficiente con Amira, descubriendo los planes que el reino tenía para el príncipe Kirei y los propios anhelos que Amira quería alcanzar.

Le ofreció una opción mucho mejor que esa tonta idea de la escuela comunitaria. Sabía que Kirei no tenía malas intenciones, pero esos temas intelectuales eran más propios de Terrance, no suyos. Era imposible que él se habituara a esa clase de vida, estudiando y después dando visitas guiadas, como era el plan del príncipe. Terrance era perfecto para esa actividad, él no. Cuando Amira le propuso que entrara al reclutamiento de los miembros de la guardia, consideró esa opción más atractiva.

Su antigua vida se había terminado, nunca volvería al Sector 1, nunca volvería a ser el chico de la pandilla de Aldo, ya no había marcha atrás y por esa razón debía enterrar todos los recuerdos y anhelos de esa historia con Mike, Todd y los demás chicos. Esas épocas en las que podían observar el atardecer mientras se compartían los motines y las risas con Terrance, esa felicidad al escabullirse en los canales del rio para darse las pocas duchas de sus vidas. Ya no más, ya no era ese Desmond Place, se quedó ahí, consumido en el fuego, atrapado como Aldo Kuhn.

Así que debía avanzar y la mejor forma que veía para ganarse esa nueva vida, era aceptando esa propuesta. Era joven y estaba en la edad perfecta para comenzar su entrenamiento. La noticia no le iba a agradar del todo a Terrance, pero ya lo había decidido, era lo que deseaba hacer y pondría su empeño en ello.

                —Desmond Place, al fin te encuentro—profesó la voz molesta del príncipe y torció la boca por inercia.

                —¿Dónde está Terrance?

                —Tranquilo valeroso enamorado, Terry está a salvo, lo dejé durmiendo en el salón “prohibido” para que nadie lo moleste—entrecerró los ojos de forma pícara y agregó—. Ve con él, pero por favor no te vaya a aprovechar de su estado, aún es muy joven para las perversiones.

Estuvo a punto de lanzarle una maldición al no entender a qué se refería, pero Kirei Alí se alejó de él casi danzando. Le pareció extraño que llevara ropa tan sencilla, casi pasaba desapercibido entre la gente, como si no fuese el príncipe. Quizá ese es su afán, razonó Desmond y se olvidó de ello, saliendo en dirección al salón de la piedra Menouseki.

Justo como Kirei Alí lo dijo, Terrance dormitaba cubierto por una sabana bastante peculiar, con incrustaciones de piedras preciosas. Aquello le hizo girar los ojos, en el Sector 1 morían de frío y luchaban encarnizadamente por un pedazo de plástico para poder sobrevivir mientras que el príncipe de Chamel dormía con joyería en sus sábanas. Era bastante irónico.

Se acercó a Terrance e intentó despertarlo para llevarlo a la habitación provisional que Kirei les había otorgado. Tenía muchos planes en mente, debían salir del Castillo de Ishi más pronto de lo que pensaba y Amira le había comentado de una casa en el Sector 3 que era de su propiedad, pero que no usaba jamás. Con la promesa de pagar un alquiler que Amira consideraba innecesario, pero por el cual cedía debido al orgullo del joven Place, Desmond consideró que sería una mejor idea que quedarse ahí, dependiendo siempre del príncipe Kirei.

                —Terrance… vamos… despierta… debes descansar.

El mencionado jovencito entreabrió sus ojos y sonrió aún embriagado en el licor.

                —Desmond… eres muy apuesto…

                —Te lo agradezco—respondió el mayor negando con una sonrisa forzada.

Mataría a Kirei Alí, sin duda alguna. ¿Cómo se había atrevido a darle alcohol a alguien de 13 años? Era el último cumpleaños que ese príncipe irresponsable vivía. Nunca más volvería a ver la luz del sol después de que le escuchara decir todo lo que tenía en mente.

                —Es… gracioso… me siento muy gracioso… Desmond… me gustan tus ojos…

Terry se acercó de más al rostro de Desmond y éste intentó alejarse por acto reflejo. Si hablaban de ojos hermosos, los suyos le superaban con creces. Terrance completo era la representación de la belleza, podría pasar la vida entera mirándolo, admirando la forma en la que crecía y cambiaba, pero esos ojos se preservaban, más maduros, menos inocentes, pero igual de encantadores.

                —Debes dejar de juntarte con ese príncipe, te enseña cosas indebidas—susurró en sus labios, deseoso de alejarse, pero de igual modo necesitado de acortar la distancia.

El menor sonrió con suficiencia y enredó sus dedos en su cabello, dejando toda la vergüenza morir y permitiendo a sus instintos ser los dueños de todo su ser.

                —Y si mejor me besas.

Ante semejante propuesta, Desmond, ya embriagado también en su aliento y su voz, deslizó sus manos desde sus costillas hasta sus caderas, volviendo la distancia casi nula.

                —¿Estás seguro de lo que me pides?—Terrance asintió y Desmond pereció—. De acuerdo, si así lo deseas.

Y finalmente juntó sus labios a los suyos. Era la primera vez que tocaba de esa manera a Terrance. Siempre que dormían juntos, sus manos abrazaban al chico con una delicadeza casi pura. Nunca había imaginado acariciar su piel de otro modo, ni mucho menos embelesarse en sus labios como lo estaba haciendo en ese momento. Era verdad, hacía tanto tiempo que había comprendido que sus sentimientos por Terrance iban más allá de lo fraternal, pero nunca quiso sobrepasar los límites. Terrance le idolatraba, no mancharía esa imagen con sus deseos.

Sin embargo, en ese momento lo estaba haciendo.

Movió un poco más su boca con la suya, grabando en su mente el sabor de sus labios y después de un profundo suspiro por parte de Terrance, Desmond se alejó a su pesar sólo para admirarse con ese rostro sonrojado y extasiado en partes iguales.

                —Desmond… me gustas… me gustas demasiado…—suspiró en sus labios justo antes de ceder a la inconsciencia.

El aludido le sostuvo en sus brazos con fuerza y regresó a la realidad hiperventilando ante lo que había hecho. Había besado a Terrance, había tomado sus labios por primera vez, al día siguiente tendría mucho que explicar, pero no le importaba. Todo lo había valido por escuchar esa hermosa confesión. Le cargó al estilo de una princesa y dejando abandonada la sábana del príncipe en el sillón, llevó a Terrance a su habitación, donde le instaló para que pudiese dormir en paz.

En cuanto estuvo seguro de que ahora sí podría dormir plácidamente, Desmond depositó un dulce beso en su frente antes de despedirse con una respuesta ante su confesión.

                —Y tú a mi Terrance, también me gustas demasiado.

Quizá incluso te amo, sentenció su mente, sin saber el terrible significado de esas palabras.

****

Tenía acorralado al jovencito contra la pared mientras devoraba su boca como jamás se había atrevido a hacerlo con el verdadero objeto de sus deseos. ¿Cómo terminó en esa situación? Sencillo, las cosas se salieron de control en la fiesta del príncipe y encontró a varios de los invitados fumando algo de dudosa procedencia. Para cuando logró frenar todo ese alboroto, el jovencito que ahora manoseaba sin pudor alguno se acercó a él e intercambiaron bebidas.

Todo a su alrededor se nubló y de repente su boca, sus ojos, su cuerpo entero era atrayente. Le recordaba demasiado a “él” y lo vano que eran sus anhelos. Nunca podría tener eso del príncipe y por eso razón consideró mucho mejor dejarse llevar por la atracción que ese desconocido le provocaba. Después de una sonrisa coqueta y unas manos traviesas jugueteando en su traje, Amira perdió el control por completo y arrastró al muchacho lejos de la multitud.

En cuanto estuvieron solos, lo pegó contra la pared de uno de los pasillos y le metió la lengua de una forma demasiado obscena. No tenía idea de qué se había tomado, pero se sentía excitado, ansioso y acelerado como jamás lo había hecho. Él no debía tener deseos sexuales, había perdido todo de sí cuando lo arrancaron de su hogar, cuando le dieron una nueva identidad y le forzaron a olvidar quién era en verdad.

Pero ahora deseaba con fuerza a ese muchacho y que le perdonaran todos los Dioses de Chamel y Soria juntos, pero lo tendría, claro que lo tomaría.

Mordió su labio inferior y el muchacho exhaló un gemido erótico mientras le miraba a los ojos. Incluso éstos eran demasiado parecidos, ambos llevaban sus respectivas máscaras y no quería perder la magia del momento, por lo que ambos habían acordado no retirarlas. Se olvidó de la propiedad y la seriedad que le caracterizaba y poco a poco coló sus manos en cada zona prohibida de su cuerpo. Las leyes de Chamel eran claras, las personas del mismo sexo no debían congeniar como lo hacía un hombre y una mujer, aquello se consideraba un delito castigado con pena de muerte. Pero nadie iba a saberlo, él sería muy cuidadoso y probablemente después de esa noche, no volvería a saber nada del chico.

                —Ahh… mhgg… Dios… ahhh… eso se siente tan… mmm…

Sus suspiros y jadeos le encendieron más que nunca y lo silenció con un rápido beso que sirvió para marear al joven, quien se derritió en sus brazos y se entregó por completo a su merced.

                —Es suficiente… ven a mi habitación…—ordenó mientras hacía un chupetón en su cuello.

El aludido muchacho asintió con una sonrisa seductora y extasiada en partes iguales. Se separaron ligeramente y Amira tomó su mano entre la suya para arrastrarlo a su habitación. Casi derrumbó la puerta y en cuanto estuvo seguro de que nadie lo veía, empujó al muchacho dentro, directo a su cama, donde poco a poco comenzó a arrancarle cada prenda que portaba.

¿Quién podría ser? A juzgar por su atuendo, seguramente pertenecía al Sector 4, el hijo del algún comerciante quizá o una persona sin propiedades ni títulos. Aquello le pareció perfecto, no era alguien que fuese a lamentar lo que estaba por suceder y a juzgar por las chispeantes miradas que le lanzaba, lo estaba deseando casi tanto o más que él.

                —¿Y entonces? ¿Qué estás esperando?—le retó el seductor desconocido mientras se despojaba de lo poco que le quedaba, estando completamente desnudo para él, sólo con esa máscara que lo volvía todo más excitante.

Amira ya ni siquiera lo pensó, se abalanzó sobre su cuerpo y jugueteó con cada parte de su piel, prestando mayor atención a sus tetillas. Eran jóvenes, eran vírgenes, sin duda alguna estaba por tomar a un chico que en su vida había tenido sexo, pero lejos de martirizarse como siempre lo había hecho, prefirió deleitarse en ese hecho. Escuchó los gemidos que expiraba cuando paseaba su lengua sobre su cuello, su pecho, su bajo vientre e incluso cuando le tocaba el miembro ocasionalmente sólo para provocarle. Estaba tan duro y deseoso de que esa boca también estimulara esas zonas de su cuerpo que pedían atención como desesperadas.

                —¿Has hecho esto alguna vez?—se atrevió a cuestionar mientras se colocaba de rodillas y hacía desaparecer su propio pantalón, mostrando en su esplendor su erección.

El muchachito se relamió los labios ante la vista y negó completamente caliente.

                —Jamás… enséñame…

No necesitó más que esa mirada que le incitaba a cometer todos los pecados. Lo giró sobre su cuerpo dejando que su rostro estuviese frente a su pene y viceversa. Comenzó a lamer con su escurridiza lengua esa zona prohibida y el menor tembló profiriendo un jadeo ahogado. Amira le guio en todo momento, le dio indicaciones y órdenes. Después de dudas iniciales y gemidos profundos, ambos terminaron haciéndose sexo oral al mismo tiempo, Amira jugueteando con su lengua y sus dedos en su pene y entrada y el otro chico sorbiendo lo más posible el miembro de aquel hombre que le estaba haciendo ver estrellas con cada roce.

Sus piernas temblaban, su boca no dejaba de proferir sonidos obscenos y de suplicar. No quería más esa lengua, lo quería a él, quería que todo ese falo que estaba chupando entrara de lleno en su interior, lo anhelaba con toda su alma. Y se encargó de dejar clara su orden al levantarse, rompiendo el vaivén de sus bocas. El joven soldado le miró curioso y el menor se colocó encima de él, listo para auto penetrarse con ese miembro.

                —¿Crees estar listo?—cuestionó dudoso Amira y el chico asintió mordiendo su labio mientras todo el pene del mayor entraba de lleno en él.

                —Sí… lo estoy… muévete… fóllame por completo…

Si así lo quieres, susurró en su mente el mayor e invirtió las posiciones, dejando al muchacho debajo de él justo antes de empezar a moverse. Si alguien le escuchó no se manifestó, lo que sí fue cierto era que el menor comenzó a sollozar y gritar de placer ante cada estocada y Amira simplemente se dejó llevar, imponiéndose, agregando fuerza, gruñendo y olvidando, en lo más profundo de su ser, lo mucho que amaba a Kirei Alí y lo inalcanzable que era.

Olvidándose por un momento de quien era y lo destrozado que estaba por dentro.

                —Más… ahh… oh Dios mío… es increíble… dame más…—suplicó debajo de él y Amira obedeció.

Abrió más sus piernas y el grito desgarrador aunado a las sábanas revueltas y el sudor fueron los únicos sonidos que les acompañaron el resto de la noche. El soldado descargó todo su lívido con el desconocido al que prácticamente había raptado. Le penetró sin parar, se corrieron juntos por primera vez y después de casi drenarlo por completo, cambió las posiciones, permitiendo que estuviese arriba y le cabalgara.

La locura dominó su mente, como un lobo hambriento que vivía atrapado y que gracias al hechizo de luna llena era libre para devorar a su presa. No le dio descanso, lo hizo suyo durante casi toda la noche y casi podría jurar que en una de tantas veces, el joven muchacho lo llamó por su nombre, como si realmente le conociera. Casi por un momento, creyó estar haciendo el amor con Kirei y se dejó envolver en esa idea.

Dio un par de embestidas más y se corrió dentro de él una vez más, ya había perdido la cuenta. Casi pudo sentirlo temblar en sus brazos y a su interior tragándolo con desesperación, además de sus lágrimas de gozo profundo y sus manos acunando su rostro como si quisiera más.

                —Kirei…—se atrevió a soñar en voz alta y el muchacho le aferró con más fuerza, dejándose vencer por fin ante el cansancio.

La oscuridad, el deseo y el placer cubrieron sus cuerpos esa noche. Pero tristemente, aún en contra de todo pronóstico y cuidado, ellos no eran los únicos en ese pasillo.

Hubo un testigo, alguien que contempló por completo su desenfreno y su pasión.

La fatalidad acaba de comenzar…

Notas finales:

Sexo!!! (Le brillan los ojos) Ok no.

Antes que nada debo justificarme, poner lemon ya en el quinto capítulo me vuelve peor de lo que ya soy (nah, yo sé que les gustó)

Nunca superaré mis traumas con los lemons, pero por lo menos me siento un poquito orgullosa de éste (muy poco, en serio)

¿Cuáles son sus hipótesis? ¿A quién se echó Amira? ¿Un jovencito cualquiera, un príncipe caprichoso... o a quién?

Terrance y Desmond avanzan a su ritmo, los amo demasiado porque ellos son pureza al lado del hormonado Kirei y Amira bestiasalvaje Sao (jajajaja morí con el apodo)

Pero lo que me hizo lanzar gritos de fangirl!!!!

Marx!!! Sheldon Marx!!! Unos de mis amores de este fic (Terrance no escuches) Su brillante aparición, mi bebé, mi amado Sheldon Marx. Este "fascinante" personaje es, para desgracia del yaoi, para fortuna mía, el primer personaje hetero de mis historias por el que deliro como una enferma. (Opps spoiler) Me gustaría saber qué piensan de él y qué importancia podría llegar a tener en la historia de Terrance (con quien ni siquiera cruzó palabras) muajajaja

Una vez más mis alusiones a Menouseki (ya la deben odiar), pero en serio, ustedes que piensan?? (Todo preguntas). ¿Quién será la persona que libere a Menouseki? (A estas alturas del partido ya imaginan que va a ser liberada con toda y su "desgracia"). ¿Quién destruirá Chamel entera por su deseo? Uyyy ya lo sabremos, se los prometo ;)

Ha sido un capítulo cargado de muchas cosas, espero que haya sido de su agrado y deseen regalarme su opinión.

Sin más me despido, agradeciendo como siempre y profesándoles mi amor!!! Les amo!! Mil gracias!!!

Nos vemos en 15 días ;D


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