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Destination Unknown por Miny Nazareni

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Notas del capitulo:

Que el yaoi esté con ustedes en este sensual sábado...

Que así sea!!!

*Se coloca equipo de protección para evitar la violencia que le espera*

De acuerdo, me tardé demasiado, muchísimo, tengo algunas justificaciones. Semana Santa no fue mi semana, me deprimí otra vez y se fregó el cargador de mi compu, por lo que no pude escribir hasta que estuviese arreglado. Además me enfermé, incluso me internaron y así (maldito estómago, te odio!!). Estoy más medicada de lo que he estado en mi vida y se siente genial jajajajajaja ok no.

Pero en parte mi ausencia ha sido también falta de inspiraciones y mis depresiones. Supongo que necesito ayuda, pero ese es mi cuento, lo importante es que ya estoy aquí con un nuevo capi y espero no tardar esta vez ;)

*Suspira*

Luego de todo el choro mareador, les traigo el capi que comienza con el drama. Recuerdan que les mencioné que dividiría la historia en 3 bloques? Bueno, estamos muy cerca de terminar el Bloque 1 (Tan pronto) Oh sí, la desgracia apenas empieza (se retuerce las manos) así que espero que sea de su agrado y sepan disculparme por toda mi tardanza y traumas.

Sin más se los dejo, les amo!!!

Capítulo 6.- Destino trazado por la bruja.

 

En esta despedida…

no hay sangre, no hay coartada.

Porque he encontrado el arrepentimiento,

desde la verdad de las miles de mentiras.

Así que deja que venga la compasión…

Y se lleve… lo que he hecho.

Me enfrentaré a mí mismo,

para tachar en lo que me he convertido.

Borrarme a mí mismo y olvidar lo que he hecho.

                (What I’ve done, Linkin Park)

 

No le era usual amanecer tan adolorido de la espalda y las rodillas, eso sin contar su cabeza que dolía como jamás lo había hecho. Amira gruñó desperezándose en la cama y sentir una presencia extraña en la misma fue lo que lo hizo volver a la realidad. Comenzó a negar con fuerza. ¿Qué demonios había hecho? Las leyes de Chamel eran estrictas, desde mucho antes del reinado de George y Clarisse Renaldi, se había instituido que personas del mismo sexo no podían amarse o intimar como lo hacían un hombre y una mujer, incluso era una regla casi tan sagrada como aquella que Olef y Calaf Alí aprobaron tiempo después, esa regla que hablaba de las relaciones entre personas de diferentes sectores. Chamel vivía regida por muchas condiciones, el Sector 1 debía ser marginado, personas de distintos sectores no podían contraer matrimonio y los actos impuros entre personas del mismo sexo estaban penados por la ley del MOM.

Era consciente de la existencia de esas leyes y de lo sencillo que era burlarlas, olvidar y seguir con su vida, pero él no era esa clase de persona. Él se creía recto, serio y obediente a las reglas de una ciudad imperial que había crecido en demasía, incluso si no era su lugar de nacimiento, aún si él no era un habitante de Chamel original.

Deberé ser condenado o por lo menos, debo retribuir a este chico del cual he tomado su castidad, pensó seriamente el joven miembro de la guardia. Aún llevaba la máscara de la fiesta anterior, por lo que lleno de remordimiento y culpa se la arrancó. El muchacho se revolvió en las sábanas y Amira no quiso mirarlo por vergüenza, pero al final fue más fuerte que él. Tenía curiosidad, deseaba saber quién era esa persona que por un breve instante había arrancado a Kirei del trono de sus anhelos.

Lo contempló detenidamente, era rubio, su piel blanca y nívea le recordaba demasiado a la del príncipe y su complexión pequeña le hizo caer en cuenta de un delito aún más grave. Un menor de edad, oh por los Dioses de Chamel, se escandalizó y no le quedó otro remedio que lamentarse cubriendo su rostro con sus manos mientras analizaba la situación y pensaba en lo que debía hacer de ahora en adelante.

Ante tanto ruido a esas horas de la mañana, el muchacho rubio comenzó a despertar, notando con cierta curiosidad que la textura de sus sábanas de seda no era la misma. Un ligero ramalazo de memoria vino a su mente y ronroneó como un gatito recién alimentado ante ello. El pinchazo de dolor en su cadera le confirmó que no había sido un sueño y abrió los ojos lanzando un suspiro satisfecho.

                —Buenos días Amira.

Reconocer esa voz fue el shock más grande que su cerebro se llevó. El soldado levantó su rostro y contempló con horror cómo el muchacho se quitaba la máscara de su rostro, develando la terrible verdad. No había sido un sueño, no fue una alucinación, él no tuvo relaciones con un chico parecido al príncipe Kirei.

Él lo hizo con el príncipe Kirei y aún más grave, lucía completamente consciente de ello.

El horror, la vergüenza y la pena se transformaron en rabia. Conocía perfectamente a ese muchacho, sabía lo caprichoso y maquinador que era, lo que le hizo comprender que había sido un plan de estafa, una seducción y un engaño para hacerlo caer. Y lo peor de todo, lo había hecho.

                —¿Me quiere explicar por qué lo hizo?

Kirei ensanchó su sonrisa. Sabía que Amira estaría enfadado en cuanto despertara, pero después del fuego pasional que le había carcomido la noche anterior, el príncipe sabía más que nunca lo mucho que el soldado de la guardia le deseaba y planeaba aprovecharse a toda costa de ello. Nunca imaginó por supuesto, que Amira Sao reaccionaría más allá del enfado.

                —Oh vamos, lo querías tanto como yo.

Tal descaró aumentó su coraje y olvidándose de la vergüenza, tomó a Kirei de sus hombros y le enfrentó mirándole a los ojos con firmeza.

                —No tiene idea de lo que ha hecho, ambos perdemos demasiado aquí. ¿Acaso no comprende el lío que ha creado?

Aquel reclamo enfadó a Kirei. No esperaba que Amira estuviese tan resentido, lo habían pasado bien. ¿Qué había de malo en ello? Cruzó sus brazos y enarcó una ceja dispuesto a ser venenoso de igual manera.

                —Oh querido, hablas como si solo yo lo hubiese hecho, créeme, anoche no me folle por mi propia cuenta. Eres tan responsable como yo.

Se alejó de él como si su piel quemara y gruñó por lo bajo. A Kirei ya no le gustaba nada esa actitud. ¿Tan malo había sido? ¿Por qué lo miraba con tanto desprecio? La noche anterior no había sido así, la noche anterior Amira demostrado demasiados sentimientos. En ocasiones lo miró con dulzura, con pasión o incluso deseo, pero nunca dejó de verlo como un objeto sagrado a pesar de todo lo que hicieron, como si una parte de su ser supiera que se tratara de él.

¿Era legal lo que se estaba imaginando? ¿Era posible que Amira tuviese esos sentimientos por él? La forma en la que le llamó en medio de todo, la forma en que sus ojos parecieron desnudarle mucho más que el cuerpo. ¿Era posible que Amira le amara? Y más que eso… ¿Él tenía esa clase de sentir hacia Amira? Creyó que le gustaba, creyó que lo adoraba como un padre, como la persona que le había dado todo el cariño que Zhasced Alí se negó. Pero ahora, a sus ya 16 años, su mente no podía dejar de pensar que si Amira le veía como hombre, también él podía hacerlo.

Por esa razón estaba tan enfadado, porque todos esos pensamientos le parecían ridículos ahora que Amira le trataba peor que la peste. Apretó sus puños e intentó acercarse a él, decirle algo, hacerle entender que no había nada de malo con lo que habían hecho, pero el soldado estaba demasiado metido en sus propios demonios y no quiso saber más.

No solo acababa de tirar por la borda toda la confianza que el Rey le había dado o los sacrificios de su vida. La memoria de Amelé y Arelis, sus hermanas que perecieron a manos de soldados de Chamel para salvarle, estaba manchada ahora, incluso él, incluso el chico que él era antes de convertirse en Amira Sao. Hasta podía atreverse a decir que le había fallado al príncipe Ohara, quien a pesar de no tener su corazón, tenía su respeto y agradecimiento. Era el único que no quiso tomarle como si fuese un objeto.

Aún si lo deseaba con toda su alma.

Y ahora nada de eso quedaba, porque había olvidado todos sus frenos y había hecho suyo al pequeño príncipe Kirei, al que amaba, pero no por ello dejaba de ser prohibido. Desvió la mirada, la vergüenza era tal que no podía encararlo y al final negó consciente de que debía tomar las riendas de sus errores.

                —Alteza… será mejor que se vaya, no creo poder verlo en un tiempo.

La dureza de sus palabras lastimó demasiado a Kirei, no pudo soportar que todas sus ilusiones murieran de esa forma. Se tragó sus palabras, sus reclamos, todo el dolor que sintió en ese preciso instante y bajó la mirada por un breve instante, sólo para después elevarla con altivez, como si fuese invencible. Se lo prometió a sí mismo, nunca dejaría que nadie le hiciera sentir inferior, ni siquiera él, ni siquiera la persona que más adoraba en el mundo.

                —De acuerdo—gruñó lentamente y soportando el dolor de sus caderas, se vistió lo más rápido que pudo antes de salir de esa habitación.

Escuchó como Kirei azotaba la puerta y toda la compostura murió. Amira lanzó todo al aire, las almohadas, los jarrones, todas sus pertenencias. Solo cuando tuvo las sábanas de su cama, con el olor impregnado de Kirei, no pudo arrojarlas lejos, las aferró a su pecho con todas sus ganas y aspiró su aroma, grabando como fuego todo lo ocurrido, todos los besos y caricias que repartió sin saber que era él. Una parte de su corazón se sintió feliz de saber cómo era el sabor de sus labios y cómo se sentía tenerlo en sus brazos.

Pero la culpa era mayor y ésta nunca permitiría que se diera la oportunidad de perdonarse y ser feliz.

****

Estaba muy nervioso, debía admitirlo. Su primer día en la escuela comunitaria y ya sentía que la tierra o alguno de los Dioses de Chamel se lo devoraría. Había sido el fin de semana más extraño de toda su vida. Despertó al día siguiente del cumpleaños de Kirei y todo el cuerpo le dolía, sentía náuseas y pesadez en la cabeza, eso sin contar con que no recordaba absolutamente nada de lo ocurrido. Claro, después de medio intentar seguir con su día, descubrir cómo Desmond le procuraba casi de una forma especial, le hizo sentir demasiado raro. Era como si hubiera algo más que una simple vergüenza detrás de ese malestar que sentía, como si la noche anterior algo hubiese cambiado entre los dos. Sin embargo, Desmond no le decía nada y no parecía dispuesto a hacerlo. El problema no estaba ahí, sino en todo lo que aconteció después.

Kirei tuvo relaciones con Amira, era algo que por supuesto, sólo él sabía. El príncipe lucía enfadado, demasiado, casi como si su orgullo hubiese sido herido. Y no estaba en ningún error. Normalmente Kirei se molestaba con el soldado y hacía unos cuantos berrinches, pero ahora las cosas parecían serias. Amira le evadía lo mejor que podía y Kirei no hacía nada por erradicar esa conducta. Todo lo contrario, casi parecía alentarla con sus miradas cargadas de coraje.

Por supuesto, podía entender a Amira, sabía muy bien que lo ocurrido no era algo digno de contarse y quien tenía todas las de perder era el soldado de la guardia. Independientemente de las reglas y leyes de Chamel, había otro precepto que al parecer ni el propio Kirei recordaba. La virtud de los príncipes y Reyes en Chamel siempre era valorada antes de que éstos desposaran a alguien, de este modo cuando había una unión real, ambos bandos eran beneficiados con el gasto de esa “virtud” casi vendida. El haber tenido relaciones con Kirei había convertido a Amira en el deudor de esa suma.

Y no se trataba de cualquier cantidad de dinero.

                —Tres millones de monedas de oro—susurró Terrance al aire meditando el asunto y Desmond escogió ese preciso momento para aparecer.

Ambos continuaban viviendo en una de las habitaciones del Castillo, el pelinegro no había querido abordar el tema de sus planes de vivienda, al menos no aún. Colocó sobre sus brazos un chal que había comprado gracias a Amira en la zona más prestigiosa del Sector 3 y Terrance tembló con su cercanía. Su subconsciente sabe muy bien lo que su corazón guarda, pensó fugazmente Desmond. No había querido decirle la verdad, decirle lo que ocurrió. En cuanto Terrance despertó de ese huracán de bebida y actuó como si nada hubiese ocurrido, decidió hacer lo mismo. Era demasiado pronto, no podía llegar con el chico que había arrancado de su hogar en el Sector 2 con promesas de una familia y confesarle que sus sentimientos por él eran completamente diferentes a lo que parecía. No podía romper esa imagen, al menos no aún.

                —¿Qué es lo que tiene tanto valor?—preguntó en cambio para desviar el camino de sus pensamientos torcidos.

Terrance negó con ganas, eran los secretos de Kirei, no podía andarlos revelando por ahí, aún si se trataba de la persona en la que más confiaba. Dio un gran suspiro y le regaló una sonrisa para ocultar la verdad.

                —Una pertenencia de Kirei, pero no importa—observó a través de su ventanal cómo el sol comenzaba a asomarse en el cielo y se alarmó—. Me tengo que apresurar, la Escuela Comunitaria comenzará pronto, debo llegar a tiempo.

                —Descuida Terrance, no es tarde aún, llegarás justo al momento.

La sonrisa de Desmond era tan contagiosa, que le parecía imposible comprender cómo iba a poder sobrevivir sin ella todo el día. Tomó sus manos entre las suyas en un acto reflejo y le miró fijamente a los ojos para poder grabar esa imagen en su corazón y llevarla todo el tiempo que él le hiciera falta.

                —¿En verdad no te interesa ir?—lo preguntaba más por sí mismo que por el propio Desmond.

El mayor tuvo deseos sostener su rostro en sus manos y besar sutilmente sus labios, pero no debía, no aún. No quería enfrentar ese momento, pero al parecer había llegado la hora de compartir con Terrance sus planes a futuro.

                —No, eso no es lo mío—besó el dorso de una de sus manos y le miró con duda antes de soltar su bomba—. Terrance… en realidad yo voy a hacer otra cosa. Amira me ha hecho una propuesta y voy a aceptarla.

El oji-verde ensanchó las cejas. No sabía que Desmond y Amira tuviesen tanta comunicación, aquello era una sorpresa, pero no mala, simplemente extraña.

                —¿Y qué propuesta es?

Se mordió el labio, capturó en su mente esa tierna imagen de Terrance con la curiosidad bañada en sus ojos y finalmente lo dijo.

                —Me enlistaré en la Guardia del Rey.

Automáticamente Terrance le soltó de las manos mientras fruncía la boca. No, todo menos eso, cualquier cosa menos ser parte de la Guardia. ¿Acaso Desmond no sabía lo que significaba aquello? Ambos tenían grabado con fuego el hecho de que la Guardia siempre les había perseguido, a ellos, a su familia, a Todd, Mike y Aldo. La Guardia del Rey no era el destino que quería para él.

La Guardia del Rey era un futuro demasiado peligroso.

                —No, me niego a aceptarlo, no te puedes exponer así, la Guardia es mucho más de lo que aparenta y lo sabes.

                —Soy consciente de ello Terrance, pero si quiero dejar de depender de la caridad del príncipe Kirei, debo ganarme un puesto que sea digno de algo que te pueda ofrecer.

Los ojos verdes de Terry se oscurecieron y casi al instante cruzó sus brazos en un modo de expresar el remolino de temores y dudas que tenía en el interior.

                —No necesitamos eso, no tengo problema con que hagas algo diferente, pero no ser un miembro de la guardia—suspiró fuertemente y se colocó frente a su rostro de manera suplicante—. Trata de entenderme, no quiero que te pase nada.

Esta vez no se detuvo, Desmond acarició con dulzura su mejilla, acomodando como siempre los mechones de su cabello detrás de su oreja. Terrance cerró los ojos suspirando y ramalazos de un sueño, un anhelo que sin saber era real, vinieron a su memoria. ¿Acaso no se daba cuenta de lo mucho que temía perderlo?

                —Terrance, descuida, todo va a estar bien, no tienes que temer por mí—se dio cuenta de sus intenciones y continuó—. Así que es algo ya dicho, me uniré a la Guardia, hoy es mi primer día en el cuerpo de reclutamiento y nada hará que cambie de opinión.

Fue casi como una bofetada a su corazón, un cuchillazo, una herida de guante blanco. Sin poder evitarlo, Terry disfrazó sus miedos con coraje y se alejó de Desmond con los ojos llorosos. Desmond hubiese querido consolarle, limpiar esas inminentes lágrimas, pero Terrance no se lo permitió.

                —Bien, haz lo que quieras entonces.

Y antes de que pudiese decir algo más de lo que se arrepintiera, salió de esa habitación, ignorando sus ganas de encerrar a Desmond y no permitir que asistiera a ese reclutamiento. Limpió su rostro en los pasillos y se negó a sí mismo, reprochando su actuar. No debía seguir siendo tan sensible y debilucho, Desmond estaría bien, tenía que estarlo. Y él… bueno, él debía centrarse en sus clases y lo que deseaba hacer.

¿Por qué amar a alguien es tan frustrante? ¿Por qué cuando te enamoras duele más de lo esperado? Terrance no tenía idea de aquellas dudas, pero tarde o temprano accedería a las respuestas de las mismas.

Y de una forma para nada placentera… el camino al descubrimiento estaba lleno de espinas.

****

Había hecho un excelente trabajo evadiendo a Kirei durante ese fin de semana de prueba. Sin embargo no se podía sentir satisfecho con ello, tenía una rutina, estaba acostumbrado a ella y si bien, gracias a las órdenes del Rey Zhasced, Kirei ya no tenía que estar bajo su cuidado, no por ello todo era más sencillo. Había sido un día estresante, pero por lo menos tenía buenas noticias. Desmond aceptó unirse al cuerpo de reclutamiento para la Guardia e independientemente de su origen, tal como lo había sospechado, tenía madera para ello.

Amira era mucho más que un cómplice de Kirei a la hora de enviar esas cartas que fortalecieron la amistad de un par de niños que se conocieron explorando los salones del Castillo de Ishi. El muchacho también había investigado sobre la vida de cada uno. Terrance, llamado así por las nodrizas del Orfanato Cedria, hijo de alguna muchacha habitante del Sector 3 que fue tomada seguramente en los disturbios por algún soldado machista. Odiando al fruto inocente de aquello, abandonó al bebé en las orillas del Bosque que dividía a su Sector del otro para que muriese. Curiosamente una de la Nodrizas, de las cuales no tenía registro alguno, lo halló y lo llevo a ese lugar.

Y sobre Desmond Place, hijo de un par de comerciantes del Sector 3 que conocieron la ruina y fueron desterrados al Sector 1. Desmond Huge Place, el padre del muchacho, hizo malos arreglos y aquellos provocaron una terrible enfermedad en su esposa que se volvió contagiosa. El hecho de que los jóvenes Ned y Aldo Kuhn le hallaran le salvó la vida.

Sí, ambos tuvieron una vida difícil, pero no por ello se habían rendido y Amira confiaba en las habilidades de Desmond. Era todo un orgullo saber que en su primer día en el reclutamiento, Desmond hubiese estado a la par de personas que eran consideradas prodigios, como Sheldon Marx por ejemplo, el muchacho de Clase Alta que había sido enviado a la Guardia para honrar a su rey.

Los Marx no eran una familia numerosa, vivían en los alrededores del Castillo de Ishi y eran personas influyentes, importantes y muy conocidas. Neil Marx, su esposa Evangeline y Sheldon Marx, simbolizaban todo lo que una familia de categoría debe ser, pero con el detalle de creer que tanto su rey, como su príncipe, merecían toda su devoción. Sheldon fue educado de esa forma y al cumplir 15 años, fue enviado al Cuerpo de Reclutamiento para aceptar su misión. Era experimentado y bastante hábil, sin perder su humildad.

Desmond no fraternizaba con nadie, no estaba deseoso de hacerlo y aquello no era necesario según los planes de Amira. Él mismo estuvo en el cuerpo de Reclutamiento durante casi tres años y no hizo muchas relaciones. El talento y la habilidad no estaban ligados a tus deberes. Aunque había sus excepciones, por supuesto, una de ellas era Fernando Jost.

El joven también recluta de la Guardia, vecino y mejor amigo de Sheldon Marx desde la infancia, representaba todo el estereotipo de vanidad y alardeo en un soldado. No era un mal soldado, pero sin duda no poseía la capacidad de Sheldon o incluso se atrevía a apostar más por Desmond que por él. Sin embargo, era miembro de una familia acomodada y aquello le daba todo el derecho de estar ahí.

Dio un gran suspiro mientras atravesaba uno de los salones principales del Castillo y una voz que desafortunadamente conocía muy bien, le interrumpió en sus pensamientos.

                —¿Atormentado por tus pecados?

                —Conde Guram—entrecerró Amira los ojos y el aludido rubio sonrió con malicia—. ¿En qué puedo ayudarle?

                —Oh no Amira, quien quiere ayudarte soy yo. Después de todo, cometer actos impuros con el príncipe de Chamel te puede traer muchísimos problemas.

Volteó a mirarle fijamente y entonces comprendió hasta qué magnitud se había equivocado. No, no con esa serpiente rastrera que buscaba cualquier oportunidad con tal destronar a Kirei. Era una basura, era lo peor que podía haberle pasado. Cualquiera menos él, cualquiera podría saber su error menos esa despiadada persona. Estaba en sus manos, estaba por completo a su merced y no le importaba, pero el terrible problema estaba en que el Conde Guram no quería nada él, no teniendo el arma de oro en sus manos.

                —¿Qué es lo que quiere?

El gesto satisfecho y la mirada de superioridad le asquearon. Guram tenía todo de modo perfecto, no había forma en que él pudiese ganar.

                —Al fin nos estamos entendiendo Amira—dio un suspiro teatral—. Es una pena que nada de lo que puedas darme se compare con tener la corona de Chamel.

                —No se atrevería—conjuró Amira en un modo desesperado de proteger al príncipe.

                —No me retes Oficial, yo sé muy bien lo que me conviene. Pero hoy estoy de muy buen humor y he decidido lo que quiero a cambio de mi silencio… temporal, claro está.

Serpiente venenosa y traicionera, habla ya, vociferó Amira en su mente y se mordió la lengua para evitar dañar a Kirei. Desmond Place volvía de su entrenamiento y el extraño parloteo de algunos de sus compañeros le había mareado. Decidió tomar el atajo por el salón Oval, llamado así por Terrance, quien conocía casi toda la estructura del Castillo de Ishi desde que era niño, y justo entonces se percató de la presencia de Amira y el Conde de Chamel, aquel que les miraba peor que escoria. Sin poderlo evitar, escuchó su conversación de principio a fin.

                —Está bien, Conde Guram, estoy dispuesto a hacer lo que usted quiera si eso significa proteger al príncipe.

                —Qué nauseabundo eres—siseó Guram con una mueca y se acercó al soldado de manera sigilosa—. Esa rata que se hace llamar príncipe no se merece tanta lealtad y tanto amor, pero esa es tu elección claro está. Lo que deseo a cambio es sencillo. Humíllate Amira Sao, humíllate ante el Rey, quiero que mi primito deje de considerarte un héroe maravilloso, confiésate con Zhasced y hazle creer que tomaste la virtud de mi “adorado” sobrino en contra de su voluntad.

Se exaltó, no pudo evitarlo, decir aquello era equivalente a revelar la verdad y se suponía que no saldría de sus bocas. Guram estaba demente y se lo hizo saber.

                —Aquello sería peor, la imagen de Kirei quedaría manchada y…

                —Y a ti te condenarían a muerte, por supuesto—completó el Conde mientras Desmond ensanchaba los ojos—. Pero velo desde este punto Amira. ¿Cuál de las dos opciones prefieres? ¿Qué yo llegue con el MOM y les diga que su heredero rompió las normas para que así le despojen de la corona? ¿O que sólo sea una víctima secreta entre el Rey, tú y yo? De ambas formas tú morirás, no veo cuál es el problema. Lo que a mí me interesa es saber si debo disfrutar del Reino de Chamel o de tu humillación—sonrió mostrando todos sus dientes y sentenció—. Tú elige.

Amira apretó sus puños con ganas, Desmond negó en su escondite suplicando que el soldado tuviese cordura. Moriría, sería su final y todo lo que él había logrado siendo un habitante extranjero en Chamel se iría por la borda. No era justo, no cuando el verdadero responsable era otro. Guram se miró las uñas esperando una respuesta y después de mucho deliberar en su interior, Amira se resignó, descansando el peso de sus hombros y aceptando su final… su destino.

                —De acuerdo, elijo la segunda opción, no dejaré que tus manos toquen siquiera la corona.

El Conde giró los ojos, Desmond sintió un terrible ardor en el estómago y Amira no dio marcha atrás. Salvaría a Kirei, lo salvaría de cualquier cosa, eso era el amor después de todo. ¿Cierto?

                —Bien, entonces hoy, antes del Banquete de merienda real, irás al salón principal del Rey y frente a mí, confesarás tu vergüenza. ¿Está claro?

El aludido sólo asintió y Guram se permitió externar una carcajada antes de salir de ese sitio disfrutando su victoria. Ya tenía a Amira, después se encargaría de Kirei y entonces sí, Chamel sería todo suyo, nada ni nadie se interpondría en sus planes. Nada excepto un joven recluta que había presenciado todo.

Nada excepto el amor de había entre Kirei y Amira, dispuesto a vencer cualquier cosa.

Incluso el orgullo mismo.

****

El puchero en su rostro era demasiado evidente, tanto que Terrance no pudo evitar burlarse a pesar de saber que aquello enfadaría a su amigo aún más. El príncipe de Chamel contemplaba con cierto fastidio uno de los tantos pergaminos que el Rey le había dado para estudiar. No entendía por qué ahora Zhasced Alí se encargaba de su educación, había esperado que Amira llegara y así poder hacerle un desplante, pero descubrir que el soldado ni siquiera había tenido la decencia de mostrarse frente a él en todo el día, había provocado que su paciencia muriera.

No era la peste, no tenía derecho a tratarlo de ese modo. Sí, entendía gracias a Terrance las múltiples consecuencias de sus actos, la cuestión de su “Virtud” y la posición de Amira en el reino. Pero tampoco era para que de plano le ignorara y prácticamente desapareciera de su vida.

                —No lo entiendo, no lo entiendo para nada—se quejó en voz alta y Terrance, quien le ayudaba a estudiar teniendo sus propios deberes a la mano, suspiró.

                —Te comprendo mejor de lo que piensas. Yo no sé si es porque se han vuelto buenos amigos, pero el hecho de que ambos actúen como inconscientes, me pone los nervios de punta.

Kirei relajó el rostro sintiéndose egoísta. Ahí estaba él, quejándose de todos sus problemas con Terry y ahora que parecía tener algún desacuerdo con Desmond, no podía dejar de parlotear sobre Amira y sus actos. Era el peor amigo del mundo, debía enmendarlo antes de que Terry descubriera su deshonroso egoísmo.

                —Lo lamento, sé que puede parecer terrible, pero yo te prometo que Desmond estará bien. La Guardia es el puesto más honorable que un habitante de Chamel puede adquirir y si Desi lo logra, estoy seguro que él te necesitará a su lado. Dale el beneficio de la duda, confía en él.

El castaño le contempló con cierta vergüenza y asintió. Kirei tenía razón, si había algo en lo que Desmond era bueno, sin duda era eso, debía confiar en que lo lograría y por supuesto, estar a su lado para compartir esa gloria.

                —Eres el mejor Kirei, gracias.

                —No es nada, me alegra saber que por lo menos a una persona no le parezco desagradable—ironizó el príncipe y Terrance giró los ojos.

En los pasillos contiguos a la habitación del Rey, Desmond transitaba buscando a Terrance desesperadamente para decirle lo que sabía. Tal vez juntos podrían encontrar una solución, una forma de ayudar a Amira. Después de tanto buscar comprendió que había un solo lugar en el que Terrance podría estar. La habitación del príncipe.

                —Kirei, no le juzgues de ese modo. Ponte en su lugar por un momento. Amira le juró lealtad a su Rey, a tu padre y al tener relaciones contigo, rompió esos juramentos. Es obvio que se sienta contrariado y confundido.

                —Pero… pero…—el rubio dudó por un momento y después se enfurruñó en su capricho—. No, no puedo, pensé que había sido especial, no tienes idea de lo asombroso que fue y de repente me trata como basura. No voy a perdonárselo, ojalá haya algún modo en el que lo pague caro.

La puerta de su habitación se abrió de improviso, las palabras de Kirei no eran verdaderas, se estaba dejando llevar por sus sentimientos, Terrance lo sabía perfectamente, pero Desmond no, por lo tanto, al escuchar esas terribles sentencias, no pudo evitar externar lo que pensaba, aún si era una falta de respeto.

                —Entonces espero que ya esté satisfecho… alteza.

                —Desmond… ¿Qué estás haciendo aquí?—cuestionó Terrance, pero Kirei ni siquiera le dejó responder.

Miró a Desmond con demasiada curiosidad y exigió saberlo todo.

                —¿De qué estás hablando?

                —Bueno alteza, no creí que estuviese tan interesado. Se lo voy a decir, porque mientras usted despotrica y maldice a ese hombre que ha herido su “orgullo”, él solamente ha tenido cabeza para pensar en usted, incluso si no se lo merece—Terry le miró mal ante esas palabras y Kirei entrecerró los ojos, Desmond debía ir al punto—. Lo que trato de decirle es simple, alguien más aparte de nosotros sabe lo que ocurrió esa noche, alguien que decidió usarlo para chantajear a Amira y él, para protegerle a usted, para proteger su corona, aceptó asumir toda la responsabilidad.

El príncipe comenzó a negar frunciendo el ceño. No, no, no era verdad, Amira no era capaz de algo así… ¿Cierto? Aquello le condenaría, lo desterraría o incluso lo someterían a pena de muerte. No podía ser cierto que fuese a aceptar ese destino sólo por él. A su mente vino esa primera vez que lo vio, esa tarde en la que se conocieron, cuando Ohara Alí se lo encomendó como un tesoro. Amira estuvo a su lado cuando su madre murió y justo entonces, el Rey le reconoció como hijo. El mayor no lo dejó solo en ningún momento y Zhasced Alí lo incluyó en la familia real, como una adquisición, como el único recuerdo que le quedaba de su amado hijo.

Amira pereció abandonar su hogar, pereció la muerte de sus hermanas, pereció la soledad y la tristeza de estar en un lugar que no pertenecía. Sufrió tanto y él, tan poco, que ahora mismo todo su coraje y resentimiento se convirtió en temor. Lo haría, claro que lo haría, Amira era tan noble y le quería tanto que era capaz de ello y más.

                —No… no… no…—cubrió su boca con una de sus manos mientras su cuerpo entero temblaba—. No… no lo permitiré… no lo hará.

Antes de que alguien pudiese detenerlo, Kirei salió corriendo de su habitación, no pensó en nada más. Terrance gritó su nombre e intentó alcanzarle, pero Desmond le detuvo con una mirada de serenidad y sabiduría que no creyó que pudiese tener.

                —Debes dejarlo ir, si los sentimientos del príncipe hacia Amira son sinceros, él hará lo correcto.

                —Lo entiendo—bajó la cabeza y negó con cierta tristeza—. Él salvará a Amira, pero… ¿Quién salvará a Kirei?

Por primera vez Desmond se quedó sin respuestas y anheló desde el fondo de su corazón que Kirei fuese lo suficientemente fuerte para soportar el resultado de sus acciones. El placer y el pecado van de la mano, el delito condena y ensucia al perpetrador, pero no hay víctima limpia, no hay pureza, incluso si hay culpa, incluso si el pecado fue por amor.

Kirei no estaba preparado para pagar el precio de su pecado.

****

Sabía muy bien la falta de respeto que simbolizaba entrar al Gran Salón sin el permiso del Rey. Afortunadamente había situaciones en las que el MOM no estaba involucrado, cuando Zhasced discutía temas de política y dudas con otros reinos, sólo le acompañaba el Conde Guram y en ocasiones Amira. El Ministerio Omnisciente de Monjes sólo participaba cuando había algún suceso relacionado a la corona o las políticas públicas de Chamel de manera interna.

Sentía su estómago dar de vueltas y sus manos a punto de desvanecerse en la ansiedad, no podía creer que estaba a punto de arruinar para siempre todos sus sueños. ¿Cómo pudo ser tan egoísta? Ahora en sus cinco sentidos y temiendo en todo momento por Amira y su vida, Kirei comprendió hasta qué grado había pecado al seducir a Amira. Era cierto, no era el único responsable, y el hecho de haberle escuchado susurrar su nombre después de hacerlo, era una prueba irrefutable de su deseo interno de tenerlo.

¿Me amará? ¿Qué es lo que él siente por mí? ¿Qué siento yo por él? Eran preguntas que le invadían mientras caminaba el largo pasillo que le llevaba al Gran Salón. Era irónica la forma en la que toda su inmadurez y ligereza se habían hecho pedazos al ver en peligro a Amira. Ohara Alí se lo encargó a su tierna edad de 5 años y él no había sabido comprender lo mucho que el joven habitante de Soria era especial para su corazón.

                —Solo ahora, solo en este momento lo entiendo—suspiró mientras se detenía en la puerta justo antes de empujarla y detener la injusticia.

Amira Sao había convocado una audiencia con el Rey a puerta cerrada, teniendo como único testigo a Guram Alí, quien miraba de manera complaciente todo el espectáculo. Probablemente iba a disfrutar demasiado la humillación y la muerte de ese hombre que le había rechazado. Secretamente había anhelado a Amira Sao desde ese momento en el que atacó su aldea junto a sus soldados, quienes tomaron a sus hermanas y las ultrajaron sin piedad. Sin embargo, el siempre valeroso Ohara Alí se entrometió echando a perder sus planes. No lo perdonaría jamás por ello, celebró como nunca su muerte y más cuando se creyó heredero de la corona.

Hasta que el bastardo Kirei apareció en escena.

Justo como en ese momento.

                —¡Un momento!—exclamó Kirei interrumpiendo.

Amira ensanchó los ojos, Zhasced se sorprendió ante el atrevimiento y Guram torció la boca. No se suponía que Kirei tuviese algo que ver, quería la muerte de Amira sin tantos dramas.

                —Alteza… ¿Qué hace aquí? Usted no debe…—el soldado no pudo continuar, pues con la gallardía que le caracterizaba, Kirei dio una nueva orden.

                —Amira Sao, impongo sobre ti un voto de silencio, el cual te obliga a no decir ni una sola palabra hasta que yo te lo permita.

Comenzó a negar ante la orden, como si algo en su mente hiciera clic. Probablemente Kirei temía que él dijera algo que le perjudicara e iba a decir su versión. No podía permitirlo, él tenía un trato con Guram, si lo rompía, él perdería su corona y sería lo peor que podría pasarle a Chamel, caer en manos del conde.

                —Alteza no, yo…

                —Amira, el príncipe de Chamel te ha dado una orden—siseó venenosamente Guram esperando ver cualquiera que fuese la decisión de Kirei.

El Rey asintió de acuerdo con Guram y Amira no tuvo otra opción que callar mientras apretaba sus puños, rogándole con la mirada a Kirei que fuese sensato. No valía la pena, no era justo que él perdiera todo lo que le había costado sólo por un momento de lujuria. Él sí merecía su castigo, su condena por haber cedido a sus bajas pasiones tomando lo que no le correspondía.

                —¿Y bien Kirei? ¿Qué es lo que vas a decirnos?—cuestionó Zhasced con cierta curiosidad. Era el único en ese salón que no sabía lo que estaba ocurriendo y aquello le desagradaba.

El príncipe tomó aire para darse valor y sin bajar la cabeza, sin temer, aun sabiendo sobre su delito, miró a los ojos a Amira, le sonrió dulcemente, después entrecerró los ojos hacia Guram. No necesitaba ser un adivino para saber quién era el responsable de ese ultrajante chantaje. Era un malnacido, pero no se saldría con la suya, así tuviese que perder el reino entero y todos los beneficios que había logrado para Terrance y Desmond.

Era hora de madurar y afrontar el resultado de sus elecciones.

                —Es sencillo. Alteza, deshonrosamente debo confesar que en mi cumpleaños número 16 yo quebranté una de las reglas como heredero de la corona—desvió sus ojos de todos y sólo se enfocó en el hombre que era su padre a pesar de nunca haber desempeñado tal función—. Mantuve relaciones sexuales con una persona, rompiendo el voto de castidad que debía mantener hasta mi compromiso—miró a Amira sintiendo su corazón encogerse al ver la mirada desesperada que tenía en su rostro—. Amira quería tomar toda la responsabilidad porque no pudo detenerme. Lo intentó, quiso disuadirme, pero mi capricho fue mayor. Esa es la verdad.

                —No… no… alteza...

                —¡Amira!—exclamó el Rey con cierta severidad—. Tienes una orden, respétala—el aludido bajó la mirada sintiendo impotencia.

Si Kirei se culpaba de ese modo de todo, sin decir su nombre, sin involucrarle, lo más seguro era que todo llegara a oídos del MOM y sería desheredado de la corona. Al final, incluso con su sacrificio, Guram había ganado, ya no había nada que hacer y aquello le hacía sentir miserable. Sólo tenía 16 años… ¿Cómo iba Kirei a afrontar todo lo que acababa de admitir?

                —¿Y quién es la persona?—cuestionó con cizaña Guram, esperando el momento idóneo para atacar.

El príncipe enarcó una ceja y Amira creyó que era un buen momento para hablar, pero Kirei fue más rápido.

                —Una aldeana del Sector 3, no la recuerdo, era un baile de máscaras, no ubico su rostro.

¡Mentira! ¡Mentira! ¡Fui yo! ¡Yo lo hice! ¡Déjame hablar Kirei! Exclamó en su mente Amira, sintiéndose peor que basura al dejar que ese muchachito tomara toda la responsabilidad. Guram sonreía cantando victoria en su imaginación. Ni siquiera soñando creyó que todo sería tan sencillo, parecía incluso trazado por el destino. Justo entonces recordó esas historias que también a él le llegaron a contar. La bruja de Chamel que vigilaba el telar del destino de todos, podía alterarlo a su antojo y controlar tanto la desgracia como la fortuna.

Hoy la bruja de Chamel está a mi favor, recitó en su mente. Pero Guram no tenía idea de los verdaderos designios que dicha bruja tenía planeados. Zhasced observó a Kirei sin ningún sentimiento definido y el príncipe no bajo la cabeza, en señal de responsabilidad.

Finalmente, después de mucho deliberar en silencio, el Rey reaccionó de una forma completamente diferente a lo esperado. Contempló a Amira sintiéndose molesto, pero no decepcionado, claro estaba, jamás podría estarlo. Amira era todo lo que le quedaba de Ohara y por nada del mundo le habría juzgado. Sin embargo, sí debía haber un correctivo, tanto para Amira como el propio Kirei. Aunque obviamente, Zhasced no era tonto, sabía que exponer el delito que Kirei había cometido sería equivalente a entregarle la corona a Guram.

Y sin duda era algo que no quería.

                —Entiendo, puedo comprender tu silencio Kirei y lo acepto. Ahora mismo esa muchacha no tiene importancia, nunca conseguirá nada del reino. Pero dada la gravedad de tus actos, sí debe haber una sanción—miró a los tres con autoridad, a punto de decretar una nueva ley, aún si él no era el asignado para ello—. Lo que haremos será lo siguiente: solo nosotros conocemos este delito y yo les ordeno a ustedes tres que no salga de esta habitación. Actuaremos como si no hubiese ocurrido, no llegara a oídos del MOM.

Eso es lo que tú crees, susurró con malicia en su interior el conde Guram y trató de lucir angustiado sobre la situación, como si fuese un buen primo interesado en salvar el honor de la familia Alí que Kirei había manchado.

                —¿Y si por alguna razón ella habla y el MOM se entera?

El Rey le miró con una sonrisa astuta, casi como si pudiese leer su mente. Zhasced no era tonto, sabía perfectamente que Guram tenía una excelente arma en su contra y no dudaría en usarla. A menos claro, que él fuese más listo.

                —Descuida Guram, ella no hablará, sabe muy bien lo que le conviene. Hay una sola forma en que el MOM lo sepa y es si alguno de nosotros habla. En dado caso de que así sea, se aplicará la pena de muerte sobre todo aquel que conozca el secreto. Incluido yo. Así lo decreto ahora y mi palabra no se discutirá. ¿Está claro?

La falsa preocupación de Guram se borró en un instante, al igual que su sonrisa. Kirei por un momento se sintió gustoso al ver cómo los planes del Conde perecían al igual que su veneno y Amira no pudo estar tranquilo. Conocía a Guram lo suficiente para saber que tarde o temprano encontraría el modo de salir ileso de ese decreto. Pero a pesar de ello, los tres asintieron a las órdenes dadas.

                —Así será… alteza—habló Guram con fingido respeto. Zhasced sonrió y después concentró su atención en Kirei.

                —Las medidas a tomar para ti Kirei son claras. Debes aprender a tomar responsabilidad por tus actos, saber cuándo algo está bien y cuándo no. Por esa razón se te exiliará durante tres años con la reina Constance de Soria, quien se encargará de tu educación. Era algo que tenía planeado de manera ocasional, pero ahora considero mejor que salgas de Chamel y te alejes un tiempo.

Kirei asintió a su castigo sintiendo su corazón demasiado herido con esas palabras. Dejaría todo de Chamel, su reino, sus amigos, sus comodidades… Amira. No pudo evitarlo, fue un acto reflejo, le miró de manera fugaz y todos esos sentimientos confusos se intensificaron, deseando salir sin lograrlo. Quizá era lo mejor, quizá lejos, Amira podría continuar con su rutina sin preocuparse por su futuro.

                —De acuerdo, así lo haré—aceptó el príncipe y Amira evadió la mirada tratando de callar el dolor de su corazón al saber que ese chico se marcharía cumpliendo una condena que no le correspondía.

Zhasced fue más directo, como si supiera lo que Amira pensaba, quizá porque lo conocía lo suficiente. Guram solo observaba y analizaba.

                —En cuanto a ti Amira, has fallado en tu responsabilidad de cuidar y educar a Kirei por el buen camino y las buenas costumbres. Dado que no podemos hacer público este asunto, la deuda de los tres millones de monedas de oro por la virtud de Kirei, pasará a tu nombre y de igual modo, se te exilia del Castillo de Ishi. Tu rango como oficial será respetado, pero no deberás tener ninguna otra responsabilidad con el reino hasta que hayas saldado hasta el último centavo. Rompo tu voto de silencio sólo para  escuchar tu aceptación.

El príncipe se exaltó y Guram se mordió el labio mientras entrecerraba los ojos. Era demasiado dinero, no le alcanzaría la vida para pagarlo e irónicamente era su responsabilidad. Qué curiosa puede ser la vida, pensó de manera mordaz. Kirei, por su parte, repeló.

                —No… no… por favor… no puedes hacer eso… Amira no tiene ninguna responsabilidad… él no debe…

                —Acepto su orden… alteza—le interrumpió el soldado sin dudar.

Era quizá poco en comparación a lo que se merecía y no por ello odiaba a Kirei, al contrario, ahora sentía que su amor por él crecía más y más. Pero no fue lo que el príncipe creyó. Zhasced le miró con autoridad, dándole a entender que ya no tenía derecho a negar ninguna de sus órdenes y Kirei no pudo soportarlo.

Cubrió su rostro con sus manos y abandonó el Gran Salón entre llanto. ¿Qué había hecho? ¿Qué había hecho? ¿Cómo algo tan maravilloso ahora le provocaba tanta vergüenza? No era suficiente ser exiliado de su ciudad y alejado de lo que amaba, ahora había provocado que Amira cargara con una deuda eterna y perdiera su posición en el reino. Seguramente le odiaba, seguramente todo ese cariño que durante años le proporcionó había muerto.

Y aquello era lo que más le destrozaba de todas las consecuencias.

Sus caprichos, su irresponsabilidad le habían arrebatado de muchas cosas, pero nunca creyó que le quitarían el amor de la única persona de la cual estaba irremediablemente enamorado.

                —Perdóname… perdóname…—susurró en llanto mientras corría en los pasillos, deseando no haber nacido.

Deseando con todas sus fuerzas nunca haber sido reconocido por el rey. Deseando con todo su corazón ser solo Kirei, el hijo de la cocinera. Deseando con toda su alma poder amar a Amira sin arruinar su vida.

Queriendo amar sin lastimar.

¿Por qué debía ser tan terrible el resultado de sus actos?

Oh príncipe desterrado, si supieras lo que en verdad te espera, conjuró la bruja que tejía el destino.

Terrance no era el único afectado por la fatalidad.

Notas finales:

Me gusta hacer llorar a los personajes, pero digamos que todo es un preludio a lo que verdaderamente viene.

¿Creen que esa famosa Bruja de Chamel exista? Yo en su lugar no lo dudaría tanto. (Inserte cara misteriosa)

Mi Sheldon hizo otra vez su aparición (mención más bien) junto a otro personaje que por Cristo!!! Generará demasiados sentimientos, probablemente la mayoría lo odiará, otros lo amarán y yo sólo veré el mundo arder. 

Pero no digo más, me callo.

¿Qué es lo que piensan que sucederá en el siguiente capítulo?

Cuestión de averiguarlo y tenerme paciencia (o amarrarme a un tubo hasta que confiese, cuestión de enfoques)

Espero que igual les haya agradado y deseen como siempre, regalarme su opinión. Los amo mucho y espero de corazón ser una persona estable para poder traerles pronto el próximo.

Sin más me despido, les amo de todo corazón!!!!

Mil gracias!!!!!!!!


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