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Mi destino por Yue Murakami

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Notas del fanfic:

DEDICADO A LOLITTE MURASAKI MACIAS. 

ES SU REGALO DE CUMPLEAÑOS OUO POR SER UNA BUENA NIÑA SE LE DA AOKISE(?)

MUCHAS FELICIDADES, HERMOSA; ESTO ES TODO LO QUE PUEDO OFRECERTE A DISTANCIA.

¡BESOS!

 

Lo conocí en un servicio a la comunidad: lo ayude a cruzar la calle, aunque era obvio que él no necesitaba de una mano, ni de un par de ojos, pero lo hice porque yo sí necesitaba escuchar su voz, al menos eso, por unos escasos minutos, mínimos, eternos segundos; al pronunciar un cortes “Gracias”.

Estoy de nuevo ante él, pero no sonríe. Está temblando, tiene marcas de dedos en su cuello y manchones de sangre. El ladrón entró a sabiendas que alguien tan vulnerable estaba aquí. Era su oportunidad para poner su nombre en la historia de la violencia, tanto era su deseo que la idea de violar y matar a un ciego no le sonaba descabellada.

Llegamos a tiempo. Su perro lazarillo alertó a los vecinos.

Está llorando, casi desesperado. Su vida ha dado un giro. Ya no es sólo la incertidumbre de no saber que habrá al cruzar la calle, también es el pánico de su hogar. No volverá a sentirse seguro de nuevo, al menos en un tiempo.

—   Ryota Kise ¿Verdad?— me atreví a dirigirle la palabra, al menos no se alteró más. Asintió ante mi pregunta— ¿Puede contarme que sucedió?—. La peor parte de mi trabajo: hacerlo recordar y hablar…

—   Tengo una rutina establecida, oficial. Cualquiera en el edificio la sabe y bastan apenas unos días para conocerla. Era más de media noche, había cerrado con llave, incluso las ventanas. No sé cómo entró— tapó su boca para evitar que un nuevo sollozo se presentara—. Lo siento.

—   ¿Tiene con quien quedarse?— le preguntó. No es seguro este lugar, además de ser la escena de un crimen. Se ve tan frágil y apenas es un poco más bajo que yo. Tengo que admitir que su rostro golpeado y esas marcas en el cuello me enervan la sangre.

Asintió y me quede más tranquilo.

Un joven de una baja estatura, serio, se acercó con los ojos preocupados, se lo llevó y al perro lazarillo que al parecer Kise ama;  una vez los pierdo de vista me pregunto “¿Por qué a él?” Es que ¿no ha sufrido lo suficiente con su discapacidad?

La denuncia fue hecha después de tomar su declaración, pero yo maté al tipo así que no hay a quien encarcelar. Fue un tiro directo en la cabeza, parte de la sangre que el rubio tenía en la cara no era suya; el malnacido cayó sobre el cuerpo de Kise que estaba en shock. Fui tan estúpido.

—   Daiki— me llamó un compañero. Todo se arregló bastante bien, hubo un testigo, mi compañero de patrulla esa noche. Seguí el protocolo y salve a alguien. Me palmeó el hombro—. Lo salvamos… aunque ahora sólo quiere mudarse— me informó, sabe que el otro me interesa.

—   ¿Sabes a dónde quiere ir?— tantee. Necesito más información. Niega con la cabeza, pero es mi amigo y mentor; sale de las normas al darme un papelito con su número celular. Mi respiración se detuvo al descubrir lo que era. Esta noche lo llamaré.

Después de un largo día estoy con mi móvil en la mano, no son más de las diez; quiero escuchar su voz. Marco con el temor de despertarlo y arruinar su nueva rutina.

—   Bueno— es él. Kise— ¿Hola? ¿Le puedo ayudar en algo?

—   Soy el oficial Daiki Aomine— me presentó. Silencio—. Yo… bueno… quisiera saber cómo está— no sé qué más decir.

—   Mucho mejor… creo— responde y su perro lazarillo ladra— sshh… estoy hablando— un melodioso sonido, elixir de mis sentidos— ¿Necesita alguna firma más?

—   No— reaccionó, salgo del trance de imaginarlo con las comisuras de su boca hacia arriba—. Háblame de tú. En realidad habló como un civil, es decir, interesado en tu amistad…— no hizo falta más, era más de la una cuando cortó la llamada.

Descubrí que Kise era muy expresivo y divertido. Bromeaba y reía bastante, tal vez distrayendo la mente del reciente trauma o de la realidad aplastante de ser ciego. Era fuerte. Se le nota en el rostro, no me he atrevido a preguntar sobre su invidencia, parece tan acostumbrado a ella. Me quedó dormido pensando cómo sería si sus ojos no se perdieran en algún punto, si se fijaran en los míos con seguridad…

Quedamos para tomar un café.

Todos los días, durante la comida voy a verlo a la misma cafetería del primer café. Ya no me saltó mi tiempo libre, lo aprovechó a su lado. Han pasado tres meses, desde aquella llamada; la rutina no se ha roto: comer con él y llamarlo al llegar del trabajo. Mucho hemos descubierto el uno del otro.

Lo estoy esperando en la mesa de siempre, tiene quince minutos de retraso ¿vendrá? La duda me taladra el corazón, quiero correr, pero desconozco su dirección.

—   Aominecchi— lo escuchó a mi espalda y el peso asfixiante desaparece—. Siento la tardanza. Tenía que ver a Kuroko antes— le restó importancia con mi silencio. Kise me entiende sin verme. Se sienta frente a mí.

—   ¿Todo bien?— le preguntó, se le nota la angustia.

—   He pensado mucho—. Siento que una tormenta se avecina—. Te tuve miedo. Un hombre que dispara sin ningún tipo de duda es de temer, aunque sea para salvar a otro— hace una pausa, quiero gritarle mis razones—. Me ayudaste a cruzar la calle una vez— me recuerda—. Tu voz. La identifique en la llamada. Lo supe… eras tú… la misma persona que mostro una bondad infinita, también arrebató una vida… por mí ¿por qué? ¿por qué yo?—. No entendía sus preguntas—. Soy tan patético. Estoy ciego desde que nací. Por sorprendente que te parezca puedo identificar tus timbres de voz. Al pedir la cuenta o saludar a tus compañeros… ninguno como el que usas conmigo.

—   Me declaró culpable—le respondo antes de que siga—. No eres patético. Te amo, me atrajo hacia a ti el destino, ese día en el cruce y, con su jodida broma al asustarte me dio la opción de tenerte— ha roto a llorar ¿por qué?

Niega suavemente con la cabeza, cubre sus ojos como si fueran vergüenzas. No lo amo por eso, es diferente. No porque tuviera un sentido menos, desde lo más profundo reconocía que algo con Kise funcionaba a otro ritmo.

—   Nunca había escuchado tales cosas antes… ¿destino? Todos lo evaden y tú… parece que corres hacia él.

—   Lo hago— cortó su discurso— si eso me lleva a ti. Iré contra él, o a donde quiera, pero siempre que tú estés al final del camino.

Hoy no nos quedamos a comer. Lo he guiado hasta mi habitación. Desordenada, inadecuada para alguien como él, pero no menos decente. Está temblando mientras mi boca rueda por su cuello, el tiempo se detiene cuando está debajo de mí, con su respiración errante, es más una masa de placer y timidez. Mis manos se pasean por su pecho hasta sus caderas y mis labios se encargan de explorar su piel. Es suave.

—   Quisiera ver…— susurra apenas con el aliento contenido.

No lo necesita. Yo tampoco. Introduje su miembro en mi boca, sólo quería escucharlo jadear, su rostro se contrajo en una mueca dulce cerrando los ojos. Moví mi cabeza, distrayendo su atención mientras mis dedos lubricados buscaban su entrada. Mío. Mío. Cada parte de Kise; desde su piel hasta los huesos pasando por sus pensamientos… todo era mío. Cuando mi preparación lo hizo llegar a un exquisito clímax contenido me bebí cada gota sin miramientos.

Besé su frente perlada en sudor. Era como si nunca hubiera sentido un orgasmo antes.

—   Pareces un virgen— reí, pero su expresión me lo dijo todo. Que idiota. Me faltaba tanto que conocer de aquel hombre. Tratar otros temas además de sus bromas—. Todo estará bien— le susurre al tiempo que lo besaba.

Levanté sus piernas con cuidado, todo debía ser con calma; Kise era diferente. Hizo una mueca un poco más de dolor que de placer mientras me empujaba contra su cuerpo, lento, entre más lento mejor. Escuchaba cada respiración profunda tratando de relajarse. Me quedé estático con mi miembro enterrado profundo, mis testículos tocando sus glúteos; le acariciaba por completo y parecía complacido ante ello. Estaba como un idiota hipnotizado, tanto que no sentí su propio impulso. Me invitaba a moverme, así que no espere más señales…

Nos dejamos llevar, con cada vaivén de mi cadera un jadeo salía, su piel se teñía de un dulce color rojizo; ambos nos sentíamos extasiados. Para estar en igualdad, cerré los ojos mientras seguía. Era impresionante la forma en cómo todo se extrapolaba, podía escucharlo todo más claramente, incluso mi nombre saliendo entrecortado de voz quebrada, los sonidos húmedos y nuestros cuerpos chocando.

Lo besé inevitablemente cuando sentí una presión conocida en mi bajo vientre y, la estrechez envolverme un poco más, así… como sí siempre hubiéramos sido uno, al igual que una pareja enamorada y casada desde hace años. Llegamos juntos a tocar el cielo. Juro que sentí justo una explosión en el pecho. Podía llorar de felicidad.

Lo sostuve en mis brazos toda la noche.

El sol golpeo mi cara, el calor de un cuerpo a mi lado me descolocó hasta que recordé todo. Suave, su cabello era suave al tacto. Kise era un ángel durmiendo en mis brazos, olía a algo dulce, esencia propia de su alma, particular de su ser.

—   ¿Qué hora es? — me preguntó con una voz ronca. Consecuencias, vestigios de la complicidad nocturna. Sonrió.

—   Las nueve— le respondo, es más un tanteo que una afirmación, no sé la hora exacta.

—   Debo ir a trabajar.

—   Descansa— le pido, besó su cabeza y lo estrechó más cerca. Percibo su sonrisa contra mi piel.

—   ¿En serio me amas?— pregunto un tanto inseguro.

—   Te amo— respondo en seguida.

Han pasado dos semanas. No hay rastro de él en ningún lado. Estoy preocupado, pues ni su mejor amigo sabe nada, el tono de llamada se agota hasta llegar al mensaje, temó haberlo lastimado física y emocionalmente ¿Qué no vi? Soy un hombre guiado por sus impulsos; no resistí tenerlo, porque ya sabía que era mío, desde el primer encuentro me llamaba algo, me atraía como un imán. Lo he perdido. Nunca pregunte si él sentía lo mismo.

Estoy en el mismo cruce donde lo conocí. Espero a un compañero, me han ascendido… con tanto dolor preferí centrarme en el trabajo, hundirme en los casos, acudiendo a llamadas, quería embriagarme, pero lo pensé mejor cuando un niño secuestrado lloraba en mis brazos dándome las gracias.

—   Disculpe— me congelé, no podía ser cierto lo que escuchaba— ¿Podría ayudarme a cruzar? — di la vuelta lentamente. Allí estaba, con una venda en los ojos, su piel radiante y esa sonrisa sincera.

—   Kise… — susurre con apenas aliento y me acerque para acariciarle las mejillas.

—   No puedo llorar, Aominecchi. Eso retrasaría mi recuperación— me habló feliz—. Pronto podré conocerte de nuevo… aunque… yo ya te amaba y aún te amo.

¿Conocerme de nuevo? Tonto Kise, no tenías que irte, no debiste pasar por nada solo. Me vería, comprendí que él podría fijar sus ojos en mí y yo en los suyos. Me explicó de manera atropellada y con un nudo en la garganta lo mucho que me extraño, pero necesitaba intentarlo de nuevo, muchas veces antes le habían dado esperanza… Ahora era real. Tenía ojos nuevos y lo único, lo primero, que quería ver era a mí.

Nos besamos donde todo comenzó. 

Notas finales:

Cualquier queja, duda existencial o felicitación (ja) dejen un lindo comentario.

Saludos.

Pd. He vuelto(?)


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